19º DOM en ORD (A4) Que no nos separe el temor, la duda, o pesadumbre La pesadumbre, la duda y el temor pueden ser cosas terribles. Se consideran emociones negativas, pero son normales para nosotros y hay que enfrentarlas para poder comprender al otro. Gracias a Dios tenemos a Jesús como modelo para enseñarnos cómo hacerlo. La semana pasada recibió las noticias que Juan, su primo, había sido asesinado. Quería irse a solas pero el pueblo no lo dejaron. Se esperó a pesar hasta que le dio de comer al pueblo, poniendo las necesidades de ellos primero. Cuando perdemos a alguien querido, nuestras emociones pasan de dolor y pesa, a la duda y el temor, sí miedo. Seguramente supieron los discípulos que Jesús necesitaba estar a solas. Pero, ellos son humanos también. Estando en un barco dentro de la tormenta, los no-pescadores tuvieron que estar miedosos y ahora se les acerca Jesús, después de haber recibido el apoyo de su Padre, no en una forma normal, sino caminando sobre el agua. ¿Quién no sentiría terror? Pero Jesús nos dice que él está en medio de nuestras tormentas en formas inesperadas. Busquen y hallarán. Pedro también nos sirve como un espejo. Él dice, siente, y actúa como nosotros y por eso lo ama Jesús. Sin pensar, al saber que era Jesús, Pedro dice, “Llámame.” Otra vez sin pensar, sale del barco para ir al encuentro con Jesús. ¿Quién no ha hecho o dicho cosas sin pensar? Pedro sale con sus ojos fijados en Cristo. Esto le permite mantenerse arriba del agua. Sin embargo, se deja distraer por el viento y las olas, y comienza a hundirse. Siendo buen compañero, Jesús extiende su mano y lo salva, metiéndose al barco. Todo está ya bien. Una vez más Pedro nos muestra que si no vamos hacia Jesús y si no mantenemos el ojo en él, que nos hundiremos. Todos tendremos “sálvame” momentos. Piensen en sus vidas. ¿Los han tenido? A veces es por los pleitos en la escuela, o por haber perdido el trabajo, que puede llevar uno a perder su casa. A veces es la presión en 1 el trabajo para hacer algo inmoral. Y a veces es un momento de “sálvame de mí mismo” por caer en una adicción o compulsión. La verdad expulsa a toda duda, temor y pesadumbre. La verdad es que Jesús siempre nos acompaña. Somos nosotros que dudamos como Pedro, o tememos como los demás, o no enfrentamos la pesadumbre y todo esto nos mantiene en un barco tambaleante. Jesús nos llevará a la paz si tenemos el valor de pedirle que lo haga por nosotros. Jesús nos contestará en formas inesperadas. Escuchemos la voz de Dios en los susurros del viento como lo hizo Elías. Respondamos como él con acatamiento, y dejémonos llevar a nuevos lugares donde Dios usará nuestros talentos para navegar las aguas sin miedo. Si Jesús está en las aguas turbulentas, en los tormentosos mares de la vida, entonces ¿qué hay que temer o dudar en la vida al navegarlas? Que hoy sea el día en que elegimos vivir para siempre solamente en el presente, aprendiendo del pasado lo que nos causa temor y duda, y dejándonos sanar. Imaginemos el mejor futuro para nosotros y vivamos sólo en el ahora, poniéndolo en el camino del éxito. Preguntémonos de nuevo, ¿Cómo quisiéramos ser recordados cuando morimos? Nuestra respuesta será la voluntad de Dios. Luego, con valor, vivamos en camino del futuro asegurado con Dios. Así podremos decir como los discípulos, “Jesús, mi hermano y amigo, seguramente eres el hijo de Dios.” 2