A C U E R D O

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A C U E R D O
En la ciudad de La Plata, a 10 de agosto de
2011,
habiéndose
dispuesto
en
el
establecido,
Acuerdo
de
2078,
que
conformidad
deberá
con
lo
observarse
el
siguiente orden de votación: doctores de Lázzari, Hitters,
Negri, Kogan, se reúnen los señores jueces de la Suprema
Corte
de
Justicia
en
acuerdo
ordinario
para
pronunciar
sentencia definitiva en la causa C. 104.934, "Gregorini,
Bartolomé Osvaldo contra Giménez Vivas, Martina Eleuteria.
Escrituración".
A N T E C E D E N T E S
La Sala I de la Cámara de Apelación en lo
Civil
y
confirmó
cuanto
Comercial
la
sentencia
había
articulada
del
en
hecho
los
Departamento
dictada
lugar
a
en
Judicial
primera
Azul
instancia
la
demanda
de
e
impuso
las
presentes
de
en
escrituración
costas
a
la
vencida (v. fs. 670/698).
Se
interpuso,
por
la
parte
demandada,
recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley (v. fs.
710/728 vta.).
Dictada
la
providencia
de
autos
y
encontrándose la causa en estado de pronunciar sentencia,
la Suprema Corte resolvió plantear y votar la siguiente
C U E S T I Ó N
¿Es
fundado
el
recurso
extraordinario
de
inaplicabilidad de ley?
V O T A C I Ó N
A
la
cuestión
planteada,
el
señor
Juez
doctor de Lázzari dijo:
I.-
Me
permito
una
muy
breve
reseña
del
objeto de este juicio y de lo actuado durante su trámite
(tanto la sentencia de Cámara como la de primera instancia
resultan mucho más detalladas): El actor promovió juicio de
escrituración
por
la
compra
de
cierto
local
comercial,
adquisición comprometida mediante boleto de compraventa y
por el que, según aduce, abonó en su momento la totalidad
del precio. La vendedora demandada negó haber percibido
suma alguna y haber prometido en venta el local. Aseguró
haber sido víctima de una maniobra tramada por el actor
quien -luego de granjearse su confianza obteniendo que le
fuera devuelto el inmueble del cual es parte el local, que
le había sido indebidamente adquirido por una notaria- hizo
que firmara a su favor el boleto de venta, lo que habría
constituido
una
clara
defraudación.
Reconvino,
entonces,
para que se declarara la nulidad del boleto de compraventa
y para que se la indemnizara por los daños y perjuicios
sufridos, en virtud de haberse hallado viciada su voluntad
por un error excusable, y dolo o violencia, y por tratarse
de
un
caso
de
lesión
subjetiva.
En
respuesta
a
tal
contrademanda el actor opuso la excepción de prescripción.
Tanto la sentencia de primera instancia como
la de la Cámara de apelación (fs. 670/698) rechazaron las
articulaciones de la demandada, considerando prescripta la
acción reconvenida e insuficiente la prueba producida para
demostrar que hubiera existido algún vicio de la voluntad
de la vendedora o en los actos jurídicos historiados.
II. Contra el pronunciamiento del tribunal a
quo la demandada se alza -mediante apoderado- interponiendo
recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley. Afirma
que
se
han
violado
las
disposiciones
contenidas
en
los
arts. 897, 922, 924, 926, 927, 931, 932, 935, 1045 y 4030
del
Código
Comercial.
Civil
y
Denuncia,
384
del
asimismo,
Código
que
Procesal
se
ha
Civil
incurrido
y
en
absurdo en la valoración de los hechos y la prueba del
proceso, en abierta contradicción con las reglas de la sana
critica.
En resumen, el recurrente alega: a) no se ha
interpretado debidamente ni la escritura de retroventa (o
reventa
-nunca
queda
muy
claro-)
ni
el
boleto
de
compraventa porque, a la luz de la absolución de posiciones
del actor, la cláusula segunda del mismo resulta falsa, y
esa falsedad no es inocua (como se pretende en el fallo
atacado), porque a partir de ella queda sin probar que el
comprador pagara el precio a la demandada. El hecho de que
el juzgador haya colegido que la venta hecha al actor de
una parte del bien fuera el medio de obtener el dinero
necesario
para
recomprar
la
totalidad
del
mismo,
no
significa que ello esté probado ni que ello haya sido un
buen negocio para la vendedora.
b) La relación de los hechos que efectúa el
actor al contestar la reconvención no coincide con la que
hace
al
absolver
posiciones.
Así,
por
ejemplo,
existen
discrepancias de cómo llegó cierto letrado (Goitía, que
también
era
abogado
del
actor)
a
representar
a
la
vendedora: si fue por intermediación del comprador o si
ella lo contrató por sí misma.
c)
reconocimientos
No
del
se
tuvieron
comprador,
en
cuenta
quien
los
propios
consideró
que
la
escribana M. "le había robado" (fs. 716) la propiedad a la
demandada, ni la presión que "seguramente" (fs. 716 vta.)
el actor ejerció sobre la notaria para que ésta devolviera
el bien mediante una reventa.
d)
ostensible
al
Se
ha
incurrido
considerarse
en
que
un
las
error
grave
y
irregularidades
detectadas (como si el precio de esta reventa se recibió en
el momento o tiempo antes) resultan intrascendentes.
e)
Se
yerra
al
estimarse
que
la
propia
vendedora haya reconocido que el actor pagó a la escribana
M.
la
suma
fijada
como
precio,
pues
en
el
escrito
de
contestación de la demanda tal período está sujeto a un
potencial.
f)
No
hay
prueba
de
que
la
escribana
M.
hubiera recibido la suma de treinta y nueve mil pesos, ni
tampoco que le fuera entregada la suma de veinticinco mil
pesos, como precio por la reventa.
g) No tenía sentido reclamar la nulidad de
la primera venta (de la demandada a la escribana) porque
sus vicios habían sido purgados por la posterior reventa.
Tampoco lo tenía denunciar una connivencia entre el actor y
dicha notaria porque, en una primera etapa, los objetivos e
intereses
obtener
del
que
demandante
el
inmueble
y
la
demandada
volviera
al
eran
patrimonio
comunes:
de
esta
última.
h)
Es
incorrecto,
a
la
luz
de
la
"contundente" (fs. 723 vta.) prueba colectada, afirmar que
la demandada no estaba privada de discernimiento o que no
quedara comprendida en alguna de las causales del art. 954
del Código Civil.
i) No son relevantes las afirmaciones de los
magistrados
sentenciantes
respecto
de
las
intenciones
o
razones del actuar del comprador que lo llevaron a adquirir
solo
el
local
comercial
y
establecer
una
reserva
de
usufructo vitalicio a favor de la vendedora aunque pudo
quedarse
alguna.
con
la
totalidad
del
inmueble
y
sin
reserva
j) En el caso de autos se ha actuado con
dolo (en los términos del art. 931 de la ley de fondo),
hallándose
presentes
los
requisitos
de
gravedad,
causa
determinante, daño importante, etc., exigidos por el art.
932 del mismo cuerpo normativo.
k)
Hay
una
incorrecta
interpretación
del
escrito de contestación de la reconvención, donde se opone
la defensa de prescripción.
III.
El
abigarrado
(casi
caótico)
recurso
extraordinario interpuesto no puede prosperar.
III.-
1.-
La
demandada
vendedora
planteó
(como defensa contra al escrituración que se le exige) la
nulidad del boleto por el que prometió en venta al actor
cierto
local
comercial,
que
forma
parte
de
un
inmueble
mayor. Tal nulidad provendría de los vicios de error, dolo,
lesión,
simulación,
falta
de
discernimiento,
etc.,
que
habrían afectado en forma total su intención. Sin embargo,
como bien se señala en la sentencia atacada, todas esas
causales
han
quedado
reducidas
a
un
planteo
de
error
inducido por el obrar doloso de la contraparte (ver fs.
685).
Analizado
detenidamente
el
pronunciamiento
de Primera Instancia, consideradas las pruebas producidas y
las demás alegaciones de las partes, el a quo concluyó en
que la demandada vendedora no padeció de error o dolo que
viciara su voluntad al momento de suscribir el compromiso
de venta. En virtud de ello, confirmó la sentencia que
condenó a la accionada a escriturar.
Contra esto se alza la demandada, alegando en
general-
el
absurdo
con
que
se
habría
apreciado
la
prueba producida.
III.aunque
esta
Suprema
2.-Conviene
Corte
lo
recordar
viene
una
reiterando
vez
más,
en
forma
inveterada, que para que la invocación del absurdo tenga
virtualidad
invalidante
acreditarse
que
en
la
de
la
misma
sentencia
existe
un
atacada,
desvío
debe
notorio,
patente o palmario de las leyes de la lógica formal o una
interpretación groseramente errada del material probatorio
aportado.
Esto,
porque
no
cualquier
error,
ni
la
apreciación opinable de la prueba, ni la posibilidad de
otras interpretaciones de la conducta de las partes, etc.,
alcanzan para configurar tal absurdo; es necesario, por el
contrario, que se demuestre un importante desarreglo en lo
sustancial
del
pensamiento
del
juez,
una
anomalía
tan
extrema o una falla tan palmaria en sus procesos mentales,
que hagan evidente la irracionalidad de las conclusiones a
las que ha arribado. En otras palabras: al recurrente no le
alcanza
pudieron
con
ser
argumentar
aquilatadas
que
de
las
otra
constancias
manera,
de
tanto
autos
o
más
aceptable; en cambio, le resulta indispensable demostrar
que, de la manera que se lo hace en la sentencia, no puede
ser (causas C. 94.619, sent. del 11-VI-2008; C. 98.737,
sent.
del
17-XII-2008;
C.
96.179,
sent.
del
13-V-2009,
entre otros).
Una
gran
mayoría
(tal
vez,
todos)
los
agravios que he reseñado (que he cribado generosamente)
versan sobre cuestiones de hecho y prueba que, como se
sabe, se hallan reservadas a los tribunales ordinarios no
pudiendo ser objeto de tratamiento por esta Corte por la
vía del recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley.
Ello, porque dicho remedio procesal fue instituido con la
finalidad de asegurar la correcta aplicación de la ley a
los hechos definitivamente establecidos por otros órganos
judiciales (art. 161 inc. 3°, Constitución provincial) y no
para un nuevo análisis de las circunstancias fácticas.
Sin
excepcionales,
embargo,
este
Tribunal
en
puede
casos
saltar
sumamente
por
sobre
la
frontera -nunca bien definida- que separa lo estrictamente
jurídico de lo fáctico: es cuando se denuncia (y también,
prima
facie,
se
demuestra)
que
ha
mediado
el
referido
absurdo en la apreciación de la prueba y que ello provocó
una
errada
aplicación
de
las
normas
o
una
manifiesta
arbitrariedad.
No ha sido afortunado el recurrente en este
aspecto: por más que una y otra vez a lo largo de su
recurso ha reprochado a la sentencia haber incurrido en
absurdo, lejos ha quedado de hacerlo evidente.
III.- 3.- Debe quedar sentado, por empezar,
que
el
análisis
constitutivos
del
e
interpretación
proceso
(y,
en
de
los
general,
escritos
de
toda
presentación en juicio), así como establecer los términos
en que quedó planteada la litis resulta una cuestión de
hecho reservada al criterio de los jueces de las instancias
ordinarias, y sus decisiones al respecto solo pueden ser
revisadas por la Suprema Corte en la medida en que sea
denunciado
y
demostrado
que
se
ha
incurrido
en
absurdo
(causas L. 94.421, sent. del 2-VII-2008; C. 96.286, sent.
del 13-V-2009; L. 93.988, sent. del 3-VI-2009; L. 94.076,
sent. del 2-IX-2009; C. 97.791, sent. del 18-XI-2009, entre
muchas otras). Otro tanto ocurre con la documentación que
se agregue a la causa (Ac. 78.039, sent. del 12-IX-2001;
Ac. 78.449, sent. del 19-II-2002; Ac. 85.752, sent. del 16VI-2004; Ac. 86.992, sent. del 5-IV-2006; etc.).
Ello no va en desmedro de mi postura según
la cual el criterio genérico de que interpretar un contrato
constituye una cuestión de hecho se limita a los casos en
que lo controvertido son las circunstancias o elementos que
rodean al negocio, no siendo así cuando lo que se discute
es la inteligencia misma del negocio y su subsunción en la
norma
jurídica
pertinente,
que
es
ya
una
cuestión
de
derecho
(causas
Ac.
79.851,
sent.
del
17-X-2001;
C.
101.067, sent. del 11-II-2009). Esto porque en el caso lo
que está en discusión no es el sentido del negocio sino
otras circunstancias fácticas que lo rodean (si hubo o no
abuso de la situación del otro, o dolo que provocara el
error, etc.).
Salvada esta cuestión queda en pie que aquel
criterio es de aplicación al caso, en tanto el recurrente
ha
dirigido
sus
esfuerzos
a
poner
de
resalto
presuntos
desacuerdos entre la prueba producida y los escritos de las
partes. Pero -y según se adelantó- el hecho de que sea
posible
asignar
otro
sentido
a
las
conductas
de
los
adversarios, o que a cierta prueba pueda serle adjudicada
una
importancia
relativa
mayor,
o
que
se
adviertan
discordancias entre lo afirmado por los litigantes y las
constancias de la causa, no son circunstancias que alcancen
para
configurar
el
vicio
de
absurdo.
Mucho
menos
queda
demostrado cuando las críticas del recurrente resultan de
una
lectura
salteada
y
tendenciosa
de
los
elementos
considerados por el juez, en vez de provenir de un análisis
crítico
que
censure
el
proceso
racional
expuesto
en
el
fallo comprendiéndolo como una integridad. Es así porque,
como
ha
establecido
esta
Corte,
constituye
una
errónea
técnica recursiva tomar los distintos elementos probatorios
que
el
sentenciante,
en
su
accionar
propio,
analizó
integralmente -vinculando unos con otros y todos entre sí-,
para fragmentarlos y pretender extraer conclusiones que de
ellos no dimanan (causa L. 87.192, sent. del 26-XII-2007).
Una vez que se haya sobrepuesto el lector de
la pieza de fs. 710/728 vta. del uso de una fraseología
grandilocuente y una terminología altisonante (con la que
no se trepida en predicar la falsedad maliciosa de alguna
cláusula contractual, en señalar la mendacidad del actor o
en
el
despojo
que
cometiera
una
notaria,
en
poner
un
énfasis cercano a la mala fe al relatar cómo volvió el bien
al patrimonio de la demandada, en entresacar y desmenuzar
las declaraciones para subrayar aquella parte de ellas más
conveniente,
etc.),
advertirá
que
el
recurrente
no
ha
superado el plano de la mera e inadmisible pretensión de
sustituir
el
criterio
de
los
magistrados
con
el
suyo
propio, mediante la exposición de discrepancias subjetivas,
parceladas
o
fragmentarias,
circunstanciales
y
aislados,
vinculada
e
ineficaz
a
como
aspectos
tal
para
controvertir el análisis del conjunto de las circunstancias
del caso plasmado en el fallo.
Lo sustancial, en cambio, se halla apenas
aludido: en la sentencia del a quo, después de dar por
probado que la demandada se hallaba al tanto de todas las
operaciones celebradas y de que ni se alegó ni se demostró
desproporción entre el precio y el valor de la cosa, se
estableció que el acto jurídico por el cual se ha promovido
el juicio no contiene vicios que lo tornen ineficaz (fs.
695 vta.) y que la vendedora no ha padecido error o dolo
que viciara su voluntad al firmar el compromiso de venta a
favor del actor (fs. 696). A ello solo se opone que "la
prueba producida en autos es contundente" (fs. 723 vta.),
pretendiendo
que,
de
su
personal
interpretación
de
los
elementos aportados a la causa, es posible inferir (por
presunciones
disminución
o
indicios)
de
sus
que
la
facultades
accionada
mentales
sin
"padecía
llegar
una
a
la
demencia -inexperiencia y ligereza- que le imposibilitaban
administrar sus bienes" (fs. 724).
En
este
sentido
conviene
señalar
que
la
prueba indiciaria (en cuya fuerza convictiva hace pie el
recurso) debe hallarse integrada por una serie de elementos
que,
por
su
número,
trascendencia,
univocidad,
concordancia, etc., permitan que la inferencia presuncional
(esto es, el paso reductivo que va desde los indicios al
hecho que se admite) resulte ágil, espontánea o intuitiva
(conf. mi voto en la causa Ac. 79.902, sent. del 7-VII2004, reiterado en C. 97.561, sent. del 15-X-2008). Esto,
porque se trata de una prueba indirecta por la que se llega
a la convicción de la ocurrencia de cierto hecho a partir
de
la
comprobación
convencimiento
se
de
arriba
otros
hechos
mediante
una
diferentes.
operación
A
tal
lógico-
crítica (el llamado proceso inferencial), que encuentra su
principal apoyo en la experiencia de cómo acostumbran a
suceder los hechos, según el curso natural y ordinario de
las cosas (en los términos del art. 901 del Código Civil).
Esa naturalidad es la que falta en el íter racional que
pretende transitar el recurrente.
El
fraccionado
análisis
de
los
elementos
probatorios que se formula en el recurso, las consecuencias
desproporcionadas que se atribuyen a circunstancias que el
a quo llamó -con toda corrección- inocuas, la exageración
tremendista en que se incurre para calificar cuestiones
cotidianas, etc., hacen que la construcción racional que
requiere
la
delusoria.
prueba
A
de
efectos
presunciones
de
evidenciar
resulte
estos
forzada
extremos
o
me
permito señalar el exceso que se comete cuando se pretende
que hay falsedad de una cláusula del boleto de compraventa
(a partir de cual quedaría demostrada tanto la mala fe del
comprador
como
su
aprovechamiento
de
la
presunta
inexperiencia de la contraparte) porque en ella se dice que
el precio se paga en ese acto, cuando -en realidad- se pagó
una parte a la mañana y otra a la tarde del mismo día.
En definitiva: según la Cámara de Apelación
que intervino en autos, las alegaciones de la recurrente
(reiteradas porfiadamente a lo largo de la causa) pretenden
que
existe
una
causa
que
la
exime
de
cumplir
con
su
obligación de escriturar; esas alegaciones, sin embargo, no
han sido sustentadas en los hechos. No advierto que se haya
probado
ni
la
ligereza
disminución
de
las
(esa
minoración
capacidades
que
en
es
el
juicio
aprovechada
o
por
otro), ni la inexperiencia (falta de conocimiento del uso y
práctica del negocio), ni -en definitiva- el abuso de la
condición
de
inferioridad
que
requiere
el
art.
954
del
Código Civil. De la misma manera, no encuentro que se haya
incurrido
en
absurdo
en
la
valoración
de
las
pruebas
aportadas, ni que las defensas presentadas (las que, para
decirlo
en
términos
militares,
solo
han
constituido
diversión) tengan entidad suficiente como para repeler la
acción
incoada,
ni
que
haya
ocurrido
el
error
en
la
interpretación o aplicación de las normas que se propugna.
El recurso extraordinario deducido tiene, pues, su suerte
sellada.
III.- 4.- Ante el rechazo que propongo para
lo sustancial del juicio, carece de trascendencia expedirse
sobre la cuestión referida a la prescripción de la acción
de
daños
nulidad
necesaria
y
del
a
perjuicios
boleto
la
reconvenida.
resultaba
procedencia
una
de
La
declaración
condición
la
previa
reconvención;
de
y
al
consagrarse la virtualidad del precontrato de venta quedan
enhiestas todas sus cláusulas, incluyendo aquélla por la
que se otorga la posesión del bien al comprador al momento
de la suscripción del instrumento. Mal puede reclamársele a
quien
ha
recibido,
como
parte
de
un
contrato
de
compraventa, la posesión del bien comprometido, que abone
una indemnización por el valor locativo dejado de percibir.
III.-
5.-
Las
costas
de
todas
las
instancias, y tanto por la demanda acogida como por la
reconvención
desestimada,
deben
ser
impuestas
a
la
demandada vencida (arts. 68, 289 y concs., C.P.C.C.)
IV.- En resumen, propongo que, no habiéndose
evidenciado
alegado,
las
el
infracciones
recurso
denunciadas
extraordinario
ni
el
deducido
absurdo
por
la
demandada sea rechazado, debiendo confirmarse en todas sus
partes la sentencia recurrida.
Voto, pues, por la negativa.
A
la
cuestión
planteada,
el
señor
Juez
doctor Hitters dijo:
Adhiero
al
voto
del
distinguido
colega
doctor de Lázzari, excepto en lo que expone en el segundo
párrafo del punto III.3, salvedad que en nada incide para
justificar suficientemente la desestimatoria de la queja
que se postula.
Voto por la negativa.
El señor Juez doctor Negri, por los mismos
fundamentos
del
señor
Juez
doctor
de
Lázzari,
cuestión planteada también por la negativa.
votó
la
La
señora
Jueza
doctora
Kogan,
por
los
mismos fundamentos del señor Juez doctor Hitters, votó la
cuestión planteada también por la negativa.
Con lo que terminó el acuerdo, dictándose la
siguiente
S E N T E N C I A
Por lo expuesto en el acuerdo que antecede,
se rechaza el recurso extraordinario de inaplicabilidad de
ley interpuesto. Las costas de todas las instancias -tanto
por
la
demanda
acogida,
como
por
la
reconvención
desestimada- se imponen a la demandada vencida (arts. 68 y
289, C.P.C.C.).
Notifíquese y devuélvase.
EDUARDO NESTOR DE LAZZARI
HECTOR NEGRI
JUAN CARLOS HITTERS
HILDA KOGAN
CARLOS E. CAMPS
Secretario
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