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Invitación a brindar por un patriota olvidado.
EL PRIMERO QUE SE ATREVIÓ A SER ARGENTINO
El 2 de diciembre de 1810 llega un jinete a
Buenos Aires. Es un oficial trayendo una
bandera española y la noticia de la victoria de
Suipacha. Era la primera victoria militar de la
flamante “desobediencia” del 25 de Mayo. No
hubo festejos, solo algarabía popular en la
calle. Pero la noche del 5 se hizo una comida
en el cuartel de Patricios que habría de tener
una inesperada repercusión.
Se ha hecho una leyenda de esos incidentes
triviales aprovechados para una derivación
política. Es erróneo pensar que el centinela de la entrada le impidiese
expresamente el acceso a Moreno. Moreno no asistía jamás a fiestas ni convites,
y al sarao podían ir los militares en actividad o retirados con sus familias. Al
volver de su trabajo en la Fortaleza, que prolongaba hasta altas horas de la
noche, le chocó encontrar en las Temporalidades un centinela, y quiso averiguar
por sí mismo si se le impedía la entrada. El centinela lo rechazó, porque Moreno
no se dio a conocer, pues hubiera bastado que dijese ser Secretario de Guerra de
la Junta para que aquél por lo menos pidiese órdenes.
¿A quién se debe dejar pasar a un convite? – cuando el teniente coronel Marcos
Balcarce pregunta – después del decreto de supresión de honores - sobre
quienes deben dejar pasar los centinelas Moreno responde que “a los
ciudadanos decentes”, y al requerir – con malicia - mayores precisiones para
reconocerlos, Moreno, le responde “se reputará decente toda persona blanca
que se presente vestida de fraque o levita”.
El 6 de diciembre de 1810 la Junta de Gobierno aprobó el “decreto de supresión
de honores” redactado por Moreno.
Este decreto comenzaba con: “La Junta Soberana a nombre del Señor D.
Fernando VII”. Y lo fundaba en que al hallarse “privada la multitud de luces
necesarias para dar su verdadero valor a todas las cosas, reducida por la
condición de sus tareas a no extender sus meditaciones más allá de sus primeras
necesidades... confunde inciensos y homenajes con la autoridad”. El decreto
suprimía los honores del Presidente, se quitaban ventajas oficiales y se eliminaba
a las señoras de las distinciones de sus maridos. Y se establecía que el capitán
de húsares retirado Atanasio Duarte, había incurrido en un delito por el cual
debería perecer en un cadalso, al “ofender con un brindis excesivo la probidad
del Presidente” (Saavedra), pero “en atención a su estado de embriaguez se le
conmutaba la pena por destierro perpetuo de la ciudad, porque ningún habitante
de Buenos Aires, ni ebrio ni dormido, debe tener impresiones contra la libertad de
su patria”.
¿Qué grave “delito” había cometido el capitán Atanasio Duarte?.
Siempre se dijo que haber proclamado la monarquía, pues en el famoso brindis
ofreció a Cornelio Saavedra la corona de emperador de América. Pero esa
opinión, muy generalizada, no es aceptable. No fue el republicanismo de Moreno
el que se ofendió con el monarquismo de Duarte. No sabemos a ciencia cierta si
Moreno fue lo que hoy llamaríamos republicano, pues cuando emplea en sus
escritos la palabra República, lo hace como sinónimo de “Estado” o “Cosa
pública”. En 1810 reino e independencia eran sinónimos. El mismo Himno
Nacional lo repite aún hoy: “Ya su trono dignísimo abrieron...”. Lo que sí podemos
asegurar es que el decreto que condenaba a Duarte no era un decreto
republicano, pues estaba encabezado con la fórmula habitual: “La Junta Soberana
a Nombre del Señor don Fernando VII”.
Pero Duarte cometió evidentemente un delito tan grave que Moreno – hombre de
leyes – entendía que “debería perecer en cadalso”. Un delito mucho más grave
que opinar a favor de la monarquía en un medio republicano, que de ninguna
manera puede llevar al cadalso. Ese delito debía ser el de lesa majestad por
conspirar contra los derechos de Fernando VII. Al brindar ofreciendo la corona a
Cornelio Saavedra, se la estaba quitando a Fernando VII. El capitán había
incurrido en el delito de lesa majestad y merecía por lo tanto el “cadalso”, como
lo mandaban las leyes españolas.
Aquello de “tener impresiones contra la libertad de su patria” no puede
entenderse como contrario a la nacionalidad naciente.. La patria en 1810 no era
la República Argentina, pues aún no se había declarado la independencia; la
patria era Fernando VII, el rey cautivo, contra cuya libertad “tenía impresiones” el
capitán Duarte. ¿Quiere decir entonces que Duarte fue el precursor de la
independencia Argentina, y Moreno no era partidario de esta independencia?... Lo
primero es exacto; pero no así lo segundo. Moreno también era partidario de la
independencia, como Duarte y casi todo el mundo. Pero Duarte dijo a gritos una
verdad que no convenía decir sino en voz baja. Por eso lo condenaron.
La verdad es que Saavedra se portó mal con Duarte. Pues Moreno salió de la
Junta el 18 de diciembre, precisamente por la conmoción popular producida por
su decreto, que se interpretó – equivocadamente – a favor de la dependencia de
España. Y que además, menospreciaba la opinión pública al tenérsela como
“privada de luces”. Saavedra pudo entonces levantar la pena a Duarte; pero no lo
hizo, tal vez para no comprometerse.
¿Qué fue de Duarte después de aquella noche famosa?...
Cumplió resignadamente su destierro en San Isidro, olvidado por Saavedra que
nada hizo por él y también por los demás gobiernos que nunca le levantaron la
injusta pena. Cada tanto armaba alguna batahola en una taberna cuando algún
“gallego” (él los motejaba como “sarracenos”) vertía palabras imprudentes contra
la patria, como una famosa pelea contra seis de ellos cuyo relato repetía
orgulloso.
La patria le debe un desagravio a quien declaró POR PRIMERA VEZ la
independencia en voz alta, y supo aguantarse el castigo orgullosamente.
Invitamos a todos los Argentinos a que el 5 de diciembre, en cualquier
lugar donde estemos, olvidemos nuestras diferencias y levantemos
una copa en su recuerdo.
CAPITÁN DE HÚSARES ATANASIO DUARTE ¡BRINDAMOS A TU
MEMORIA!
Eduardo Rosa
Ilustración: Ricardo Avila
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