Ciclo comisariado por Alberto Elena www.casaarabe.es www.cervantes.es Ciclo comisariado por Alberto Elena FANTASÍAS ORIENTALES EN EL CINE ESPAÑOL Un cine para imaginar al otro Desde el Oriente a Al-Andalus. Las fantasías del cine español Desde el principio de su andadura, el cine asumió el papel de abrir una ventana al mundo. Permitió recrear, ante la vista de espectadores ávidos, las imágenes de aquellos lugares, de aquellas culturas, que quedaban fuera de las posibilidades de los ciudadanos. Esos ambientes exóticos, trabados en narrativas que reflejaban la capacidad para el sueño, encontraron su espacio en distintos géneros que lograron forjar una interesante combinación entre las representaciones reales de aquello que querían mostrar y la fascinación que lo desconocido ha aportado siempre a las literaturas y a las cinematografías locales. Por eso, no es de extrañar que el cine que mejor apuesta por ese itinerario exótico que reinventa Oriente haya tenido su momento de desarrollo en el periodo en el que las coproducciones europeas vislumbraban una cinematografía transnacional, compartida por numerosos europeos para los que se pensaban estas películas. El orientalismo fue una invención europea a través de la cual se fijaron representaciones unilaterales, unívocas e irreales de los “otros”. Una de las vertientes de ese orientalismo, fue su producción esteticista y exótica, recreando un “Oriente” que sólo respondía a las fantasías occidentales sobre un mundo que apenas conocía y que se le presentaba como lejano. El cine fue un medio de gran difusión popular de toda esa parafernalia oriental, con las grandes producciones de Hollywood a la cabeza y todos los estereotipos incluidos (Alí Babá, las odaliscas, el lujo de la corte de Bagdad…). El ciclo que presenta este pequeño catálogo reúne un buen ejemplo de ellas, que componen un interesante cuadro sobre cómo se ha construido una imagen orientalizante desde el prisma de un cine popular, pues se trataba de producciones que querían ser grandes espectáculos para los públicos de cine de barrio. Como hermoso preámbulo, el ciclo se inicia con La canción de Aixa (1939), cuya copia encontrada doblada en árabe habla de su circulación por estos mismos territorios donde ahora nos gustaría volver a mostrarla. Por otro lado, el cierre del ciclo nos presenta una producción de televisión que se acerca a los últimos años del reino de Granada desde la mirada de los propios árabes, tratando de hacer más compleja la mitología respecto al inicio de la Edad Moderna hispana. Réquiem por Granada (1991) es una producción precursora de la ficción televisiva actual y muestra las posibilidades que ofrece este medio para acercar a los espectadores nuestra historia común. Con este programa hemos querido acudir a un espacio audiovisual de encuentro, donde ver con la distancia del tiempo distintas evocaciones sobre cómo percibir un Oriente siempre inventado. Nuestra constante vocación de diálogo ha motivado que el Instituto Cervantes impulse la internacionalización de este programa, comisariado por Alberto Elena y organizado por Casa Árabe en Madrid. Agradezco cálidamente su disposición para que nuestras instituciones puedan mostrar la valía de estas obras que dan un gran espacio a la fantasía para acercarse al “otro”, “un otro” tan próximo e importante para nuestra cultura. Carmen Caffarel Directora del Instituto Cervantes Dentro de todo ese corpus cinematográfico orientalista, España también desarrolló su propia producción entre los años 40 y 60, que si bien, en parte, siguió los pasos de esa Bagdad exótica y sensual de las Mil y Una Noches hollywoodienses, aportó también una inspiración particular y local sacada de la representación de nuestro propio Oriente, Al-Andalus. No por ello más realista, sino adaptando las fantasías orientales a ese mundo andalusí, con el reino de Granada como nuestra particular Bagdad peninsular. Es ésta una producción que en absoluto tiene fundamento histórico, como suele ocurrir con el orientalismo, pero tampoco se muestra beligerante contra lo oriental. Es simplemente una fantasía que no tiene ningún valor real y cuyo mayor despropósito consiste en representar arquetipos. Pero tiene el valor documental de mostrar hasta qué punto las recreaciones, por falta de conocimiento directo, pueden llegar a ser ingenuas e irreales, y alejar a los pueblos. Recuperarlas y darlas a conocer hoy día es, además de goce para los cinéfilos, una de las maneras de hacer autocrítica y revisión de la historia. Es por ello que desde Casa Árabe decidimos rescatar una muestra representativa de ese cine orientalista español y producir este ciclo, cuyo comisariado le encargamos a Alberto Elena. La idea inicial fue dar a conocer al público español ese cine que las actuales generaciones no habían tenido ocasión de ver; incluyendo al final del ciclo la película Requiem por Granada, producida ya en 1991, donde se busca, por el contrario, desembarazarse del orientalismo y hacer una aproximación más real de la historia. Con la propuesta del Instituto Cervantes de dar a conocer este ciclo fuera de España, creo que como Casa Árabe alcanzamos otro objetivo sustancial para nosotros: revisitar y analizar el orientalismo con el público árabe. Gema Martín Muñoz Directora general de Casa Árabe PROGRAMA La canción de Aixa de Florian Rey (Alemania y España, 1939, 107 min.). Musical ambientado en un país árabe en el que dos primos, que acaban de poner fin a las rencillas que han separado durante años a sus familias, se enamoran de la misma mujer, la bella bailarina Aixa, interpretada por Imperio Argentina. Se proyecta la versión doblada que se hizo para su distribución en los países árabes, subtitulada en español. Los amantes del desierto de G.Alessandrini, F.Cerchio, G. Vernuccio y L.Klimovsky (España e Italia, 1957, 82 min.). En un sultanato inventado, dos rivales luchan encarnizadamente y el perdedor muere en la contienda; el hijo de éste, a quien todos daban por muerto, lidera una rebelión para reconquistar el trono de su padre. En una de las operaciones, la hija del malvado es secuestrada y el rebelde terminará enamorándose de ella. La esclava del paraíso de José María Elorrieta (España e Italia, 1968, 92 min.). Omar, el hijo del visir de Granada, descubre, después de estar un tiempo ausente, que han tomado su palacio y le han arrebatado a la favorita de su harén. Ayudado por su amigo más leal, Omar lucha por proteger a su gente y acabar con el nuevo régimen tiránico. Réquiem por Granada de Vicente Escrivá (España, Italia y Alemania, 1991, 50 min. cada capítulo). Imágenes: © Videomercury/Álbum. Archivo fotográfico Mohamed XII (Boabdil para los cristianos), último rey del Reino de Granada, cuenta la historia desde su infancia hasta la derrota frente a los Reyes Católicos. Explica cómo perdió el último reducto musulmán en al-Ándalus frente a los cristianos que, en el mismo año, 1492, iban a comenzar la conquista del continente americano. Serie producida para televisión de la que se proyectarán el primer y el último capítulo. El Oriente imaginado: Visiones del mundo árabe en el cine español Oriente ha ejercido desde antiguo una profunda fascinación entre los cultivadores del séptimo arte. Distintos autores identifican ya un cierto «orientalismo popular» en las producciones de Hollywood en las décadas de 1910 y 1920, con títulos como El jardín de Alá / The Garden of Allah (Colin Campbell, 1916) -que luego conocería otras dos versiones en 1927 y 1936-, El ladrón de Bagdad /The Thief of Bagdad (Raoul Walsh, 1924) o el famoso díptico interpretado por Rodolfo Valentino El caíd / The Sheik (George Melford, 1921) y El hijo del caíd / The Son of the Sheik (George Fitzmaurice, 1926). Nada sorprendente, en realidad, si tenemos en cuenta que el cine nace en el apogeo del imperialismo colonial europeo y que por ello ese orientalismo fílmico se inscribe de forma natural en el marco de expresiones artísticas preexistentes y no menos populares. Si una determinada tradición literaria y, sobre todo, la pintura orientalista habían fijado ya numerosos estereotipos y acuñado una poderosa iconografía en Occidente, otras artes estaban convocadas a perpetuarlos y así, al igual que los famosos Ballets Rusos de Sergei Diaghilev popularizaron extraordinariamente la danza oriental -o algo que se le pareciera- en los años veinte, el cine iba también a aportar su granito de arena. La moda oriental no sólo prendería en el cine estadounidense -y ahí están algunas de las famosas películas de Ernst Lubitsch, Fritz Lang o Lotte Reiniger en la Alemania de Weimar para demostrarlo-, pero desde luego las propuestas de Hollywood terminaron por encarnar mejor que ninguna otra ese ecléctico exotismo de bazar empeñado en convertir el «espectáculo de la diferencia» en una atracción bien codificada. En realidad, la edad de oro del orientalismo hollywoodiense estaba aún por llegar y puede apropiadamente datarse en los años cuarenta y parte de los cincuenta de la mano de títulos como, otra vez, El ladrón de Bagdad / The Thief of Bagdad (Michael Powell, Tim Whelan y Ludwig Berger, 1940), Las mil y una noches / Arabian Nights (John Rawlins, 1942), Ali Baba y los cuarenta ladrones / Ali Baba and the Forty Thieves (1944), El príncipe mendigo / Kismet (William Dieterle, 1944) y su nueva versión a cargo de Vincente Minnelli en 1955, Simbad el marino / Simbad the Sailor (Richard Wallace, 1947), etc. Nada tienen que inventar a esas alturas y el suyo es, antes que nada, un ejercicio de «geografía imaginativa» (por emplear la conocida expresión de Edward Said) donde el desierto y el harén se dan la mano para una superficial y colorista -el technicolor no podía faltar en estas producciones- incursión en la cultura arabo-islámica que no por ello resultaba menos atractiva para los espectadores. Un pintoresquismo frecuentemente impostado triunfaba así sobre el costumbrismo o el didactismo: exotismo y sensualidad devenían las claves de bóveda de un edificio que entroncaba gustosamente con la moda oriental que en su momento impusiera el romanticismo. También para Hollywood, el Oriente imaginado era definitivamente mejor que el Oriente real. El cine español no iba a sustraerse a esta fascinación y, al margen de las lógicas e inevitables derivas coloniales por «nuestro Oriente doméstico» -un nutrido grupo de películas ambientadas con uno u otro pretexto en el Protectorado de Marruecos-, propondrá de tanto en tanto curiosas fantasías pseudohollywoodienses que escapan a las más palmarias exigencias propagandísticas para, sin por ello considerarlas inocentes en su recreación, entregarse abiertamente a ese «espectáculo de la diferencia» característico del género. Fantasías orientales ambientadas en parajes remotos, reinos imaginarios o vagamente retrotraídas a nuestro pasado andalusí, estas películas inventan también «su» («nuestro») Oriente y, como cabría suponer, dicen mucho más sobre el contexto en que se producen que sobre el objeto mismo de su mirada. Algunas de ellas son aportaciones bastante tempranas, como La secta de los misteriosos (Albert Marro, 1916), un popular serial que hace de «La leyenda mora» uno de sus episodios centrales y argumentalmente determinantes, o incluso Cuento oriental (Eduardo García Maroto, 1935) y Aventura oriental (Max Nosseck, 1935), rodadas ya en los albores del periodo sonoro, durante la Segunda República pero la mayor parte de ellas se producen al término de la Guerra Civil en consonancia sin duda con las renovadas ambiciones imperiales del régimen franquista. La canción de Aixa / Hinter Haremsgittern (Florián Rey, 1939) es un caso bastante singular por el hecho de haber sido rodada en los estudios berlineses durante la contienda y, pese a reunir todas las características exigibles a una arquetípica fantasía oriental, por estar ambientada en el Protectorado español en Marruecos, confluyendo así de algún modo con los parámetros del cine colonial al uso. Con todo, La canción de Aixa se decanta de inmediato por las transitadas fórmulas del melodrama sentimental y hace suyo un sincrético imaginario oriental que los escenógrafos alemanes no tendrían mayores problemas en reproducir. Del éxito de la operación da cuenta quizás el hecho de que varios años después, en un contexto que no ha sido todavía posible reconstruir con precisión, algún avispado distribuidor en el Norte de África considerase buena idea doblar la película al árabe para exhibirla de este modo en los mercados locales -bajo un nuevo título, Ugnia al-hubb-, compitiendo presumiblemente con las cada vez más populares producciones egipcias. Recuperada hace algunos años en los archivos fílmicos franceses, esta versión árabe de La canción de Aixa no ha sido exhibida jamás públicamente fuera de su contexto original y de ahí que su presentación en el marco de este ciclo constituya una auténtica primicia. La inmediata postguerra conocerá, junto a las consabidas aventuras legionarias ambientadas en el norte de África y la nutrida ración de incursiones históricas sobre el trasfondo del pasado árabe de la Península Ibérica, algunas otras propuestas menos enfáticas: Sucedió en Damasco (José López Rubio, 1942) asume sin ambages las convenciones de las fantasías orientalistas hollywoodienses, por más que en realidad se trate de la adaptación de una conocida zarzuela (El asombro de Damasco, de Pablo Luna, Joaquín Abati y Antonio Paso Cano) y conserve de ésta no sólo el elemento musical, sino muy particularmente un tono bufo y sainetesco. El hecho de que no se conserve, al parecer, ninguna copia de la película impide acometer una apreciación más detallada y rigurosa, pero la tentativa de simbiosis habla por sí sola de la notable popularidad de este género de orientalia, bajo fórmulas y ropajes no necesariamente idénticos, en diferentes latitudes. Muchachas de Bagdad / Babes in Bagdad (Edgar G. Ulmer y Jerónimo Mihura, 1952), realizada diez años más tarde en coproducción con los Estados Unidos, persiste por esa vía de la revista musical, pero aparentemente -no hay copia de la misma en las filmotecas españolas y la versión norteamericana rara vez se ha exhibido- con resultados bastante mediocres Sea como fuere, el mero hecho de la existencia de Sucedió en Damasco y Muchachas de Bagdad evidencia una inequívoca voluntad de emular -bajo fórmulas industriales de colaboración incluso- las populares y exitosas fantasías orientales hollywoodienses en el depauperado contexto del cine español de los años cuarenta. Habrá que esperar, en realidad, a los años cincuenta y sesenta para que, en unas nuevas circunstancias marcadas básicamente por la proliferación de coproducciones con distintos países europeos, el cine español recupere su vena orientalista y lo haga con más fuerza que nunca al servicio de un cine escapista y de consumo con aspiraciones de circulación a escala internacional. Los amantes del desierto / Gli amanti del deserto (1957) es una de las películas más ambiciosas y características de este nuevo ciclo: rodada en coproducción con Italia, filmada en escenarios naturales en Egipto y firmada nada menos que por cuatro realizadores (los italianos Goffredo Alessandrini, Fernando Cerchio, el italo-egipcio Gianni Vernuccio y el argentino afincado en España León Klimovsky), Los amantes del desierto convocaba -junto a un popular star system local (Carmen Sevilla, José Guardiola, Gino Cervi...)- a una estrella de Hollywood, Ricardo Montalbán, en un claro afán de asegurar una dimensión más internacional al producto. Ambientada en un país imaginario, sin que parecieran importar las inequívocas referencias de escenarios como Gizah, la película se inscribía netamente en el universo de las aventuras exóticas y abordaba ya uno de los temas recurrentes en el subgénero, pero sobre todo muy caro a la producción hispana, a saber, la cuestión de la legitimidad del poder, al hilo de la historia del valeroso héroe sublevado contra un régimen despótico. Soraya, reina del desierto / Anthar l’invicibile / Marchands d’esclaves (Antonio Margheriti, 1964) reelaborará, por ejemplo, esta particular obsesión, pero también la encontramos en otros títulos como La esclava del paraíso / Sharaz (José María Elorrieta, 1967), emblemático exponente de este ciclo de producción. También realizada en coproducción con Italia y destinada a su exportación en los mercados internacionales (bajo el habitual seudónimo del prolífico director y productor, Joe Lacy, conocerá incluso una versión doblada al inglés), La esclava del paraíso no se ahorra en realidad ni uno sólo de los tópicos de la orientalia fílmica. Héroes y déspotas, palacios y harenes, genios y lámparas maravillosas componen una antología de motivos que, ambientados en este caso en el antiguo Reino de Granada, resumen con mayor o menor fortuna las habituales convenciones del género hasta el punto de permitir que la versión norteamericana de la película no tuviera mayores problemas para exhibirse bajo el título 1001 Nights. Vista con la perspectiva que el paso del tiempo ofrece, La esclava del paraíso llama la atención por su decidida apuesta por un (modesto) erotismo exótico, perfectamente en consonancia con las tradiciones de las fantasías orientales -literarias, pictóricas y cinematográficas-, pero relativamente atípico incluso en el contexto de la desarrollista España de los sesenta. Elorrieta ya había coqueteado con la mitología de la sensualidad oriental en Mi adorable esclava (1961), una transposición de determinados motivos de Las mil y una noches a la época contemporánea, pero esta comedia ligera no retiene a la postre más que la seductora imagen de la bella genio salida de una lámpara mágica, algo que en cuadro más amplio re-propone a su manera La esclava del paraíso. Por su parte, Scheherazade (Pierre Gaspard-Huit, 1963) entronca directamente con el universo de la inmortal obra literaria, mas se trata de una coproducción mayoritariamente francesa que no tiene reparos en convertir en su protagonista a un supuesto sobrino de Carlomagno. En última instancia, sin embargo, también Scheherazade se acoge indisimuladamente a las gastadas fórmulas del género de aventuras orientales, las mismas que con ligeras variantes desgranan en esos años otros títulos como Caravana de esclavos / Die Sklavenkaravane (Ramón Torrado y Georg Marischka, 1958), En las ruinas de Babilonia / Der Löwe von Babylon (Ramón Torrado y Johannes Kai, 1959), El halcón del desierto / La magnifica sfida (Miguel Lluch, 1965), El salvaje Kurdistán / Durchs wilde Kurdistan (Franz J. Gottlieb, 1965) o El ataque de los kurdos / Im Reiche des silbernen Löwen (Franz J. Gottlieb, 1965), coproducciones poco ambiciosas abiertamente destinadas al consumo popular. Y si Las hijas del Cid / La spada del Cid (Miguel Iglesias, 1962) o El valle de las espadas (Miguel Setó, 1963) revisitaban la Reconquista bajo la más presentable coartada del cine histórico -otra cosa es, sin duda, la jugosa propuesta de Vittorio Cottafavi en Los cien caballeros / I cento cavalieri (1964)-, lo cierto es que las suyas no dejaban de ser a la postre vulgares películas de aventuras plagadas de los más rancios estereotipos. Pero del mismo modo que los buenos tiempos de la orientalia hollywoodiense eran ya cosa del pasado (por más que el género no haya dejado ciertamente de conocer esporádicas y aun notables revisitaciones), también su contrapartida europea estaba llamada a ceder bajo el empuje de nuevas y más atractivas propuestas para el gran público, desde el spaghetti-western hasta las incontables películas de espías generadas por la moda Bond: España no iba a ser una excepción y las fantasías orientales terminarían por desaparecer largo tiempo de las pantallas... al menos hasta que una suerte de rescritura de la historia relanzara en los años de la Transición el interés por “nuestro Oriente doméstico” y, en particular, por el legado de al-Andalus. Lejos ya de las intrascendentes aventuras de antaño, películas como Al-Andalus, el camino del sol (Jaime Oriol y Antonio Tarruella, 1988) se ofrecen al público -un público sin duda nuevo y rejuvenecido- como propuestas de qualité respetuosas con la realidad histórica y no exentas en ese sentido de una cierta vocación revisionista. Palabra ésta, no obstante, que difícilmente cabe utilizar si no es para referirse al polémico díptico firmado por Carles Mira, la iconoclasta Que nos quiten lo bailao (1983) y la más equilibrada Daniya, el jardín del harén (1988), un auténtico viaje de descubrimiento -y reevaluación- del esplendor de la España musulmana a través del cine. Idéntica fascinación reaparece, aunque desde perspectivas muy distintas y ya en un periodo posterior, en las celebradas contribuciones de Juanba Berasategui al cine de animación, Ahmed, príncipe de la Alhambra (1998) y El embrujo del Sur (2002), oblicuas pero muy pertinentes miradas sobre la herencia de al-Andalus, y sobre todo en la que pervive como una de las más ambiciosas series jamás rodadas por Televisión Española, Réquiem por Granada / Granata, addio / Die Löwen der Granada (Vicente Escrivá, 1991), exaltación de la tolerancia y la convivencia que -más allá de su formato convencional y, en ocasiones, simplista- ofrece sorprendentemente una de las miradas más matizadas que nuestros cineastas nos hayan propuesto sobre el mundo arabo-islámico en abierta oposición ya con el “Oriente” de guardarropía que otrora imperase en nuestras pantallas Alberto Elena Universidad Carlos III de Madrid Nacionalidad: España y Alemania Año: 1939 Director: Florián Rey Producción: Kurt Hartmann y Egon Gotchek para Hispano-Film-Produktion Guión: Manuel de Góngora Fotografía: Karl Puth y Hans Scheib (b/n) Montaje: Willy Zein Música: Federico Moreno Torroba Decorados: Gustav Knauer y Alexander Mügge Sonido: Emil Specht Intérpretes: Imperio Argentina (Aixa) Manuel Luna (Abslam) Ricardo Merino (Hamed) María Paz Molinero (Zohira) Rafaela Satorrés (Zaida) Anselmo Fernández (Alí) Nicolás D. Perchicot (caíd Amar) Pablo Hidalgo (el maestro) Pedro Barreto (José) Pedro Fernández Cuenca (Ben Darir) José Prada (Larbi) Duración: 99 minutos [versión española] 88 minutos [versión alemana] Versión árabe: Ugnia al-hubb / Chant d’amour Diálogos: Ahmed Wasfi Actores de doblaje: Ismet Raafat (Aixa) Ahmed Wasfi (Abslam) El Hachef (Hamed) Hassan Zaza (José) El Kosht (Ben Darir) Omniah Tewfik (Zohira) Música: Mohamed Iguerbouchen Intérpretes de las canciones: Ismet Raafat y Mohamed Fatih Duración: 101 minutos Imperio Argentina y Florián Rey recalarían en Berlín en 1937 para trabajar en la recién creada Hispano-Film-Produktion, aparentemente como resultado de la fascinación del Führer por Nobleza baturra (Florián rey, 1935) y de los proyectos de Goebbels de utilizar -en la crítica coyuntura de la Guerra Civilel mejor cine español de la época como punta de lanza para la penetración de la industria cinematográfica alemana en Latinoamérica. La Hispano-Film produciría un total de seis películas hasta el final de la contienda: tres de Benito Perojo (El barbero de Sevilla [1938], Suspiros de España [1951] y Mariquilla Terremoto [1949]), dos de Florián Rey (Carmen la de Triana [1938] y La canción de Aixa [1939]) y el documental España heroica firmado por Joaquín Reig. Dejando al margen este último por su carácter marcadamente excepcional, la Hispano-Film-Produktion se decantó pues por el cine de corte folklórico y colorista, de raigambre eminentemente popular, que tan buenos resultados había reportado en años anteriores. La canción de Aixa, rodada en noviembre de 1938 y postproducida en los meses siguientes hasta ver la luz en la primavera de 1939 como primer gran estreno de la cinematografía española tras el final de la guerra, rompería la preponderancia de temas marcadamente españoles en la productora berlinesa, pero lo haría únicamente para incidir en una visión idealizada del Protectorado y la «espléndida hermandad hispano-marroquí» (por decirlo con los términos empleados en el genérico de otra importante entrega de esta saga cinematográfica africanista, Harka [Carlos Arévalo, 1941]) Presentada por la intensísima campaña publicitaria que precedió a su estreno como «el film de glorificación del Imperio español en Marruecos» o el «primer homenaje de España al folklore de su Protectorado marroquí, henchido de emoción y poesía», La canción de Aixa debió sin duda de ser un proyecto muy querido por Florián Rey. El cineasta, que había realizado su servicio militar en Marruecos entre 1915 y 1918 -guardando siempre un muy buen recuerdo de aquella estancia-, había regresado al Protectorado en 1922 para intervenir como actor en Alma rifeña de José Buchs y él mismo realizaría en 1927 una película de tema marroquí, Águilas de acero o los misterios de Tánger. Aunque algunas fuentes presentan incluso La canción de Aixa como un proyecto original de Florián Rey, su auténtico creador ha de ser considerado el poeta y comediógrafo granadino Manuel de Góngora, que incursionaba aquí por vez primera en el mundo del cine. Góngora, archivero de carrera, había trabajado en la catalogación de los fondos de la Alhambra antes de iniciar una carrera literaria caracterizada en buena medida por la temática arábigo-andaluza que, junto a la particular variante militarista, componía a la sazón un interesante subgénero del orientalismo literario español, capaz en su vigor de irradiar incluso manifestaciones populares como la zarzuela. La canción de Aixa, por singular que resulte como experiencia cinematográfica en el contexto español de la época, se inscribía cómodamente en dicha tradición y sobre el telón de fondo de la misma ha de ser inicialmente analizada. En una primera lectura, la película es una medianamente compleja historia de amor contrariado. La canción de Aixa presenta un conflicto sentimental ambientado en un marco exótico, como pese a todo debía resultar al espectador el del Protectorado: dos hombres, Abslam y Hamed -cuyas familias aún no han superado una fuerte rivalidad ancestral-, se disputarán los favores de Aixa, una hermosa mestiza (hija de padre español y madre árabe) que trabaja como cantante en teatros y cafetines de todo Marruecos. Enamorada del impetuoso Hamed, Aixa se verá casada contra su voluntad con el noble Abslam: el subsiguiente curso de los acontecimientos terminará no obstante por hacer que la joven corresponda al amor de su esposo, obligando a Hamed a renunciar sus pretensiones con respecto a Aixa. Tan improbable desenlace, con Aixa cayendo en los brazos de Abslam al comprender las auténticas razones por las que éste rehúsa batirse en duelo con Hamed («Si yo mato al hombre que quieres, su muerte te causaría un supremo dolor y me condenaría por toda la vida a verte llorar por él»), se ve rematado por la súbita renuncia del rival, lo que evita un estallido de violencia en una película que juega muy pudorosamente esta carta en contadas ocasiones. Y si Abslam -en realidad una contracción de Abdesalam, «el siervo de la paz»- es presentado en todo momento como «el árabe perfecto» (tal y como explícitamente se apunta en la versión novelada de la película publicada a raíz de su estreno), justo, generoso, leal y disciplinado -virtudes éstas que ha aprendido sirviendo en el ejército español-, el juerguista y disoluto Hamed, que tan fácilmente se entrega a los placeres de la civilización occidental como ha olvidado las leyes de su religión, terminará no obstante por ennoblecerse con su gesto: «a pesar de todo -explica el texto de la novelización- el árabe lleva dentro de sí un fondo de nobleza inapreciable y Hamed, al comprender el gesto de su primo, no pudo menos que declararse vencido». El idealizado mundo de La canción de Aixa, un mundo sin violencias ni conflictos interraciales, quiere de hecho ser el espejo de la mirada tutelar y protectora de España en sus posesiones en el norte de África. La pesada carga literaria de la película, no exenta de diálogos tan delirantes como el que entablan Abslam y Aixa tras su matrimonio no consumado, opera ciertamente en detrimento de su agilidad narrativa y, por vía de contraste, hace resaltar en cambio las apreciables cualidades visuales del film. A la notable calidad de sus imágenes o el brío de algún número musical (la danza de los velos, en especial) hay que unir de manera muy particular el brillante trabajo escenográfico de Gustav Knauer y Alexander Mügge, por más que la crítica de la época denunciara a Florián Rey por «haber recargado la nota pintoresca en lo que concierne a decorados y vestuario» (Radiocinema, 15 de mayo de 1939). Pero, de hecho, es en la recreación de este oriente de invención y filiación romántica donde reside precisamente el mayor atractivo del orientalismo español de la tradición pictórica de Pérez Villamil, Fortuny o Bertuchi, con la que La canción de Aixa entronca directamente aun cuando los escenógrafos fueran de hecho alemanes. Por poco plausible que iconográficamente pueda resultar este Marruecos berlinés, La canción de Aixa ofrece no obstante un magnífico testimonio cinematográfico de la representación convencional de un mundo cuya realidad apenas resultaba conocida para el espectador. El hecho de que, insólitamente, la película fuera distribuida también en una versión árabe, Ugnia al-hubb (literalmente, «Canción de amor»), ha dado lugar a numerosas conjeturas. Con toda probabilidad una tardía post-sincronización francesa destinada a circular en sus territorios del norte de África, y ajena por tanto a los designios de la Hispano-Film-Produktion o las autoridades coloniales españolas, Ugnia al-hubb se inscribe en el marco de las tentativas francesas por ofrecer a los espectadores magrebíes un cine de consumo en lengua árabe. Al tiempo que, al término de la Segunda Guerra Mundial, se intentaba promover una efímera producción local con la que se aspiraba a frenar la penetración del cine popular egipcio, La canción de Aixa -cuya música original, obra del maestro Moreno Torroba, fue sistemáticamente sustituida por otra del notable compositor argelino Mohamed Iguerbouchen, autor de la partitura de Pépé le Moko- parece haber servido curiosamente de banco de pruebas adicional. Poco o nada sabemos acerca de la circulación de esta versión, cuya existencia incluso se desconoció por largo tiempo, pero sí sabemos que en su momento la película se estrenó comercialmente en países como Italia, Grecia o Finlandia (además de Alemania, claro está), lo que evidncia a las claras su popularidad. Impagable testimonio del imaginario tardocolonial español, La canción de Aixa subsiste también como un título esencial en la nutrida colección de orientalia que nuestro cine ha venido ofreciendo desde antiguo. Alberto Elena Versión adaptada y revisada del artículo «La canción de Aixa», incluido en Julio Pérez Perucha (ed.), Cine español olvidado, dossier monográfico de Secuencias. Revista de Historia del Cine, nº 7 (octubre de 1997). Agradecimientos: Imágenes: © Hispano Films/Álbum. Archivo fotográfico. La canción de Aixa/ Hinter Haremsgittern Nacionalidad: España e Italia Año: 1957 Director: Goffredo Alessandrini, Fernando Cerchio, León Klimovsky y Gianni Vernuccio Producción: Miguel Tudela para Benito Perojo Producciones / PARC Film / Rialto Film / Roma Film Guión: Alfonso Paso, Mariano Ozores, Edoardo Anton, Oreste Biancoli, Leo Bomba y Giuseppe Mangione sobre un argumento original de Manuel Villegas López Fotografía: Antonio L. Ballesteros y Mario Damicelli (c) Montaje: Antonio Ramírez de loaysa y Dolores Damburini Música: Michel Michelet y una canción de Augusto Algueró (hijo) Decorados: Sigfredo Burman y Mario Garbuglia Intérpretes: Ricardo Montalbán (Said) Carmen Sevilla (Amina) Gino Cervi (Brahim) José Guardiola (Kamal) Franca Bettoia (Zuleika) Manuel Guitián Domingo Rivas Manuel Alcón Mariangela Giordano Joaquín Bergia, Félix Briones Pilar Gómez Ferrer Anna Maria Ferrero Arnoldo Foà Samia Gamal Duración: 87 minutos [versión española] 91 minutos [versión italiana] Orquestada por el mítico Benito Perojo, Los amantes del desierto / Gli amanti del deserto (1957) fue proyectada como una de las películas más ambiciosas de cuantas emprendió la industria cinematográfica española durante finales de la década de los cincuenta. Sin embargo, imponderables de todo tipo terminaron propiciando que acabara por convertirse en una de las más conflictivas producciones de la historia de nuestro cine. Coproducida con Italia, la película fue planteada a imagen y semejanza de los films de aventuras arábigas que pocos años antes pusiera de moda la industria norteamericana. Por tal motivo, para protagonizarla se importó a todo un galán hollywoodiense como el mexicano Ricardo Montalbán para que formara pareja con una Carmen Sevilla que, como de costumbre, tenía espacio para interpretar un tema musical compuesto para la ocasión por el que sería su futuro marido, Augusto Algueró (hijo). Por otra parte, con el fin de otorgarle un mayor verismo a su ambientación se programaron varias jornadas de rodaje en el desierto egipcio, circunstancia esta que deja bien a las claras las ambiciones y cuidado que se pusieron en su producción. Pero, por desgracia, todo el empeño puesto en su confección no impidió que la Los amantes del desierto se viera libre de contratiempos. Por el contrario, una vez iniciada su realización los contratiempos no dejaron de sucederse. Según cuenta en sus memorias Mariano Ozores1, a la sazón uno de los guionistas de la película, el día después de la llegada del equipo a El Cairo para la toma de exteriores estalló la Guerra del Sinaí que enfrentaría a egipcios contra británicos, franceses e israelíes por el control del Canal de Suez. Semejante hecho provocaría la desbandada general de todos los integrantes del film hasta allí desplazados, viviéndose situaciones tan rocambolescas como la protagonizada por Carmen Sevilla en su huida de la tierra de los faraones. Al no haber vuelos autorizados, a la futura presentadora del progra,a del telecupón no le quedó más remedio que atravesar por carretera todo el país, inmerso en aquellos instantes en un estado de máxima alerta. Tan intensa sería esta experiencia para la popular actriz que años más tarde no dudaría en recordarla como la vez que más miedo había pasado en toda su vida2. Como no podía ser de otra forma, tal cúmulo de circunstancias y despropósitos acabaron por verse reflejados en el resultado final de la cinta. Entre los defectos más evidentes se halla, por un lado, un montaje de lo más abrupto, que da como fruto una narración discontinua afectada por constantes cambios de ritmo. Y, por otro, por la clamorosa acumulación de fallos de continuidad tanto en su puesta en escena como en el desarrollo de la acción, que, a día de hoy y debido a la degradación de los materiales originales, se ven secundados por las diferentes colorimetrías que arrojan los tres sistemas fotográficos empleados por los operadores Antonio L. Ballesteros y Mario Damicelli: el eastmancolor, el ferraniacolor y el gevacolor. Todo ello no quita para que durante el visionado del film, y pese a lo tópica y manida que resulta la historia en la que este se sustenta, se puedan adivinar algunas de las virtudes que Los amantes del desierto podría haber deparado de haberse desarrollado con total normalidad, así como el importante esfuerzo financiero que supuso su realización, tal y como atestiguan sus vistosos decorados o la proliferación de secuencias de masas. Lástima. José Luis Salvador Estébenez Versión revisada del texto “Los amantes del desierto”, publicado en la website La Abadía de Berzano, http://cerebrin.wordpress.com/2009/01/29/los-amantes-del-desierto/ 1 Mariano Ozores, Respetable público. Cómo hice casi cien películas (Barcelona, Editorial Planeta, 2002) pág. 74. 2 Entrevista con José Mª Arenzana, aparecida en ABC (27 de julio de 2002). 3 Mariano Ozores, Respetable público. Cómo hice casi cien películas, págs. 73 y 74. 4 Jefe de producción de la cinta. No obstante, lo ya relatado se queda en una simple anécdota en comparación con el principal problema al que tendría que enfrentarse la cinta. Y es que para poder completar su filmación se necesitó del concurso de nada menos que cuatro realizadores distintos; una cifra que algunas fuentes consultadas aumentan a cinco, añadiendo a la lista a Ricardo Muñoz Suay, en principio ayudante de dirección del film. Uno tras otro, los trasalpinos Goffredo Alessandrini, Fernando Cerchio y Gianni Vernuccio, fueron desfilando por el plató de rodaje, hasta la llegada del artesano hispano-argentino León Klimovsky, quien finalizaría la filmación y supervisaría su edición final. Para ejemplificar de un modo más gráfico el malsano ambiente que se vivió durante el rodaje, nada mejor que volver a echar mano del testimonio del mayor de los Ozores3: “Un día, ocho de la mañana, me llamó Miguel Tudela4 para pedirme que me presentase urgentemente en los estudios CEA porque se necesitaba mi presencia como guionista de la casa. Me envió un coche, llegué al estudio y me encontré el siguiente panorama: un enorme y costosísimo decorado de un palacio árabe, las luces apagadas, varios actores vestidos y maquillados sentados por allí y la secretaria de rodaje Carmen Pageo sentada ante una máquina de escribir. Tudela se me acerca y me dice. «Mariano, necesitamos que este personaje – y me señaló al actor José Guardiola, que interpretaba a Kamal, el malvado de la historia – se acerque a esa ventana, saque de esa jaula a ese halcón, mire por la ventana aviesamente, arroje el halcón al aire, se vuelva y sonría a la cámara con maldad.» (…) Dije: «Bueno, pues que lo haga.» Miguel me contestó: «Es que lo tienes que escribir tú.» Sin salir todavía de mi estupor me acerqué a Carmen y le dicté: «Kamal se acerca a la ventana, sonríe aviesamente, saca de su jaula el halcón y lo arroja al aire. Luego mira a la cámara satisfecho». Tudela casi no me deja acabar. Arrancó el folio del carro de la Olivetti y gritó: «¡A rodar!. (…) Me enteré luego de que las tensiones entre el director y la productora eran tales que Alessandrini dijo que él no rodaría nada que no estuviese en el guión. Como yo era uno de los siete espantosos guionistas de la película, el italiano tuvo que aceptar rodar una nueva escena que justificase de dónde había salido un halcón que derribaba a una paloma mensajera en otra escena que ya estaba rodada.» Como curiosidad, cabe señalar que, para más inri, la escena aludida en el comentario no se encuentra incluida en el montaje final de la cinta. Imágenes: © Videomercury/Álbum. Archivo fotográfico Los amantes del desierto/ Gli amanti del deserto Nacionalidad: España e Italia Año: 1968 Director: Joe Lacy [seudónimo de José María Elorrieta] Producción: Ángel Monis y Lucio Bompani para L.M. Films / Domino Film Guión: José Luis Navarro y José María Elorrieta Fotografía: Antonio Modica (c) Montaje: Antonio Ramírez de Loaysa Música: Nino Fidenco y Gianni dell’Orso Decorados: Wolfgang Burman. Sonido: Armando Timpani Intérpretes: Luciana Paluzzi (Miziana) Jeff Cooper (Omar) Raf Vallone (Hixam) Perla Cristal (Aixa) Rubén Rojo (Alí) Ricardo Palacios (Ahmed) Ana Casares (Miriam) Brigitte St. John (la bailarina) Jacinto Molina (Shantal) Barta Barri Adolfo Thous Guillermo Méndez Eugenio Galadini Gianni Pulone Antonio Jiménez Escribano Pilar Donahue Pedro R. De Quevedo Duración: 92 minutos [versión española] 86 minutos [versión italiana] A pesar del largo periodo de ocupación árabe de la península ibérica y, por ende, del legado cultural derivado de tal situación, han sido escasas las ocasiones en las que el cine español ha visitado este período para ambientar sus historias. De entre los pocos títulos que sí lo han hecho, son mayoría las reconstrucciones históricas de algunos de los más importantes acontecimientos acaecidos durante la Reconquista, tanto desde un tratamiento, digamos, «serio», como desde una óptica paródica. Es por ello que en este contexto destaque la existencia de un film como La esclava del paraíso / Sharaz (1968), coproducción con Italia orquestada por Sydney Pink y dirigida por José María Elorrieta, cineasta todoterreno que, sin salirse de los márgenes del cine de género, ya había utilizado años antes otro de los capítulos menos aprovechados de la historia de España para dar forma a una de sus películas, Los conquistadores del Pacífico / Il leggendario conquistatore (1963), aventurera visión del descubrimiento de dicho océano llevado a cabo por Vasco Núñez de Balboa. Realizada durante una breve oleada de películas de aventuras arábigas surgidas de entre los estertores del péplum, el porqué de la condición de rara avis de La esclava del paraíso para con las características anteriormente señaladas se basa, fundamentalmente, en dos aspectos. Por un lado, por su nulo rigor histórico, pese a desarrollarse en la Granada de los Califas, siendo toda su trama totalmente imaginaria, algo que no es óbice para que durante la cinta se aluda indirectamente al gran desarrollo cultural y tecnológico que por entonces vivía el mundo musulmán. Y por otro, por su adscripción dentro de los parámetros de la fantasía oriental, terreno este a duras penas transitado por nuestra cinematografía, y representado por la presencia en su trama de un genio (sin lámpara) caracterizado bajo los atractivos rasgos de la chica Bond, Luciana Paluzzi. Pero a la conjunción de tales circunstancias tienen que ver, y mucho, los modelos tomados como referencia por la cinta. No en vano, el principal espejo en el que esta se mira es el de las películas de aventuras orientales que durante la década de los cuarenta y cincuenta acometiera la industria hollywoodiense y, en especial, aquellas inspiradas en Las mil y una noches No en vano, su título para el mercado anglosajón es 1001 Nights. De ellas toma ingredientes argumentales tan propios de este tipo de productos como el consabido genio, los visires usurpadores, los príncipes destronados, las revueltas populares, los bailes exóticos, o el inevitable clímax final en el que los dos antagonistas de la historia se enfrentarán a muerte en singular duelo a cimitarra. Siguiendo con esta tónica, tampoco falta el concurso del leal e inseparable compañero de correrías del protagonista, quien es el encargado de poner la nota de humor en la función, misión en este caso compartida junto al personaje interpretado por Ricardo Palacios. sale el que, si como se dice los prodigios del genio solo duran unos pocos minutos para después aquello sobre lo que fue realizado volver a su estado anterior como si nada hubiera pasado, esto no ocurra cuando este teletransporte el tesoro del Visir, sin que medie asimismo explicación alguna que pueda justificar la excepción de este hecho. Sea como fuere, estos defectos no evitan que la película acabe saldándose con un simpático resultado, en buena medida por hacer de su honradez, su simpleza y su falta de pretensiones sus mejores armas. Así las cosas, no queda por menos que terminar mencionando la participación en la cinta acreditado bajo su verdadero nombre de Paul Naschy, futuro tótem del cine de terror patrio, quien da vida de forma más bien gris a un anecdótico personaje, el de un guardia real que, sin embargo, será fundamental para el desenlace de la trama. A buen seguro que pocos habrían apostado entonces que aquel forzudo de frente despejada llegaría a convertirse con el transcurrir de los años en una de las principales figuras de nuestro cine. José Luis Salvador Estébenez Versión revisada del texto “La esclava del paraíso”, publicado en la página web La Abadía de Berzano, http://cerebrin.wordpress.com/2010/07/02/la-esclava-del-paraiso/ 5 Años después, otra película de fantasía oriental como es la maravillosa El viaje fantástico de Simbad (The Golden Voyage of Sinbad, 1974) de Gordon Hessler, repetiría algunas de estas localizaciones para ambientar parte su historia. 6 Aunque para quien esto firma no exista el menor atisbo de duda acerca de la paternidad de la cinta, no está de más citar lo que Ángel Gómez Rivero escribe en la filmografía de su reciente libro compartido con Ángel Agudo, Paul Naschy. La máscara de Jacinto Molina (Editorial Scifiworld, Pontevedra, 2009), a propósito de La esclava del paraíso: “Aunque firmada por José María Elorrieta, Paul recuerda más a Rafael Moreno Alba llevando las riendas de la puesta en escena” (pág. 338). Precisamente, es esta total sumisión narrativa de la película al esquema referido, en combinación con su ambientación hispánica, lo que acaba por provocar la aparición de ciertos rasgos realmente sorprendentes si se analizan bajo el prisma de la situación política que vivía nuestro país en la época de su rodaje. Estos no son otros que el grito de guerra utilizado por Omar y su grupo de leales en su lucha contra el tirano Hixxum, «Por Granada y por la libertad», cuya doble lectura resulta más que evidente, máxime habida cuenta de los crudos capítulos de represión vividos en la ciudad andaluza durante la Guerra Civil. Empero, y como ya ha quedado apuntado, nada parece indicar que esta potencial carga subversiva para con el régimen franquista respondiera a una posible intencionalidad por parte de sus responsables, sino que más bien fuera fruto de una simple casualidad. Amén de lo ya mencionado, dentro de la previsibilidad de la propuesta existen otros elementos dignos de ser reseñados, si bien en su mayoría sólo sea, justamente, por apartarse en cierta medida del canon establecido. Tal es el caso del agradable y risueño villano compuesto para la ocasión por Raf Vallone, o de una banda sonora en la que a los tradicionales ritmos arábigos se les une el empleo de guitarras eléctricas. Sin embargo, el más sobresaliente de todos estriba en la idea de utilizar la Alhambra y sus alrededores como escenarios naturales donde filmar la película5, lo que, además de contribuir al atractivo visual de su fotografía, potencia la verosimilitud de su ambientación. Con todo, tampoco el conjunto está a salvo de ciertas deficiencias. Como ejemplo podemos mencionar la feísta caligrafía de la que hace gala la realización de Elorrieta6, debido a su uso y abuso del zoom, así como por algunas incongruencias en las que incurre su guion, de entre las que sobre- Imágenes: © Videomercury/Álbum. Archivo fotográfico La esclava del paraíso / Sharaz Réquiem por Granada/ Granata, addio/ Die Löwen der Granada El miércoles 9 de octubre de 1991 se estrena en horario nocturno Réquiem por Granada. Una serie de elevado presupuesto, mil quinientos millones de pesetas (nueve millones de euros) que lleva a la pequeña pantalla la historia de Boabdil, el último rey de al-Ándalus y en la que, además de Televisión Española, participan la televisión pública italiana, la RAI, y la productora alemana, Taurus Film. La enorme y complicada producción se rueda, no sin inconvenientes, entre febrero de 1991 y agosto de ese mismo año (en varias ocasiones, debido a problemas técnicos, climatológicos e incluso de salud de sus protagonistas, se tiene que alterar el plan de rodaje e incluso posponerlo). Su director es el veterano productor, guionista y director Vicente Escrivá, quien también la produce a través de su empresa Aspa Films. En su amplia nómica de actores, con un reparto internacional derivado de su condición de coproducción, destacan los nombres de los españoles Juanjo Puigcorbé, Javier Escrivá, Pedro Díez del Corral y Manuel Bandera. Nacionalidad: España, Italia y Alemania Año: 1991 Director: Vicente Escrivá Producción: Julio Sempere para Aspa Films / Midega Films / Televisión Española / RAI 1 / Taurus Film Réquiem por Granada tiene un argumento ambicioso y no se limita tan sólo a reflejar la vida de Boabdil en el reino granadino, sino que su retrato de la época es más ambicioso y complejo. En primer lugar, el espacio temporal de la misma se extiende desde la niñez de Boabdil hasta su salida de Granada reflejando en esas décadas del tiempo de la narración la superioridad científica de los musulmanes, que de hecho le indican a Cristóbal Colón cómo llegar a las Indias. Guión: Vicente Escrivá y Manolo Matji Fotografía: José García Galisteo (c) Montaje: José María Biurrun En este sentido la serie se permite detalles y enfoques altamente novedosos en la ficción española, no sólo televisiva sino incluso cinematográfica. Se realizan retratos críticos de personajes históricos hasta entonces poco observados mediante dicho tipo de acercamiento, como es el caso del rey Fernando el Católico (conocido es que para la cultura islámica Fernando es uno de los más viles monarcas que reinaron en aquellas épocas). O se narra la historia de amor inter-religioso, haciendo una clara apuesta por un entendimiento entre culturas que huye de radicalismos integristas. Es la primera ficción española que se enfrenta al reto de asumir la mirada del otro árabe, si no de una forma compleja, sí al menos de una forma nueva que permite pluralizar la mirada del espectador sobre los acontecimientos históricos que narra. Su producción coincide además con la Guerra del Golfo, por lo que Réquiem por Granada se reviste en el momento de su estreno televisivo de una actualidad evidente. Música: Antón García Abril Decorados: Wolfgang Burman y Víctor Alarcón Intérpretes: Horst Buchholz (Muley Hassan) Delia Boccardo (Fátima) Manuel Bandera (Boabdil) Gioia Scola (Isabel de Solís) Javier Escrivá (Ismail) Marita Marschall (Isabel la Católica) Pedro Díez del Corral (Fernando el Católico) Oleg Fedorov (Al Zagal) Juanjo Puigcorbé (Cristóbal Colón) Esperanza Campuzano Germán Cobos Julio Gavilanes Javier Loyola Iñaki Aierra Juan Jesús Valverde Réquiem por Granada tiene una menor acogida que otras series de la época; sin embargo, en los mercados internacionales funciona bien y se vende a varias televisiones de todo el mundo. Manuel Palacio Duración: 416 minutos (8 episodios de 52 minutos En el programa se exhiben el primero y el último) “Réquiem por Granada”, en Manuel Palacio (ed.), Las cosas que hemos visto. 50 años y más de TVE (Madrid, Instituto Oficial de RTVE, 2006). `d »MÉààa’G ¢Vô©dG ” 1991 ΩÉY øe ∫hC’G øjô°ûJ /ôHƒàcCG 9 ±OÉ°üŸG AÉ©HQC’G Ωƒj AÉ°ùe 1500 â¨∏H á©ØJôe á«fGõ«e ¬d äó°UQ π°ù∏°ùe ƒg πª©dG Gògh .''áWÉfôZ πLCG øe ÖFÉZ IÓ°U '' ôNBG ''¬∏dG óÑY ƒHCG '' á°üb IÒ¨°üdG á°TÉ°ûdG ¤EG π≤æàd (hQƒj ÚjÓe á©°ùJ ‹GƒM ) áàjõ«H ¿ƒ«∏e »ª°SôdG ¿ƒjõØ∏àdG øe πc ÊÉÑ°SE’G ¿ƒjõØ∏àdG ÖfÉL ¤EG êÉàfE’G ‘ ∑ΰTG óbh .¢ùdófC’G ∑ƒ∏e Ió≤©ŸGh áªî°†dG êÉàfE’G á«∏ªY πîJ ⁄h .º∏«a ¢ShQhÉJ á«fÉŸC’G êÉàfE’G ácô°Th ‹É£jE’G äCGôW óbh ) 1991 ΩÉY øe ÜBG /¢ù£°ùZCG ≈àM •ÉÑ°T /ôjGÈa øe äôªà°SGh äÉHƒ©°üdG øe ¢†©H øe ÖÑ°ùH IóY äÉÑ°SÉæe ‘ π«LCÉàdG ¤EG ô£°VGh πH ôjƒ°üàdG á£N ≈∏Y äGÒ«¨J (.Ú∏㪟G ¢†©H É¡d ¢Vô©J »àdG á«ë°üdG ¢VQGƒ©dGh á«NÉæŸG ±hô¶dG hCG á«æØdG äÓµ°ûŸG Ék °†jCG É¡LÉàfEG ¤ƒJh ÉÑjôµ°SCG ¬àæã«H êôıGh ƒjQÉæ«°ùdG ÖJÉch ∂æÙG èàæŸG ƒ¡a êôıG ÉeCG Ú∏㪟G øe OóY Ék °†jCG º¡°SCGh Ú∏㪟G øe ÒÑc OóY ∑QÉ°T óbh .º∏«a ÉÑ°SCG ¬àcô°T ∫ÓN øe Ú∏㪟G Aɪ°SCG RÈJ Ú∏㪟G A’Dƒg ÚH øeh πª©∏d ∑ΰûŸG êÉàf’G á©«Ñ£d Gk ô¶f Ú«ŸÉ©dG .GôjófÉH πjƒfÉeh ∫GQq ƒc πjO å«jO hQó«Hh ÉÑjôµ°SCG Ò«HÉNh ¬HQƒµ¨«H ƒîfGƒN ¿ÉÑ°SE’G Oô°S ≈∏Y §≤a ô°üà≤j ’h 샪W ¿ƒª°†e ≈∏Y Ωƒ≤j ''áWÉfôZ πLCG øe ÖFÉZ IÓ°U '' π°ù∏°ùe .kGó«≤©Jh kÉMƒªW ÌcCG hóÑj ô°ü©dG ∑GP øY IQƒ°U Ëó≤J ¿CG πH áWÉfôZ ∂∏e ¬∏dG óÑY »HCG IÉ«M ≈àM ¬∏dG óÑY »HCG ádƒØW òæe óàÁ PEG ô°ü©∏d ÊÉeõdG AÉ°†ØdG å«M øe ∫hC’G ΩÉ≤ŸG ‘ ºg GƒfÉc ó≤a π©ØdÉHh Oƒ≤©dG ∂∏J ‘ Úª∏°ùª∏d »ª∏©dG ¥ƒØàdG ¢ùµ©«d áWÉfôZ øe ¬LhôN .ájóæ¡dG Qõ÷G ¤EG ∫ƒ°UƒdG á«Ø«c ¢ùÑeƒdƒc ôaƒà°ùjôµd í°VhCG øe ‘ ÒÑc óM ¤EG IôµàÑeh IójóL ô¶f äÉ¡Lhh äÉ≤∏£æeh π«°UÉØJ Ωó≤j π°ù∏°ùŸG ¿EÉa ≈æ©ŸG Gò¡H ∫ɪYE’G iƒà°ùe ≈∏Y kÉ°†jCGh πH á«fƒjõØ∏àdG ∫ɪYC’G iƒà°ùe ≈∏Y §≤a ¢ù«d ,ÊÉÑ°SE’G »FGhôdG πª©dG øe ´ƒædG Gòg πãà âbƒdG ∂dP ≈àM èdÉ©J ⁄ á«îjQÉJ äÉ«°üî°ûd ájó≤f kGQƒ°U Ωób PEG .á«Fɪ櫰ùdG áaÉ≤ã∏d áÑ°ùædÉH ó©j …òdGh ±hô©ŸG ) ófÉæjOôa »µ«dƒKɵdG ∂∏ŸG ™e ∫É◊G ƒg ɪc äÉHÎ≤ŸG Ée Ωƒ≤J ÖM á°üb …hôj ¬fCG ɪc .(kGAƒ°S Qƒ°ü©dG ∂∏J ‘ GƒªµM øjòdG ∑ƒ∏ŸG ÌcCG óMCG á«eÓ°SE’G Öæéàjh äÉaÉ≤ãdG ÚH ºgÉØàdG á«fɵeEG ≈∏Y í°VGh ¿ÉgQ ‘ áØ∏àfl ¿ÉjOCG øe ¢UÉî°TCG ÚH (ôNB’G ) ájDhQ ÜÉ©«à°SÉH πKÉŸG …óëàdG ¬LGƒj ÊÉÑ°SEG »æa πªY ∫hCG É¡fEG .á«dɵjOGôdG á«dƒ°UC’G ájDhQ Oó©àH íª°ùJ IójóL á≤jô£H ∂dP π©ØJ É¡fEÉa ó≤©e πµ°ûH øµJ ⁄ ƒd ≈àMh ,»Hô©dG ƒgh ¿EÉa Gò¡dh è«∏ÿG ÜôM ™e ¬LÉàfEG øeGõJ óbh .ÉgOô°ùj »àdG á«îjQÉàdG çGóMC’G AGREG ÚLôØàŸG .á«∏L á«ægGQ ∫h’G ʃjõØ∏àdG ¬°VôY á¶◊ ‘ Ö°ùàcG ''áWÉfôZ πLCG øe ÖFÉZ IÓ°U '' π°ù∏°ùe ¿Éc ɪc ÊÉÑ°S’G Qƒ¡ª÷G πÑb øe kÉHÉMôJ ≥∏j ⁄ ''áWÉfôZ πLCG øe ÖFÉZ IÓ°U '' π°ù∏°ùe ¥Gƒ°SC’G ‘ kÉÑ«W kÉLGhQ »≤d ó≤a ∂dP ™e .á∏MôŸG ∂∏J øe iôNCG äÓ°ù∏°ùe ™e IOÉY çóëj .⁄É©dG AÉLQCG ∞∏àfl øe á«fƒjõØ∏J äÉ£fi IóY ¬àYÉàHGh á«ŸÉ©dG ƒ«K’ÉH πjƒfÉe ïjQÉJ øe ÌcCGh kÉeÉY 50 ''áWÉfôZ πLCG øe ÖFÉZ IÓ°U'' º∏«a :º∏«ØdG á«°ùæL É«fÉŸCGh É«dÉ£jEGh É«fÉÑ°SCG :áæ°ùdG 1991 :êôıG ÉÑjôµ°SCG ¬àæã«H :êÉàfE’G /º∏«a ɨjó«e /º∏«a ÉÑ°SCG ácô°T ídÉ°üd …ÒѪ«°S ƒ«dƒN º∏«a ¢ShQhÉJ /1 …GQ /ÊÉÑ°SE’G ¿ƒjõØ∏àdG :ƒjQÉæ«°ùdG »îJÉe ƒdƒfÉeh ÉÑjôµ°SCG ¬àæã«H :‘GôZƒJƒØdG ôjƒ°üàdG (c) ƒ«à°ù«dÉZ q»KQÉZ ¬«°SƒN :êÉàfƒŸG ¿hqQƒ«H ÉjQÉe ¬«°SƒN :≈≤«°SƒŸG πjôHCG Éq«KQÉZ ¿ƒ£fCG :äGQƒµjódG ¿ƒcQ’BG Qƒàµ«Hh ¿ÉeQƒH ≠fɨØdhh :¿ƒ∏㪟G ,(áªWÉa ) hOQÉcƒH É«∏jO ,(ø°ùM …’ƒe ) QhóH õdƒ¡°ûJƒH â°SQƒg …O π«HÉ°ùjEG ) ’ƒµ°S Éjƒ«L ,(¬∏dG óÑY ƒHCG ) GôjófÉH πjƒfÉe π«HGõjEG ) ∫É°TQÉe ÉàjQÉe ,(π«Yɪ°SEG) ÉÑjôµ°SCG Ò«HÉN ,(¢ù«dƒ°S ,(»µ«dƒKɵdG ófÉæjOôa ) ∫GqQƒc πjO å«jO hQó«H ,(᫵«dƒKɵdG ôaƒà°ùjôc) ¬«HQƒµ¨jƒH ƒîfGƒN ,(∫ÉLõdG ) ±hQhó«a ≠«dhCG ƒ«dƒN ,¢SƒHƒc ¿ÉeÒN ,ƒfÉKƒÑeÉc ÉãfGÒÑ°SCG ,(¢ùÑeƒdƒc √OÈdÉH ¢Sƒ°ù«N ¿GƒN ,GqÒjBG »cÉ«fEG ,’ƒjƒd Ò«HÉN ,¢ù«fÓ«HÉZ :πª©dG Ióe èeÉfÈdG Gòg ‘ .á≤«bO 52 á≤∏◊G Ióe ,äÉ≤∏M 8 ) á≤«bO 416 (IÒNC’Gh ¤hC’G ¿Éà≤∏◊G ¢Vô©à°S .ÉgÉæjCGQ »àdG AÉ«°TC’G '' (ô°TÉf )ƒ«K’ÉH πjƒfÉe ,''áWÉfôZ πLCG øe ÖFÉZ IÓ°U '' .(2006 ,á«fÉÑ°SE’G IõØ∏àdGh áYGPEÓd »ª°SôdG ó¡©ŸG ,ójQóe ) ''ÊÉÑ°SE’G ¿ƒjõØ∏àdG Agradecimientos: .‘GôZƒJƒa ∞«°TQCG .ΩƒÑdCG /…EG ‘ »J QBG © Imágenes: © RTVE/Álbum. 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