cuarteto alban berg - Auditorio de Zaragoza

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AUDITORIO
PALACIO DE CONGRESOS ZARAGOZA
X I V T E M P O R A D A DE
GRANDESCONCIERTOSDE
SALA MOZART
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FEBRERO/MAYO 2008
lunes 5 de mayo • 20,15 horas
Concierto en colaboración con la Sociedad Filarmónica de Zaragoza
CUARTETO ALBAN BERG
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CUARTETO ALBAN BERG
GÜNTER PICHLER violín
GERHARD SCHULZ violín
ISABEL CHARISIUS viola
VALENTIN ERBEN violoncello
Durante más de treinta años, el Cuarteto Alban Berg ha actuado con
regularidad en las capitales musicales y en los mejores festivales de
todo el mundo. Tiene su propia serie de conciertos en el Konzerthaus
de Viena (donde debutó en 1971, y actualmente sus componentes son
Miembros Honorarios), el Royal Festival Hall de Londres (donde son
Artistas Asociados desde hace más de quince años y ha sido nombrado Cuarteto Laureado desde la temporada 2005/2006), la Ópera de
Zúrich, el Teatro de los Campos Elíseos de París, la Philharmonie de
Colonia y la Alte Oper de Fráncfort.
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Desde sus orígenes, el grupo ha grabado innumerables discos y ha
obtenido más de treinta premios internacionales, que incluyen el Grand
Prix du Disque, el Deutsche Schallplattenpreis, el Premio Edison, el primer International Classical Music Award, el Gran Premio de Japón y el
premio de la revista Gramophone. Muchas de dichas grabaciones son
consideradas como definitivas por crítica y público.
Entre sus abundantes grabaciones se cuentan todos los cuartetos de Beethoven, Brahms, Berg, Webern y Bartók, los últimos cuartetos de Mozart
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y Schubert, Haydn, Dvorák, Schumann, Ravel, Debussy, Stravinski, von
Einem y Haubenstok-Ramati, además de grabaciones en directo en el
Carnegie Hall de Nueva York, la Opera Cómica de París, el Queen Elizabeth Hall de Londres y especialmente en el Konzerthaus de Viena.
Tras la grabación en estudio del ciclo de cuartetos de Beethoven, la grabación en directo del mismo ciclo en el Konzerthaus durante el Festival
de Viena de 1989 ha sido editada en CD, vídeo y DVD. El Cuarteto tam^
bién ha realizado grabaciones en vivo de obras de Janácek, Lutoskawski, Berio, Schnittke, Urbanner y Rihm (la mayoría de las cuales están
dedicadas al Cuarteto Alban Berg), así como los últimos cuartetos de
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Schubert, los cuartetos Opp. 51 y 106 de Dvorák, los cuartetos Opp. 12
y 13 de Mendelssohn, además de los quintetos para piano de Schumann
(con Philippe Entremont), Schubert y Brahms (con Elisabeth Leonskaja)
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y Dvorák (con Rudolf Buchbinder), el Quinteto para clarinete (con Sabine Meyer) y el Quinteto para cuerdas Op. 111 (con Hariolf Schlichting)
de Brahms, el Cuarteto para piano en Mi bemol y el Quinteto para piano KV 414 de Mozart (con Alfred Brendel) y, recientemente y también
en vivo, las «Tango Sensations» de Piazzolla y el estreno mundial «Adieu
Satie» del compositor vienés Kurt Schwertsik (ambas junto al bandoneonista Per Arne Glorvigen).
Las críticas de prensa confirman su reputación: «Sin duda uno de los
conjuntos más grandiosos de música de cámara» (France Soir, París),
«Perfección pasmosa» (Washington Post), «Uno de los grandes grupos de
nuestro tiempo» (San Francisco Chronicle), «Una maravilla llamada Cuarteto Alban Berg» (Presse, Viena), «Pocos cuartetos pueden igualar su
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fuerza y seguridad en la música romántica y clásica vienesa» (Times),
«El Cuarteto Alban Berg ha alcanzado niveles legendarios interpretando
música de cámara» (Frankfurter Allgemeine Zeitung) y «El Cuarteto Alban
Berg arrolla con Beethoven» (J. Kaiser, Süddeutsche Zeitung).
Más importante para el cuarteto que los superlativos elogios de la prensa y el entusiasmo del público es su misión, autoadquirida, de ofrecer
las interpretaciones más armoniosas de las obras que tocan y de ampliar
su repertorio desde los clásicos a la vanguardia; el nombre «Alban Berg»
simboliza este compromiso.
En 2005, el Cuarteto Alban Berg sufrió una dolorosa pérdida con el fallecimiento de su violista Thomas Kakuska. Actualmente prosigue sus actividades de concierto con Isabel Charisius, juntos desde la convicción y
el espíritu de Thomas Kakuska. En octubre de 2006 celebró un concierto homenaje a Kakuska en el Wiener Konzerthaus junto con cantantes e
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instrumentistas como Magdalena Kozená, Thomas Quasthoff, Angelika
Kirchschlager, Sir Simon Rattle y Claudio Abbado.
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COMENTARIOS AL PROGRAMA
TRES SIGLOS DE EMOCIONES
Fundamental en los tres últimos siglos de la historia de la música
occidental ha sido, sin duda, el cuarteto de cuerda, privilegiado género donde tanto ha cabido la culminación del estilo, el experimento
vanguardista o la más compleja revisión del pasado.
En este excepcional laboratorio sonoro han trabajado los más grandes compositores y, bien mediante incursiones esporádicas, o mejor
a través de la valiente asunción de una serie más o menos amplia de
cuartetos, todos ellos han ofrecido a esos cuatro arcos coprotagonistas lo más elevado de su técnica y su sentimiento más profundo.
Lo lírico, que promueve una honda compenetración con los sentimientos manifestados por el poeta, es algo especialmente ligado a lo
musical (según sentencia el Diccionario de la Real Academia Española) y, como no podía ser menos, el más afortunado lirismo está
singularmente presente en el cuarteto de cuerda, como el recital de
hoy demuestra con tres magistrales ejemplos que nos llevan desde el
clasicismo hasta el siglo XX.
HAYDN Y EL LIRISMO CLÁSICO
Inercias y prejuicios historicistas (basados en la inconveniente traslación de ciertas propuestas de las artes plásticas –en especial de la
preceptiva de la pintura y el teatro– a la música) han intentado
hacernos creer que el clasicismo sonoro debía ser, para alcanzar tal
categoría, sereno cuando no frío, con una elegante perfección alejada de la pasión barroca como del lírico apasionamiento romántico.
Nada más lejos, sin embargo, de la efectiva y convulsa realidad artística de esas décadas entre el ocaso del siglo XVIII y el alba del XIX
(incluyendo entre las pruebas evidentes ejemplos «plásticos» no
menos enjundiosos que los musicales o dramáticos), y como buena
muestra de ello bastarían unos cuantos compases del maravilloso
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«clasicismo vienés» elegidos entre la enorme producción de cualquiera de los tres famosos integrantes de esa llamada «Primera Escuela de Viena»: Haydn, Mozart y Beethoven.
Zaherido Beethoven por unas rupturas expresivas inexplicables para
sus contemporáneos (que le harán puerta de lo romántico), y con un
Mozart muerto demasiado pronto, quedó enseguida la figura de
Haydn (nacido en Rohrau, Baja Austria, el 31 de marzo de 1732 y
muerto, en una Viena acosada por Napoleón, el 31 de mayo de 1809)
como el indiscutido paradigma de la música de su tiempo, justamente famoso en toda Europa y especialmente querido y admirado
por las catedrales y casas nobles hispanas, que guardan en sus archivos una buena muestra de su legado.
Desde el Cádiz culto e ilustrado de 1785 recibió, precisamente, un
maduro y afamado Haydn –aún al servicio del Príncipe de Esterházy–
el minucioso encargo de una obra que complementase al codificado
sermón de Viernes Santo, alternando la homilía sacerdotal con la
oración personal acompañada de música, en donde se comentaban
una a una Las Siete últimas palabras de nuestro Redentor Jesucristo
en la Cruz. Según la edición vienesa de Artaria (impresa en 1787, año
también de su posible primera audición austríaca) se trataba de una
«música instrumental sobre Las Siete últimas palabras… , es decir, Siete Sonatas con una introducción y al final un terremoto», y en esa
misma publicación se ofrecía la versión original orquestal junto con
un arreglo para cuarteto de cuerda realizado por el propio Haydn. El
éxito fue notable, y en poco tiempo se hicieron nuevas ediciones y
arreglos en los más diversos lugares, incluyendo textos y voces a la
música de Haydn, propuestas poco afortunadas que le llevaron finalmente a hacer su propia versión como oratorio (editada en Leipzig
por Breitkopf und Härtel en 1801, y considerada desde entonces una
de sus más logradas creaciones en un género donde –con La Creación y Las Estaciones– se había convertido en el indiscutible heredero del oratorial Händel), pero manteniéndose siempre, en el cuarteto como en la orquesta, con y sin voces, su fervorosa imaginación y
un emocionado lirismo.
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EL LIRISMO SERIAL DE BERG
Inteligentemente titulada Suite Lírica, esta no menos magistral partitura para cuarteto de cuerda, compuesta por Alban Berg (Viena, 9 de
febrero de 1885 - 24 de diciembre de 1935), fue interpretada el 16 de
julio de 1927 por primera vez ante un público internacional (a cargo
del mismo Cuarteto Kolisch que la había estrenado en Viena en enero del mismo año), dentro del Festival Internacional de Baden
Baden. Muy pocas obras de la música camerística del siglo XX han
tenido desde entonces la tan merecida como especial fortuna y significación que posee esta bellísima Suite Lírica. Compuesta entre
1925 y 1926, es una composición que podríamos llamar «bergianamente» dodecafónica, ya que aunque sigue (sobre todo en sus movimientos primero, tercero y sexto) las directrices del serialismo dodecafónico inventado por Arnold Schönberg, sin embargo ello se
produce con las características que Berg hace propias (incluyendo
sutiles guiños muy personales con las iniciales musicales de sus
series) y cuya expresividad todo oyente reconoce con facilidad
dejándose llevar por la sabia orientación de la escucha.
Así es, al margen de las diferencias entre la práctica dodecafónica
bergiana y la schönbergiana –empezando por la, respectivamente,
posible o inadecuada presencia de episodios dodecafónicos y no
dodecafónicos en una misma obra, e incluso en un mismo movimiento–, lo cierto es que el «estilo» de uno y otro compositor, unidos
por la inicial relación alumno-maestro y más tarde por la definitiva
amistad y el respeto entre colegas, son más fácilmente diferenciables
por elementos expresivos que por los técnicos. Si bien, como antes
decíamos al hablar de la intuición de los buenos oyentes, le es más
fácil al experto explicar aspectos más «objetivamente» compositivos
que compartir con el público la mucho más subjetiva percepción de
sus divergentes personalidades «poéticas», la evidencia es que la
música de Berg sobresale por su especial lirismo, lo que es potenciación –y no solo redundancia– en la Suite elegida para esta memorable velada camerística.
Mucho más duro y radical en su expresionismo, Schönberg no cambiará su estética cuando modifique su técnica compositiva (es igual-
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mente impactante en su famoso sexteto, aún difusamente tonal,
Noche Transfigurada, en su Pierrot Lunaire como primicia del atonalismo libre, o en su dodecafónico e inconcluso experimento operístico: Moisés y Aarón), al igual que tampoco dejará de retratarse una
y otra vez en su condición de pintor igualmente expresionista. Por su
parte, Berg será también siempre Berg, y más allá de su voluntaria y
firme adscripción (con rasgos distintivos, que no «licencias») a los
postulados de la llamada «segunda escuela de Viena» –capitaneada
por Schönberg y en la que el tercer gran nombre será el de Anton
Webern–, la mera técnica nunca podrá por encima de la expresión,
de modo que la música bergiana transmite permanentemente un singular perfume melódico, nada almibarado por supuesto, pero si profundamente lírico (dulce o trágico, poéticamente tan intimista como
introspectivo), lo diga el título de la obra, o no.
SCHUBERT SIEMPRE LÍRICO
A pocos compositores se le puede poner también esa misma etiqueta de excepcional lírico mejor que a Franz Schubert, igualmente nacido en Viena, el 31 de enero de 1797, y fallecido asimismo en su ciudad natal el 19 de noviembre de 1828. Junto con Berg, es Schubert,
en efecto, uno de los poquísimos compositores vieneses nacidos de
verdad en la ciudad que tantas glorias daría a la música y que dio
título al modelo perfecto de clasicismo antes citado (modelado por
Haydn, Mozart y Beethoven) y dos insignes «Escuelas» –siendo la
segunda, como señalamos, el triunvirato formado por Schönberg,
Berg y Webern–.
Muchas obras de la corta pero intensa vida de Schubert quedaron
para su estreno póstumo, incluyendo entre ellas el cuarteto de cuerda en Sol Mayor, D 887, Post. 161, cuya primera ejecución completa
(el primer movimiento, a cargo del Cuarteto Schuppanzigh, se había
escuchado en vida del autor, en el único concierto público organizado con sus obras, el 26 de marzo de 1828, meses solo antes de su
muerte) fue finalmente llevada a cabo en 1850, gracias al Cuarteto
Hellmesberger, y ello incluso precediendo a su edición, que llevaría
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a cabo Diabelli a finales del año siguiente. Una injusta y larga espera para la que era decimoquinta y última entrega de su magistral serie
de cuartetos de cuerda: broche perfecto, es una partitura asombrosa
–en inquietante mixtura del modo mayor del título con el respectivo
menor–, cuyos expresivos «temblores» le valieron el justo sobrenombre de «Cuarteto de los Trémolos», y en donde, además, el violoncello toma un feliz y deliciosamente lírico protagonismo.
Aunque compuesto en los últimos diez días del mes de junio de
1826, con la mágica e inexplicable facilidad de los creadores privilegiados (pero también en medio de las dudas y tensiones que viven
tan extremadas y sutiles psicologías, lo que en Schubert se hacía
especialmente lacerante por la desesperanzada espera de un éxito
que no llegaba frente a una letal enfermedad cada vez más rápida),
en esta obra se condensa una muy especial sabiduría sonora, brillando por encima de todo ese regusto lírico, en donde tanto cabe el
delicado romanticismo schubertiano como la triste pero esperanzadora devoción hadniana, o la más trágica y sensual visión bergiana.
Tres siglos de emocionadas cuerdas en un recital lleno de lirismo.
Álvaro Zaldívar Gracia
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PROGRAMA
PRIMERA PARTE
F. J. HAYDN
Las Siete últimas palabras de nuestro Redentor
Jesucristo en la Cruz, Op. 51, Hob. III:50-56
Introduzione: Maestoso ed Adagio
A. BERG
Suite lírica
Allegretto giovale
Andante amoroso
Allegro misterioso-Trio estatico
Adagio appassionato
Presto delirando
Largo desolato
SEGUNDA PARTE
F. SCHUBERT
Cuarteto de cuerdas n.º 15 en Sol, D. 887, Op. 161
Allegro molto moderato
Andante un poco mosso
Scherzo: Allegro vivace-Trio: Allegretto
Allegro assai
CUARTETO ALBAN BERG
Imprime: Navarro & Navarro Impresores • D. L. Z-4.356/2007 • La organización se reserva el derecho de variaciones de días y sustituciones de orquestas, solistas y programas por causas obligadas de fuerza mayor. http://www.auditoriozaragoza.com
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SOCIEDAD
FILARMÓNICA
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