Ponencias en la Jornada Homenaje a la Guerra de la Restauración

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Ponencias en la Jornada Homenaje a la Guerra de la Restauración, celebrada
el día 27 de agosto de 2015, por la Fundación Juan Bosch.
El Gobierno de la Anexión y la
Guerra de la Restauración 1863-1865.
Emilio Cordero Miguel
Para tratar el Tema “El Gobierno de la Anexión y la Guerra de la Restauración”, tendré que
referirme, ligeramente, a la población y a la situación económica del país existente en ese
momento histórico.
En 1860, la población ascendía a 207,000 habitantes, de los cuales el 89% era mulato o
negro y el 11% blanco, ubicados por regiones de la siguiente manera: la zona oriental y
parte del sur hasta Baní, tenía el 23.9%; Azua, El Cibao, La Línea Noroeste y el norte, el
76.1%. Es decir, un poco más de tres cuartos parte de la población nacional residía en los
territorios, en la zona donde se protagonizaron los hechos bélicos y acciones militares de
la Guerra Restauradora, porque en el Este no se combatió.
La producción era muy limitada porque descansaba, fundamentalmente en la cosecha de
60 a 80 a veces 85 mil quintales de tabaco cibaeños que producía Santiago y sus
alrededores del Cibao anuales que se exportaban a los mercados europeos; algún café que
se comenzaba a cultivar y cacao en el Cibao que se exportaba a los mercados europeos y
norteamericanos y en el Sur; 100 mil galones de miel de abejas; 6,300 quintales de cera;
3, 400,000 pies de caoba y maderas preciosas; 4,000 cabezas de ganado mayor en pie, y
cueros tanto vacuno como caprino. en esta zona había una economía natural ósea, el
hombre no realizaba ningún esfuerzo productivo para tener los bienes materiales que
necesitaba, los arboles los tumbaban, para madera preciosa pero no los sembraban, el
ganado lo cazaban, cogían la piel y la exportaban pero no lo criaban, estaba suelto y
recolectaban la miel de abeja, eso era lo que producía el Sur, ganado, madera, miel de
abeja, cueros y cera, o sea hay una economía bien diferente porque en el Cibao era la
agricultura la que producía los bienes materiales.
De los valores de los productos exportados en los años 1862 y 1863, se desprende que el
Cibao aportó el 75% del valor total desglosado así: tabaco 45%; café 3%; cacao 4%; azúcar
4% maderas 9%; miel y cera 7%; y ganados y cueros 3%. El Cibao, la Línea Noroeste.
Puerto Plata, Monte Cristi y el Sur, exportaron productos que presentaron casi tres cuartas
partes del valor total. Parte del Sur y el Este solamente exportaron el 25% del valor total:
maderas, 10%; ganado y cueros, 10%; miel y cera, 3%; y café, 2%.
La situación monetaria era grave. Las fraudulentas emisiones de papeletas realizadas por
Buenaventura Báez, en los años 1857-1858, no habían sido redimidas y se devaluaban día
a día, lo que provoca el descontento de la población y un creciente y desalentador
retraimiento económico.
La anexión provocó inmediatas protestas pero de poca proyección armadas: en San
Francisco de Macorís hubo un tiroteo, el 23 de marzo; el movimiento en Moca, el 2 de mayo,
que tuvo un objetivo fundamentalmente racial y no de reformación de la soberanía,
aplastada brutalmente por Santana; y la expedición de Francisco del Rosario Sánchez y
Jose María Cabral que culminó con el fusilamiento del primero y parte de sus compañeros.
Esos movimientos oposicionistas fracasaron en la consecución de sus objetivos patrióticos
porque ni contaron con el apoyo popular como ocurrió dos años después. Estos
movimientos fueron fracasados por una sola razón; por no haber tenido el apoyo popular,
fueron movimientos casi aislados de grupos que obedecieron las defensas políticas.
El Gobierno de la Anexión no cumplió con las promesas que había hecho España de
desarrollar económicamente el país y promover el bienestar de la empobrecida población
ya que:

No fomentó la producción agrícola y minera;

Monopolizó la comercialización de todas las mercancías de uso y consumo en
manos de españoles, cortando la libertad de comercio;

Estableció el estanco del tabaco cibaeño a unos 40 a 50 mil quintales con lo que el
comercio de la hoja fue controlado monopólicamente por la metrópoli;

No amortizó totalmente el papel moneda por la lentitud en la conversión y no cambió
las papeletas por monedas de oro y plata, sino de cobre;

No construyó, puertos, líneas ferrocarriles; carreteras y canales para hacer
navegables los ríos Yuna y Yaque del Norte;

Implantó aranceles de importación en favor de mercancías españolas a las que se
cobraba el 9% de su valor, mientras que las de otros países pagaban el 30% , el
35%, 45 y hasta 50% de importación;

Monopolizó en beneficio de buques de matrícula española el transporte de todos los
bienes exportados e importados;

Cobró compulsivamente un impuesto de 4% sobre la renta anual producida por las
propiedades urbanas y rurales;

Creó una burocracia española con altos sueldos que desplazó a la nacional;

Estableció el trabajo forzado de los campesinos en la construcción y mantenimiento
de caminos;

Impulsó el servicio de bagajes y alojamientos de tropas, esto fue brutal, consistía en
que los soldados españoles, para movilizarse o trasladar abastecimientos y
pertrechos, quitaban a los campesinos sus bestias y las devolvían, si acaso lo
hacían, flacas, enfermas y destrozadas. Igualmente era obligatorio para los
campesinos alojar a las tropas españolas que pernoctaban en cualquier casa o
rancherío y alimentarlos gratuitamente;

Estableció mediante ley, la censura a la prensa y a las imprentas;
Estas disposiciones disgustan a los dominicanos y se agravan más aún con la implantación
de disposiciones de carácter social y moral que afectaron profundamente a todas las clases
sociales: la oligarquía; la pequeña burguesía; oficiales y soldados de ejercito); y a los
obreros agrícolas artesanos y desempleados) Éstas fueron:

Prohibir las reuniones, la libertad de expresión y de movimientos así como todas las
manifestaciones de las libertades públicas;

Proscribir los amancebamientos que eran –y siguen siendo en la actualidad– la
manera en que la mayoría de las parejas dominicanas se une y exigir la
obligatoriedad del matrimonio religioso;

Discriminar a los sacerdotes extranjeros y dominicanos reduciéndoles sus ingresos
y sustituyéndolos por peninsulares mejor pagados;

Perseguir y prohibir las creencias religiosas que no fueran las orientadas por el
Vaticano, así como a los masones que fueron considerados herejes en este país
todos los dominicanos de cierta clase social, clase media alta hacia arriba eran
masones cuyas logias fueron cerradas. El obispo Bienvenido Monzón, cual feudal
inquisidor, hostigó a los protestantes sin tomar en consideración que la mayoría de
la población de Puerto Plata y casi toda la de Samaná practicaba creencias
bautistas, metodistas, anglicanas y metodistas; y

Establecer una brutal y casi desconocida discriminación racial en el seno de una
sociedad en la que más del 89% era negra o mulata. Esta discriminación racial fue
la que aumentó la agudización de las contradicciones que se hicieron entre los
pobladores dominicanos y los anexionistas españoles, lo que determinó que resiguió
del movimiento ya que en 1863 como fueron los de Neiva, San Luis, Sabaneta y
sobretodo en Santiago en febrero de 1863 que, continuó con el fusilamiento de unos
cuantos dominicanos y se condena a varios de la policía cibaeña a cadena perpetua,
hasta llevarlos a un nivel explosivo porque burócratas, oficiales y, soldados que
venían de Cuba y Puerto Rico- donde se mantenía la esclavitud y la discriminación
racial- no podían aceptar la igualdad con negros y mulatos dominicanos.
En el mes de febrero de 1863, ocurrieron varios levantamientos armados que fracasaron
en sus intentos por restaurar la República Dominicana. El primero, fue el de Neyba; el
segundo, el de Guayubín, el día 17; el tercero, el de Sabaneta, el día 23, el cuarto, el mismo
día, el de Monte Cristi y Dajabón y; el quinto, el día 24, el de Santiago, cuando se intentó
tomar la Fortaleza San Luis. Casi todos los inspiradores de este último intento insurreccional
fueron apresados, juzgados y condenados a muerte algunos, otros a sufrir penas de
confinamiento en Ceuta, isla-prisión de la que rarísima vez salía con vida un prisionero
político.
Esos movimientos fracasaron porque España reaccionó con rapidez y mano dura y, sobre
todo, porque se hicieron aislados de las masas populares. Con la agudización de las
contradicciones entre anexionistas y el pueblo, el 16 de agosto de 1863, un grupo de 14
hombres izó en Capotillo la bandera nacional e inició la Guerra de la Restauración. Los
restauradores, con el apoyo de los pobladores de la región derrotaron a Buceta y a Campillo
y marcharon hacia Santiago, tomaron la ciudad y se inició en sitio a la Fortaleza San Luis,
donde se habían atrincherado las tropas anexionistas y refugiado decenas de familias
hispánicas y dominicanas que apoyaban a la Anexión. Fue el momento en que Polanco, al
restablecer ese cerco, utilizó una táctica que fue aquí también muy común en la idea, y en
Cuba también la aplicó Máximo Gómez, que fue la Guerra Económica, las tropas españolas
salieron y un militar español Armando López Morillo, que quedó herido, que se incluyó a las
guerra con unos 400 españoles más que se trasladaban a Jarabacoa, a Constanza, a la
sierra y escribió un libro muy importante en el que él hace un análisis sociológico muy
interesante del pueblo dominicano y señala con mucha incisión el problema racial. La
fortificación no pudo ser tomada en el curso de los combates de Santiago; fue incendiada
casi totalmente por Gaspar Polanco, una especie de Dalton dominicano – quien aplicó la
tea revolucionaria en todas partes.
Es bueno recordar que los restauradores no solamente incendiaron a Santiago, sino que
también destruyeron parte de Puerto Plata; a Monte Cristi; Barahona; San Cristóbal; parte
de Bani; a Azua; Neyba y a todos los villorrios por los que pasaban cuando retrocedían para
emboscar a los españoles o provocar que los persiguieran para alejarlos de sus bases de
abastecimiento. Cuando los combatientes restauradores se retiraban, no dejaban a sus
espaldas nada que pudiera servir al enemigo: destruían los cultivos; mataban los animales
domésticos que no se podían llevar; quemaban los ranchos, almacenes y viviendas. Era la
táctica de la guerra económica: de la tierra arrasada y la tea incendiaria.
Además de esta táctica de tierra arrastrada y de la tea, los restauradores emplearon otra
que desquició a los estrategas militares españoles: la guerra irregular o de guerrilla contra
las tropas españolas que obedecía a las famosas Instrucciones para la guerra de guerrillas
de Gobierno Provisional Restaurador, redactadas por Matías Ramón Mella, cuando era
ministro de guerra, en septiembre de 1863, en las que ordenó en 10 normas la forma en
que debía combatirse a los españoles;
1. Usar la mayor prudencia para no dejarse sorprender a fin de igualar la superioridad del
enemigo en número, disciplina y recursos;
2. No enfrascarse jamás en un encuentro general ni exponer a la forma de un combate la
suerte de la República;
3. Tirar mucho, rápido y bien, hostilizando al enemigo día y noche; interceptándole sus
bagajes, sus comunicaciones y cortándole el agua;
4. Agobiarlo con guerrillas que tuvieran unidad de acción por su frente, retaguardia y
flancos, no dejándolo descansar ni de día ni de noche, no dejarse jamás sorprender siempre
que se pudiera;
5. Pelear siempre que se pudiera, abrigarlos por los montes y el terreno y hacer uso del
arma blanca cada vez que se vislumbrara la posibilidad de abrirle al enemigo un boquete
para metérsele dentro y acabar con él; sin presentarle nunca un frente por pequeño que
fuera;
6. Nunca dejarse sorprender y sorprender siempre al enemigo aunque fuera a un solo
hombre;
7. No dejarlo dormir ni de día ni de noche para que las enfermedades hicieran en ellos más
estragos que muestran armas;
8. Si el enemigo replegaba, averiguar si era una falsa retirada; si no lo era, se le debía
seguir hostilizando por todos lados; si avanzaba se le debía hacer caer en emboscadas
acribillándolo con guerrillas; en una palabra, hacerle a todo trance y en toda la extensión de
la palabra, la guerra de manigua y de un combatiente invisible;
9. Mientras más se separa al enemigo de su base de operaciones, peor sería para él; si
intentaba internarse en el país, más perdido estaría; y
10. Organizar donde quiera que estuviera situado, un servicio eficaz y activo de espionaje,
para saber a todas las horas del día y de la noche el estado, la situación, la fuerza, los
movimientos e intenciones del enemigo.
Inmediatamente después de proclamarse la Restauración, se redactó el Acta de
Independencia y se creó el Gobierno Provisional presidido por José Antonio Salcedo y se
iniciaron las campañas militares en el Cibao, Línea Noroeste, Centro y Sur y en todas se
utilizó la táctica de la guerra de guerrillas, excepto en dos ocasiones en que los
restauradores fueron derrotados.
Las tácticas de la guerrilla, la tea y la tierra arrastrada, empleados en las campañas del Sur,
Centro, Cibao, Noroeste y Este, obligaron al mariscal La Gándara a concentrar sus tropas
en San Carlos, Monte Cristi, Puerto Plata y Samaná, después del ocaso de Santana por su
fracaso militar en Guanuma, Monte Plata, El Seíbo e Higüey.
Para octubre de 1864, las acciones militares restauradoras estaban estancadas, situación
que provoco que Gaspar Polanco, junto a otros dirigentes, el día 10 lanzara un manifiesto
acusando al presidente Salcedo de vacilante, de iniciar negociaciones de paz con La
Gándara para traer a Báez a la presidencia y de abandonar los cantones del frente de Monte
Cristi. El desconocimiento de Salcedo como jefe del Gobierno Provisional Restaurador,
causo su derrocamiento y que los jefes restauradores proclaman presidente a Gaspar
Polanco. El nuevo Gobierno se convirtió en una dictadura revolucionaria por la serie de
medidas que implantó y por activar la guerra patriótica en todos los frentes.
En España, el 16 de septiembre de 1864, un grupo de oficiales encabezado por el general
Ramón María Narváez depuso al general Leopoldo O´Donnell por el fracaso político de la
Unión Liberal y, especialmente, por el descalabro militar del ejército español que en una
campaña de 13 meses había sufrido miles de bajas a un costo de millones de dólares, lo
que llevó a las Cortes de España y a la reina Isabel II a ordenar la desocupación de Santo
Domingo. Las tropas españolas comenzaron a abandonar el territorio dominicano y, el 11 y
12 de julio de 1865, salieron del territorio dominicano los restos del derrotado ejército
español. Había fracasado rotundamente, el segundo intento por reincorporar el territorio
nacional a la soberanía española por un sector antinacional que no creía en la vocación y
capacidad del pueblo dominicano para autogobernarse y ser dueños de sus destinos.
En la guerra librada en Santo Domingo, España llegó a tener un ejército de 63,000 hombres
de todas las armas, integrado por 41,000 peninsulares, 10,000 cubanos y puertorriqueños
y 12,000 dominicanos. Además, 27 buques, muchos de ellos de vapor y cascos de metal,
que mantuvieron un estricto bloqueo naval a toda la isla para evitar que los restauradores
recibieran pertrechos bélicos. Esa contienda produjo a España gran cantidad de bajas, tanto
por heridas provocadas en los combates, como por la fiebre amarilla. Las bajas fueron
18,000 peninsulares y 5,000 de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana, para hacer un
total de 23,000. Su costo en dinero fue de 129 millones de dólares que, en la época,
constituía una respetable cifra.
Lo que la Guerra Restauradora costó al pueblo dominicano nunca ha sido cuantificado y
únicamente se hicieron estimados. Se mencionaron, sin apoyo documental fiable, 10,000
bajas: 6,000 muertos y 4,000 heridos. Los combatientes dominicanos totalizaron entre
15,000 y 17,000 hombres, mal armados y mal vestidos, procedentes de las clases
populares, mal comidos, desarrapados y pésimamente armados que derrotaron a los bien
alimentados, debidamente uniformados, rigurosamente entrenados y magníficamente
armados soldados españoles.
El costo económico de la Guerra Restauradora para los dominicanos tampoco ha sido
cuantificado. Ciudades, villas y poblados destruidos: Santiago, Puerto Plata (parcialmente),
Sabaneta, Guaraguanó (Monción), Guayubín, Monte Cristi, Dajabón, Bánica, Comendador,
Las Matas, Neyba, El Cercado, San Juan de la Maguana, Azua, Barahona (parcialmente),
Baní (parcialmente) y San Cristóbal. En las zonas rurales, salvo en algunas regiones
cibaeñas, solamente quedaron campos devastados que afectaron severamente la
producción y exportación de tabaco, café, cacao, maderas, ganado, pieles vacunas y
caprinas, miel de abejas y cera. Se agravó el caos financiero y aumentó la depreciación de
la moneda porque España no amortizó las emisiones baecistas y porque, además, el propio
Gobierno Restaurador hizo varias emisiones de papel moneda sin garantía alguna.
Para concluir, señalaré algunos de los más importantes efectos de la Guerra Restauradora:
1. El restablecimiento de la soberanía nacional;
2. Las devastaciones de los campos y la destrucción de ciudades y poblaciones, con el
consiguiente estancamiento del desarrollo histórico de las fuerzas productivas de la
sociedad dominicana;
3. La demostración de la capacidad de sacrificio de la casi totalidad del pueblo dominicano
y de su vocación de luchar a muerte por el mantenimiento de su libertad e independencia;
4. Las tácticas de la guerra de guerrillas, la tierra arrasada y la tea, demostración que un
pueblo pobre y mal armado puede vencer a un país poderoso con un ejército moderno
superior en armas y soldados;
5. Sirvió de ejemplo a los pueblos colonizados de Cuba y Puerto Rico, en especial al
primero, que inició su guerra de independencia en 1868, usando las tácticas restauradoras,
bajo la dirección de militares dominicanos, particularmente del genio de las guerrillas,
Máximo Gómez;
6. La eclosión de líderes militares de origen popular que se convirtieron en caudillos
nacionales (Pimentel, Cabrera, Guillermo, Luperón y Heureaux);
7. Fue una revolución que, según Manuel Rodriguez Objio, “(…) comenzó desde luego a
germinar en el seno del verdadero pueblo: ella vino de abajo para arriba en contraposición
de otras revoluciones: de aquí el carácter social con que se presentó”; y
8. Por ello, fue un verdadero proceso revolucionario de origen popular que marcadamente
reunió objetivos de liberación nacional, social y racial en la más hermosa gesta del siglo
XIX, la cual, empleando una opinión de Pedro Henríquez Ureña, “galvanizó” el sentimiento
nacional y consolidó en la conciencia de los dominicanos su decisión inquebrantable de ser
libres o morir.
En torno a los antecedentes de la anexión a España
Santiago Castro Ventura
Cuando las huestes monárquicas de Fernando VII trataron de contener la desbordada riada
de la insurrección por la independencia de América, Cuba y Puerto Rico fueron las preciadas
prendas del colonialismo español por su posición estratégica en el pórtico de América, ambas
islas constituían su segura retaguardia. No es fortuito que en 1811 cuando se ordenó el
bloqueo del continente americano, se instalara en Puerto Rico el comisario real Antonio de
Cortabarría para organizar la contrainsurgencia.1 Al año siguiente, las tropas coloniales
despachadas desde isla para reforzar al jefe español Domingo de Monteverde, fueron claves
en la debacle de los insurrectos en Venezuela, y tras lograr el apresamiento del patriota
Francisco de Miranda para mayor seguridad ante una posible evasión del peligroso
prisionero, fue trasladado a las ergástulas del Morro en San Juan, donde permaneció por dos
años.2 Por la insularidad y la limitación territorial las tropas monárquicas mantenían un estricto
control de ambas islas.
Puerto Rico y Cuba quedaron en la mirilla de los patriotas latinoamericanos, pero España de
modo muy diligente se mantenía a la expectativa ante cualquier intento de sedición
revolucionaria. El inmenso Simón Bolivar debió de abandonar sus intentos de expediciones
patrióticas a la isla, en la que había comprometido a su general de mayor confianza Antonio
María de Sucre. España también recelaba de los Estados Unidos, que siempre manifestaron
su interés por esas posesiones hispanas. De ahí que sus gobernantes decidieran darles
seguimiento a la Bahía de Samaná, deseada por los Estados Unidos para facilitar cualquier
aventura sobre Puerto Rico. En esta fase acentuaremos que tras la formación de la República
Dominicana y el desarrollo de la lucha liderada por Duarte contra el protectorado y la entrega
de Samaná a Francia, cuando los duartistas logran controlar la Junta Central Gubernativa en
junio del 1844, el Gobernador de Puerto Rico Conde Mirasol que seguía de cerca los
acontecimientos, le comunicó a sus superiores que el gobierno dominicano había quedado
en manos de:
“cuatro jóvenes exaltados y ambiciosos sin talento alguno…”.3
A Mirasol no le preocupa que Francia ocupara a Santo Domingo, era más alarmante que se
instalara un gobierno republicano con ciudadanos de origen español pero abanderados de la
independencia plena, porque podía ser una provocación a la dominación colonial de Puerto
Rico. No fue algo imprevisto que en enero de 1846 se presentara una flotilla de buques de
guerras hispanos a Santo Domingo con pretextos baladíes, entre las respuestas del jefe de
los navíos fue la gran diferencia que le mostró el gobierno dominicano.4 Ahí empezaba el
proyecto de la Anexión. Los tres primeros gobernantes de la república trataron de sacar
provecho malicioso del no disimulado interés por los asuntos criollos de los españoles.5
En realidad la jefatura monárquica no tenía un interés marcado sobre Santo Domingo en
aquellos instantes, tras varios desplantes diplomáticos sufridos por los delegados de Santana
en Madrid, éste en su segundo mandato, decide un acercamiento a los Estados Unidos, ahí
violó la luz roja del semáforo colonial español. La alarma emitió su timbre de máxima alerta
en septiembre de 1854 cuando se presentó al puerto de Santo Domingo una fragata
norteamericana con el señor Cazneau para tratar asuntos de interés con el gobierno.6 De
inmediato las autoridades españolas se pusieron en estado de atención. Esto unido en
indiscreción entre los norteamericanos que reforzaban la sospecha sobre posibles
intenciones de ocupar a Samaná.7 El tema cobraba más vigencia por las tensiones de
Estados Unidos y España a consecuencia de un affaire en el Puerto de La Habana con un
buque norteamericano en guarro que fue abandonado por su tripulación. Se decide culminar
los aprestos de un tratado de relaciones entre dominicana y España, recurriendo a normas
convencionales los españoles sacan mejor provecho legal al tratado, pese a la presencia
como delegado de Santana del ilustre intelectual venezolano Rafael María Baralt. El 2 de
diciembre llegó a Santo Domingo el agente consular español Eduardo Sanjust.8
En julio de 1855 la prensa española anunciaba el nombramiento de un cónsul, Antonio María
de Segovia quien de acuerdo a la prensa española tenía gran experiencia como fue “…en los
cargos difíciles de Singapur y Nueva Orleans”.9
Se definía como un diplomático experimentado que llegaba con el rango de cónsul, aunque
periódicos como La Iberia criticaron su designación imputándole comportamiento inadecuado
en Singapur.10 Se trataba de un diplomático de carrera, con experiencias en conflictos. Parece
que la clase gobernante española tenia ciertas esperanzas de esa misión, El Clamor público
periódico madrileño, acentuaba que Segovia no había solicitado el nombramiento, anotando
que tenía once años en funciones consulares y veintitrés en el servicio exterior, finalizaba el
comentario de El Clamor público señalando.
“Veremos si el nuevo cónsul general en Santo Domingo consigue hacer producir al tratado
los resultados y beneficios que se nos anuncian”.11
El tema tenía cierta relevancia en España. Posiblemente en los aspectos comerciales, pero
principalmente en el geopolítico. Aunque El Clamor público estaba al margen de las intrigas
palaciegas, los “resultados y beneficios” que perseguía Segovia cumpliendo previas
instrucciones, fueron promover la disposición de Pedro Santana por sus vínculos suspicaces
con Estados Unidos. En ese aspecto el representante de Santana Rafael Maria Baralt, asume
la defensa del gobierno en España y recibe una manada de acusaciones, la denuncia de
violación al tratado dominico español a cargo de Segovia, al inscribir como españoles
numerosos enemigos de Santana para resguardarlos de una posible represión. Baralt recibió
encolerizados ataques, debió defenderse públicamente lo acusaban de duplicidad de cargos,
era director de un periódico y representante de un gobierno extranjero, veamos una de las
crueles embestidas de unos de los periódicos monárquicos más agresivos llega a decir contra
Baralt:
“A los cuarenta y tantos de edad, el director de la Gaceta está pobre y necesita trabajar
para comer: eso lo sabe todo el mundo en Madrid…”.12
Esto nos ofrece una idea del acalorado debate, que finalmente dejó ganancias al gobierno
español y en Santo Domingo a Buenaventura Báez, que ascendió de nuevo a la presidencia.
La conspiración de la “matricula de Segovia”, fue considerada una rebelión por colonial y en
España se divulgó que la población aclamaba la unión bajo los designios de Isabel II. El
Clamor Público periódico (de oposición) desmentía esa versión:
“Recordarán nuestros lectores que hace poco tiempo se dijo por varios periódicos, que se
había verificado en Santo Domingo una revolución completa en que había sido reconocida
la autoridad de la Reina de España. Esto no ha sido cierto. He aquí las noticias que sobre
este particular encontramos en los periódicos de Santo Domingo, que fijan de una manera
cierta la situación de esta República…!”.13
Es decir que la caída de Santana fue celebrada en España por los monárquicos como un
triunfo de ellos y planteando que ya los dominicanos estamos planteando la unificación con
España desde la época se venía en España la idea del interés de la población dominicana
de anexarse a su antigua metrópoli. La Iberia, otro periódico progubernamental acentuaba
que el pueblo dominicano se había rebelado contra los supuestos intentos a favor de Estados
Unidos, insistiendo en el proyecto de Samaná decía:
“Los yankees por su parte manifiestan más empeño que nunca en tener, bajo cualquier
título que sea, un pie en una de las Antillas. ¿Dónde puede haber posición estratégica más
bonita que la de Samaná, que solo se halla separada de Puerto Rico por un brazo de mar
de diez y ocho leguas marítimas de ancho?...”.14
Se decía que de igual modo anhelaban la mole de San Nicolás en Haití con una distancia de
14 leguas de la isla de Cuba.15 Con esa propaganda insistían en allegarse el apoyo de la
población española en una futura aventura en torno a Santo Domingo. La armonía con Báez
quedaría enturbiada por algunas diferencias con Segovia, entre el cónsul y unos funcionarios
baecistas en 1857, periódicos españoles informaban en febrero de 1857 que las
informaciones desde Santo Domingo:
“…son tristísimas y desgarradoras. Nuestro pabellón ha sido enlodado por la chusma en
Santo Domingo, y nuestro cónsul don Antonio de Segovia ha escapado con trabajo a la
muerte, refugiándose en un buque inglés…”.16
Llegará la revolución del 7 de julio de 1857 que estalló tras la emisión en demasía de papel
moneda inorgánico, por parte del gobierno luego de varios meses de hostilidades Báez
abandona el poder y Santana traiciona los ideales y el espíritu democráticos de la Revolución
de julio y se queda con el poder político. Se tenía entendido que Santana estaba distanciado
de la monarquía española, pero en la prensa Española el diario La América al reseñar el
ascenso del nuevo incumbente, resaltaba:
“La capitulación, en cuya virtud se ha entregado Báez, ha sido redactada con el concurso
del cónsul general de España”.17 (Cuando en realidad en la capitulación estuvieron el
cónsul español, el cónsul francés y el cónsul inglés. En el puerto de Santo Domingo había
barcos españoles, ingleses, franceses y norteamericanos, pero en España se seguía
creando la imagen y la sensación de que una parte importante de la población quería
unificarse a España de nuevo).
A partir de ese instante se empieza a promover en España ha reanimación de las relaciones
de Santana con el colonialismo. Luego fue publicado el verdadero documento de la
capitulación de Báez, consignado no solo la mediación del cónsul español J. del Castillo
Jovellanos, sino de sus homólogos de Francia e Inglaterra, como era una usanza en la época,
además se resaltaba que en el puerto de Santo Domingo permanecieron sendos buques de
guerra de España, Estados Unidos, Francia e Inglaterra.18
Lo cierto es que Santana en esta etapa se planteaba privilegiar sus vínculos con sus antiguos
adversarios españoles, en los Estados Unidos el panorama lucia oscuro, desde 1859 se
auscultaba una gran crisis interna entre dos poderosos bandos que presagiaba una guerra
interna. En el último trimestre del año Santana envió a España una delegación encabezada
por Felipe Alfau y el doctor José Alvares Peralta, estos embajadores trataron de ser recibidos
por los gobernantes de Francia e Inglaterra, pero no lograron sus propósitos.19 Alfau al ser
recibido por la reina Isabel II le reveló:
“Libre, independiente y soberano hoy este pueblo, no ha cambiado de sentimientos, ni
respecto de España, ni respecto de su gloriosa dinastía. Si fue leal como colonia, leal ha
sido, es y quiere serlo como aliado a su antigua metrópoli; siempre agradecido”.
“Así me encarga que lo manifieste a Vuestra Majestad el Presidente de la República
Dominicana Pedro Santana…”.20
El mensaje estaba claro se ofrecía lealtad a la dinastía española. La reina al refrendar los
conceptos del enviado de Santana, declaró:
“Mis deseos son como los del presidente de la República, de estrechar cada día mas los
vínculos que deben unir a pueblos que tienen un mismo origen y las mismas venerables
tradicionales”.21
Aunque se trataba de un ceremonial protocolar, se enviaba un mensaje claro, “estrechar” los
vínculos de ambas sociedades, aunque los “representantes” no contaban con la voluntad
soberana de sus pueblos.
Entretanto el Presidente Santana el 11 de enero de 1859 públicamente festejaba el
derrocamiento de Soulouque en Haití y aseguraba una nueva etapa de confraternidad con el
ascenso de Geffrard.22 Efectivamente, este fue el primer presidente haitiano que reconoció
la existencia de la República Dominicana y, a partir de su mandato terminaron las invasiones
haitianas. Ya no tendrían cabida las excusas para cercenar la soberanía dominicana en aras
de buscar la protección de una potencia.
En 1860 fue clave, la política internacional del gobierno español encajaba con las viejas
pretensiones anexionistas de la oligarquía criolla y de inmediato se manifiestan aisladas pero
constantes acciones encaminadas a desarrollar el susodicho proyecto. El jefe de gobierno
español Leopoldo O´Donnell del Partido Unión Liberal o vicalvarista había logrado mantener
su ministerio por cinco años, en España esos gobiernos duraban pocos, se consideraba
mucho tiempo y por lo tanto lo denominaron el < gobierno largo>, la clave de su éxito fue
excitar el patriotismo español, asumiendo campañas bélicas en el exterior en aras de
reasumir con vigor el antiguo rango de gran potencia colonial. España vivía la algarabía del
triunfo arrollador en Marruecos, el 6 de febrero habían entrado triunfantes a Tetuán. 23 Los
anexionistas criollos no desperdiciaron la oportunidad para sumarse a las celebraciones, el
periódico español progubernamental La Epoca con bastante regocijo informaba:
“No ha sido solo en nuestras leales posesiones de América donde se han celebrado con
muestras de patriótico interés y verdadero júbilo los triunfos del ejército español. En la
República de Santo Domingo se han hecho tantas fiestas por la toma de Tetúan, como en
la población más entusiasma de España. Tan pronto como llegó la noticia de dicho glorioso
triunfo a la primera ciudad fundada por nuestros ascendientes en el Nuevo Mundo, el
gobierno izó la bandera española saludándola con 21 cañonazos, envió a su ministro de
estado en persona a felicitar a nuestro cónsul, y escribió a Su Majestad la reina la más
sentida enhorabuena por las victorias de sus soldados en África”.
“Muchos nos complace y nos halaga, sobre todo, semejante actitud, francamente española,
del pueblo dominicano…”.24
La revelación era ingenua, se describen los “actos”, como izar la bandera española lanzar 21
cañonazos y enviar una carta al cónsul español, todas actividades específicas promovidas
por Santana, pero se declara que fueron refrendadas por los “dominicanos”. A las
celebraciones se unirá la colaboración directa de ambos gobiernos, enviando un primer grupo
de setenta españoles que residían en Santo Domingo como colonos, en el grupo se incluían
tres oficiales militares con el rango de instrucctores.25 También se propició recibir un grupo
de colonos canarios que habían confrontado dificultades en Venezuela.26 En adicción a esto
de modo secreto en el primer trimestre de 1860 el funcionario español Mariano Álvarez, arribó
al país para desarrollar una investigación con el propósito de evaluar la posibilidad de una
anexión, este emitió un informe favorable en el mes de abril, luego llegó el general Antonio
Peláez de Campomanes a realizar otra indagación, este también suscribió un reporte
favorable en el mes de noviembre.27 Todo se realizaba de espaldas a los pueblos español y
dominicano. Se procedía a la creación de un falso ambiente de tranquilidad en dominicana,
recurriendo al manido expediente del peligro haitiano. Santana “olvidaba” que había
revalidado la buena voluntad del gobierno de Geffrard, se argumentaron conspiraciones, se
produjeron fusilamientos en el sur y Antonio Abad llegó al extremo de alarmarse porque en
Azua supuestamente:
“todos temen que aquellos pueblos se haitianicen de un momento a otro”
La conspiración contra dominicana fue montada a lo largo de 1860, convenía a ambos
gobiernos, O´Donnell para tratar de mantener la unidad interna en España y Santana en su
ambicioso interés de mandar aunque fuese como gobernador. El tirano dominicano más que
temor a los haitianos, sabía que muy pronto podía estallar una grave crisis social y económica
como la producida en el gobierno de Báez, cuando se descubría que al estilo de Báez se
había emitido una gran cantidad emisión de papel moneda sin valor y en cualquier momento
esta bomba económica estallaría, cuando esto se presentó ya estaba la anexión y el gobierno
español quien debió enfrentar la crisis.
El gabinete de O´Donnell ansioso de aventuras militares (en diciembre del mismo año
decidieron invadir a México junto a Francia e Inglaterra) no paró mente en los graves
inconvenientes que la anexión acarrearía para sus intereses en Cuba y Puerto Rico, no
ponderaron que la población dominicana acostumbrada a un sistema republicano rechazaría
volver a un status colonial, que pondría en juego su integración racial, la igualdad de todos
sus habitantes, fenómeno que no existía en sus colonias donde ellos mantenían una muy
productiva división racial, que podría alterarse con estadillos de significado subversivos en
Santo Domingo. Sin mucha demora vendrán las lamentaciones.
Pretendo terminar esta intervención con un comentario del periódico opositor madrileño El
Clamor Público, que tras las primeras protestas armadas en Santo Domingo, en el mes de
julio impugnaba la alegre precipitación de la camarilla de O´Donnell, decía el Clamor Publico:
“Si el Gobierno español, antes de admitir el regalo que el expresidente Santana le ofrecía,
tomando el nombre del pueblo que había puesto en sus manos los destinos de la República,
hubiese pasado una revista, siquiera fuese al galope, a los acontecimientos que tuvieron
lugar en Sato domingo de seis años esta parte, hubiera sido seguramente más cauto”.29
Referencias
1. Gerhard Masur. Simón Bolivar. Biografía Grandeza. México, 1960.P. 108.
2. Mariano Picón Salas. Miranda. Monte Avila Editores Latinoamericana. Segunda
edición. Caracas, 1997.Pp. 308-309. Jose Nucete Sardi. Aventura y Tragedia de don
Francisco de Miranda. Plaza & Janes, S. A. Editores. Barcelona, 1971. Pp. 283-284.
3. Emilio Rodriguez Demorizi. Relaciones dominico-española (1844-1859) Academia
Dominicana de la Historio. C. T. P. 20.
4. Ibíd.Pp.44-45
5. Santiago Castro Ventura. La Guerra Restauradora: Erupción del anticolonialismo en
las Antillas Españolas. Editora Manatí. Santo Domingo, 2014.P.29.
6. Emilio Rodriguez Demorizi. Op. Cit. P. 157.
7. Charles Callan Tansill. Los Estados Unidos y Santo Domingo 1798-1873. Sociedad
Dominicana de Bibliófilos, Inc. Santo Domingo. 1996. Pp., 106-107.
8. La Epoca. Madrid, 9 de enero de 1855.
9. Ibíd. 21 de julio de 1855. La Iberia. Madrid, 21 de julio 1855.
10. La Iberia. 23 de julio 1855.
11. El Clamor Público. Madrid, 26 de agosto 1855.
12. La España. Madrid, 4 de agosto 1855.
13. El Clamor Público. 23 de septiembre 1856.
14. La Iberia. 2 de septiembre 1856.
15. Ibídem.
16. La España, 28 de febrero de 187.
17. La América. Madrid, 24 de marzo de 1858.
18. La Discusión. Madrid, 26 de julio 1858. La Iberia, 27 de julio 1858.
19. El Clamor Público. 2 de octubre de 1859.
20. La Epoca. 16 de febrero 1860. Emilio Rodriguez Demorizi. Antecedentes de la Anexión
a España. Academia Dominicana de la Historia. C. T. 1955. Pp. 31-32.
21. Ibídem.
22. Emilio Rodriguez Demorizi. Documentos para la historia de la República Dominicana
Vol. I. Archivo General de la Nación. C. T. 1944.Pp. 466-467.
23. José Terrero. Historia de España. Editorial Ramon Sopena, S. A. Barcelona, 1972. P.
495.
24. La Epoca. 11 de abril de 1860.
25. Emilio Rodriguez Demorizi. Documentos para la historia de la República Dominicana
Vol. IV. Academia de la Historia. Santo Domingo, 1981. P. 278.
26. Ibíd. Vol. I Pp. 491-493.
27. Emilio Rodriguez Demorizi. Antecedentes de la anexión a España. PP. 87-116.
28. Emilio Rodriguez Demorizi. Documentos para la historia de la República Dominicana
Vol. II. Archivo General de la Nación. C. T. 1946. P. 387
29. Reproducido por La Iberia, 13 de julio 1861.
“La Guerra de la Restauración: Participación popular y sus consecuencias.”
Raymundo González
En el mismo siglo XIX en el medio de la Guerra dice Espaillat:
“tenemos que reconocer nosotros los dirigentes que esta guerra que estamos haciendo
ahora es muy distinta a otra que hicimos antes”
Ellos estaban tomando conciencia de que aquellos proyectos habían sido protagonizado
por la clase dirigentes y él decía: ahora no, ahora la clase dirigente hemos sido empujados
por la clase de abajo, la gente más pobre es la que está incendiando y llevando adelante la
guerra, entonces, el mismo García en la honestidad con que ha hecho su historia
dominicana reconoce y dice que la bandera del 27 de febrero de 1844, fue desplegada en
Capotillo el 16 de agosto de 1863 por los merodeadores de la frontera (quienes eran los
maroteros, los criminales que perseguían la justicia porque eran ladrones) que como por
encanto se habían convertido en ejército revolucionario, el cual iba recuperando una a una
en marcha triunfal las astas gloriosas de donde había sido arriada violentamente el 18 de
marzo del 1861.
Ellos, uno tras uno, fueron levantando la bandera dominicana y avanzaron hasta Santiago,
que desde Capotillo ya esa avanzada fue decisiva en la época de Polanco y, ¿qué interés
podría tener un maroteo, un merodeador, un ladrón en levantar las astas del 27 de febrero?
Si hay un proyecto liberal, de progreso de ver la transformación de la sociedad dominicana
en un verdadero estado de derecho etc., quien hubiera dicho que estos podrían tener el
deseo de creer en una patria libre e independiente soberana, si vivían en un país muy pobre
especialmente en el sur donde no había trabajo se vivía de una economía natural árboles,
pescas, aprovechamiento de la miel, de la ceras. Todo esto fue afectando la vida cotidiana
de la sociedad que se encontró que no era ese orden el que se estaba esperando y, al
mismo tiempo, las clases de dirigentes encontraban que para ellos no era el orden que
esperaban, no solo por los impuestos, también porque fueron marginados de la dirección,
de la burocracia, de los lugares, es decir, siendo marginados de los lugares que a ellos les
correspondían, había una esfera de los grupos santanitas que era muy poderosa, las
decepciones fueron generando un movimiento popular que es el que vamos a ver con
detallismo en febrero del 1863.
Voy a referirme a unas coordenadas, estas coordenadas de las clases populares en un
sentido de las masas, yo diría que más que un sentimiento clasista, es decir, un colectivo
de clases pero de clases populares o para usar el término que uso Bonó en el XIX “las
clases trabajadoras” que él llama, ésas clases que en un trabajo casi en medio de una
economía natural, una fuerza productiva muy elemental, sin embargo eran las que
estuvieron llamadas en ese momento a contrarrestar el restablecimiento colonial que había
inaugurado Santana con su proyecto de anexión. De esto son dos elementos que sirven de
coordenadas, el primero que fue mencionado por Emilio al referirse a Pedro Henríquez
Ureña que, en un planteamiento crítico, en una novela que era de Federico García Godoy
que trataba sobre el período de la Restauración él dice que, el sentimiento nacional con la
interacción de la idea nacional, había sido un proceso que había arrancado en el en 1844
pero que no se completó hasta el derrocamiento de Báez en los seis años.
Ese proceso es lo que él va a acentuar diciéndonos que la medida nacional no se adquiere
de un momento a otro, tenemos que pensar siempre para tratar de cómo es el arraigo del
nacionalismo, cómo se va formando en las ideologías nacionales y cómo se aceptan éstas
nuevas ideología; hay que verlas como un proceso, este es el acento, pero al mismo tiempo
ese período que él señala es un periodo de 30 años de lucha con algunas treguas o sea,
las cuatro campañas contra Haití, después están las guerras internas y la Revolución de
1857; una revolución ya entre una guerra civil, entre dos partidos dominicanos, los
conservadores y los liberales, pero también en la Guerra de los Seis Años, hubo
nuevamente una guerra contra el intento de agresión a Estados Unidos; quiere decir que
el planteamiento de Pedro Henríquez Ureña va señalando esos dos aspectos que son, el
primero, es un proceso, y también el segundo, de que se esté tratando de la maduración
del hecho nacional de la galvanización, de ese hecho nacional en un período de luchas,
proceso de lucha que no es una situación tranquila, no es una situación incómoda en que
están ascendiendo no, esto es un estado de luchas y en medio de una precariedad de
fuerzas productivas pero también de la formación estatal misma.
El Estado dominicano algunos decían que nació inviable porque necesitaba
constantemente, no tenía ingresos suficientes y el Estado no tenía la capacidad de exigirles
los ingresos para mantener la burocracia, había que esperar que vinieran de fuera, la
anexión era la mejor solución para la clase dominante; nosotros podemos conseguir que la
potencia que nos apoya nos deje en el poder y parecía que a Santana le funcionó porque
lo dejaron como capitán general, sin embargo, vamos a ver cómo van apareciendo los
gobernadores y los jefes militares que van sustituyendo y los de la burocracia que van
sustituyendo poco a poco a los mismos dirigentes.
La idea de Pedro Henríquez Ureña muchos años después fue planteada de otra manera,
no por una crítica literaria, sino ya, como carácter de un historiador como el historiador
francés Pierre Vilar, donde señala refiriéndose a los procesos de independencia de América
Latina dice:
“La maduración del hecho nacional se realiza en la noche, sin las luchas no hay maduración
del hecho nacional en las masas corporales”
Pero decir lucha quiere decir la lucha armada, las armas le dieron en el siglo XIX la
posibilidad a los campesinos de integrarse al proyecto nacional. Los proyectos nacionales
como había dicho Espaillat antes de 1863, habían sido apresados por la clase dominante
para exigirse en ella y dirigir el país sin pensar en las otras clases, ¿quiénes eran esas
clases para ellos? Eran, generalmente, lo que ellos pensaban como obstáculos al progreso,
la clase dominada era un obstáculo, mientras menos negros tengamos mejor, más blancos
somos, hay que buscar emigrantes, hay que buscar blancos para que vengan a salvar este
país, porque con los negros no vamos avanzar; pero no, son esos negros, esos ladrones,
esos metedores de ganados para otro lado, esos son los que se levantaron y como dice
García, unos tras otros no se dejaron vencer, apoyaron a los caudillos que estaban
descontentos, buscaron quien tuviera la capacidad de mando y, de esta capacidad de
mando fue surgiendo un verdadero ejército con dirigentes, estos dirigentes fueron los que
se encontraron con las masas dispuestas a seguir en la lucha.
El segundo aspecto que tiene como preferencia a la participación popular, es que esto
permitió a las clases populares tomar la iniciativa para buscarse un lugar propio en el
proyecto de nación que se estaba objetando después de La Restauración no hay gobierno
sin participación de las clases populares, no hay estabilidad política, y esto genera a lo que
llamamos en la historiografía dominicana Caudillismo. No hay forma de que ya se ha
producido una revolución social con la Restauración; La Restauración rompió todas las
jerarquías sociales, ya no hay blancos que mandan y negros que obedecen en este país,
ya la jerarquía social que estaba basada en la herencia colonial y racial que venían de las
superioridades de un atraso, todo eso fue roto por La restauración, Bonó dice:
“La Restauración con el incendio de la ciudad de Santiago, la revolución social que implicó
una destrucción de tantas riquezas y jerarquías en dichas ciudades fue común”.
En otra parte también decía:
“La Restauración desquició todas las jerarquías tradicionales, las intermedias, e hizo
ingresar en la dirección del país elementos nuevos, que han sustentado la anarquía en la
esfera superior de la ciudad “.
La guerra económica también trajo el empobrecimiento de sectores poderosos y eso creó
también un elemento adicional que trajo una revolución social, tenemos que ver La Guerra
de la Restauración como un elemento de transformación de la sociedad, es cierto que se
empobreció la ciudad, pero también eso provocó cambios que no hubieran ocurrido si no
se producía esta debacle económica y esta ruptura de no creer más en estas jerarquías
que habían sido heredadas de la gloria. Bosch lo dice claramente que “el poder ateo
sobrevivió a la independencia del 1844”, Santana y Báez representaban a ese poder de los
ateos, pero después de la restauración ya no, ahí muere ese poder ateo. Esto lo que creó
fue una situación de intranquilidad social, de inestabilidad política; creada por la necesidad
y la participación de grupos que no participaban de la división política que ya habían
ingresado por esta participación armada, por eso los gobiernos tienen que desarmar el
campo, la población para poder estabilizarse, para replegar este terreno que había ganado
el campesinado, las clases populares en el proyecto nacional que entonces empezaron a
negociar con los liberales. Luego, a pesar de eso, nunca se obtuvo un terreno liberal positivo
y de crecimiento económico, había siempre amenaza de una explosión social. (Bonó le
llamó la atención varias veces a Luperón, cuando veía que Luperón estaba abriendo
mucho; llegó a decir incluso, que el único partido azul era el partido de los trabajadores
pero Luperón le dijo:
“No olvide defender al peón, porque es el que la patria ha sostenido, la nación y la patria es
el todo”
Esto fue entendido también por la misma clase popular que siempre estuvo viendo como
un obstáculo al progreso incapaz de sustentar un proyecto nacional propio y que vieron
siempre la emigración blanca como un movimiento regenerador, salvador, edificante
porque la masa popular estaba conjunta, atrasada y oscura, pero la clase dominada
también tenía una imagen e la clase dominante ellos lo veían como la gente que sabe leer
y escribir la clase alta como ellos le decían. El Cantor del Jaque con Antonio Liz llamó
mucho la atención sobre la presencia de ellos también el que él llamaba “el negro detrás de
la oreja” ésta era la imagen de los pobres, de los de abajo, sobre los de arriba. También
estaban los refranes y muchas expresiones por ejemplo, os españoles andaban con todos
sus equipos, iba un ejército bien equipado y le llamaban “cacharro”, así le llamaban porque
sonaban y sabían que ese sonido eran ellos; ellos se llamaban “mambises”; los mambises
eran los que no podían ser detectados los que andaban por el bosque de noche sin ninguna
bulla porque por ahí era que cazaban, finalmente este negro detrás de la oreja también
tiene muchas otras expresiones que en la imagen de las clases populares sobre las clases
altas “ los pueblitas”, le llamaban también a las clases altas; esto lo escoge Bosch en el
prólogo que le hiciera a Juan Isidro Jiménez en el libro del 1940 de la República
Dominicana.
Recordaba un refrán o proverbio popular que decía: “que de cualquier bejuco se hace un
nido y que cualquier sastre del campo al del pueblo le hace un flu”; diciendo, nosotros
sabemos tanto como el de la ciudad y ellos piensan que son superiores que nosotros. Es
decir, la imagen que el de abajo es inferior a los demás, la imputaban por ser negros, porque
no sabían leer, pero sin embargo, todas las plantas que estaban en el campo se salvaban
por los conocimientos de árboles medicinales que tenían.
Voy a leer un pequeño párrafo de la conversación que tuvo José martí en 1892 con el
general Corona él dice en su diario que le escribió a sus hijas con sus palabras de un
cibaeño:
“Es cosa muy grande la amistad de los hombres y con su ignorancia va pintando en párrafos
frondosos y floridos, el consuelo y fuerza que para el corazón sofocado de tanta malignidad
y alevosía como hay en este mundo es saber que en un conuco de por ahí esta mi heimano
poi quien uno puede dai la vida, puede usted decir que a la edad que tengo he peleado más
de ochenta peleas quiero decencia en el hombre y que el que piense de un modo no se
de poi dinero ni se rinda poi miedo a quien quiere prohibirle el pensai, yo ni comandante de
aima quiero sei ni interventoi ni na’ de lo que quieren que yo sea poique eso me lo quiere
dai el gobieino poique me ve probe pa procúrai mi desonoi o pa que me entre temoi de su
venganza de que no le aceité el empleo yo voy viviendo con mi honrade “ y me cuenta dice
Martí, los partidos del país; y como salió a cobrar con dos amigos la muerte de su padre y
del partido que se lo mató; defendió la fortaleza de Santiago cuando se alzó contra Lilís,
“Poi este hombre o poi el otro no me levanto yo, sino de la ira muy grande que me da los
hombres de baia tamaña obedecen a los de la tiranía, cuando yo veo injusticia la dos manos
me bailan y me la voy andando ei rifle, y ya no quiero más cuchillo ni tenedoi poique yo de
esta política no se mucho, pero a mi edad y a mi sentimiento me parece sabei que la política
es como es como un debei de dignidad poique yo o todo o nada”.
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