Las máscaras del golpe de Estado en Honduras. Febrero 2015

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Las máscaras del golpe de Estado en Honduras
Luis Carlos Nieto García
Actualizada 01/02/2015 a las 18:50
infolibre.es
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, con sede en San José de Costa Rica,
inicia este lunes la audiencia del juicio para resolver sobre la restitución en el cargo
judicial de cuatro jueces hondureños que fueron despedidos por haberse opuesto al
golpe de Estado que se produjo en Honduras el día 28 de junio de 2009. La
organización MEDEL (Magistrats Européens pour la Démocratie et les Libertés) y las
asociaciones Jueces para la Democracia (JpD) y Unión Progresista de Fiscales (UPF)
hemos apoyado ante esa Corte, presentado un amicus curiae, el reingreso en la carrera
judicial de los cuatro jueces que fueron despojados ilegítimamente de sus puestos
judiciales por defender la democracia, el Estado de derecho y la independencia
judicial. El texto que sigue trata de enmarcar los hechos que propiciaron su expulsión
de la carrera judicial.
La noche del 28 de junio de 2009 en Tegucigalpa un grupo de militares encapuchados
asaltó el domicilio del entonces presidente de la República de Honduras, Manuel
Zelaya, procediendo a su secuestro y posterior expatriación a Costa Rica. Era el
comienzo de un golpe de Estado caracterizado por la persecución de personas y líderes
de sectores sociales que se opusieron al golpe. A partir de ese momento se
desencadenó una fuerte represión contra la población, continuación de la que ya se
produjo en los años ochenta bajo la cobertura ideológica de la doctrina Reagan de la
seguridad nacional y que dejó conmocionada por su violencia a la región
centroamericana. Las violaciones graves de los derechos humanos (homicidios
extrajudiciales, torturas, persecución política) han vuelto a ser el escenario habitual de
la República de Honduras. Todas estas prácticas han sido ampliamente documentadas
tanto en el informe de la oficial Comisión de la Verdad y Reconciliación como en el de
la Comisión de Verdad creada bajo el auspicio de la Plataforma de Derechos Humanos
de Honduras, en los que se analiza el desarrollo del golpe de Estado, sus circunstancias
y el listado de víctimas que se han producido con sus correspondientes testimonios.
Hay que añadir que la resistencia en Honduras frente al golpe de Estado fue activa y
pacífica, lo que le proporcionó un fuerte apoyo de la comunidad internacional, hasta el
extremo de que la Organización de Estados Americanos (OEA) expulsó al Estado de
Honduras de su estructura durante un tiempo.
En Honduras, aunque la estrategia militar y civil fue similar a las asonadas del siglo XX
en América Latina, se dan una serie de peculiaridades que es preciso conocer para
valorar la importancia que tuvo, a la hora de asentar el golpe de Estado, la expulsión
de los jueces incómodos, de convicciones democráticas, que se opusieron a un poder
“de facto”.
Una de las características de este golpe, perpetrado ya en el siglo XXI, es que había un
escenario internacional diferente y por tanto los autores necesitaban unas máscaras
jurídicas que les dieran apariencia de legitimidad. Era necesario legitimar la acción
militar a través de los otros poderes del Estado y aquí jugó un papel fundamental el
poder judicial de Honduras, que ya venía de una historia reciente de
corresponsabilidad en la creación de la estructura de impunidad que había impedido el
enjuiciamiento de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la década de los
ochenta, entre ellos más de cien desapariciones forzadas, documentadas por quien
fuera posteriormente defensor del pueblo, Leo Valladares Lanza, en su libro Los hechos
hablan
por
sí
mismos.
En este contexto de legitimación del golpe, la jerarquía judicial en general y la Corte
Suprema en particular promovieron acciones de adhesión de los jueces a los golpistas,
incluso negaron la existencia del golpe con el argumento de que se había producido
una simple “sucesión constitucional”. La Corte Suprema de Honduras culminaba su
despropósito el día 5 de mayo de 2010 separando del cargo y despidiendo a la
magistrada Tirza Flores Lanza, y a los jueces Guillermo López Lone, Luis Chévez de la
Rocha, y Enrique Barrios Maldonado, cuatro jueces independientes, incómodos al
poder, que fueron sancionados por expresar legítimamente sus opiniones y defender
la legalidad y el sistema democrático frente al poder ilegítimo. Todos ellos eran
miembros de la Asociación Jueces por la Democracia de Honduras, organización
caracterizada por la defensa de los valores democráticos. En concreto, el juez López
Lone era en ese momento el presidente de la junta directiva de esa asociación, algo
que pone de manifiesto el intento de depuración que contenían los despidos.
Todos los cargos que se les imputaban tenían que ver con el ejercicio de derechos
humanos básicos como la libertad de expresión, el derecho de reunión y
manifestación y el derecho de acción ante los tribunales. Represaliando a estos jueces
demócratas la Corte Suprema de Honduras culminó el extraño trabajo de dar
cobertura y apariencia de legalidad a un acto ilegítimo de ocupación del poder al
tiempo que transmitía temor al resto de los miembros del poder judicial.
Ahora es el espacio de los derechos humanos. Si la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, tras la audiencia de febrero, restituye a los jueces represaliados en sus
cargos judiciales se estaría produciendo, además de un acto de justicia para unos
jueces que no se plegaron al abuso de un poder ilegítimo, una victoria del principio de
independencia judicial, garantía básica de los ciudadanos en un Estado de derecho.
-------------------------------Luis Carlos Nieto García es magistrado y exmiembro de la Comisión de la Verdad de
Honduras.
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Autor: Carlos Hugo Preciado Domènech
Magistrado especialista del Orden Social
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