Los Medios tecnológicos y estéticos de la comunicación: una perspectiva histórica Luís Mauro Sá Martino Resumen: Este texto delinea cómo el desarrollo de medios está conectado a las alteraciones de modo que las personas perciben, interpretan y reconstruyen la realidad desde el punto de vista de la estética de la comunicación. Distintos tipos de medios ofrecen experiencias al contrario de la realidad, lo que, según diversos autores, de Platón à Meyrowitz, están conectados a cambios en la estructura de la percepción humana. Palabras claves: Comunicación, historia, estética Abstract: This text outlines the changes in human reality perception related to alterations in media technology from the point of view of Communication Aesthetics. The main argument is that different media provides different experiences of reality. Many authors, from Plato to Meyrowitz, have sketched this argument, each one of them focusing on a particular aspect of this relationship. In this text, I would like to focus on five particular authors that have studied this relationship. Keywords: Communication, history, aesthetics El objetivo de este texto no es hacer una historia de comunicación o de medios, pero de puntuar algunas tecnologías y el modo como ellas alterarán de alguna manera las relaciones del ser humano con su realidad. No se trata de defender cualquier aspecto unilateral o reducidor a partir de los medios: eso dejaría de llevar en cuenta las condiciones multifactoriales de la existencia. Serán señalados los aspectos del desarrollo de los medios en el tiempo, pero no en el sentido de cronología: inevitablemente los medios están presentes en el cotidiano. Tienen interpretación distinta, de un lado, una pregunta, y de otro una premisa. La pregunta podría ser resumida de esta forma: ¿“qué sucede con las personas que utilizan las tecnologías de comunicación?”. Esa pregunta no está conectada a los “efectos” de comunicación, ni mismo a un estudio acerca de la “recepción” o “mediaciones”, pero a las cuestiones propias del campo denominado “estética de la comunicación”, tales como las apuntadas por Campbell (1971), Caune (1997), Costa (1999) y Martino (2007). Conservando en mente el sentido original griego de la palabra aesthesis, la “percepción” en su sentido amplio y productivo (Oliveras, 2004), como la recreación por la persona de las percepciones que le llegan, haciendo de nuevo un trabajo en una articulación/apropiación al mismo tiempo única – por su carácter individual – y colectivo – por su dimensión perceptiva. A partir de una estética de la comunicación es posible preguntar, cómo las distintas tecnologías se articulan con esa aesthesis, interfiriendo en la mente humana. Esa cuestión conduce a la premisa que orienta este texto. El cerebro humano no es indiferente a las alteraciones existentes en el ambiente alrededor. Los investigadores de diversas áreas, a lo largo de las últimas décadas – sería posible citar Patrícia Churchland (1986), Bernard Andrieu (2003) y John Onians (2008), al principio – vienen procurando mostrar las relaciones entre el cerebro y la realidad mucho más en términos de un continuum, que de una oposición. Al experimentar la realidad, el cerebro también es moldado por esa experiencia debido a la llamada neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro en crear más conexiones neuronales en las áreas exigidas por las actividades realizadas. De acuerdo con Onians (2008:20) la neuroplasticidad puede ser definida por el modo como el cerebro se transforma de acuerdo con la experiencia, y es esa la característica que abre la posibilidad de la pregunta acerca de las relaciones entre los medios y las percepciones de la mente humana. La tecnología de la comunicación no es solamente un instrumento. Ella normalmente altera la relación del ser humano con su ambiente físico y social a través de cambios provocados en el propio individuo – el uso de las tecnologías de comunicación altera la percepción del ser humano, modifica la manera como siente y representa, atribuye sentido y actúa en su ambiente – diciéndolo de otra forma, las mediaciones tecnológicas alteran la relación de las personas con las señales a su alrededor, filtrándolos, ampliándolos, eliminándolos de su campo perceptivo. Interfieren en la manera como los sentidos captan la realidad y, por lo tanto, como la mente procesa esas señales. En la explicación de Denis McQuail (1973), la alteración en los modos de comunicación están conectadas a las transformaciones en las modalidades del ser – como sugieren, por ejemplo, trabajos como los de Sutton (2002:376), acerca de la interferencia de la lenguaje en el desarrollo de la memoria o de Oppenheimer & Frank (2008) a respecto de las relaciones entre las fuentes tipográficas y el significado de un texto. De esa manera, es posible cuestionar de qué manera los medios definen la identidad de las personas. Como recuerda Elena Oliveras (2004:21), a través de la representación sensible el ser humano tiene una imagen, consciencia y ve a si mismo. A partir de una larga tradición que tiene inicio en la metafísica y fue posteriormente apropiada por las ciencias cognitivas, indica cómo las alteraciones en los canales perceptivos del individuo inmediatamente alteran la percepción del individuo y la reconstrucción de los eventos a su alrededor que son responsables por constituir lo que se considera “realidad” en la mente humana (Van Reit, 1960:155; Searle, 2004). La interacciones del individuo con el ambiente, el cual lo cerca, están conectadas a las representaciones que cada uno hace de ese ambiente: la propia noción de “realidad” está conectada a la percepción/interpretación de las señales responsables por constituir las representaciones que toman su forma en la mente humana, conectando la representación y el significado en la constitución de la comprensión de la realidad. Esas percepciones están relacionadas, en primer lugar, a los sentidos, abriendo una inmensa posibilidad especulativa cuando se piensa que las tecnologías de la comunicación, al principio, interfieren directamente en esos sentidos y por lo tanto, llegan a alterar la relación entre mente humana y la realidad – el sentido original de “media”, como algo que “está en el medio”, sugiere esa relación: un “medio”, en ese aspecto, es un instrumento – podría ser dicho también que es un dispositivo – que encuadra un determinado grupo de señales de la realidad ubicados en un espacio y en un tiempo, y los lanza en los sentidos de cada persona, alcanzando su percepción, luego su mente, y, de esa manera, permaneciendo en la construcción de su realidad, “mundo de vida”, de acuerdo con el sentido atribuido a esa expresión por la Fenomenología de Husserl (1973), pero sobre todo, más para adelante, de Schutz (1974). La idea de “comunicación” lleva necesariamente a algún tipo de interrelación entre los individuos, entre los cuales algo constituye como una conexión definida por el cambio interpretativo de las señales. Ese contacto sólo puede ocurrir a través de la conexión entre ambos estructurada por algún elemento. La centralidad del “medio de comunicación” no representa una mayor importancia de ese momento, como la conexión entre representación y sentido (Stein, 2001:43; Ruedell, 2000:10-12). Caso sea acepta, esa premisa indica igualmente que, distintos medios pueden influir de modo diferente acerca de esa percepción estética y, es desde esa delimitación lógica y cronológica que se pretende trabajar: cuando se pregunta: “¿qué pasa con la persona en el uso de las tecnologías de comunicación?” La cuestión no es dirigida por lo tanto, a efectos, pero sí a la estética. Pensando en diferentes tipos de medios, es posible reflexionar como ellos se intercalan con la percepción estética a partir de sus diferencias. Bajo ese punto de vista, teniendo en mente el trabajo de Onians (2008) acerca de la neurohistoria del arte, una posible “historia de los medios” puede pensarse no necesariamente como una sucesión de elementos técnicos en una línea cronológica, pero sí como una pregunta a respecto de la manera como esos varios elementos posibilitarán aperturas estéticas en esa percepción de la realidad. La respuesta para esa pregunta será estudiada en este contexto desde los cuatros momentos, cada uno de ellos estudiado en particular por un determinado autor. Esos momentos procuran llevar el foco entre los distintos tipos de medio en su aspecto técnico, pero en la medida que, en la lectura de los autores, puedan provocar una alteración/articulación en la manera como los seres humanos se relacionen con el ambiente y su entorno. pensadores de épocas diferentes que reflexionaron Se seleccionaron cuatro sobre tecnología de medios y estética de la comunicación, evidentemente sin usar esta terminología, en el trayecto que se trató de esbozar en la premisa indicada. La trilla comienza con las tecnologías de la escritura, analizadas en el Fedro, de Platón, pasando por la diseminación de las señales escritas en ancha escala con el aparecimiento de la prensa en la perspectiva colocada por McLuhan (1964) y Meyrowitz (1985), transferido el foco para los aspectos de la imagen electrónica definidos por Boorstin (1967) en The Image, hasta llegar a las transformaciones de la percepción en las indicaciones de una pos humanidad, tal como trabajada por Donna Haraway (1985) en su Manifesto Cyborg. El objetivo no es el estudio monográfico de ninguno de los autores, pero sí decir como se posicionan delante de los distintas medios, a respecto de su articulación con la experiencia humana. (a) La escritura como farmakon de la memoria Caso haja sido Aristóteles quién se dedicó a una primera teoría de las señales y del lenguaje en el Organon, la discusión específica acerca de una media parece haber sido iniciada en una escritura acerca del diálogo Fedro, de Platón. La discusión se centraliza en el contenido del discurso y en su ubicación en el espacio de una relación emisor/receptor; el foco, desde un cierto punto, se disloca del texto para el soporte, el medium a partir del cual ese texto será formulado. Sócrates cuenta el mito de Thoth, dios egipcio de las ciencias, de las matemáticas y del lenguaje (274c-275b). La historia tiene inicio cuando Thoth explica las ventajas y desventajas de cada arte para el rey de Egipto, Thamus. Después, varias explicaciones acerca de las diversas artes, llegan a la escritura. Con ella, explica Thoth, los seres humanos podrán tener un desarrollo mucho mayor que el que jamás tuvieron, serían capaces de no olvidarse jamás de nada, pues todo podría ser anotado y tornado permanente. Thamus, sin embargo, no comparte esa postura optimista. Al revés, apunta los peligros y dificultades que la escritura, traerá para los seres humanos. Los medios escritos tornarán débil la memoria, harán con que las personas no se preocupen más en ejercitar la mente – porque está todo allí, escrito – y eso las dejarán perezosas; lo que está escrito no deja espacio para la imaginación ni para la memoria, y eso deja cualquier cambio de texto puesto de lado. Las posiciones son contradictorias: pues de un lado, los mensajes podrían ser cambiados entre las personas sin perjuicio de la significación, pues la narrativa oral, variable, tendría su sentido garantizado por las letras. La escritura permite que las informaciones sean manipuladas, combinadas, guardadas y nuevamente recuperadas de acuerdo con la necesidad, en la combinación casi infinita de los datos. Por otro lado, fijar en señales escritas una realidad móvil es comprimir la complejidad multifactorial del flujo de acontecimientos de forma lineal, sustituyendo la pluralidad de la percepción por la singularidad de la escritura. Sin embargo, Thoth y Faraó comparten la misma premisa: la palabra escrita altera la manera como el ser humano se relaciona con el conocimiento, con el ambiente alrededor y con otras personas. La escritura, más que un medio, es un dispositivo que puede cambiar a las personas, actuando sobre la memoria, la imaginación y la percepción. Pero el diálogo tiene otras implicaciones y sería posible puntuar dos de ellas. Vale notar, que Thoth es el “dios de las ciencias, de la matemáticas y de las palabra”. En otras palabras, es la divinidad del logos, del raciocinio que investiga las proporciones, la relación entre las cosas: no hay separación entre el raciocinio discursivo y el matemático, unidos en la medida en que se fundamentan sobre una estructura de relaciones lógicas. El sentido del discurso es hecho con la relación lógica de las palabras, con la ratio entre ellas, así como la relación entre los términos matemáticos se funda en la regla que establece la relación entre las partes. Aún en ese punto, es interesante recordar la dualidad encontrada por Derrida (1967) en ese aspecto: la escritura se piensa como un “remedio” para la memoria; está en la traducción de farmakon la definición de “remedio”, pero también de “veneno”: la escritura es el remedio/veneno de la memoria. Por otro lado, las relaciones entre el individuo y la tecnología de medios son trabajadas en una perspectiva de interferencia de la techné en ese logos, como explica Milton Vargas (1994:18): si Platón no desarrolla una teoría del lenguaje, como hace Aristóteles, es, sin embargo, el responsable por un análisis crítico de la techné que da suporte a ese logos, la forma que estructura ese contenido en los límites del conocimiento – no es posible separar lo que se comunica del medio por lo cual se hace eso: la techne altera el logos. Y no deja de tener algo de irónico esas relaciones: Sócrates nunca escribió, pero sus tentativas sobre el lenguaje son completamente escritas por Platón. Las excepciones a la escritura son hechas por escrito. Sin embargo, van a pasar muchos años hasta que exista una “explosión de las señales” escritas desde de un nuevo medio, desarrollado en una pequeña ciudad alemana en el siglo XIV. (b) La explosión de señales en la galaxia de Gutemberg Décio Pignatari (1974) define la época de la Revolución Industrial como siendo el momento de la “explosión de las señales” en el occidente, expansión sin precedentes de la palabra escrita, tornada posible desde la invención y la diseminación de la prensa mecánica por Johannes Gutemberg en Alemania, en 1483. Hasta ese año, el libro era un producto raro: tener un libro manuscrito era un privilegio de quién tenía los bienes necesarios; tener una biblioteca era casi impensable (Marenbon, 2003:48). La escritura se multiplica con la prensa, se disemina, ultrapasa el espacio del manuscrito y se reproduce indefinidamente. El recelo de Thamus se torna realidad: el modelo lineal de la escritura se torna patrón del pensamiento; el libro se torna el patrón del pensamiento; el “mundo de la vida” de Husserl (2004) se organiza alrededor de la escritura, tornada el eje de las actividades importantes. El conocimiento, estructurado en la narrativa oral y en las realidades locales, pierde el territorio: las realidades de un lugar pueden emigrar para otros en la forma de palabra impresa, levando experiencias de un espacio para otro, entrelazando por primera vez lo global y lo local en la narrativa que Robertson (1995:27) denomina “localización”. Es el establecimiento de la “galaxia de Gutemberg”, en el título de uno de los principales libros de McLuhan (1962). Conocido sobre todo por sus trabajos casi premonitorios sobre los medios electrónicos en el clásico “Understandind Media” (1967), donde el autor canadiense no deja dudas cuanto a lo que sugiere y las relaciones del hombre con la tecnología: la invención de la prensa es el “nacimiento del homo tipographicus”. ¿Cuáles son las características de la nueva especie? La dependencia del conocimiento impreso como forma máxima de legitimidad de conocimiento, en la estructuración práctica de lo que es “correcto”, “legítimo”. Más que eso, se afirma la idea de un conocimiento “público”: el acto de “publicar” un libro o un periódico significa tornar pública una información, hacer con que un conocimiento hasta entonces restricto llegue al alcance de sus dominios, eliminando fronteras físicas y las dificultades de diseminación del manuscrito: en la prensa, la misma información, congelada en el texto escrito, puede ser llevada a millares de lugares distintos. El uno en la escritura se vuelve múltiplo en la lectura, lectura esa que no acontece necesariamente en el lugar de la escritura, tornando el conocimiento nómada por excelencia. Las ideas no están más presas a un determinado lugar, y pueden recorrer libremente los caminos. Como ejemplo, Greenberg y Salwen (1996:61) argumentan que la Reforma Protestante obtuvo éxito por la difusión de sus escritos en una escala nunca vista en movimientos semejantes, como los husitos en la Eslovaquia y los Lollards en Inglaterra: sin divulgación, quedaron confinados a los locales de origen y fueron derrotados. El homo tipographycus es el dependiente de la palabra escrita. Su sentido principal es la visión, en contraste con la cultura de oír/narrar presente en el mundo medieval. Las sensaciones llegan desde la lectura, actividad individual que se opone a las narraciones colectivas. El acto del conocimiento se singulariza: la cultura del libro es complementada por el magisterio, no es lo contrario, y el saber es contabilizado por la publicación de un conocimiento. La escuela fue fundada en la lectura del libro de clase, práctica que se tornó patrón en cualquier nivel, de la pedagogía infantil a la Universidad (McLuhan, 1957). Más allá de eso, se altera la velocidad de la lectura: el periódico inicia un flujo de informaciones impresas, válidas, seleccionando informaciones, definiendo contenidos y tornándose vehículos de formación política en una escala que jamás un retórico griego o romano podría haber imaginado. El “público lector” se torna una categoría política creada en la dependencia de la palabra impresa que lo alimenta, es posible alegar que el homo typographicus es un zoon politicon dependiente de una razón impresa, para afirmarse como parte actuante de un logos sobre la polis. La política, mediatizada en la palabra y aún en la retórica, encuentra su palabra ampliada en impresión, y la percepción del mundo social es estructurada en la literatura, especialmente en la narración, en la novela y en el periódico. Sin embargo, el auge en el siglo 19, coincide con el nacimiento de su antítesis complementar, el homo videns: en mediados de la década de 1840, a partir de las pesquisas simultáneas en varios países de Europa, surge una técnica de fijar y reproducir imágenes cuantas veces quiera. Es el descubrimiento de la fotografía y el inicio de la civilización de la imagen. (c) La imagen como categoría analítica La imagen es una categoría fundamental para comprender la sociedad contemporánea. Desde el nacimiento de la fotografía, la imagen se propaga como un privilegio de mediación entre el ser humano y la realidad. La imagen se disemina por todos los lugares, tornándose omnipresente a partir de la segunda mitad del siglo XIX (Benjamin, 2001:95). La fotografía y el cine colocan la imagen en un intervalo de cincuenta años, como una de las principales modalidades de intermediación/representación de lo real que llega hasta cada uno, en la medida en que la visión, en las palabras del filósofo Evaldo Coutinho (2003), “torna real” aquello en que se foca. En la representación por imagen, la realidad se torna algo para ser visto; en las palabras del geógrafo Milton Santos (1996:21) el triunfo de la “presentación sobre la significación”. La hegemonía de la imagen tomó de asalto las especulaciones de varios pensadores, desde los más críticos hasta los más entusiastas. Sin embargo, muchos de esos análisis son conducidos para el lado de una crítica de la cultura, dejando poco espacio para un análisis de la imagen como elemento de interferencia en los sentidos humanos. Entre los que se dedicaron a este tipo de investigación, le cupo a Daniel Boorstin indicar por la primera vez la interacción de las imágenes en el campo perceptivo y de representación de los individuos. En The Image, publicado originalmente en 1967, Boorstin propone que la hegemonía de la imagen como categoría principal de representación en el mundo contemporáneo llevó a una alteración en el sentido de la percepción humana. La “realidad” se torna válida en la medida en que es transformada en una imagen: en la tela en movimiento, en la página de la revista, en el cartel publicitario, la fuerza de convencimiento de la imagen la torna garantía de realidad. Omnipresente, la imagen se torna el indicativo de la realidad, garantía de existencia de alguna cosa fuera del campo perceptivo inmediato del individuo. Boorstin argumenta que la imagen se torna el principal mediador de las actividades humanas, conquistando el espacio que hasta entonces pertenecía a la escritura. Sin embargo, hay una substitución de códigos: el código escrito es una tecnología de mediación diferente de los códigos visuales, en otra clave de análisis y en otra velocidad. La escritura demanda el dominio de un código específico, en cuanto la imagen y los códigos visuales de la representación pictórica de la realidad pueden ser comprendidos casi inmediatamente. No hay, para la representación visual, los mismos límites de la escritura: pueblos diferentes, oriundos de códigos culturales diversos, pueden comprender una misma imagen de forma bastante semejante, lo que no acontece con el código escrito (Santaella, 1995); dicho de otra manera, los mensajes dotados de un código visual tienden a ser más universales que su contrapartida escrita. La imagen, en ese sentido, es el principal medio de transmisión de mensajes del siglo 20, alterando la percepción y la memoria, es un pálido eco de las preocupaciones de Thamus e Thoth a respecto de la escritura. La imagen conserva el pasado vivo: por primera vez en la historia, los relatos no son expresados ni escritos, son registrados. Es posible “ver” la Historia como sucedió; lo imaginario queda poblado de imágenes “reales” que ocupan el lugar de la imaginación del relato oral o escrito: la narrativa del imagen, a la primera vista, no “representa” la realidad, pero muestra, garantizando la veracidad de un hecho: ¿cómo tener dudas de cosas que son visibles sin llegar a lo insano? En la perspectiva de Nick Couldry (2004), la ilusión de lo que está visible es el mayor triunfo de la imagen. Construcción técnica que esconde el procedimiento en si misma – la cámara nunca se focaliza – la imagen se afirma como siendo la forma principal de representación contemporánea, conviviendo con una escritura la cual aún disputa el espacio. Hay una delimitación del espacio de validad de esas dos tecnologías en lo que respecta a su interacción con la percepción humana: la imagen, aunque sea central, ocupa un espacio al margen y el reino de los asuntos “serios”, espacio privilegiado y aún reservado al logos. La legitimidad del saber científico parece ser aún dependiente del logos, en cuanto la diseminación del conocimiento común está directamente unido a la imagen – expansión de superficie contra el contenido de profundidad: las tecnologías de la imagen están relacionadas con las técnicas de la escritura, reservando cada una un espacio distinto en la percepción humana de la realidad en su entorno, creando una estética propia y definiendo sus espacios. A lo largo del siglo 20 esa división de espacios solamente se profundizó, creando una frontera casi no transponible entre el “saber letrado”, como lo dice el nombre, está vinculado al homo typographicus, y al “saber común”, pasión del homo videns. Esa oposición, presente a lo largo del siglo, se disuelve, al menos en cierta parte, cuando sucede la diseminación del computador personal y la liberación comercial de la internet, nueve años después. En algunos análisis, esto significa la convergencia del homo videns y del homo typographicus en algo nuevo, que algunos autores ya no incluyen siquiera en el hilo homo, pero, desde que se configuran como la representación de un pos-humano, en el hilo cyber. (d) En la trilla del pos-humano En el metro de cualquier gran ciudad, como San Pablo, Londres o París, es posible encontrar personas con la mirada perdida, desligada de la realidad. De sus oídos penden pequeños hilos que desparecen en medio de las ropas. Eses hilos terminan, de un lado, en pequeños dispositivos cargados de músicas comprimidas en códigos binarios; de otro, en el oído de las personas, proyectando los bits en forma de sonidos en la percepción de la persona. Esa percepción digitalmente intermediada del mundo, en la cual en realidad es desmontada en códigos binarios y reconstruida en forma de sonido o imagen comprensible a la mente humana, lo que prevalece no es la representación pero es de la simulación, de acuerdo con Donna Haraway (1990 [1985]) en A manifesto for cyborgs, integrada al cuerpo y tornada mínima, la tecnología de comunicación se transforma en parte del ser humano. Escrito en 1985, el Manifesto fue una tentativa de Haraway de hacer un análisis de las perspectivas de integración entre biotecnología, tecnología de comunicación y la esencia de lo humano en un ambiente pos moderno, marcado por la fragmentación caleidoscópica de las representaciones de la realidad, podrían ser artificialmente construidas – no más como “construcción social”, pero como la realización de lo que hasta hoy no existía. La idea de una pos humanidad comenzó a ser desarrollada aún en el inicio de los años 1990, aunque la perspectiva de crearse un sucesor para la especie humana sea un tema antiguo en lo imaginario. La perspectiva de una transformación de los seres humanos en algo diferente muchas veces no pasa por la transformación biológica, una especie de upgrade para algo tecnológico. La conexión con la máquina parece ser la trilla preferida de quién se aventura a pensar acerca de lo pos-humano (Santaella, 2006). Esa innovación comienza en la medicina con la utilización de los dispositivos tecnológicos para suplir deficiencias del cuerpo humano – a rigor, el primero cyborg fue creado cuando hubo un implante de marca-paso en alguien. Fue sin duda, el primero cyberorganism, el organismo cibernético – esa es la última palabra, inventada por Norbert Wiener (1948) para designar los medios tecnológicos de control informativo. La nano medicina y los avances en el sentido de conseguir un tratamiento interno para las enfermedades son otros indicios de una integración progresiva entre lo humano y lo tecnológico, una convergencia que, hasta hoy, está siendo orientada con el sentido de suplementar la vida biológica. La biotecnología ha representado uno de lo puntos de contacto más estrecho entre lo biológico humano y los dispositivos técnicos, habiendo así una interferencia decisiva en la realidad orgánica. Al lado de ese tipo de integración, aún así, parece existir otra, que no implica en la intervención quirúrgica pero una que apunta igualmente para una nueva forma de acción del ser humano y de la comprensión de la realidad a su alrededor, acostumbrada a existir en la integración de los dispositivos de comunicación móvil y/o en red normalmente. La comunicación parece ser el avanzo más significativo en la transformación del ser humano en algo más allá de él. La perspectiva de una identidad pos-humana se estructura delante nuevas formas de relación entre personas, posibilitadas tecnologías de comunicación que alteran las percepciones de la realidad, las dinámicas de las interacciones humanas y las relaciones con el medio, llegan a crear situaciones hasta entonces indispensables y acaban con fronteras entre lo real y lo imaginario, ampliando las fronteras de lo simbólico para lo virtual. En la concepción de Michael Heim (1995:243), el concepto de “realidad” es alterado cuando visto de una perspectiva de pos-humano. No solamente en el sentido de una realidad virtual, pero en la propia realidad cotidiana. La persona que está en un bus o en metro, totalmente absorta en la música, ¿está de hecho allí? La música nos lleva a cualquier lugar y permite al individuo vivir en un plan de realidad exclusivo, sin contacto con la realidad social a su alrededor. La comunicación en red mediada por tecnologías altera el concepto de existencia creando una ontología virtual del ciber espacio, donde también es posible que existan muchas maneras, controlando de modo inédito el flujo de las señales que construyen el “yo” en la vida cotidiana. Es posible cuestionar, con Milton Santos (1996:21), cuanto a la idea de presencia, del “ser-ahí”, es puesto en cuestión: el “estar” si se resume al plan físico o a la ubicuidad omnipresente de la imagen virtual. La Internet – es el término más amplio usado y permitió la autodefinición completa de la persona por primera vez en la historia. No se trata solamente de crear un doble, un autómata, pero el de recrearse a si mismo, encontrar identidades nuevas y, literalmente, desarrollar una versión 2.0 de si mismo. Así, la noción de pos-humano talvez no deba ser pensada como algo contrario al humano, pero sobretodo que sea visto con una idea de suplemento. Lo pos-humano no es lo antihumano, es la transformación progresiva de ese mismo humano en algo más allá de si mismo. No es solamente una amplificación de los sentidos como también, una definición completa de un nuevo tipo de “humano”, hecho ahora de pixels. Algunas puntuaciones finales El objetivo en este texto fue puntuar episodios de las articulaciones disponibles en momentos particulares de la historia para delinear algunas relaciones entre las tecnologías de medios y la estética de la comunicación, entendida como el aspecto de comunicación de la experiencia humana. Se buscó identificar, a partir del trabajo de autores dedicados a los medios particulares, como ellos, en la expresión de Richard Lanham (1994), alteran la experiencia humana del conocimiento a partir de las interrelaciones, siendo la percepción de la realidad por el ser humano de un lado y de otro, la representación de la realidad. Se buscó señalar la relación entre el individuo y los medios, ese recorte de manera alguna procura disminuir el peso de las dimensiones sociales y políticas de esa relación, elementos igualmente sensibles en la formación de las condiciones de producción de una estética de la comunicación. Vale recordar que la especificación de distintos momentos de esa percepción estética no quiere decir que no hubo una sucesión en el momento de la invención de los diferentes medios. Sin duda, la escritura apareció antes de la tele, pero así como la tele no eliminó el texto, tampoco el homo videns transformó al homo typographicus. Lo que indica que las distintas formas de medios conviven sincrónicamente en el cotidiano, cada una de ellas activando diferentes elementos en las personas. Es posible, de esa manera, dibujar una historia de los medios como una historia de la estética de la comunicación, los estados de lo humano en contacto con esos medios, partiendo del principio de que, la propia noción de “realidad” es influenciada parcialmente por la vivencia de esa realidad, como la experimentan, una actividad fundamentalmente conectada a los medios que permitan esa experiencia y esa representación. La realidad es definida a partir de una serie de relaciones comunicativas, siendo ellas alteradas y cambiadas de acuerdo con innúmeros factores sociales, políticos, físicos y psicológicos. En este texto, la intención era definir como las alteraciones en los medios se conectan con la percepción estética del ser humano – algo que nos parece ir más allá de los “efectos”, pero están condensadas a la propia forma de cómo los seres humanos perciben la realidad a su alrededor. Bibliografía citada AARSETH, E. Cybertext, Baltimore, John Hopkins University Press, 1999. ARISTOTELES. 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