LOS TOROS `EN LA POESIA CASTELLANA 293 nueva generación

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LOS TOROS 'EN LA POESIA CASTELLANA
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nueva generación die poetas, y su aliento sostenido, su
decoro constante, pese a leves e inevitables lunares, le
aseguran lugar 'distinguido no sólo entre los poemas sobre nuestro tema; sino entre la poesía toda de nuestro
tiempo.
Las incidencias de la vida del toro en el campo con
que el poeta comienza, ceden pronto su lugar a la consideración del toro, bestia votada a sagrados sacrificios,
que culmina en el coro altiernado de eunucos y bicorníos verdaderamente magnífico.
Los primores de detalle, las desiGripciones del campo
sentidas con la m á s nueva sensibilidad centran el poema en el actual momento literario como uno de sus m á s
interesantes monumentos.
Pero las impresiones del campo andaluz han sido recogidas con eficacia inigualable por el propio Villaíon en su
último libro Romances del 800. L a serie de gacelas (1)
dedicadas a garrochistas es el poema taurino de las
marismas béticas realizado con una precisión de frase
y de tono, con un garbo popular y marismeño, con una
fuerza de emoción directa, vivida, míe aleia la idea de
artificio y nos da la impresión de ser los versos como
un producto naturál del campo sevillano, como una concreción de su ambiente y de su luz.
(1) Homances del 800, Málaga, 1929, pág. 93,
XXVI
RUBEN D A R Í O . - L O S
HERMANOS
MACHADO
La entrada del' siglo X X coincide Con una revolución
en las formas y modos de la poesía española que algo
confusamente recibió el nombre de modernismo.
Las corrientes de la poesía francesa, especialmente el
simbolismo y el parnasianismo, mal comprendidas en
España (prueba flagrante, el discurso de Núñez de Arce
sobre la poesía contemppránea) ( i ) , o desconocidas en absoluto, penetran por obra de un poeta de verdadero genio, Rubén Darío, produciendo en el ambiente ramplón
de nuestra poesía una conmoción profunda traducida
en adhesiones fervorosas y en repulsas precipitadas.
Las pelamesas de nuestro quinientos, entre los partidarios del itálico modo y los castellanistas, son pálidas en acritud y en incomprensión ante la resistencia
'e los poetas realistas del novecientos, y aún m á s i n fundada é inexplicable, pues al cabo en el siglo X V I
existía una verdadera tradición poética, la que Hernando del Castillo resumió en el Cancionero general, mientras que los impugnadores del novecientos contaban tan
sólo con poetas recientes para justificar su manera, que
ya no era la romántica, y aun lo mejor tie éstos, de
un Núñez de Arce, de un Ferrari, de un Palacio, de
un Reina, era debido en gran parte a un movimiento
francés, el parnasianismo, deficientemente interpretado,
(1) Discurso sobre la Poesía, leído el 3 de diciembre
1887 en el Ateneo de Madrid.
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que la nueva secta iba a beneficiar con un más exacto
conocimiento d'e su significación.
Entre las coplas de Cristóbal de Castillejo y el soneto de Emilio Ferrari ( i ) , podrá haber duda sobre
cuál lleva la primacía en el ingenio, pero es toda la
ventaja del poeta del siglo X V I en el conocimiento de
causa de la cuestión debatida.
He d'icho que el movimiento recibió el confuso nombre de modernismo. E n efecto, convivían en el las más
dispares tendencias, sin más denominador común que
una sincera ansia de renovación. A los observadores
superficiales o apresurados pudo escapárseles esta verdad que es hoy patente en las direcciones d'el todo disconformes que, sin traicionarse, han tomado los que entonces creían formar escuela.
Aún en el mismo propulsor del movimiento, Rubén
Darío, coexisten ensayos contradictorios que en sus últimos poemas se resuelven en una manera personal e incomunicable. A ella pertenece su único poema taurino Gesta del coso. Sabemos por prooia confesión que sólo le
interesaba en la fiesta taurina la parte externa, suntuosa
y pintoresca. Es seguro que antes hubiera pertenecido
con toda su sensibilidad enternecida a la sociedad' protectora de animales que a un club taurino. Aunque era
esto seguro, él lo declaró de modo incontestable en las
siguientes líneas, aue no dejan lugar a duda sobre su
posición frente al festejo: " . . . M e encantan todos los
preliminares de la lidia y me regocija lo pintoresco y
musical del espectáculo; mas protesto en cuanto empieza la fiesta de la sangre, y. ante mis amigos esoañoles
-^ionados, me pongo en ridículo. E n vano he leído a
Pascual Millán y al conde de las Navas; en vano soy
ami^o de Mariano de Cavia: en vano he visto no sin
asombro, el entusiasmo tauromáouico parisién de Laurent Tailhade, aue conoce sus clásicos, y que me hablaba en un café de Montmartre. hace ya algunos años,
de lances, de Montes, de volapié y de descabello... En
(1) Receta para nn nuevo arte. Emilio Ferrari. Por mi
camino. Madrid, 1908, pág. 205,
IOS TOROS EN LA POESJA CASTELLANA
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vano fui amigo personal de Angel Pastor, en Aranjuez.
No se compadece conmigo sino la parte decorativa del
coso, por lo cual los taurófilos h a r á n bien en compadecerme" í i ) .
En su poema citado, elige el poeta las víctimas de
la fiesta^ un toro y un buey de servicio, para interlocutores de un diálogo trascendental, como eligiera años
antes influido por Leconte de Lisie a los centauros en
su memorable Coloquio. L a triunfal conclusión del poema, en el que ante la inmediata perspectiva para d
toro de toda la cruenta lidia, capotes y garrochas, banderillas,
encamiz.ado tábano de hierro,
y la muerte misma, prefiere la muerte al yugo, eleva
el tema de los toros a un punto de t i ascendencia a que
no había llegado ni con los poemas latinos que le equiparaban con los más nobles, ni con las imitaciones pindáricas que exaltaran a los héroes del coso a la altura de triunfadores circenses.
E s t á escrito el poema en gallardísimos versos sueltos, y fuera irreverencia—hartas veces perpetrada por
los efímeros versificadores del M a d r i d Cómico—un análisis cinegético en obra de tan plena belleza, de tan lograda plenitud.
Entre los poetas que hacían sus primeras armas Y.
terarias al aparecer las Prosas profanas del gran nica ragüense, estaban los dos hermanos Machado, Antom *
y Manuel. Ambos fueron comprendidos desde sus primeros versos en la escuela modernista, si bitrn sus teridencias fueron cada vez diferenciándose más; Antonio fué filiado, creo que sin verdadero acierto, en la
escuela simbolista, y hasta considerado como grave sacerdote u oficiante de ella. Pudo justificar esto parte de
su libro Soled\ades. H o y es, por el contrario, un admirable poeta conceptualista, y el más próximo entre los
actuales a una tradición castiza. H a remozado los me(1) Notas españolas. Vol. XX de CXdras completas. Editorial Mundo latino. Madrid, s. a., pág. 43.
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tros menores aconsonantados, no en iniitaciones de poetas de cancioneros, como hizo Rubén en aquellas verdaderas recreaciones arqueológicas, sino en servicio de
acentos actuales, de paisajes vistos cori ojo moderno, de
sentimientos calientes, vivos.
Pero Antonio Machado tiene una significación que ha
de destacarse por necesidad siempre que se le estudie, y
que a nuestro tema interesa más todavía. Pertenece, y
es de los que han sostenido mejor el tono, a la llamada
generación del 98. Esta pléyade, difícil die caracterizar
por la orientación ideológica diversísima que han seguido después sus componentes, advino al arte, y a ú n más
concretamente, a' la crítica, como' una protesta contra la
generación anterior, justa en gran parte, abiertamente
excesiva en el pesimismo y en el desprecio de tod'o valor
cultural que no fuera de reciente incorporación. Siempre
que Antonio Machado esgrime el arma de la crítica contra la generación precedente, da para ella como esencial una nota, la del flamenquismo y afición a los tpros, al lado, generalmente, de la de supersticiosa e i n sincera religiosidad. Ocurren con frecuencia los ejemplos. Aquel representativo don Guido, de quien escribiera en su muerte unas coplas por sus virtudes (1),
sabemos que fué
un señor
de mozo muy jaranero,
muy galán y algo torero,
de viejo gran rezador.
... .
r
Y al dirigirse al muerto con los ecos del desengaño, preguntándose qué lleva de este mundo al nuevo que
la muerte le ha abierto, no olvida incluir en su inquisición,
¿ t u amor a los alamares,
y a las sedas, y a los oros,
y a la sangre de los toros,
y al humo de los altares?
v
,
(1) Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de
Don Gqido. Poesías completas. Madrid, 1917, pág.
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Nunca le abandona esta preocupación al caracterizar
la España que él llama
devota de Frascuelo y de María.
Pero en ninguna poesía suya toma tal desarrollo esta
idea como en su admirable retrato D e l pasado efímero ( i ) .
Este Hombre del casino provinciano
que vió a Cara-ancha recibir un dia,
este hombre sólo pendiente de toros o de historias de
bandidos, jugador/ vacío, un poco labrador, pero pasivo
y providencialista, en quien
•
solo el humo del tabaco
simula algunas sombras en su frente,
es tipio representativo de una concepción de la afición
taurina muy del 98, que ha de dar lugar a las prédicas
de Eugenio Noel y que ha de informar muchos escrito® de sus compañeros de pléyade, como hemos visto algo en Asorín, y no sería difícil rastrear ien Baroja, y en todos los pesimistas creyentes en la leyenda
(seguramente ni tan leyenda ni tan historia) de la España negra.
A I lado de esta poesía moralizadora, y no sé si diga
docente, contrasta la de Manuel Machado, el poeta taurino de más cuenta en nuestras letras, salvo acaso don
Nicolás Fernández de Moratín.
Gerardo Diego, el buen poeta de hoy, estudiando el
arte de los diestros Rafael, el Gdlo, y Juan Belmente,
ha ensayado felizmente un paralelo de estos dos toreros con los dos hermanos poetas: " A la gracia divina
del Gallo—ha escrito—sucede con Belmente la sotemnidad, el gesto heroico de la lentitud. Belmonte es un
torero lento, profundo y triste. Es la otra Andalucía,
la del cante jondo, como la de Rafael ©ra la del cante
flamenco, que es cosa muy distinta. E l sollozo o él arabesco. L a monotonía casi religiosa de sencilla y profun(í) Poesías completas, ed. ci., pá^. 207.
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da. o el esplendor cromático profano y donairosamente
cápríchoso. Las verónicas de Belmonte pesan. E l capote
parece de plomo, el torero, de bronce. E n el Galló todo
e!5 leve, divinamente leve y aéreo." Y tras expoher tan
bellamente esta radical distinción, la aplica a los Machado a s í : "Recuerdo ahora los versos de otros andaluces, de los hermanos Machado. Los dé Manuíel, con su
gracia, su garbo airoso y ligero de copla. Los de A n tonio, lentos, muy lentos y graves, como los lances i n finitos de Belmonte. H e aquí un tema seductor y nada
irreverente contra lo que pudiera pensarse" ( i ) .
Exactísimo que la poesía de Manuel tiene garbo de
copla. ' L a muáa popular, más restringid'amente andaluza, ha sido obsequiada con predilección por' este poeta,
antes adiestrado en la gimnasia de sensibilidad y de
técnica de imitaciones y traducciones de Vérlaine.
Su libro Cante fondo, es harto significativo, y no olvidemos que ese cante es próximo pariente de la fiesta
de toros y comparte con ella las execraciones de los
antiflamenquistas, como síntoma indudable de lo protervo.
Y a en una autosemblanza nos confesó el poeta que
prefería a lo helénico y puro, lo chic y lo torero, y
más adelante, que
antes que un tal poeta, m i deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero (2); .
y aunque se trata de una metáfora, y por banderillero
deba entenderse todo lo que tal oficio tiene de gallardo,
de fino, dé limpio, de ágil sobre todo, el haber ido a
buscar el término comparativo al oficio taurino, es indicio dé afición a la fiesta.
Todo lo que en un banderillero hay de gracia, d'e
garbo, de flexibilidad, lo tiene la poesía de Manuel M a chado; como el banderillero de su poema, consuma las
suertes de su poesía:
(1) La Defensa. Semanario. Sigüenza, 16 de septiembre
de 1926, núm. 483.
{%) Poesía*. Berlín-Madrid (1924), pág. 107,
LOS TOROS ÉÑ LA. POESIA CASTELLANA
Úí
ájgi'l, solo, alegre,
sin "perder la línea...
andando,
marcando,
ritmando
un viaje especial de esbeltez j
osadía,
y al terminar su proeza el banderillero, como el poeta,
se esquiva
ágil, solo, alegre,
sin perder la línea. .
E l poema L a fiesta nacional. Rojo y negro, debe considerarse como el mayor acierto que la poesía descriptiva ha logrado en el moderno espectáculo taurino. E l
poeta ve la fiesta con un puro interés poético, sin sentenciar sobre su aspecto social; la ve con ojos nuevos,
como corresponde al cristal de unía escuela nueva. Antecedentes objetivamente descriptivos hemos visto ya algunos, pero en la poesía de Manuel Machado cambia el
tono, cambia el ritmo y cambia la perspectiva. E l sintético verso
oro,
seda, sangre y sol,
que puede resumir su visión del espectáculo, nos da
también la manera de tratarle el poeta, no por amplificadas descripciones realistas, sino por característicos
motivos de color o de emoción.
Todos los valores pictóricos, morales, simbólicos; la
luz y los oros, la sangre y los ruidos, el dolor y la
alegría, la vida y la muerte,, concurren con sus presentes para que el poeta, distribuyéndoles a lo largo de su
poema, logre la perfecta sensación del festejo bárbaro
y bello.
E n los vuelos del capote,
con el toro que va y viene,
juega, a l estilo andaluz,
en una clásica suerte
OOmplieada con la muerte
y chorreada de luz.
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Los ritmos nuevos sirven la inspiración taurina con
más docilidad a ú n que los graves y solemnes acentos
clásicos de que gustaron nuestros anteriores poetas; y,
a veces, también los versos discipiinados, un tanto libres
de las ataduras del consonantCj sostienen la imagen precisa, el cuadro inolvidable:
J
L a inesperada acometida ha ñecho
del elegante paso
un revuelo confuso... y allá junto
de la barrera, hay algo
indiscemibl©.. Enfrente
se ven rostros de espanto...
y entre manchas de grana
y reflejos metálicos,
el toro, revolviéndose,
alza en ios cuernos un pelele trágico.
A l final del poema, con los sones del pasodoble sevillano y plebeyo, asocia el poeta a la fiesta de toros cuantas sugestiones flamencas son blanco dé los ataques de
los detractores : la mujer enamorada de la cita, naranjos y azahares, cañas de manzanilla, la alegría rítmica
de los cantares,
y una tristeza vaga y lujuriosa.
Cuando la fiesta termina, la fiesta de oro y rojo, queda- tan solo un eco
de amarillo seco
y sangre cuajada (1).
Con este brillante rasgo simbolista se cierra la evocación.
*' * Insisto en afirmar qUe este poema ocupa un lugar rio
ya importante, sino excepcional, en la poesía de toros.
La fiesta se ha tomado directamente, íntegramente como
materia poética, no como pretexto para otras intenciones.
Una sensibilidad vibrátil, adiestrada en las m á s su(1) Poesías. Berlín-Madrid, pág. 99.
LOS TOROS E N LA POESÍA CASTELLANA
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tiles cacerías de matices, se enfrenta con un tema de
chillidos de color y sentimientos elementales. L o primario del tema se adelgaza y refina sin complicarse, y el
resultado es ese extraño e irisado poema que es hasta
ahora la pieza más desinteresadamente taurina que hemos encontrado en nuestra ya no corta excursión pór
la poesía española.
XXV11
LOS TOROS EN L A POESIA
POSTRUBENIANA
Es difícil caracterizar en nuestra época las diversísimas direcciones que en la poesía siguen los temas taurinos. Como en el íinal del siglo X I X , que hemos estudiado, el recuerdo de la 'fiesta de toros surge con i n tenciones variadísimas.
Contribuye a ello la continua colaboración de lo's poetas en publicaciones de actualidades. E l tema taurino es
tomado y retomado con la más distinta significación, lo
que hace punto manos que imposible aspirar a un cuadro de conjunto' completo. Me conformaríaj si acierto
a trazar algunas líneas esenciales, considerando tan sólo
los poetas que tienen ganado renombre, pues espigar
entre los menos conocidos es labor superfina sobre rebasar mis actuales posibilidades de trabajo. Dejo sentado
previamente que esto no arguye contra el mérito de los
Omitidos, entre los que les habrá, sin duda, dignísimos
de atención y estudio, sino en favor de la necesidad
de limitar mi tarea. Por otra parte, supongo que el lector lo es asiduo de periódicos y revistas, y podrá llenar
con sus recuerdos los vanos que deje entre las líneas generales de la precaria arquitectura de este capítulo.
Puede dedrse en anticipado resumen que todas las
corrientes estudiadas hasta ahora tienen lugar en la poesía taurina nuestra contemporánea. Caracteres salientes
de ella han de ser el gusto por el toreo arqueológico
especialmente del siglo X V I T T ; la tradición de esta pretós TOROS - 20
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ferencia apenas se intenrunipe en todo el siglo X I X ,
aunque trascienda poco a su poesía^ y encuentra su momento en dos novelas memorables de los folletinistas
Fernández y González y Nombela ( i ) , mas pienso que
en los poetas de nuestro tiempo influye más que este
recuerdo una casera versión de las Fetes galmtes, de
Verlaine, al reinado de Carlos I V , y los ecos, no muy
distintamente percibidos del parnasianismo francés, especialmente de Heredia; devoto acuñador de sonetos de
tema español. Se refina; fija y hace tópico el carácter
de los arrabales pintorescos de la fiesta. Pierde el andalucismo terreno en sus parodias del lenguaje flamenco o habla popular andaluza,, pero en cambio se ensancha el aro de la pandereta hasta pretender abarcar ambiciosos aspectos de psicología nacional. Esporádicamente sigue la tradición antitaurina plañendo la barbarie del
espectáculo, si bien es frecuente el tipo- del escritor
condescendiente con sus encantos visuales. Aparece alguna vez el gusto clásico. Retoña la sátira política con
ocasión de relaciones o revistas de la fiesta. Se trazan
semblanzas de toreros con intenciones propiamente artísticas...
Si algún nombre puede resumir los aspectos todos de
una poesía que por centrarla en una fecha memorable
podríamos llamar anterior a 1914, ese nombre es el de_
Emilio Carrére. L a mención de la efeméride sangrienta no tiene ni quiere tener valor de hito cronológico.
L a poesía que hemos de considerar alcanza hasta nuestros días, y Emilio Carrére lleva trazas de seguir publicando heroicamente los mismos versos empedrados de
idénticos tópicos, pero en él culminan todos los que fueron consecuencia de la escuela rubeniana llamada mO'
dernismo a principios de siglo.
Por rara paradoja, Carrére, que ha gustado siempre
como temas predilectos' los de la m á s desastrada bohe(1) Manuel Fernández y González. Las glorias del toreo. Madrid, 1879, y Julio Nombela. Pepe-HiUo. Memorias
de la España de Pan y Toros. Madrid, 1871.
LOS TOfíOS BN LA P0ÉS1A CASTELLANA
SO?
mia; que, como en bello verso ha dicho José del Río ha
revuelto
con su lírico gancho
de trapero del arte las memorias abyectas,
tiene hoy su tribuna en las revistas burguesas predilectas del público medio español, y por ello su influencia
ha sido larga y notoria, así como la de las escuelas
que indirectamente refleja.
Ya hemos estudiado una inspiración taurina suya, L a
capea; en ella pudo atisbarse claramente su posición
poco favorable al festejo taurino. Por una, contradicción
muy frecuente en los detractores de la fiesta, siendo
cierta su enemiga es uno de los poetas que más lugar
han dado en su obra a sugestiones del festejo y por
ello su nombre es considerable en la poesía de toros. L a
condenación de la barbarie de la fiesta es constante en
su verso, pero m á s que los aspectos feroces de la corrida, que, como es lógico a un cantor de todas las i n justicias y de todas las crueldades de la vida habían de
impresionar poco, m á s que el aspecto social que preocupaba a los jovellanistas, le arrancan las quejas más eficaces la glorificación del torero, elevado a alturas que
sólo las nobles actividades debieran tener derecho a escalar. E n su Epístola a Joaqidn Dicenta ( i ) esta queja
toma tono verdaderamente patético. Así, exclama indignado:
Ya ha perdido la estrella de su norte la raz-a,
y a este pueblo borracho que vocea en la plaza
y gusta dé" emociones crueles y delirantes,
le interesa Oallito mucho m á s que Cervantes.
Un hombre inteligente debe ser anarquista.
Vive el arte una vida triste de pordiosero;
inieutras se muere de hambre en la sombra el artista,
tiene el oro el tendero, y la gloria el torero.
(1) Todas las poesías que se citan del señor Carrére
pertenecen a sus libros, Del amor, del Dolor y del Misterio, Madrid; s. a., y Dietario sentimental, Madrid 1916,
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Salvando1 áu aseveración sobre el único camino ofrecido al hombre inteligente, esta visión pesimista de la
fiesta en la que siempre es consecuente, forma parte de
un cuadro muy del tiempo, cuyo tono puede resumirse
en el sabido título de una obra de ruido,, L a España
negra.
Precisarmente estos aspectos sombríos y desolados de
la fiesta son los que principalmente prenden su interés,
y, en recalcarles, se complace logrando verdaderos aciertos en su prosecución.
Tiiene Ignacio Zuloaga un cuadro harto conocido y comentado que titulara L a victima de la fiesta. U n caballo
escuálido y rendido lleva a un picador por un borrascoso y desolado paisaje que por no tener correspondencia, sino en la imaginaición del pintor, es preciso llamar
zuloaguesco. Este triste símbolo de la fiesta ha tentado
a C a r r é r e para trazar una composición paralela que no
cede al lienzo en crueldad y desgarro, aunque sí en i m portancia artística. E l sarcasmo' es su nota dominante.
He aquí un fragmento de esta característica piezá:
Una tarde de oro
en uina apoteosis de crueldad y fiereza
caerás de una cornada,
como un mártir antiguo sobre la ardiente arena,
en un triunfo de sol de sangre y de bravura,
entre muñecos trágicos vestidos de oro y seda.
Si t u vida fué amarga, t u muerte fué gloriosa;
todo un pueblo de gala acudió a la palestra
para verte morir.
—Has tenido la suerte,
de nacer en un bravo país de pandereta.
.
Sólo una poesía suya conozco, aparte la examinada
de L a capea, que trate de reproducir el espectáculo taurino. E n ese vigoroso aguafuerte tawino, como él la
titula, se acusan claramente los efectos de claro-oscuro
que capitalmente le interesan en la fiesta,, y que no son otros que los convencionales resumidos por Mauricio
Barrés en el título de uno de sus libros: sangre, voluptuosidad y muerte.
I
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
309
La corriente andalucista se ha acrecentado con algunos versos de este poeta, tales como sus Panderetas,
y mejor aún, con su bellos soneto L a novia del todero.
Otra corriente ha tentado principalmente su inspiración, salvo la del elogio de la crueldad dle la fiesta, la
que con mayor instancia: la evocación madrileñista de
la Moncloa y el soto del Manzanares en la época de
Carlos I V . Así, sus poesías Un duelo de Pepe-HUlo con
la espada de Godoy, y L a Reina y el torero. Para dar
resumida en un soloi acierto toda la visión taurina dieciochesca del poeta, copiaré una estrofa de su poesía, no
exclusivamente taurina. Del viejo Madrid galante:
L a flor d© la nobleza y la manolería
corrían aventuras por el verde sotillo,
y junto a las rizadas pelucas, se veía
la patilla de boca de hacha dé Pepe-Hillo.
Tal concepción goyesca del país la transfiere, mutatis
mutcmdi, a la época actual, y en ese criterio está inspirada su poesía al presidente Poincaré, en ocasión de
su visita a la corte de España. N o es ocasión de revisar este criterio francamente inexacto como caracterización nacional. A los postas hemos de pedirles más
cuentas de sus versos que de sus ideas. Lo! lamentable
es que estos de Car rere son mediocres.
A u n cuando Emilio Carrére resume en su obra poética los tópicos en circulación más característicos de
este tiempo, algunos temas de poetas m á s personales, y
selectos, han escapado, y es bien que demos noticia de
ellos.
El uso de las formas métricas clásicas no es ajeno
al gusto' de nuestro tiempo, y en tales rapsodias se ha
probado la cultura de algunos de nuestros poetas. Es
típica de esta corriente la odia de Enrique Diez Cañedo ( i ) a la madrileñísima Cibeles, que desde su pétreo carro arrastrado por* berroqueños leones, preside
(1) Algunos versos. Madrid, 1924, pág-. 71. Esta oda estaba incluida en su primer libro de versos La visita
fiel sol
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la vida cortesana, y en las tardes de corrida, cuando
ciega la luz y aturden las voces en la calle de Alcalá, es
tajamar que divide la corriente humana que se precipita hacia el coso taurino:
Y cuando llegan las tardes áureas
de Abril, y al circo, la calle amplísima
de las muchedumbres encauiza
el sonoro continuo torrente,
tú, madrileña de sangre cálida
romper ansias t u calma pétrea,
trocar tus leones en porros
y en calesa t u carro de triunfo,
.
y una mantilla, y en el ubérrimo
pocho nutricio, llamas purpúreas
de ardientes claveles, ardientes
como tu corazón de manóla.
Así, los ritmos latinizantes dan su piirestigio a esta
poesía que, bajo su aspecto métrico de recreación arqueológica, encubre una sincera inspiración plenamente
actual.
A l mismo gusto corresponde la poesía die Joaquín
Montaner A Antonio Fuentes ( i ) . Siempre el tono mayor y el noble empaque fueron predilectos de su manera. A l abordar un tema taurino no quiere prescindir
de sus recuerdos pindárieos, y para hablar al tiempo de
un momento fugaz emplea uno estrofa que artificiosa
y sabiamente da la sensación de metro latino, y canta
al gran banderillero como a un héroe circense no desproporcionado para el ditirambo. N o otra cosa había hecho don Nicolás MOratín con Pedro Romero. Esta poesía de Montaner es nuevo jalón de esa corriente taurina de poesía a que se deben, en un plano de tradición
académica, los acentos más selectos y evocadores.
Trazar semblanzas de toreros con intención artística
es afición notoria de este momento literario. Aunque
meteórica, tuvo actualidad y calor de triunfo el poet^
(1) Poemag inmediatos, Barcelona, 1913-191^,
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
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gallego Antonio Rey Soto. F u é muy celebrado en su
producción poética un tríptico de sooetos de pandere*
ta ( i ) , con pretensiones de resumen de psicología nacional, en que loaba a Goya, Castelar y Machaqmto, célebre diestro taurino. E l caracterizar en verso a un héroe
del coso con su nombre propio y sus propios rasgos
es novedad que, a partir de esta fecha, 1911, ha de tener muchos seguidores, pues entiendo que fué Rey Soto
el primero que usó tal pirocedimiento. Por ello encabeza esta tendencia. Los poetas quei siguen importan, sin
duda,, mucho más en nuestra historia literaria, mas el
lauro de haber sido el primero que abordó este género,
creo que debe ser discernido para él.
Francisco Villaespesa es figura de verdadero bulto
en nuestro Parnaso moderno. Ninguno^ de los acentos
de su momento ha faltado a la prodigalidad de su voz,
y en muchos pasajes de su obra copiosísima ha aludido
a tamas andalucistas m á s o menos relacionados con los
estrictamente taurinos. E n sus Panderetas sevillanas, entre los tópicos inevitables, y, por así decirlo, industriaHzados, aborda el de los toros en una brillante serie de
sonetos (2), en cada uno de los cuales pretende caracterizar una figura taurina o el momento fugaz de una
suerte. Así, E l Espartero, Reverte, Rafael el Gallo, o
"bien L a estocada de la tarde. Un par de Joselito, o Una
verónica de Belmonte. L a exuberancia verbal, el poco
escrúpulo constructivo, la difusión de la materia lírica,
junto con las buenas cualidades de brillantez imaginativa, colorido opulento y parciales rafagazos de auténtica poesía, se muestran profusamente en esta obra como
en todo el resto de su produción. Quien destacara en
ella estas mejores prendas con una selección acertada
alumbraría un poeta excepcional," hoy semioculto por
la viciosa abundancia de su poco escrupulosa obra.
Una nota agria e injusta da Luis Fernández Ardavín
en su poesía E l torero (3), que no es, ciertamente, de las
(1) Nido de áspides. Madrid, 1911, pág. 57.
(2) Panderetas sevillanas. Madrid, s. a., páginas 59 y
siguientes.
Meditaciones y otros poemas, Madrid, 1913, pág 1^7,
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mejores suyas, aunque sí de las más agresivas y violentas que ha producido la corriente censoria del espectáculo. Ciertamente el torero que describe ruada tiene
de común con los que tratamos en la calle. Si la censura, como más veces hemos notado;, es justa desde un
elevado punto diei vista social, en este caso le resta toda
eficacia la grosera inexactitud del pretendido retrato. Es
documento interesante, no tanto para el ^estudio de la
poesía como para medir el grado de pasión que alcanza la censura de la fiesta en los llamados antiflamenquistas.
Y he aquí que, por rara paradoja, el autor de esa diatriba lo es á z una relación taurina, creo que ensayo único, entre poetas letrados, de resurrección del lenguaje
flamenco, y en ella el poeta no parece insensible a los
evidentes encantos visuales y emocionales de la fiesta.
Está incluida en el drama L a cantaora del puerto ( i ) ,
todo él dialogado en esta jerga, y puesta, en boca de
un torero protagonista de la fiesta. L a corrida está sentida hondamente y, pese a las exigencias de guardar el
decoro del inculto personaje, tiene momentos brillantes
la descripción de fiesta y suertes.
Con vocación periodística, sirviendo muchas vecies a
la actualidad con süs versos, se ha destacado un poeta
verdadero, de aliento y fuerza admirables: el santanderino José del R í o Sáinz. Estímulos propiamente- periodísticos han movido reiteradamente su inspiración y,
en la corriente, a menudo turbia, del momento, ha logrado enérgicos aciertos en personalí-simas producciones.
N i a éste ni a ninguno d'e los poetasl notados en este
capítulo he podido dedicar el estudio que merecen. Respecto a Río, quede constancia de sus desconcertantes aptitudes, que tan pronto logran primores de la m á s fina
y selecta calidad poética, como espesos y turbios versos' costumbristas, no menos atractivos y sugeridores.
Sus voluntarias caídas en prosaísmos canonizables constituyen un aspecto,, y no el menos interesante, de su per(1) Madrid, 1927, pág. 134,
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
313
sonalídad literaria. E l predominio de la vocación periodística de R í o es evidente. Uno de sus libros no- es sino
recopilación dial las impresiones de la gran guerra, preci-1
pitadamente versificadas al recibirse el! telegrama d'e
cada día, con la cuotidiana noticia cruel.
En esta forma^ que pudiéramos llamar impresionista,
o, mejor aún, para evitar confusiones, impresionada, ha
tratado el tema de los toros. A iella pertenece su soneto
La reina en los toros, curiosa réplica del soneto del duque de Frías, a distancia de un siglo; mas nuestra reina, la cantada por el poeta d'e hoy, sí bien luce sus gracias entre las galas castizas, y tiene tanto derecho al
elog'o de su belleza como la reina napolitana, no emula
a las hijas del Betis en su entusiasmo por la fiesta, antes
cela su rostro con el abanico por no contemplar el espectáculo de la sangre, la crueldad de la lidia.
Ocasionalmente ha trazado semblanzas d'e toreros, sorprendiendo con aguda visión lo más típico y característico del modelo. Para ello, ha puesto a contribución cuantos datos podían ser útiles para la exacta caracterización: ambiiente andalucista, leyendas de rumbo, recuerdos de tradición morisca, oportunamente evocados, proezas del ruedo, detalles indumentarios perspectivas del
momento.
En la serie de Motivos sevillanos, de su último libro,
se encuentran frecuentes y evocadoras alusiones taurinas, que pueden contarse entre los mejores aciertos de
la poesía de toros de ese tipo, lo m i s t m cuando evocando la Alameda de Hércules ve cruzar el rumbo de un
torero joven y ya famoso, que cuando en Pino Montano, se dirige a la jaca humilde que le conduce por
aquellos campos luminosos:
Dios te dé, jaca, una muerte,
tan noble como t u vida,
lejos del fiero agimfuerte
de iJna tarde de corrida.
314
JOSE
MARIA
D E COSSIO
Lejos de la honra suprema
de sucumbir en la plaza,
como verso de un poema
de sol, de sangre y de raza... (1)
A ú n no se han acabado con las citadas las sugestiones que la fiesta de toros ha despertado en los poetas de
esta tradición. Así unido a recuerdos clásicos suministrados por su severa formación humanísticaj ha utilizado el de la fiesta taurina José M a r í a ' Semprún en su
fantasía lírica Viendo el mapa de España, "clásica piel
de toro". Y a en el papel la alusión, sigue 'el poeta:
¿ D e cuál? ¿ D e l que en la popa
caliente de sus ancas trajo a Europa?
¿ o del que ágil, desnudó,
el celtíbero osado sorteaba
—cubi'erto su membrudo
cuerpo en esmaltes de ardorosa baba
del bruto—en algún claro soleado
del bosque, por el hacha no tocado?...
¿ E n un ruedo de sol de la
floresta
que luego en turbulentos discos de oro
y espirales de lúa, cercó la fiesta
donde dejó su gallara'ía el moro? (2) .
- •
_ .
. .
•
>
Renuncio a seguir espigando en la poesía de este momento. L o expuesto me parece suficiente para probar la
verdadera importancia de nuestro tema en esta época/
(1) La Amazona de Estella. Versos de circunstancias.
Santander, 1927, pág. 225.
(2) Versos, I I , pág. 7.
IN MEMORIAM
A l llegar a este momento de mi estudio exige mi efusión un. paréntesis, a sabiendas de que con él rompo el
equilibrio o economía y proporción que he venido procurando para este libro.
A l examinar los versos taurinos de esta época, voy
apartando los que plañeron la muerte de JoseUto el
Gallo, destrozado por un toro en Talavera de la Reina,
el día 16 de mayo de 1920. Y o no puedo evocar la poesía que lamentó suceso tan íntimo sin remover memorias de años pasados a los que va asociado ese recuerdo del torero; yo no puedo examinar estos versos con
la fría objetividad que he procurado al resto de esta
monografía. Quiero, pues, agrupar su mención en estie
paréntesis, fuera del discurrir lógico de mi estudio para
hablar de ellos con otro tono y otro rigor que el usado hasta ahora.
Reunió JoseUto todas las condiciones que a un perfecto héroe del circo competían. F u é la figura eje de
su tiempo,, y ocupó, dentro de las escuelas del toreo,
el más elevado puesto de la que podríamos llamar escuela ecléctica académica que fundó Jerónimo J o s é Cándido, fundiendo lo que de aprovechable tenían las dos
escuelas iniciales de Ronda y Sevilla, personificadas por
Pedro Romero y Pepe-Hillo. E n la escuela de tauromaquia de Sevilla aprendió, de Cándido, Francisco Montes este modo de toreo que fijó en su tratado de torear, y arrancando de él llega hasta Joselito la cadena
de figuras, cumbres de sus épocas respectivas, que se
llamaron Chidmero, Lagartijo, Guerrita... Esta línea
de toreros representa lo que de permanente e inmutat>lf tiene el arte del toreo. Es clásica, además, porque
316
JOSE
MARIA
D E COSSIO
en ella la inteligencia refrena todas las fogosidades e
ímpetus que convertirían el toreo en una actividad exclusivamente patética. Todos los toreros que han servido dfe pareja y contrafigura a éstos, repiresentan la
tendencia contraria. Cuchares, la alegría y el recorte
desbordados hasta la ventaja y la trampa agresivas;
Frascuelo, la emoción extraseca en un solo momento de
la lidia; el Espartero, precursor del triste estilo nuevo, el valor asustante hasta la tragedia consumada tras
prevista; Belmonte...
Joselito fué pura inteligencia; "sabio ajedrez frente
al hado adverso", como ha cantado Gerardo Diego, pero
partida llevada siempre con sentido tan puntual de la
estética que en su misma lógica residía su mayor belleza.
José Bergamín, que ha analizado aspectos de su arte
en su reciente libro Arte de birlibirloque, ha podido decir, con aliento poético, pero con triste exactitud simbólica: "Joselito fué un Luzbel adolescente^ caído por
orgulloi de su luminosa inteligencia viva" ( i ) .
L a seguridad, desgraciadamente falible, de su dominio sobre los toros ha encontrado su comentario en frase
lapidada por Felipe Sassone, no sin contaminación del
lenguaje técnico, de la jerga taurina: " L e m a t ó un toro,
pero no1 le afligió ninguno" (2).
Pero no' era solamente el torero- excepcional en cuyo
elogio es poco cuanto pudiera escribirse; las circunstancias pintorescas de su ambiente y hasta el misterio siempre recatado de su intimidad, rodean su memoria, como
acompañaron su vida, de las sugestiones más atractivas
e instadoras. Típicamente sevillano, con heredada leyenda familiar de rumbo y de torería, -triunfador
adusto de los toros, del público y de la fortuna. Seguro de su arte, por él más próximo a la exactitud de
la pura geometría que al riesgo tradicional de profesión
de aventuras, adulado de la copla popular y del favor aristocrático, pareció sujeto predestinado a ven(1) Arte de Birlibirloque. Madrid, 1930, pág. 34.
(2) Joselito. Sa vida y su muerte, por Antonio
(Parrita). Madrid, 1921, pág. 7. .
,.
Parra
v
¿OS f o m S ÉN LA POESIA CASTELLANA
, 31?
cer las lides todas quie conducen a la popularidad y a
la gloda circense. Su precocidad fué de tal perfección
que hizo exclamar a Federico García Sanchiz: "Es la
única cumbre de la juventud española." Su caída en
pleno vigor juvenil, víctima del cruelísimo pugilato taurino, tuvo todo el pirestigio de argumento para ensayos
pindáricos, de tema para cálidas evocaciones meridionales y aun de pretexto a ascéticas y desengañadas reflexiones. Así, las poesías dedicadas a su muerte contienen las m á s variadas sugestiones3 poseen el m á s vario
carácter.
Dejo' de lado el sinnúmero de coplas, tangos y demás
pliegos de cordel que durante años han venido siendo
expectación de ferias aldeanas y concursos popularles,
para ocuparme tan sólo de poesía culta O' erudita. Una
corriente de ella ha querido contrahacer el' tono popular
y ha tenido aciertos a! realizar el propósito. Así, Pedro
Muñoz Seca, el fecundo comediógrafo, dedicó al suceso
unas quintillas con el tono quejumbroso y sensiblero de
uñ romance de ciego :
|Talavera, Talavera,
qué triste suerte t u suerte!
en t u plaza bullanguera,
d© una cornada certera
halló Gallito la muerte.
] Gallito \... ¡ E l mejor torero!
I E l m á s artista ! ] E l primero !
I E l que aquel día nefando
llegó a la plaza cantando
las coplas del Espartero!... (1)
Por semejante estilo continúa la poesía que nos da
ocasión de incorporar su nombre a los citados en esta
monografía, si bien no era ajeno a la literatura taurina
por algún excelente relato en prosa.
Dentro de esta intención popular acertó plenamente
Rafael Sánchez Mazas en sus "Coplas para guitarra en
la muerte á e Josélito". Es caso digno de nota que haya
(1) Joselito. Su vida q su muerte, por Antonio
(Parrita). Madrid, 1921, pág. 94.
Parra
m
JOSE
MARIA
DE COSSW
sido Sánchez MazaSj cultor admirable del arte retórico
más ampuloso,, de traza m á s barroca, de gesto m á s aristocrático, quien mejor haya sabido contrahacer el tono
popular. No hay en esto contradicción, pero sí advertest-ciá de que nadie está m á s próximo al artie popular que
quien huye de lo plebeyo. H e aquí algunas de las admirables coplas:
¿Quién te había de llorar,
Joselito en primavera?
¿ P o r qué fuáste a torear
y a morir en Talavera?
¿Quién te había de llorar?
,
Cuatro blandones había,
y cuatro banderilleros
llorando en la enfermería
a la ñor de los toreros.
¡ Cuatro blandones h a b í a !
Los recuerdos adyacentes al suceso naturalmente surgen y se evocan:
Que no venga Eafael
¡ Virgen de la Macarena !
que se va a morir de pena
y se va a morir también.
¡Virgen de la Macarena!
y
Las tardecitas de sol
con él se van a enterrar;
detrás le van a tocar
un pasodoble español
que hace a las hembras llorar.
Pero a ú n se intensifica y caracteriza mejor toda la
emoción popular del suceso en esta copla admirable:
Guardad, guardad las mantillas,
chiquillas, las postineras,
sacad los velos, chiquillas,
chiquillas las verbeneras
¡guardad, guardad las mantillas!
LOS TOÍtOS EN LA POESIA CASTELLANA
318
De tono popular, pero de un popularismo forjado a
enorme distancia de lo verdaderamente folklórico, es la
poesía que dedicara Rafael Alberti al suceso. Como notaremos más adelante, Rafael Alberti, en sus versos,, aparentemente populares, no aprovecha directamente elementos de elaboración tradicional, sino que, inventándose
todo, logra por ruta contraria llegar a lo primitivo, elemental, poético y gracioso en que capitailmente consiste
el encanto de la poesía popular. Así, en su poesía "Joselito
en su gloria", que quiero repiroducir íntegra en este lugar:
Llora, Giraldilla mora
lágrimas en t u pañuelo.
Mira cómo sube al cielo
la gracia toreadora.
Niña de amaranto y oro,
cómo llora t u cuadrilla
y cómo llora Sevilla
despidiéndote del toro.
T u río, de tanta pena,
deshoja sus olivares
y riega los azahares
de su frente, por la arena.
—Dile adiós, torero mío,
di'le adiós a mis veleros,
y adiós a mis marineros,
que ya no quiero ser río.
Cuatro arcángeles bajaban
y abriendo surcos de flores,
al rey de los matadores
en hombros se lo llevaban.
—Virgen de la Macarena,
mírame t ú cómo vengo,
tan sin sangre, que ya tengo
blanca m i color morena.
Mírame así, chorreado
de un borbotón de rubíes
que ciñe de carmesíes
rosas m i talle quebrado.
320
JOSE M A R I A
D E COSSIO
Ciérrame con tus collares
lo cóncavo de esta herida,
¡ que se me escapa la vida
por entre los alamares!
¡ Virgen del Amor, clavada
lo mismo qu© un toro el seno!
Pon a t u espadrta bueno
y dale otra vez su espada.
Que pueda. Virgen, que pueda
volver con sangre a Sevilla
y al frente de m i cuadrilla
lucirme por la Alameda (1).
L a tradición andalucista estuvo representada en este
coro de loores postumos ppr Enrique López Alarcón, el
más obstinado de nuestros poetas de capa y chambergo.
Su poesía, harto desigual en la ejecución,, tiene aciertos
parciales que conviene destacar. L a enumieración de los
temas que podríamos llamar de pandereta no sé si habrá sido alguna vez m á s felizmente hecha que en estos
versos:
Lloran, ante las rejas los bordones,
reprochando el hipar de las falsetas
y lloran al pulsar, los corazones
los sonajeros de las panderetas,
los chinos de marfil de los mantones,
los calados de luz de las peinetas,
y lloran, al pasar las procesiones,
los dardos de piedad de las saetas...
E l rasgo más brillante de esta enumeración andalucista está en los últimos versos. Hela a q u í :
Ven pasajero, dobla la rodilla,
que en la Semana Santa de Sevilla
porque ha muerto José, este año estrena
lágrimas de verdad la Macarena.
U n entonado poeta andaluz, cuyas poesías camperas
hemos analizado, Felipe Cortines Muruve, adopta un tono
(1) El Alba del alhelí. Santander, s. a., pág. 124.
LOS fOJiOS EN LA POESIA CASTELLANA
MI
académico lleno de recuerdos clásicos de los viejos juegos
olímpicos en un soneto que titula " E n nombre del pueblo". He aquí el rasgo más brillante:
Surca la multitud, mar de la fama
en la prora de un oitoo su majeza,
viotorial escultura...
Y al ñnal el dolor popular pulsado por el poeta le inspira este verso:
j Y aun gime el pueblo en la moderna Boma!
Sabemos bien la corriente a que obedece este gusto,
y a ella debe ser aproximado este soneto cuando se trate
de centrarle en el cuadro general de la poesía de toros.
Fernando Villalón, de quien tanto ha habido y a ú n
habrá que hablar en esta monografía, escribió, que yo
sepa, hasta tres sonetos, que como expansión íntima no
quiso comunicar sino con sus amigos. Respetando su deseo en parte sólo, no resisto a la tentación de publicar
el que creo menos íntimo y literariamentei más perfecto.
Le titula " L a muerte del torero",, y es a s í :
Bicornio negro en campo rojo rampa,
de oro arenas menudas pace fiero;
su cola tunde el charolado cuero;
su mano escarba y en el coso estampa.
L a media lüna que, invertida, trampa
será a su, presa, cual tajante acero,
blande a diestro y siniestro, con certero
tajo, cortando el aire donde campa.
Mariposas de, oro con las afas
rojas, volando van como berígalas
a los rayos del sol sobrepujando;
y la reina de todas, la m á s bella,
colgada e s t á de un asta, aleteando,
como en la luna se ahorcaría una estrella.
Los poetas de vocación periodística prestaron su voz,
como no podía menos de suceder, ante el suceso sensacional al coro elegiaco. Luis de Tapia, significadísimo
LOS TOROS - 21
§22
JÜSE
MARÍA
DE
cossió
añcionado, rindió su tributo líricOj sentido- y entonado.
José del Río Sáinz, de cuyas desconcertantes facultades
hemos hablado, trató y consiguió caracterizar al torero
muerto con certeros rasgos:
Pasaba entre oleadas de incienso y de pasión
sin deshacer el gesto prócer de displicencia...
No era el parvenú necio ante la suierte absorto
que borra su pasado y su origen disfraza;
era quizás el único que aún vestía de corto
como vistieron todos los héroes de su raza.
No era tampoco ese flamenco insoportable
de la caricatura y de los chistes bufos;
galopaba en la feria en un potro admirable
sin desplantes groseros y sin chulescos tufos..,..Estas estrofas, que captan rasgos indudables del torero, hacen que quede en este estudio muestra muy característica de la inspiración de este poeta en uno de sus
aspectos no m á s selectos, pero sí más típicos. E n otra
poesía posterior ha vuelto a evocar al torero muerto.
Aprovecha en ella tópicos de Andalucía, piero con un poder de comunicación efusiva admirable. Invita a que un
nuevo cantar sirva para acompañar las penas y las alegrías de las expansiones flamencas, un cantar cuyas primeras palabras sean el nombre del torero muerto, y para
ello se dirige a la típica guitarra sevillana:
Vieja guitarra de E s p a ñ a
hecha vieja de llorar
en la Venta de E r i t a ñ a . . .
José María Vela de la Huerta, poeta de sensibilidad
despiertísima, de vida en contacto con todas las emociones de la actualidad, que hieren en su emoción como en
carne viva, lloró también el suceso1 con eficacia poética
y decoro retórico sobrados para esta conmemoración que
aquí hacemos.
Tributo de verdadera entidad fué el rendido por el
poeta Fernando De'Lapi, que aprovecha el suceso para
una censura de la preponderancia de la fiesta muy en la
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA*
323
sensibilidad, ya que en la manera no era posible, de Jovellanos. L o plástico y coloreado del cuadro que describe,, el certero acumular de lugares comunes flamenquistas en un verso depurado, muy Zuloaga, dan a esta
pieza un valor y un carácter singularísimos. Los tópicos
a lo Barres, que en otros versos de la obra poética de
De'Lapi tienen lugar, logran aquí la m á s eficaz expresión y el recuerdo de Jovellanos, evocado al finál, acaba
de filiar la intención de esta pieza harto transparente
aun sin esa referencia. M e place copiar aquí las estrofas principales:
Aquí lia muerto Joselito,
el'domador de la gloria
y de la suerte.
Aquí ha muerto ; estaba escrito ;
tuvo cuidado la Historia
de su muerte.
No buscó la pandereta
de una hiperbólica plaza
de Sevilla:
sino la sustancia neta
del dramatismo de raza
de Castilla.
No la orgía de luz maga,
la mantilla aérea y curra
y el clavel.
Quiso un coso de Zuloaga
y una multitud cazurra
dentro de él.
¡ Ya se acabaron los toros!
(con tono de profecía
clama el Querrá
desde su tierra de-moros).
Ya se nubló la alegría
en la tierra.
] Misericordia, Dios mío 1
Domine, pro nobis ora
Kyrie, eleison.
324
*.
JOÜU
MARIA: DE
COSSjÜ
Cuelgue la pluma Don Fio,
tire la brava Pastora el m a n t ó n .
v
De Hércules los monolitos
tapizan los sevillanos
con crespón.
Aquellos tiempos procitos
del amargo Joveiianos
a ú n son.
',
E s p a ñ a está ahora llorando.
Hoy su voz en un responso
desfallece.
¿Bige el séptimo Femando ?
N o ; la majestad de Alfonso
trece (1).
:
: ;
<
E n la antología que acompaña a este estudio se incluye la magniñca elegía que Gerardo Diego consagró a
la muerte del torero. E l sentimiento y la evocación de lo
más caracteristico1 taurino y humano del torero se reviste de las formas retóricas más trabajadas y selectas.
También el que escribe esta monografía quiso usar
del medido acento para lamentar en tono elegiaco la
muerte del amigo inolvidable. Su "Epístola a Ignacio
Sánchez Mejías (2) trató de aproximar su tono a los
moldes más académicos, y aunque ignora el éxito de su
trabajo, puede garantizar la sinceridad del acento. Así
caracterizó la personalidad del torero:
Otro cante su gloria: aquel gallardo
burlar las reses con sereno rostro;
la gracia serpentina de su capa
desplegando el prestigio de sus vivos
tonos sobre el testuz del jar ameno;
el resonar del circo clamoroso
al sabio quiebro de su cuerpo ágil : '
clavando las vistosas banderillas; '
el sepultar hasta las rojas cintas :
el limpio acero—digno de colgarse
del tahalí de los conquistadores—, . - •
(1) Suma poética. Madrid, 1925, pág. 84.
(2) Epístolas para amigos. Valladolid, 1920, pág. 99.
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
326
en el morrillo del astaflo bruto ;
la prócer displicencia sonriente
con que acogía aplausos y protestas
irguiéndose seguro de sí mismo
sobre el torrente airado de pasiones;
la sonrisa jovial con que veía
rozar la muerte el recamado traje
y envolverle, letal, su aliento frío;
el combate feliz con la fortuna
cuerpo a cuerpo, ganándole atrevido
una a una sus ímprobas trincheras,
—estimación, poder, riqueza, glori'a—
bella aureola de su vida joven...
Y mi anécdota personal, la de mi amistad siempre preocupada, procuré dejarla encerrada en estos versos:
Cuantas veces, perdido entre la turba,
testigo fui de estrepitoso triunfo.
E n tomo mío el entusiasmo hervía
como el mar en redor de aislada roca.
Yo, de inquietud velados ojos y alma,
absorto contemplaba aquel t u m u l t o ;
lo que era en todos gozo, aplausos, vítores,
era en m i alma fatal presentimiento...
Del cumplimiento de tan grave augurio queda, como
estela lírica, el resonar de estos versos consagrados a su
memoria, por ellos incorporada a la d'e los héroes ciraenses dignos de ese loor,, y a la de las criaturas humanas que merecieron, además del lauro; la estimación más
afectuosa.
XXVIII
LOS TOROS EN LA NUEVA POESIA
La Obra de un poeta, de sensibilidad excepcional y
susceptible y quebradizo' criterio poético, une a los jóvenes cultivadores de la nueva poesía con la tradición r u beniana que hemos considerado. Este poeta es Juan Ramón Jiménez. Hizo sus primeras armas literarias con
los llamados modernistas hacia 1900, formando en la extrema vanguardia lírica que la torpe tecnología de aquel
tiempo llamaba decadentismo', con notoria ignorancia de
lo que tal nombre designaba en Francia, de donde provenía.
Es inevitable, al estudiar la poesía de nuestro momento, notar la influencia de este admirable lírico en
las nuevas geñeraciones, que le reconocen y confiesan
como el maestro más inmediato a su sensibilidad y a su
arte.
Por lo expuesto podríamos caer en la tentación de considerarle como un poeta de transición, y no habría i n conveniente en ello si tal palabra no trajera aparejadas
ideas de vacilación, de concesiones, de poca firmeza y
definición en el ideal poético, cuando ningún poeta habrá sido m á s consecuente, con un constante afán de pureza lírica, que Juan Ramón. Claro es que esta fidelidad' nunca .desmentida no impide el que su labor, que
ya alcanza seis lustros de fecha, haya sentido alguna i n fluencia del momento contemporáneo, y que si siempre
fiel a lo fundamental de su criterio poético, en formas
accidentes se haya renovado considerablemente. N o reniega el poeta de esta lógica •evolución. E n la constante
828
JOSE
MARIA
DE COSSIO
depuración a que somete su obra,, si procura la más perfecta y meticulosa lima, nunca trata de modificar el
añejo molde característico de sus poesías de más larga
fecha.
N o es ésta ocasión, ni la economía de este estudio me
concede espacio, de estudiar con detenimiento la poesía
de Juan R a m ó n ; pero, afirmada su influencia en la mej o r juventud de hoy y declarada su procedencia de las
generaciones rubenianas, hay que aclarar que en ambos
hechos no debe verse una paridad de temperamento o de
criterio poético, sino un reconocimiento d'e lo intemporal,: de lo más sustantivo de su poesía, que ha de coincidir con toda pura intención poética y aun con lo aüe
de poética tenga cualquiera intención turbia. Juan Ramón, como todos los grandes poetas, tiene fisonomía no.
adscrita a momentos fugitivos y compatible con todas las
posturas decorosas de poesía.
Sus temas habituales no pueden ser más remotos de
los que inquirimos en este estudio; pero, así y todo, alguna vez hacen éstos acto de presencia en su poesía. E n
su Whm Elegías, que lleva la fecha 1907-1908, en una de
las que titula lamentables encontramos esta sugestiva indicación de un recuerdo de Infancia:
I Jardín cerrado, en donde un pájaro cantaba
por el verdor teñido de melodiosos oros;
brisa suave y fresca, en la que me llegaba
la música lejana de la plaza de toros! (1)
Claro que aquí no se trata de la presencia de la fiesta
taurina, sino de su ausencia; esta sensación de soledad,
de apartamiento del ruido de los toros, el mayor ruido
d'e la feria, traje a la memoria los versos de otro poeta,
orofesor también f1o sensibilidad, Bartolomé Argensola.
T á l tema lírico, anuí sólo aountado, debía merecer alguna ampliación,, y la tuvo espléndida' cíe poesía, si bien
en prosa, prosa maravillosa de poeta, en su "elegía andaluza" Platero v y o : "Todo el nueblo está conmovido
con la corrida. La banda toca desde el alba, ro^a ya.
• (!) Segunda antología poética. Madrid, 1922, pág1. 76. ;
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
829
y desentonada, ante las tabernas; van y vienen coches
y caballos calle Nueva arriba, calle Nueva abajo. A h í
detrás, en la calleja, están preparando el Canario, ese
coche amarillo que les gusta tanto a los niños, para la
cuadrilla, Los patios se quedan sin flores para las presidentas. Da pena ver a los muchachos andando torpemente por las calles con sus sombreros anchos, sus blusas, su puro, oliendo a cuadra y a ajs^iardiente... A eso
de las dos. Platero, en ese instante d'e soledad con sol,
en, ese hueco claro del día, mientras diiestros y presidentas se están vistiendo, tú y yo saldremos por la puerta
falsa y nos iremos por la calleja al campo, como el año
pasado... ¡ Q u é hermoso el campo en estos días de fiesta
en que todos le abandonan! Apenas si en un majuelo, en
una huerta, un vie'jecito se inclina sobre la cepa agria,
sobre el regato puro... A lo lejos sube sobre el pueblo,
como una corona chocarrera, el redondo vocerío. las palmas, la música de la plaza de toros, que se pierden a
. medida que uno se va sereno hacia la mar" ( i ) .
E n otro lugar la ausencia d'e la fiesta de toros viene
a ocupar una de las confidencias a Platero, la que titula
L a plaza vieja de toros. E l poeta no la recuerda. "Guardo una idea de haber visto—¿o fué en una estampa de
las que venían en él chocolate aue me daba Manolito
Flores?—unos oerros chatos, pequeños y grises, como de
maciza goma, echados al aire por un toro negro" (2). Con
toda seguridad ouedo sacar al poeta d'e su duda. T a l
recuerdo es de las estampas dé chocolate, pero el alejamiento de todo contacto con la fiesta, patente en este
pasaje, aún se acentúa m á s en otros del mismo libro,
como aquel en oue asegura que desde niño tuvo "un horror instintivo al apóloeo,, como a la iglesia, a la Guardia
civil, a los toreros y al acordeón" (•£), o en aquel otro
—bellísimo—en aue, como suma de sensaciones indeseables, nos habla de "una agudeza grana y oro que
no tenía el encanto de la bandera de nuestra patria soü)
Platero y m . Madrid, 1926, pág. 169.
Id., nág. 231.
(3) I d . , pág. 283.
330
JOSE
MARIA
DE COSSIO
bre el mar, sobre el cielo azul... S í ; tal' vez una bandera española sobre el cielo a.zul de una plaza de toros...,
mudejar..., como las estaciones de Huelva a Sevilla. Rojo
y amarillo de disgusto, como en los libros de Galdos, en
las muestras de los estancos, en los cuadros malos de
la otra guerra de A f r i c a " ( i ) .
L a refinadísima sensibilidad que estos párrafos delatan, creo que ha sido él motor esencial de su atracción
a la nueva generación de poetas.
He usado reiteradamente la nominación de nueva generación y nueva poesía. Confieso que lo he hecho, y
seguiré haciéndolo, por una razón meramente de menor
esfuerzo. Aparte la fatal limitación cronológica, que en
ninguna tendencia poética verdaderamente viable debe
existir, soy un convencido de que e f a r t e nuevo no significa una creación sin raíz tradicional. Naturalmente que
en esta denominación no incluyo a los entusiastas de la
alharaca ultraísta de la postguerra. Este paréntesis de . negación, salvo excepciones honrosas, perfectamente inepto, en el que sólo aprovechó la poesía tal cual flexibilidad imaginera, fué acaso fatal, necesario, pero como lo
son las enfermedades o cualquier suerte de trastorno, no
sujeto a los mandatos de una voluntad ordenada. Poco
puede espigarse para nuestro tema en tal momento. E n tre las corrientes que dominaron, una con sería intención estética—el creacionismo, de que fueron y son cultivadores el chileno Vicente Huidobr'o, Juan Larrea y
Gerardo Diego—, consiguió adeptos, y entre ellos, el i n olvidable y malogrado José Ciria y Escalante, arrancado
a nuestro afecto en la m á s granada y prometedora adolescencia. Entre los tanteos líricos de sus poemas encuentro una imagen taurina que sirve para que quede
aquí, con su nombre, m i más conmovido recuerdo:
A l traje de Belmonte
le apolilló una estrella (2).
(1) Platero y yo. Madrid, 1926, pág. 141.
(2) José de 'Ciria y Escalante. Madrid, MDCMXXIV, página I I .
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
331
No vale la pena de considerar la obra positiva de
este momento poético, inconsistente y aBsolutamente desorientada, ya estudiada por Guillermo de Torne; con la
benevolencia inevitable, en uno de los principales responsables de tal movimiento ( i ) .
E l culto a las imágenes excepcionales en color y en
sentido, y a su rapidez vertiginosa y atropellada, ha persistido primordialmente en alguno de los^ buenos talentos
que fueron parte en el ultraísmo. Buen ejemplo en nuestro tema nos le proporciona Rogelio Buendía en su poema "Capea", en el que las metáforas e imágenes se superponen, apenas iniciada su alusión, a las que parece que
no pueden esperar el desarrollo de las precedentes. Dentro de esta técnica estética el poema me parece logrado
plenamente, y aún m á s por el abigarramiento de color
y lo característico de sus sugestiones. He aquí un fragmento :
Las flores de almidón policromado
de los pañuelos de colores,
los capotillos granas y morados
la tarde va extendiendo en sus balcones.
E l querubín, con el capote al brazo,
torea ante el altar de la «Blanca Paloma».
Pasodoble alégrete de vino del Condado
con los muslos ceñidos por alpaca
y cordobés de San Eafael gitano (2).
De dar a este movimiento, y a esta poesía, una significación concreta, creo que les daríamos la de reacción
antirromántica y antinatura'lista—probablemente, el naturalismo no fué sino la última y poco feliz expresión del
romanticismo—; pero una deshumanización de la poesía,
una poesía meramente de imágenes, si pudo ser un ideal
para estos poetas de ulfra, no lo es para los nuevos poetas que paso a considerar.
La influencia de t a i tendencia deshumanizadora es i n dudable en ellos también. E l propio Juan Ramón ha d'e(1) V, Guillermo de Torre. Literaturas europeas de vanguardia. Madrid, 1925, págs, 38 y sig.
(2) Papel de Aleluyas, Huelva, 1927, nüm. 1
332
JOSE
MARIA
D E COSSIO
rivado de estados sientimentales a un plano totalmente
desinteresado de patetismo. Pero esto no excluye la presencia constante del lirismo, y su exaltación, en la poe-,
sía. L a fórmula del nuevo movimiento, en este aspecto,'
podría ser la total ausencia romántica con la plena presencia espiritual del poeta.
L a juventud, que m á s o menos extremosamente practica en E s p a ñ a las nuevas tendencias, ha dado ya pruebas suficientes de valía excepcional. A aptitudes poéticas evidentes está unido un conocimiento profundo y
claro de sus intenciones estéticas. N o se trata de una legión de vates inflamados sin más ni más del estro poético, o de bohemios desayunados con ilusiones e ignorancia, sino de un grupo de poetas por deliberación, en-,
terados precisamente de todas las corrientes estéticas en
circulación, y de toda nuestra .tradición poética, a la que
estiman con documentado afecto. No es un acaso sin
significación el que destaquen entre ellos nombres prestigiosos de la cátedra y de la erudición: Pedro Salinas,
Moreno Villa, Dámaso Alonso, "Gerardo Diego, Jorge
Guillén...
•
Conviviendo todos estos poetas con mutua y sincera
estimación, en íntimas colaboraciones y correspondencias,
las corrientes que siguen son diversísimas, y ello es una
prueba de que no sie trata de la aparición de una escuela
o una moda más. E n efecto, desde el creacionismo propugnado, y en parte de su obra realizado, por Gerardo
Diego, al tanteo gongorino y barroco que en el centenario del gran cordobés han practicado casi al unísono, o
al sabio tono popular en que se ha ejercitado la corriente andaluza, caben matices que, al acentuarse, fatalmente,
han de disgregar el grupo, cuyo aglutinante es,, esenciaTmente, una ansia sincera de depuración y perfección
lírica.
Los primeros reflejos aislados del tema taurino en esta
nueva poesía, que me cumple notar, tienen raíz tradicio;
nal comprobable.
L a consideración del torero como personificac'ón - del'
garbo y legendaria galantería plebeya, tari grata . a la,
tendencia andalucista, se depura y estiliza en alguno de.
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
SU
estos poetas. Una amarguísima poesía de Pedro Salinas,
en la qüe el piropo en la boca de sus tradicionales cultores se convierte en sarcasmo', incluye entre aquéllos al
torero:
Y un mocito,
que era dé la torería
la juró un día de abril
(Dios le iba a matar en mayo)
«¡ Chiquilla, t ú eres m i vida!» (1)
Semejante tema aprovecha Federicoi G. Lorca, si bien
con intención menos humana y patética:
L a niña del bello rostro
está cogiendo aceituna,
y se niega impasible a los requerimientos, digamos de
toda Andalucía; a los de cuatro jinetes cordobeses sobre
sus jacas, a los del joven granadino, portador de rosas
'.y mirtos. de luna, y hasta a los de Sevilla,, con toda su
gracia t o r e r a : .
pasaron tres torerillos
delgaditos dé cintura,
con traje color naranja
y espadas de plata antigua.
«I Vente a Sevilla, muchacha 1»
L a niña no les escucha.
Impasible y enigmática,
- -i - '
•V..--,
.:
-
la niña del bello rostro
sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gns del viento
ceñido por la cintura (2).
Alusiones taurinas, imágenes fugaces más o menos i n tencionadas, se encuentran a veces en estos poetas, pero
Ceden en importancia a las ocasiones en que afrontan el
'tema en toda su integridad torera. Por la importancia del
poeta, caracterizadísimo en su generación, citaré una alu(1) Presagios. Madrid, 1923, pág. 55
(2) Canciones. Málaga, 1927, pág. 55. ,
¿34
JOSE
MAIÜA
DE
CÓSSÍO
sión de un poema de Jorge Guillen, "Noche del gran estío",
en que la visión luminosa y trágica sirve a acentuar la
sensación siniestra de la noche, en la que el poeta llama
al sueño para que deshaga su calentura amarilla, brilladora:
Cubre al mundo todavía
la piel de algún mediodía.
Un mediodía... ¿ d e luz,„
o de taurino testuz
que liasta el zig-zag del siniestro
levanta la luz del diestro?
¡ P e o r ! : la ignicnó de un caos... (1)
T a l continúa el poema, sugeridor e irreductible a un
esquema conceptual, como todo poema íntegramente poético. E n su romance "Ardor", una evocación taurina contra el espléndido cúmulo de sugestiones ardientes del espacio y del espíritu. Toda la exaltación de sol, de calor, de vibraciones ardorosas, gravitan serenamente, mudas y compactas, en el redondel taurino, ante el toro estupefacto, y, en traslación exaltada, el poeta traduce a
un estado lírico la sensación calurosa y estival:
¡ Ardor: reconcentración
de espíritus en sus dichas 1
E l prestigio grande de Guillén en las pequeñas capillas del nuevo arte ha desbordado al gran público con
la publicación de Cántico, magnífica colección de poesías, en las que el gran poeta puede decirse con propiedad—al par que de Pedro Salinas en su reciente Seguro
asar—que ha estrenado ojos y palabras.
Comenzando el estudio de los que deliberadamente han
tratado en toda su integridad el tema taurino, citaré a
Antonio Espina, ingenio agilísimo, m á s que sensibilidad
propiamente poética. Su labor literaria es ya considerable, pero pienso que es en la prosa donde le espera puesto m á s señalado, que con pleno derecho ya usufructúa.
(1) Cántico. Madrid,
1928, pág. 130.
Los TORÚS ÉN LA POESÍA CASTELLANA
¿át
En un pareado pleno y luminoso ha conseguido sintetizar toda la cegadora sugestión de la fiesta. Helo a q u í :
I Toda la tarde es cartel,
todo el sol es redondel 1 (1)
Este rápido sintetizar es nota característica, tanto como
de su verso, y, más, de su prosa erizada de bruscas
transiciones y sentencioso recortamiento.
E l gusto por la poesía atomizada de la lírica popular
es piropio de este momento poético, como lo prueba, a
más del ejemplo de poetas andaluces, las publicaciones
de erudita investigación sobre tales temas. Quizá ningún poeta de hoy esté tan próximo a esa tradición como el
gran poeta granadino, Federico G. Lorca, y ello por vocación invencible servida de la más admirable intuición.
Hasta tal punto funde—como hacía Lope—el acarreo de
trozos propiamente folklóricos con sus creaciones personalas que es difícil separarles.
García Lorca tiene toda la volubilidad, todas las facultades repentizadoras, todas las aptitudes lúdricas de
un juglar. Su poesía es para él, ante todo, juego que
adquiere en su recitación animadísima el pleno sentido.
Pero es un juglar rigurosamente contemporáneo de las
preocupaciones estéticas y de las exigencias vitales del
momento, y eso da a su arte un tono inconfundible. Su
primer Libro de poemas es poco característico de la manera poética que en él ha prevalecido. Publicados ya sus
Canciones y su Romancero gitano, tenemos en circulación suficientes materiales poéticos para caracterizarle
bajo nuestro punto de vista limitado—pero en este poeta,
suficientemente ilustrador—del tema taurino,
- A l primero de estos dos libros pertenece la canción
que ya hemos citado. E n el romancero, libro personalísimo, son más frecuentes las alusiones taurinas. E n
Prendimiento de AntoñHo el Cambono, el recuerdo de la
fiesta de toros es evidente, no sólo en el asunto, sino en
imágenes y metáforas.
(1) Signario. Madrid, 1923, pág. 12.
m
JOSÉ
MARÍA
DE
cúSsio
Antonio Torres Heredia,
iiijo y meto de Camborios,
con una vara de mimbre.
Va a Sevilla a ver los toros.
Moreno de. verde luna
^ anda despacio y , garboso,
sus empavonados bucles
i© brillan entre loa ojos.
L a imagen procedente de la ñesta surg« magnifica,
como las imágenes siderales en los poemas gongorinos:
, .
'
E l día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y ios arroyos (1).
Y a ú n en el romance de la muerte del propio Camborio vuelve a surgir el recuerdo taurino en estos espléndidos versos:
Guando las estrellas clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales sueñan
verónicas de alhelí,
voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir (2).
Pero el romance en que García Lorca se ha propíuesto
afrontar el tema taurino, corresponde a su bellísimo cuadro dramático Mariana Pineda. E l carácter del romance
se aproxima al de estos gitanos, si bien las exigencias
de la recitación teatral hacen que se desenvuelva en maniera m á s llana, pero nada ha perdido por ello, y , a pesar de su carácter meramente narrativo, sostiene la competencia con el más significado trozo de poesía nueva
en la originalidad y brillantez sugeridoras de las imágenes.
M u y distinto temperamento es el die Gerardo Diego, extremista innovador del criterio poético en la porción creacionista de su obra. Es tentador hablar de este aspecto
(1) Romancero gitano. Madrid, 1928, págs. 78 y 80.
(2) Idem. Madrid, 1928, pág. 86.
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
337
lírico del poeta que, imperturbable, sigue su camino entre censuras y elogios, en la mayor parte de los casos
tan incomprensivos los unos como las otras. Pienso, y
ya lo he indicado, que el creacionismo como tendencia
que hacia 1920 se llamaba ultraísta, es la única que ha
prevalecido de aquel motín, y ello, por la valía indisputable de sus cultivadores, que la han conquistado el respeto,
ya que no la adhesión.
Por curiosa paradoja, este poeta intransigente, en su
fe creadonista, cuando cultiva el modo tradicional, que
cree compatible con el creacionismo, como lo son la prosa y el verso,, es el m á s conceptualista y, en cierto sentido, académico de todos los poetas de su generación, y
aun deliberadamente humano, como el título (y el contenido) de su laureado libro Versos humanos lo prueba.
Claro que no llegó a titularle poesía, humana, en lo que
hubiera habido contradicción con su criterio, tal como se
suele entender el calificativo humano' aplicado a la estética, pero ella es una obra de arte caliente y palpitante
que no desdeña adherencias sentimentales, conceptuales
y de toda laya emocional.
En esta clase de poesía se encuentra ya alguna imagen taurina: tal este terceto de su epístola a Rafael A l berti:
Ciérrales la salida en recio acoso,
como v i a los jinetes andaluces
acorralar al toro temeroso (1).
Hemos ponderado su espléndida elegía a la muerte
de Joselito, y hemos citado una referencia de un artículo taurino. Prueba ello su afición a la parte visual de
la fiesta, en la que sabe descubrir valores estéticos muy
dignos de estima. Por ello, no extraña que su verso se
halla empleado en nuestro tema con frecuencia.
Citaré sus Largas de Rafael el Gallo, en las que condensa todo el garbo y la gracia de la más suelta y vistosa de las suertes: la larga cordobesa,
(1) Verso y Prosa. Murcia, 1927, núm. 2.
UJ» TORO» - 28
338
•
•' '•
JOSE
MARIA
larga como una promesa
DE
.
río largo, río fiel... •
COSS10
,•
;
.. ; r"
o la larga afarolada,
que te espía
la gitana escarolada y bravia, : , / r
para copiarte el revueio» '
. , • •••
' d e t u capoto a la espalda,
v
y salpicarse hasta el pelo
. .. . ;
los volantes'de la falda,
• . i ¡i: ,
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• -•:
o las demás largas,
;
s;d •
r ,
-
:
siempre a punta de capotf,
a hilvanar bien el derrote
contra^ el pliegue- timonel (1). „' i .,
? Debo a su preciadísima amistad las primicias de unas
deliciosas seguidillas taurinas, Torerillo en Triancij en
las que el perfecto primor se filia en las seguidillas .del
Guadalquivir que Lope de Vega incluyera en algunas de
sus comedias. L a generadora de todas las de esta bellísima composición de Gerardo Diego, creo que es aquella deliciosa de Amar, servir y esperar:' •
•v
Eío de Sevilla,
. . . .
i quién te pasase
'
sin que" lá m i servilla
se me mojase 1
E l "propósito me parece plenamente logrado, y la composición, una de las más bellas con que. contará, a partir
de la publicación de este libro, la poesía de toros.
Gerardo ^.ego es natural del Norte de España, y a
ello creo que se debe que su sentimiento, de la fiesta taurina sea,, si- menos ágil,, bullanguero y colorista que en
los poetas meridionales, mucho más penetrante y revelador de su verdadero carácter y, sobre todo,, más alumbrador de sus calidadas universales: el andaluz, con res(1) Papel de Alelmjá*. Huclva, .1927, núm. 4.
•
LOS fOÉOS ÉN LA POÉSÍA CASTELLANA
889
pecto a los toros, siempre está demasiado cerca de las
anécdotas.
Andaluz y del m á s auténtico ángel es Rafael Alberti,
que de la fiesta de toros tienel una visión tan lejana de
la andaluza aludida en el anterior párrafo,, como personal y remota de toda concepción tradicional o realista.
Como de Guillén, como de Lorca, como de Diego, es aventurado formular u n juicio valorativo que no sea provisional. L a labor de cualquiera de ellos es ya suficiente
para asegurarles un lugar de honor en la poesía española, mas su constante renovación, su perpetuo tanteo de
nuevas formas y de nuevos rumbos, hace que el juicio
quede suspenso, en espera siempre de nuevos libros que
no han de hacer variar el concepto formado del cuanto
de su valía, pero sí del cómo.
A ninguno de los poetas citados cuadra esta observación como a Alberti. Comenzó haciendo! canciones musicales de tipo popular en sus dos primeros libros Marinero en tierra y L a amante, ciclo que parece cerrado con su
reciente libro E l alba del alhelí. Su popularismo, si tiene
parentesco en la intención con el de Lorca, no le tiene en
el procedimiento, n i en el carácter. N o solamente me refiero a las diferencias notorias de temperamento (en Lorca domina el garbo; en Alberti, la gracia poética), sino
a lo m á s esencial de las canciones mismas. Lorca, cuando se acerca al popularismo,, lo suele hacer directamente, injertando sus motivos tal como los aprende en el
pueblo; Alberti, para decirlo en una frase expresiva,
lo popular se lo inventa todo, lo contrahace con un refinamiento admirable, claro que con todos los riesgos del
amaneramiento, pero también con todas las ventajas del
acierto personal perdurable. Sus mismos temas son absolutamente originales, y por él está llena la joven literatura, en sus cultivadores menos personales, de barcos,
banderas y marineros. Sus modelos no son del momento contemporáneo; deben buscarse entre los gustosos poetas semipopulares del siglo X V I , y por citar un nombre,
que no ha sonado como debía entre sus antecedentes, y
que resume todos éstos a que me refiero, diré el de
Gil Vicente, el de las alegóricas barcas.
340
JOSÉ
MARÍA
DE
COSSJO
Tras esta primera manera, y coincidiendo con el homenaje del centenario de Góngora, ha hecho poesía en
arte mayor barroca y preocupada de todos los problemas formales, resueltos con una perfección y dominio
que, aun solc teniendo estas cualidades die relieve, serían bastantes a una estimación decisiva.
Su último libro Sobre los ángeles, reacciona contra estas preocupaciones de orden formal, y con libertad, que
no excluye el rigor de lo íntimamente retórico, adquiere su poesía u n v u d o y una profundidad que hay que
atreverse a darles su verdadero nombre de trascendentales.
Entre las poesías de ésa que hemos llamado primera
manera, no abundan! las alusiones taurinas, aunque, con
ciertas restricciones, a ella pertenecen piezas taurinas las
más características del poeta. E n todo su primer libro,
Marinero en tierra, tan sólo he dado con esta imagen,
poco significativa para nuestra intención:
Eecuérdame en alta mar,
amiga, cuando te vayas
y no vuelvas.
Cuando la tormenta amiga,
clave un rejón en la vela... (1)
Dentro de este mismo modo popular encuentro este
cantar en su libro recientísimo E l alba del alhelí;
Por tienes olivares
y toros d© lidia fieros,
murmuran los ganaderos
que yo no vengo por t i ,
que vengo por tus dineros (2).
A l mismo libro corresponden, a m á s de la examinada poesía "Jose^to 611 su gloria", las dos deliciosas "Seguidillas a una extranjera", y "Chuflillas", del N i ñ o de
la Palma (3),
(1) Marinero en tierra. Madrid, 1925, pág. 87.
(2) El Alba del alhelí. Santander, 1928, pág. 87.
(3) Idem. Santander, 1928, págs. 124 y 126.
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
341
E n lasl seguidillas sabe aliar la más refinada creación poética, sin m á s referencia real que ei susto de la
espectadora en la fiesta, con los acentos más llanos y
sabrosamente populares. Así, de los primeros,
¿ P o r qué ooultas la cara
tras la mantilla
y rueda por el ruedo
tu gargantilla?
-
¿Y por qué de la gloria
baja y se ©leva,
a caballo, un arcángel
que ae la lleva?
y de los segundos.
Todos los torerillos
que bay en Sevilla,
te arrojaron, al verte,
la monteri'lla.
Muerta de los caireles
ven, que de amores
pretenden requerirte
los matadores.
E n las chuflillas del Niño de la Palma destaca, sobre
todo, su facultad die crearse lo popplar con los elementos m á s refinadamente poéticos. Toda esta pieza es un
prodigio de primor, de gracia poética y de finura.
. A su manera m á s ampulosa y barroca corresponden sus
dos piezas Palco y Corrida de toros. L a primera, que viene a .ser como una ampliación de las seguidillas, mudado
el tono y esfumado el pretexto humano hasta vaguedades sugeridoras irreductibles a argumento; todo ello, en
el más recortado; perfecto y definido verso. Dicho de un
modo abultado e inexacto, pero revelador, éste y todos
los poemas de su tipo vienen a ser la inscripción del
más brumoso y sugeridor simbolismo en el verso m á s
gongorino y metálico. He aquí una muestra de Palco ( i ) :
(1) Cal y canto. Madrid, 1929, pág. 47.
842
JOSE
MARIA
D E COSSIO
Gacela sin fanal, cruz sin faroles,
del cielo a t i , una escala: los toreros,
los flébiles heridos girasoles,
la sincopada sangre, ya intranquila,
y confinando el mar do los sombreros
la lluvia en las barandas de Manila.
A l mismo tipo corresponde su Corrida de toros; nunca una visión m á s original del espectáculo se ha vertido
al verso castellano.
Aspectos m á s realistas de él le han solicitado a veces,
y en poema del tipo de los examinados, los espléndidos
tercetos "jinete de jaspe", encontramos esta sugestión taurina en que eficacísimamente se evoca el desembocar caudaloso d'e los ríos andaluces:
Caracolea e l sol, y entran los ríos,
empapados de toros y pinares
embistiendo las barcas y navios (1).
He hablado de Femando Villalón en otro lugar. N o
sólo las visiones del toro en la libertad del campo le han
solicitado, sino otros temas relacionados con la fiesta. Su
último libro' que he citado en otro lugar, Romances
del 800, abunda en poesías de temas taurinos. E n su
discurrir por el siglo X I X pintoresco las fiestas de toros
le han salido al paso reiteradamente, y unas veces remoza el toreo arqueológico con sentido bien distinto del
empleado por los poetas postrubenianos y con eficacia
poética muy superior, como en su romance 801 {Pepe7 riUo), y otras evoca conmoví damente recuerdos de su
juventud de aficionado, contaminando su propio acento
con el de los romances populares tan poco diferente de
él, como en él romance 894 { E l Espartero). Libro y poesía tan considerables, que, por sólo alguno de esos romances, merece Villalón puesto destacadísimo entre los
nuevos poetas.
Finalmente, Adriano del Valle, apasionado ultraísta y
(1) Cal y canto. Madrid, 1929, pág. 43,
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
843
hoy poeta entusiasta de las más selectas corrientes,, ha
hecho también su Poema de los toros ( i ) . Bien merece
un lugar junto a los buenos versos que haya inspirado
la fiesta.
(1) Papel de Aleluyas. Huelva, 1927, núm 2.
XXIX
TONADILLAS TAURINAS
Dedicaré este capítulo, que no ha de ser precisamente
el m á s extenso de esta monografía, a hacer algunas i n dicaciones sobre las tonadillas y canciones que han adbptado con frecuencia el tema taurino. Ser materia, creo
que nunca tratada con vista exclusiva a nuestro asunto, podía ser causa de prolongarlo a poco esfuerzo de
mi parte, mas esta misma consideración obliga a mí
probidad a la moderación. Camino desbrozadlo, en el que
se tienen a la vista límites y piedras leguarias, es fácil
y de poco riesgo el recorrerle: en sendero inexplorado, si cada paso es una conquista, es asimismo un peligro de yerro. Explorar con conciiencia el género que va
a ocupamos, para tan sólo asegurar las principales líneas, ha sido labor que ha empleado los conocimientos y
la atención de D . José Subirá, que ha escrito recientísimamemte una voluminosa monografía sobre este tema ( i ) .
L a historia á e la tonadilla correspondb aún m á s a la
de la música, que a la literaria. L a poesía aquí sólo es
auxiliar, y no el m á s esencial, de música, histrionismo y
juegos escénicos.
Su aspecto musical ha sido estudiado por varios tratadistas, y aquí sólo puedo hacer referirme a ello. Quizá el estudio más importante, aparte el definitivo, de
Subirá, citado, sea el de Rafael Mítjana, en la Encyclopédie de la m u s i q ü e , de Lavignac. Asimismo son muy
(1) José Subirá. La tonadilla escénica. Dos tomos? hasta ahora. Madrid, 1928 y 1929?
846
JOSE
MARIA
DE
COSSIO
de considerar las indicaciones de Adolfo Salazar en su
estudio sobre L a música española en tiempos de Goya ( i ) .
Por lo que hace a su aspecto literario, Cotarelo la asigna como ascendiente m á s inmediato la jácara (2), Y a en
el siglo X V I I se llamó tonadilla a la música que servía
para bailar en el teatro. Así, pues, si bien en el siglo X V I I I esta especie de intennedio logró su mayor
prosperidad, ya en el siglo anterior era conocida y practicada. Parece ser que la jácara había descendido en su
carácter literario hasta ser sus temas exclusivamente r u fianescos. Pero la tonadilla, eme en el siglo X V I I es un
elemento del entremés o del baííe, cobra vida y carácter
independientes en el X V I I I como reacción, no sólo 'contra modas y costumbres extranjerizadas, sino asimismo,
contra la música, especialmente italiana, oue, favorecida
por los Borbones, era la predilecta del público de mejor
tono1. E l género com'enza a inflar su argumento, y ya no
son sólo las s&guidillas rituales las que le constituven,
sino tonadillas de a dos, a tres, y hasta más personaies,
viniendo a ser como un embrión de zarzuela, o^ saínete
comprimido con su parte de canto. Cierto que la acción
suele ser breve e intrascendente, mas la intención dramática y el carácter costumbrista las centran plenamente en el arte que inspira Talía.
,
Habiéndose desarrollado el género, según• he indicado: como reacción nacionalista, nada tiene de extraño
que se contaminaran pronto con nuestro tema,, de siempre considerado como áp'ce de lo castizo. Por esto mismo, los nersonaies de ellas no van a ser los toreadores
distinguidos de Calderón o de Quiñones , de B en avente,
sino los maios y chisoeros a lo don P a m ó n de la ..Cruz,
v los toreros, orocedentes de las clases populares, oue
entonces sostenían asalariados la fiesta de toros.. Puede
decirse, como resumen, que los tipos y caracteres creados por don P a m ó n de la Cruz para sus saínetes pa(1) Revista de Occidente. Tomo VT. vAff. 334:fT928).
(2) Colección de entremeses, loas. Madrid, 1911, péph
CCLXXXVII.
^
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
847
san a ser los protagonistas constantes de las tonadillas
taurinas.
Prueba la rapidez con que se contaminaron con nuestro tema, que ya en el período de formación del género, en 1756, es decir, antes de que Misón le fijara d'e
un modo definitivo, encontramos en una tonadilla epilogal de un "saínete con violines y trompas", que se titula
E l poeta en el ensayo, esta letra taurina:
Ah. toro, torillo. (Representa.)
Is, toma, is, toma.
Ven acá peluquero. (Canta.)
Pone banderillas
en el cerviguillo.
Corre, corre, que es de Malpica.
Todos le piden cola
y con gran maña,
le deja muerto
de una estocada.
Y lo que sigue y antecede, que no supera a lo transcrito en primor literario.
Como el lucimiento de las gracias femeninas debió ser
siempre causa capital de la creación y subsistencia del
género, como lo es de la boga del que las ha sucedido,
suele acaparar el papel de protagonista el sexo bello. Si
intervienen hombres, es sólo como comparsas o acompañamiento. Por eso-, el tipo de la protagonista se repite
en las de asuntó taurino hasta la monotonía; siempre
es una maja, y aun la misma maja. Suele encarecer sus
prendas, y suele ser objeto del amoroso anhelo de un
torero o majo, y a más de otro sujeto, siempre muy don
Ramón de la Cruz, chispero, abate! o petrimetre.
La maja es la legendaria, bravia ardiente^ decidida y
despreocupada:
Yo soy una maja
de r e c h u p e t ó n ;
de estas de cigarro,
puñal y rejóri.
3á8
JOSE
MARIA
DE
COSSIO
Así se define una de la tonadilla Los majas de los toros ( i ) . Otra dice semejantemente, pero, a mi ver, con
expresiva gracia en los aumentativos:
Yo soy la majota
de rechupetón.
E s t á maja feroz e intratable recuerda la concepción
de lo atractivo femenino en todas las artes primitivas.
M á s que a otra cosa, recuerda este tipo los de las feroces serranas, recias y hombrunas como la de la Vera,
de la poesía popular, o las que encontrara el Arcipreste
de H i t a en sus correrías, que tan pronto- le proponían
una lucha, como cargaban con él tal que si fuera zurrón
liviano. Tales temibles hembras, convertidas ahora en
heroínas de las pelamesas de barrio cortesano1, suelen narrar sus amores con un majo o torero, o bien darle celos, si el caso llega, con el primero que topan en el Prado, hasta que, vuelto el torero de su acuerdo, burlan
del reciente cortejo para terminar indefectiblemente con
la tonadilla ritual, unas seguidillas de intención satírica,
por regla general, que es el punto más chistoso de la
pieza.
E l torero suele estar tratado en caricatura:
Yo soy un torerito
tan valentazo,
que de ci'en estocadas
un toro mato.
Esta corrida
al embolado he puesto
dos banderillas.
(1) Esta, como las demás tonadillas sobre que fundó la
idea que de ellas me he formado, se conservan manuscritas en la Biblioteca Municipal de Madrid, merced al celo
de don Carlos Cambronero, que las trasladó, con otra
multitud de piezas de análogo carácter, de los archivos de
los viejos teatros de la corte. Me complazco en manifestar
aquí mi gratitud al actual jefe de dicha Biblioteca, el ilustre poeta Manuel Machado, que me ha facilitado copias con
la mayor amabilidad y diligencia.
LOS TOROS ÉN LA POESIA CASTELLANA
o bien :
Yo soy, como es notorio,
un gran torero
que só matar un toro
después de muerCo.
Sólo cuando el torero es el pireferído de la maja, su
retrato, aunque excesivo, está hecho sin intención de ponerle en ridículo:
Quien quiera ver torero
de fantasía,
aquí está este buen mozo
de Andalucía.
Esta sí que es pierna,
este sí que es cuerpo,
vea usted qué fachenda
y qué paseo.
E l movimiento- dramático' se trunca en cuanto llega a
sazón de suceso emocionante} riña, pendencia o reconciliación, e inmediatamente surgen las seguidillas. Véanse
algunas, y esta primera con la intención satírica m á s corriente en nuestro tema:
A l fin después, amigos,
de alguna riza
se llevó el susodicho
la susodicha.
Cuidado, amigos,
que en los toros se corren
muchos novillos.
Las más de las veces la tonadilla se resuelve en forma dialogada:
—-¿Quién en día de toros
no está contento?
— E l que está sin un cuarto
y quiere verlos.
—¿Quién mete en los tendidos
m á s gritería?
— E l que tiene la bota
bien prevenida.
850
¿OSE
MARÍA
ÚE
cossio
— ¿ A q u é toros toreas
con m á s cuidado?
— A aquellos parecidos
a los qu© hay mansos.
E n algún caso, como en la tonadilla a tres E l torero,
la maja y el petrimetre, a las seguidillas, las sustituye
una pantomina taurina.
E n las que he examinado del siglo X V I I I son dignísimas de atención las formas métricas. E l ritmo predominante es el de la seguidilla; pero se entreveran otros
elementos rítmicos dignos de atención, tanto por su i n terés! sustantivo como por la fuente semipopular de que
entiendo proceden.
Hasta bien entrado el siglo X I X , debieron persistir
estos tipos de tonadilla. Cuando, según los datos que poseo, aparecen con el nombre de canciones, la variación
de su forma y de su carácter ha sido pequeña, y a ú n
aparecen canciones para dos y para tres, como era uso
en el género.
Una tendencia aparece, antes de mediado el siglo, que
influye poderosamente en el desarrollo de estas canciones, y principalmente, en su aspecto literario. L a sensibilidad orientada hacia lo pintoresco encontró chiste en
el remedo del habla popular andaluza, y tal afición encontró en verso su realización m á s feliz en las Poesías
andaluzas, del fecundo dramaturgo malagueño don T o más Rodríguez Rubí. Su popularidad fué grande, hasta
tener que reimprimirse a poco de su primera publicación
en 1845. No fué del todo inmerecido tal honor, pues parte de estas poesías, tales como las tituladas L a venta del
jaco. L a aventura nocturna y Votos y juramentos, tienen verdadera propiedad y gracia en el remedo de las
variantes, especialmente fonéticas, del hablar de los andaluces. Este acento fué, n i m á s n i menos, el que convino después a todas las producciones qus he llamado andalucistas, y que por muchos se llaman flamencas.
N o es indiferente para nuestro caracterizar la canción
taurina hacer constar que el propio Rodríguez Rubí las
compuso. Sirva de ejemplo la primera estrofa de la tí-
LOS TOROS EN LÁ POESIA CASTELLANA
861
tulada E l torero, a la que puso música, como a otras muchas, el maestro Iradier:
A m a t á me está yamando
el timbal y el trompetín,
y hasta er bicho berreando
me está isiendo, «qui'ó morí».
¡ Pataleta 1
E l estoque y la muleta,
que la res me está esperando
con la testa arremangá (1).
Aunque parece innecesario, quiero advertir que esta
poesía nada tiene que ver con la popular, pues hasta los
estribillos que muchas veces usan suelen ser de la i n ventiva de los autores.
E n esta canción se inclina el carácter al de parodia
taurina que hemos visto en una tonadilla del X V I I I . Parece clara la intención del explicativo comentoi de la letra -de la canción.Véase el comienzo de otra original de A . Azcona y
titulada E l oanderillero;
Cuatro dedos de capote
bastan solo a sujetar;
cuando el bicho es formalote
se le debe trastear... (2)
Otras veces,, la forma de reproducir y recordar los
lances de la lidia se hace por medio de admonición y jaleamiento, como1 en esta Jota del Chiclanero (3):
Oiga usté, señor PaqüTro,
dígale usté al Chiclanero,
que para matar un toro
no sea tan pinturero.
(1) Iradier. El torero, canción andaluza. París, s. a.
(2) Iradier. El banderillero, canción andaluza. Barcelona, s. a.
(3) Iradier. Jota tfel Chiclanero, cantada por madame
Bossio, madame Didier, Ronconi, Belarte y otros artistas
célebres. Madrid, s. a.
^52
JÓSE
MARÍA
DE
cossio
¡Vaya un recorte bonitoI
1 Vaya un capeo, salero 1
1 Vaya un quiebro, señor Montes I
¡ Vaya un torear, - caballeros !
E n otras ocasiones la canción trata, de reproducir el
tumulto y alegría de la plaza, como en esta de don José
Gutiérrez del Alba, autor también de la afíterior, titulada E n los toros ( i ) .
\
¡Agua y panales
pa los chavales!
) Las aveyanas!
¿ Quién tiene ganas ?
i Güenos coníltes!
¡ E r de las gafas,
que se las quite!
N o faltan los elogios vehementes a la fiesta, como en
la canción, Los toros en Sevilla (2), en que su autor, don
Eugenio Sánchez de Fuentes, logra el record en el exceso del uso de términos andaluces con mezcla de caló,
de pésimo gusto:
ViVa la plasa e Seviya,
que aquí está er suelo andalús,
¡ Sor de soles!
j A los toros, caracoles !
Vente, Paca,
que las janeas e m i jaca
se han jecho para t i , ¡ churrú !
(1) En los toros. Canción andaluza compuesta por don
M. Sanz. Madrid, s. a.
(2) Los toros, en Sevilla. Canción andaluza compuesta,
con acompañamiento de guitarra, por don M. Sanz. Madrid, s.. a.
No son éstas las únicas canciones de que tengo conocimiento, pero para mi propósito me han parecido suficientes las citadas, ya que el estudio de las demás en nada
modifica el carácter que las he asignado. En las bibliografías citadas de Carmena y Millán pueden verse algunas más.
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
a58
¿Ves esos bichos, morena,
con tanto jumo y poer?
Cuénlalos; tantas ivisas
a tus pinreles pondré.
i*
«
A los que estén familiarizados con el ambiente de las
colecciones taurinas estas canciones han de traerles a la
memoria las estampas de calañés y chaquetilla guinda,
características de aquella torería, y hoy ya arqueología
flamenca. Tal gusto llena toda la segunda mitad del siglo X I X , y hace del ambiente taurino algo repulsivo, al
menos para los que profesan otros gustos, y aun disfrutando en la fiesta de toros no se avienen a ser personajes de una pandereta, de las que aún compran los extranjeros como recuerdo de Sevilla.
Superfino para los lectores del día parece hablar iie
las canciones contemporáneas. E l couplé, que a veces
se gusta llamar a lo castizo ionadillai, invade la escena
y es espectáculo familiar para todo lector. E l gusto por
el andalucismo ha decaído completamente, y apenas tiene éxito en cuadros de cantaores flamencos, también en
franca decadencia como espectáculo.
E n cambio^ el gusto por la época goyesca invade los
tablados, y con mayor o menor acierto arqueológico se
resucitan aquellos vestidos y se imitan . aquellas canciones. Pedro Romero, Goya, las majas del Avapiés o M a ravillas, son personajes familiares a todos los espectadores de teatros ínfimos.
L a tragedia taurina contemporánea, enfocada de un
modo sentimental y patético, triunfa también merced
al gesto y arte de eximias tonadilleras. E l ambiente taurino, que no es hoy el del •flamenco fanfarrón, proporciona esto® temas mucho más humanos y atractivos. Sirva de ejemplo reiterado1, y alguna vez no sin acierto, el
del luchador que desde las más bajas capas sociales logra con su decisión y arte el triunfo, y con él, la r i queza y la estimación social, para todo caer una tarde
aciaga en la lucha del circo. Los nombres de Pastora I m perio, caracterizando las majas que tanto dieron que hacer a Napoleón, según el tópico1 patriótico, o el de Ratos
TOHOS - 23
354
JOSE
MARIA
DE
COSSIO
quel Meller llorando la luctuosa narración de E l Relicario, creo que son suficientemente característicos de estas
tendencias.
N o falta, además, la nota patriótica en la que el color de la arena y de la sangre suele jugar capital papel.
Las canciones de este carácter entiendo que son producto de una contaminación de nuestras tonadillas castizas y d couplé francés. De las primeras ha tomado1 el
carácter, aquí taurino, y del couplé la forma narrativa
que hace de él una breve poesía de tipo novelesco o le1
gendario. Así, el carácter dramático que notábamos en
las tonadillas del siglo X V I I T ha desaparecido, y, en
cambio, predomina el tono lírico.
L o capital, con todo, en la suerte de estas canciones
es la música y, a ú n más, la gracia, remango^ y garabato
de la tonadillera, motor esencial del éxito.
XXX
LOS TOROS EN LOS CANTARES
POPULARES (1)
Creo que ha quedado dicho m á s atrás que la colecta
é t versos líricos populares fué tan escasa en pasadas épocas como es hoy abundante. Salvo, acaso, los romances,
de todos los géneros, el m á s favorecido ha sido el de
los cantares, a cuya recolección se han aplicado no' sólo
folkloristas profesionales, sino simples aficionados, que
de estas investigaciones han hecho deporte.
Merced a todos, poseemos excelentes colecciones que
engañosamente parecen haber agotado el caudal de éstas por los portugueses llamadas cuadras, y que no suelen tener otro interés que el sustantivo de su valor poético, pues formas métricas más complicadas que serían
útilísimas para el estudio de los orígenes de nuestra lí(í) Doy aquí la nota de las colecciones de cantares populares que he manejado para escribir este capítulo.
Fernán Caballero. El refranero del campo y Poesías
populares, lomos XV y X V I de Obras completas en la
Colección de Escritores castellanos. Madrid, 1924.
Emilio Lafuente Alcántara. Cancionero popular. Dos tomos. Madrid, 1865,
Francisco Rodríguez Marín. Canlos_ españoles, ordenados e ilustrados por .... Sevilla. Cinco tomos. En el I I I
y I V hay cantares taurinos, y son de los años 1882 y 1883.
Narciso Alonso Cortés. Cantares populares de Castilla.
Extr. de la Hevue Hispanique, 1914.
Rafael Guerrero. Colección completa de cantares. Barcelona, 1911. (8.a edición).
Dámaso Ledesma. Cancionero Salmantino. Madrid, 1907.
86Ó
JOSE
MARIA
DE
COSSÍO
rica, apenas sé encuentran en las citadas colecciones, y
son cada vez m á s raras en la tradición oral.
De estos cantares los hay de tema taurino, mas recorridas atentamente las colecciones,, tan opulentas algunas, sorprende el número relativamente escaso de ellos,
y más si se considera lo frecuente que es oír cantares
taurinos en boca del pueblo, especialmente de las ciudades. Puede haber influido en este fenómeno la falta de
interés por tal tema en los colectores, pero creo que es
otra la razón decisiva. L a fuente de estas colecciones
suele ser el campo, y precisamente en el campo y en
las aldeas la fiesta de toros como espectáculo és donde
menos popularidad alcanza. Añádase que los cantares
más. genuinamente taurinos suelen tener por ocasión y
argumento alguna hazaña torera o la aelebridad de algún diestro famoso, casos efímeros de los que, pasada
la actualidad, nadie vuelve a acordarse.
Esta última observación cuadra tanto como a los cantares,, y aún más, a los romances contenidos en pliegos
de cordel, que lamentan desgracias en el coso taurino
acaecidas, y que comparten la atención de los rapsodas
callejeros con los que narran crímenes o acciones de
bandoleros, en ferias, romerías y otros festeijos populares.
Es curiosa otra observación que conviene en bloque
a toda esta poesía popular: la de que, proporcionalmente, no son las colecciones andaluzas las que mayor n ú rrusro de cantares taurinos contienen y que, desde luego, es el cante flamenco, donde abundan menos. Esta
aparente paradoja tiene una explicación sencilla. Aparte
ser el cante jondo la m á s subjetiva y líricamente egoísta
de todas las manifestaciones populares de arte, es natural que se interese menos en casos taurinos como espectáculo, ya que, al fin y al cabo, se trata de cosas adyacentes y familiares al flamenco, pues flamenquismo y
torería vienen a ser como género y especie. L o que en
el pueblo es casó' singular y extraño y, por tanto, propio para fijar la atención, es para el flamenco acaecimiento natural y cotidiano. L a improvisación, por otra
parte, que es característica de este arte, estorba tam-
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
36T
bién-la conservadóiíi de estos cantares, que sólo en casos- exeepcionalmente felices llegan a conseguir la perpietuación de la escritura.
Quede, pues, sentado que no es en la poesía m á s genuinamente popular donde hemos de encontrar abundante filón de cantares taurinos, sino en la poesía del
vulgo ciudadano, contaminada de influencias zarzueleras.
Esto, por lo que hace a cantares directamente taurinos.
Pero el tema n ó se ha explotado así tan sólo, sino
que, como en la poesía erudita, las formas han sido
diversas. Las más interesantes poéticamente acaso sean
ías metátoras o alegorías deducidas de circunstancias de
la lidia, y de éstas sí se encuentran en el campo'. E n
la coiección de F e r n á n Caballero,, la dulce novelista tan
amiga de nuestras costumbres populares, encontramos ya
este lindo cantar:
Es t u querer como el toro,
que adonde le llaman v a ;
el mío es como la piedra,
donde le ponen se está.
E l conde de las Navas transcribe este otro, delicioso:
Como los toriyos bravos
tienes, gitana, el arranque;
sólo te acuerdas de m í
cuando me tienes delante.
En la colección de Rodríguez Marín encuentro estos
dos, entre otros m á s :
-
"
T u querer es como el toro
cuando se encuentra én la plaza,
que como se ve heridito
quiere tomar la venganza.
Tú me estás dando lugar
a que eche la capa al toro,
y que tire de l á capa
y que se descubra todo.
m
JOSE
MARIA
DE COSSIO
N o es desconocida esta especie de cantares en Castilla. E n la copiosa colección de Alonso Cortés encontramos estos:
Con la capa el torero
maneja al bicho;
y la mujer al hombre
con su abanico.
A m í no me mata el toro
ni tampoco los toreros,
pero me mata una niña
que tiene los ójos negros.
Cantares de este tipo no es difícil encontrar en poetas
letrados que han gustado contrahacer el tono popular; a l gunos de este género, de los que figuran en las colecciones, acaso tengan tal origen. M á s característicamente populares son otros en que se afronta el espectáculo taurino m á s directamente, sin complicaciones metafóricas.
Así es inconfundiBle el tono ingenuo de este cantar, que
encuentro en una colección aragonesa:
Corre, que te pilla el toro,
la capa, y no tienes otra,
y el domingo te dirán
el de la oapita rota.
Y a ú n m á s desinteresadamente taurino, el siguiente
recogido en esta montaña castellana:
Corre, que te pilla el toro,
échale, majo, la capa,
súbete, niña, al tablero,
que si te coge te mata.
En el Cancionero salmantino, de don D á m a s o Ledesma, encuentro los siguientes, cuyo sabor rústico no es
preciso subrayar.
E l toro de Aldeavila:
Toreru, tira la capa,
toreru, tira el capotí,
toreru, fira la capa,
mira que el toro te coji.
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
86»
E l toro de M í e z a :
E l torito de este año
ya lo tienen ajustado,
que lo ajustaron de noche, ;
por eso dicen qüe es bravo.
E l toro Pendón, de Villar de los Alamos :
Ya murió él toro Pencfón,
Jesús y qué desconsuelo,
al ver la sangre cuajada
derramada por el suelo.
E l toro de KTatilla:
•
Aquí, torito valiente,
y aquí, torito galán,
yo soy el de la otra tarde,
acábame :de matar.
E n la colección de don Emilio Lafuente Alcántara
encontramos esta seguidilla de indudable tono popular:
—¿ Quién te h;zo esas medias,
ri'co torero?
—Me ias hizo m i novia
por el dinero.
Aunque no tan sencillo, se compadece, bien con el carácter brusco del festejo, este cantar andaluz:
Más quisiera en una plaza
un toro bravo esperar,
que no una mujer que diga:
«¡ qué cuidado se me d a ! »
Y aún mejor, esta soleariya fhmenea:
A los árboles blandeo,
a un toro bravo lo amanso,
y a t i , gitana, no pueo.
Las alusiones epigramáticas que hemos considerado en
la poesía culta han encontrado campo abonado en el desenfado popular y creado una copiosa producción, qua for^
ma género aparte.
9m
JOSE
MARIA
DE COSSIO
E l tema es siempre el mismo del marido Burlado, y
su desarrollo, peca de monótono, pudiendoi reducirse estos cantares a pocos tipos de que venamos ejemplos:
Compadre, yo he visto un toro
en la plaza de Jerez;
compadre, si'usté lo viera.
Todo se parece a usté.
M i marido en los toros
bien se divierte,
cada uno se alegra
de ver su gente.
A ú n copiaré alguna variante más feliz:
E n la plaza de los toros
una, mujer di ó un chiyío,
porque un toro que salió
le pareció su mano.
„.„::: i
j.,
E n un día de toros
dijo un m a r í o :
.por no tener un cuarto
me hallo corrió;
y así no quiero
ir a ver mis parientes
., sin el dinero.
,
-
E n casos, el sarcasmo está^ no sólo como1 hemos visto
en pasados ejemplos en boca de la mujer, sino con el
desagradable humorismo de dirigirlo al hijo. V . gr.:
'
Lloraba un niño en la cuna,
y su madre "le decía:
—«Calla, que te coge el toro»,
y era el padre que venía.
He aquí, finaímenta, el mismo rasgo1 satírico que hemos considerado en Bances Candamo y Arriaza:
ÍV'
;
:- -,
.- .
,
A los toros corriendo
van con gran priesa
muchos que merecían
que les corrieran.
LOS TOROS EN LA POESIA CASTELLANA
36i:
Tal vez va al lado
quien les hace la gracia
de convid/ados.
Los cantares conmemorativos de sucesos y desgracias
taurinos abundan menos, como he indicado, en las co^
lecciones que en la boca del pueblo, especialmente ciudadano.
N o son desconocidos en el cante flamenco, y unas 'veces logran patética eficacia por su misma sencillez y l i sura, como en este caso:
I Ay qué pena y qué, dolor!
que se ha muerto el Chiclanero
siendo el torero mejor.
y otras, las más desgarrada gracia por su ingenuo y d i recto humorismo:
I Vaya dos cosas juncales!
L a nariz del Chiclanero,
las patillas de Corrales.
.
-
Toda especie de circunstancias referentes a los toreros
ha encontrado eco en algún cantar, y en ocasiones el
elogio del torero se extiende a lugares y personas adyacentes. Transcribiré algunos cantares de este género, poéticamente el menos interesante, aunque no el menos pintoresco:
Adiós, barrio de la viña,
plazuela der Mentidero,
donde para Booanegm
con toítos sus toreros.
Ya está el torico en la plaza
que parece un pajari'co,
el Eeverte lo tarea
y lo mata Lagartijo.
Lagartijo terie un hijo
que se quiere meter fraile,
y en Valencia le reclaman
torero como su padre.
. ,
?62
JOSE
MARIA
DE COSSIO
Queda asimismo transcrito este cantar divulgadísimó,
en el que los entusiasmos taurinos y liberales de nuestros abuelos se fundían a la sombra de un cantar: "
LJ7!"I
Para sabio Salomón,
^ ¡ Paquiro para torero,
para gobernar a E s p a ñ a
don Baldomero Espartero.
.: : %
Otra manifestación folklórica, y de las m á s características, la de adivinanzas, ha incluido entre los sujetos de
de su ingenioso inquirir el toro. Sólo conozco una que
transcribe F e r n á n Caballero, en su Refranero del campo,
con esa solución, y dice:
Dos torres altas,
dos miradores,
un quitamoscas
y cuatro andadores.
No es acaso de las más ingeniosas, pero no he querido prescindir de su mención en este pequeño mosaico de
poesía popular.
Sabido mi propósito de no ocuparme en esta monografía sino lo indispensable de literatura exclusivamente
taurina, he de conformarme ahora con una somera i n dicación de los versos contenidos en pliégos de cordel
que versan generalmente desgracias taurinas, soslayando
entrar en un estudio circunstanciado de ellos que, sobrej
no tener interés para la poesía, requeriría él sólo una
monografía y no breve.
N o es rigurosamente exacto llamar popular a esta poesía, si al término popular se le quiere conceder antonomásicamente el sentido de tradicional y comunicable;
cierto que alguna de estas relaciones' ha llegado a apropiárselas el pueblo, mas habiéndolo hecho tan sólo por
lo impresionante de la ocasión que las dió origen, su
prohijamiento siempre fué efímero. Posiblemente rebuscando en la tradición oral llegarían a encontrarse algunas ajenas en su nacimiento al interés comercial del pliego suelto de hogaño, mas el carácter, de la que me atre-r
vo a conjeturar distinta, y que transcribo a continuación^
LOS TOBOS EN LA POESIA CASTELLANA
868
autoriza a suponer que este linaje de romances, si existió, ha de ser del todo diverso de los divulgados en ferias y plazas al lado de hazañas de bandoleros, o crímenes famosos, y mucho m á s próximo a los cantares taurinos de que antes me he ocupado. H e aquí tal r o mance:
E n er Puerto murió er Cándido,
y ayí remató su fin,
le m a t ó un toro de Bornos
por librá a Chiquilin ;
.
y al otro día siguiente
salieron toos los toreros
vestios © negro luto
por la muerte e su maestro.
N o tienen esta sobriedad los aludidos pliegos. F e r n á n
Caballero recogió y publicó uno referente a la muerte
de Pepe-Hillo, que es sobremanera significativo de la
manera de estas composiciones. Pide el anónimo versificador su auxilio al cielo para que le inspire en su relato, y en todo momento busca su consuelo en cristianas
reflexiones de conformidad. L a desgracia le ha conmovido realmente, y ello haría, sin duda, que al público se le
contagiara su dolor.
Este patrón, o canon para tratar tales temas subsiste aún, como he comprobado leyendo recientemente los
que plañían la muerte del desdichado Manolo Granero.
Las formas métricas han evolucionado alcanzando variedades inclasificables que se suelen comprender bajo la
denominación genérica de tangos. Quien pretendiera 'estudiar esta manifestación de literatura taurina, acertaría
agrupando el abundantísimo material por los sucesos a"
que hace referencia. Creo que los grupos m á s importan-.
tes habrían de proporcionarles las muertes^ verdaderamente sensacionales, de Pepe-Hillo, el Espartero, y, modernamente, la de Joselito el Gallo, suceso en que ya
vimos emplearse a la musa erudita.
=
Fuera de mí plan entra asimismo estudiar los innumerables pliegos de aleluyas o grabados con pies m á s o
menos poéticos que impiden .los catálogos bibliográficos
de la fiesta^ así como las vidas de toreros en verso, de-
m
SOSE
MARIA
DE
COSSJÓ
fens^s ocasionales de los toros, etc., que tampoco faltan;
Su interés y alcurnia viene a ser la misma de los r o mances y tangos luctuosos mencionados. Porque sobrepasa en interés literario la habitual medida de estas p ú blicacionés, y puede, por tanto, servir de tasa a las
m á s selectas, me ocuparé brevemente de la que dio a
la luz don Pedro Salanova el a ñ o 1790 (1), ilustrando
el juego die estampas de suertes del toreo de don Antonio Carnicero. L a musa plebeya del poeta, director a
la sazón del Diario de Madrid, en cuyasl columnas dejó
otras muestras de su poco feliz ingenio, lucha por acicalarse y lucir en galas eruditas con gracias e híbrido
resultado de que al par salieron perjudicadas entrambas
vocaciones, plebeya e ilustrada. He aquí escogida al azar
uria de las octavas (no se conformó con menos entonada estrofa) correspondiente a la segunda estampa:
Con sombrero redondo y jaquetilla
firme en estribos de alazán ligero,
llama ©1 jinete a el toro de Castilla
;
que parado aún no embiste al duro acero.
.
• Dos chulos con sombrero y banderilla
le incitan por detrás del caballero;
y el marrajo animal, qui'eto a la suerte,
.-." ;
parece que medita el golpe fuerte.
,
Esto, .como se ve, no es poesía popular n i popularizable, pera sí muestra muy expresiva de los mayores primores de que eran capaces los proveedores de este género de literatura plebeya de que ahóra hemos tratado.
(1) Tauromaquia Hispana, publicada el año 1790 y abofa nuevamente impresa. Madrid, MDCCCXCIV (edición de
docé ejemplares).
INDICE ONOMASTICO
Abderramán I I I , 269.
Almirante de Aragón . (El),
Abeii-Jalaun, 69.
142.
Aeuña (Hernando de), 15.
Alonso (Dámaso), 332.
Alamo Alonso (Manuel), 272. Alonso Cortés (Narciso), 261,
Aficiones. (V. Serna, José
355, 358.
do la).
Alvarez de Villasandino (AlAlanís (Bodrigo), 173.
fonso), 280.
Alarcón (Pedro A.), 266.
Alvarez Quintero (Serafín),
Alas (Leopoldo), 269.
270.
Alberti (Eafael), 292, 319,
Anacreonte, 9.
333, 339, 342, passim.
Andosilla Larramendi (Juan
Alcañices (Marqués de), 172.
do), 172.
Alcázar (Baltasar de), 57,
Anfriso, 156.
59, 119, 239, 240, 241.
Araciel (Ledo.), 172.
Alcibiades, 248.
Arco (duquesa del), 130. Aldana (Francíseo de), 15.
Argensola (Bartolomé J.),
Alemán (Mateo), 69.
100, 103, 112, 189, 221Alenda .(Jerónimo), 68, 182.
328.
Alfay (José de), 152.
Argensola
(Lupercio L , ) ,
109, 112, 114, 221.
Alfonso I I , 17.
Alfonso V. de Ñápeles, 30.
Argote de Molina (Gonzalo)-,
Alfonso V I , 20.
23, 67, 105.
Alfonso Y I I . 2 1 .
Ariosto (Ludovico), 77.
-•
Alfonso ,X, 17, 25.
Artó (Fray-Luis de), 17.
Alfonso X I , 23.
Arizcorreta (?), 237.
~^
Almazán (Marqués de), 142. Arjona (FranGiseo). V . Carchares.
- Almirante de Castilla (El).
(V. Medina do Eíoseco, ^Arjona (Juan de), 84, .-^ ,
Arólas (J. Posé), 79, 254.;; "
..e ^uqu©-dje.^ ;
. x:
INDICE ONOMÁSfiCÚ
Anrambide (Juan Miguel de),
276.
Arriaza (Juan Bautista de).
239, 240, 241, 242, 360.
Artigas (Miguel), 27, 51,
129, 143, 144.
Aspíílcta (Gaspar de), 122.
Aus'-tna (Príncipe Baltasar
L. irlos j , 157, 170, 185.
Austria
(Infante Cardenal
Fernando de), 150.
Austria (Infante, Carlos de),
,,: 176.
"
Áüsfri'a (don Juan de), 91, 93.
Aufcfti ^a (Mariana de), 112,
114. "
Avciniañó (Pedro de), 173.
Avala (Pedro L ó p e z de),
22, 29.
Aza (Vital), 271, 276.
Azcona (A.), 3 5 í .
Azorín, 232, 239, 241, 299.
Raena, (Juan Alfonso de),
30, 31
B^lmiena (Bernardo), 85.
Balmasada (Andrés Carlos
de), 172.
Banees Candamo (Francisco
Antonio), 130, 131, 135,
! 184, 226, 268, 360.
Baroja (Pío), 299.
Barrés (Mauricio), 308, 323.
Barrionueo (Gaspar d'e), 43.
Batres (Alfonso de), 172.
Bejarano de Carvajal (Juan),
173.
Belaleázar (conde de), 204.
Belarte (Buenaventura), 351.
Belmonte (Juan), 299, 300,«
311, 316, 330.
Belmonte B e n n ú d e z (Luis),
41, 42.
Beltrán
Hidalgo
(Diego),
184.
Benegasi y Lujám (Francisco), 147.
Benegasi y Luján (José),
147, 190, 191.
Bergamín (José), 316.
Bernardo de Quirós (Francisco), 159, 161. ;
Bernascone (Ignacio), 213.
Blanchard - Demoange (Paula), 70. ~
Blanquí (Blanco), 172. ; .; •
Blasco (Eusebio), 276..
Bocanegra, 361.
Bocángel y Unzueta (Gabriel de), 149, 150, 151,
152, 153, 156, 163.
Boileau (Nicolás B . ) , 220.
Boíl de Faber (Cecilio). Véase Fernán Caballero.
Bolívar y Guevara (Pedro
de), 172.
Bonilla (Alonso de), 54, 115.
Borja (César), 30.
Borja (Fernando de), .113.
Boscáu (Juan), 118.
Bossío ('?), 351. ..
Boussagol (Gabriel), 250.
Buendía (Kogelio), 331.
Burges (Emilio), 271.
B u t r ó n (Padre), 144.
Caamaño (Angel), 272;
Cabra (Conde de), 142.
Cadalso (José), 130,
225,
226, 228.
Calderón de la Barca (Pe-
imiGE
ONOMASTICO
dro), 105, 150, 173, 174,
175, 346..
Cambroiiero (Carlos), 348.
Ceimoens (Luis de), 37, 160.
Cáncer y Velasco (Jeróni. . mo), 126. 140, 181. ,
Cándido (Jerónimo
José),
242, ,315, 363.
Cánovas del Castillo (Antonio), 196.
Cantillana (Conde de), 150.
Cañero (Antonio), 67.
•Capmany
(Antonio),
227,
247.
Cara-ancha, 299. .
Cárdenas (Diego de), 142.
Cárdenas (Pedro de), 121.
Cardoso (Fernando), 172.
Caricias. (V. Moliné, M i 1 guel).
Carlos I de España, 130.
Carlos I I , 142, 161, 187, 190,
-201.
Carlos. I V , 227, 306, 309.
Carmena v Millán (Luis), 10,
182, 228, 265, 273, 276,
283, 352.
Carnero (Antonio), 173.
Carnicero (Antonio).
Caro (Bodrigo), 12, 59, 60.
Carrére (Emilio), 242, 306,
309, passim.
Carrillo (Alonso), 173.
Carrillo y Sotomayor (Luis),
86.
Cáscales (Francisco), 123.
Casero (Antonio), 272.
Castelar (Emilio), 311.
Castillejo (Cristóbal de), 297.
Castillo (Hernando del), 295.
8¿T
Castillo Solórzano (Alonso
del), 138. •
Castro (Adolfo de), 198.
^
Castro Guisasola (Florentino), 30.
Castro y Anaya (Pedro), 156.
Cátulo, 210.
Cavestany (Juan Antonio),
278.
Cávia (Mariano de)," 269",
270, 271, 274, 283, 296.
Cejador (Julio), 46, 54, 64.
Cepeda y Guzmán (Carlos
Alberto de), 186.
Cerda (Francisco de la), 172.
Cervantes Saavedra (Miguel),
10, 11, 43, 100, 102, 122,
307.,
Céspedes (Pablo de), 216.
Cicerón, 233.
Cid (Kodrigo Díaz de Vivar,
el), 20, 212, 216, 217.
Cireourt (Conde de), 70.
Ciri'a y Escalante (José), 330,.
Clemente V I I I , 92,
Clarín (V. Alas, Leopoldo).
Coello (Antonio), 173..
Conde (José Antonio), 9.
Constancia, Pieina de Francia, 21.
Córdoba (P. Jerónimo), 208,
210, passim.
Cornejo (Padre), 143.
Coronado (Carolina), 237.
Corral (Gabriel del), 190.
Correas (Gonzalo de), 49.
Cortines Muruve (Felipe),
287, 291, 320.
Coruña (Conde de), 172.
INDICE ONOMASTICO
8§8
Cossío (José María de), 324,
•320.
"
CostiLlares, 166.
Ootarelo (Emilio), 55, 101,
110, 135, 136, 346.
Croce (Benedetto), 29 ^ 30.
Cruz (Sor Juana Inés de la),
162.
Cruz (Eamón de la), 346,
349.
Cubillo (Alvaro), 159.
Cuchares, 316.
Cueto (Leopoldo A . de).
' (V. Valmar, marqués de).
Chacón, señor de Polvoranca, 118, 134.
Cliacón y Calvo (José María),
;" 236.
Chiclanero, 315, 351.
Chiquitín, 363.
Danio de Mendoza (Amato),
•201.
Daza (José), 26, 27, 248.
De'Lapi
(Fernando), 322,
- 323.
Delaure (J. A.), 77.
' ;
ÍDávila y Palomares (Martín),
189.
Delgado (José). (V. Pepe-rífillo). " •
:
Dicenta (Joaquín), - 307;
.Dídier (Madáme), 351. :
Diego (Gerardo), 96, 299,
316, -324, 330, 332, -336,
3SS" paszim; 339.
'
Díeá "Cañedo (Enrique) • 309.
Diez y .Foncalda (Albeí-to),
.ispa::n'
•'
.•
Don Claro ncio. (Y. Velázqué¿ y, Sánchez,' José.)
Don Pío, 324. .
Ducamin (Juan), 82.
Duero (Feliciana de), 173*
Durán (Agustín), 68, 69, 71,
72,, 73, 74, 75, 76.
E l Barquero. (Y. Caamaño,
Angel.) .
E l Solitario. (V. Estébanez
Calderón, Serafín.)
Elisa, 172.
Encina (Juan de la), 82, 83.
Enríquez (Catalinsi), 172.
Enríquez de Cabrería (Juan
Gaspar). (V. Medina de
Eíoseco, duque de.)
Enríquez de Zúñiga (Juan),
180, 181.
Ercilla (Alonso de), 36, 85.
Escalante (Amós de), 266,
267.
Esp'artem (Baídomero), 362.
Espartero- (El), 31.1, 316, 317,
342, 363.
Espina (Antonio), 334.
Espinel (Vicente), 150.
Espinosa. (V. Zarco del Valle, Manuel E.)
Espinosa y Malo (Félix- L u cio), 201.
Espronceda (José), 86.
Estacio, 84.
Estala (Pedro F.), 84.
Estébanez Calderón (Sera. fin), 195, 196, 220, 272.
Estrada (José), 272.
Estremer a (José),. 272.' : '
Ezpeleta (Gaspar de). (Véase Aspeleta.)
Fária y Sonsa (Manuel de),
> 37.. . :.
iC; D
INDICE ONOMASTICO
Feijóo (Fray Benito Jerónimo), 28.
Felipe I I , 93.
Felipe I I I , 122.
Felipe I V , 112, 129, 169,
171, 255.
Feiipe V, 165, 189, 204.
Felipe Próspero (Príncipe),
142.
F e r n á n Caballero, 355, 357,
362, 363.
F e r n á n González, 22,
Fernández (Lucas), 32.
Fernández (Eamón). (Véase
Estala.)
Fernández Ardavín (Luis),
311.
Fernández de Oviedo (Gonzalo), 58.
Fernández de Rozas (Ga. briel), 158.
Fernández Guerra (Aureliano),- 51, 213.
Fernández Molinillo (Francisco Dionisio), 27.
Fernández Moratírt (Leandro), 165, 212,, 213.
Fernández Moratín (Nicolás),
15, 79, 106, 163, 204, 211,
223 passm, 247; 250, 251,
259, 299, 310.
Fernández Ortiz (Pedro), 173.
Fernández S h a w (Carlos),
279.
Fernández y González (Ma. nuel),.306.
.Femandina (Duque de), 142.
Femando V I , 218.
Fernando V I I , 163, 231, 324.
Ferrari (Emilio), 295, 296.
869
Flores (Fray Enrique), 58.
Flumisho. (V. Fernández Moratín, Nicolás.)
Fondevila (José), 207.
Foulchó Delbose (R.) 31,
118.
Frascuelo, 299, 316.
: í
Frías (Duque de), 266, 313.
Fuente Vozmediano (Gaspar
de la), 173.
Fuentes (Antonio), 310. .
Fuentes Manrique (Diego
de), 172.
Gallardo (Bartolomé J.), 50,
. 51. •
•
- I
Gallo (El), 299, 300, 311,
318, 337.
García (Manuel). (V. Espartero, El.)
García Lorca (Federico), 333,
335, 336, 339.
- '
García Sanchiz (Federico),
317.
.r
Garibay, 94.
'
'
Gil Vicente, 32, 339.
"rJ)
Godoy (Manuel), 309..:
Gómez Ortega (José), 7, 30l7,
311, 315," 325 passim, 340,
363.
• :
Gómiez (Rafael): (V. Galio,
El).
Gó'ngora (Luis de), r5l, 100,
104, 106, 112,.-114,: 117124- passim, 127, 129, 13B,
134; '138; 149, 150",'i^r,
153, 154; 158, 164,—1M,
173, 174, 175, 194, •196,
197, 216, 250, 292 , 340."r
González- de Amezúa (Agustín), 43.
: V '.^
hO* 'Mi.OS - ^1
3Í0
González de Salas (Gusepe
-..Antonio), 172.
González de Villanueiva (Jerónimo), 173.
González Francés (Manuel),
117.
González Olmedo, S. J. (Padre Félix), 207.
Goya (Francisco), 162, 219,
266, 311, 346, 353.
Goyri de Menéndez Pidal
(María), 76, 77.
Gracián (Lorenzo). (Y. Gracián, P. Baltasar.)
Gracián (P. Baltasar), 153,
176, 177, 232.
Granero (Manuel), 363.
Gregorio X I I I , 92.
Guerra (Eafael), 282, 315,
. 323.
Guerrero (Eafael), 355.
Guerrita. (V. Guerra, Eafael).
Guevara (Marqués de), 161.
Guillén (Jorge), 332, 334,
339.
Guillén de Avila (Pero).
Gutiérrez de la Vega (José),
169.
Gutiérrez del Alba (José),
352.
Gu^mán (Gaspar de). (Véase
- Olivares, condo-duqne do).
Heredia (Cristóbal de), 118.
Hg-edia. (José M.a de), 306.
Heredia (José Mar'a),' 236,
237.
Herrera (Antonio de), 172.
.Herrera (Fernando de), 15.
Herrera (Jacinto de), 173.
INDICE ONOMASTICO
Herrera (Pedro do), 154. '
H i t a (Arcipreste de), 23, 29,
81, 348.
Homero, 35.
Horacio, 13, 113, 207, 228.
Huerta (Antonio de), 173.
Huidobro (Vicente), 330-.1 ""
Humena (Duque de), 118.
Hurtado de Mendoza (Antonio), 172.
Icaza (Francisco A. de), 135.
Inarco (Cilinio). (V. Fernández Moratín, Leandro.) :
Infantas (Antonio de la^sj",
142.
Iñiguez Colodro de Ureñra
(Pedro), 172.
I r a d W (?), 351.
Iriarte (Juan), 15, 201, 204
passim, 218, 228.
•
Iriarte (Tomás) 136, 228.
Isabel I , la Católica, 57, 58-.
Isla (P. José F . de), 191.
J. Peñaflor de Gallego. (Véase Puyol, José.)
Jáuregui (Juan de), 83, 84,
150, 172.
Javal quinto (Marqués de),
172.
Jerez de los Caballeros (Marqués de), 169.
Jiménez (Juan Eamón), 289,
327-330 passim, 331.
Jiménez de Lara (Luis), 172.
Jovellanos (Melchor Gaspar
de*), 14, 58, 127, 209, 225238 passim, 249, 262, 263,
269, 323, 324.
Jovino. (V. Jovellanos.) : ^
Julio Antonio, 275i-;
ÍNDICE ONOMASTICO
Laotanci'o, 130.
Lafuente Alcántara (Emilio),
355, 359.
Lagartigo. (V. Molina, Ba-
fml.)
Láínez (Pedto), 15.
Landívár (P. Éafael), M >
Larrea (Juan), 330.
Latassa (Félix de), 140.
Lavignac (Alejandro J u a n
Alberto), 345.
Laura, 173.
Laurencia
(Marqués
de),
( T . Uhagón, Francisco E .
de).
Leconte de Lisie, 297.
Ledósma (Alonso de), 48, 52,
53, 54, 115.
Ledesma (D á m a s o), 243,
244, 355, 358,
Lemus (Conde de).
León (Antonio de), 173.
León Pinelo (Diego de), 173.
León (Fray Luis de), 15, 92.
León Marchante (Manuel
. de), 142, 143, 144.
Lerma (Duque de).
Liñán (Antonio), 94.
Liñán de Eiaza (Pedro), 109,
111.
Lista (Alberto), 235.
Lobo (Eugenio Grerard'o), 157,
162, 165.
Lomba (José E.).
Lope de Vega (Ansfconio), 172.
Lopeó (Femao), 22.
López Alarcón
(Enrique),
320.
López de Mendoza (Iñigo).
3?!
(Véase Santillana, Marqués de.)
López de Sedaño (José), 52.
López de Zárate (Francisco),
104, 121, 143, 154, 156,
173, 201.
López Pinci'ano (Alonso), 123.
López Prutdencio (José), 47.1
López Silva (José), 272, 279.
Lucano, 83.
Luis V i l , de Francia, 21.
Luna (Antonio) de), 187.
Luzán (Ignacio), 89, 203,
217.
Macedo (P. Francisco de),
173.
Machado (Antonio), 295, 297300 passim.
Machado (Manuel), 295, 297,
300-303 passim, 348.
Machaquito, 311.
Machuca (Ledo.). (V. Tapia.)
Madrigal (Miguel de), 96.
Manrique (Gómez), 31, 35.
Mansilla (Fernando), 149.
Manuel (Enrique), 173.
.
Maqueda (Duque de).
Marcial, 58, 160, 172.
March (E. José M.), 91. _
María Amalia de Sájonia,
231.
María Cristina de Nápoles,
266.
Mariajnes (Juan de), 93, 226.
Mas (Jesubaldo de), 207. :
Mattos Fragoso (Juan), 160,
181".
Maurig (José María), 252,
253.
Maza Solano (Tomás), 244.
872
Medina do Eíoseco (Duque
de), 137, 158, 159.
Medina Medinilla (Pedro do),
96, 97, 98.
Medina Sidonia (Duque de),
187.
Medrano (Julián), 133.
Meléndez Valdés (J u a n),
228.
Melgar (Conde ¿e), 161.
Melgarejo (Tomás), 145.
Meló (Francisco Manuel de),
164.
Meller (Eaquol), 353.
Mendee dos Eemedios, 32.
Méndez de Haro (Luis), 160.
Méndez de Loyola (Pedro),
173.
Mendoza (Pray Iñigo), 31.
Menéndez y Pelayo (Enrique), 197, 267.
Menéndez y Pelayo (Maroeli-no), 13, 69, 70, 100, 101,
143, 144, 167, 208, 209,
265, 266.
Menéndez Pidal (Juan), 76.
Menéndez Pidal (Eamón),
13, 18, 20.
Messía de Tovar y Paz (Pedro de), 172.
Milián (Podro), 172.
Millán (Pascual), 226, 283,
296.
Miñano (Francisco), 181.
M i r (Miguel), 49.
Mira de Amesana (Antonio),
109, 115, 116, 170, 173.
Misón (Luis), 347.
Mitjana (Eafael), 345. - '
INDICE ONOMASTICO
Molina (Eafaei), 269, 275.
315, 361.
Molina (Vizconde d'e), 164.
Moliné (Miguel), 270.
Molins (Marqués de), 263.
Moneada. (Gabriel de), 173.
Moncayo (Pedro de), 71.
Moncayo y Gurnea (Juan
de). (V. San Felices, Marqués de).
Montaner (Joaquín), 310.
Montes ÍFrancisco), 236, 262.
296, 315, 351, 352, 362.
Montesinos (José F.), 100.
Montherlant (Henry d e ) ,
291.
Montoto y Eantenstranch
(Luis), 282, 283.
Montoto (Santiago), 41, 59,
186.
Mor de Fuentes (José), 89,
232, 234, 259.
Morcel (S. • Joseph), 58.
Morenot d^e G-uerra (Juian),
185.
Moreno Villa (José), 332.
Moreto (Agustín), 160, 181.
Morica (Efego de), 172..
Mudarra González, 18.,
Muñoz Seca (Pedro), 317.
Narciso,, 172.
Navarrete (José), 254, 271.
Navas (Conde de las), 9, 27,
91, 198, 226, 231, 296,
357.
Niebla (Conde de), 187
Nieto Molina' (Francisco),'
198, 199.
'
Niño de la Palma, 340", 341.
Nocedal (Cándido), 262, 281'.
INDICE ONOMASTICO
Noel (Eugenio), 242, 299.
Nombela (Julio), 306.
Núñez de Arce (Gaspar), 2^5.
Núñez de Velasco (Francis. co), 95.
Ocampo (Florián de), 17.
Olivareis '(Oonde-duque á'ei),
125, 129, 169.
Oña (Pedro de), 42.
Ovando y Santarén (Juan
de), 158, 159.
Ovidio, 59, 77, 140.
Oviedo (Alonso de), 173.
Pacheco, obispo de Córdoba
(Francisco), 117.
Pacheco (Francisco), 60.
Pacheco (Gonz alo), 172.
Padilla (Alonso de), 140.
Padilla, el Cartujano (Juan
de), 82, 84.
Padilla (Pedro de), 15.
Parra (Antonio), 316.
Palacio (Eduardo del), 274.
Palacio (Manuel del), 269,
272, 295.
Paquiro. (V. Montes, Francisco);
Paravicino (Fray Hortensio
Félix), 176. .
Pastor (Angel), 297.
Pastora Imperio, 351.
Paz y Meliá (Antonio), 94,
205.
Pedro I , 22.
Pedro de los Palotes, 270.
Pellicer ' de Salas y Tovar
(Diego), 172.
Pellicer d'e Tovar (Antonio),
172.
873
Pellicer de Tovar (Hipólito),
172.
Pellicer de Tovar (José), 169177, passim.
P e ñ a y Goñi (Antonio), 283.
Pepe-Hülo, 166, 309, 315,
342, 363.
Peralta B amuevo (Pedro),
163.
Pereira Corte-Real (Juan),
173.
Pérez (Ramón), 167.
Pérez de Ayala (Ramón), 58,
100, 221.
Pérez de Herrera (Cristóbal),
93.
Pérez de H i t a (Ginés), 69,
70, 71, 212, 254.
Pérez de Montalván (Juan),
173.
Pérez de Montoro (José),
162,. 187.
Pérez Galdós (Benito), 330.
Pérez Pastor (Cristóbal), 93.
Pérez Tabernero j[Antonio),
243.
Pérez y González (Felipe),
272.
Pérez Zúñiga (Juan), 198.
Petronio, 210.
Picón Frigola (Matías), 172.
Pineda (Mariana), 336.
Pinheiro da Veiga, 122.
Piña (Juan de), 173.
Pío V, 9 1 .
Poincaré (Raimundo), 309.
Polo d'e Medina (Salvador
Jacinto), 156, 184, 185,
190.
INDICE ONOMASTICO
Pondo (Véase Vargas Pondo).
Poquito Pan. V . Mbntoto y
Eantenstranch (Luis).
Porras (Jeróniino de), 149.
Priego (Conde de), 160.
Próspero. (V. Felipe Próspero, Príncipe.)
Prudencio, 11.
Pueyo (Francisco), 188.
Puyol (José), 272.
Quesada. (V. Navas, Conde
de las).
Que vedo (Francisco de), 14,
51, 89, 100, 112, 122, 125132 passim, 134, 136, 138,
, 144, 146, 154, 164, 170,
172, 187, 189, 209, 226,
237, 249, 263, 274.
Quintana (Manuel J o s é ) ,
250.
Quiñones de B e n¡ a v e n te
(Luis), 55, 111, 346.
Quiroga P l á (José María),
290.
Eada, Arzobispo de Toledo
(Eodrigo), 2 1 .
Éamírez (Diego), 102.
Eea (Juan de la).
Eedondo (José), V . Chiclanero { E l ) .
Eeina (Manuel), 295.
Eeocuga Proaño (Alonso de),
175.
Eeverte (Antonio), 205, 311.
Eey Soto (Antonio), 311.
Eeyes (Alfonso), 153.
Eibera (Anatasio Pantaleón
de), 136, 137, 138.
Bibera (Miguel de), 164, 201.
Eibera Manescan (Saturnino), 165.
Elo Sáinz (José del), 307,
312, 313, 322.
Eioja (Francisco de), 172,
174.
Eivas (Duqufe de), 19, 20,
79, 134, 212, 229, 230,
247-252 passim, 254, 255,
257.
Eoa (Gabriel de), 173, 181.
Eobles (Miguel), 206, 208.
Eodríguez' (Joaquín). V . Costillares.
Eodríguez de León (Antonio), 173.
EoáVíguez Marín (Francisco),
59, 60, 185, 205,; 208, 209,
355, 357.
Eodríguez E u b í (T o m á s\
350.
Eojas (Fernando de), 31.
Eojas Zorrilla (Francisco de),
172.
Eom'ero (Francisco), 134,
219.
Eomero (Pedro), 166, 204,
211, 218-222 passim, 242,
259, 310, 315, 353.
Eomero de Torres (Enrique),
117.
Eonconi (Jorge Alejandro\,
351.
Eosende (Antonio), 172.
Eosón (Eduardo), 272.
Ruhén Darío, 151, 280, 281,
289, 295-297 passim.
Eueda (Salvador), 279, 280,
281.
Rufo (Juan), 93, 193, -
INDICE ONOMASTICO
Eüfo (Luis), 94, 194, 226.
Eüiz.' (Juan). (V. Hita, Arcipreste de).
Euiz d'e Alarcóu (Juan), 109,
114, 193.
Euiz de Vasconcellos (Francisco), 173.
Saavedra (Angel de). V . Duque de Eivas.
Saavedra (Enrique E . de),
,19.
Saavedra Fajardo (Diego),
173.
Sada Vidarte (Juan de), 172,
175.
Salanova (Pedro), 364.
Salar ' (Marquesa, del), 266.
Salas (Francisco Gregorio),
165, 166, 167, 227, 247.
Salas Barbadillo (Jerónimo
de), 135.
Salazar (Adolfo), 346.
Salazar y Mardones (Cristóbal de), 173.
Saldaña (Conde de), 155.
Salido. (V. Salas, Francisco
Gregorio de).
Salinas (Conde de), 1'65.
Salinas (Juan de), 139.
Salinas (Pedro), 332, 333,
334.
Salvá (Pedro), 234.
San Ataúlfo, 27.
San Cipriano, 13, 130.
San Estanislao de Kostka,
191.
San Felices (Marqués de),
, 140, 157.
San Francisco Solano, 27.
San Juan, 28.
S76
San Juan Crisóstomo, 13,
130.
San Luis Gonzaga, 191.
San Marcelo, 27.
San Marcos, 27-28, 163. <
San Pedro de Alcántara, 2(5
San Pedro Eegalado, 26. :;
Sánchez (Salvador). V . Frascuelo.
Sánchez (Vicente), 142, 187,
188, 189.
Sánchez Barbero (Francisco),
205, 210.
Sánchez de Badajoz (Diego),
47.
"
Sánchez de Fuentes (Eugenio), 352.
Sánchez M a z a s . (Eafaei),
317, 318.
Sánchez Mejías (Ignacio),
324.
Sancho I V , el Bravo, 252.
Sandoval (Francisco d e),
172.
Santa Hilda, 28.
Santillana (Marqués de), 31.
Sana (M.), 352.
Sarasa y Arce (Fermín de),
-161.
Sassone (Felipe), 316.
Semprún y Gurrea (José María), 314.
Sentimientos. (V. Palacio,
Eduardo del.)
Serna (José de la), 274.
Serna (Pedro de la), 112.
Sesa (Duque de), 110. - -.T
Silveira (Miguel do), 173.
Sixto V , 92, ,
37Q
Sobaquillo. (Y. Cávia, Mariano de).
Solís (Antonio), 150, 164,
172.
Solís (Juan de), 172.
Somoza (José), 219.
Soto (Baltasar Tello de), 172.
.Soto de Hojas (Pedro), 182,
185.
Spínola y Torres (J u a n),
185.
.S.qnilache (Príncipe d'e), 109,
112, 120, 136, 141, 172.
.Stuardo (Jacob o I I ) , 187.
Subirá (José), 345.
-Suetom'o, 172.
Tacones (Pedro), 165.
.TaiaUa Negneit© (José), 157,
V 164, 188, 189.
Tailhade (Laurent), 296.
Talayera ( F r a y Hernando
de), 57.
Tapia (Eugenio d e), 235,
263.
Tapia (Luis de), 275, 321.
Tapia (Eodrigo de), 99, i02,
106.
Tassig (Juan de). (V. Villamediana, Conde de.)
Ta,sso (Torcuato), 37.
Terencio, 159.
Thomson (Jacobo), 232.
Tirso d'e Molina, 102.
Torre (Guillermo' de), 331.
Torres y Guzmán (Jacinto
de), 179.
Torres Villarroel (Diego de),
145, 146, 27.1.
Tudense (El), 21.
INDICE ONOMASTICO
Tuy (Lucas de). (V. Tuidense, E l . )
Uceda (Duque de), 140.
Uliagonl, (Francisco B . de),
91'.
Ulloa Pereira (Luis de), 172.
Unamuno (Miguel), 11.
Valdés (Eicardo), 51.
Valdivieso (Mtro. José a'e),
48, 53, 54, 55, 111, 173.
Vaienzuela Faxardo (Pedro
de), 172.
Valera (Juan), 9,
Valmar (Marqués de), 25,
130, 232.
Valverdei Arrieta (Juan), 83.
Valle (Adriano del), 342.
Valle (Marqués del), 161.
Vargas Ponce (José), - 229,
247.
Vargas y Morales (Jacinto
de), 173.
Va villas (Antonio de las),
181.
Vega (Garcilaso de la), 15,
109., 1.15.
Vega (Fray Félix Lope), 35,
38, 39, 40, 41, 42, 46, 47,
50, 51, 52, 53, 63, 64, 86,
87, 88, 96, 99-108 passim,
109, 110, 112, 119, 120,
121, 133, 134, 136, 138,
141, 145, 156, 164, 172,
182. 201, 212, 216, 251,
335, 338.
Vega (Eicardo de la), 269.
Vegas (Damián de), 92, 95.
Vela de la Huerta (José María), 322.
INDICE ONOMASTICO
Velada (Marqués de), 121,
127, 154.
Velarde (José), 179, 254,
271.
Velasco (Femando José de),
213.
Velázquez y Sánchez (José),
204, 273, 274.
Vélez de Guevara (Luis),
103, 138, 150, 173, 175.
Venegas (Antonio), 120.
Vera y Mendoza (Fernaná'o
de), 173.
Vergara de Ventura Salcedo
(Sebastián), 141.
Vergel (Pedro), 134, 135.
Verlain© (Paúl), 300, 306.
Vi'llaespesa (Francisco), 311'.
Villaizán (Jerónimo de), 173.
Villalón - Daoiz (Fernando),
290-293 passim, 321, 342.
Villamediana ( C o n d e de),
107, 118, 122, 134, 135,
-153, 250.
877
Villanueva y Hermosilla
(Francisco de), 173.
Villaviciosa (José), 43.
Villegas (Esteban M . de),
207.
Viñaza (Conde de la), 221.
Virgilio, 36.
Virués (Cristóbal de), 36.
Vivanco (Francisco de), 172.
Vollmoller (Karl), 51.
Wolf (Femando), 70.
Yangaas (Manuel de), 190.
Yepes,. 28.
Yraizoz (Fiacro), 272.'
Zafra (Pedro Juan de), 204,
210, 218.
Zapata (Luis), 28.Zarco del Valle (Manuel E.),
27.
Zorrilla (José), 212, 257-262
passim, 263, 268, 270, 279,
281.
Zuloaga (Ignacio), 242; 308,
323.
POST SCRIPTUM
Después de entregado este libro a la imprenta, he dado
con diversos datos qUe hubieran importado. Los -recojo
como apéndices para que el lector pueda incorporarlos al
pasaje en que hubiera sido oportuna su intercalación. •
A P E N D I C E I (pág. 26).
Vuelto a ver el citado lienzo de San Pedro Regalado,
he de declarar que no es anónimo, aunque ha seguido pa-,
reciéndome mediano. Su autor fué el monje del convento
de San Francisco de Valladolid, fray Diego de Frutos, y
debió ser pintado en el primer tercio del siglo X V I T I .
E n el ángulo inferior de la derecha declara así su asunto,
en una cartela: "Saliendo el Santo del Abrojo para V a lladolid sin saber que hubiese fiesta de toros, salió uno de
la plaza, el que cogiendo el camino del Abrojo halló al
Santo, a quien acometió furioso; y mandándole el Santo
se postraste, lo ejecutó rendido ; quitóle el Santo las garrochas y echándole la bendición^ le mandó se fuese sin
que hiciese mal a nadie, lo que ejecutó el bruto."
Don Francisco de P. Amat, que ha escrito una interesante monografía sobre el monasterio1 del Abrojo (1),
nos instruye de que ni en el proceso de canonización, ni
en su vida, escrita por fray Hierónimo Román, se menciona tal milagro. E n cambio., una Comedia de San. Pedro Regalado '(B. N . , mss. 14.905) le pone en acción m i nuciosamente. He aquí la curiosa escena:
{Salen San Pedro y fray Perol.)
PEROL.
SAN PBD.
Padre, en día como aqueste
salgo de muy mala gana
del convento.
¿ P o r q u é , hermano?
(1) Estudios eruditos in memoriam, de Adolfo Bonilla y
Martín. Madrid, 1930. Tomo I I , págs. 246 y 247,
APENDICES
PEROL.
SAÑ PED.
PEROL.
SAN PED.
DENTRO.
SAN PED.
PEROL.
SAN PED.
'
:
PEROL.
•
"
'
SAN PED.
PEROL.
Porque hay toros, y si escapa -•
uno de La plaza es fuerza
que al olor de la vacada
se venga y d é con nosotros
por el camino que andan,
que es el mesmo que traemos. .
Teniga en Dios la confianza
y nada le ofenderá.
Tengo azar con las cornadas
y así le tiemblo a la luna
cuando menguante se halla,
descubriendo las dos puntas,
aqnque esté a tanta distancia.
Gamine • porque lleguemos
a Valladolid.
• [ Hala, hala!
Pero, ¿qué voces son estas?
Estas son las castellanas»
con que llaman a los toros
en dondequiera que se hallan.
Y es la verdad, -porque uno,
lleno da cólera y rabia,
hacia nosotros camina.
j A y , padre, el cielo me valga!
¡ Ay, ay, ay, que me. visita
en' donde el sol hace falta! .
Pero, pues mal no me ha hecho,
sírvame, padre, de adarga...
(Escóndese: detrás del" Santo.)
donde este toro gineta
dispare sus duras eauas (¿cañas?).
Señor, vos sois sólo dueño
de amansar las fieras bravas.
E n vuestro nombre. Señor,
aquesto m i voz le manda,
en el nombre de Jesús,
o. quien se rinden postradas
del cielo, tierra e infierno
las rodillas, bestia airada,
te mando lo feroz dejes
y luego de aquí te vayas.
(Sale M toro.)
¿ H a n visto qué cortés toro?
No he visto tan bien mandada
APENDICES
bestia en días de m i vida:
volando va por la playa
a la ribera, del Duero.
Padre mío da (mi) alma,
amansadme el susto ñero,
puesto que toros amansas.
SAN PED. D é las gracias al Señor.
{Sale Demonio.)
DEMONIO. Todo se convierte en sana
cuanto contra arte enemigo
m i astucia y cauteda trazan.
PEKOL.
I Gran milagro !
SAN PED.
¿Qué es lo que hace?
¿Qué es lo que dkje o qué habla?
PEKOL.
Digo que es uní gran milagro.
SAN PED. Prosigamos la jornada.
(Fase.)
A P E N D I C E IT (pág. 38).
7
Del mismo género que estas comparaciones es la siguiente del Orlando enamorado, de Boyardo, que por el
mismo tiempo de Ercílla traducía así Hernando de A c u ñ a :
Cual queda un bravo toro en ancha plaza
que, viéndose acosado y sin salida,
del quie m á s le persigue o embaraza
con muerte se ha vengado o con herida,
la vía el vulgo le desembaraza
y él pasa con fiereza m á s crecida,
así dei ver en tierra al fuerte Ugiero
quedó Grandonio m á s soberbio y fiero.
{Varias poesías... Madrid, 1591, f. 186 r.)
E n un poema de puro gusto italiano, Amores y muerte
de Adonis, de Jerónimo de Lomas Cantoral, encuentro,
asimismo, esta comparación que responde exactamente a
la misma tradición:
de la propia forma y suerte
que toro que del coso se ha escapado,
con vista fiera, y por la boca echando
APENDICES
8«|
espuma, y por los ojos m i l centellas
de fuego...
(Las obras de... Madrid, 1578, f. 193.)
A P E N D I C E I I I (pág. 88).
De esta comparación, harto explotada, encuentro una
graciosa variante en un soneto de Acuña inserto en sus
poesías. (Ed. cit., f. 133 v.)
U n novillo feroz y fuerte toro
lidian, delanite su becerra amada...
Esta referencia en nada desvirtúa mi observación sp^bre la laguna que en la poesía taurina significa la escuela
garcilasista, y en la que mencioné a Hernando de Acuña,
pues la referencia transcrita nada tiene que ver con el
recuerdo de la fiesta, de toros.
rr
..' •
~;
:" :
A P E N D I C E I V (pág. 91;.
He aquí la fuente de que procede la especie Gonsignada
de la existencia de bula especial para don Juan de Austria, autorizándole para hacer correr toros dondequiera
se hallare.
" E l 18 de septiembre se corrieron toros en la villa del
Escorial, donde se hallaban las personas reales en ellos,
que fueron los que atrás tengo nombrados; empero el Rey
D, Filippe nuestro Señor no se halló en ellos ni los quiso
ver por la justa causa que le movió; y en el entre tanto
que. los toros se corrían en el Escorial, S. Magd. se quedó
con "el Prior del dicho Monesterio, y con fray Antonio-el
obrero, natural de Villacastín, con los cuales solos anduvo
visitando la obra de la Iglesia, que entonces se había comenzado, comunicando con ellos cosas tocantes a la fábrica. Estos toros se corrieron a petición del buen Don
Juan de Austria, por regocijar a las perslonas Reales y a
toda la tierra, aunque también se dijo que S. A , tenía
Breve del Papa Gragorio X I T I para poderlos hacer correr donde quiera que quisiese." (Documentos, inéditos. *>
APEmwas
Tomo V I I , págs. 170 y 171. Apud Carlos Riba, E l viaje
de Felipe I I a Portugal. "Estudios eruditos i n memoriam
de Adolfo Bonilla y San M a r t í n , . . " Madrid, 1930. T o mo I I , pág. 207.)
A P E N D I C E V (pág. 131).
E l padre Pedro de Guzmán, de lá Compañía de Jesús,
dedica el quinto' discurso de sus Bienes de el honesta trabajo y daños de la ociosidad (1) a la fiesta de toros. E n
tres partes divide su discurso: en la primera, que titula
Parece crueldad matar al toro o huey, compañero del
hombre, hace un elogio de la utilidad del toro y pondera
la estimación en que gentiles y todas gentes le han tenido
y los .simbolismos religiosos a que ha dado lugar. L a senda la rubrica E n este espectáculo de- toros cruel, .y es
más interesante por la multitud de noticias taurinas que
proporciona. Solicitan sobré todo su censura las muchas
muertes de hombres que _en las fiestas taurinas acaecen.
" E l mesmo día que se escribe esto murieron en esta Corte
en unas fiestas destas cuatro hombres, y en algunas han
muerto en E s p a ñ a m á s . E n Valladolid, en el año de m i l
seiscientos y doce, en unas fiestas de la Cruz, murieron en
lá -plaza, corriéndose en ella unos toros, diez personas,
unas atropelladas, otras muertas por los cuernos del toro...
M ü e r e n en toda E s p a ñ a un año con otro en esos ejercicios doscientas y aun trescientas personas, cosa digna de
sentirse y llorarse mucho... U n solo ton> m a t ó siete hombfes en Cuenca; y para hacerle a él como inmortal por
ésta hazaña, le pintaron en un lugar público con los siete
cuerpos muestras cabe él." Tras exponer argumentos de
a/utoridad enfrente de la fiesta, lanza por cuenta propia el
Isi^iénte^ si no convincente, ingeniosísimo: "Verdaderamente yo no sabría decir qué es lo que quieren los que
Van a este espectáculo de toros, n i acertaría a declarar.su
afecto y deseo; si quieren sean buenos, para entretenerse
^ d ñ gusto, ¿ cómo se entristecen y afligen (como es. razón
f
' (1) Bienes del honesto trabajo, y daños de la ociosidad, eh
ocho discursos. Mádrídy 1614, pág. 231 y siguientes.
^;
APENDICES
m
lo hagan con criatiana caridad, so pena que no se escusarían de culpa si así no lo hiciesen) cuando ven a \m
hombre en los cuernos del toro? Si quieren que no hagan mal y que sean mansos, ¿para qué van allá, que es
cosa cansadísima asistir toda una tarde allí, y más en
tiempo de calor? Dilema es este, o como otros los llaman,
argumento de dos cuernos, como toro, que hiere por ambos lados y aprieta, que se podía apretar y dilatar m á s . "
A u n enumera otros inconvenientes y peligros de las tales
fiestas, algunos de la calidad y aun del 'tono de los que
expondrá Lope de Vega por boca del gracioso en Los
Vargas de Castilla.
En la tercera parte del discurso, Ley)es contra este ejercicio, enumera las eclesiásticas y profanas que contra él
se han dictado y hace esta notable declaración: " Y o confieso (porque no^ sea todo rigor) que si los toreadores fueáen tan diestros así los de a pie como los de a caballo
como algunas veces en algunas plazas de España se ven,..,
sería el tiempo que en esto se gastase entretenido y gustoso, y no dañoso'." Y a continuación enumera sin número
de habilidades que en aquel su tiempo usaban los más
diestros lidiando los toros. Mas, pese a esta complacéncíaj como resumen de su discurso pone estos versos, de
áutor para mí desconocido, bien poco favorables a la
fiesta:
Juegos mal inventados,
con breve pasatiempo y daño eterno,
de toros que, acosados,
con vengativo cuerno
arrojan tantas almas al infierno.
A P E N D I C E V I (pág. 176).
^
E l romance que cito de fray Hortensio no he logrado
consultarlo. A l mismo suceso dedicó unas décimas que se
encuentran en sus Obras postumas, divinets y humanas...
Alcalá, 1650, publicadas a nombre de don Félix de A r teaga, f. 20 v.
E l tono y carácter es el mismo de todas las poesías, del
m
APENDICES
Anfiteatro. He aquí una décima que sirve de ejemplo dfel
numen de Paravicino, y de comprobación a lo que sobre
esta poesía aseveraba,
;
Pecho y corazón abierto,
yace bruto enivuelto en s a ñ a ;
para el brazo, poca h a z a ñ a ;
para el plomo, mucho acierto;
•• •
no muere aunque quieda muerto,
que fuerza o portento tal
es preeminencia real
sólo a la deidad debida,
pues hasta un bruto sin vida
saca fuerza de inmortal.
A P E N D I C E V I I (pág. 163).
Este mismo suceso inspiró al poquísimo recordado (y
no es injusticia el olvido) don Manuel Montañés y M o n tealegre (1) hasta cuatro composiciones que deben agregarse a las citadas de Gerardo Lobo y Peralta Bamuevo.
Es la primera un soneto con esta rúbrica: Celébrase la
gloriosa acción con que el Príncipe de las Asturias D . Fernando (que Dios guarde) suspendió al Toro la osadía,
conque quiso asustar a la Princesa, su Esposa. Es lo menos malo el primer cuaríteto, a pesar de su primer verso,
excesivo de medida:
Cometa crinito de su ardor centella
corre el bruto galán, fiero, valiente,
quebrando ramas la lunada frente
y hendiendo flores la partida huella...
L a segunda composición, poéticamente insignificante, es
curiosa por el pueril artificio métrico, que mal se explica
en la rúbrica: Otro al mismo asunto, con artificio para
leerlo al r e v é s ; esto es, haciendo iniciales las dicciones
finales y al contrario.
.
.
Las otras dos poesías. son glosas de sendas quintillas
en cinco décimas. Copio la quintilla glosada en la segunda
composición como muestra, y no de recomendable poesía:
.(1) Poesías ^líricas que escribía... Madrid, 1735;'páginas
kíysiguientes/
'f-
-
/
; • '
APENDÍCES
«86
Porque el bruto m á s oeñudo
se atrevió al mayor sagrado,
yace muerto, pero dudo
que se encuentre otro cornudo
que haya muerto m á s honrado.
. ,
• .
A P E N D I C E V I I I (pág. 185).
Don Vicente Castañeda, en su estudio £ ^ lo que ocurrió al conde de Alhátera en Valencia, celebrándose fiesta
de toros en honor de San Pascual Bailón A ñ o lópp ( i ) ,
nos da cuenta de la relación de fiestas celebradas, en V a lencia en ocasión y con la fecha manifiestas en la rúbrica
transcrita. Colegida y formada por fray José de Jesús,
se titula "Cielos de Fiesta, Musas de Pascua, en Fiestas
Reales, que a S. Pascual coronan sus más fieles y cordialísimos devotos, los muy esclarecidos hijos de la M u y
Ilustre, M u y Noble, M u y Leal y Coronada Ciudad de
Valencia, que con la magestad de la más luzida pompa,
echó su gran devoción el resto, en las Fiestas de la Canonización de San Pascual Baylón." (Valencia, 1691.)
E l contratiempo ocurrido al conde de Albátera en la l i dia de uno de los toros, en que el caballo encabritado de
un cabezazo le hizo perder el conocimiento, cayendo a
tierra, impresionó, sin duda, a la ciudad e inflamó el numen de los poetas locales, que le dedicaron diversas poesías
que reproduce el señor Castañeda en su curioso estudio.
Son éstas—muy características del momento literario-r-un
romance heroico de don Pedro Mayor, hiperbólico y poco
interesante; un romance de don José Ortí, mediano, en el
que se encuentra la mejor caracterización de la emoción
que producen en el aficionado los lances taurinos.
oh, cómo
lo bien quisto y lo arriesgado
en todos supo formar
de qusios los sobresailtos.
(1) Estudios eruditos in memoriam, de Adolfo Bonilla
San Martín. Madrid. 1930; pág. 249. Una de las dos fechas,
o la de la rúbrica del señor Castañeda, o la de la impresión
de la Relación, está confundida.
LOS TOROS - 25
386
APENDICES
Finalmente, reproduce el señor Castañeda otros tres romances heroicos de don Francisco Figuerola, don Isidro
Csota de Alón y Segura y del propio fray José de Jesús,
que a sí mismo se llama el más obligado afecto del conde.
A P E N D I C E I X (pág. 187).
Por la singularidad de ser una mujer la autora, quiero
dejar reseñada en este lugar una relación de las fiestas
taurinas celebradas en Zaragoza, en honor de don Juan de
Austria, en 1660, escritas por doña Eugenia Buesso.
Son cincuenta y cinco octavas reales, y se conserva entre los papeles de la colección Salazar, en la Academia de
la Historia. Sig. K-44.
Tomo esta noticia de entre las muchas curiosas que contiene el libro Aragoneses que han escrito de toros, del que
es autor el distinguido escritor que firma sus trabajos periodísticos taurinos con el pseudónimo Don Indalecio, y
que en la vida social es conocido por su auténtico título de
marqués de la Cadena, (Zaragoza, 1931.)
A P E N D I C E X (pág. 271).
E l ambiente social antitaurino en esta época era m á s
denso de lo que hace suponer la pobreza de la poesía antitaurina que reseño. Valga como ejertiplo de autoridad, la
figura verdaderamente tremenda de Joaquín Cosía clamando contra la fiesta, y en tono apocalíptico, en un folleto publicado con el número uno de la serie por el Ateneo Costista, de Zaragoza. He aquí un párrafo que resume toda
la repulsión que la fiesíta inspiraba al gran tribuno : "Las
corridas de toros son un mal inveterado que nos perjudica m á s de los que muchos creen y de lo que a primera vista parece; desde la perversión del sentimiento público hasta el descrédito extranjero, hay una serie tétrica de gradaciones que nos envilecen."
(Apud, Ideario español. Costa. Recopilación de José
García Mercadal.)
INDICE G E N E R A L
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Dedicatoria
Indicación preliminar
I . —GL/as fiestas de toros en los cantares de gesta
I I . —Una «cantiga» taurina. Alusiones taurinas en la
poesía de la Edad Media
I I I . —Comparaciones taurinas en los poemas épicos
eruditos
I V . —Los toros en la poesía popular vieja
V . — E l tema de las capeas. (Primera parte.)
V I . —La fiesta de toros en la poesía morisca
V I L — E l tema del toro bravo en el campo. (Primera
parte.)
V I I I . —Corriente antítiaurina en el siglo X V I .
I X . —Lope de Vega
X . —Baile del caballero dé Olmedo.—Liñán.—El
príncipe de Squilache.—Bartolomé y Lupercio Argensola.—Euiz de Alarcón.—Mira de Amescua....
X I . —Góngora
X I I . — L a corriente antitaurina en el siglo X V I I .
Quevedo
X I I I . —Poesía taurina satírica y epigramática
X I V . —Corriente culterana y su decadencia
X V . — E l anfiteatro de Felipe el Grande
X V I . —Eelaciones taurinas de los siglos X V I I
y XVIII
X V I I . —Versos de parodias taurinas
X V I I I . —Poesía taurina humanística
X I X . —Don Nicolás Fernández Moratin
X X . —Corriente jovellanista antitaurina
X X L — E l tema de las capeas. (Segunda parte.).....
X X I I . — L a fiesta de toros en la poesía narrativa del
siglo X I X
•
Páginae
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99
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117
125
138
149
1B9
179
193
201
211
22o
239
247
Páginas
XXIIL—Zorrilla
25'7
X X I V . —La poesía taurina en la segunda mitad del
siglo X I X
|
265
X X V . — E l tema del toro bravo en el campo. (Segunda parte.)
286
X X V I . — E u b é n D a r í o — L o s hermanos Machado
295
X X V I I . —-Los toros en la poesía post-rubeniana
305
I n memonam
315
X X V I I I . —Los toros en la nueva poesía.
327
X X I X . —Tonadillas taurinas
345
X X X . —Los toros en los cantares populares
355
Indice onomástico
•
365
Apéndice
••
•••••• 378
Indice general
387
C.I.AJP
Printed in Spain
8 pesetas
W M. «fo Ceatio
Los toros
en la poesía
castellana
CIAP
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