El consumo de insectos no es una alternativa a la escasez de tierras Rafael Armada, misionero y periodista. MUNDO NEGRO DIGITAL http://www.mundonegro.com/mnd/ El documento de la FAO, publicado recientemente, que recomienda el consumo de insectos como fuente de alimentación ha creado polémica. El texto de la organización mundial nos presenta la ingesta de saltamontes o escarabajos como una alternativa a la creciente demanda de proteína animal para el consumo humano. Frente a los cada vez mayores requerimientos de calorías en las dietas de chinos o indios, la FAO apuesta por la aportación de nutrientes a través de termitas u orugas. Nadie discute la riqueza proteica de los coleópteros o isópteros, pero de ahí a que sean una alternativa digna a la falta de acceso a los alimentos, hay un trecho. Y es que con ello la FAO no da una respuesta coherente al tema de la escasez de tierras para muchos millones de personas en el mundo. Más de 60 millones de hectáreas se han vendido o arrendado a inversores extranjeros en África en los últimos años, un 4.7% de su tierra cultivable. La necesidad de suelo agrícola se debe, entre otras causas, al cambio climático o a su uso para la producción de biocombustibles. Estos dos factores son consecuencia del quehacer de los gobiernos del Norte que no acaban de ponerse de acuerdo en la reducción de emisiones de CO2, lo cual provoca la desertificación de amplias regiones del planeta, ni en la limitación de la producción de agro-combustibles para los que se utilizan suelos fértiles con fines no alimentarios. A esto hay que añadir el afán de algunos países, con alta liquidez financiera y baja capacidad de producción de alimentos, como los países del Golfo Pérsico, de aumentar sus reservas alimentarias nacionales. Las restricciones de los grandes productores de cereales para sacar el trigo o maíz al mercado internacional, provocó en 2008, aparte de una escalada vertiginosa de precios, un temor en los países deficitarios de dichos productos básicos. La reacción inmediata fue buscar tierras fuera, donde pudieran crear sus propias reservas y así se lanzaron a comprar suelo africano y de otros continentes, en países con una alta proporción de su población subalimentada o desnutrida. Si a estos elementos añadimos que tras la crisis de la burbuja inmobiliaria muchos especuladores han orientado sus miras al mercado de materias primas agrícolas, entenderemos que la “fiebre por el suelo” es una realidad alarmante. Y es preocupante porque muchos pequeños agricultores se ven despojados de sus propiedades ancestrales mediante operaciones con contratos de compra-venta de sus tierras que ni siquiera ellos mismos han podido ver. Particularmente esta realidad se hace palpable en África donde se ha utilizado un sistema de tenencia de la tierra tradicional sin un control registral como el nuestro. Generaciones y generaciones han cultivado tierras sin un título de propiedad, pero no por ello dejaban de pertenecerles. Otras veces, los inversores falsifican los títulos de compra-venta o duplican alguno ya existente. Son irregularidades que permiten países y gobiernos con débil gobernanza y donde el enriquecimiento rápido y de pocos se realiza a costa de millones de campesinos. Por eso la FAO no puede vendernos el consumo de insectos como alternativa a la falta de acceso a los alimentos. Es necesario, en cambio, un mayor control de los mercados internacionales de los productos básicos agrícolas que no pueden quedar desregulados al libre albedrío de especuladores. Para poblaciones en las que el 70% de sus ingresos se destinan a alimentación (en los países del norte destinamos 1020%), la especulación con alimentos no es aceptable bajo ningún concepto. Una subida del doble o triple en el precio del trigo, arroz o maíz, como ocurrió en 2008, supone condenar al hambre a muchos millones de personas en el mundo. Y ello a causa del enriquecimiento rápido de inversores, a través de fondos de pensiones o dinero público. La solución, más bien, pasa por una limitación en las inversiones en países que no han alcanzado aún su soberanía alimentaria y un respeto a los pequeños propietarios y a la agricultura familiar. Entonces, ya se encargarán estos de suplementar su dieta con insectos, si así les parece oportuno.