El callejón

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ECONOMIA
Las propuestas liberales para el desarrollo una industria exportadora
El callejón
Marina Kabat
Grupo de Invetigación de Procesos
de Trabajo - CEICS
Un publicista a la derecha
El liberalismo nunca tuvo buena prensa en la Argentina. Y si bien poco hizo por mejorar su imagen, ésta, moldeada y simplificada por el revisionismo, resulta imprecisa. La idea de que Perón
apoyaba la industria y los liberales no, es parcialmente falsa. Como bien dice Juan Llach, a inicios de los ‘40 no se discutía si desarrollar o no la
industria (que tenía ya larga historia)1, si no qué
tipo de industria favorecer.
El error, según Llach, fue haber fomentado una
industria mercadointernista. Se siguió el camino fácil, reemplazando las importaciones por
producción local. La industria mercadointernista generaba más empleo y favorecía salarios
más altos. Por estas razones, gobernantes “demagógicos” la incentivaron. Pero, para los liberales como Llach2 otra industria era posible. Se
trataba de una industria exportadora, que abasteciera al gran país del norte; una industria eficiente que produjera bienes intermedios. Esa
posibilidad tuvo, a su juicio, un momento y un
hombre dispuesto a realizarla. Finalizaba la década de 1930, Inglaterra seguía comprándonos,
pero pagaba en libras que no podían canjearse
por dólares. En la Segunda Guerra, ya no podía
proveernos, lo cual constituía un serio problema para un país que carecía de metales y ciertas
sustancias químicas. Si antes el lema “comprar
a quien nos compre” había regido la política
económica, en la nueva coyuntura comenzaba
a imponerse la necesidad de vender a quien pudiera abastecernos. La escasa complementariedad de la economía argentina con la estadounidense complicaba la ecuación. Sin embargo, un
hombre encontraría la respuesta.
Ese hombre, ese héroe burgués que Llach promociona, era Federico Pinedo. En 1940, Pinedo, como Ministro de Economía, envía al
congreso el Programa de Reactivación de la economía nacional. El Plan Pinedo, como se lo conoció, procuraba conciliar la industrialización
con la economía abierta, fomentar las relaciones con Estados Unidos y los países limítrofes.
Las exportaciones agrarias seguirían siendo la
gran rueda sobre la que giraba la economía argentina, pero la industria exportadora comenzaría a actuar como una rueda complementaria.
La exportación de productos industrializados
simples resolvía un problema coyuntural, la
obtención de divisas para importar los insumos
que sólo EEUU podía proveernos. Pero permitía también reorientar en forma duradera nuestra política exterior hacia la emergente potencia
económica americana. Si Estados Unidos ya tenía trigo y vacas, le venderíamos zapatos y sombreros. Se trataba de reemplazar gran parte de
los productos que EE.UU., antes de la guerra,
importaba de Europa.
Llach considera que el plan cayó políticamente,
vencido por el mercadointernismo. Pero se trataría
de una victoria a lo Pirro. Tras triunfar en el terreno
político, sería luego derrotado por la economía que
mostraba su inviabilidad a largo plazo. El mismo
Perón, con su cambio de política económica, reconocía este hecho a inicios de la década de 1950.
4
El Aromo
- Marzo / Abril de 008
Pese al fracaso político del Plan, la promoción
de las exportaciones industriales se llevó a la
práctica por medio de decretos. Como Llach
considera que estas medidas constituían el corazón del plan, resulta posible evaluar la viabilidad del proyecto económico que él defiende analizando sus efectos. ¿Era realmente una
propuesta viable y prometedora o se trata de
un nuevo mito burgués?
Las exportaciones industriales se favorecieron por
medidas cambiarias. A las exportaciones nuevas
(“no regulares”) se les asignó un tipo de cambio
más alto que las favorecía. Como segunda medida se habilitó la creación de entidades privadas
destinadas a promover las exportaciones industriales, en particular a Estados Unidos. Éstas se
ocuparían de estudiar el mercado, publicitar las
exportaciones argentinas y facilitar los negocios.
Tendrían a su cargo la compra y venta de las divi-
evaluar qué bienes serían promocionados en el
extranjero. La CPI analiza los principales rasgos de la producción local y del mercado norteamericano. Pronto se vio que: “no era posible
incrementar los rubros exportables, sin contar
con la promoción de las importaciones, el perfeccionamiento de los procesos industriales, la
aplicación de investigaciones y estudios para el
mejor aprovechamiento de los productos, etc.
que permitiesen a la sociedad realizar sus objetivos con los conceptos modernos que debe
aplicarse a su finalidad principal.”3
En 1942 se cambian los estatutos y se establece como finalidad de la sociedad la promoción
del intercambio y la promoción de la tecnología. Esta última, tenía como objetivo aumentar y mejorar la producción de ciertos productos para incrementar las exportaciones. El
producto debía adecuarse a la calidad y al estándar requerido en el extranjero. Para ello, la
CPI promociona nuevos estudios. Se contratan
técnicos extranjeros para que puedan asesorar a
los fabricantes de productos exportables, como
sas generadas por este comercio. Las divisas que
obtuvieran por la exportación se ofrecerían en el
mercado libre. Con esto, se satisfacía la demanda de quienes necesitaban dólares para importar
bienes de EE.UU.
Así, se crea la Corporación para la Promoción
del Intercambio SA (CPI). Su directorio estaba
integrado por los principales ejecutivos de las
empresas norteamericanas radicadas en la Argentina, que actuaban como compradores de divisas. También estaban representados los grandes
consorcios multinacionales, Tornquinst, Bemberg, Bunge y Born, Leng Roberts.
Llach cree que la CPI no llegó a actuar. Plantea que, al agravarse los problemas del comercio internacional con el ingreso de EE.UU. a la
guerra, la CPI no pudo hacer nada en cuanto a
las exportaciones. En su lugar, se habría dedicado a hacer investigaciones pensando en el futuro, cuando terminara la guerra. Quizás Llach no
tuvo la oportunidad de ver los balances y memorias de la CPI que muestran algo diferente.
Las actividades de la CPI se inician públicamente en septiembre de 1941. Ese mismo año comienza a funcionar una oficina en Nueva York.
En esta etapa se inician estudios necesarios para
ocurre con los sombreros. Se financia el viaje de
fabricantes locales a Estados Unidos (calzado y
curtiembre) y promociona nuevos métodos de
fabricación. Todo esto no se hace, como dice
Llach, a la espera de que finalice la guerra, sino
que se opera analizando las posibilidades inmediatas de comercio, intentando superar debilidades estructurales de la industria local.4 Los
estudios resuelven problemas concretos que
obstaculizaban las exportaciones, muchas veces
trabadas por defectos de calidad. Además, la
CPI actúa como mediadora y gestiona diversos
acuerdos comerciales.
Las exportaciones crecen. Quizás menos de lo
que cabría esperar de acuerdo a los esfuerzos
empeñados, pero lo suficiente para que la CPI
arroje balances positivos y pueda ampliar su
actividad.
En 1943 se abren tres nuevas oficinas en Nueva
Orleans, Chicago y San Francisco. Nueva Orleans era el puerto por el que llegaba la mayoría
de los embarques de la Argentina. Chicago y San
Francisco representaban importantes mercados
para nuestros productos. Cada sede cuenta con
vitrinas a la calle donde se promocionan los productos made in Argentina: vinos, cueros curtidos
La Corporación para la Promoción del Intercambio
(antes se exportaban los cueros crudos –sin industrializar-) zapatos, caramelos, alfombras, glucosa de maíz, entre ellos.
Un pequeño problema…
Si las exportaciones industriales lograron ser parcialmente exitosas y las perspectivas, finalizada la
guerra, eran aún más promisorias, ¿por qué una
vez probadas sus virtudes el proyecto no se impuso? Simplemente, porque también mostró sus límites estructurales y sus costos sociales. En primer lugar, la inflación (aumento del precio interno de los
bienes exportados) e incluso desabastecimiento. El
sistema de promoción se desmanteló entre 1945 y
1946 en parte para combatir la suba de precios.
Al mismo tiempo, se manifestaron problemas
para mantener una posición competitiva. Los
precios argentinos estaban al límite de lo aceptable. Para rebajarlos, la variable central era el costo
laboral. Salarios más bajos y productos más caros:
una brutal caída de los ingresos era todo lo que
este proyecto podía ofrecerle a la clase obrera. Para
constatarlo basta con apreciar las condiciones laborales en Corea y Taiwán, los reyes de la “sustitución de exportaciones”.
Llach se lamenta de que la élite no fuera lo suficientemente astuta para forjar una alianza social
que defendiera al plan de Pinedo. Pero no ha existido nunca base social para tal alianza, ni aquí ni en
otros lugares, (invariablemente los países asiáticos
que sustituyen exportaciones mantienen un fuerte
disciplinamiento y represión de la mano de obra).
La mascarada K hoy intenta hacer pasar este viejo proyecto liberal como la aspiración máxima del
nacionalismo y se llena la boca con las escuetas exportaciones industriales logradas merced a la devaluación (es decir, merced a la caída salarial que ella
implica). Pero, difícilmente se pueda ahora sortear
las limitaciones estructurales de la industria local y
la resistencia obrera a morirse de hambre en pos de
la conquista de mercados externos.
En otras ocasiones, en El Aromo, hemos mostrado
la falsedad de las promesas nacionalistas keynesianas. Las consecuencias de las exportaciones industriales en los cuarenta demuestran, por su parte,
el oscuro futuro que nos deparan las propuestas
liberales. Para la clase obrera no se trata de elegir
entre industria mercadointernista o exportadora,
nacionalismo o liberalismo. Agotadas las salidas
capitalistas, un futuro mejor sólo puede buscarse
en el socialismo.
Notas
1
Nuestro grupo de estudio del los procesos de trabajo ha demostrado el desarrollo técnico de la industria
previo a 1930, lo que puede verse en los tres libros de
la colección “Investigaciones del CEICS”, de Kabat,
Pascucci y Bil.
2
Llach no se reconoce como liberal, porque defiende
la importancia del Estado. Pero esto sólo lo convierte
en un liberal honesto. Uno que comprende que para
realizar las medidas liberales la presencia del estado
(contra obreros y pymes y a favor del gran capital) es
vital. Llach analiza el plan Pinedo en “El plan Pinedo
de 1940, su significado histórico y los orígenes de la
economía política del peronismo”, en Desarrollo Económico, v. 23, n. 92, enero marzo de 1984.
3
CPI: Actividades desarrolladas por la CPI desde su creación hasta octubre de 1944. Plan de trabajos presupuesto
para 1945, Bs. As., 1944, p. 1.
4
Llach probablemente, como buen liberal, menosprecie estas debilidades.
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