Los Medios tecnológicos y estéticos de la comunicación

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Los Medios tecnológicos y estéticos de la comunicación: una
perspectiva histórica
Luís Mauro Sá Martino
Resumen: Este texto delinea cómo el desarrollo de medios está conectado a las
alteraciones de modo que las personas perciben, interpretan y reconstruyen la realidad
desde el punto de vista de la estética de la comunicación. Distintos tipos de medios
ofrecen experiencias al contrario de la realidad, lo que, según diversos autores, de
Platón à Meyrowitz, están conectados a cambios en la estructura de la percepción
humana.
Palabras claves: Comunicación, historia, estética
Abstract: This text outlines the changes in human reality perception related to
alterations in media technology from the point of view of Communication Aesthetics.
The main argument is that different media provides different experiences of reality.
Many authors, from Plato to Meyrowitz, have sketched this argument, each one of them
focusing on a particular aspect of this relationship. In this text, I would like to focus on
five particular authors that have studied this relationship.
Keywords: Communication, history, aesthetics
El objetivo de este texto no es hacer una historia de comunicación o de medios,
pero de puntuar algunas tecnologías y el modo como ellas alterarán de alguna manera
las relaciones del ser humano con su realidad. No se trata de defender cualquier aspecto
unilateral o reducidor a partir de los medios: eso dejaría de llevar en cuenta las
condiciones multifactoriales de la existencia. Serán señalados los aspectos del desarrollo
de los medios en el tiempo, pero no en el sentido de cronología: inevitablemente los
medios están presentes en el cotidiano. Tienen interpretación distinta, de un lado, una
pregunta, y de otro una premisa.
La pregunta podría ser resumida de esta forma: ¿“qué sucede con las personas
que utilizan las tecnologías de comunicación?”. Esa pregunta no está conectada a los
“efectos” de comunicación, ni mismo a un estudio acerca de la “recepción” o
“mediaciones”, pero a las cuestiones propias del campo denominado “estética de la
comunicación”, tales como las apuntadas por Campbell (1971), Caune (1997), Costa
(1999) y Martino (2007). Conservando en mente el sentido original griego de la palabra
aesthesis, la “percepción” en su sentido amplio y productivo (Oliveras, 2004), como la
recreación por la persona de las percepciones que le llegan, haciendo de nuevo un
trabajo en una articulación/apropiación
al mismo tiempo única – por su carácter
individual – y colectivo – por su dimensión perceptiva. A partir de una estética de la
comunicación es posible preguntar, cómo las distintas tecnologías se articulan con esa
aesthesis, interfiriendo en la mente humana. Esa cuestión conduce a la premisa que
orienta este texto.
El cerebro humano no es indiferente a las alteraciones existentes en el ambiente
alrededor. Los investigadores de diversas áreas, a lo largo de las últimas décadas – sería
posible citar Patrícia Churchland (1986), Bernard Andrieu (2003) y John Onians (2008),
al principio – vienen procurando mostrar las relaciones entre el cerebro y la realidad
mucho más en términos de un continuum, que de una oposición. Al experimentar la
realidad, el cerebro también es moldado por esa experiencia debido a la llamada
neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro en crear más conexiones neuronales en
las áreas exigidas por las actividades realizadas. De acuerdo con Onians (2008:20) la
neuroplasticidad puede ser definida por el modo como el cerebro se transforma de
acuerdo con la experiencia, y es esa la característica que abre la posibilidad de la
pregunta acerca de las relaciones entre los medios y las percepciones de la mente
humana.
La tecnología de la comunicación no es solamente un instrumento. Ella
normalmente altera la relación del ser humano con su ambiente físico y social a través
de cambios provocados en el propio individuo – el uso de las tecnologías de
comunicación altera la percepción del ser humano, modifica la manera como siente y
representa, atribuye sentido y actúa en su ambiente – diciéndolo de otra forma, las
mediaciones tecnológicas alteran la relación de las personas con las señales a su
alrededor, filtrándolos, ampliándolos,
eliminándolos de su campo perceptivo.
Interfieren en la manera como los sentidos captan la realidad y, por lo tanto, como la
mente procesa esas señales. En la explicación de Denis McQuail (1973), la alteración
en los modos de comunicación están conectadas a las transformaciones en las
modalidades del ser – como sugieren, por ejemplo, trabajos como los de Sutton
(2002:376), acerca de la interferencia de la lenguaje en el desarrollo de la memoria o
de Oppenheimer & Frank (2008) a respecto de las relaciones entre las fuentes
tipográficas y el significado de un texto. De esa manera, es posible cuestionar de qué
manera los medios definen la identidad de las personas. Como recuerda Elena Oliveras
(2004:21), a través de la representación sensible el ser humano tiene una imagen,
consciencia y ve a si mismo.
A partir de una larga tradición que tiene inicio en la metafísica y fue
posteriormente apropiada por las ciencias cognitivas, indica cómo las alteraciones en los
canales perceptivos del individuo inmediatamente alteran la percepción del individuo y
la reconstrucción de los eventos a su alrededor que son responsables por constituir lo
que se considera “realidad” en la mente humana (Van Reit, 1960:155; Searle, 2004). La
interacciones del individuo con el ambiente, el cual lo cerca, están conectadas a las
representaciones que cada uno hace de ese ambiente: la propia noción de “realidad” está
conectada a la percepción/interpretación de las señales responsables por constituir las
representaciones que toman su forma en la mente humana, conectando la representación
y el significado en la constitución de la comprensión de la realidad.
Esas percepciones están relacionadas, en primer lugar, a los sentidos, abriendo
una inmensa posibilidad especulativa cuando se piensa que las tecnologías de la
comunicación, al principio, interfieren directamente en esos sentidos y por lo tanto,
llegan a alterar la relación entre mente humana y la realidad – el sentido original de
“media”, como algo que “está en el medio”, sugiere esa relación: un “medio”, en ese
aspecto, es un instrumento – podría ser dicho también que es un dispositivo – que
encuadra un determinado grupo de señales de la realidad ubicados en un espacio y en un
tiempo, y los lanza en los sentidos de cada persona, alcanzando su percepción, luego su
mente, y, de esa manera, permaneciendo en la construcción de su realidad, “mundo de
vida”, de acuerdo con el sentido atribuido a esa expresión por la Fenomenología de
Husserl (1973), pero sobre todo, más para adelante, de Schutz (1974).
La idea de “comunicación” lleva necesariamente a algún tipo de interrelación
entre los individuos, entre los cuales algo constituye como una conexión definida por el
cambio interpretativo de las señales. Ese contacto sólo puede ocurrir a través de la
conexión entre ambos estructurada por algún elemento. La centralidad del “medio de
comunicación” no representa una mayor importancia de ese momento, como la
conexión entre representación y sentido (Stein, 2001:43; Ruedell, 2000:10-12).
Caso sea acepta, esa premisa indica igualmente que, distintos medios pueden
influir de modo diferente acerca de esa percepción estética y, es desde esa delimitación
lógica y cronológica que se pretende trabajar: cuando se pregunta: “¿qué pasa con la
persona en el uso de las tecnologías de comunicación?” La cuestión no es dirigida por lo
tanto, a efectos, pero sí a la estética. Pensando en diferentes tipos de medios, es posible
reflexionar como ellos se intercalan con la percepción estética a partir de sus
diferencias.
Bajo ese punto de vista, teniendo en mente el trabajo de Onians (2008) acerca de
la neurohistoria del arte, una posible “historia de los medios” puede pensarse no
necesariamente como una sucesión de elementos técnicos en una línea cronológica, pero
sí como una pregunta a respecto de la manera como esos varios elementos posibilitarán
aperturas estéticas en esa percepción de la realidad. La respuesta para esa pregunta será
estudiada en este contexto desde los cuatros momentos, cada uno de ellos estudiado en
particular por un determinado autor. Esos momentos procuran llevar el foco entre los
distintos tipos de medio en su aspecto técnico, pero en la medida que, en la lectura de
los autores, puedan provocar una alteración/articulación en la manera como los seres
humanos se relacionen con el ambiente y su entorno.
pensadores de épocas diferentes que reflexionaron
Se seleccionaron cuatro
sobre tecnología de medios y
estética de la comunicación, evidentemente sin usar esta terminología, en el trayecto que
se trató de esbozar en la premisa indicada.
La trilla comienza con las tecnologías de la escritura, analizadas en el Fedro, de
Platón, pasando por la diseminación de las señales escritas en ancha escala con el
aparecimiento de la prensa en la perspectiva colocada por McLuhan (1964) y
Meyrowitz (1985), transferido el foco para los aspectos de la imagen electrónica
definidos por Boorstin (1967) en The Image, hasta llegar a las transformaciones de la
percepción en las indicaciones de una pos humanidad, tal como trabajada por Donna
Haraway (1985) en su Manifesto Cyborg. El objetivo no es el estudio monográfico de
ninguno de los autores, pero sí decir como se posicionan delante de los distintas medios,
a respecto de su articulación con la experiencia humana.
(a) La escritura como farmakon de la memoria
Caso haja sido Aristóteles quién se dedicó a una primera teoría de las señales y
del lenguaje en el Organon, la discusión específica acerca de una media parece haber
sido iniciada en una escritura acerca del diálogo Fedro, de Platón. La discusión se
centraliza en el contenido del discurso y en su ubicación en el espacio de una relación
emisor/receptor; el foco, desde un cierto punto, se disloca del texto para el soporte, el
medium a partir del cual ese texto será formulado. Sócrates cuenta el mito de Thoth,
dios egipcio de las ciencias, de las matemáticas y del lenguaje (274c-275b).
La historia tiene inicio cuando Thoth explica las ventajas y desventajas de cada
arte para el rey de Egipto, Thamus. Después, varias explicaciones acerca de las diversas
artes, llegan a la escritura. Con ella, explica Thoth, los seres humanos podrán tener un
desarrollo mucho mayor que el que jamás tuvieron, serían capaces de no olvidarse
jamás de nada, pues todo podría ser anotado y tornado permanente.
Thamus, sin embargo, no comparte esa postura optimista. Al revés, apunta los
peligros y dificultades que la escritura, traerá para los seres humanos. Los medios
escritos tornarán débil la memoria, harán con que las personas no se preocupen más en
ejercitar la mente – porque está todo allí, escrito – y eso las dejarán perezosas; lo que
está escrito no deja espacio para la imaginación ni para la memoria, y eso deja cualquier
cambio de texto puesto de lado.
Las posiciones son contradictorias: pues de un lado, los mensajes podrían ser
cambiados entre las personas sin perjuicio de la significación, pues la narrativa oral,
variable, tendría su sentido garantizado por las letras. La escritura permite que las
informaciones sean manipuladas, combinadas, guardadas y nuevamente recuperadas de
acuerdo con la necesidad, en la combinación casi infinita de los datos. Por otro lado,
fijar en señales escritas una realidad móvil es comprimir la complejidad multifactorial
del flujo de acontecimientos de forma lineal, sustituyendo la pluralidad de la percepción
por la singularidad de la escritura.
Sin embargo, Thoth y Faraó comparten la misma premisa: la palabra escrita
altera la manera como el ser humano se relaciona con el conocimiento, con el ambiente
alrededor y con otras personas. La escritura, más que un medio, es un dispositivo que
puede cambiar a las personas, actuando sobre la memoria, la imaginación y la
percepción. Pero el diálogo tiene otras implicaciones y sería posible puntuar dos de
ellas.
Vale notar, que Thoth es el “dios de las ciencias, de la matemáticas y de las
palabra”. En otras palabras, es la divinidad del logos, del raciocinio que investiga las
proporciones, la relación entre las cosas: no hay separación entre el raciocinio
discursivo y el matemático, unidos en la medida en que se fundamentan sobre una
estructura de relaciones lógicas. El sentido del discurso es hecho con la relación lógica
de las palabras, con la ratio entre ellas, así como la relación entre los términos
matemáticos se funda en la regla que establece la relación entre las partes.
Aún en ese punto, es interesante recordar la dualidad encontrada por Derrida
(1967) en ese aspecto: la escritura se piensa como un “remedio” para la memoria; está
en la traducción de farmakon la definición de “remedio”, pero también de “veneno”: la
escritura es el remedio/veneno de la memoria.
Por otro lado, las relaciones entre el individuo y la tecnología de medios son
trabajadas en una perspectiva de interferencia de la techné en ese logos, como explica
Milton Vargas (1994:18): si Platón no desarrolla una teoría del lenguaje, como hace
Aristóteles, es, sin embargo, el responsable por un análisis crítico de la techné que da
suporte a ese logos, la forma que estructura ese contenido en los límites del
conocimiento – no es posible separar lo que se comunica del medio por lo cual se hace
eso: la techne altera el logos.
Y no deja de tener algo de irónico esas relaciones: Sócrates nunca escribió, pero
sus tentativas sobre el lenguaje son completamente escritas por Platón. Las excepciones
a la escritura son hechas por escrito. Sin embargo, van a pasar muchos años hasta que
exista una “explosión de las señales” escritas desde de un nuevo medio, desarrollado en
una pequeña ciudad alemana en el siglo XIV.
(b) La explosión de señales en la galaxia de Gutemberg
Décio Pignatari (1974) define la época de la Revolución Industrial como siendo
el momento de la “explosión de las señales” en el occidente, expansión sin precedentes
de la palabra escrita, tornada posible desde la invención y la diseminación de la prensa
mecánica por Johannes Gutemberg en Alemania, en 1483. Hasta ese año, el libro era un
producto raro: tener un libro manuscrito era un privilegio de quién tenía los bienes
necesarios; tener una biblioteca era casi impensable (Marenbon, 2003:48).
La escritura se multiplica con la prensa, se disemina, ultrapasa el espacio del
manuscrito y se reproduce indefinidamente. El recelo de Thamus se torna realidad: el
modelo lineal de la escritura se torna patrón del pensamiento; el libro se torna el patrón
del pensamiento; el “mundo de la vida” de Husserl (2004) se organiza alrededor de la
escritura, tornada el eje de las actividades importantes. El conocimiento, estructurado en
la narrativa oral y en las realidades locales, pierde el territorio: las realidades de un lugar
pueden emigrar para otros en la forma de palabra impresa, levando experiencias de un
espacio para otro, entrelazando por primera vez lo global y lo local en la narrativa que
Robertson (1995:27) denomina “localización”. Es el establecimiento de la “galaxia de
Gutemberg”, en el título de uno de los principales libros de McLuhan (1962).
Conocido sobre todo por sus trabajos casi premonitorios sobre los medios
electrónicos en el clásico “Understandind Media” (1967), donde el autor canadiense no
deja dudas cuanto a lo que sugiere y las relaciones del hombre con la tecnología: la
invención de la prensa es el “nacimiento del homo tipographicus”. ¿Cuáles son las
características de la nueva especie? La dependencia del conocimiento impreso como
forma máxima de legitimidad de conocimiento, en la estructuración práctica de lo que
es “correcto”, “legítimo”.
Más que eso, se afirma
la idea de un conocimiento “público”: el acto de
“publicar” un libro o un periódico significa tornar pública una información, hacer con
que un conocimiento hasta entonces restricto llegue al alcance de sus dominios,
eliminando fronteras físicas y las dificultades de diseminación del manuscrito: en la
prensa, la misma información, congelada en el texto escrito, puede ser llevada
a
millares de lugares distintos.
El uno en la escritura se vuelve múltiplo en la lectura, lectura esa que no
acontece necesariamente en el lugar de la escritura, tornando el conocimiento nómada
por excelencia. Las ideas no están más presas a un determinado lugar, y pueden recorrer
libremente los caminos. Como ejemplo, Greenberg y Salwen (1996:61) argumentan que
la Reforma Protestante obtuvo éxito por la difusión de sus escritos en una escala nunca
vista en movimientos semejantes, como los husitos en la Eslovaquia y los Lollards en
Inglaterra: sin divulgación, quedaron confinados a los locales de origen y fueron
derrotados.
El homo tipographycus es el dependiente de la palabra escrita. Su sentido
principal es la visión, en contraste con la cultura de oír/narrar presente en el mundo
medieval. Las sensaciones llegan desde la lectura, actividad individual que se opone a
las narraciones colectivas. El acto del conocimiento se singulariza: la cultura del libro es
complementada por el magisterio, no es lo contrario, y el saber es contabilizado por la
publicación de un conocimiento. La escuela fue fundada en la lectura del libro de clase,
práctica que se tornó patrón en cualquier nivel, de la pedagogía infantil a la Universidad
(McLuhan, 1957).
Más allá de eso, se altera la velocidad de la lectura: el periódico inicia un flujo
de informaciones impresas,
válidas,
seleccionando informaciones,
definiendo
contenidos y tornándose vehículos de formación política en una escala que jamás un
retórico griego o romano podría haber imaginado. El “público lector” se torna una
categoría política creada en la dependencia de la palabra impresa que lo alimenta, es
posible alegar que el homo typographicus es un zoon politicon dependiente de una razón
impresa, para afirmarse como parte actuante de un logos sobre la polis. La política,
mediatizada en la palabra y aún en la retórica, encuentra su palabra ampliada en
impresión, y la percepción del mundo social es estructurada en la literatura,
especialmente en la narración, en la novela y en el periódico.
Sin embargo, el auge en el siglo 19, coincide con el nacimiento de su antítesis
complementar, el homo videns: en mediados de la década de 1840, a partir de las
pesquisas simultáneas en varios países de Europa, surge una técnica de fijar y reproducir
imágenes cuantas veces quiera. Es el descubrimiento de la fotografía y el inicio de la
civilización de la imagen.
(c) La imagen como categoría analítica
La imagen es una categoría fundamental para comprender la sociedad
contemporánea. Desde el nacimiento de la fotografía, la imagen se propaga como un
privilegio de mediación entre el ser humano y la realidad. La imagen se disemina por
todos los lugares, tornándose omnipresente a partir de la segunda mitad del siglo XIX
(Benjamin, 2001:95).
La fotografía y el cine colocan la imagen en un intervalo de cincuenta años,
como una de las principales modalidades de intermediación/representación de lo real
que llega hasta cada uno, en la medida en que la visión, en las palabras del filósofo
Evaldo Coutinho (2003), “torna real” aquello en que se foca. En la representación por
imagen, la realidad se torna algo para ser visto; en las palabras del geógrafo Milton
Santos (1996:21) el triunfo de la “presentación sobre la significación”.
La hegemonía de la imagen tomó de asalto las especulaciones de varios
pensadores, desde los más críticos hasta los más entusiastas. Sin embargo, muchos de
esos análisis son conducidos para el lado de una crítica de la cultura, dejando poco
espacio para un análisis de la imagen como elemento de interferencia en los sentidos
humanos. Entre los que se dedicaron a este tipo de investigación, le cupo a Daniel
Boorstin indicar por la primera vez la interacción de las imágenes en el campo
perceptivo y de representación
de los individuos. En The Image, publicado
originalmente en 1967, Boorstin propone que la hegemonía de la imagen como
categoría principal de representación en el mundo contemporáneo llevó a una alteración
en el sentido de la percepción humana. La “realidad” se torna válida en la medida en
que es transformada en una imagen: en la tela en movimiento, en la página de la revista,
en el cartel publicitario, la fuerza de convencimiento de la imagen la torna garantía de
realidad. Omnipresente, la imagen se torna el indicativo de la realidad, garantía de
existencia de alguna cosa fuera del campo perceptivo inmediato del individuo.
Boorstin argumenta que la imagen se torna el principal mediador de las
actividades humanas, conquistando el espacio que hasta entonces pertenecía a la
escritura. Sin embargo, hay una substitución de códigos: el código escrito es una
tecnología de mediación diferente de los códigos visuales, en otra clave de análisis y en
otra velocidad. La escritura demanda el dominio de un código específico, en cuanto la
imagen y los códigos visuales de la representación pictórica de la realidad pueden ser
comprendidos casi inmediatamente. No hay, para la representación visual, los mismos
límites de la escritura: pueblos diferentes, oriundos de códigos culturales diversos,
pueden comprender una misma imagen de forma bastante semejante, lo que no acontece
con el código escrito (Santaella, 1995); dicho de otra manera, los mensajes dotados de
un código visual tienden a ser más universales que su contrapartida escrita.
La imagen, en ese sentido, es el principal medio de transmisión de mensajes del
siglo 20, alterando la percepción y la memoria, es un pálido eco de las preocupaciones
de Thamus e Thoth a respecto de la escritura. La imagen conserva el pasado vivo: por
primera vez en la historia, los relatos no son expresados ni escritos, son registrados. Es
posible “ver” la Historia como sucedió; lo imaginario queda poblado de imágenes
“reales” que ocupan el lugar de la imaginación del relato oral o escrito: la narrativa del
imagen, a la primera vista, no “representa” la realidad, pero muestra, garantizando la
veracidad de un hecho: ¿cómo tener dudas de cosas que son visibles sin llegar a lo
insano? En la perspectiva de Nick Couldry (2004), la ilusión de lo que está visible es el
mayor triunfo de la imagen.
Construcción técnica que esconde el procedimiento en si misma – la cámara
nunca
se focaliza – la imagen se afirma como siendo la forma principal de
representación contemporánea, conviviendo con una escritura la cual aún disputa el
espacio. Hay una delimitación del espacio de validad de esas dos tecnologías en lo que
respecta a su interacción con la percepción humana: la imagen, aunque sea central,
ocupa un espacio al margen y el reino de los asuntos “serios”, espacio privilegiado y
aún reservado al logos. La legitimidad del saber científico parece ser aún dependiente
del logos, en cuanto la diseminación del conocimiento común está directamente unido a
la imagen – expansión de superficie contra el contenido de profundidad: las tecnologías
de la imagen están relacionadas con las técnicas de la escritura, reservando cada una un
espacio distinto en la percepción humana de la realidad en su entorno, creando una
estética propia y definiendo sus espacios.
A lo largo del siglo 20 esa división de espacios solamente se profundizó,
creando una frontera casi no transponible entre el “saber letrado”, como lo dice el
nombre, está vinculado al homo typographicus, y al “saber común”, pasión del homo
videns. Esa oposición, presente a lo largo del siglo, se disuelve, al menos en cierta parte,
cuando sucede la diseminación del computador personal y la liberación comercial de la
internet, nueve años después. En algunos análisis, esto significa la convergencia del
homo videns y del homo typographicus en algo nuevo, que algunos autores ya no
incluyen siquiera en el hilo homo, pero, desde que se configuran como la representación
de un pos-humano, en el hilo cyber.
(d) En la trilla del pos-humano
En el metro de cualquier gran ciudad, como San Pablo, Londres o París, es
posible encontrar personas con la mirada perdida, desligada de la realidad. De sus oídos
penden pequeños hilos que desparecen en medio de las ropas. Eses hilos terminan, de un
lado, en pequeños dispositivos cargados de músicas comprimidas en códigos binarios;
de otro, en el oído de las personas, proyectando los bits en forma de sonidos en la
percepción de la persona. Esa percepción digitalmente intermediada del mundo, en la
cual en realidad es desmontada en códigos binarios y reconstruida en forma de sonido o
imagen comprensible a la mente humana, lo que prevalece no es la representación pero
es de la simulación, de acuerdo con Donna Haraway (1990 [1985]) en A manifesto for
cyborgs, integrada al cuerpo y tornada mínima, la tecnología de comunicación se
transforma en parte del ser humano.
Escrito en 1985, el Manifesto fue una tentativa de Haraway de hacer un análisis
de las perspectivas de integración entre biotecnología, tecnología de comunicación y la
esencia de lo humano en un ambiente pos moderno, marcado por la fragmentación
caleidoscópica de las representaciones de la realidad, podrían ser artificialmente
construidas – no más como “construcción social”, pero como la realización de lo que
hasta hoy no existía.
La idea de una pos humanidad comenzó a ser desarrollada aún en el inicio de los
años 1990, aunque la perspectiva de crearse un sucesor para la especie humana sea un
tema antiguo en lo imaginario. La perspectiva de una transformación de los seres
humanos en algo diferente muchas veces no pasa por la transformación biológica, una
especie de upgrade para algo tecnológico. La conexión con la máquina parece ser la
trilla preferida de quién se aventura a pensar acerca de lo pos-humano (Santaella, 2006).
Esa innovación comienza en la medicina con la utilización de los dispositivos
tecnológicos para suplir deficiencias del cuerpo humano – a rigor, el primero cyborg fue
creado cuando hubo un implante de marca-paso en alguien. Fue sin duda, el primero
cyberorganism, el organismo cibernético – esa es la última palabra, inventada por
Norbert Wiener (1948) para designar los medios tecnológicos de control informativo.
La nano medicina y los avances en el sentido de conseguir un tratamiento interno para
las enfermedades son otros indicios de una integración progresiva entre lo humano y lo
tecnológico, una convergencia que, hasta hoy, está siendo orientada con el sentido de
suplementar la vida biológica.
La biotecnología ha representado uno de lo puntos de contacto más estrecho
entre lo biológico humano y los dispositivos técnicos, habiendo así una interferencia
decisiva en la realidad orgánica. Al lado de ese tipo de integración, aún así, parece
existir otra, que no implica en la intervención quirúrgica pero una que apunta
igualmente para una nueva forma de acción del ser humano y de la comprensión de la
realidad a su alrededor, acostumbrada a existir en la integración de los dispositivos de
comunicación móvil y/o en red normalmente. La comunicación parece ser el avanzo
más significativo en la transformación del ser humano en algo más allá de él. La
perspectiva de una identidad pos-humana se estructura delante nuevas formas de
relación entre personas, posibilitadas tecnologías de comunicación que alteran las
percepciones de la realidad, las dinámicas de las interacciones humanas y las relaciones
con el medio, llegan a crear situaciones hasta entonces indispensables y acaban con
fronteras entre lo real y lo imaginario, ampliando las fronteras de lo simbólico para lo
virtual.
En la concepción de Michael Heim (1995:243), el concepto de “realidad” es
alterado cuando visto de una perspectiva de pos-humano. No solamente en el sentido de
una realidad virtual, pero en la propia realidad cotidiana. La persona que está en un bus
o en metro, totalmente absorta en la música, ¿está de hecho allí? La música nos lleva a
cualquier lugar y permite al individuo vivir en un plan de realidad exclusivo, sin
contacto con la realidad social a su alrededor.
La comunicación en red mediada por tecnologías altera el concepto de existencia
creando una ontología virtual del ciber espacio, donde también es posible que existan
muchas maneras, controlando de modo inédito el flujo de las señales que construyen el
“yo” en la vida cotidiana. Es posible cuestionar, con Milton Santos (1996:21), cuanto a
la idea de presencia, del “ser-ahí”, es puesto en cuestión: el “estar” si se resume al plan
físico o a la ubicuidad omnipresente de la imagen virtual. La Internet – es el término
más amplio usado y permitió la autodefinición completa de la persona por primera vez
en la historia. No se trata solamente de crear un doble, un autómata, pero el de recrearse
a si mismo, encontrar identidades nuevas y, literalmente, desarrollar una versión 2.0 de
si mismo.
Así, la noción de pos-humano talvez no deba ser pensada como algo contrario al
humano, pero sobretodo que sea visto con una idea de suplemento. Lo pos-humano no
es lo antihumano, es la transformación progresiva de ese mismo humano en algo más
allá de si mismo. No es solamente una amplificación de los sentidos como también, una
definición completa de un nuevo tipo de “humano”, hecho ahora de pixels.
Algunas puntuaciones finales
El objetivo en este texto fue puntuar episodios de las articulaciones disponibles
en momentos particulares de la historia para delinear algunas relaciones entre las
tecnologías de medios y la estética de la comunicación, entendida como el aspecto de
comunicación de la experiencia humana. Se buscó identificar, a partir del trabajo de
autores dedicados a los medios particulares, como ellos, en la expresión de Richard
Lanham (1994), alteran
la experiencia humana del conocimiento a partir de las
interrelaciones, siendo la percepción de la realidad por el ser humano de un lado y de
otro, la representación de la realidad.
Se buscó señalar la relación entre el individuo y los medios, ese recorte de
manera alguna procura disminuir el peso de las dimensiones sociales y políticas de esa
relación, elementos igualmente sensibles en la formación de las condiciones de
producción de una estética de la comunicación. Vale recordar que la especificación de
distintos momentos de esa percepción estética no quiere decir que no hubo una sucesión
en el momento de la invención de los diferentes medios. Sin duda, la escritura apareció
antes de la tele, pero así como la tele no eliminó el texto, tampoco el homo videns
transformó al homo typographicus. Lo que indica que las distintas formas de medios
conviven sincrónicamente en el cotidiano, cada una de ellas activando diferentes
elementos en las personas.
Es posible, de esa manera, dibujar una historia de los medios como una historia
de la estética de la comunicación, los estados de lo humano en contacto con esos
medios, partiendo del principio de que, la propia noción de “realidad” es influenciada
parcialmente por la vivencia de esa realidad, como la experimentan, una actividad
fundamentalmente conectada a los medios que permitan esa experiencia y esa
representación. La realidad es definida a partir de una serie de relaciones comunicativas,
siendo ellas alteradas y cambiadas de acuerdo con innúmeros factores sociales,
políticos, físicos y psicológicos. En este texto, la intención era definir como las
alteraciones en los medios se conectan con la percepción estética del ser humano – algo
que nos parece ir más allá de los “efectos”, pero están condensadas a la propia forma de
cómo los seres humanos perciben la realidad a su alrededor.
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