Antiguo Mundo, parece muy probable que los elefan

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VIAJE DE UN NATURALISTA ALREDEDOR DEL MUNDO
Antiguo M u n d o , parece m u y probable que los elefantes, los mastodontes, el caballo y los rumiantes de cuernos huecos de América septentrional han penetrado en
este país pasando por tierras hundidas después, cerca
de! estrecho de B e h r i n g ; y desde allí, atravesando por
otras tierras, también sumergidas después, en los alrededores de las Indias occidentales, esas especies penetraron en la América del Sur, donde, después de haberse mezclado durante algún tiempo a las formas que
caracterizan ese Continente meridional, Han acabado
por extinguirse.
Durante mi viaje, se m e refirió en términos exagerados cuáles habían sido los efectos de la última gran
sequía. Tales relatos pueden aportar alguna luz acerca
de los casos en que un gran número de animales de
todas clases han sido encontrados sepultados juntos.
Se le da el nombre de gran seca o gran sequía, al período comprendido entre los años 1 8 2 7 y 1 8 3 2 . Durante ese tiempo llovió tan poco, que la vegetación desapareció y hasta los cardos no crecieron. L o s arroyos no
llevaban agua y el país entero tomó el aspecto de una
polvorienta carretera. Esta sequía se dejó sentir sobre
todo en la parte septentrional de la provincia de Buenos Aires y en la meridional de la de Santa F e . U n
gran número de aves, de mamíferos salvajes, de ganado
vacuno y de caballos perecieron de hambre y sed. U n
hombre me refirió que los ciervos ( 1 ) habían tomado
la costumbre de acudir a beber en los pozos que él se
había visto obligado a abrir en el patio de su casa para
proporcionar agua a su familia, y las perdices apenas
si tenían fuerza para levantar el vuelo cuando se las perseguía. Se calcula en un millón de cabezas de ganado,
por lo menos, las pérdidas sufridas sólo por la provincia de Buenos Aires,
Antes de esa sequía, un propietario de San Pedro poseía veinte mil b u e y e s ; después de ella no le quedaba
ni uno solo. S a n Pedro está situado en el centro del
país más rico y abunda actualmente en animales, ¡y sin
embargo, durante el último período de la gran sequía,
hubieron de adquirirse animales v i v o s para la alimentación de los habitantes. L o s animales abandonaban las
estancias y se dirigían hacia el Sur, donde se reunieron
en tan gran número q u e el Gobierno se vio obligado a
enviar una Comisión q u e tratara de apaciguar las querellas entre los propietarios. Sir Woodbine Parish me
dio cuenta de otra causa d e querellas m u y frecuente
entonces: el suelo había estado seco tanto tiempo,
y había tan enorme cantidad de polvo que, en aquel
país tan plano, todos los puntos de referencia habían
desaparecido y la gente no podían hallar ya los límites
de sus propiedades.
(1) En el Viaje del capitán Oiven, vol. II, pág. 274, se
encuentra una descripción de los efectos de la sequía en los
elefantes de Benguela (costa occidental de África): «Un gran
número de esos animales habían penetrado en tropel en la
población para apoderarse de los pozos, porque les era imposible procurarse agua en el campo. Los habitantes se reunieron y atacaron a los elefantes; se trabó una lucha horrible, que terminó con la derrota de los invasores, pero
éstos dieron muerte a un hombre y habían herido a otros
muchos.» El capitán añade que la población tiene alrededor
de 3,000 habitantes. El doctor Malcolmson me dice que, durante una gran sequía, en las Indias, animales feroces penetraron en las tiendas de algunos saldados y una liebre vino
1 beber en un vaso que sostenía el ayudante del regimiento.
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U n testigo ocular m e refiere que los animales se
precipitaban para ir a beber en ei Paraná en rebaños
de muchos millares de cabezas y después, agotados por
la falta de alimento, les era imposible volver a subir
or los resbaladizos bordes del río y se ahogaban. E l
razo del río que pasa por San Pedro estaba tan abarrotado de cadáveres en putrefacción, que el capitán
de un navio me dijo que le había sido imposible pasar,
tan abominable era el olor que despedían.
Sin duda alguna, centenares de miles de animales
perecieron así en el río; vióse flotar en dirección al
mar sus cadáveres en descomposición, y muy probablemente, un gran número de ellos se depositaron en el
estuario del Plata. E l agua de todos los riachuelos se
puso salobre y tal hecho ocasionó la muerte d e muchos animales en ciertos sitios, porque cuando un animal bebe de esa agua muere infaliblemente. Azara ( 1 )
describe el furor de los caballos en parecidas ocasiones;
todos se arrojan a los pantanos, y los que primero llegan
son aplastados por la multitud de ellos que les sigue.
A ñ a d e que él ha visto algunas veces los cadáveres de
más de mil caballos salvajes que habían perecido así.
H e podido ver que en las Pampas, el lecho de los riachuelos está recubierto de una verdadera capa de huesos ; pero esa capa proviene probablemente de una acumulación gradual más que de una gran destrucción en
un período cualquera. Después de la gran sequía d e
1 8 2 7 - 1 8 3 2 sobrevino una época de grandes lluvias que
produjo vastas inundaciones. E s , pues, casi seguro, q u e
millares de esqueletos fueron sepultados por los sedimentos del mismo año que siguió a la sequía. ¿ Q u é diría un geólogo viendo una colección tan enorme de
osamentas, pertenecientes a animales de todas las especies y de todas las edades, sepultadas por una espesa
masa de tierra? ¿ N o se sentiría dispuesto a atribuirlo
a un diluvio, más bien que al curso natural de las
cosas? (2).
1 2 de octubre.—Tenía
la intención de llevar más
lejos mi excursión; pero, no encontrándome muy bien,
me veo obligado a tomar pasaje a bordo de una balan*
dra, o barco de un solo palo, de unas 1 0 0 toneladas,
que parte para Buenos Aires. N o siendo muy bueno el
tiempo, anclamos mu¡y temprano, amarrando el barco
a una rama de árbol al borde de una isla. E l Paraná
esto lleno de islas destruidas y renovadas constantemente. E l capitán del barco recuerda haber visto desaparecer algunas, y de las mayores, y formarse otras
q u e se cubrían de una rica vegetación. Esas islas se
componen de arena fangosa, sin el más pequeño guijarro; en la época d e mi viaje, su superficie se hallaba
a unos 4 pies sobre el nivel del agua. Todas presentan
el mismo carácter: están cubiertas por numerosos sauces y por algunos otros árboles unidos por una gran v a riedad de plantas trepadoras, lo cual forma una selva
impenetrable. Esas selvas sirven de guarida a los capibaras y a los jaguares. E l temor de encontrar a este
último, destruye todo el encanto que se experimentaría al pasearse por esos bosques. A q u e l atardecer, yo no
había dado aún cien pasos cuando ya noté signos indudables de la presencia del t i g r e ; m e v i , pues, obligado
{1) Viajes, vol. I, pág. 374.
(2) Esas sequías parecen ser periódicas en cierta medida.
Se me han citado los datos de otras muchas, y parecen tener
lugar cada quince años.
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