Retos contemporáneos a la imaginación sociológica

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Retos contemporáneos
a la imaginación sociológica
Jorge Enrique González
DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA
Retos contemporáneos
a la imaginación sociológica
Retos contemporáneos
a la imaginación sociológica
Jorge Enrique González
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias Humanas
Departamento de Sociología
Bogotá D. C.
Retos contemporáneos
a la imaginación sociológica
© 2009
Jorge Enrique González
© 2009
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias Humanas
Departamento de Sociología
Bogotá D. C.
isbn: 978-958-719-328-2
Presentación
En el marco de la celebración de los cincuenta años
de la creación del Departamento de Sociología de la
Universidad Nacional de Colombia, hemos querido
destacar algunos textos con el ánimo de que sean conocidos en un ámbito mayor de aquel en el cual originalmente se publicaron y porque son pertinentes para
el propósito de la conmemoración. Este es el caso del
escrito del profesor Jorge Enrique González, texto
leído con ocasión de la recepción de los nuevos estudiantes de Sociología, en el primer semestre del 2009.
El texto del profesor González es altamente sugestivo y, desde su título, es una invitación a la reflexión sociológica y académica sobre los procesos
de formación, al modo en que Charles Wright Mills
(1916-1962) lo hizo en su momento y respecto de la
sociología norteamericana, llamando su atención
más allá del empirismo y más acá de la especulación
[5]
teórica1. Pero el escrito no sólo invoca a Mills, sino
que se enraíza en un tema que el profesor González
conoce bien en sus estudios sobre cultura y sobre
formación de nuestra cultura, respecto al movimiento de pensamiento del siglo XIX y la gran inquietud que la nueva ciencia (la sociología) produjo
en algunos connotados intelectuales de la segunda
mitad del siglo XIX, como Salvador Camacho Roldán, a quien la sociología colombiana elevó a los altares de pionero de nuestra disciplina.
En un segundo apartado el autor refiere la formación del Departamento de Sociología en el marco del periodo denominado del Frente Nacional y
la caracterización de este periodo en trazos gruesos, llamando la atención del trágico desenlace de la
muerte de uno de nuestros fundadores, el padre Camilo Torres Restrepo. En una tercera parte del escrito, el profesor González se hace vocero de temas
que podrían llamar —y aún más, para él deberían
hacerlo— la atención de la reflexión de los sociólo[6]
1
Mills convocaba a lo siguiente: «Sed buenos artesanos.
Huid de todo procedimiento rígido. Sobre todo,
desarrollad y usad la imaginación sociológica. Evitad
el fetichismo del método y la técnica. Impulsad la
rehabilitación del artesano intelectual sin pretensiones
y esforzaos en llegar a serlo vosotros mismos. Que
cada individuo sea su propio metodólogo; que cada
individuo sea su propio teórico; que la teoría y el
método vuelvan a ser parte del ejercicio de un oficio».
(Charles Wright Mills, La imaginación sociológica.
México: fce, 1997, 233-234).
gos y sociólogas, en el conjunto de lo que se avizora
con un nuevo capitalismo mundial que se inicia por
la severa crisis que estamos viviendo a nivel global.
Pero no se refiere el autor exclusivamente a la globalización económica, sino también a la globalización cultural, tema quizás menos visible, insistido y
tratado que el primero. Como parte de esta última,
resalta el fenómeno del consumismo («consumo,
luego existo»), especialmente en los jóvenes, y la
posibilidad de naufragar en la atractiva navegación
del ciberespacio. Aboga el autor por escapar de un
«eterno presente» que pierde la memoria histórica y
pareciera conducir al pretencioso fin de la historia.
Hay retos pues para la reflexión sociológica, y el
autor los resume y destaca bien para considerarlo
un programa o al menos una propuesta que muestra
la desafiante tarea para los que pretenden el viaje
académico de formación en nuestra disciplina, que
es un viaje a la imaginación. Como todo viaje, lleno de vicisitudes, quizás desencantos, y también, y
sobre todo, ganancias. Experiencias formativas que
pretenderán un viaje sin destino final por el mundo
del conocimiento social.
En las preguntas por la sociología se puede ser
discrepante; se puede ser matizador o estilista y
quizás pintor, pero no indiferente. Esta «preguntadera» de los sociólogos(as) es la clave de este oficio,
que se hace muchas preguntas a sí mismo para dar
respuestas que pueden incomodar, sorprender, apaciguar o encender, pero hay que darlas, quizás no
[7]
como las que se esperaban de los oráculos de la antigüedad griega.
El texto es, pues, una invitación razonada a lo
que Pierre Bourdieu llama una disciplina reflexiva y
desencantadora. «El discurso de la ciencia no puede
parecer desencantador sino a los que tienen una visión encantada del mundo social»2.
Invitamos a leer estas páginas, especialmente a
los estudiantes, con la atención de unas recomendaciones de viaje, que más pronto que tarde serán
refrendadas por la experiencia misma del itinerario
emprendido.
víctor reyes morris
Director del Departamento de Sociología
Bogotá, septiembre de 2009
[8]
2
Pierre Bourdieu, «Declaración de la intención del n.º 1 de
Actes de la recherche en sciences sociales» (enero de 1975).
En Intervenciones. Córdoba, Argentina: Ferreyra Editor,
2005.
Retos contemporáneos
a la imaginación sociológica*
Jorge Enrique González**
La imaginación sociológica se ve constantemente sometida a los retos que la experiencia humana enfrenta en cada periodo histórico. Fue el sociólogo Charles
Wright Mills (1916-1962) quien propuso hace cincuenta años entender la imaginación sociológica1 como la
capacidad que tiene un individuo para comprender
su propia experiencia y evaluar su propio destino localizándose a sí mismo en su época (Mills, 1969: 25).
Quisiera en esta oportunidad, en la que después de
medio siglo de iniciado el programa de Sociología en
la Universidad Nacional de Colombia damos la bien*
Lección inaugural en la recepción de estudiantes
de primer semestre de la carrera de Sociología de
la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá.
Febrero 16 de 2009.
** Profesor asociado del Departamento de Sociología,
Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional
de Colombia.
1 Edición original The sociological imagination, Oxford
University Press, 1959.
[9]
Jorge Enrique González
venida a nuevos y nuevas estudiantes de esta carrera,
mostrar tres momentos que marcan hitos en el desarrollo de esta disciplina en nuestro medio. Por una
afortunada coincidencia, buen augurio esperamos,
exactamente hoy, 16 de febrero, se cumplen los cincuenta años de expedido el Acuerdo n.º 14 del Consejo Académico de la Universidad Nacional, por medio
del cual se creó la carrera de Sociología y se organizó
el Departamento del mismo nombre, en el marco de
la Facultad de Ciencias Económicas.
1.
[10]
10 de diciembre de 1882. Salvador Camacho Roldán (1827-1900) pronuncia el discurso de clausura
en la sesión solemne de la Universidad Nacional de
los Estados Unidos de Colombia para la distribución de premios a los alumnos de esta Alma Máter,
dedicado a explicar la importancia del estudio de la
sociología (de paso, deben ustedes saber que esa es
la razón por la cual se acordó como día de la sociología colombiana esa fecha de cada año).
Camacho fue uno de los dirigentes del Radicalismo liberal del siglo XIX colombiano, movimiento
ideológico que inspiró la Constitución Política de
1863, con la cual se formó el régimen político federal
de los Estados Unidos de Colombia hasta su abolición en 1886. Ese movimiento fue el responsable de
una de las mayores transformaciones de la educación pública en Colombia, uno de cuyos frutos fue
precisamente la organización de esta Universidad
Retos contemporáneos a la imaginación sociológica
según el Decreto del 22 de septiembre de 1866. Para
los propósitos políticos del Radicalismo liberal colombiano, la formación de una universidad laica fue
uno de sus objetivos estratégicos en el empeño de
lograr una sensible transformación de la cultura nacional, a partir de la cual garantizar una fuente de
la legitimidad del poder político desligada del poder
del tradicionalismo católico.
En ese orden de ideas se puede comprender por
qué Salvador Camacho da cuenta de la importancia
de la entonces nueva disciplina científica de la sociología, entendida como un recurso poderoso del
racionalismo moderno para comprender los profundos cambios que se produjeron a lo largo del siglo XIX, uno de los más notables representado por la
abolición de algunas de las principales monarquías
europeas y la formación de los Estados nacionales.
La Nueva Granada no fue ajena a ese proceso y la
formación del Estado nacional colombiano se vio
sometida a continuos vaivenes a lo largo de ese siglo, dando lugar a debates ideológicos en torno a las
fuentes que debían servir de sustento a la organización estatal, debates que en algunos casos dieron
lugar al desencadenamiento de guerras civiles, tal
como fue el caso de la denominada «Guerra de las
escuelas» entre 1876 y 1877.
En el aspecto central de su exposición sobre el
estudio de la sociología, Camacho Roldán formula
una pregunta: ¿Qué es una nacionalidad? Consideró
que este debía ser el principal interrogante al que
[11]
Jorge Enrique González
[12]
tendría que consagrarse esta disciplina en nuestro
medio, vista la inmadurez de nuestra propia organización causada en gran parte por el propósito constante de adaptar instituciones sociales y políticas
sin el conocimiento profundo y detallado de nuestra propia condición nacional. Por esta razón, Camacho encuentra en esta disciplina el camino que
podía llevarnos al conocimiento de nuestra propia
realidad gracias a los recursos de la observación y
la experiencia metódica, según los preceptos de la
filosofía positiva, paradigma científico en consolidación para esa época.
La respuesta que aporta Camacho se agrupa en
torno a una idea central: «la comunidad del derecho
individual ha reemplazado en los tiempos modernos la de la religión y de raza de otros tiempos» (Camacho, 1997: 83). Su empeño consistió en mostrar
que la entonces novedosa disciplina de la sociología
debía dar cuenta del proceso social de secularización que posteriormente Max Weber, retomando la
expresión acuñada por Friedrich Schiller, acordó
denominar «el desencantamiento del mundo» (Entzauberung der Welt).
La solución que aporta Camacho se encuadra en
el universo de un intelectual liberal de finales del
siglo XIX . Intelectual es su respuesta en el sentido en
que lo sugiere el mismo Weber cuando señala que
este se caracteriza por buscar, «por caminos cuya
casuística llega al infinito, dar un ‘sentido’ único
a su vida; busca ‘unidad’ consigo mismo, con los
Retos contemporáneos a la imaginación sociológica
hombres, con el cosmos» (Weber, 1977: 403). Liberal fue también la concepción de Camacho acerca
del papel central de la propiedad en la organización
social: «La propiedad es, pues, quizás el eje sobre
el cual el mundo ha dado vuelta de la tiranía a la
libertad, del reinado de la fuerza al imperio de la
razón, de la humanidad esclava al contrato social»
(Camacho, 1987: 80).
Ahora bien, en nuestro medio la imaginación sociológica que desarrolla un intelectual como Camacho Roldán va a diferir notablemente de aquella que
propuso e implementó Rafael Núñez (1825-1894), quien
accedió por primera vez a la Presidencia de la República en 1880 luego de transformar su ideología política
liberal radical para inspirar junto a Miguel Antonio
Caro la corriente del tradicionalismo conservador. La
concepción sociológica que encarnó Núñez se inclinó
por ubicar la filosofía cristiana del catolicismo como
la base de todo progreso social estable y le define a la
sociología, así fundamentada, la función de conducir
a la opinión pública nacional para garantizar lo que
consideraba como el centro de gravedad de la organización social (González, 2005: 216).
Ese tipo de interpretación de la imaginación sociológica ha tenido un papel protagónico en nuestra
organización social, pues recordemos que no sólo
sirvió para legitimar la Hegemonía conservadora de las postrimerías del siglo XiX y primeras tres
décadas del siglo XX, sino que se entronizó en el
ordenamiento constitucional de la Carta de 1886,
[13]
Jorge Enrique González
para mantener una larga vigencia, por momentos
larvada, como ocurrió durante la discusión de la
Asamblea Nacional Constituyente que dio origen
a la Constitución Política de 1991, pero explícita la
mayor parte de nuestra historia reciente, tal como lo
demuestra el recurso frecuente del régimen de la denominada «seguridad democrática» a las vertientes
más reaccionarias del catolicismo contemporáneo.
2.
[14]
El segundo momento que quiero destacar se ubica
en las postrimerías de la década de los cincuenta del
siglo XX. En 1959 se inicia el programa de Sociología
de la Universidad Nacional de Colombia, impulsado
por el trabajo de Orlando Fals Borda en compañía
de Camilo Torres Restrepo, Eduardo Umaña Luna y
otros. Era el momento inicial del pacto bipartidista
entre liberales y conservadores denominado Frente
Nacional, con el cual se trató de reorganizar el régimen democrático colombiano luego del paréntesis
de la dictadura militar (1953-1957), en una alternancia en el poder público que limitó considerablemente
la formación de partidos de oposición democráticos
y la efectiva participación ciudadana.
En el campo colombiano se vivía con intensidad
el latifundismo y sus habitantes mantenían condiciones de pobreza extrema. Al estudio de estos
temas dedicó Orlando Fals sus primeros trabajos
(1957; 1960), tema que no abandonó a lo largo de su
extensa y fecunda carrera ya que consideraba que en
Retos contemporáneos a la imaginación sociológica
el campo estaba una de las principales claves para
sustentar una paz duradera, fruto de una reforma
agraria de fondo y de un reordenamiento territorial
que diera autonomía efectiva a los entes territoriales y dotara de poder a sus ciudadanos, entre otros
factores. De esas condiciones de miseria extrema en
los campos escaparon miles de colombianos y colombianas migrando hacia las ciudades y las zonas
de colonización, unas veces en forma voluntaria
buscando mejores oportunidades laborales y educativas, otras en forma violenta desplazados por los
actores armados de la época. En las ciudades buena parte de esa población migrante vino a engrosar los cordones de miseria, fenómeno que retuvo
la atención del entonces capellán de la Universidad
Nacional y cofundador del programa de Sociología,
Camilo Torres Restrepo (1987).
La investigación sociológica en nuestro medio se
enfrentó desde el comienzo con el análisis y solución
de algunos de los principales problemas sociales de
su época. Solicitada por el gobierno de Alberto Lleras Camargo (1958-1962), una investigación sobre
las causas de la violencia partidista (Guzmán, Fals,
Umaña, 1962) permitió el desarrollo del primer trabajo sistemático sobre ese fenómeno que desde hace
más de sesenta años lacera a Colombia. El libro La
violencia en Colombia. Estudio de un proceso social,
que originalmente apareció como número 19 de la serie Monografías sociológicas de la entonces Facultad
de Sociología de la Universidad Nacional de Colom-
[15]
Jorge Enrique González
[16]
bia, marcó el inicio de una serie de estudios en los
que confluyen especialmente la sociología y la ciencia política para dar lugar al nacimiento de un área
especializada de la investigación social denominada
comúnmente como «violentología».
El inicio del programa universitario de Sociología en la Universidad Nacional de Colombia coincidió en Latinoamérica con el triunfo de la Revolución
cubana. Iniciada como una forma de resistencia y
lucha armada contra la dictadura militar de Fulgencio Batista en Cuba (1952-1959), la guerrilla tomó el
poder y al poco tiempo adoptó posturas radicales de
rechazo al intervencionismo de los Estados Unidos
para radicalizarse en una concepción marxista-leninista del movimiento insurreccional en el poder,
muy cercana de los lineamientos del partido comunista de la Unión Soviética de entonces. El ejemplo
cubano se extendió por toda América Latina y a
la luz de la experiencia de la guerra de guerrillas y
los focos guerrilleros (foquismo) llegó a Colombia
para fomentar el desarrollo de la resistencia armada campesina (FARC), o para formar nuevos grupos
guerrilleros, como fue el caso del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Surgido el ELN de la denominada «Brigada proliberación José Antonio Galán», formada por seis
estudiantes colombianos en Cuba en el año 1962, dos
años más tarde se estructura su organización y, luego, a finales de 1965, el entonces profesor de sociología Camilo Torres Restrepo, avanzado en su trabajo
3.
Con el comienzo del año 2009 iniciamos el segundo medio siglo de la sociología en la Universidad Nacional de Colombia. Para quienes se interesen en desarrollar su imaginación sociológica aparecen nuevos
retos. Para ustedes y nosotros el momento histórico
se muestra pletórico de problemas que necesitamos
comprender y ayudar a resolver. A continuación voy
a esbozar una revisión de tan sólo algunos de esos
problemas, adoptando la perspectiva de los grupos
de jóvenes estudiantes con quienes tenemos contacto
frecuente en la vida universitaria.
En primer término, hagamos conciencia de que
nos ha correspondido vivir una coyuntura muy especial del desarrollo del capitalismo, a saber, una notable crisis en la forma de acumulación del capital. Ya se
ha señalado por parte de los especialistas que se trata
de una crisis superior a la presenciada en 1929, en la
medida en que el más reciente proceso de globalización del sistema económico logró la desregulación de
los mercados nacionales y permitió el rápido flujo de
Retos contemporáneos a la imaginación sociológica
político en Colombia y uno de los propulsores de la
Teología de la liberación en América Latina, toma la
decisión de unirse a la lucha guerrillera. Muerto en
combate a comienzos de 1966 (15 de febrero) podría
decirse que la imaginación sociológica y sus convicciones político-teológicas lo condujeron a abrazar
un sueño de liberación nacional por la vía armada
que, a la postre, se degradó en pesadilla y tragedia.
[17]
Jorge Enrique González
[18]
capitales financieros, literalmente por todo el mundo. Se inicia ahora lo que ha sido denominado como
el año cero del nuevo capitalismo. ¿Cuáles serán sus
nuevas instituciones? ¿Cómo se transformarán las
relaciones sociales? ¿Qué nuevas articulaciones se
presentarán entre el Mercado, el Estado y la Comunidad? ¿Qué consecuencias trágicas traerá para los más
pobres? ¿Qué nuevos credos cuasi religiosos profesarán los sanedrines de economistas?
Uno solo de los problemas actuales posee ya la
dimensión de un genocidio. Me refiero a las consecuencias de la pobreza extrema. ¿Qué grado de aceleración se presentará con la crisis actual del sistema capitalista? A comienzos del 2008, el sociólogo
suizo Jean Ziegler, profesor emérito de la Universidad de Ginebra y Consejero especial de las Naciones Unidas en el Consejo de Derechos del Hombre
sobre el derecho a la alimentación, recordaba que,
para esa fecha, cada cinco segundos murió de hambre un niño menor de diez años. Según Ziegler: «En
el año 2007 fueron un total de 6 millones de niños
muertos. Cada cuatro minutos alguien pierde la
vida a causa de falta de vitamina A. En total son 854
millones de seres humanos que están gravemente
subalimentados, mutilados permanentemente por
el hambre» (Ziegler, 2008: 13).
La distribución geopolítica del hambre nos
muestra una clara concentración de este lacerante
fenómeno en los países del Tercer Mundo. Cabe suponer que, a pesar de las medidas que se adopten
Retos contemporáneos a la imaginación sociológica
por parte de algunos gobiernos nacionales y de la
ayuda humanitaria internacional, este grave problema se va a acentuar en la medida en que se anuncia
desde ya una contracción del circuito monetario
que traerá consigo la disminución general del poder
adquisitivo. Este anuncio representa el anuncio de
pena de muerte para más condenados del planeta
tierra. ¿Qué puede hacer la imaginación sociológica
en su esfera de la acción colectiva? ¿Cómo organizarse para hacer valer derechos fundamentales de
la condición ciudadana, en este caso el derecho a la
alimentación para los más pobres?
De manera paralela a los cambios de las relaciones sociales de producción, en esta nueva etapa
del modo de producción capitalista presenciamos la
transformación de los procesos sociales de producción del sentido, es decir, que la globalización económica se libró conjuntamente con la globalización
cultural (Ortiz, 2004; Appadurai, 2001; Brunner,
1999; García, 1999; Bauman, 1998). Este fenómeno ha sido especialmente sensible para las nuevas
generaciones que han recibido de lleno el impacto
de las nuevas tecnologías de la información y de la
comunicación, al cambiar de manera sustancial sus
concepciones acerca del tiempo y el espacio.
Para decirlo con un término de Walter Benjamin,
el entorno sensorial («sensorium») de la especie humana se ha transformado en las dos últimas décadas
a un ritmo vertiginoso, acarreando notables oportunidades tanto como enormes retos: ¿Cómo enfren-
[19]
Jorge Enrique González
[20]
tar el desequilibrio original en la información entre
quienes la producen y quienes la consumen? ¿Cómo
navegar en la red (WWW) sin naufragar para siempre
en ella? ¿De qué manera afrontar la realidad virtual
que nos ofrecen estas nuevas mediaciones tecnológicas y culturales? ¿Cómo asumir el compromiso de
comprender los usos sociales de la tecnología y superar los riesgos de un uso enajenado?
Este fenómeno del consumo de información
nos puede conducir al fenómeno más extenso del
consumismo que tanto afecta hoy a los actores sociales, particularmente a los jóvenes. «Consumo
luego existo» parece ser la reformulación actual del
célebre apotegma cartesiano. En efecto, para existir
es necesario el consumo, pero cosa muy diferente
son las reglas sociales del consumo que impone el
actual sistema productivo. El sociólogo polaco Zigmunt Bauman ha dedicado una de sus más recientes trabajos al estudio de este problema que posee
una dimensión irónica y paradójica debido a las
desigualdades sociales: mientras literalmente unos
mueren de hambre, otros «perecen» en las trampas
del mercado.
Según Bauman:
El consumismo es un tipo de acuerdo social que
resulta de la reconversión de los deseos, ganas o anhelos humanos en la principal fuerza de impulso y
de operaciones de la sociedad, una fuerza que coordina la reproducción sistémica, la integración social,
la estratificación social y la formación del individuo
Uno de los principales problemas de este fenómeno sistémico es que convierte a los consumidores en objetos, en seres alienados que van al arbitrio
de las fuerzas del mercado (Klein, 2002). Se trata,
ni más ni menos, de la principal fuente de enajenación actual del sistema capitalista. ¿Cómo lograr
evadir el cerco interminable en el que nos encierra
la sociedad consumista? ¿De qué manera restituir la
autonomía del individuo en medio de las poderosas
corrientes del mercado y la publicidad?
Estos problemas hacen referencia directa al asunto de la identidad, o mejor decir, de las identidades
de los actores sociales contemporáneos. Me refiero
a que, incluso en un mismo actor, es necesario reconocer la coexistencia de identidades múltiples.
Nos encontramos distantes del momento histórico
de la Modernidad en el que se logró concentrar las
necesidades identitarias del ser humano en la fórmula de una comunidad imaginada organizada en
torno al Estado nacional (Anderson, 1992). El denominado por Anthony D. Smith como «nacionalismo
metodológico» (Smith, 1979: 99) por medio del cual
se equiparó la sociedad con el Estado, concibiéndolos de manera orgánica y en forma coincidente,
permitió que la identidad nacional obrase durante
Retos contemporáneos a la imaginación sociológica
humano, así como también desempeña un papel preponderante en los procesos de autoidentificación, y
en la selección y consecución de políticas de vida individuales. (Bauman, 2007: 47)
[21]
Jorge Enrique González
[22]
una larga duración como la principal, si no es que la
única, fuente de identificación.
En la época en que vivimos han salido a la superficie con todo su vigor los problemas latentes de
la identidad de género, la identidad étnica, de grupo
generacional, religiosa, entre otras, que coexisten con
la identidad nacional o, en no pocos casos, compiten
con ésta. ¿Cómo organizar nuestro propio régimen
de significación para lograr armonizar estas variadas expresiones de la identidad, en el marco de un
proyecto colectivo que nos permita la búsqueda de
consensos transitorios? ¿De qué forma dar expresión
cultural a las identidades reprimidas o relegadas para
que se manifiesten como formas sociales y políticas?
La política así expresada hace relación a una comprensión ampliada de las formas del poder y, sobre
todo, de las formas de la dominación. Fue Max Weber quien precisó que desde el punto de vista sociológico el poder es amorfo, en tanto que las formas de la
dominación nos ubican en el contexto de las relaciones sociales en el mundo de los actores, en el ámbito
de su vida cotidiana. Es allí donde la confrontación
identitaria encuentra su entorno habitual y es desde
allí donde la búsqueda de un proyecto de vida colectivo liberado de la dominación opresiva cobra sentido. Por eso, el ámbito de lo político se ve ampliado en
la esfera de lo denominado como microsocial. Ya no
es sólo en la esfera de lo macrosocial, el orden de lo
estatal, donde se deben librar esos combates; ahora
Retos contemporáneos a la imaginación sociológica
nos vemos empujados a batirnos en múltiples ámbitos donde se escenifica la dominación.
De lo enunciado anteriormente un asunto es claro: esta concepción agonística, de lucha y confrontación contra las formas de dominación social que
oprimen las potencialidades del actor social, exige la
superación del individualismo, entendido este como
la degradación que ha sufrido el ideal emancipatorio
de la modernidad, que concibió el ámbito del individuo como una instancia suprema frente a los requerimientos de la sociedad, pero sobre todo del Estado
(Santos, 1998: 92), hasta convertirse en la forma más
difundida del egoísmo. No olvidemos que las formas
de dominación opresiva proceden por medio de la
enajenación de la capacidad de los actores sociales
para formularse proyectos de vida emancipatorios,
ya que conciben el ámbito de la libertad individual
de manera ahistórica, a la manera de esencias propias de la condición humana que serían garantizadas por la Ley. Una de sus principales expresiones
en el desarrollo del estilo de vida contemporáneo es
precisamente el individualismo enajenado, propio
de la condición del hombre moderno, en la que la
perversión de los ideales emancipatorios del liberalismo ha preparado el terreno para las más abominables formas de discriminación y opresión.
Se trata de confinar al actor en la jaula de hierro
del consumismo y la sumisión, bombardeado sin
cesar por los regímenes de producción del sentido
que le dicen cómo pensar, o mejor decir, cómo no
[23]
Jorge Enrique González
[24]
pensar, que le dirigen sus gustos y sus preferencias,
que le seducen sin cesar en lo que Román Gubern
llamó el ideal claustrofílico (2000: 164), con sus
nuevas formas de servidumbre. ¿Cómo superar ese
confinamiento del individualismo contemporáneo,
para propiciar la acción colectiva emancipatoria?
Encontramos en los planteamientos contemporáneos de Alain Touraine algunos elementos de respuesta muy valiosos. Al respecto señala que cuando
los actores sociales se hacen plenamente conscientes
de un proyecto para sus vidas se pasa a la condición
de Sujeto, que estaría conformada por tres elementos
básicos, a saber, 1) la resistencia a las formas de dominación que mantienen la enajenación de la condición
humana, 2) «el amor a sí mismo, mediante el cual el
individuo postula su libertad como la condición principal de su felicidad y como un objetivo central», 3) el
reconocimiento a los demás y el respaldo dado a las
reglas políticas y jurídicas que dan al mayor número
de personas las mayores posibilidades de vivir como
sujetos (Touraine, 2001: 183). Estos elementos forman
lo que denomina una «política del Sujeto» que entra
en buena sintonía con los propósitos de la imaginación sociológica y de la sociología crítica.
Estas opciones desarrolladas por la sociología
contemporánea constituyen una respuesta evidente y progresista frente a aquellas posturas conservadoras que desde comienzos de la década de 1960
se encargaron de proclamar el fin de las ideologías
(Bell, 1964), para luego refinar el argumento, a prin-
Retos contemporáneos a la imaginación sociológica
cipios de la década de 1990, con la proclamación del
fin de la historia (Fukuyama, 1992), entendido esto
como el fin de la confrontación entre ideologías y
el triunfo de la economía de mercado y el sistema
político al estilo estadounidense, lo que conforma
el armazón del denominado «pensamiento único»
que sustenta la geopolítica de un mundo unipolar.
Con este tipo de posturas retrógradas en lo político
y riesgosas en lo social, se pretendió dictaminar el
fin de las utopías al denostar respecto de su valor
heurístico y de proyección de las potencialidades
del ser humano. Así simplificado el panorama, pocas opciones quedaron para las nuevas generaciones
que deberían someterse a las reglas y las fuerzas del
mercado capitalista, hasta volverse actores y objetos
del consumismo.
Ausentes de utopías sólo restaría vivir el «eterno presente»; sin el molesto pasado; sin preocuparse por el futuro; sólo «siendo» en el mercado, esto
es, sólo consumiendo-se. La ausencia de futuro de
las nuevas generaciones se pudo ver apuntalada por
algunos rumbos a la deriva del denominado pensamiento posmoderno que al proclamar a su manera la
sospecha profunda por los llamados «metarrelatos»
o «metanarrativas» y presentar como camino de la
emancipación la puesta en evidencia del disenso, de
la discontinuidad de la historia y la experiencia humana (paralogía, según J. F. Lyotard, 1994), abrió la
vía para las interpretaciones en términos del relativismo moral y cultural, en el que todo cabe y todo
[25]
Jorge Enrique González
[26]
se vale con tal de mantener el ideal de la libertad
humana en abstracto.
Estos problemas nos conducen a enfocar la atención sobre uno de los principales escollos para la
imaginación sociológica: el olvido. Recordamos al
comienzo de este escrito que, según C. W. Mills, la
capacidad que tiene un individuo para comprender
su propia experiencia y evaluar su propio destino
localizándose a sí mismo en su época, es aquello que
puede denominarse como la imaginación sociológica. Pues bien, resulta evidente que el desarrollo
de esta facultad requiere, de manera indispensable,
del uso y fomento de la memoria histórica, como la
denomina Pierre Nora (1984), a través de la cual los
propios actores sociales se comprometen con la reconstrucción e interpretación vivencial de su pasado.
Esa dimensión vivencial, que apela a la subjetividad
de los actores, toma de los relatos historiográficos,
de la tradición oral, del patrimonio cultural (mueble e inmueble), de la iconografía, de los medios de
comunicación, en fin, de los productos artísticos y
culturales, información que le permite construir
su propia imagen del pasado y con ésta construir
su proyecto de vida, su propia imagen del futuro,
expresada en los modelos culturales alternativos al
modelo de historicidad dominante, según el cual se
orientan prioritariamente las relaciones sociales en
una época.
En ese proyecto de vida resulta indispensable el
desarrollo de la memoria histórica. Vivir a toda, en
2 Los días y las noches / están entretejidos de memoria y
de miedo. / De miedo, que es un modo de la esperanza
/ De memoria, nombre que le damos a las grietas del
obstinado olvido. «East Lansing».
Retos contemporáneos a la imaginación sociológica
el torbellino del eterno presente signado por la fugacidad de cada instante y la bulimia de experiencias
para el olvido, representa el principal obstáculo para
la construcción de la memoria. Ya lo expresó en forma elocuente Jorge Luis Borges (1972) cuando señaló
que la memoria es el nombre que le damos a las grietas del obstinado olvido2. En esa bella imagen descubrimos que el sino trágico de la condición humana
sería vernos consumidos por la lava del olvido, contra
lo cual estamos condenados a elaborar pacientemente nuestra memoria. ¿Podrá el hedonismo propio de
la vida de consumo, convertida en vorágine, asestar
un golpe mortal a la esperanza de construcción de la
memoria histórica en las nuevas generaciones?
No podremos negar que, por instantes, la marcha
de los hechos nos pueden instalar un mal presentimiento al respecto, pero parte vital de la utopía propia de la educación consiste en la confianza vital en
las potencialidades del ser humano para preservar
su libertad. Por esa razón, frente a un gran volumen
de preguntas acuciantes como las que se han formulado en esta oportunidad cabe esperar que quienes
se interesan por desarrollar su imaginación sociológica buscarán sin cesar respuestas a sus inquietudes
que, en última instancia, forman parte de las preguntas que debe responder cada generación. No de-
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Jorge Enrique González
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bemos olvidar que otro aspecto vital de la esperanza
de los educadores consiste en la evidencia de que los
buenos alumnos suelen superar a sus maestros y, en
ese sentido, albergamos la confianza de que muchos
de ustedes nos superarán con creces.
Tal vez a alguien le podría parecer que son muchas preguntas las que hemos formulado, pero en
realidad no pocos asuntos claves quedaron para
posteriores formulaciones. No obstante, no dejaré de
mencionar la urgencia de tomar en cuenta asuntos
tales como el deterioro del medio ambiente, el cambio climático, la precariedad del empleo, los conflictos armados de mediana y de baja intensidad, el
deterioro de los servicios de salud, las migraciones,
las discriminaciones, etc. Son tantos los interrogantes que se agolpan en torno nuestro que algunos de
ustedes podrían sentirse incómodos, molestos. Pues
bien, ese sería un buen indicio de que la imaginación
sociológica está rindiendo sus frutos, porque como
lo sintetizó Pierre Bourdieu: para que la sociología
sea pertinente, debe ser impertinente. No sólo eso,
desde los momentos fundacionales esta disciplina
se inscribió en los causes del pensamiento crítico,
que asume la crítica como la acción que logra superar un estado de cosas conservando y desarrollando
lo sustancial de la condición humana. En un sentido
semejante se expresa también el actual presidente
de la Asociación Internacional de Sociología, Michel Wieviorka (González, 2007: 2) cuando señala
que la sociología debe ser crítica al mismo tiempo
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Retos contemporáneos a la imaginación sociológica
que debe proponer y aplicar posibles soluciones a
l0s problemas de nuestra época.
Sean pues bienvenidas y bienvenidos al pregrado
de Sociología y a la Universidad Nacional de Colombia donde tendrán ustedes la oportunidad de desarrollar su imaginación sociológica y prepararse para
dar, desde ya, los combates necesarios para encontrar
respuestas valederas para los acuciantes interrogantes que se nos presentan en nuestra existencia.
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Jorge Enrique González
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