En torno a la antropología de la guerrilla*.

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Estudios Latinoamericanos 2 (1974), pp. 219-229
En torno a la antropología de la guerrilla*.
Polémica: Aleksander Posern-=LHOLVNL
Zbigniew Marcin Kowalewski
Es un trabajo común de Kowalewski y Sobrado**. Se trata de un
libro que suscita controversias tanto en su capa teórico-antropológica
como práctico-ideológica. Indudablemente el trabajo en cuestión
refleja la postura de sus autores en cuanto al futuro de las
investigaciones socio-antropológicas en el Tercer Mundo y en cuanto
al papel que juega la lucha armada en el proceso de creación de la
cultura, lucha enfocada en tanto que una de las etapas básicas en el
proceso de las transformaciones revolucionarias y del triunfo del
socialismo en los países subdesarrollados.
Z. M. Kowalewski - etnólogo polaco - en la introducción (pp. 5 17) y en la parte titulada «Introducción a la antropología de la
guerrilla rural» (pp. 16 - 67), publicada ya en amplios fragmentos en
el «Pensamiento Crítico» en Cuba, fue uno de los primeros en indicar
- y con razón - un problema inadvertido por la investigación. Se trata
de «la antropología de la guerrilla», es decir, de una «ciencia» que ha
de ocuparse del conjunto de las relaciones de un destacamento que
desarrolla actividades militares revolucionarias con el conjunto de las
comunidades campesinas ubicadas en la región abarcada por las
operaciones guerrilleras.
Los siguientes dos capítulos son obra de M. Sobrado, sociólogo de
Costa Rica que posee sus propias experiencias guerrilleras (frontera
de Costa Rica y Nicaragua -1959) y están dedicados al papel de los
*
Traducido del polaco por Jorge Ruíz Lardizabal y Carlos Humberto de León
Zbigniew Marcin Kowalewski, Miguel Sobrado: Antropología de la guerrilla. Hacia la ciencia
social del Tercer Mundo, Caracas 1971, Editorial Nueva Izquierda, Colección Monografías, n° 17, pp.
118.
**
grupos sociales marginales en la creación de ambientes propicios al
movimiento revolucionario («Los grupos marginales, la ideología
política y los focos guerrilleros» pp. 68 - 88) y a los aspectos
ideológicos y económicos de la superación del subdesarrollo en las
condiciones de construcción del socialismo en los países del Tercer
Mundo («La cultura del subdesarrollo, la ideología del consumo y el
subdesarrollo económico», pp. 89 - 118).
En resumen el trabajo - excepto su último capítulo dedicado a la
política económica y en particular a las cuestiones de la producción y
del consumo - constituye una obra compacta y coherente que tiene
como objetivo dar respuesta - al menos ensayar - a dos preguntas
fundamentales. En primer lugar - cúal es la manera más racional y
eficaz para provocar una guerra de guerrillas que, según los autores
del trabajo, es el remedio básico para emancipar a los países
subdesarrollados de los lazos del neocolonialismo imperialista y de la
explotación capitalista interna. En segundo lugar - cómo aprovechar
con estos fines el acervo y resultados obtenidos por las experiencias
científicas de la sociología y de la antropología, transformando estas
dos disciplinas «en una ciencia social revolucionaria del Tercer
Mundo».
Muchas de las meditaciones y reflexiones se basaron en escritos y
declaraciones hechas por ideólogos dirigentes de los movimientos
guerrilleros, de los movimientos de liberación nacional y
revolucionarios del Tercer Mundo y de aquellos intelectuales cuyo
acervo científico refleja su vínculo emotivo de solidaridad con los
círculos radicales de los países subdesarrollados.
Como ya se desprende del título del trabajo el libro no se refiere
de manera explícita a América Latina. Sin embargo, de acuerdo con
las intenciones de los autores las tesis contenidas por el libro, así
como las conclusiones que de él dimanan, son válidas también en
gran medida para la lucha revolucionaria sostenida en esa región del
mundo. Es verdad que los autores de vez en cuando hacen referencia
a ejemplos de las experiencias guerrilleras de América Latina (Cuba,
Venezuela, Colombia y Guatemala), pero se tiene la sensación de
que sus indicaciones teóricas han sido fruto de observaciones basadas
en la realidad de las luchas de liberación de Asia (Vietnam, Laos) y
Africa (Argelia). Sorprende también el trato igual dado a
movimientos diversos tanto desde el punto de vista cuantitativo como
cualitativo. Por un lado tenemos a un ejército popular regular que
dispone de su retaguardia territorial y lucha no sólo contra el
enemigo interno sino también contra los agresores extranjeros. Por
otra parte son abordados movimientos relámpago, pequeñas
insurrecciones, pequeños destacamentos guerrilleros aislados que no
son más que experimentos por mediación de los cuales se pretende
abolir el régimen combatido. Sin embargo, esta comparación tiene su
justificación. De esta manera los autores expresan y exponen su
opinión de que tarde o temprano el Tercer Mundo será escenario de
una gran guerra revolucionaria. Por esta razón, incluso el foco
guerrillero más minúsculo puede convertirse en el embrión de un
gran movimiento de liberación. La senda de las reformas sociales y
económicas graduales, el camino seguido actualmente por Chile, por
ejemplo, parece no interesar en absoluto a los autores del libro. Así
pues, si consideramos inevitable la etapa de la lucha armada entonces
es evidente la necesidad de dar una preparación teórica a los cambios
que habrán de operarse próximamente.
Y esa tarea debe cumplirla la «nueva ciencia social del Tercer
Mundo». Esta disciplina cientifica que juega su servicio a la práctica
de la guerra de guerrillas se desarrollará de manera muy intensa y, en
consecuencia, ocupará en el futuro un lugar central entre las ciencias
sociales, al lado de la economía. La nueva antropología que se
cristaliza debe unir la teoría a la práctica y la ideología
revolucionaria a las conquistas teóricas más modernas de la ciencia.
Sólo cumpliendo estas condiciones la ciencia en cuestión podrá
realizar las tareas y funciones prácticas y sociales trazadas. Entre
ellas los autores enumeran la posibilidad de dirigir el proceso
revolucionario, investigar su desarrollo y consecuencias, introducir
correcciones sobre la marcha y elaborar un método científico de
«estimulación de la voluntad colectiva» - es decir, manipular con las
masas de campesinos carentes de conciencia ideológica de manera
que las «predisposiciones revolucionarias» de estas puedan ser
aprovechadas por los centros guerrilleros. Una antropología así
encauzada se ha convertido, en realidad, en una teoría de la
revolución agraria armada; la entrega activa de los científicos a la
lucha sería una consecuencia natural de la aceptación de las tesis del
llamado «humanismo militante».
Al examinar cuestiones tan serias no debemos, sin embargo, dejar
de lado la otra cara de la medalla, es decir, las consecuencias
naturales de las operaciones bélicas: destrucciones del país, pérdidas
morales inevitables, pérdidas sociales y biológicas cuyas
dimensiones es difícil prever. Este es un precio que se puede pagar
únicamente cuando no queda otro remedio. Este es, sin embargo, un
tema que los autores eluden a las claras. Mientras tanto Kowalewski
otorga un papel absoluto de creador de la cultura a la guerra de
guerrillas y trata de no advertir el hecho de que a lo largo de las
operaciones militares pueden desaparecer destruidas las comunidades
campesinas en nombre de las cuales fue comenzada la lucha.
Además, hay que confesar que la visión de la llueva
«antropología» propuesta posee una elocuencia ética ambivalente. Si
esta disciplina científica fuera aprovechada directamente como
instrumento de la lucha guerrillera proporcionando a los
combatientes indicaciones sobre las formas y métodos de aprovechar
los mecanismos tradicionales de la cultura de las masas campesinas,
entonces, los antropólogos que participasen en dicha empresa
tendrían que hacer frente a la responsabilidad resultante de la
influencia de las opiniones que expondrían en tanto que expertos
sobre los destinos y suerte que correría la gente a consecuencia de
sus opiniones. Su actividad no suscita ninguna duda en lo que
concierne a las intenciones que los moverían, pero sí en lo tocante a
los servicios que deberían prestar a revolucionariosexperimentadores que en repetidas ocasiones estarían interesados
solamente por éxitos militares y propagandísticos momentáneos,
servicios que podrían acarrear consecuencias fatales. Nuestro
escepticismo se ve confirmado también por ciertas reminiscencias de
la historia de la antropología, reminiscencias que nos obligan a tener
presentes trágicas experiencias vividas cuando representantes de la
antropología decidieron incorporarse activamente al juego político.
No olvidemos que en el momento en que el antropólogo se incorpora
activamente a la práctica revolucionaria deja de ser un investigador
antropólogo para convertirse en ideólogo revolucionario. No se
dedicará a verificar las hipótesis científicas. Se limitará a aprovechar
el acervo de la antropología para comprobar las tesis ideológicas
aceptadas a priori.
Hay que reconocer imparcialmente que el modelo de la nueva
especialidad propuesta principalmente por Kowalewski contiene toda
una serie de postulados muy interesantes para la investigación,
postulados que deben encontrar aprobación independientemente de
todo cuanto se ha dicho hasta ahora. Es evidente, por ejemplo, que
las actividades armadas revolucionarias llevadas a cabo en regiones
rurales son una vía de transformar las estructuras estancadas socioeconómicas, estructuras que van modifícándose como resultado de
los contactos sostenidos con los guerrilleros. Este proceso de
modernización de las comunidades rurales tradicionales debe ser
objeto de análisis científicos. Cuando estos análisis sean logrados se
podrá evaluar en que medida las transformaciones conseguidas
difieren del tipo de modernización obtenido mediante la introducción
del progreso social en condiciones de paz. Otro importante campo de
las investigaciones científicas deben ser los cambios y adaptación de
la estrategia guerrillera a las condiciones socio-culturales locales.
Este tema interesaría sin duda alguna a los sociólogos de la política.
También habría que investigar las transformaciones sufridas por las
comunidades rurales como consecuencia de la nueva situación
originada por los contactos con los guerrilleros. Este problema
debería ser abordado principalmente por los antropólogos.
El segundo coautor del libro, Sobrado se ocupa de los llamados
grupos provisionales de las márgenes sociales en tanto que fuerza
revolucionaria en potencia. Al mostrar el surgimiento de estos grupos
marginales que son producto de la crisis provocada por el rápido
desarrollo de las relaciones capitalistas, Sobrado centra su atención
en la población rural. El campesinado marginal, compuesto por
obreros agrícolas y pequeños propietarios siempre temorosos de
perder su tierra es particularmente susceptible - dada su constan te
frustración - a ideologías radicales. Esas predisposiciones son las que
debe aprovechar precisamente el movimiento revolucionario para
activar la lucha de las fuerzas sociales. Seguidamente, en un capítulo
especial, Sobrado indica que una de las tareas esenciales de la lucha
de las fuerzas de izquierda debe ser el combatir la ideología del
consumo que es un instrumento de dominación económica y cultural
del imperialismo. Sobrado trata la ideología del consumo
(principalmente el llamado consumo de prestigio) en tanto que
elemento de la superestructura del sistema económico del estado de
subdesarrollo. Esta ideología, trasplantada de las esferas del
capitalismo altamente industrializado a las condiciones del Tercer
Mundo no hace otra cosa que profundizar el subdesarrollo de los
países del Tercer Mundo. Por esta razón, el programa de todo
movimiento revolucionario debe prever la eliminación de esa nociva
ideología. Esta operación podrá tener éxito si al mismo tiempo se
trata de debilitar el papel de los incentivos materiales en el proceso
de producción. Los incentivos materiales deben ser sustituidos por
estímulos morales e ideológicos, es decir, por el entusiasmo
revolucionario de las masas.
En resumen, el último capítulo está impregnado de frases
dogmáticas seudoeconómicas con las que se trata de indicar que los
complejos problemas económicos del desarrollo del Tercer Mundo
serán resueltos de una forma sumamente simple, mediante la victoria
de la revolución y el triunfo de una nueva conciencia. Esta parece ser
la parte menos valiosa del libro y es también la menos ligada a la
idea principal, a la «antropología guerrillera».
El libro es muy polémico, requiere mucha atención y una
cuidadosa reflexión para rebatir ciertas tesis que propugna. Todo esto
hace que sea una lectura interesante. Es indudable que las ciencias
sociales deben ocuparse en un grado mayor que hasta ahora de las
comunidades campesinas del Tercer Mundo, es decir, de aquellas
capas y clases que jugarán un papel decisivo en las transformaciones
que se operan en dicha zona. Este es el único camino que puede
facilitar la elaboración de directivas racionales para la ingeniería
social, cuyas tareas esenciales serán participar activamente en los
trabajos encaminados a dirigir los procesos de aceleramiento del
crecimiento económico y de transformación de los sistemas socioculturales de las zonas subdesarrolladas. Al aceptar estas tesis
generales debemos velar porque el contenido de las directivas
concretas no sea formulado sobre la base de la divisa maquiavélica aún cultivada en ciertos medios - de que «el objetivo consagra los
medios».
Aleksander Posern-=LHOLVNL
«Las condiciones que cambian los patrones estímulo-respuesta establecidos, ya
sea por cambiar la historia de experiencias del individuo con aquel estímulo o
por cambiar las circunstancias contemporáneas de las cuales depende su
efectividad, las llamaremos disposing conditions. La oferta de alimentos a
cambio de ciertos servicios proporciona un ejemplo convincente. Si en el
pasado éste ha sido un fuerte estímulo, puede ser tal vez aminorado
aumentando la producción agrícola local. Si éste ha sido un estímulo débil o
neutral, tal vez pudiera ser reforzado quemando las cosechas.»
/Del informe de American Institutes for Research
titulado Counter-Insurgency in Thailand: The Impact of
Economic, Social and potitical Action programs
(Pittsburgh 1967, p. 7), revelado por los antropólogos
Wolf y Jorgensen./
Los trabajos que forman parte del pequeño libro Antropología de
la guerrilla han sido escritos, en mi caso, en 1967 - 1968, y en el
caso de Sobrado en 1969; únicamente escribí el prefacio mucho más
tarde. Escribiéndolos, nos encontrábamos en la etapa inicial de
nuestro trabajo científico y hoy los leo con cierta objetividad crítica.
Todas las tesis fundamentales que expresé entonces, mantienen sin
embargo su plena vigencia. Considero que a la interesante polémica
presentada por Posern-=LHOLVNL HV LPSRVLEOH GHMDU VLQ UHVSXHVWD \
aclarar la motivación de lo que me ha guiado y me sigue guiando.
La antropología de la lucha armada popular en las zonas rurales
del llamado Tercer Mundo no es invención mía, así como tampoco
soy «uno de los primeros» que se ocuparon de ella. Sus fundadores
son aquellos pocos antropólogos que han participado activamente en
los movimientos guerrilleros y desde la posición de observadores
participantes han continuado su trabajo científico; son ellos los que,
para dar un ejemplo, aportaron bases teóricas al nuevo enfoque del
problema indígena en Mesoamérica, enfoque que surgió en las filas
de las Fuerzas Armadas Rebeldes de Guatemala.
Más o menos en el mismo tiempo en que yo expresaba mis
primeras ideas al respecto, las que hoy son objeto de crítica de
Posern-=LHOLVNLHQXQDGHODVUHYLVWDVSURIHVLRQDOHVDQWURSRlógicas
se afirmaba que el Tercer Mundo había entrado en la época (o se
encontraba al borde) de revoluciones nacionales y sociales y que este
hecho debería reflejarse adecuadamente en nuestra ciencia; y más
aún, las investigaciones sobre la lucha armada revolucionaria
deberían ser reconocidas como una rama básica de los estudios
antropológicos1. En la segunda mitad de la década de los sesenta
aparecieron las primeras obras sobre los movimientos guerrilleros
rurales de Kenia, Congo y Guinea Bissao. En lo que respecta a
América Latina, lo único que correspondería prácticamente, sería el
trabajo sobre la revolución campesina en la región de Tarasco en
México, en los años veinte2, mientras que hasta hoy día no hay
trabajos antropológicos sobre el Ejército Rebelde cubano y las
guerrillas rurales de los años sesenta en otros países del continente lo
que constituye una serie y molestosa laguna en las ciencias sociales.
Desde hace cierto tiempo he iniciado un intento parcial de rellenar
esta laguna dentro de mi propia actividad etnológica y en la medida
que lo permiten mis modestos conocimientos, posibilidades y
capacidades.
Por supuesto, no es eso lo que despierta las objeciones de Posern=LHOLVNL VLQR PL FODUDPHQWH H[SXHVWD SRVLFLyQ GH TXH OD
antropología debe jugar un papel importante en la lucha
revolucionaria por la emancipación social de las masas campesinas
de América Latina, dicho de otra forma, de que postulo el desarrollo
de una antropología que esté al servicio de esta lucha y de que se
someta a sus necesidades prácticas y teóricas. No me interesa si la
antropología deberá participar en el efímero «juego político» o no,
sino que su actividad está especificada por una determinación de
clase y que los resultados de esta actividad tienen implicaciones de
clase. El científico al conocer el objeto de sus investigaciones debería
1
2
K. Gough: New Proposals for Anthropologists, «Current Anthropology», Vol. 9, Oxford 1968
P. Friedrich: Agrarian Revolt in a Mexican Village, Prentice Hall 1970, Englewood Cliffs
también, y quizá ante todo, conocer la función social de su disciplina
científica, puesto que su trabajo es una actividad social y es un hecho
que orgánicamente perte nece a la realidad investigada, siempre y
cuando los resultados de las investigaciones se objetivicen en ella. Es
un derecho, y supongo que también una obligación, de que el
antropólogo saque todas las consecuencias de este estado de cosas.
Me extraña un poco la crítica que me hace Posern-=LHOLVNLSXHV
creo que él acepta la tesis, que como es natural, cualquier acción
despierta una reacción. Como antropólogo, será indudablemente un
atento lector de «Current Anthropology», y como indigenista leerá
con no menos atención «América Indígena». Esto basta para que
conozca indudablemente el escándalo y la crisis ideológico-moral
existente en la Asociación Antropológica Americana, producida por
los profesores Wolf, Jorgensen y Jones, quienes hicieron pública la
extensa y activa participación de los miembros de esa sociedad en los
Counter-Insurgency Research Projects en Tailandia, así como el
escándalo anterior, al que se llegó con motivo del Proyecto Camelot,
de idéntico carácter, en América Latina.
«Es razonable suponer un mayor desarrollo de una economía
política mundial, que abarque tanto metrópoli como naciones
dependientes, con la centralización creciente del poder y control de
recursos en la metrópolien el Gobierno de los Estados Unidos y las
corporaciones multinacionales basadas en los Estados Unidos - dicen
Wolf y Jorgensen. - También es razonable suponer, que mientras las
poblaciones de las más pobres y menos poderosas naciones-satélites
se sumen cada día más en la pobreza y la dependencia, los que están
en el poder quieran tener más información de los antropólogos sobre
los desheredados “subdesarrollados” y oprimidos». En estas
circunstancias surgen programas que «enredan la investigación
antropológica normal con actividades de contra-insurrección, tanto
abiertas como secretas, en tal forma que amenazan el futuro de la
investigación antropológica en el sudeste de Asia y en, otras partes
del mundo». Es por esto que «los días de la antropología ingénua han
terminado. Ya no es suficiente recopilar datos acerca de gente poco
conocida y débil: uno necesita saber también para qué usos van a
servir tales conocimientos. Los días de inocencia están en su final,
hasta las motivaciones son sospechosas»3. Jones de su parte
manifiesta: «debido a la tradicional en los antropólogos, habilidad de
vivir entre la gente, conquistar su confianza, conocer sus costumbres
y misterios así como exponer posteriormente estos misterios a los
que los oprimen, se podría decir que el antropólogo se ha convertido
para el Establishment en uno de los agentes secretos más eficaces»4.
En el medio antropológico americano se ha llegado a que algunos
científicos radicales hayan hecho un llamado a renunciar a multiples
investigaciones básicas en el Tercer Mundo, debido a que ellas sirven
al imperialismo y a la represión de los pueblos que son objeto de
estas investigaciones, y transformar la actividad antropológica para
que los pueblos investigados puedan hacer uso de estos resultados
como arma de resistencia y lucha por la emancipación.
El antropólogo que en el campo de sus propias investigaciones
advierte la presencia de la poderosa antropologia de contrainsurrección, puede ante este hecho, ocupar una posición neutral,
cómoda aunque ilusoria, pues ésta consiste en evitar la
responsabilidad que objetivamente no se puede evitar, o puede
también desertar del campo de investigación, lo que dicho en el
lenguaje académico significa cambiar el objetivo cognoscitivo. En la
discusión sobre la responsabilidad social de los antropólogos cierto
científico norteamericano escribió lo siguiente: «muchos de esos que
aplauden el fin del Proyecto Camelot y condenan la colaboración con
la CIA, intentan a pesar de esto no matar, o exorcizar al Minotauro,
sino reformarlo - crear una ciencia social verdad eramente libre de
valoración. Buscan la ocasión para olvidarse del Camelot, Vietnam y
de la CIA, acabar con los reproches que les hacen sus estudiantes y
sus compañeros "comprometidos" encerrarse en su torre de marfil,
para continuar allí su trabajo sin tomar en cuenta el mundo exterior.
Buscan cosas imposibles: desean ser investigadores del hombre, sin
encontrarle ni ocuparse de él. Fue precisamente en esta torre de
marfil donde nació el viejo Minotauro, fue precisamente este deseo
3
E.R. Wo1f, J. G. Jorgensen: Antropología en pos de guerra, «América Indígena», Vol. 31, México
1971, pp. 430 - 431, 447, 448
4
D. J. Jones: Social Responsability and the Belief in Basic Researeh: An Example from Thailand,
«Current Anthropology», Vol. 12, Glasgow 1971, p. 349
de evitar la responsabilidad la que lo creó y condujo a resultados
catastróficos»5.
El famoso lingüista norteamericano Chomsky, asegura: «Los
problemas que son objeto de investigaciones, están determinados por
el Pentágono o por las grandes corporaciones, y no digamos, por los
revolucionarios [...] Tampoco conozco ningún proyecto de
investigación dedicado al problema de cómo una guerrilla mal
armada podría eficientemente enfrentarse a una brutal y destructora
tecnología militar, y con toda seguridad este tipo de problema
interesaría a los intelectuales sin ataduras que hoy están pasando de
moda»6. Cuando, como dijo cierto experto norteamericano, «la vieja
fórmula del éxito de la contra-insurrección: 10 soldados contra cada
guerrillero», ha sido sustituida por una nueva fórmula: «10
antropólogos contra cada guerrilla»7, como una reacción natural tuvo
que surgir la «fórmula victoriosa de insurrección popular: 10 mil
guerrilleros con todos los antropólogos dignos de este nombre»8.
El desarrollo de la antropología de contra-insurrección nos
recuerda, diciéndolo con palabras de Lévi-Strauss, que la
antropología es la hija de la época de la violencia imperialista
dirigida contra los pueblos del Tercer Mundo9. Por eso, el hecho de
dedicarse al desarrollo de la contra-antropología de insurrección, en
todas partes en donde actúa la antropología de contra-insurrección,
permitiría cultivar la únicamente posible antropología que estuviera
de acuerdo en su función social con los intereses nacionales y de
clase de los verdaderos creadores de la historia humana: las masas
populares. A largo plazo, el cultivo de ella, en mi opinión, es la única
manera de hacer un corte radical de las raíces imperialista s de la
antropología que investiga el Tercer Mundo.
5
G. D. Berreman: Is Anthropology Alive? Social Responsability in Social Anthropology, «Current
Anthropology», Vol. 9, Oxford 1968, p. 393
6
N. Chomsky: The Responsability of Intellectuals, «New York Review of Books», Vol. 8, New York
1967, n° 3, p. 23
7
P. Braestrud: Researchers Aid Thai Rebel Fight: U.S. Defense Unit Develops Anti-Guerrilla Devices,
«New York Times», March 20, 1967
8
A. G. Frank: Comment on Social Responsabilities Symposium, «Current Anthropology», Vol. 9,
Oxford 1968, p. 414
9
C. Lévi-Strauss: Anthropology: its Achievement and Future, "Current Anthropology», Vol. 7, Oxford
1966, p. 126.
Posern-=LHOLVNLDVHJXUD que la antropología de la liberación tiene
un, ambíguo sentido ético. No comprendo con relación a qué sistema
ético debería ser ella ambígua. Estoy de acuerdo con Jones, que los
antropólogos norteamericanos y otros, que desean por medio de sus
investigaciones contribuir al desarrollo de los programas de contrainsurrección de los Estados Unidos en el Tercer Mundo lo hacen
seguramente con plena convícción, pues considero, que lo hacen sin
caer en contradicción con la ética propia de la clase que representan.
Estoy de acuerdo con Jones, que como no léticos debe considerarse a
aquellos antropólogos que al realizar esta actividad se cubren con el
biombo de las ideas de las investigaciones puras y value-free. Los
científicos que cultivan la contra-antropología de insurrección,
también ocupan una determinada posición de clase y ésta les impone
una determinada ética.
Es errónea la interpretación de Posern-=LHOLVNL VREUH OD
responsabilidad del antropólogo que trabaja al servicio del
movimiento revolucionario. Deseo subrayar nuevamente, que el
antropólogo lo quiera o no, siempre será responsable del destino de
la gente o las comunidades que son objeto de su investigación, al
introducir sus resultados a la realidad social, y contra lo que desearía
mi polemista, esta responsabilidad no podrá evitarse sino es
mintiéndose a sí mismo. En el marco del problema que es objeto de
nuestra discusión, el sentido de responsabilidad se reduce a lo
siguiente: cómo realizar las investigaciones antropológicas y
presentar sus resultados para que sirvan a la toma de conciencia de
los pueblos investigados y se conviertan en instrumento de su
resistencia y emancipación, y no sirvan a la opresión y a la represión.
Es cierto que las comunidades campesinas comprendidas en la lucha
revolucionaria, podrían en el transcurso de ésta, ser simplemente
aniquiladas. El que el antropólogo se aisle de esta lucha solamente
porque ella conlleve estos peligros, sería manifestar una falta de
responsabilidad. Una de sus tareas consiste en la elaboración de
métodos científicos de defensa de las comunidades en peligro ante la
actividad etnocida llevada a cabo por los ejércitos coloniales internos
o externos, precisamente como lo postuló Chomsky.
Posern-=LHOLVNL FRQVLGHUD TXH ODV LQYHVWigaciones antropoló
movimiento revolucionario y de la guerra de guerrillas en las zonas
rurales son necesarias, pero da a entender, que solamente para crear
una nueva plataforma de estudios comparativos sobre diversos tipos
de contactos y modernización del campo, así como las formas de
adaptación de la estrategia politica a las condiciones socioculturales
locales. Si se le preguntara a que servirían estos estudios
comparativos, respondería seguramente que a la ciencia, y tendría
razón. Sin embargo, hay que hacerse otra pregunta, a qué o a quién
serviría esta ciencia, y de la respuesta a esta pregunta dependería la
selección de los problemas de investigación, la manera de su
realización y la transmisión de sus resultados. No obstante, esto no
parece interesar a Posern-=LHOLVNLSXHVHOORVREUHSDVDHOPDUFRGH
la posición value-free que él desea ver en el antropólogo. Posern=LHOLVNLPDQWLHQHODSRVLFLyQGHTXHODDQWURSRORJtDGHEHMXJDUXQ
papel importante en el campo de la elaboración de directrices
racionales para la «ingeniería social», las que permitirían un
crecimiento económico y una transformación de las relaciones
socioculturales en las zonas rurales del Tercer Mundo. No se sabe de
que tipo de «transformaciones» se trata, pues mi crítico se esmera en
mantener un lenguaje libre de cualquier valoración. En los países
donde la antropología aplicada y especialmente la indigenista
participa en amplia escala en los llamados programas de desarrollo
comunal, modernización, occidentalización, integración interétnica o
aculturación, aumenta el número de antropólogos, quienes descubren
que cuanto más apartada de la valorización se encuentra la ideología
teórica de estas poli tic as de desarrollo, en mayor grado su meta
final es la plusvalia y el motor, la ley de valor. En estos países, lo
cual Posern-Zielinski como etnólogo e indigenista debería saber, los
días de la antropología ingénua, es decir, de la que no quiere tomar
conciencia de su papel servil con la administración interna colonial,
ya han terminado y los antropólogos se vieron obligados a responder
a la pregunta, por qué los cambios socioculturales que realizan las
agencias que los emplearon se encuentran con la resistencia del
campesinado y cuáles son las causas de ese «gran rechazo»
campesino. Actualmente se sabe suficientemente bien qué intereses
de clase, localizados en las metrópolis nacionales y extranjeras, se
encuentran tras estas tareas antropológicas «para el progreso» en las
periferias satélites rurales, para poder determinar la posición política
y ética de los antropólogos, quienes dedican sus capacidades
científicas a actividades que tienen como fin desposeer al
campesinado de la única arma que poseen en su. sorda resistencia
frente a la dependencia capitalista, como lo son las tradiciones
culturales, y las que aunque poco eficientes les permiten a veces
evitar algunos efectos de esa dependencia, mantener el orgánico
vínculo de trabajadores con la tierra, no permitir que el valor de
cambio se conviertá en el único de sus lazos sociales, para que la
soga de las relaciones comerciales les ahogue, para que la promoción
de «entrones» rompa la solidaridad del grupo de «encogidos» y
estratifique las comunidades rurales, para que en nombre de su
liberación de la dependencia de la naturaleza sean implicados en la
dependencia del capital, para que por medio de la «integración al
medio nacional» se les desposea de su relativa independencia cultural
de la cultura de clase dominante. Uno de los biógrafos de Emiliano
Zapata escribió que había campesinos que no querían cambiar y por
eso habían hecho la revolución.
Presumo que esta discusión pertenece a la clase de fenómenos
llamados vulgarmente diálogo de sordos, sin embargo, este es un
fenómeno frecuente en la antropología, desde que una parte de ella
empezó a disidir de sus raíces históricas. No obstante, este tipo de
discusión es provechoso, pues obliga a los antropólogos disidentes a
poner las cartas sobre la mesa y a quemar las naves, facilitando con
ello su toma de conciencia y fortaleciendo la posición que empiezan
a ocupar.
Zbigniew Marcin Kowalewski
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