Visión crítica de las Rimas

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Visión crítica de las Rimas, de Gustavo Adolfo Bécquer
Siglo XIX
Aunque casi toda la obra de Bécquer se concentró en la prosa (Leyendas; Cartas desde
mi celda), fueron sus Rimas, sin embargo, las que le proporcionaron su mayor fama. Las
Rimas, que son pequeños poemas de dos, tres o cuatros estrofas que combinan el arte
mayor y el arte menor —y con gran predilección a la rima asonante—, fueron publicadas
póstumamente en 1871, cuando el Romanticismo era ya un movimiento susceptible de ser
historiado y el realismo empieza a consolidarse en España. Por eso las Rimas becquerianas
se sitúan en lo que ha venido en denominarse como posromanticismo o romanticismo
tardío pues en ellas concilió lo foráneo con lo autóctono, lo clasicista con lo popular, la
vertiente intimista con la renovación formal.
En cuanto a los aspectos que más significativos del poemario, es llamativo la
variedad de temas con que el autor inunda sus poemas, como las que abordan la
creación poética como algo irracional y el amor como algo etéreo e inalcanzable; las que
tratan el amor como plenitud y esperanzador, donde la amada es idealizada; las que versan
sobre el amor para ya visto como fracaso y donde la amada ahora se convierte en el
verdugo de las ilusiones del poeta; o las que se centran en la soledad y la angustia que el
poeta experimenta al vivir en un mundo hostil.
Sin embargo, las Rimas becquerianas son algo más que ochenta poemas
diferentes y cerrados en sí mismos. Configuran, ante todo, una pequeña visión del gran
mundo poético de Bécquer. Un mundo poético éste que se podría reducir en esencia en la
historia de un amor desgraciado, fundamentado en la búsqueda de un «Tú» amoroso en
permanente conflicto con el «Yo» del poeta.
Y todo ello lo hizo con el cultivo de las formas más populares de los metros
españoles, donde incluso el verso de pie quebrado con el que remata la estrofa o el
poema se convierte en un efecto popular por el cambio de ritmo que introduce. De ahí que
la originalidad métrica de Bécquer no esté tanto en la combinación de metros, sino en
las formas estróficas combinadas, en las que dotaba a su poesía de artificios
suficientes para conferirle un carácter culto, pero a la vez siguiendo las formas
líricas tradicionales en cuanto a la rima y a la brevedad.
Junto a estos aspectos, no menos agudas intervenciones evidencia el poeta con
la riqueza de recursos expresivos utilizados, donde destaca la escasez de adjetivos,
porque prefirió la unión de sustantivos por medio de preposición; por la parquedad del uso
de metáforas, ya que antepuso la comparación introducida por «como»; por el predominio
de figuras como la anáfora, estructuras paralelísticas o el hipérbaton.
Con ello quiso distanciarse deliberadamente de la poesía narrativa y de la retórica del
romanticismo, y así buscar un tono más íntimo y personal, pero sobre todo una
originalidad y una modernidad a la que tanto deberían los poetas modernistas, como Juan
Ramón Jiménez o Antonio Machado, o los del 27, como Lorca o Alberti.
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