269 CAPÍTULO 11 APODERARSE DEL FUTURO Hasta el momento hemos ido reflexionando sobre todas las circunstancias que creemos que, de una u otra forma, pueden afectar a la construcción de un mundo más justo y pacífico. Lo hemos hecho desde la perspectiva de nuestros conocimientos sobre la Paz y los Derechos Humanos. Tal como hemos advertido en la propia introducción de este libro, hemos trabajado con los enfoques que teníamos disponibles, los de nuestras propias biografías como investigadores, los que proceden de nuestras disciplinas, de nuestra formación y de nuestras opciones axiológicas, ontológicas, epistémicas, académicas, sociales y políticas. Somos conscientes de ello, por tanto asumimos que hubieran sido posibles —y deseamos que lo sean— otros enfoques que en definitiva contribuirán a enriquecer nuestra mirada. Igualmente somos conscientes de que existen ciertos debates por resolver que no hemos sabido abordar con toda la profundidad necesaria y que, incluso, lo hemos hecho contradictoriamente, en una parte porque nuestras formaciones son diversas, porque no hemos sabido resolverlos adecuadamente, pero, por otra parte, creemos que no es negativo dejar debates pendientes de ser resueltos, abiertos. En los capítulos iniciales hemos visto un «estado de la cuestión», revisando los recursos disponibles para la Investigación para la Paz y los Derechos Humanos. A partir de ahí, con la intención de tener una perspectiva holística, hemos ubicado a los humanos en la complejidad del universo, en el planeta tierra y en la Naturaleza. Esto nos ha permitido reubicar nuestros modelos antropológico y ontológicos y ver la necesidad de pensarnos bajo una perspectiva trandisciplinar. Tambien, por otro lado, hemos querido pensar la «mediación» como 270 MUÑOZ-HERRERA-MOLINA-SÁNCHEZ un espacio amplio de reubicación de los seres humanos y, finalmente, nos hemos planteado el problema del cambio social, del poder, a través de empoderamiento pacifista. En un segundo bloque, en los capítulos del ocho al diez, hemos realizado un balance de las posibilidades de acción, de empoderamiento institucional y académico, desde la política académica, especialmente de las Universidades y de nuestra Comunidad Autónoma, Andalucía. Para ello hemos visto las Declaraciones Institucionales internacionales, europeas, españolas y andaluzas; las actividades llevadas a cabo por la propia Comunidad y por las Universidades andaluzas. Asimismo, hemos dedicado un espacio especial al Plan Andaluz de Educación para la Cultura de Paz y la Noviolencia, al Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada y a la Red Andaluza de Investigación de la Paz y los Derechos Humanos. Por último, hemos apuntado las perspectivas y desafíos de las políticas de investigación andaluzas en Paz y Derechos Humanos, en las que prestamos especial atención a lo que creemos que podía ser un eje articulador de estas investigaciones, de una docencia especializada y de un asesoramiento al respecto: un Centro Andaluz de Investigación de la Paz y los Derechos Humanos. En este capítulo, apoyándonos en el anterior balance, nos toca mirar hacia el futuro, hacia las posibilidades de avanzar en los próximos meses, años, lustros, decenios y siglos, ya que algunos problemas que denunciamos no tendrán solución si no es a lo largo del tiempo. Es importante saber que muchos de nuestros deseos y propuestas sólo serán resueltos, con esfuerzo y suerte, en los próximos años. Por ello es fundamental distinguir entre lo que es importante, aquello que debe de ser mantenido o modificado por encima de las emergencias que aparezcan, y lo que no lo es tanto. Igualmente lo es hacer propuestas desde una autocrítica, análisis, evaluación, deconstrucción y reconstrucción, de nuestro pensamiento y los modelos de acción que lleva asociados. Recuperar la valía de todas las ideas filantrópicas de justicia, equidad o felicidad, liberalizadoras o emancipadoras, y desactivar todas aquellas que sean contrarias a estos preceptos. Finalmente creemos que el reconocimiento de estos recursos de la praxis disponibles nos permite implemetar aquellos que nos sean útiles y desactivar aquellos que frenen nuestro avance hacia futuros mejores. Es por esto último por lo que preconizamos un optimismo inteligente basado en las posibilidades de sustentar una praxis liberalizadora. INVESTIGACIÓN DE LA PAZ Y LOS DERECHOS HUMANOS... 271 11.1. EMERGENCIAS, URGENCIAS E IMPORTANCIAS. Todo este recorrido, tanto en su aspecto más teórico como en el más práctico, lo hemos realizado con la mirada puesta en el Futuro, en los días, meses y años venideros donde la Investigación para la Paz y los Derechos Humanos se pueden convertir en una contribución más o menos significativa al bienestar social y la paz en nuestra Comunidad y, ojalá por extensión, en su entorno más inmediato y mediato. El Futuro es el espacio de la confluencia, del encuentro, de la reconciliación de actores, conflictos, necesidades, proyectos o percepciones de diversa consideración y alcance. Porque de poco servirían todas las reflexiones anteriores sin la praxis, si no tuvieran un reflejo práctico y unas consecuencias, si no sirvieran para transformar la realidad.1 Por lo tanto es necesario pensar, accionar y apoderarse de un futuro que deberá atender las emergencias y urgencias, pero sobre todo, lo que es más importante, utilizar la valoración crítica del pasado para detectar las normas, los sistemas y las estructuras en los que se apoya la benevolencia y malevolencia humanas. Utilizar este aprendizaje crítico para reconstruir las premisas para los días venideros. Un futuro solidario con las generaciones venideras, en el que prime la justicia y la equidad, en el que los conflictos sean regulados por vías pacíficas y en el que esos conflictos —signo de nuestra condición «imperfecta»— nos den la posibilidad de imaginar y crear nuevas situaciones deseables de acuerdo con nuestros valores de Paz y Derechos Humanos. El Futuro se convierte, en sentido estricto, en la única propuesta posible de transformación de la realidad, por ello es necesario pensarlo y trabajarlo con los mejores recursos a nuestro alcance. El presente es la realidad que vivimos ahora mismo y puede que el futuro —mañana, el mes que viene, dentro de un año o de cincuenta— sea la única realidad que podemos cambiar y que por lo tanto no puede estar ineludiblemente «secuestrado» por las realidades del presente. Este va a ser siempre un debate delicado, cómo ligar las «imperiosas» demandas del presente con la construcción de futuro, puesto que en muchos momentos se van a presentar como incompatibles.2 1. MUÑOZ, Francisco A. (2004) «Futuro, Seguridad y Paz», en MOLINA RUEDA, Beatriz, y MUÑOZ, Francisco A., pp. 445-470. 2. Cf. BOULDING, Elise - BOULDING, Kenneth E. Op. cit; SÁNCHEZ, Jesús - MUÑOZ, Francisco A. - JIMÉNEZ, Francisco - RODRIGUEZ, Javier. (eds.) Op. Cit. 272 MUÑOZ-HERRERA-MOLINA-SÁNCHEZ Es necesario, en consecuencia, preparar los instrumentos, los espacios y las conciencias para poder diseñar opciones de futuro, alejadas de los convencionalismos conservadores —que a veces son demasiado condescendiente con la injusticia—, más audaces y atrevidas, en suma. Buscar decididamente alternativas a las preocupaciones reales de las gentes que sufren cualquier forma de injusticia. Para alcanzar estos fines, es importante que el máximo posible de actores sociales se vean involucrados en la creación de un nuevo futuro. Aquellos que padecen cualquier forma de discriminación y todos los que solidariamente quieren un mundo mejor. Se trata en definitiva de proyectar futuros imperfectos, pero deseables, perdurables, justos y pacíficos. Como señalábamos más arriba, a lo largo de todos los capítulos que componen este libro hemos ido haciendo un cierto balance del estado de los conflictos, la paz y la violencia. Una conflictividad amplísima como corresponde a una especie humana que tiene en el conflicto una de sus bases de existencia. Demasiada violencia sin duda. A la «aprehendida» a lo largo de los siglos sumamos nuevas formas, muchas de ellas ligadas al neoliberalismo y a la globalización. Y, por suerte, una mayoría, real pero no del todo reconocida –y aquí reside el «giro espistemológico» que propugnamos, en tener capacidad de detectarla y empoderarla— de regulaciones pacificas de los conflictos, de prácticas pacíficas. En la planificación que hagamos del futuro tendremos que tener en cuenta estas circunstancias: aceptar la conflictividad, intentar frenar la violencia y potenciar al máximo la construcción de paz y la promulgación y respeto de los derechos humanos. Lo que hemos llamado matriz comprensiva y unitaria, que añade a los conflictos la paz y la violencia, las mediaciones y el empoderamiento, y el diamante ético, nos suministra instrumentos intelectuales para facilitarnos esta tarea. Energías limitadas, demasiadas urgencias por resolver, son ingredientes para la desesperanza. Nos equivocaremos una y otra vez. Acertaremos muchas veces, puede que la mayoría, porque estamos bastante entrenados para cooperar e intentar alcanzar el máximo de bienestar personal y colectivo. Pero creemos que sólo podremos conservar la esperanza si poseemos estrategias de cambio. Las urgencias son las alarmas que nos indican que algo está fallando, nos reclaman soluciones. Pero estas últimas no pueden venir guiadas por las apariencias de la gravedad coyuntural. Hay que intentar no confundir las apariencias —que engañan— con las causas reales y a veces profun- INVESTIGACIÓN DE LA PAZ Y LOS DERECHOS HUMANOS... 273 das. Los investigadores no podemos convertirnos en «bomberos» de las injusticias, es necesario tener mecanismos de respuesta ante el sufrimiento de las personas pero, asimismo, hay que planificar el futuro para que no ocurra ninguna tragedia. Estamos convencidos de que una buena planificación salvará más vidas, nos liberará de más sufrimientos, que todas las acciones de emergencia posibles. Al fin y al cabo esto es lo que reclaman todas las organizaciones que hacen un trabajo de campo en el voluntariado. Los disfrutes y sufrimientos dependen de las condiciones concretas de cada momento, pero éstas están sustentadas por sistemas que organizan y orientan las posibilidades en una dirección u otra. De nuevo el pensamiento sistémico, relacional y «estructural» —que no estructuralista— de la paz imperfecta y la violencia estructural nos puede ayudar para discernir los caminos del futuro. Saber los escenarios de las paces, de las violencias, los espacios de la mediación, los actores, los intereses en juego, las dinámicas y regulaciones posibles de los conflictos, es algo imprescindible. Sabemos que cada sociedad, cada cultura, ha necesitado vitalmente explicar su pasado y prever su futuro, como una manera de darle sentido a su presente y sus aspiraciones. Para ello ha creado sus propias imágenes de Paz, de bienestar, de «edades de oro», a través de cuentos, mitologías, utopías o historias. Porque donde se crean esperanzas y modelos de ser y estar caben las expectativas de búsqueda de la satisfacción máxima de sus deseos y sus necesidades, de la reproducción de sus condiciones de existencia en el mañana, para sí y para sus descendientes; en ello consume gran parte de sus energías. El aprendizaje, la transmisión del conocimiento, la mejora de sus avances culturales, científicos y tecnológicos, no tienen otro sentido si no es el bienestar y la continuidad de la especie. Identificar, ordenar y jerarquizar los conflictos, las paces y las violencias es importante, como lo es identificar sus relaciones, sus interacciones y la cualidad de las mismas. Y desde ahí, hacer propuestas de un desarrollo que favorezca la equidad, dotarnos de formas de pensamiento que nos ayuden a estas tareas, empoderar las paces y proyectarlas hacia el futuro, puede ayudarnos en nuestros objetivos. Aunque no estamos solos en esta tarea, ya que podríamos decir que la mayoría de los campos del saber tienen como objetivo potenciar las mejores condiciones posibles para la vida de los humanos. Este presupuesto está claramente especificado para las Ciencias Humanas y 274 MUÑOZ-HERRERA-MOLINA-SÁNCHEZ Sociales, e indirectamente para las Ciencias de la Naturaleza que buscan el «control», la mejor relación posible con el universo, la tierra y el resto de los seres vivos. Por tanto, desde una perspectiva constructiva inter y transdisciplinar las posibilidades de que se alcance la paz, y el cumplimiento de los derechos humanos, dependen directamente de la capacidad de comprensión del funcionamiento de los conflictos (pacíficos y violentos) a cualquiera de sus escalas. Y esto sólo será posible, de acuerdo con lo que hemos venido defendiendo aquí, reconociendo nuestra propias realidades e historias, nuestros pasados evolutivos e históricos y sus circunstancias y, desde ahí, promover herramientas útiles del presente y diseñar futuros deseables y posibles desde tales presupuestos. El derecho, al elevar a relación social los anhelos y valores de una sociedad determinada, nunca nos dice lo que es, sino que nos plantea cómo debe ser regulada dicha relación. Así, en el caso del reconocimiento de los derechos fundamentales —entendibles como concreción de los derechos humanos a una cultura o formación social dada—, lo que se nos plantea es el establecimiento de dos cosas: primero, un marco de transparencia desde el que visualizar los problemas y conflictos; y, segundo, un marco de responsabilidad que nos impele a garantizar medios de acción para la solución de los mismos desde límites y fines prefijados en la concepción que de los derechos tengamos. Por esa razón, los Derechos Humanos figuran siempre como la «utopía», como el horizonte utópico realizable, aunque sometido a obstáculos que impiden constantemente su plena satisfacción. Los derechos, y podríamos decir el derecho en general, siempre son un proceso, nunca el resultado neutral de una decisión arbitraria del poder. Beneficie a quien beneficie, la norma resulta necesariamente de un proceso dinámico de confrontación de intereses que, desde diferentes posiciones de poder, luchan por elevar sus anhelos y valores, o sea su entendimiento de las relaciones sociales, a ley. Sea como sea y, sea para quién sea, el derecho conlleva siempre un componente utópico e ideológico que hay que saber descifrar. Los Derechos Humanos, por tanto, si queremos definirlos, o lo que es lo mismo, delimitarlos de los intereses de los poderosos y acercarlos a las reivindicaciones, anhelos y valores de las víctimas, debemos entenderlos dentro de esa concepción contextualizada del derecho: es decir, derecho como conjunto de procesos dinámicos de confrontación de intereses que pugnan por ver reconocidas sus propuestas partiendo de diferentes posiciones de po- INVESTIGACIÓN DE LA PAZ Y LOS DERECHOS HUMANOS... 275 der. Desde aquí los Derechos Humanos deben ser definidos como eso, como sistemas de objetos (valores, normas, instituciones) y sistemas de acciones (prácticas sociales) que posibilitan la apertura y la consolidación de espacios de lucha por la dignidad humana. Es decir, marcos de relación que posibilitan alternativas y tienden a garantizar posibilidades de acción amplias en el tiempo y en el espacio en aras de la consecución de los valores de la vida, de la libertad y de la igualdad. ¿Definición utópica? Claro está. Pero nuestra definición opta por una delimitación de los derechos en función de una elección ética, axiológica y política: la de la dignidad humana —que vimos en el apartado 2.3— de todos los que son víctimas de violaciones o de los que son excluidos sistemáticamente de los procesos y los espacios de positivación y reconocimiento de sus anhelos, sus valores y su concepción acerca de cómo deberían entenderse las relaciones humanas en sociedad. Ir viendo en la escuela, en el aula universitaria o en la sede de movimientos y asociaciones de defensa y promoción de los derechos y la paz, cuáles han sido los procesos históricos y normativos que han dado lugar a una determinada configuración de derechos; analizar detenidamente qué tipo de relación social es la que se está estableciendo y, finalmente valorar la cercanía o la lejanía de dicha normativa con respecto a la lucha por la dignidad humana (vida, libertad e igualdad), puede ofrecernos un marco pedagógico y práctico que facilite entender los derechos en toda la complejidad y profundidad de su naturaleza. ¿Cómo llevar a la práctica en la escuela, en la universidad y en la «calle» esta concepción de los derechos? Podríamos hablar de horizontes utópicos o de futuros de acuerdo con la pluralidad de proyectos abiertos y posibles de ser revisados de acuerdo con la marcha de los acontecimientos. Futuros plurales frente a todos aquellos proyectos —incluidas las utopías— cerrados y controlados por elites o vanguardias no democráticas. Futuro, o los futuros deseables, perdurables, justos, pacíficos, pero además impuros o imperfectos. Un futuro solidario con las generaciones futuras, en el que prime la justicia y la equidad, en el que los conflictos sean regulados por vías pacíficas y en el que los conflictos —signo de nuestra condición «imperfecta»— nos den la posibilidad de imaginar y crear nuevas situaciones deseables de acuerdo con nuestros valores de paz. Un futuro en definitiva abierto a viejos y nuevos conflictos, siempre en «proceso» de regulación pacífica de los mismos. Un futuro perdurable en cuanto que la actitud, los esfuerzos y los recursos destinados 276 MUÑOZ-HERRERA-MOLINA-SÁNCHEZ a reconocer y abordar los diversos intereses y conflictos sean, mayoritariamente, dinamizadores de estos como fuente de creación y bienestar. En consecuencia, es necesario apropiarse del Futuro, pero no sólo a impulsos de deseos, o utopías, sino con métodos científicos de aproximación y evaluación tales como la Prospectiva (o Estudios del Futuro) que nos posibiliten relacionarnos desde el presente, con todo el abanico de realidades y circunstancias que representa, con la construcción de la Paz. Desde una u otra perspectiva, la paz no debe ser considerada «total», cerrada, como punto final acabado, como objetivo «utópico» difícilmente alcanzable —si no es a costa de muchos sacrificios—, poco realista y en consecuencia frustrante, si no contraproducente en tanto que puede ser fuente de violencia. De esta manera la paz imperfecta podría servir para proporcionar una vía intermedia entre el utopismo maximalista y el conformismo conservador: se trata de ir cambiando la realidad a partir del conocimiento de las limitaciones humanas y de los escenarios presentes (un conocimiento que nos proporcionan las distintas ciencias, la prospectiva y los estudios del futuro), pero sin renunciar a planear el futuro ni a tener un objetivo: la paz imperfecta, que, aunque más modesto, sigue siendo un objetivo global y deseable (por ello también con una dimensión normativa). Una Cultura y una Educación para la Paz y los Derechos Humanos es la mejor inversión de futuro. Adquirir una formación que facilite la transformación del conocimiento, la conciencia, y la actitudes frente a los conflictos personales, grupales y de especie en todos los centros de educación, escuelas, institutos, universidades, es una garantía de bienestar futuro. Pero asimismo lo es hacerlo para el conjunto de la sociedad a través de la enseñanza no formal que puede capacitar al conjunto de la población para estos cometidos. Lo cual implica compromisos políticos y sociales, tomas de decisiones para construir una sociedad y un mundo mejor. Pensar en el poder de la paz, el empoderamiento pacifista, que sólo puede ser proyectado hacia un futuro más o menos cercano de acuerdo con las dimensiones de los problemas, de los conflictos, es una línea esencial de este debate. Que cada acción de paz y de defensa de los derechos humanos tenga la mayor repercusión posible, que incida en las decisiones personales, grupales, de las asociaciones, organizaciones, ayuntamientos y gobiernos es el camino. El «poder» se convierte INVESTIGACIÓN DE LA PAZ Y LOS DERECHOS HUMANOS... 277 en un eje central para cambiar los futuros, un poder basado en el crecimiento de la conciencia pacifista noviolenta. La geopolítica de la paz que hemos desarrollado en el capitulo siete enlaza con todas las líneas y escenarios que hemos descrito con anterioridad, pero además es absolutamente necesaria. Estamos abordando un problema complejo que afecta a toda la especie humana y debemos comprender que las esperanzas de avanzar hacia un mundo más justo, de regulaciones pacíficas de los conflictos en los que estamos inmersos, pasan necesariamente por la acción global. 11.2. UN FUTURO TRANSMODERNO. Igualmente, a lo largo de todo este libro hemos abundado sobre la imperiosa necesidad de constatar y hacer confluir las experiencias y recursos aprendidos y disponibles. En ese sentido cabe recordar cómo en el capitulo quinto, La Paz y los Derechos Humanos desde un campo transdisciplinar, se ha insistido en el imperativo de cooperar, entrelazar, debatir y negociar entre los múltiples y variados conocimientos. Unos aprendizajes serán estrictamente culturales y otros lo serán científicos y académicos; en ambos casos propugnamos que se establezcan relaciones trans que deben de ir acompañadas de evaluaciones y autocríticas para que los enlaces sean todo los fructíferos que queremos. También a lo largo de todo el escrito se ha deslizado una crítica a la modernidad y al capitalismo, y las reconocidas por muchos investigadores como sus nuevas formas: el neoliberalismo y la globalización. Que estos sistemas tienen una relación directa con la gestión de muchas de las formas de violencia está fuera de toda duda. Entre otras razones por las interacciones causales que se producen desde una perspectiva de la «violencia estructural». Éstas han sido las razones por las que muchos intelectuales han reclamado la necesidad de un cambio de paradigma. Pero quizás desde la otra perspectiva que venimos desarrollando a lo largo del libro, de reconocer las paces por muy pequeñas e imperfectas que sean, también podríamos —y deberíamos— ver cómo las diversas formas de capitalismo construyen y proponen regulaciones pacíficas de los conflictos que se interaccionan a lo largo de todo el sistema. Esta perspectiva es la que nos permitiría hablar de la «transmodernidad». 278 MUÑOZ-HERRERA-MOLINA-SÁNCHEZ Como hemos apuntado anteriormente, la modernidad articuló toda una visión paradigmática del mundo que, al igual que en cualquier otro cambio «revolucionario», supuso la ruptura con algunos hábitos previos, la continuidad de algunos de otros, y la renovación de muchos de ellos.3 Con respecto a nuestro campo de preocupación supuso el mantenimiento de muchas de las formas de regulación pacífica de los conflictos y la aparición de nuevas propuestas para alcanzar mayor bienestar, y de otras que sin embargo acarrearon mayor violencia. Obviamente, las consecuencias de este cambio de paradigma son cuanto menos contradictorias. Es muy difícil hacer un balance global de lo que ha supuesto la modernidad para el mundo, sobre todo si lo que queremos preguntarnos es si ha contribuido a generar más paz y respeto a los derechos humanos o si, por el contrario, ha generado más violencia. Como hemos apuntado, la mayor parte de los intelectuales comprometidos con un mundo más justo piensan que el que la violencia haya crecido es responsabilidad del capitalismo y la modernidad. Nosotros mismos hemos afirmado que puede que vivamos el momento más violento de la historia de la humanidad. Pero esto no quiere decir —aunque pueda darse por entendido— que toda la responsabilidad es del pensamiento y las prácticas «modernos». Y, dada la trascendencia que estas cuestiones tienen para la Paz y los Derechos Humanos, es necesario realizar una revisión de los presupuestos sobre los que se sustenta. Para ello es de suma importancia —huyendo de las teorías conspirativas de la historia, que explican la realidad bajo las sospecha de que una mano negra intencionada mueve todos los hilos de acuerdo con sus intereses— reconocer las aportaciones que el capitalismo o la propia modernidad han realizado para el bienestar de la humanidad.4 Los estudios de la Paz, al investigar la violencia y los conflictos de los que esta última procede, nos han hecho comprender cómo hay algunas manifestaciones de la misma que hunden sus raíces, tal como 3. Véase el epígrafe 2.5 «Desde las religiones a la postmodernidad». 4. Puede que sobre este asunto haya tanta información y controversia que nosotros mismos —los autores de este libro— no tenemos una postura unificada, entre otras razones porque no hemos tenido la oportunidad —serían necesario al menos varias sesiones intensas de trabajo— de debatirlo con todo el detenimiento y profundidad necesaria. Por lo tanto optamos por un texto relativamente equidistante de nuestras posturas. INVESTIGACIÓN DE LA PAZ Y LOS DERECHOS HUMANOS... 279 hemos visto en el capítulo primero, en normas culturales construidas a lo largo de toda la historia. La violencia estructural articula viejas —aprehendidas a lo largo de los siglos— y nuevas violencias. Posteriormente hemos sabido apreciar cómo la paz imperfecta nos explica, igualmente cómo la raíces de muchas regulaciones se encuentran en tiempos remotos y se renuevan con propuestas contemporáneas. Todo lo cual nos permite matizar el pensamiento establecido de que la modernidad es responsable directa de toda la violencia, y sólo de ella. No de otras mediaciones o instancias. Y desde este punto de vista es desde el que podríamos hablar de «transmodernidad» como la posibilidad de denostar todo lo negativo y utilizar todo lo positivo de la modernidad desde una posición severamente critica. A lo largo de todo este escrito hemos intentado reconocer todos los recursos axiológicos (valores), epistémicos (filosofía del conocimiento) y prácticos (ligados a la praxis), hemos revisado los conceptos de conflicto, paz, violencia, derechos humanos, dignidad humana, ... En gran medida para poder reactualizar toda esta ingente cantidad de información hemos adoptado una posición «transmoderna», porque criticamos con claridad y contundencia todas las consecuencias violentas de esta modernidad, pero asimismo estamos utilizando todos los recursos de la misma que creemos liberalizadores. Tendencias intelectuales, y también sociales y políticas, como el feminismo, el pacifismo, los estudios postcoloniales, las propuestas del desarrollo sostenible, y la seguridad humana, contribuyen a desconstruir y reconstruir nuestro pensamiento y hacer nuevas propuestas que podrían ayudar a la emergencia de los reclamados nuevos paradigmas con la capacidad de condicionar y reestructurar otras formas de pensamiento y acción hacia la construcción de un mundo mejor. Visto así, una transmodernidad reconstruida con las aportaciones de todos los movimientos «práxicos» por un mundo más justo, igualitario, equitativo y pacífico, intentaría reconocer las aportaciones y los retos de la Modernidad tras la crítica de este proyecto ilustrado. Por lo tanto, no renunciar o asumir las aportaciones de la razón a la teoría, la historia, a la justicia social y a la autonomía del sujeto y las críticas postmodernas, significa delimitar un horizonte posible de reflexión que escape del nihilismo, sin comprometerse con proyectos caducos, pero sin olvidar sus causas justas. Entendemos que la transmodernidad, consecuentemente construida desde lo trans personal, cultural, disciplinar, es el paradigma para 280 MUÑOZ-HERRERA-MOLINA-SÁNCHEZ afrontar los desafíos de la globalización, para adentrarse en esta contemporaneidad contaminada y penetrada por todos los aprendizajes, tendencias, recuerdos y posibilidades, transcendente y aparencial a la vez, voluntariamente sincrética en su multicronía. La transmodernidad coincide con lo postmoderno en su critica a la Modernidad, pero sin su inoperante negación y ruptura con su propia procedencia. 11.3. UN FUTURO ONTOLÓGICAMENTE OPTIMISTA Todo lo visto, propuesto, criticado y revisado en este libro no son ni más ni menos que vías indagatorias para poder acceder a la paz. Caminos de la praxis para movilizar recursos por la paz. Saber que los conflictos están abiertos y que su transformaciones son indeterminadas, que existen mediaciones donde se decide sobre qué caminos elegir, que la paz es el trayecto elegido en la mayoría de las ocasiones y que la violencia pudiera ser frenada o corregida, nos indican espacios de trabajo para poder seguir avanzando. Coincidimos con algunos autores que piensan que el optimismo está ligado a la disponibilidad de recursos para cambiar el curso de los acontecimientos, a que existan vías de acción y transformación. El propio reconocimiento de la paz, del cumplimiento de los derechos humanos, no es ni más ni menos que saber, hacer palpable, que en nuestras acciones se toman opciones para conseguir el máximo de bienestar posible. La paz puede ser generadora de optimismo, y éste da confianza y fuerzas para continuar, en el futuro, por este camino. Concederle poder a la paz, darle cada vez más espacio público y político, el empoderamiento pacifista, tal como hemos visto, se convierte en el instrumento principal para el cambio. Empoderar a las personas y a todo tipo de grupos, asociaciones, organizaciones e instituciones es la garantía de los mejores futuros posibles. En fin, un futuro que esté lo más cercano posible, pero también alejado de la ingenuidad, lo que nos obliga a ser profundamente críticos y combativos con la violencia del presente, pero también con la que podamos «escenificar» en el futuro. Aprovechar al máximo las posibilidades que la realidad nos ofrece en el presente para proyectarlas a un futuro en el que estemos lo más próximos posibles a la paz. En cualquier caso, a través de un proceso, un camino, lleno de inconvenientes, dificultades, ventajas, facilidades —conflictivo en definiti- INVESTIGACIÓN DE LA PAZ Y LOS DERECHOS HUMANOS... 281 va—, abierto y sujeto a evaluación permanente, pero que siempre debe estar presidido por la búsqueda creativa. El reconocimiento del papel de los conflictos, de que el conflicto ha estado ineludiblemente ligado a la historia de la humanidad, que ha sido un factor esencial de creatividad, de adaptación al medio ambiente, de evolución, contribuye a cambiar sin duda la percepción que tenemos de nosotros mismos. Si reconocemos que las regulaciones pacíficas, la Paz, tal como queremos demostrar en este volumen, han sido esenciales en todo este proceso histórico, no cabe el menor atisbo de duda de que el «espejo» en el que nos miramos puede cambiar en algunas de sus cualidades espectrales. Es más, estamos convencidos, desde nuestra posición de investigadores de la Paz, de que este paso es completamente necesario por el «poder» añadido a que tal punto de vista tiene para la regulación pacífica de muchos de los conflictos violentos que padecemos actualmente, y la prevención de otros que existen o que se puedan plantear. Tal puede ser la potencia de modelos de pensamiento adaptados a nuestras posibilidades filantrópicas y liberalizadoras. Si estamos empeñados en comprender mejor los conflictos es con la convicción de que de esta manera podremos alcanzar las mejores condiciones de vida para el máximo de población. Nos permite tener expectativas de la transformación pacífica del máximo número posible de conflictos; y si a esto añadimos que, tal como pensamos, la mayoría de los conflictos se regulan pacíficamente, tenemos posibilidades reales de conseguir un futuro más justo y perdurable. Se impone un optimismo inteligente, que esté sustentado en razones científicas y también, por qué no, en presupuestos éticos que discriminen y orienten su discurso, que crean que la especie humana tiene suficientes recursos —tal como se puede deducir del estudio de su historia— para regular los conflictos pacíficamente. La comprensión abierta de los conflictos, en la que concurre una multiplicidad de circunstancias, nos muestra más claramente todos estos recursos disponibles, y utilizados en diversos momentos históricos y en diversas culturas. Optimismo –que, acudiendo a su etimología, procede de optimus, a, um— quiere decir muy bueno, muy bien, que a su vez viene del superlativo de bonus, promotor de lo bueno. Queremos interpretar este concepto como la actitud activa en la búsqueda de lo «bueno», no como la sola actitud basada en las emociones que nos hacen tener este 282 MUÑOZ-HERRERA-MOLINA-SÁNCHEZ estado de ánimo. Aunque no vamos a ser nosotros quienes neguemos el papel de las emociones en la regulación de los conflictos. Una gestión adecuada de los conflictos nos obliga a hacerlo con los sentimientos. Por qué no darle importancia a los sentimientos de bondad, de felicidad, de alegría, que nos facilitan la relación con los demás.5 Pero no reivindicamos solamente esta clase de optimismo sino también uno que sea además «inteligente» porque existen razones —muchas de ellas vistas aquí— para poder dirigir esfuerzos hacia lo bueno, hacia lo que valoramos como respetuoso con la paz y los derechos humanos. En definitiva, tal como intentamos defender a lo largo de todo el texto, estamos proponiendo una nueva aproximación a la Historia del la Humanidad —de las culturas humanas— desde la que podamos apreciar una nueva variable: la establecida por las vías alternativas de regulación de los conflictos y, particularmente, por las vías pacíficas. Como hemos afirmado en otras ocasiones, a través de ella podríamos contribuir a redefinir el modelo antropológico dominante que tiene como uno de sus pilares fundamentales la violencia, la fuerza, hacia otros humanos y hacia la naturaleza. Sin duda, una concepción abierta del conflicto, de sus regulaciones, de la paz, tal como hemos apuntado en las páginas anteriores, no sólo es incompatible con los rasgos descritos del modelo dominante, sino que apunta a un tipo de relaciones humanas diferentes. Existen numerosas razones que hacen aconsejable dotarnos de un nuevo modelo antropológico. De hecho, éste no es un canon fijado sino a través de un debate abierto en el que participan intelectuales, políticos, mujeres, hombres, religiosos, hombres de negocios, trabajadores, etc., de todos los confines del planeta. Las interdependencias de la globalización hacen que las ideas y las prácticas —es posible que éstas aún más— contribuyan a cambiar nuestros modelos antropológicos y/o ontológicos. Las diversas culturas llevan implícitos modelos antropológicos en los cuales se articulan las características que se reconocen como seres humanos. Todos ellos son fruto de su interacción con el medio y de sus vivencias experienciales e históricas. Los astros, la lluvia, los ríos, las plantas, los animales, etc., los acontecimientos vividos y percibidos son almacenados en las cosmovisiones y cosmologías. De esta manera, ya 5. Cf. ACOSTA MESAS, Op. cit. INVESTIGACIÓN DE LA PAZ Y LOS DERECHOS HUMANOS... 283 aun a riesgo de simplificar mucho, podríamos distinguir entre los postulados más o menos optimistas o pesimistas que pudieran condicionar los posicionamientos ante los retos del futuro y del presente. Las religiones son sin duda uno de los transmisores principales de tales visiones. Creemos que hay un bagaje cultural suficiente en la Historia de la Humanidad como para pensarnos con cierto optimismo. También una perspectiva abierta del conflicto nos permite ver la ingente cantidad de problemas que hemos resuelto y los caminos por los que transitar para los que nos quedan por resolver. Pero además, esta perspectiva puede ser optimista basada en el conocimiento intelectual y científico de nuestras circunstancias e historia. Por tanto, la elección de un modelo optimista o pesimista no es una elección que esté en función de las emociones que sintamos en cada momento o de los presupuestos sobrevenidos, sino en función de los recursos, y proyectos disponibles para actuar. Sobrevalorar la violencia puede que conlleve, implícita y explícitamente, un cierto pesimismo ya que las grandes dimensiones de las dificultades la hacen casi insoslayable. Esto podría estar condicionado a su vez por las herramientas intelectuales de que dispongamos para investigar en un sentido u otro. Creemos que el mismo pensamiento pacifista occidental podría estar articulado en torno a la negación de una violencia real y milenarista frente al deseo de una paz utópica e inalcanzable. Nos encontraríamos con una paz fuertemente deseada y sentida frente a una violencia grandemente pensada e investigada.6 Puede existir una gran ingenuidad en la sentencia anterior, ya que se presupone que para comprender la violencia es necesario sensibilidad, buena capacidad de observación, categorías analíticas adecuadas, metodología y presupuestos epistemológicos actualizados. Todo porque la violencia es muy compleja. Mientras que se deja para los ingenuos y «desarmados» pacifistas que reconstruyan —sin todas las anteriores herramientas intelectuales a su disposición— la paz, y que sean capaces de aplicarla en sus diversos ámbitos de actuación. La ingenuidad se transforma en cierto mesianismo primitivista, en el que bastaba con dar un mensaje sencillo, con cierta carga moral, para que 6. La llamada Declaración de Sevilla científicos y especialistas de diversas disciplinas afirmaron taxativamente que no había ninguna razón en la que se pudiera asentar la idea de una violencia natural. 284 MUÑOZ-HERRERA-MOLINA-SÁNCHEZ por sí mismo conectara y movilizara las conciencias. Y en todo caso en denuncias apocalípticas cargadas de un pesimismo descorazonador. Esta perspectiva «violentológica» no está exenta, como hemos afirmado en nuemerosas ocasiones, de una cierta disonancia cognitiva a veces cercana a la esquizofrenia. Puesto que se desea, se busca, se valora más la paz, pero sin embargo se piensa en claves de violencia, lo que finalmente acarrea —después de un proceso corrupto— la visión de que esta última está más presente. Muchos de los «prejuicios» con los que se percibe la paz dependen pues no sólo de los presupuestos éticos y axiológicos de partida sino de las metodologías empleadas para su aproximación, de los postulados epistemológicos y ontológicos que los sustentan. Como hemos indicado, la Paz y los Derechos Humanos podrían ser interpretados, por tanto, como una aceptación de los conflictos y un intento de gestionar, regular y «mediar» los conflictos entre diversas entidades humanas, en busca de una justa dignidad humana. Puede que en el mismo proceso de acercarnos a la Paz y los Derechos Humanos deseados necesitemos ir redefiniendo, afinando, los modelos ontológicos sobre los que nos sustentamos. Un modelo holístico, en la medida en que reconocemos la inserción de la especie humana en el universo, en sus destinos y sus incertidumbres físicas; naturalista— evolucionista, en cuanto que nos reconocemos como seres vivos incluidos en el proceso de la existencia de la vida en el planeta tierra y sujetos a leyes de la evolución de la naturaleza; humanista, por reconocernos como unas criaturas conscientes y privilegiadas, y en esa medida responsables con el universo, la tierra y la naturaleza que nos acunan. Una visión de unos humanos «afortunados» por ocupar este espacio y por las cualidades con las que han sido dotados. Creemos, en definitiva, que, desde este optimismo inteligente, existen abundantes recursos para Investigar la Paz y los Derechos Humanos, para promocionar una praxis individual, social y política acorde con estos principios. En Europa, en el Estado español y en Andalucía. A pesar de que reivindicamos, sin ninguna duda, un mayor porcentaje del I+D dedicado a la investigación para la Paz y los Derechos Humanos, existen muchos espacios y recursos que pueden ser utilizados para estas investigaciones. Y parafraseando el título del libro, la Paz y los Derechos Humanos puede ser investigados desde Andalucía, para el bienestar de la Comunidad Autónoma y, solidariamente, del resto del Estado español y del planeta. 285 APÉNDICE: ALGUNAS CONTRIBUCIONES 286