Contribución al romancero español (cinco versiones aragonesas)

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Contribución
(CINCO
al
romancero
V E R S I O N E S
ARAGONESAS)
por Pedro Marín
español
Como contribución al estudio del Romancero Español doy cinco
versiones que recogí en un pueblecito de la provincia de Zaragoza.
Dicho pueblo, Inogés, pertenece al partido de Calatayud y forma parte
de, la comarca bañada por el río Grío, afluente del Jalón. Bajo la
sombra de la sierra de Vicort se albergan en el citado lugar unas
quinientas personas. Es ahora cuando sus habitantes, de vida sencilla y en general atrasada, se asoman un poco a la civilización. No
obstante, las personas mayores viven ajenas a este discurrir de los
tiempos. Hecho que corrobora mi afirmación es el de que todavía se
siguen cantando los romances y de que las jóvenes y aun los niños
alternan los aires de la música moderna con las melodías de los
abuelos.
Aprovechando una corta estancia en este pueblo, hace tres años,
se ha limitado a él mi recogida de romances, pero no dudamos de
que en otros pueblos de esta región habríamos de encontrar nuevas
versiones.
Urgente sería que los musicógrafos tomasen las melodías de estos
romances. Es fácil de notar que los ancianos conservan la melodía
primitiva con más exactitud, mientras que los jóvenes y personas de
mediana edad la someten a inflexiones de jota.
En todos ellos notaremos un cierto prosaísmo, que dice muy bien
al temperamento aragonés poco imaginativo. No están muy bien conservados, encontrando a veces fallos de la memoria y confusiones
curiosas. Los nuevos adelantos, el influjo constante de las canciones
modernas, que llegan a través de la radio, es un cáncer que amenaza
de cerca a la conservación total o parcial de estas reliquias del pasado 1 .
1. Estos romances fueron todos tomados de boca de dos muchachas jóvenes de
unos veinte años, y de una mujer de cuarenta, excepto el de La boda estorbada, que
me fue recitado por una anciana de unos ochenta.
261
PEDRO MARÍN
1
LA
BODA ESTORBADA
Recogido del pueblo y por Durán y el "Solitario", don Ramón Menéndez Pidal lo ha estudiado a la luz de un gran número de versiones de diversos lugares de España. La nuestra, no muy bien conservada, se caracteriza por mostrar rasgos arcaicos, como las versiones
que se dan en Cataluña, Tánger y otras partes de la Península, juntamente con otros que Pidal considera característicos, bien de la llamada por él región sudeste, bien de la noroeste. No es de extrañar
esto tratándose de un lugar folklórico fronterizo en que es natural
haya interpenetración de variantes típicas de una u otra región 2 .
Una bella muestra de este romance es la que D. Ramón Menéndez
Pidal nos ofrece en su Flor nueva de romances viejos, Madrid, 1933,
C. Austral, pág. 213. El mismo autor nos da otra versión en su Romancero judío-español y que corresponde al núm. 60 de su ordenación. (Romancero. Teorías e Investigaciones, Madrid, Biblioteca de Ensayos núm. 3. Editorial Paez). Varias encontramos en el Romancero
Popular de la Montaña, de José María de Cossío y Tomás Maza Solano,
Santander, 1933, v. I, págs. 151-181.
Hoy se parte el conde Alarcos,
hoy se parte, hoy se va.
Los ojos de la condesa
ya no cesan de llorar.
—Condesa, no cuentes días,
por años hay que contar;
si a los siete años no vengo,
condesa, te pués casar.
2. Vid. RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL, Sobre
E s p a ñ o l a , 1920, v. VII, págs. 267-298).
Geografía
262
Folklórica.
(Revista
de
Filología
CONTRIBUCIÓN
AL
ROMANCERO
ESPAÑOL
Pasan siete, pasan ocho,
conde Alarcos no vendrá;
y un día estando
comiendo,
su padre le envió a llamar.
—¿Cómo no casas, condesa?3
Condesa, ¿no quieres casar?
—No permita Dios del cielo
ni la Santa
Trinidad.
Mientras conde Alarcos viva
condesa no se ha e casar.
Se quita ropas de seda
y se viste de un sayal.
Las gargantillas que lleva
vale más que una ciudad.
Ha andado siete jornadas.
No encontró con quien hablar.
Y a la entrada de la anchuela
se ha encontradito un zagal.
—Dirme, dirme, zagalito,
dirme, dirme, la verdad.
¿De quién son esos caballos
que llevas a apacentar?
—Señora, del conde Alarcos
que mañana se ha e casar.
Si no se casa mañana
tres días lo más tardar;
ya tienen la carne muerta
y el pan masadito está.
No pregunta por posada
ni menos por hospital,
va derechita al palacio
donde el conde Alarco está.
—Derme limosna, giien conde,
que bien me la puedes dar;
que allá arriba en Nobardia
me han robadito en la mar.
Se echa mano a su bolsillo
3. He p r o c u r a d o en la transcripción ser, en lo posible, fiel al recitado que me h i cieron de estos romances. De aquí que a veces nos aparezcan junto a formas cultas, o t r a s ,
vulgares. H a r é n o t a r que, p o r tendencia a la corrección, mis recitadores no a s i m i l a n
la r d e l infinitivo a la consonante del p r o n o m b r e personal enclítico, falseando, a s í , la
r e a l i d a d del h a b l a viva de aquella región. E n este caso me he l i m i t a d o a conservar esa
tendencia circunstancial a la corrección, d a n d o la forma no a s i m i l a d a .
263
PEDRO MARÍN
y l'ha largadito un rial.
—Poca limosna es, güen conde
para que solía dar.
Le pregunta si es casada.
—Casadita y por casar;
me casé con conde Alarcos
que se fué y no vino más.
Esto que ha oído el buen conde
se ha caído desmayado.
Sale su dama segunda
y así se le pone a hablar:
—¡Maldita sea romera
que diablo te trujo acá!
—Poco a poco mi señora,
poco a poco en el hablar,
que la boca que mucho habla
en uno u otro ha errar.
—Esta es mi primera dama
con ella m'hi de tornar.
—¡Mal haya seas mujer
que al hombre vas a buscar,
y mal haya sea el hombre
que a otra mujer va a engañar.'
CONTRIBUCIÓN
AL ROMANCERO
ESPAÑOL
II
LA
SUEGRA PERVERSA
La versión que presentamos viene a ser una más entre las muchas
que se conocen sobre este tema. Menéndez Pelayo recogió en el suplemento a la Primavera de Wolf, unas cuantas versiones de este
romance desempolvadas de la tradición por varios coleccionistas.
(Vid. en Antología de Poetas Líricos Castellanos, Santander, 1945,
v. IX, págs. 221-224, 324, 326, 330, 364, 403-404). Engruesan este caudal las dadas por Cossío y Maza, en op. cit., v. I, págs. 241-279. Véase
también la versión judeo-española que Guillermo Díaz-Plaja inserta
en su colección bajo el título Aportación al Cancionero
judeo-español
del Mediterráneo oriental, publicada en el Boletín de la Biblioteca
Menéndez y Pelayo, 1934, págs. 44-61, rom. núm. 2. Id. Narciso Alonso Cortés, Romances tradicionales. (Revue Hispanique, v. L, páginas 210-213).
Ya se pasea Carmona
por una sala muy grande.
Dolores de parto tiene
que le apretaban
bastante.
Ya si asomó a la ventana,
vió el palacio de sus padres.
— ¡Quién se viera, madre mía,
en los valles de mis padres!
Y la picara la suegra,
todo lo estaba
escuchando.
—Vete a casa de tus padres,
que aquí estarás con suegra
y allí estarás con tus padres.
Por una puerta entra Pedro,
por otra Carmona sale.
265
,
PEDRO MARÍN
—Madre, ¿dónde está Carmona
que no ha salido a esperarme?
—¡Ay hijo mío de mi alma!
Se ha marchado con sus padres.
Mi ha tratao de mala suegra,
y a ti, hijo de malos padres;
y hasta ha querido decir
que eras hijo de algún fraile.
Coge Pedro su caballo,
que corría más qu'el aire,
y a casa Carmona va.
Al llegar a la escalera,
se encontró a la madre d'ella:
—Buenos días tenga, Pedro,
buenos días vengo a darle,
que tiene Carmona un niño
que es parecido a un infante.
—Del infante
gozaremos,
de Carmona Dios lo sabe.
Y al llegar a la entresala:
—Levántate
de ahí, Carmona,
no me hagas
incomodarme,
que si yo de ahí te levanto
ha de ser para matarte.
—Criados los de mis
padres,
criados los mis criados,
la una subir a vestirme,
la otra subir a calzarme,
la otra subir a empañar,
a empañar mi niño en pañales.
Ya me tienes, Pedro mío,
para hacer lo que me mandes.
—¿Adónde quieres
montar,
en las ancas o adelante?
—En las ancas, Pedro mío,
para arrojarme al suelo antes.
—Ya he andado mucho camino
sin hablar una palabra.
Carmona, ¿cómo no me hablas?
¿Cómo no me hablas como antes?
—¿Cómo quieres, Pedro mío,
cómo quieres que yo te hable,
266
CONTRIBUCIÓN
AL
ROMANCERO
ESPAÑOL
si las ancas del caballo,
van regaditas en sangre?
—En aquella ermita nueva
llevo intención de matarte.
—Dirme que te he hecho yo,
para que tú a mí me mates.
—A mí no mi has hecho nada,
pero a la pobre mi madre
l'has tratao de mala suegra,
y a mí, hijo de malos padres:
hasta has querido decir
que era yo hijo de algún fraile.
—No es verdá eso, Pedro mío;
si es verdá, qu'el niño hable.
—Dios del cielo, exclamó ella,
niño de un día nacido,
ha habladito con sus padres.
267
PEDRO MARÍN
III
DELGADINA
Como dice don Ramón Menéndez Pidal, es el romance más conocido en España y América. (Vid. Menéndez Pelayo, op. cit., v. IX,
págs. 247-251, 280-287, 323, 356 y 412. Menéndez Pidal, Romancero...,
pág. 166, núm. 99 de su colección. Cossío y Maza, op. cit., v. I, páginas 163-174. Díaz-Plaja, op. cit. rom. núm. 7. Narciso Alonso Cortés,
op. cit., págs. 205-207).
Un rey tenía tres hijas
como tres clares [sic] de plata,
y la más
chiquirritita
Delgadina se llamaba.
Un día estando
comiendo
su padre la remiraba.
—¿Qué me miras, papa mío?
¿Qué me miras, que me matas?
—¿Qué te tengo de mirar?:
que has de ser mi enamorada.
Ya se subió Delgadina
a una ventana muy alta.
Desde allí vió a sus hermanas
que peinándosen
estaban.
Los peines eran de oro,
los peines eran de plata.
—Hermanas, hermanas
mías,
subirme un poco de agua;
la garganta se me seca
y el galillo se me acaba.
—Hermana, hermana mía,
yo bien te lo subiría,
268
20
CONTRIBUCIÓN
AL
ROMANCERO
ESPAÑOL
pero el picaro de papa,
tiene la fuente
arrendada;
tiene un guardia en cada esquina,
y una rosa en cada caño,
y una gota que faltara
la garganta nos cortara.
Ya se subió Delgadina
otra ventana más alta.
Desde allí vió a su mamá
que a misa caminaba.
—Mama, mama, mama mía;
subirme una jarra de agua;
la garganta se me seca
y el galillo se me acaba.
—Hija, hija, hija mía,
yo bien te lo subiría
pero el picaro de papa
tiene la fuente
arrendada.
Tenía un guardia en cada esquina,
y una rosa en cada caño,
y una gota que faltara
la cabeza nos cortara.
Ya se subió Delgadina
a la más alta ventana.
Desde allí vió a su papá
que paseándose
estaba.
—Papa, papa, papa mío
subirme una jarra de agua;
la garganta se me seca
y el galillo se me acaba.
Ya se ponen a comer
y dicen estas palabras:
—Hijas, hijas, hijas mías,
subirle este pedazo de pan
y esta jarra de agua
a mi hija la Delgadina
Mientras hermana subía,
Delgadina ya expiraba.
La Virgen la amortajaba.
Las campanitas del cielo
ellas solas se tocaban.
269
P E D R O
M A R Í N
IV
TAMAR
La primera versión fue dada por Rodríguez Marín en el Boletín
Folklórico y reproducida por Menéndez Pelayo en op. cit., v. IX, página 303. (Vid. también Cossío y Maza, op. cit., v. I, págs. 27-35. Menéndez Pidal, Romancero...,
pág. 141, rom. núm. 37. Narciso Alonso
Cortés, op. cit., pág. 254).
En los palacios del rey
iba la linda Altamara,
con su linda jarra en mano
y en el hombro una toballa.
Su hermano, por sus amores,
ha caído enfermo en cama.
—¿Qué tienes, hermano mío?
¿Qué tienes que estás en cama?
—La enfermedad que yo tengo,
entre tus ojillos anda.
—¿Quieres que te mate un ave
de esos que vuelan por casa?
Te lo pondremos en caldo
y que te lo suba tu hermana.
—Le diga que suba sola,
que no suba
acompañada4.
Como era en tiempo verano
4. Notaremos lo viciada que está nuestra versión al observar en los versos que
anteceden, un cambio inusitado en el diálogo. Al principio es Altamara quien se dirige
a su hermano y a continuación, sin que se nos avise, comienza entre padre e hijo
un coloquio del cual se deduce ("Le diga que suba sola") que la muchacha se halla alejada de la escena.
En todas las versiones que he consultado es primeramente el padre o excepcionalmente
la madre quien dialoga con el hijo. Reproduzco a continuación la variante de una de
270
CONTRIBUCIÓN
AL
ROMANCERO
ESPAÑOL
la niña subió en enaguas;
la agarró de la cintura
y se la metió en la cama.
Hizo lo que quiso d'ella,
y hasta escupirle en la cara.
Todo lo estaba escuchando
su padre de la entresala:
—¿Qué has hecho, hijo querido?
¿Qué has hecho, hijo de mi alma?
—Perdóname, padre mío,
he desgraciado a mi hermana.
—Ya estás perdonado, hijo,
meteremos a tu hermana
en el convento Santa Clara5.
—¿Qué palabras de padre tiene?
¿Qué palabras tan mundanas?
Cogió un puñal en la mano
y se ha traspasado el alma.
Mientras ellos lloraban,
la niña relacionaba:
más quiero morir así,
que no ser mujer
mundana.
Aquí se acaba el romance
del hermano y de la hermana,
de los peces y las aves,
y esos de tierra africana.
las versiones de Cossío y Maza (op. cit. v. I, pág. 29), correspondiendo a esta p a r t e ,
en que la acción y el diálogo t r a n s c u r r e n lógicamente:
Su m a d r e , que lo ha sabido, — por la escalera b a j a b a
—¿Qué tienes, Miguel Alonso, — qué tienes que estás en cama?
—Tengo c a l e n t u r a lenta — que me está a r r a n c a n d o el a l m a .
—De las cosas de este m u n d o — d í m e lo que te g u s t a r a ,
Si te g u s t a r a u n a polla, — que U l t r a m a r a te la t r a i g a .
—Si m e l a t r a e U l t r a m a r a , — que no venga con c o m p a ñ a .
Iba la n i ñ a U l t r a m a r a — p o r la sala U l t r a m a r i n a ,
Derechita como u n p i n o , — r e l u m b r a como u n a e s p a d a .
Lleva la polla en la m a n o — y en el h o m b r o la t o a l l a ,
en la m a n i t a derecha — u n a j a r r i t a con a g u a .
—¿Qué tienes, Miguel A l o n s o , — q u é tienes que estás en cama?
—El m a l que yo tengo, n i ñ a , — entre los t u s ojos a n d a .
5. Véase la curiosa semejanza entre los tres versos a n t e r i o r e s a esta nota y los que
a continuación citamos de dos versiones del romance de Ilenia o Elena (Santa I r e n e ) :
De tres h i j a s q u e t e n í a — l e pidió la m á s g a l a n a ;
pero él le dice que n o , — que no la tiene p a casarla
que la tiene p a meter m o n j a — d e la orden de S a n t a Clara.
(MENÉNDEZ Y PELAYO, Ant.
Poet.
Lir.,
v,
IX,
pág.
317).
De las t r e s h i j a s que t i e n e — l e pidió la m á s m e d i a n a ,
Yo le d i j e : — C a b a l l e r o , — n o la tengo pa casada,
la tengo p a r a ser m o n j a — de la religión b e r n a r d a .
(NARCISO ALONSO CORTÉS, op.
cit.,
pág.
256).
271
PEDRO MARÍN
V
PRINCESA ENAMORADA DE UN SEGADOR
Es muy popular en la Península y no se encuentra en colecciones
antiguas. (Vid. Menéndez Pidal, Romancero...,
pág. 170, rom. número 108. Id. Cossío y Maza, op. cit., v. II, pág. 67).
El rey tenía una hija
más bonita que la plata.
Su padre, que ha de ser monja,
y ella, que ha de ser casada.
Una tarde, tomando el fresco,
por su barcón paseaba;
pasaron tres segadores:
d'ellos quedó
enamorada.
Al instante fué llamado
con una de sus
muchachas:
—Oiga usté, güen segador,
que le llama mi señora.
—Su señora ¿qué querrá?:
¿que le siege la cebada?
—Tres mil pesetas le da
si le siega la cebada.
—La cebada ¿dónde está?
—Ni está en alto, ni está en bajo,
ni está en bajo, ni en montaña,
está en medio dos colunas
que me atraviesan el alma.
A eso de la media noche,
la niña le preguntaba:
—Oiga usté, güen segador,
¿qué tal lleva la cebada?
272
CONTRIBUCIÓN AL ROMANCERO ESPAÑOL
—Ya llevo cuatro gavillas
y cinco con la empezada.
Su padre que la oye hablar:
—Hija mía, ¿con quién hablas?
—Padre, ¿con quién voy hablar?
con una de mis criadas;
que tenía mucho frío,
me la hi traído a mi cama.
Eso que oye el segador,
se arroja por la ventana.
—Oiga usté, güen segador,
que se le olvida la paga.
—Echeme tres mil pesetas
en un pañuelo de espada.
Coge las tres mil pesetas.
Se arroja por la ventana.
—Oiga usté, güen segador,
que si volverá
mañana.
—Sí, señora, volveré,
pero volveré la espalda.
273
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