La derecha a tres bandas Las razones de una derrota

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LATERCERA Sábado 21 de diciembre de 2013
Opinión
“Nunca segundas partes
fueron buenas”
La derecha a tres bandas
Andrés
Benítez
Alfredo Jocelyn-Holt
Ingeniero
comercial
Historiador
N
O ES que pretenda ningunear el
triunfo de Bachelet (los hechos,
hechos son) sino recordar el registro histórico a modo de referencia
y prognosis sobre lo que se nos
puede estar viniendo encima. Si
las segundas presidencias son la
excepción, es porque quizá sanamente se las evita.
Muchos lo intentan y no les resulta: el “León” el ’31
y ’46, Ibáñez el ’38 y ’42, Jorge Alessandri el ’70,
Pinochet el ’88, Frei Ruiz-Tagle el 2009 y está el
amago de Lagos también antes de esa elección. Y si
no se logra evitarlas -qué le vamos a hacer- hay
que dificultosamente soportarlas y sobrevivirlas.
El segundo período de Arturo Alessandri fue la antítesis del primero, y no digamos que el primero haya
sido una maravilla (terminamos en dos golpes de Estado
y una dictadura). Esa segunda presidencia fue una dictadura legal y culminó sanguinariamente. La segunda
administración Ibáñez, al tercer intento legal (hubo
otros empeños golpistas), si bien se propuso no ser una
dictadura (y eso que quizás era lo que quería la mayoría
casi absoluta que votó por el “General de la Esperanza”),
fue incoherente; hizo cosas, pero nada tan trascendental o parecido a lo del período 1927-31. En fin, somos
varios los historiadores que pensamos que habría sido
mejor que este dúo no nos hubiese agotado la paciencia.
Pero estamos en América donde estas situaciones
son recurrentes. Saltémonos el siglo XIX (Santa
Anna en México batió todos los récords, 11 veces en
la presidencia y muchas otras intentonas). En el XX
también hay repetidos especialmente viciosos: Velasco Ibarra en Ecuador, Leguía y Fujimori en Perú,
Jiménez Oreamuno y Figueres en Costa Rica, Gómez
y Chávez en Venezuela, Paz Estenssoro y Siles Zuazo
en Bolivia, Perón en Argentina, Batlle y Terra en
Uruguay, Trujillo y Balaguer en República Domini-
La mayoría de las segundas presidencias no
termina, no termina bien o decepciona,
confirmándose el viejo refrán. Las razones son
varias. La recurrencia es dictatorial, caudillista
o la vanidad es tal que anula competidores.
cana. Y los otros tanto que se han repetido el plato:
los Somoza, Eloy Alfaro, Carlos Andrés Pérez, Caldera, Lleras Camargo, Uribe, Pardo, Odría, Prado,
Belaunde, Alan García, Daniel Ortega, Oscar Arias,
Menem, Cristina Fernández, Bordaberry, Sanguinetti, Getulio Vargas, Cardoso, “Lula”, Sánchez de
Lozada, Evo Morales, McKinley, Wilson, Roosevelt
(FDR), Eisenhower, Nixon, Reagan, Clinton, Bush
jr., Obama. Esto sin contar las veces que la “sucesión” es dinástica, se la intenta al menos (v. gr. el
“León” con hijos, yerno y hasta un nieto candidatos), o se recurre a sus señoras (modelo “peronista”).
La mayoría de los cuales no termina, no termina bien
o decepciona, confirmándose el viejo refrán. Las
razones son varias. La recurrencia es dictatorial, caudillista, o la ambición y vanidad son de tal magnitud que
anula competidores. Cuando se produce es porque el
sistema no se regenera, adolece de una falta de imaginación crónica, si es que no se atasca y sufre “reflujos”.
De nuevo en el poder, la soberbia de los reelectos es un
atolladero y, para peor, la familiaridad engendra
repudio. Pero el lío más grave que explica el fenómeno
es el hiperpresidencialismo, sólo quienes lo conocen
pudiéndolo manejar. Este se viene acentuando en Chile
desde Lagos (falta de espacio me impide ahondar)
aunque, curioso, no fue él sino Bachelet quien pudo
reelegirse. ¿Es que con Bachelet se ha estado taponeando a Lagos?
U
NA DE las consecuencias
más evidentes de la derrota electoral para la derecha es el anuncio de la
creación de un nuevo partido en el
sector. Se trata de Evolución Política (Evópoli), movimiento que nació hace un año de la mano del
ahora diputado Felipe Kast y que
ha ido sumando diversas personalidades del sector, como Luciano
Cruz-Coke y ahora los ministros
Pedro Pablo Errázuriz y Roberto
Ampuero, entre otros.
En su primer consejo general, realizado esta semana, dejaron claro
que su idea es establecerse como
partido, buscando convertirse en un
referente que represente un cambio
generacional y una plataforma de
ideas para la derecha más de centro
o liberal. En pocas palabras, Evópoli
pretende llenar el vacío que dejó
Renovación Nacional en estos años,
donde bajo la conducción de Carlos
Larraín se movió hacia el lado más
conservador.
Formar un nuevo partido es una
tarea compleja. Es cierto, pero para
muchos no había otra opción, toda
vez que refundar RN parece ser una
tarea imposible. A una conclusión
similar habría llegado el propio Piñera, dado que se especula que no
volvería a militar en las filas de su
antiguo partido, hoy convertido en
su principal crítico. Esto, sin embargo, no significa que Evópoli sea
el nuevo referente del actual mandatario. Porque si bien ellos tienen
una sintonía mayor con Piñera e incluso comparten que es la figura
más emblemática del sector en la
actualidad, tampoco se sienten casados a su persona. Quieren tener
libertad de acción respecto a quién
apoyarán llegado el momento de
enfrentar una nueva elección.
En este escenario, que la derecha
juegue a tres bandas no les preocupa. Es más, consideran vital abrir la
cancha para que el sector refleje
una mayor diversidad en torno a
nuevas ideas y rostros frescos. Y que
ese rol no es posible con la UDI y
RN. Y si bien hoy todo esto puede
verse como una división de la derecha, la apuesta final es que la suma
de los tres sea mayor que la actual.
Si bien la llegada de Evópoli se
puede ver como una división de
la derecha, la apuesta final es
que la suma con RN y la UDI sea
mayor que la actual.
Para Evópoli, el desafío es claro:
tiene que lograr consolidarse, lo que
pasa necesariamente por tener un
mensaje atractivo, pero también
por seguir conquistando figuras
emblemáticas del sector. Algunas de
ellas vendrán del propio RN, pero
muchas otras de la gran lista de independientes que tiene la derecha.
Conquistar a ese gran contingente
de gente sería un aporte invaluable.
Por otro lado, la tarea que pone
Evópoli a RN es igualmente mayor.
No sólo tiene que defender la salida
de militantes que ya está en curso,
sino porque también necesita evitar
quedar, en términos ideológicos,
como el “jamón del sándwich” entre
Evolución Política y la UDI. Ese sería su fin como partido.
Como sea, vienen tiempos de
cambio para la derecha, lo que
debe ser visto como una buena noticia. Que entre un poco de aire
fresco al sector es fundamental,
considerando la derrota electoral
que tuvo. Una donde no sólo perdieron votación, sino que la mayor
parte de sus ideas. Bajo este esquema, pretender salir a reconquistar
a la gente con el mismo discurso y
con las mismas personas, es una ingenuidad. Por ello, hay que aplaudir la llegada de este nuevo referente, porque aunque hoy no sea
muy grande, será una constante
presión de cambio a los actuales
partidos. Eso es lo importante.
Las razones de una derrota
Patricio
Dussaillant
Abogado, Ph.D.
en Comunicación
E
L VOTO histórico de la Concertación concurrió a votar
el domingo pasado, pero el
votante que en la última década había respaldado a la derecha
en los “sectores populares” optó por
quedarse en casa. Hasta ahora no ha
votado por la Concertación, pero
tampoco se sintió atraído a votar
como antes, por lo que, en la próxima elección, de ir a las urnas, puede
escoger cualquier sector.
Los comportamientos no cambiaron de un día para otro; antes bien,
los electores fueron abandonando a
los candidatos de derecha lentamente, y no de golpe. Tanto la motivación
como la desmotivación se van produciendo en el tiempo. Igual ocurre
con la confianza, que salvo un hecho
grave e impactante, también se pierde por una sucesión de acciones u
omisiones que la socavan.
De ahí que el resultado electoral
del domingo no puede analizarse
como un hecho aislado y sacar conclusiones. Por el contrario, es un
signo que se agrega a señales ante-
riores, como la elección parlamentaria y municipal. A ello se deben
añadir variados y diversos síntomas
de los últimos años, todo lo cual
permite hacer un diagnóstico que
explique lo que está sucediendo.
Más allá de si políticamente conviene hacer diagnósticos públicos,
tarde o temprano debe hacerse, ojalá internamente. Sólo a partir de un
diagnóstico correcto y consensuado
se pueden construir escenarios futuros y de acuerdo con ellos plantear estrategias y tácticas. Si no se
entiende dónde estuvo -y está- el
problema, difícilmente se pueden
hacer los cambios que se requieren
para recuperar el apoyo ciudadano.
Hace tiempo que estaba claro que
esta elección sería sobre gobernabilidad y la posibilidad de cada sector de
construir una percepción acerca de su
mejor capacidad de garantizarla.
Contra esa imagen de gobernabilidad
han atentado, desde siempre, la visibilidad pública de cada una de la luchas
internas de la Alianza, su acendrado
caudillismo y la persistencia de algunos
dirigentes de velar por sus intereses
personales. Es una lástima, pero la
La imagen de gobernabilidad de
la Alianza se ha visto afectada por
luchas internas, caudillismo y la
persistencia de algunos dirigentes
de velar por sus propios intereses.
impresión que dejan es que algunos
privilegian sus intereses electorales
por encima de los intereses de las
nuevas y futuras generaciones, olvidándose que no es lo mismo hacer
política para ganar elecciones que para
mejorar la calidad de vida de la gente.
El caudillismo puede rentar electoralmente en casos particulares, pero
va pasando la cuenta al sector que sigue perdiendo la confianza de los
electores. El caudillo puede contar
con algunos atributos que lo hacen
elegible, pero no aporta a los atributos colectivos que garantizan gobernabilidad. Representa un modo de
hacer política que, lentamente, las
nuevas generaciones ni siquiera reconocen porque no se identifican ni con
sus modos ni con sus personalismos.
A esto se suma un claro distanciamiento del discurso de la derecha
con la ciudadanía, que no tiene que
ver con principios ni ideas, sino
simplemente con una falta de sintonía con aquellos a quienes se les
tiene que hablar, convencer, irradiar mística y movilizar a votar. En
definitiva, aquellos por los que se
trabaja en política.
Finalmente, es de justicia reconocer que al frente había una candidata con atributos valorados por
sus electores; que inició la carrera
con anticipación; que contó con un
muy buen diseño de campaña desplegado con unidad, pocos errores,
suerte y muchos recursos.
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