Comunidad Científica, versus Comunidad de Creyentes El Status

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Comunidad Científica,
versus Comunidad de Creyentes
El Status Científico de la Teoría Neoclásica
a la Luz de la Intervención Schumpeteriana
Gabriel D. Noel*
Gabriel D. Noel es antropólogo y becario del Proyecto “Violencia, Sociabilidad y Cultura Política”
(PAV0062) de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica por la Universidad Nacional
del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Asimismo se desempeña como docente e investigador en
FLACSO y en la Universidad Nacional de General San Martín. El presente texto fue presentado como trabajo final del Seminario “Cuestiones Teóricas en Ciencias Sociales III” del Doctorado en Ciencias Sociales
de IDES/UNGS.
*
“[When a new method yields] beautiful results [many] come to
believe that the development of science to the end of all time
would consist in the systematic and unremitting application of
it”.
Ludwig BOLTZMANN – (1899)
La Naturaleza de la Intervención Schumpeteriana
C
onsideremos por un instante la relación teórica entre los argumentos que Joseph
SCHUMPETER presenta en Teoría del Desenvolvimiento Económico1 (SCHUMPETER 1997)
y la teoría económica neoclásica. ¿Cómo podríamos calificar la intervención de aquél
respecto de esta? ¿Qué es lo que SCHUMPETER hace respecto de la formulación neoclásica?
Sin duda alguna podemos descartar, en principio, que la posición de SCHUMPETER represente una refutación lisa y llana de los supuestos o los procedimientos analíticos de
la teoría neoclásica: queda razonablemente claro de la lectura del primer capítulo de su
obra – intitulado “La Corriente Circular de la Vida Económica en tanto que Condicionada por
Circunstancias Dadas” – que SCHUMPETER hace uso de la teoría neoclásica sin replanteos
de mayor envergadura. No se requiere aquí de gran sutileza hermenéutica, o de lectura
entre líneas: SCHUMPETER mismo lo afirma sin ambages
“…debe proveerse a lo que sigue de dientes que lo engranen con las ruedas de la teoría ortodoxa (…) lo que ofrece este capítulo es parte del cuerpo principal de la teoría económica”
(SCHUMPETER 1997: 18)
No se trataría entonces de un simple gesto de ruptura, ni de una negación tout court.
La naturaleza de la intervención schumpeteriana se vuelve bastante más transparente si
pasamos al capítulo siguiente de la obra citada, cuyo título es “El Fenómeno Fundamental
del Desenvolvimiento Económico”: SCHUMPETER sostiene allí que los modelos de inspiración neoclásica no bastan para dar cuenta de la totalidad de los fenómenos económicos,
y que se requiere introducir nuevos factores, elementos y procesos si se quieren explicar
esos aspectos que denomina, precisamente, “desenvolvimiento económico” y que tienen
que ver ya no con esa “corriente circular” regular y cíclica en la que se reconoce la impronta neoclásica, sino con la “evolución económica” y sus “resultados históricos”.
Queda así razonablemente claro que no es tanto la validez de la teoría neoclásica como
su alcance lo que está en juego: SCHUMPETER no afirma que los modelos neoclásicos
sean fundamentalmente incorrectos, sino tan sólo que los mismos no pueden dar cuenta
Siempre que hagamos referencia, a lo largo de este trabajo, a la “intervención schumpeteriana”, deberá
entenderse que hacemos alusión a la formulación contenida en la obra citada (SCHUMPETER 1997) –
concretamente a sus dos primeros capítulos – y a la posición teórica concomitante que suele conocerse
como “Schumpeter Mark I”.
1
[1 ]
de la totalidad de los fenómenos económicos. Concretamente, existiría un orden específico de fenómenos – los relacionados con el “desenvolvimiento económico” – para los cuáles se requeriría complementar la teoría neoclásica con un nuevo conjunto de procedimientos teóricos y analíticos. Así, lo que la intervención de SCHUMPETER se propondría
no sería sino transformar a la teoría económica neoclásica en un caso particular dentro
de una teoría económica más general que la incluiría, reconociendo su poder explicativo
al mismo tiempo que se lo cualifica. La teoría neoclásica deviene por tanto un modelo
particular dentro de una teoría económica más general, modelo aplicable en principio
sólo a un determinado orden de fenómenos, esos que comprenden lo que SCHUMPETER
llama “la corriente circular”. Aquellos otros fenómenos pertinentes al “desenvolvimiento
económico” habrán de ser explicados por medio de otros modelos en el marco de una
misma teoría.
Ahora bien: si se la pone en una perspectiva algo más amplia, podrá verse que esta clase
de intervención no es precisamente novedosa. Ha ocurrido una y otra vez en la historia
de las ciencias que una teoría que originalmente se pretendiera de alcance universal
fuera revisada a la luz de una teoría nueva e incorporada como parte de esa misma teoría, válida sólo en circunstancias estrictamente delimitadas. Para citar sólo los dos ejemplos más notorios – provenientes de dos ciencias en principio alejadas de la economía
neoclásica como son la física y la biología evolutiva – podemos traer a colación los casos
de la teoría especial de la relatividad (que incorpora a la mecánica newtoniana como un
modelo válido para aquellas situaciones en las que las velocidades estén muy alejadas
de c2) y el de la teoría de los equilibrios puntuados (que incorpora la teoría neodarwinista de la evolución como un caso particular que explica sólo los cambios genéticos y somáticos de pequeña monta) (ELDREDGE 1982). Este último caso quizás merezca un breve
aparte, puesto que es homólogo, punto por punto, de la intervención schumpeteriana.
Homologías y Divergencias
A lo largo de las décadas de 1930 y 1940 se consolida en biología evolutiva un modelo
teórico que será eventualmente conocido como “síntesis moderna” o “neodarwinismo” y
que devendrá hegemónico en el campo de la biología en los años sucesivos. La síntesis
neodarwinista representó en biología evolutiva la primera teoría digna de tal nombre y
en cuanto tal se expandió rápidamente por universidades y laboratorios a ambos lados
del Atlántico en un tiempo relativamente corto. Simplificando hasta el abuso, lo que el
modelo neodarwinista propone es explicar el cambio evolutivo de los organismos vivos
por medio de un modelo único que combina las variaciones en el patrimonio genético
de las poblaciones de organismos con un proceso de selección natural. Lo que aquí nos
interesa es que este modelo se concibe aplicable a la totalidad de los fenómenos evolutivos: desde el cambio en el color de las alas de una mariposa, al surgimiento de los vertebrados o los hongos.
2
‘c’ representa el valor de la velocidad de la luz en el vacío, ie. aproximadamente 300.000 km/s.
[2 ]
A medida que el siglo transcurre – y no obstante sus éxitos espectaculares – comienzan
a aparecer entre los biólogos algunas dudas respecto del alcance de este modelo y más
concretamente, acerca de su poder explicativo en lo que hace a cambios evolutivos de
gran envergadura. Eventualmente – a lo largo de la década de 1970 – algunos investigadores, entre los que se destacan Stephen Jay GOULD y Niles ELDREDGE, propondrán
una teoría alternativa, generalmente conocida con el nombre de “teoría de los equilibrios
puntuados”. La propuesta de GOULD y ELDREDGE no niega la validez de la síntesis neodarwinista, sino que redefine su alcance: para la teoría de los equilibrios puntuados
existen dos órdenes de fenómenos en la historia evolutiva de los organismos, la microevolución y la macroevolución. Si bien los mecanismos postulados por la teoría de la
síntesis explicarían suficiente y adecuadamente los fenómenos de microevolución, se
muestran manifiestamente insuficientes para dar cuenta de la macroevolución, para cuya explicación se requeriría de mecanismos y modelos distintos.
Se comprenderá ahora, esperamos, por qué decíamos que la homología entre lo ocurrido en biología evolutiva y la intervención schumpeteriana es casi completa. La naturaleza de la intervención de GOULD y ELDREDGE replica formalmente – ¡a medio siglo de
distancia! – la propuesta de SCHUMPETER. En ambos casos se cualifica el alcance de una
teoría hasta ese entonces hegemónica y de pretensión universal, y se la redefine como
aplicable a un orden cuidadosamente delimitado de fenómenos “micro”, haciendo la
salvedad de que se requiere de un mecanismo explicativo distinto para otro orden de
fenómenos “macro”. Aún más, en ambos casos hay involucradas cuestiones de temporalidad: una temporalidad “circular” u homeostática corta versus una temporalidad “lineal” larga, cada una de ellas con su lógica y sus correspondientes mecanismos explicativos.
Ahora bien: hay un punto en el que esta simetría perfecta se rompe. Mientras que la teoría de los equilibrios puntuados eventualmente – aunque no sin vacilaciones – ha reemplazado pacíficamente al interior de la comunidad de los biólogos a la síntesis neodarwinista3, la teoría schumpeteriana apenas sí ha hecho mella al interior de la comunidad
de economistas. Con esto no pretendemos negar el impacto que SCHUMPETER haya podido tener sobre la teoría económica, ni dejar de reconocer que existan importantes economistas que de hecho incorporan o interpelan las consecuencias de su intervención
teórica. Lo que queremos afirmar tiene más bien que ver con que en el campo de la teoría económica sigue siendo hegemónica a todos los efectos prácticos la propuesta neoclásica, ya sea que consideremos la formación académica, las políticas económicas internacionales y nacionales, las columnas de diarios y revistas o el sentido común del
“ciudadano informado”. Sin duda resulta paradójico el contraste entre la identidad
Apenas si es necesario aclarar que esta transición no es – ni puede ser – ni tan absoluta ni tan ordenada
como la presentamos. Pero aún cuando no todos los biólogos adhieran a la teoría de los equilibrios puntuados, existe un consenso más o menos generalizado respecto del alcance parcial de la síntesis neodarwinista punto que ha sido efectivamente incorporado a la teoría evolucionista (cf. GOULD y LEWONTIN
1979).
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[3 ]
formal de los dos ejemplos que hemos presentado – la biología evolucionista por un lado, la teoría económica por el otro – y la disparidad en los efectos de las respectivas intervenciones críticas – de un lado la teoría de los equilibrios puntuados, del otro la revisión schumpeteriana. La perplejidad se vuelve todavía mayor cuando consideramos,
como hemos ya señalado (cf. supra), que nuestros ejemplos no representan sino dos casos de una clase de operaciones teóricas frecuentes en la historia de las ciencias, cuyo
resultado es casi inevitablemente la inclusión de la antigua teoría en una teoría nueva
más abarcativa. Y si el “casi” es aquí más que una mera concesión retórica, es justamente porque existe un caso saliente en el que esto no ha ocurrido, y es el de la teoría económica.
¿Cómo abordar esta anomalía? ¿A qué podríamos atribuir la excepcionalidad de la teoría económica en la historia de las ciencias? Para responder a esta pregunta deberíamos
considerar en detalle algunas de las principales teorías sobre la evolución4 del conocimiento científico.
La Evolución del Conocimiento Científico
La pregunta respecto de las condiciones de los cambios teóricos de cierta envergadura
en la historia de las ciencias – esto es, por qué la ciencia (o mejor dicho, los científicos)
reemplazan unas explicaciones por otras – se ha planteado una y otra vez a lo largo del
pasado siglo. Indudablemente esta pregunta se encuentra indisolublemente ligada a
otra más fundamental, que es aquella por la cientificidad de la ciencia, esto es, qué hace
que una explicación científica sea científica. Entre los principales intentos de respuesta a
estas preguntas sobresalen por su notoriedad y pretensión comprehensiva los de Karl
POPPER (1993), Thomas KUHN (1971) e Imre LAKATOS (1978, 1993), autores cuyas propuestas se articulan en un debate epistemológico que abarca prácticamente medio siglo.
Karl POPPER analiza lógicamente la estructura de la demostración científica y encuentra
que los intentos de confirmar por vía observacional o experimental una teoría asumen
la forma de una falacia, la llamada “afirmación del consecuente”: aún cuando una teoría
especifique un resultado determinado de una observación y la observación efectivamente lo confirme, ello nada prueba lógicamente respecto de la validez de la teoría.
Aún así esto no significa renunciar a la posibilidad lógica de someter a prueba una teoría. Quizás la confirmación sea lógicamente imposible, pero la refutación no lo es: si una
teoría especifica un resultado observacional o experimental determinado y ese resultado
no se produce, la teoría es lógicamente refutada en virtud de un razonamiento cuya
forma se conoce como tollendo tollens (la negación del consecuente implica la negación
del antecedente).
Quisiéramos aclarar aquí que la palabra ‘evolución’ no debe entenderse en un sentido teleológico o progresista.
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[4 ]
Por consiguiente para POPPER la ciencia no debe esforzarse por confirmar sus hipótesis –
puesto que esta confirmación es lógicamente una quimera – sino más bien por refutarlas, esto es, falsarlas. Según este argumento, será científica sólo aquella teoría que especifica claramente condiciones de falsabilidad, es decir, qué clase de observaciones podrían invalidarla. Establecidas estas condiciones, la práctica de los científicos deberá
consistir en intentar falsar sus hipótesis o teorías. Mientras no se lo consiga, una hipótesis o teoría se tendrá por buena. Una vez falsada, una hipótesis o teoría deberá ser descartada.
Así, nuestra pregunta inicial por el reemplazo de teorías tiene para POPPER una explicación relativamente sencilla: una teoría debe ser abandonada en cuanto ha sido falsada y
reemplazada, en lo sucesivo, por una que no haya sido falsada aún.
Thomas KUHN parte de un punto de vista distinto. En lugar de interrogarse sobre las
condiciones lógicas de posibilidad de la demostración científica, parte de una serie de
observaciones respecto de cómo se produce de hecho el cambio teórico en la historia de
las ciencias. Simplificando su argumentación – argumentación que ha sido difundida y
divulgada hasta el hartazgo – KUHN argumenta que existen dos “momentos” en la práctica científica: por un lado períodos más o menos prolongados – a los que denomina “de
ciencia normal” – en los que la práctica científica consiste en gran medida en aplicar de
una manera más o menos estandarizada los métodos considerados válidos a los objetos
considerados legítimos5, y períodos más o menos breves – denominados “revoluciones
científicas” – en los cuales objetos y métodos son sometidos a revisión o replanteo. Así,
la sucesión de teorías científicas (estrictamente hablando, de “paradigmas”) responde a
una dinámica oscilatoria6 en la que un paradigma devenido “ciencia normal” va encontrando crecientes dificultades para asimilar anomalías observacionales, hasta que el
mismo “cae por su peso”, y la comunidad científica decide reemplazarlo por otro paradigma que dé cuenta satisfactoriamente de esas anomalías7. Aquí el peso a la hora de
definir qué es lo que hace científica a una teoría determinada no está tanto en la estructura lógica de la argumentación, como en el consenso existente en la comunidad científica misma, árbitro último de la cientificidad de una teoría.
Imre LAKATOS intenta reformular la propuesta falsacionista de POPPER, incorporando
algunos elementos del punto de vista de KUHN, a la vez que reniega de lo que considera
La conjunción de esos objetos y esos métodos es lo que KUHN denomina “paradigma” (si bien, como se
ha señalado repetidas veces, KUHN utiliza el concepto de modo harto equívoco a lo largo de su obra).
6 No podemos dejar de señalar que, interesantemente, esta alternancia entre “ciencia normal” y “revolución científica” es también homóloga de distinción entre “microevolución” y “macroevolución” en la teoría de los equilibrios puntuados, o de aquella entre “corriente circular” y “desenvolvimiento económico”
en la propuesta schumpeteriana.
7 Una vez más, debemos advertir que estamos simplificando en exceso la argumentación de KUHN, puesto que dejamos de lado fenómenos de gran importancia en su planteo, como ser la competencia entre paradigmas rivales, la coexistencia de paradigmas alternativos o la situación preparadigmática (KROTZ
2004) de algunas disciplinas.
5
[5 ]
algunos excesos de “irracionalismo” o “voluntarismo” de éste (en particular, su afirmación de la arbitrariedad en la atribución de carácter científico a una teoría por parte de
la comunidad científica). LAKATOS critica a POPPER, en primer lugar, porque la historia
de las ciencias no parece consistente con su propuesta, y esto por varias razones: en
primer lugar porque no suele suceder que los científicos construyan una teoría sólo para
intentar demolerla; en segundo porque una sola observación no necesariamente basta
para invalidar una teoría (puede suceder, de hecho, que la observación haya sido realizadas en condiciones defectuosas) ni debería bastar, en la medida en que una teoría
puede corregirse sin necesidad de invalidarla8; en tercero – consistentemente con lo que
hemos ya afirmado – se considera que una teoría es un buen reemplazo de otra, si hace
todo lo que ésta, y algo más, es decir, si ofrece un “plus de explicación” respecto de una
teoría anterior. Así, pretende conservar el carácter progresivo de la historia de las ciencias presente en POPPER – contra el “irracionalismo” que percibe en la propuesta de KUHN
– a la vez que intenta superar la ingenuidad de su logicismo estricto, en correspondencia con el modo en que la investigación científica de hecho tiene lugar. Así, lo que hace
científica según LAKATOS a una teoría, es el estar sometida a constante contestación y
corrección a la luz de la evidencia disponible, al tiempo que el reemplazo de unas teorías por otras representa un proceso crecientemente inclusivo, en el cual las teorías otrora
exitosas son incorporadas como parte de teorías nuevas que las incluyen, a la vez que
agregan un “plus de explicación”.
Ahora sí, luego de este recorrido estilizado por algunas de las principales respuestas a
las cuestiones de la cientificidad de la ciencia, y del reemplazo de teorías científicas, podemos volver a nuestra pregunta inicial respecto de eso que podría llamarse la “anomalía neoclásica”, es decir cómo es posible que la intervención schumpeteriana no haya tenido, respecto de la economía neoclásica, el efecto que tuvieron, por ejemplo, la teoría
de los equilibrios puntuados respecto de la síntesis neodarwiniana, o la relatividad especial respecto de la mecánica clásica.
La Teoría Neoclásica a la Luz del Debate Epistemológico
Consideremos un segundo las posiciones epistemológicas que acabamos de presentar.
Si las leemos con cuidado se echará de ver que las propuestas de POPPER, KUHN y LAKATOS, por más que se las acostumbre a citar como parte de un único y mismo debate,
no son exactamente comparables. En efecto, tanto la posición de POPPER como la de LAKATOS (que supone un refinamiento ulterior de la primera) comparten un carácter normativo que no encontramos en la posición de KUHN. Dicho de modo ligeramente distinto: tanto POPPER como LAKATOS enuncian cómo debería ocurrir el cambio en la práctica
de la ciencia para que éste pudiera ser considerado legítimo – es decir para que sus reLAKATOS considera que un “programa de investigación científica” – concepto que ocupa en su propuesta un
lugar análogo al de “paradigma” en KUHN – cuenta con un “núcleo duro” que rara vez se modifica, y un
“cinturón protector” que cambia constantemente en respuesta a los desafíos de anomalías y nuevas observaciones.
8
[6 ]
clamos de privilegio epistemológico tuvieran algún asidero – mientras que KUHN intenta dar cuenta de cómo ocurre, de hecho, el cambio en la producción científica9.
A partir de esta distinción es que podemos enunciar una primera constatación respecto
de aquello que hemos dado en llamar la “anomalía neoclásica” (esto es, el hecho de que
la trayectoria de la teoría económica neoclásica no se haya visto alterada por la interpelación schumpeteriana): según la perspectiva de LAKATOS – perspectiva que, como
hemos dicho, asume y corrige la de POPPER10 – ese cambio que señalamos como habitual
en la historia de las ciencias, y que se manifiesta en la absorción de una teoría de pretensiones universales como caso particular en una teoría mayor – debería haberse producido, puesto que la intervención schumpeteriana satisface todas aquellas condiciones
que postula el modelo de LAKATOS como necesarias y suficientes para el reemplazo de
una teoría por otra, en particular, el requisito del “plus de explicación” (cf. supra)11.
Ahora bien, si constatamos que este cambio no se ha producido de hecho, la pregunta
necesaria y oportuna es por qué. Y en la medida en que hemos pasado aquí de una
cuestión de iure a una cuestión de facto, la propuesta de KUHN quizás pueda arrojar alguna luz sobre nuestro interrogante.
Como comentamos oportunamente, para KUHN, el cambio de un paradigma a otro resulta en gran medida de una suerte de decisión colectiva de la comunidad científica pertinente, que en un momento determinado juzga que un paradigma se ha complicado en
exceso como consecuencia de una multiplicación de hipótesis ad hoc que proliferan como respuesta a un número creciente de desafíos al mismo. Como la decisión final descansa en el arbitrio de la comunidad científica – que en último término decide cuándo
“es ya suficiente” – KUHN ha sido repetidas veces acusado de “irracionalismo”. Pero
creemos que esta acusación esconde precisamente una confusión entre el plano normativo y el descriptivo que con tanto cuidado nos hemos esforzado en distinguir. La afirmación de KUHN, entendemos, ha de leerse como una afirmación descriptiva que señala
el hecho ciertamente innegable de que hay algo de arbitrariedad lógica – que no es lo
mismo que sostener que la decisión en sí sea irracional o arbitraria – en el momento en
que una determinada comunidad científica decide abandonar un paradigma, teoría o
modelo. LAKATOS señaló correctamente que una observación contraria a un modelo no
puede ni debe bastar para abandonarlo: la pregunta entonces – dicha de modo delibeAlgo de esto hemos ya adelantado en la medida en que señalamos que el punto de partida de POPPER es
lógico, mientras que el de KUHN es empírico.
10 Por razones tanto de espacio como de falta de familiaridad y competencia con los desarrollos de la teoría económica neoclásica, dejaremos aquí de lado la cuestión de su falsabilidad efectiva, esto es, si existe
alguna proposición de naturaleza observacional que pudiera falsar el modelo neoclásico.
11 Ciertamente uno no puede dejar de notar la ironía subyacente al hecho de que sea precisamente la economía, que se propone como modelo exclusivo de rigor formal – comparable al de las “ciencias duras” –
en las ciencias sociales, la que se sustrae con más pertinacia a los criterios de cientificidad corrientemente
tenidos por buenos en la discusión epistemológica.
9
[7 ]
radamente ingenuo – es cuántas observaciones serían suficientes o, mejor aún, cuántas
correcciones o “parches” puede sufrir una teoría o modelo antes de que se decida cambiarlo por uno nuevo. Aquí creemos que la única respuesta convincente es la de KUHN:
tantas como la comunidad científica en cuestión decida que son bastantes.
Así, la respuesta a nuestra pregunta original – “¿por qué es que la economía neoclásica no ha
sido subsumida en el modelo schumpeteriano como caso particular cuando, según lo propone LAKATOS, debió haberlo sido?” – puede hallar solución en la constatación de KUHN: no lo ha
sido, porque la comunidad de los economistas lo ha decidido así12. La constatación
puede parecer un pleonasmo – y ciertamente tiene también algo de anticlimática – pero
revela de hecho una de esas constataciones que resultan particularmente difíciles de ver
en virtud de su misma obviedad. Aún así, para escapar al pleonasmo deberíamos intentar siquiera afirmar algo acerca de las posibles razones de esta negativa de la comunidad hegemónica de economistas a reformular de manera radical su paradigma.
Comunidad de Científicos y Comunidad de Creyentes
Salvedad hecha de sus discrepancias tanto POPPER, como KUHN, como LAKATOS – y no
sólo ellos, claro está – estarían de acuerdo con que una de las notas distintivas del conocimiento y la práctica científica es su “perfectibilidad”13: la ciencia cambia permanentemente – aún cuando a paso variable – sus objetos, sus teorías, sus metodologías, sus enfoques. La definición misma de la ciencia, tal como la entendemos hoy, implica que
cualquiera de sus postulados o afirmaciones está abierta, al menos en principio, al debate, la impugnación o la revisión rigurosa. Claro está que en la práctica esto no es regular ni consistentemente así, como lo han mostrado tanto KUHN – cuya postura implica
que aunque toda proposición sea impugnable, es la comunidad científica la que decide
cuándo ha sido efectivamente impugnada – como LAKATOS – quien al distinguir entre
“núcleo duro” y “cinturón protector”14 señala que no todas las proposiciones son igualmente susceptibles de impugnación: hay postulados que se acepta alegremente someter
a prueba, impugnar, revisar y modificar – aquellos que forman parte del “cinturón protector” – mientras que hay otros que rara vez se discuten, revisan o impugnan – los pertenecientes al “núcleo duro”. Dicho de modo ligeramente distinto, por más que todos
los postulados, objetos y métodos de la ciencia sean formalmente impugnables no son
todos ni siempre efectivamente impugnados.
Claro está que la idea de una única “comunidad de los economistas” no es más que una ficción simplificadora. Lo que existen de hecho, son numerosas comunidades de economistas – o de científicos en general – que disputan un campo. Con “comunidad de los economistas” queremos significar aquí la comunidad hegemónica de economistas, aquella que marca el tonus, los objetos y los métodos legítimos de la
reflexión económica.
13 Siempre que se entienda “perfectibilidad” sin connotaciones teleológicas (las cuales POPPER y LAKATOS
admiten pero no KUHN).
14 cf. Nota 8, supra.
12
[8 ]
Ahora bien, dentro de este esquema doble de “núcleo duro” y “cinturón protector” resulta razonable suponer, siguiendo a KUHN, que es la comunidad científica la que decide dónde termina uno y comienza el otro – dicho de manera ligeramente distinta, dónde se sitúa la frontera que divide aquellas proposiciones que pueden cuestionarse rutinariamente de aquellas que hay que defender como constitutivas de la práctica disciplinar. Y en la medida en que esta frontera sea así arbitraria y, por consiguiente variable,
podemos suponer un continuum de posiciones, que irían desde aquellas en la que la
cuasi totalidad de los objetos, postulados y métodos se situarían como parte del “núcleo
duro” – quedando, por consiguiente, un “cinturón protector” estrecho y limitado – a
aquellas en las que la situación es exactamente la inversa: un “núcleo duro” pequeño y
un “cinturón protector” amplio y abarcativo.
Supuestos estos dos extremos de clasificación – núcleo amplio/cinturón estrecho versus
núcleo estrecho/cinturón amplio – la tentación de buscar ejemplos es ciertamente irresistible. En el primer caso podríamos sin duda colocar el límite superior de la práctica
científica, esto es la “pseudociencia”15, entendida como un sistema de creencias que se
resiste a la impugnación empírica mientras que en el segundo podríamos postular su
límite inferior, la “protociencia” (lo que KUHN llama “fase preparadigmática” de una
disciplina, cf. KROTZ 2004). Entre ambos polos se desplegaría la variedad plural de prácticas tenidas habitualmente por científicas.
Retomemos ahora por última vez – luego de esta nueva y necesaria digresión – nuestra
discusión respecto del estatuto de la economía neoclásica: ¿en qué parte del continuum
podríamos situarla? Debería quedar claro a partir de nuestra discusión y, en particular,
de nuestra constatación – siguiendo una vez más a LAKATOS – de que la intervención
schumpeteriana debería haber resultado en la incorporación del modelo neoclásico a
una teoría mayor, que consideramos que la teoría económica neoclásica se encuentra
perturbadoramente cerca del polo de la pseudociencia, si no es que sobre ese polo
mismo. Dicho de modo algo más riguroso, los postulados, objetos y métodos de la teoría económica neoclásica han pasado prácticamente en su totalidad al núcleo duro de
la teoría económica contemporánea, de modo tal que la posibilidad efectiva de impugnarlos – o aún de ponerlos a prueba – con éxito es mínima. Las implicaciones de
esta afirmación son preocupantes en lo que hace al estatuto científico de la teoría económica, en la medida en que sugieren que la comunidad científica hegemónica de los
economistas corre severo riesgo – si es que no ha cedido ya a la tentación – de devenir
en comunidad de creyentes en la medida en que, como todo creyente, rehúsa persistentemente someter a reevaluación los postulados fundamentales de su “fe”, incluso – o
especialmente – cuando esta reevaluación es hecha de modo riguroso. Las creencias – y
eso los antropólogos lo sabemos bien – son prácticamente inmunes a los hechos.
Optamos por “pseudociencia” en lugar de “ideología” o “metafísica” para evitar los problemas de polisemia de estos últimos términos.
15
[9 ]
Aún cuando pueda parecer incidental, no creemos del todo inocente que buen número
de debates en torno de la teoría económica contemporánea se planteen en términos de
“canon” o de “ortodoxia” y “heterodoxia”, términos y conceptos surgidos en el ámbito del
debate religioso. Igualmente sugestivo es el tono escolástico de muchas disputas entre
economistas – incluyendo aquellas que no son más que un intercambio de epítetos, en
virtud de esa lógica inquisitorial en la que el debate se limita a demostrar el carácter
herético de las proposiciones rivales – al igual que la complejidad crecientemente barroca de muchos de sus modelos. Claro está que estas analogías – por sugestivas que puedan parecernos – no tienen más que un valor indicial respecto del nudo de nuestro argumento.
A Modo de Conclusión: las Cosas de la Lógica y la Lógica de las Cosas
Comenzamos nuestro análisis mostrando de qué manera situar la intervención schumpeteriana respecto de la teoría neoclásica y señalamos que la propuesta de SCHUMPETER,
tal como se la encuentra en los dos primeros capítulos de Teoría del Desenvolvimiento
Económico representa una aproximación que incluye a ésta como caso particular dentro
de una teoría más general. Señalamos a continuación hasta qué punto esta operación
teórica es habitual en la historia de las ciencias, al tiempo que hacíamos manifiesta
nuestra perplejidad por el hecho de que su resultado – excepcionalmente – no lo fuera.
Proseguimos nuestra argumentación recapitulando las líneas generales del debate reciente sobre el reemplazo de teorías científicas, para luego utilizar las diversas posiciones en este debate a los efectos de intentar dar sentido a lo que dimos en llamar “anomalía neoclásica”. Concluimos, a partir de este cruce, que la comunidad científica
hegemónica de los economistas ha transformado a los objetos, métodos y postulados de
la teoría neoclásica en un objeto de creencia si no incuestionable, al menos muy difícil
de cuestionar efectivamente, de modo tal de devenir de “comunidad científica” en “comunidad de creyentes”.
Sin duda alguna nuestro argumento quedaría trunco si no intentáramos, al menos a título conjetural, adelantar algunas hipótesis respecto de las posibles razones de este desplazamiento.
Señalamos ya16 en passant el carácter excepcional que la economía neoclásica reclama en
el marco del campo de las ciencias sociales del que forma parte. Sin duda alguna la economía neoclásica es prácticamente el único ejemplo al interior de ese campo de una
ciencia “paradigmática”17 – en términos de KUHN –, consolidada y formalizada. Si de
excepcionalidades se trata, quizás no sería del todo desatinado intentar buscar en esa
misma excepcionalidad de la teoría neoclásica las razones posibles de su resistencia. Si
cf. Nota 11, supra.
Con las posibles excepciones de la lingüística (si es que se decide incluirla entre las ciencias sociales) y
la sociología funcionalista parsoniana, objeto hoy de severas críticas.
16
17
[10 ]
este estatuto de la ciencia económica al interior del campo de las ciencias sociales es resultado de su formalización exitosa, y su formalización exitosa es consecuencia de las
teorías y procedimientos metodológicos de la economía neoclásica, se comprenderá fácilmente que la posibilidad de someter a crítica el paradigma neoclásico pueda verse
como una apuesta demasiado riesgosa que amenazaría la precisión formal de una ciencia económica temerosa de verse convertida en “una ciencia social más”, sometida a los
avatares de lo empírico, de la complejidad, de la incertidumbre y de todas aquellas dimensiones de lo real que las restantes disciplinas – incluyendo unas ciencias “duras”
que hoy lo son cada vez menos – han incorporado o están en proceso de incorporar.
Así, los economistas neoclásicos – como lo sugiere la cita de BOLZMANN que citamos a
modo de epígrafe – persisten en la contemplación extática y estética de sus modelos y
de la elegancia formal de su disciplina, más interesados “en las cosas de la lógica que en la
lógica de las cosas”, mientras fulminan con anatemas a todos aquellos que pudieran amenazar la santidad de su disciplina. Una vez más – y a esta altura quizás sea oportuno
abandonar nuestra retórica de la sorpresa – la actitud resulta del todo esperable en el
corpus mysticum de una comunidad de creyentes al tiempo que innegablemente inconsistente en el seno de una colectividad que se pretende comunidad científica.
[11 ]
Bibliografía
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KUHN, Thomas (1971) [1962] La Estructura de las Revoluciones Científicas, México, FCE.
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