Huellas Burdel, palenque y prisión El barrio-isla de Getsemaní en Poemas de Calle Lomba de Pedro Blas Julio Por Kevin Sedeño Guillén* Análisis de la simbología del barrio Getsemaní en la obra Poemas de calle Lomba (1988) del poeta caribeño Pedro Blas Julio. Diez años han pasado antes de la publicación de estas reflexiones sobre el texto poético que, hace una década, no contaba con mayores comentarios críticos. Caños, omencé a escribir este trabajo hace más de diez en una casi total ausencia de textos críticos so- bre la poesía de Pedro Blas Julio. Pero lo había mantenido inédito con el deseo de completar una lectura más comprehensiva de su obra poética. Aunque temí que ese proyecto nunca llegase a realizarse por cuestiones de especialización disciplinaria, considero valioso compartir estas notas como seguidor temprano de su obra, ahora que Pedro Blas Julio ha ido cultivando fervorosos lectores a lo largo de la última década y que podemos contar con lecturas críticas de mucha mayor agudeza respecto de su creación. __________ * Estudiante de doctorado en Estudios Hispánicos, Universidad de Kentucky. 17 Poemas de calle Lomba (1988) podría dividirse con una línea simétrica que separa una primera parte donde el poeta se apodera de la imagen, “traza la geografía secreta del viejo barrio” (Burgos Cantor, s.p.), lo refunda en el terreno de la poesía, de otra parte complementaria, trazable quizás a partir del poema “Un maíz negro nace de noche es Patricio Vinagrero” (Julio 33), que luego de refundar un espacio, una ciudad nueva, se dispone a poblarlo con personajes como: Clemente Julio, su padre (“Un viejo de muletas impecablemente vestido”); Ricardo Cuesta, “también plebeyo, también hijo ilegítimo como yo” (“El humilde encestador de barriada”); Cisco Kid, “ebrio de rounds y esperanza trozada” (“Corozo negro Cisco Kid”); Arturo Tonelada, Luisa Dándara y Liliana Manghatan, personajes que apare- Le han llamado Getsemaní y se sumerge con otros como él .......... cerca a ese Chambacú que castraron de sol y que era un hermano de enseguida ........... No me sueltes, Getsemaní Habla de mi desobediencia Acomoda mi esperanza entre tu gentío Toma mi beso y bébetelo (“De portones caminados” 9, 11). cen en poemas de igual nombre. Y no es que para Pedro Blas cada esquina de Getsemaní no esté siempre poblada de personajes distintos, de vida incierta, sino que los poemas mencionados devienen retratos donde es imposible separar las figuras del fondo, enraizados como están estos paisanos de barrio, que constituyen los protagonistas de la memoria frágil de un sitio de historia escamoteada. El mar y África son dos temas que, convergiendo por momentos en uno solo, recorren por completo los Poemas de calle Lomba. El mar de lodo, concha, islas, tortugas, algas, lanchones, pescadores, roca, mangle y del padre “mordido por tiburones”, aparace inevitable en “Un viejo de muletas impecablemente vestido” (39). Mientras el África de las “altivas prietas de Bengala” en “De portones caminados” (10) es evocado con tambores, ajonjolí y maíz tostado, antílopes, latigazos, éxodos y palenques. Pero el mar y África no están donde están, han sido transportados, sus coordenadas viven ahora en el barrio de Getsemaní. Otros temas entroncan en estos poemas que funcionan a manera de completo inventario simbólico del barrio: la calle Lomba; el Espíritu Santo, con sus “varones feligreses fruncidos de glande en capullo” (“Rosa volcada de arrabal” 29); la calle de la Media Luna con sus balcones y sus putas de “felación respetuosa” (“Getsemaní mar arriba” 27) y el cura gay llamado Faulo, “amanecedor por esquinas del terremoto descarriado/ del Getsemaní de negros” (“Del árabe incendiado” 42); el pasaje Lecrerc, donde descubrieron moribundo “al orate ‘muchaleche’/ zoófilo soberbio muerto de su amor/ sangrante por la amorosa tortuga trituradora de su falo” (“Pasaje Lecrerc, santoral berebere” 32), que nos conecta directamente con la poesía de Raúl Gómez Jattin, solitaria evocadora de la zoofilia costeña, pero también con el neobarroco de José Lezama Lima, en la figura de su personaje Farraluque en la novela Paradiso. Desde esta geografía del barrio, el mar y África quedan impregnados profundamente en la memoria del poeta recuerdos juveniles, adscripciones urbanas, chismes escuchados, en los que el sexo en sus más diversas formas impregna las superficies y Getsemaní se transmuta, por momentos, en la oscuridad de las noches, en el barrio-burdel. En Poemas de calle Lomba el barrio es lo que se sumerge: lo castrado, la algarabía, el hacinamiento, la expresión excesiva de vida, la desobediencia, la respuesta contra los aristócratas locales y sus apellidos “invasores”. El poeta conjuga pálidas reminiscencias bíblicas, con escolares referencias a la tortuga que los hindúes colocaban en la base del universo, junto con mucho de la vida cotidiana que entra a pulso por los ojos: Colonos bíblicos lo bendijeron en huerto pero era Isla, poema y lodo lodo fuerte antediluviano Concha enorme, espalda paleolítica de tortuga grande (“Gimaní total” 13) En el anterior y en otros poemas, el barrio asume en Pedro Blas, también la forma de barrio-isla: “... la Gimaní Isla que cierta vez tuvo dueño/ barrio como tierna Alejandría en la piedrona entretenida” (“Muchacha de las aguas, Gimaní” 36). El barrio es en el mismo sentido de lo primigenio y ancestral, el sitio de recuperación de la memoria de las personas negras traídas como esclavas desde África: ...empréndeme de nuevo el éxodo y retóñanos y germíname palotreo y móntame palenques Besándonos de mangle, el odio (“Tribal Calunga, morena de la noche” 15) La palabra dicha del abuelo deviene en la palabra escrita, en la poesía refundadora del poeta nieto. La palabra oral es también la principal manifestación de rebeldía, una rebeldía contaminada de amor voluptuoso hacia la alegría de vivir, hacia la gente y hacia el paisaje urbano delimitado por el agua del mar, de las lagunas y ciénagas, de los mangles. La memoria está cargada de gritos, de playas evocadoras de trágicos recuerdos, de liturgias opresivas salpicadas también de ron, de las vidas ejemplares de Malcolm X, Benkos Biojó y Pedro Romero. Pedro Romero es el héroe emblemático de Getsemaní, negro como ese otro héroe, el almirante Padilla, personalidades que pudieran trans- 18 Getsemaní es para Pedro Blas el barriopalenque desde el que se continúa el cimarronaje cultural a la espera de mejores condiciones de desarrollo de las personas y la cultura negras. mutarse con la del poeta. Pedro Romero, oculto en el nombre del autor, que ejemplifica quizás una forma nueva de rebeldía. Bajo la perspectiva de la memoria como forma de resistencia, de refundación de las culturas negras en el espacio del barrio y de representación de personajes negros como modelos de vida, héroes o protagonistas, Getsemaní es para Pedro Blas el barrio-palenque desde el que se continúa el cimarronaje cultural a la espera de mejores condiciones de desarrollo de las personas y la cultura negra. Por oposición al barrio-palenque, el mar es el peligro, el lugar de donde vienen los invasores o el que transportó a los esclavos: “Desde entonces les vigila el mar/ en iracundos malecones de tenazas y marbellas” (“Un barrio en su ornamento de sombras” 18). El barrio-palenque es un único espacio posible desde donde recuperar la memoria. Sus calles, ruidos, músicas y colores son el espejo que Pedro Blas usa para reconstruir su identidad individual de hombre negro y la identidad de la colectividad vilipendiada y desterrada a la que pertenece. Por momentos el barrio se desprende de sus raíces urbanas, vuela de regreso al África primordial y es entonces “como el más enorme/ y precioso balcón de Angola” (“Donde su magna hora el mundo acampa” 20), lugar desde el que se exhibe el devenir turbulento de lo africano transplantado al Caribe. Pero a este barrio-isla no le han vuelto a bajar el puente levadizo que lo separa por el “agua de la bahía” (“Liliana Manghatan” 53), de otra isla, la de Liliana Manghatan (¿Manga?); de la que también lo separan la raza, la clase y la nación. Ellos están encerrados en el barrio, las murallas que antes protegían a la ciudad de los ataques que venían de afuera, vive ahora extra- 19 Mural en Cartagena de Indias. muros y estos solo siguen sirviendo para aprisionar a negros libres, que recrean su ser a los ojos de la ciudad ofendida. Getsemaní deviene barrio-prisión o barriofortaleza1, según desde donde se le mire. En Poemas de calle Lomba, del poeta cartagenero Pedro Blas Julio Romero, el barrio de Getsemaní entra en la poesía caribeña y colombiana con letras mayúsculas y negras como la piel de su autor. Getsemaní, barrio 1 Dice Pedro Blas: “Para mis épocas de bachiller los huelguistas tomaban el barrio como refugio por su categoría de barriofortaleza, por sus calles laberínticas”. Cit. en: Celis Albán s.p. El resaltado es mío. En Poemas de calle Lomba el barrio es lo que se sumerge, lo castrado, la algarabía, el hacinamiento, la expresión excesiva de vida. popular cartagenero por excelencia, ubicado en el centro de la ciudad y por tanto imposible de invisibilizar por su estar intramuros, es para Pedro Blas lo primigenio, el espacio donde nace la vida. Pedro Blas inserta a Getsemaní en la genealogía urbana negra presidida por Chambacú, barrio marginal cartegenero cercano, que fuera borrado de su ubicación amenazante para el “corralito de piedra”. Pudiera resultar extraño que en los 24 Poemas de calle Lomba, desplegados a lo largo y ancho de 60 páginas, el nombre de la ciudad en que este barrio se encuentra ubicado quede invisibilizado. Cartagena, ciudad-isla también por derecho geográfico, solo es mencionada una sola vez en Poemas de calle Lomba (“Un maíz negro nace de noche es Patricio Vinagrero” 34); aunque sus sitios aparezcan como flotando en un espacio sin nombre. Ella ha desaparecido, se ha hundido como la Atlántida en un océano de silencio, especie de deuda cobrada a una ciudad racista y excluyente. La ciudad excluyente es a su vez excluida por el barrio excluido. De esta estrategia negadora emerge un “Gimaní Isla” flotando por sí solo en el Mar Caribe, sin lazos que lo unan a un probable archipiélago cartagenero, junto a otros barrios-isla blancos y exclusivos como Manga o Bocagrande. Getsemaní, el barrio-isla de mujeres contrabandistas o de la Niña Gloria Hoyos, de “grupa pesarosa”, a la que: “¡No hubo Mar caribe para acobardarla/ y desertora de su ombligo/ copuló los meridianos!” (“Muchacha de las aguas, Gimaní” 37). Entonces, en Poemas de calle Lomba, Pedro Blas Julio hace del Getsemaní burdel, del Getsemaní palenque y del Getsemaní prisión, tres formas espacializadas del aislamiento y de la diferencia racial y de clase. Esos espacios aislados, cerrados y diferentes garantizan en la poética del autor la emergencia de la racialidad negra y su revinculación con la cultura africana, con la de África en su pasado y su presente. Estas prácticas culturales de los negros del Caribe colombiano no han tenido cabida en la urbanidad discriminatoria de las ciudades colombianas. Finalmente, el burdel, el palenque y la prisión son, en mi lectura, las formas con que Pedro Blas Julio reenlaza al barrio negro de Getsemaní con el Mar Caribe enmascarado, haciendo de Getsemaní una isla más del espacio postesclavista caribeño. Bibliografía Burgos Cantor, R. “Comentario sobre Poemas de calle Lomba”. El Mundo. s.l., s.f. Celis Albán, F. “Pedro Blas, poeta de Getsemaní”. s.l.,s.n., s.f. Julio Romero, P.B. (1988). Poemas de calle Lomba. Cartagena: Ediciones en Tono Menor, Fundación Cultural Héctor Rojas Herazo. Webgrafía María Mulata en Getsemaní. Tomado de http://41.media. tumblr.com/6cf785c3309ac6e87a817aa7417032a1/ tumblr_mz45rnle4p1qcrc7ao1_1280.png Mural en Cartagena de Indias. Tomado de http://1.bp. blogspot.com/-lvovlcM-rLM/UVIO31bW4AI/ AAAAAAAAmVg/-VAV_n8to8c/s1600/streetartnews_ findac_colombia-2.jpg 20