UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA “Santa María de los Buenos Aires” II ENCUENTRO NACIONAL DE DOCENTES UNIVERSITARIOS CATÓLICOS 26-27-28 octubre 2000 Título de la ponencia: EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA Y EL CAMINO A LA SABIDURÍA Comisión: 302 Prof. Graciela M. Pescetto Traverso de Bulleraich Títulos Académicos: Traductora Pública de Inglés – Profesora de Inglés. Lugar de trabajo académico: Univ. Católica Argentina: Fac. de Filosofía y Letras. Departamento de Lenguas. Univ. de Buenos Aires: Fac. de Derecho y C. Sociales. Traductorado Público de Inglés. Av. Libertador 3640. 10º. 1425. Tel. 4773-6068 E-Mail: [email protected] Univ. Católica Argentina: Av. Alicia Moreau de Justo 1500 Fax: 4338-0444 E-Mail: [email protected] 1 EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA Y EL CAMINO A LA SABIDURÍA RESUMEN DE LA PONENCIA: Graciela P. T. de Bulleraich A partir del concepto del hombre como un ser creativo, me propongo desarrollar los temas del progreso técnico en sus distintos aspectos (pasando brevemente por el auge explosivo de Internet, la educación frente al frenesí de los datos y el nuevo desafío del genoma humano), y de la humanidad que, a punto de entrar en el siglo XXI, se enfrenta con el problema de cómo encarar la tecnología para que ésta realmente sirva al hombre y no destruya o empobrezca la plenitud de su vida. Casi se podría decir que el problema tecnológico es el problema del hombre en este cambio de siglo. Estamos, en este sentido, frente a un gran desafío que debemos considerar los cristianos guiados por las palabras de Juan Pablo II: “El progreso técnico no debe asumir el carácter de dominio sobre el hombre y de destrucción de la naturaleza. La técnica, en el sentido querido por Dios, está para servir al hombre, y el hombre debe entrar en contacto con la naturaleza como custodio inteligente y noble, y no como explotador sin reparo. Eso solamente será posible si el progreso científico y técnico va acompañado de un crecimiento en los valores éticos y morales”. 2 EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA Y EL CAMINO A LA SABIDURÍA Graciela P. T. de Bulleraich El hombre: un ser creativo Para sentirse a gusto en el mundo, el hombre debe percibirlo no sólo con la cabeza sino con todos sus sentidos, con los ojos y los oídos, en fin, con todo su cuerpo. Debe realizar con su cuerpo lo que piensa con su cerebro. El cuerpo y el alma no pueden estar separados en éste, ni en ningún otro aspecto. Por lo tanto, si el hombre capta el mundo y de esa suerte se une con él por el pensamiento, crea filosofía, teología, mito y ciencia. Si expresa su percepción del mundo por medio de sus sentidos, crea arte y rito, la canción, la danza, el drama, la pintura, la escultura. Pero ahora, cuando el hombre parece haber alcanzado el comienzo de una era humana nueva, más rica y más feliz, su existencia y la de las generaciones futuras está más amenazada que nunca. ¿Cómo es posible esto? Situación crítica del hombre y el dominio de la naturaleza El hombre ha conquistado su libertad frente a las autoridades clericales y seculares, y sólo tiene como jueces su razón y su conciencia; pero, siente miedo ante esa libertad recientemente lograda. Ha conquistado la “libertad de”, sin haber conseguido aún, la “libertad para”: para ser él mismo, para ser productivo, para estar plenamente despierto. Y así, trató de huir de la libertad. Su misma hazaña, el dominio sobre la naturaleza, le abrió los caminos para la huida. Para Sergio Cotta (“El Desafío Tecnológico”, 1970), el hombre de hoy es libre y al mismo tiempo esclavo; dice que ama al prójimo y al mismo tiempo es indiferente a los demás, abierto y al mismo tiempo cerrado; hacedor de vida y al mismo tiempo de muerte (crisis ecológica). “Si se delinease solamente en base a sus capacidades, el Adán tecnológico resultaría inevitablemente ambivalente, puesto que la ambivalencia está justamente implícita en todas las capacidades”. J. J. Sanguineti,(“Ciencia y Modernidad”, 1988), también aclara que la naturaleza humana es esclava en muchos aspectos, ya que no somos dioses. Uno se ve obligado a realizar tareas penosas o desagradables, pero que son, muchas veces, necesarias o útiles para la vida. “ Por el contrario, en la ciencia, como en el arte, y en el amor, el espíritu es señor de sí mismo, y ejercita su libertad sin las solicitaciones de lo útil”. ¿Cuál sería entonces el modelo humano de la edad tecnológica? Se podría responder que el modelo no está todavía preparado, puesto que la explosión de la revolución tecnológica nos ha tomado por sorpresa. En efecto, ella ya está presente en el mundo pero es indudable que en muchas otras partes del mismo se sigue viviendo en condiciones ancestrales (Asia y Africa), y lo que es más notorio aún, nuestros hábitos y tendencias mentales siguen quedando en muchos sentidos 3 condicionados por el pasado pretecnológico, con cuyo metro pretendemos seguir midiendo la nueva realidad, a riesgo de no comprenderla en absoluto. ¿Puede el hombre, en estas circunstancias, elaborar un modelo o proyecto de vida? ¿Le será posible dominar los medios de que dispone? S. Cotta responde que el razonamiento tecnológico debe ir probando empíricamente los fines cada vez que se le van proponiendo, sin fijarse objetivos más ambiciosos. Pues, calcular los distintos futuros posibles significa, en realidad, formular conjeturas sobre ellos. Y toda conjetura, por más que sea fundada, comporta el riesgo del error. Por otra parte, agrega que “la experimentación empírica de los fines corre el riesgo de ser arrastrada por el ultrapoder de los medios, y por lo tanto, de no poder cerrar el camino al Fin apocalíptico”. En fin, los hechos han demostrado que al construir el nuevo mecanismo industrial e ingresar en la era tecnológica, el hombre se absorbió de tal modo en la nueva tarea, que ésta se convirtió en la meta suprema de su vida. Sus energías, que en otro tiempo habían sido dedicadas a la busca de Dios y de la salvación, se dirigieron ahora al dominio de la naturaleza, y a un bienestar material cada vez mayor. Dejó de usar la producción como un medio para vivir mejor, y, por el contrario, la consideró un fin en sí misma, fin al cual quedó subordinada la vida. Pero, aunque el hombre se encuentra hoy ante fundamentales decisiones, todos los hechos humanos no son bastante fuertes para destruir la fe en la razón, la buena voluntad y la salud del hombre. Más aún, “mientras podamos pensar en otras alternativas, no estamos perdidos; mientras podamos deliberar juntos y hacer planes juntos, podemos tener esperanza”.(Fromm, 1962). LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA La ciencia y la tecnología son intrínsecamente neutrales. Se presume que son altamente beneficiosas, pero en realidad las consecuencias de su utilización son ambivalentes. ( De aquí en más surge la bien conocida dicotomía de CRISIS O TRIUNFO de la sociedad tecnológica y sus efectos en el hombre y, especialmente, en el cristiano. Para S. Cotta (1970), y otros autores menos apocalípticos, la sociedad está atravesando un tiempo de “transformación” más que de crisis, aunque reconoce también la ambigüedad del término. Este se presta a dos grandes equívocos: el primero consiste en creer que la transformación sólo alcanza a cierto tipo de sociedades: las retrasadas o subdesarrolladas puesto que los llamados pueblos civilizados ya han recorrido o superado dicha fase histórica. El segundo equívoco es el de restarle fuerza al significado histórico preciso y a la novedad de la actual transformación, al reabsorberla en el perenne y general proceso al que está indudablemente sujeta la humanidad.) Pero, de todos modos, y volviendo a las consecuencias de la ciencia y la tecnología, no podemos menos que incluir en el haber de ambas, una impresionante gama de conocimientos e invenciones que han ampliado en forma extraordinaria las posibilidades del ser humano para alcanzar una vida más extensa y plena. En el reverso de la medalla, son innegables sus efectos indeseables, entre los cuales la polución y la degradación ambiental, por nombrar sólo dos, han despertado una 4 justificada alarma. (También la amenaza de una guerra nuclear, aunque hoy algo disminuida por la finalización de la Guerra Fría). Sin embargo, esos problemas sólo son “las manifestaciones más siniestras de una más amplia y riesgosa característica inherente al progreso tecnológico: la tendencia al crecimiento de la inestabilidad”. (E. H. Lauría, 1998). Ya en 1933, el eminente matemático y filósofo inglés, A. N. Whitehead, lo había expresado en forma dramática en su obra “Aventura de las Ideas”: “Los principales avances en la civilización son procesos que casi destruyen a las sociedades en las que ocurren”. Cada vez existe mayor complejidad Tal es el caso del denominado “efecto mariposa” de la teoría del caos, que implica que una pequeña perturbación o incidente en un punto o elemento del sistema puede ser el origen de una inestabilidad mayor o de una catástrofe. La probabilidad de que ello ocurra es, en general, mínima, pero nunca es nula. Esa es la razón por la cual existió siempre el temor, en la época de la Guerra Fría, de una activación no querida de los sistemas de ataque y defensa nucleares a partir de un accidente menor o de un funcionamiento deficiente de algún dispositivo. Otros ejemplos: Es historia reciente la de algunos graves desastres originados en fallas técnicas o humanas menores. Es el caso del gran apagón de noviembre de 1965 que cubrió parte de los Estados Unidos y de Canadá y dejó en la oscuridad durante muchas horas a 30 millones de personas. Otro caso fue la explosión de un reactor nuclear en Chernobyl, Ucrania, en 1986, cuyas consecuencias trágicas se extendieron a un amplio espacio geográfico y se prolongaron por años. En otra área muy distinta, una devaluación monetaria en Tailandia, un país cuya economía es una fracción muy pequeña de la economía mundial, originó una crisis financiera y monetaria de alcances globales. En fin, el efecto mariposa no tiene solamente connotaciones trágicas. La experiencia enseña que muchos pequeños cambios tecnológicos pueden transformar en profundidad y positivamente las relaciones económicas, políticas y sociales. También muestra que es muy difícil predecir esas transformaciones y que muchas veces las predicciones apresuradas resultan erróneas. ¿Existen, acaso, soluciones para paliar las consecuencias de esa tendencia al crecimiento de la inestabilidad? Algunas voces se han elevado proponiendo una solución radical: prohibir la tecnología. Por un lado, esa propuesta va en contra de algunos de los impulsos más profundos del ser humano, orientados a la búsqueda constante del conocimiento y a la solución innovativa de los problemas de la sociedad. Pero además, con una población mundial de alrededor de 6.000 millones de habitantes, organizados en sociedades con diversos niveles de complejidad, sólo la ciencia y la tecnología pueden resolver los problemas de supervivencia del género humano. La prohibición de la tecnología es, con seguridad, el suicidio. 5 Es cierto también que la humanidad ha demostrado poseer una increíble capacidad de recuperación frente a los cataclismos. Ejemplos pertinentes fueron la peste negra, que asoló a Europa en el siglo XIV, y la Segunda Guerra Mundial, con sus 50 millones de víctimas. Por lo tanto, podemos afirmar que no existe remedio para el progreso tecnológico y todo intento de encontrar resguardo contra sus peligros es problemático. Pero, CON CONCIENCIA DE LOS RIESGOS Y PROCEDIENDO CON INTELIGENCIA, SENTIDO COMÚN, PREVISIÓN, PACIENCIA, GENEROSIDAD Y SOLIDARIDAD EN LA UTILIZACIÓN DE LA TECNOLOGÍA, SERÁ POSIBLE MINIMIZAR SUS EFECTOS NEGATIVOS. El hombre frente a la tecnología a través de los siglos Como bien dijo el padre J. J. Sanguineti, (1999), “el hombre es un ser tecnológico porque no puede vivir en la naturaleza sin modificarla; ... los objetos técnicos son , en cierto modo, una prolongación de su cuerpo. Por medio de ella, puede el hombre aprovechar las potencialidades del mundo, poniéndolas a su servicio. Dios mismo, en su designio creador, quiere que las cosas sean de este modo, al poner al ser humano en un mundo imperfecto e incompleto, para que éste, con su racionalidad y su esfuerzo, lo complete y pueda no solamente sobrevivir, sino vivir bien, conforme a su dignidad. Este es el fundamento antropológico y teológico de la técnica”, nosotros podemos agregar que: - En la época antigua y medieval, sin embargo, la técnica era más bien marginal en la cultura. Era una técnica artesanal, ligada a la experiencia concreta y al trabajo físico directo con las cosas. Por eso, los intelectuales no la valoraban excesivamente, sino que más bien la encuadraban en el ámbito de las tareas serviles y meramente materiales. - En la ciencia moderna este panorama cambia profundamente. La técnica moderna se puede llamar más propiamente tecnología. Al fusionarse con la ciencia, y al entrar en la dinámica industrial y económica, desde fines del siglo XVIII en adelante, empezamos a presenciar un desarrollo portentoso de la tecnología, con un dinamismo que se alimenta de su propia energía y fija sus propios objetivos, creando nuevas necesidades para el hombre. Este imprevisible desarrollo de la tecnología supuso un servicio muy notable para el hombre, al permitirle dominar el espacio, aprovechar el tiempo, mejorar la calidad de vida para millones de seres humanos (pensemos, por ejemplo, en el servicio al hombre de la medicina moderna, en las tecnologías comunicativas, etc.) - De aquí surgió, en el siglo XIX, cierta euforia tecnológica. Parecería que con las máquinas el hombre llegaría a adueñarse del mundo y conquistar así su libertad. El mismo Marx pensaba que el hombre finalmente liberado seria un productor, gracias a la maquinaria tecnológica. Pero ésta era una visión estrecha e ingenua. Marx reaccionaba, además, contra la depauperación social que estaba provocando la Revolución Industrial. Esto era un signo de que la tecnología sin más, tomada en su puro desarrollo sin control, no necesariamente mejoraba al hombre. - En el siglo XX, especialmente en las últimas décadas (era posmoderna), aunque el desarrollo tecnológico es portentoso y aún más increíble que antes, asistimos al fenómeno cultural importantísimo de la toma de conciencia por parte del 6 hombre de los límites de la tecnología. Límite ético: la tecnología se puede usar para el bien o para el mal, y hay algunas de por sí aberrantes, como la continua producción de bombas atómicas cada vez más destructoras. De hecho, la primera explosión de la bomba atómica fue una potente señal de alerta. El otro límite fue el ecológico: la técnica aplicada indiscriminadamente, sin tener en cuenta la variedad de la naturaleza y su delicado equilibrio, podía llegar a dañar irreparablemente el ecosistema, en definitiva, el planeta mismo en que habitamos. - Hoy, a punto de entrar en el siglo XXI, algunos hablan de buscar nuevos planteamientos, una nueva mentalidad (“tecnologías alternativas”), en que la técnica sea menos agresiva (y lo es obviamente cuando está presidida sólo por criterios económicos), y por el contrario, se vuelva más participativa, enfocada más globalmente, con armonía, con sentido de la estética, permitiendo la creatividad cultural del hombre y la apertura del espacio social, familiar, personal, religioso. Se trata pues, del gran desafío del siglo XXI. Otras características de la sociedad posmoderna: Suele afirmarse que la humanidad ha entrado en la era de la información. Esto abriría las puertas a un nuevo tipo de sociedad, que se ha dado en llamar “del conocimiento”. Los progresos de las modernas tecnologías de la información sin duda configuran caminos necesarios aunque no suficientes para la vida y el desarrollo de las sociedades actuales. Como la desintegración del átomo, que ofrece una colosal fuente de energía o espantosas explosiones, también la comunicación masiva de nuestros días nos coloca frente a difíciles alternativas. Porque bien sabemos que siempre es complejo mantener cierto grado de equilibrio, de discernimiento y de reflexión ante lo nuevo. Ignacio Ramonet, Doctor en Semiología e historia de la Cultura y director de Le Monde Diplomatique, formula esta reflexión en relación al rol de los periodistas en el nuevo contexto de la globalización de la información y la concentración de medios: “En un río de información, es muy difícil distinguir entre lo verdadero y lo falso. Los ciudadanos no tienen argumentos para oponerse a esa avalancha. Si la prensa, la radio o la televisión dicen que algo es verdad, eso es verdad, incluso si es falso. ...El problema está en que la sociedad nos obliga a comunicar. Se nos presenta la comunicación como la felicidad. ...Se nos culpa si no tenemos las últimas máquinas de comunicar (Internet, celular, fax, video, PC). Hay una ideología de la comunicación.” (Abril 2, 1999) ¿Cuál es nuestro anhelo? Es de esperar que la tan mentada sociedad del conocimiento permita la transición lo antes posible a una verdadera sociedad de la sabiduría, que muchos anhelamos. Vale aquí la famosa añoranza de Thomas S. Eliot, poeta y dramaturgo inglés de este siglo, (nacido en Estados Unidos), ganador del premio Nobel (1948), quien, ya en aquel entonces, expresaba: “ ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?” Algunos hechos concretos: Los fenómenos más evidentes de la revolución 7 tecnológica en curso son, seguramente, el auge explosivo de Internet y el notable crecimiento de la telefonía celular. Nuestro universo está tomando el carácter de un auténtico ecosistema, un ambiente de información masiva, interrelacionada, cuyas dimensiones y ritmo de expansión son cada vez mayores. Pero, junto con la irrupción de Internet somos testigos de la desaparición de la información de calidad. Así lo señala Ignacio Ramonet y agrega que Internet está en curso de modificar el mundo comunicacional y económico a través de las que serían sus 3 funciones principales:”vigilar, anunciar y vender.” Por otro lado, observa que la información se ha “espectacularizado”, con una búsqueda de “sensacionalismo a cualquier precio, que puede conducir a aberraciones, mentiras y trucajes.” Además, la comunicación queda sujeta a las necesidades de rentabilidad, y, el temor es que los ciudadanos sean sometidos a través de la seducción, el deseo y el ansia de placer. La educación frente al frenesí de los datos: La palabra “sitio” parece haber perdido su acepción más común de paraje o terreno para designar un lugar en el ciberespacio. Como la proliferación de estos nuevos sitios alcanza ya a la educación, resulta necesario reflexionar sobre sus valores y consecuencias. Es indudable que la educación no debería verse sitiada (es decir, asediada o cercada) por la introducción de nuevos elementos mecánicos. Más que preguntarnos qué le hace la tecnología a la educación, tendríamos que buscar respuestas apropiadas y sensatas sobre qué debe hacer la educación con la tecnología. El pensador italiano, G. Sartori (1998), profesor titular de la prestigiosa cátedra Albert Schweitzer de la Universidad de Columbia y miembro de la Academia Americana de Artes y Ciencias, al hablar de la primacía de la imagen, deja bien en claro que el video está transformando al “homo sapiens”, producto de la cultura escrita, en un “homo videns”, carente de sentido crítico, y agrega que la palabra no sólo está siendo destronada por la imagen sino que todo acaba siendo visualizado. Admite que las posibilidades de Internet son infinitas, para bien y para mal. Pero sólo serán positivas cuando el usuario utilice el instrumento para adquirir información y conocimientos, es decir, cuando se mueva por genuinos intereses intelectuales, por el deseo de saber y de entender. Pero como la mayoría de los usuarios no lo es, prevee que no será de esta clase. Subraya el hecho de que la “paideia” del video hará pasar a Internet a analfabetos culturales que rápidamente olvidarán lo poco que aprendieron en la escuela y, por tanto, matarán su tiempo libre en Internet, en compañía de “almas gemelas” deportivas, eróticas o de pequeños “hobbies”. Para Sartori, esto no representa progreso alguno, sino todo lo contrario. Ya en los años 60, el pensador norteamericano Herbert Marshall Mc Luhan, (conocido como el profeta de la informática), procuró elaborar hipótesis sobre el impacto de los medios de comunicación en el hombre contemporáneo y lanzó algunas predicciones: arriesgó la posibilidad de que la escritura – “breve etapa en el desenvolvimiento cultural del hombre” – fuese abandonada en beneficio de esos nuevos medios, a la cabeza de los cuales ubicó a la televisión. Diarios, libros y 8 revistas seguirían en circulación, pero adaptados a nuevas condiciones de subsistencia. A juicio de Mc Luhan, son los medios y sus transformaciones los que producen los verdaderos cambios. Los contenidos de los mensajes intercambiados por los hombres importan menos que los vehículos utilizados para esos intercambios. Los primeros no son otra cosa que los productos de los segundos. Polémico durante toda su carrera, siempre insistió en que el hombre se volvería menos individualista y más partícipe del conjunto de sus congéneres, en ese mundo reducido por el avance de los medios: el de la aldea global. Luego, surgieron otras voces como la de Nicholas Negroponte, creador del Media Laboratory, perteneciente al MIT (Massachussets Institute of Technology), y “gurú de la era digital”,como se lo conoce, quien afirma que los chicos que pasan mucho tiempo en Internet son mejores para vincularse socialmente. Para otros analistas, entre los que podemos incluir a Sartori, a medida que la globalización en las comunicaciones se consolida, parece aumentar, el aislamiento del hombre. Según Negroponte, este aislamiento está más lejos que nunca. Aduce que como nuestro concepto de “comunidad” va más allá de lo límites de tiempo y espacio, adquirimos una nueva forma de ver las comunicaciones y, para él, realmente, la comunicación interpersonal, por el contrario, se está potenciando. Afirma que acaso nunca hubo un momento en la historia en que la gente pudiera comprometerse tanto en ser humana, en producir cambios en su forma de vida y trabajar con otras personas alrededor del planeta. En una palabra, insiste en que la gente está más comprometida que nunca con los demás. En fin, el frenesí que inspiran las nuevas tecnologías de la información es enorme, pero, al mismo tiempo, vale aclarar que un plan informático no reemplaza el verdadero sentido de la educación, que no es precisamente la obtención de datos. Por otro lado, los alumnos necesitan a sus maestros y profesores para interpretar cabalmente lo que leen en Internet y para adquirir el gusto por contenidos significativos. En resumen, la buena escuela no se limita a informar, sino que forma; enseña a pensar y a actuar, a aprender por cuenta propia y a comportarse en sociedad. En otras palabras, transmite no sólo conocimientos sino también valores. Internet no es la piedra filosofal; es un auxiliar valioso, pero nada más que un auxiliar. No proporciona metas ni adiestra en la evaluación de ellas. (M.Bunge, 2000) Sólo su buen uso puede hacer más rico el proceso de aprendizaje al impulsar la reflexión, el juicio crítico, la exploración, la creatividad y la autonomía en los alumnos. El nuevo desafío de la ciencia: el genoma humano. La virtual finalización de los estudios que permiten disponer del mapa del genoma humano (Junio 2000), ha abierto las puertas para nuevos avances científicos en medicina, en métodos productivos y, por supuesto, en la introducción de modificaciones genéticas que plantearán – seguramente – hondos dilemas éticos, legales y religiosos. Cabe señalar la necesidad de que este significativo descubrimiento sea acompañado por un vigoroso desarrollo de la conciencia ética 9 de la humanidad. De lo contrario, el hombre sería víctima y no beneficiario de sus extraordinarias consecuencias. La decodificación del genoma humano no significa un fin en sí mismo. Constituye un punto de partida para su utilización en infinidad de materias. Como todo gran avance, tiene aplicaciones positivas y negativas. Lo positivo surge de un mayor conocimiento de los procesos que tienen lugar en nuestro organismo y, por ende, de la posibilidad de encontrar terapias para enfermedades que ahora carecen de un diagnóstico preciso. Este avance revolucionará la tecnología farmacéutica, y alargará la vida pero, lo negativo es que proporciona una herramienta que puede dar lugar a la discriminación genética a individuos que sean portadores de una enfermedad hereditaria, como así también a que los intereses comerciales provoquen abusos incontrolables. Lo cierto es que, toda tecnología poderosa implica riesgos, y cuanto más poderosa es la tecnología, mayores son los riesgos. Cómo integraremos la explosión de información genética es todavía una pregunta abierta. También se dice que la tensión entre los avances científicos y el deseo de retornar a un estilo de vida más simple y natural, probablemente aumentará a medida que la genómica ingrese más y más en nuestra vida diaria. Sin duda, descifrar el genoma humano es el primer gran acontecimiento científico del nuevo siglo. En el siglo XX hemos asistido a la elaboración de tres grandes proyectos: el primero, el de la bomba atómica (Proyecto Maniatan); el segundo, el de la exploración del espacio, donde se ha descubierto que puede haber vida en Marte, y el tercero, el de la ingeniería genética o manipulación de los genes. Pero el nuevo siglo recién comienza y todavía falta recorrer un largo camino para llegar a nuevas terapias que permitan vencer a los males más difíciles de curar. El jeroglífico ya está resuelto, y tal vez, dentro de dos o tres generaciones, algunas enfermedades que hoy provocan la muerte, sean historia. CONCLUSIÓN Como dije anteriormente, uno de los progresos mayores que hoy se espera de la ciencia es el que conduce hacia la sabiduría. Es decir, hacia un conocimiento que, sin dejar de ser riguroso, se complete con algo más: la sensibilidad humana, la apertura al otro, a otras disciplinas, la ética, el arte, las letras, la vivencia religiosa. En una palabra, abrirse hacia lo que no pertenece a los predios tradicionales de la ciencia, aquello que florece en sus márgenes pero que, llegado el momento, contribuye a completarla. La ciencia, en este caso, vendría a ser el camino a la sabiduría. (V. Massuh, 2000). Cuando definimos la sabiduría decimos que es un saber donde la verdad, el bien, la belleza y lo sagrado procuran integrar sus respuestas en un conjunto coherente y un estilo de vida. La ciencia no es lo opuesto a la sabiduría sino que ésta es su consumación. El papel de la técnica: hija predilecta de la ciencia: 10 La sabiduría procura alertar contra la idolatría de la técnica cuyo papel es, sin duda, cambiar el mundo. Pero acaso, ¿podemos asegurar que le da una dirección a ese cambio? En lo substancial ella es sólo un instrumento que se mejora a sí mismo, se vuelve más veloz que la mente, más eficaz, más pequeño y de menor costo. Pero no deja de ser un instrumento, un útil que se perfecciona para convertirse rápidamente en inútil. Además, la “tecnociencia es expansiva, se mezcla con la naturaleza y con lo humano, en una palabra, cautiva a la misma ciencia que la creó. No es raro que la ciencia ceda a la coerción de instrumentos omnipotentes que terminen trazando los senderos de la investigación.” De todos modos, no podemos menos que reconocer los resultados maravillosos y los aportes de la tecnociencia al mejoramiento del contorno social. Lo malo de todo esto es el cambio incesante, una permanente innovación que no se detiene. Somos testigos de la existencia de objetos obsoletos que caducan sin haber envejecido y de un movimiento que tiende a independizarse no sólo de la ciencia sino, sobre todo, de la sabiduría y sus metas que la constituyen: la verdad, el bien, la belleza y lo sagrado. Podemos decir, entonces, que el medio tiende ahora a volverse un fin. El instrumento (la tecnología), se vuelve un ícono que es objeto de idolatría y no de utilidad. Después de todo lo expuesto, podemos concluir que, a pesar de las diferencias señaladas, la ciencia está más cerca de la sabiduría que la técnica. Las dos primeras van más allá del saber instrumental, le ponen límites a la desmesura tecnológica, y, sobre todo, tienen como meta absoluta la verdad, el fin último. Tienen razón aquellos que dicen que cuanto más se moderniza el mundo, más necesarias resultan las ciencias del espíritu. Cuanto más impregnada por la técnica se halle nuestra sociedad, más fuerte debe ser la carga espiritual y humana de la cultura y más sólidos los vínculos que unen a los miembros de una sociedad; de lo contrario, las relaciones entre los individuos serían entendidas de acuerdo con categorías técnicas y reducidas a algo meramente funcional, que impediría una auténtica comunidad. Para muchos, el desarrollo de las nuevas tecnologías (aunque N. Negroponte diga lo contrario), apunta hacia una mayor individualización y aislamiento tanto en el mundo del trabajo como en el de la enseñanza o el ocio. Nuevamente y como ejemplo, el autoestudio y la tele-enseñanza están ocupando el lugar de las clases. Asimismo, sería ingenuo pensar que la mera existencia de redes significa ya que el diálogo (esencia de la sociedad interactiva) es posible. En fin, no es razonable atribuir tanto poder a la técnica. Schumacher (1)lo resume en estas líneas: “La orientación que necesitamos no puede hallarse ni en la ciencia ni en la tecnología, cuyos valores dependen de los fines a los que sirven, pero puede todavía hallarse en la sabiduría tradicional de la Humanidad.” ------------------ 11 BIBLIOGRAFÍA Bar, Nora. “ La herencia más valiosa, y las más riesgosa”. La Nación, 2/07/00, sección 7, Enfoques. Bunge, Mario. “ El lugar de Internet en la escuela”, La Nación, 17/07/00, p. 19. Cotta, Sergio. El Desafío Tecnológico, Buenos Aires: EUDEBA, 1970. Innerarity, Carmen. “Sociedad de la Información y cultura de la posmodernidad”, Nuestro Tiempo, diciembre 1995, núm. 498, pp. 110-122. Lauría, Eitel H. “No hay remedio para el progreso tecnológico”, La Nación, Octubre 1998, p. 19. Lauría, Eitel H. “Epidermis tecnológica del planeta”, La Nación, 1/08/00, p.19. Lersch, Philip. El hombre en la actualidad, Editorial Gredos, Madrid, 1979. Massuh, Víctor. “ De la ciencia a la sabiduría”, La Nación, 4/06/00, sección 6, Cultura. Ramonet, Ignacio. La Golosina Visual, Debate, Buenos Aires, 2000. Reggini, Horacio C. “La sociedad del conocimiento”, La Nación, 19/06/99, p. 19. Reggini, Horacio C. “El fundamentalismo digital”, La Nación, agosto 2000, p. 19. Reinoso, Susana. “En un río de información, es difícil distinguir lo verdadero”, La Nación, 2/04/99, p. 8. Reinoso, Susana. “La era digital debe abaratar costos”, La Nación, 31/10/99, p.14. Sanguineti, Juan José. Ciencia y Modernidad, Carlos Lolhé, Buenos Aires, 1988. Sanguineti, Juan José. “La tecnología y el hombre”, La Nación, 16/01/99, p.19 Sartori, Giovanni. Homo videns – La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid, 1998. (1) Citado por C. Innerarity, “Sociedad de la Información y cultura de la posmodernidad.” p.122. -------------------------- 12 13