cas, lluviosas y húmedas, e impr

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EL
CONJUNTO
HESPÉRICO
dificultad. E n el N . , e n las agrestes y escarpadas montañas
cantábri-
cas, lluviosas y h ú m e d a s , e impropias para el cultivo cerealístico y para
la ganadería lanar.
D e las reglones semidesérticas meridionales salieron hacia el N . las
invasiones d e los almorávides, y después las de los almohades,
traspa-
sando el A t l a s y ocupando el valle del S e b ú , derrocando la monarquía
y reemplazándola por la s u y a , d e m á s puro y más fuerte espíritu religioso. C r u z a r o n el Estrecho, y dominaron
en el A n d a l u s . A n á l o g a -
m e n t e , los cristianos, desde los territorios pobres del N . , avanzaron hacia los m á s ricos del S . Primero desde las montañas
cantábricas a la
altiplanicie leonesa-castellana, a b u n d a n t e e n panes y e n rebaños lanares.
S a l v a n d o la alineación montañosa
central,
pasaron
a los territorios
de
más suave c l i m a y de más feraces tierras, cual la Sagra toledana, la penillanura e x t r e m e ñ a y la llanura portuguesa
del Ribatejo. Descendien-
do el escalón de Sierra M o r e n a , ocuparon la llanura bética:
Córdoba,
Sevilla y el litoral meridional d e la Península. S i e m p r e de lo pobre y
árido a lo rico y fértil. C o m o el C i d , directamente de la fría y ruda paramera burgalesa, a la suave y opulenta plana costera valenciana.
En
circunstancias críticas y ocasiones decisivas, los reinos
peninsu-
lares cristianos hacían pausa en sus querellas y contiendas, y se unían
en cruzada para atajar la invasión q u e , en declarada guerra santa, venía
de A f r i c a . E l destino favoreció a linos o a otros combatientes.
A s í , en 1 0 8 6 los almorávides derrotaron
a los cristianos en la san-
grienta batalla de Sagrajas, o d e Zalaca, cerca de
Los almohades, e n
Badajoz.
1 1 9 5 , deshicieron el poder de los rumies en la
rota d e A l a r c o s , junto al G u a d i a n a , cerca de la actual C i u d a d Real.
En
1212,
los reinos cristianos peninsulares, aliados en santa
cruza-
da, detuvieron la m a r c h a invasora almohade, q u e ascendía otra v e z hacia
las planicies castellanas, y e n las alturas del ingente escalón de Sierra
M o r e n a , cerca del paso d e Despeñaperros, se dio la decisiva batalla de
las N a v a s d e la Losa, q u e los cronistas m u s l i m e s d e n o m i n a n batalla de
Alacab;
y con la irreparable derrota del miramolín africano se abrieron
definitivamente a la invasión cristiana las tierras del A n d a l u s .
Establecidos los castellanos e n el valle del G u a d a l q u i v i r y en la costa
meridional
peninsular
atlántica,
una
última
invasión,
procedente
del
S u r hacia el A n d a l u s , fracasó e n el litoral d e desembarco : la d e los benimerines
marroquíes, q u e sitiaban T a r i f a .
L o s ejércitos coaligados de
A l f o n s o X I d e C a s t i l l a y d e A l f o n s o I V d e Portugal, a quienes amenazaba directamente
la invasión, les derrotaron
totalmente
en
la san-
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