OBISPO

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OBISPO
«El obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y depende
en cierto modo la vida en Cristo de sus fieles. Por eso, es necesario que todos concedan gran
importancia a la vida litúrgica de la diócesis en torno al ob ispo, sobre todo en la iglesia catedral,
persuadidos de que la principal manifestación de la Iglesia tiene lugar en la participación plena y
activa de todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas, especialmente en la
misma Eucaristía, en una misma oración, junto a un único altar, que el obispo preside rodeado por
su presbiterio y sus ministros» (SC 41).
La palabra «obispo» viene del griego «epi», sobre, y «skopos, skopein», vigilar, inspeccionar:
significaría, por tanto, etimológicam ente, guardián, inspector. Y en las primeras comunidades
paulinas así aparecen Timoteo y Tito (cf. 1Tm 3, 1 -7; Tt 1, 7-9).
Los obispos, sucesores de los Apóstoles, han sido constituidos como principios de fe y unidad en
la comunidad diocesana, como sacram entos visibles de la presencia de Cristo Jesús en medio de
su pueblo. Para ello reciben la plenitud del sacramento del Orden. Tanto en la misión de enseñar
como en la de guía pastoral y misionera, y de modo especial en su función santificadora y c últica,
el obispo, como «primer liturgo», es el que tiene más responsabilidad y autoridad.
El Concilio les dedicó un documento, «Christus Dominus», decreto sobre la función pastoral de los
obispos en la Iglesia, en el que, por ejemplo, los define como «los princi pales dispensadores de
los misterios de Dios y los moderadores, promotores y responsables de toda la vida litúrgica» (CD
15). También la «Lumen Gentium», en los números 18 -27, describe su servicio pastoral para bien
de la comunidad, y en concreto en el núm ero 26 su función de ministro principal de la celebración
litúrgica diocesana.
Respecto a su papel de liturgo y animador de la celebración, en la introducción al libro de la
Liturgia de las Horas se dice expresamente: «El obispo, puesto que de modo eminen te y visible
representa a la persona de Cristo y es el gran sacerdote de su grey…deberá sobresalir por su
oración entre todos los miembros de su Iglesia: su oración en la celebración de las Horas es
siempre en nombre de la Iglesia y a favor de la Iglesia a él encomendada» (IGLH 28).
A pesar de que en el Concilio se hablaba repetidamente de «consagración episcopal», el nuevo
Ritual de Órdenes prefiere hablar de «ordenación del obispo» , para la que en el capítulo VII ofrece
motivaciones, textos y ritos renov ados en la última reforma. Los diálogos , las lecturas y sobre todo
la oración consecratoria ponen de relieve cómo recibe la plenitud del sacramento del orden para
su función pastoral en la diócesis, como representante de Cristo. Lo mismo expresan
plásticamente los gestos simbólicos de esta ordenación: el que es el fundamental, la imposición
de las manos por parte del obispo consagrante y por todos los obispos concelebrantes, y también
otros como el de la imposición sobre la cabeza del libro de los evangelio s, la unción de la cabeza,
la imposición del anillo y de la mitra, la entrega del libro de los evangelios y del báculo, la
entronización en su cátedra y el abrazo de acogida por parte de los demás obispos. Le ordenan al
menos tres obispos, para significar expresivamente su agregación al colegio episcopal, sucesor
del colegio apostólico.
El libro litúrgico del «Ceremonial de los Obispos» es el que motiva y regula las celebraciones en
que interviene un obispo.
En la Plegaria Eucarística de la misa nombramos cada vez al obispo de la propia diócesis, como
un signo claro de unidad en la fe y en la caridad, en unión con el obispo, y a través de él con todo
el colegio episcopal y el papa.
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