EL OTRO CONCIERTO PARA PIANO DE TCHAIKOVSKY La popularidad que el Primer concierto para piano de Tchaikovsky tiene entre melómanos y músicos es tal, que se ha convertido en la única obra que se interpreta del gran compositor dentro del género concertante para ese instrumento. Es tal la preferencia en conciertos y grabaciones que muchos ignoran y otros olvidan que existen otros dos conciertos para piano de este popular autor ruso, al extremo de que habitualmente el Concierto No. 1 es denominado “el concierto para piano”, como si sólo hubiera uno. La realidad es que Tchaikovsky compuso otros dos conciertos para piano, aunque el tercero quedó inconcluso y por ello, nuestro título algo tramposo. Hoy puede sorprendernos que en la época de su composición, un músico importante como el pianista y director Nikolay Rubinstein rechazara el Primer concierto por considerarlo poco musical e imposible de tocarse. Pero, después de la creciente aceptación que la obra tuvo a partir de su estreno en Boston (1875), en manos de Hans von Bulow, Rubinstein también decidió probar suerte con ella y le hizo lo mayores elogios al compositor; por esa razón, Tchaikovsky prefirió componerle otro concierto, el cual terminó 5 años después. Sin embargo, pareciera que el famoso pianista y director estaba destinado a no tocar la música de Tchaikovsky, pues Rubinstein murió antes de poder tocar el nuevo concierto, por lo que éste fue estrenade por otro amigo, el también compositor Sergey Taneyev. Todavía restaban otras penurias a Tchaikovsky con sus conciertos para piano, ya que primero Taneyev y después, Alexander Siloti otro amigo suyo y alumno de Rubinstein, trataron de imponerle diversos cortes y cambios al concierto. Éste resultó ser una obra grandiosa, no sólo por su duración, sino por su concepto grandilocuente y expresivo, si acaso, cercano en su magnitud a los conciertos de Brahms. El primer movimiento sorprende por su dimensión casi épica y establece algunos cambios de tipo técnico como ubicar la cadencia (el pasaje en el que el solista toca solo una larga disertación virtuosística y con un carácter improvisatorio) antes de la recapitulación de los temas principales, en lugar de su lugar habitual antes de la coda o final del movimiento, como se había establecido desde los tiempos clásicos. Asimismo, un acierto novedoso del Segundo Movimiento fue la inclusión de una parte prominente para el violín y para el violonchelo, al grado de parecer por momentos tanto un trío de cámara como un triple concierto, lo cual contribuye a la gran belleza de ese movimiento. El final, como era de esperarse en Tchaikovsky, es un despliegue permanente de bravura pianística que no tiene nada que pedirle a su famoso concierto antecesor y que va desarrollándose hasta culminar con un ímpetu avasallador. Todo esto hace inexplicable que esta obra haya permanecido casi olvidada, con pocas grabaciones y esporádicas apariciones en conciertos. De más está decir que Taneyev y Siloti lograron imponerle al inseguro Tchaikovsky los cambios que consideraban pertinentes, sobre todo en ciertos detalles de su original estructura, cortes para reducir la inusitada extensión y algo en la instrumentación, como la del inusual trío central. Pocas veces un concierto para piano resulta tan importante en nuestras salas de música, ya que estamos ante una extraordinaria obra de uno de los grandes y más populares compositores, de la que además tenemos escasas oportunidades para escucharla y con una de las más grandes pianistas del siglo XX, OXANA YABLONSKAYA, exponente de la gran tradición de la escuela pianística rusa. La OFUNAM también cuenta en este concierto con un gran director como Dmitri Yablonsky. La segunda parte de este concierto no podría ser más atractiva: Danzas para los quioscos (Gazebo Dances) de John Corigliano (el compositor de la música para la película El violín rojo) es una obra inspirada, como su nombre indica, en la tradición de tocar música en los pintorescos quioscos de los pueblos y ciudades de muchos países del mundo, incluyendo a México, muchas veces con las típicas bandas de metales y, como en el ejemplo mexicano, con grupos populares que, no digamos si son danzoneras típicas, invitan a bailar al público. Corigliano hizo primero una obra para piano a 4 manos, pero debido al carácter de la música la transcribió para un ensamble de metales y posteriormente hizo la versión definitiva para orquesta sinfónica. Si tenemos en cuenta que la obra comienza con una Obertura rossiniana y, además de un atractivo Adagio, se incluyen un pegajoso Vals y una chispeante Tarantella, podemos estar preparados para una obra muy disfrutable y que nos gustaría escuchar nuevamente. Las conocidas Danzas Sinfónicas de West Side Story, adaptadas por Leonard Bernstein de la música original de su propia obra de teatro musical y triunfal película, (que en México conocimos como Amor sin barreras) nos tendrán atrapados en su caudal de ritmos latinos (mambo, cha-cha-cha y otros), de jazz y uno que otro toque nostálgico. Sin duda, este será uno de los grandes conciertos del año con la OFUNAM. Hanamichi202000 Luis Pérez Santoja 2