Tiempo de Misericordia

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IGLESIA HOY
T
Por Prof. Pbro. Guillermo Vido
iempo de Misericordia
Ante la globalización
de la indiferencia
Francisco nos propone
comprometernos.
Que la misericordia
y la compasión
por los que sufren
sea nuestro estilo de vida.
Salir al encuentro,
hacernos cargo.
Foto: Marcos Wally
E
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n otro gesto tan particular, como nos tiene acostumbrados,
Francisco, sacude a todo el Pueblo de Dios, convocando
un Jubileo extraordinario. «La historia de los Jubileos se
caracteriza por ocurrir cada 25 y 50 años. Los dos Jubileos extraordinarios celebrados hasta ahora han respetado la recurrencia del aniversario
de la redención realizada por Cristo (1933-1983). Este, en cambio, es
un Jubileo temático que toma su fuerza del contenido central de la fe y
busca recordar a la Iglesia la misión prioritaria que tiene de ser signo y
testimonio de la misericordia en todos los aspectos de su vida pastoral»
(De la presentación del Jubileo de la Misericordia, Mons. Salvatore Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva
Evangelización).
Decir algo en pocas palabras se hace muy difícil. Por un lado porque
supone entrar en lo más profundo del pensamiento del Papa Francisco y
su insistente prédica sobre la misericordia. En un tiempo relativamente
breve de pontificado, son muchísimas las veces que abordó el tema. Lo
que sí es esencial afirmar es que
ocupa, sin duda, un lugar prioritario, tanto en su reflexión teológica-pastoral, como en la proyección pastoral de su ministerio:
gestos y palabras; compromisos y
decisiones que orientan a toda la
Iglesia a un compromiso real para
manifestar el amor misericordioso de Dios que se prolonga en su
pueblo fiel. Por el otro porque la
misma Bula de Convocación (La
Bula es un documento papal, que
llevando su sello -de ahí la palabra- contiene un mensaje solemne
e importante para toda la Iglesia),
tiene una riqueza de contenido, de
sentimientos, de propuestas que,
para no traicionar dicha profundidad, reclama un trabajo más profundo.
En la exhortación apostólica
Evangelii Gaudium, -dijo monseñor Fisichella- se encuentra una
expresión reveladora que ayuda
a captar el sentido del Jubileo extraordinario que fue convocado
el pasado 11 de abril: «La Iglesia
vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber
experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva». Es a partir de este deseo
que es necesario releer la Bula de
convocación del Jubileo “Misericordiae vultus” con la que el Papa
Francisco comunicó los fines del
Año Santo.
Jesús rico
en misericordia
La mirada que tiene Francisco
sobre la misericordia es extraordinariamente rica. «Jesucristo es
el rostro de la misericordia del
Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis
en esta palabra» (MV 1). Con esta
frase abre el documento marcando
las líneas del mismo: la centralidad de Jesucristo como la revelación
plena del Amor de Dios, o lo que sería mejor decir, del Dios que es
Amor (Cfr. 1 Jn 4,7). A lo largo del texto va a profundizar la riqueza que
encontramos en los evangelios sobre el Cristo de la Misericordia, de la
ternura, de la compasión, a través de una variedad muy rica de textos
bíblicos; Francisco nos lleva a penetrar en la Escritura para captar su
mensaje central: Dios rico en misericordia (Ef 2, 4). «Jesús de Nazaret
con sus palabras, sus gestos y con toda su persona revela la misericordia
de Dios» (MV 1).
Pero además, el Papa, nos propone profundizar en una de sus grandes
intuiciones: la misericordia como una categoría (podemos llegar a decir
“la” categoría) que permite comprender el amor de compasión y donación que es, tiene, vive y comunica Dios al hombre. No olvidemos que
en su primer Ángelus, citando el libro “La Misericordia”, del Cardenal
Kasper, comienza el camino de reflexión y propuesta sobre la misericordia, como centro de la existencia cristiana.
Una misericordia activa
Toda la riqueza teológica que presenta este documento está orientando una proyección pastoral y existencial. Sin duda que la claridad
conceptual que comparte quiere que impregne el corazón y la vida de
los cristianos, y desde
ellos que se irradie a
todos los hombres.
Es constante, en
el discurso de Francisco, hablar de construir una Iglesia que
viva una permanente
actitud de compasión
hacia el hombre; edificar una comunidad
eclesial que manifieste y opere una miseri-
AÑO VOCACIONAL
Por la Redacción
cordia activa, que la impulse a ir
al encuentro del hombre, de todo
hombre, en su realidad más concreta; llegar a todos, y especialmente a los que están viviendo una
situación de profunda precariedad
humana: los pobres, los marginados, los excluidos, los descartados
por la cultura del descarte.
Francisco ha usado imágenes
muy fuertes: hacer de la Iglesia
una tienda de campaña para atender a todos los heridos; él ha vivido, como compromiso real y como
signo de un estilo eclesial, acercamientos a lugares y realidades de
mucha precariedad humana, por
ejemplo, cuando en los comienzos
de su pontificado fue a Lampedusa, a acompañar el drama de los
inmigrantes que, huyendo de África, viven el drama del no saber
si van a sobrevivir o no; allí nos
preguntaba, parafraseando al texto
bíblico: ¿Dónde está tu hermano?
Y habló de compasión, de misericordia, de solidaridad, de acogida,
llegando a decir: «Hoy nadie se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna; hemos caído en la actitud
hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, del que habla Jesús en la
parábola del Buen Samaritano: miramos al hermano medio muerto en
el borde del camino, quizá pensamos “pobrecito”, y continuamos por
nuestro camino, no es tarea nuestra; y con esto nos tranquilizamos y
nos sentimos bien. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en
nosotros mismos, nos vuelve insensibles a los gritos de los demás, nos
hace vivir en pompas de jabón, que son bellas, pero no son nada, son la
ilusión de lo fútil, de lo provisorio, que lleva a la indiferencia hacia los
demás, es más, lleva a la globalización de la indiferencia. En este mundo
de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia.
¡Nos hemos habituado al sufrimiento del otro, no nos concierne, no nos
interesa, no es un asunto nuestro!».
El pensamiento, el sentimiento y el deseo de Francisco es que la misericordia impregne toda la existencia humana; que el compromiso por
el hombre se vuelva parte esencial del estilo de vida de este tiempo; que
ante la globalización de la indiferencia (tema que también apareció en su
mensaje de Cuaresma de este año) surja un compromiso y trabajo concreto por la globalización de la solidaridad, por el espíritu de misericordia y compasión que nos lleva
a todos a hacernos cargo de los
hermanos. Cuando habla de la
cultura del encuentro tiene presente esta capacidad de “sentir”
al hombre como prójimo, como
aquel con el cual estoy llamado
a construir un mundo fraterno.
Este puede ser el punto más
interesante del providencial
Jubileo de la Misericordia, porque reclama la inteligencia y la
creatividad de la caridad, del
amor compasivo hacia los otros
y la lucidez para promover espacios y gestos que construyan
la globalización del amor y del
compromiso social. m
Continuará...
El sitio web oficial del Jubileo es www.iubilaeummisericordiae.va,
accesible también a través de la dirección www.im.va.
El sitio estará disponible en siete idiomas: italiano, inglés, español, portugués,
francés, alemán y polaco. El texto completo de la Bula está en la página del Vaticano
www.vatican.va
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Esperaba
El desafío de sentirnos
responsables
tu Sí
En el camino de mi vida puedo decir
que María estuvo siempre a mi lado
de manera especial.
Y
a desde muy pequeña, sentí su cercanía.
Recuerdo que rezaba el rosario con mi
mamá en la novena de la Virgen de Loreto, no entendía mucho pero me quedaba. Mi mamá
fue mi primera catequista.Al pasar los años fue creciendo en mí la devoción a la Medalla Milagrosa, la
Inmaculada.
Comencé a trabajar en un colegio católico dando religión y en la parroquia de mi barrio con catequesis. Así iba pasando mi vida y comencé a experimentar que no me sentía plena, que me faltaba
algo. Era libre, estaba bien, no carecía de nada, pero
un día, estando en el templo de mi parroquia rezando, sentí una voz dentro de mí que me decía: «Vos
estás cerca de Mí, hablas mucho de Mí, pero no me
entregas toda tu vida… Yo quiero todo».
Ahí comencé a mirarme más adentro, siempre
había pensado en casarme y formar una familia, de
pronto Dios me estaba mostrando otro camino
que no había imaginado. Creo que no lo había entendido, eran dos caminos paralelos entre Dios y
yo, faltaba mi “sí” para que se encontraran. Comencé a buscar y a conocer Institutos Seculares (no
me sentía llamada a ser monja). Me mostraron un
folleto de las Misioneras de la Inmaculada P. Kolbe
donde estaba la Medalla Milagrosa y me impactó,
es “mi Virgen”, pensé. Así conocí al Instituto. Tuve la
suerte de viajar a la casa de las misioneras en Olavarría y conocer al Padre fundador Luis Faccenda.
Creo que su presencia fue un signo muy importante en mi búsqueda.
Este tiempo no fue fácil, había sentimientos encontrados, pero sentía que Dios estaba cerca, me
acompañaba, me alentaba. También mi director espiritual me fue acompañando. Cuando conocí a las
misioneras encontré un grupo feliz, alegre, eso me
hizo bien. Sí, la alegría fue lo que percibí. En esta visita
conocí la historia de San Maximiliano Kolbe. Me conmovió su entrega, su amor al prójimo y a la Virgen.
«No hay amor más grande que dar la vida por los
amigos» (Jn 15,13).
Así entré en este Instituto a pesar de que sentía
temor, inseguridad, incapacidad, fue como un salto al
vacío. Pero sentí que el Señor me decía: «Esperaba tu
“Sí”, ahora te tomo de la mano y no sentirás más temor porque camino a tu lado». «Síganme y los haré
pescadores de hombres» (Mt 4,19).
Cuando me consagré a Dios me sentí libre, feliz.
La gente me decía: «Te vemos más contenta y segura». Creo que es un regalo de Dios y que es Su
voluntad. A través de los años, sigo experimentando
Su cercanía y puedo realizar la tarea misionera: salir
al encuentro del otro con gozo y disponibilidad.
Gracias, Señor, por poder llevar la Buena Noticia
a tantas familias que esperan una palabra de consuelo,
una mirada, un oído capaz de escuchar. Gracias, porque en la misión puedo encontrar tanta gente necesitada de Ti, Jesús, que te busca, porque Tú eres el único
capaz de entender sus búsquedas. Caminando de Tu
mano y de la de María puedo renovar mi Sí en el encuentro con tantos hermanos que Te esperan.
Quiero imitar siempre a María. Ella es mi guía, la
quiero mucho. Es el canal, el puente para llegar a Jesús:
«Hagan todo lo que Él les diga» (Jn 2,5). Gracias, Jesús,
por ser misionera de tu amor y de tu misericordia.
San Maximiliano me anima cada día: «Ánimo, pues,
querido hermano, ven a morir de hambre, de cansancio, de humillaciones y de sufrimientos por la Inmaculada” (EK 301).
Martita Massera - Misionera
de la Inmaculada P. Kolbe (Córdoba)
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