Versión para imprimir de éste mensaje de nuestro Señor, Jesucristo.

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El corazón de la adoración es entregarse.
Entregarse no es una palabra muy popular; es
tan desdeñada como la palabra sumisión.
Implica perder, y nadie quiere ser un perdedor.
Entregarse trae a la mente imágenes amargas de
admitir la derrota en la batalla, de perder un
juego o de darse por vencido a un oponente más
fuerte. La palabra casi siempre es usada en un
contexto negativo. Los criminales capturados se
entregan a las autoridades.
En una cultura competitiva como la nuestra, se
nos enseña que nunca nos demos por vencidos y
que nunca cedamos a nada – y, por lo tanto, no
oímos mucho acerca de entregarse. Si ganar es
todo, entonces entregarse es inconcebible.
Preferimos hablar de ganar, de tener éxito, de
vencer y de conquistar que de ceder, de
sumisión, de obedecer y de entregarse. Pero
entregarse a Dios es el corazón de la adoración.
Es la respuesta natural al maravilloso amor y a la
maravillosa misericordia de Dios. Nos
entregamos a Él, no por temor o por obligación,
sino por amor, "porque Él nos amó primero."
Pablo, después de pasarse once capítulos en el
libro de romanos explicando la increíble gracia de
Dios para con nosotros, nos insta a que
entreguemos totalmente nuestras vidas a Dios en
adoración: "Por lo tanto, mis amigos, debido a la
gran
misericordia
de
Dios
para
con
nosotros...ofrézcanse ustedes como sacrificio vivo
a Dios, dedicado a su servicio y agradable a Él.
Esta es la verdadera adoración que deberían de
ofrecer.
La verdadera adoración -- darle placer a Dios
-- ocurre cuando usted se da completamente
a Dios. La adoración consiste en ofrecerse a
Dios. Este acto de entrega personal es
llamado muchas cosas: consagración, hacer a
Jesús su Señor, tomar su cruz, morir a uno
mismo, entregarse al Espíritu. No importa
cómo lo llame, lo importante es que lo haga.
Dios quiere su vida – la quiere en su
totalidad. Noventa y cinco por ciento no es
suficiente.
Existen tres barreras que impedirán que nos
entreguemos totalmente a Dios: el temor, el
orgullo y la confusión. Esto es porque no nos
damos cuenta de cuánto Dios nos ama,
queremos controlar nuestras vidas y mal
interpretamos lo que significa entregarse.
Venid, adoremos y postrémonos;
Arrodillémonos delante de Jehová
nuestro Hacedor.
Salmos 95:6
Y AHORA QUÉ?
¡VAMOS! ENTREGATE.
HAZ ESTA ORACION DE FE:
Señor Jesús, confieso que
tú eres Cristo, y creo en mi
corazón que Dios te
levanto de los muertos,
gracias por salvarme.
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