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LESBIANAS y GAYS EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
"El caso más excesivo fue el de Alejandro Sanz, quien, a partir de
una columna donde se decía que era gay, plantó una querella por
ofensas contra la periodista. Pero lo peor de todo no fue eso, sino la
sentencia, que daba la razón a Alejandro y confirmaba así la idea de
que la homosexualidad es en sí mismo algo malo, puesto que es
ofensivo que se presuma de alguien esa conducta. La salida del
armario heterosexual de Alejandro Sanz le ha llevado incluso a
presentar un videoclip en el que se acuesta con seis mujeres, por si
quedaba alguna duda."
Los propios medios de comunicación suelen negar, y es que la información
nunca es objetiva. Desde el momento en que utilizamos el lenguaje,
seleccionamos palabras, noticias, formas de expresarnos, secciones,
estamos utilizando criterios subjetivos, con presupuestos, con ideología. Lo
mejor que podemos hacer es poner esto encima de la mesa, e incluso
poner nuestra propia posición también. En este sentido lo primero que hay
que decir es que los medios de comunicación no son meros “transmisores
de información”, no se dedican sólo a “contar la realidad, informar”. Lo que
más me interesa hoy es señalar el papel productor de los medios de
comunicación. Estos medios no “informan”, o si lo hacen es en el sentido
de “dar forma”, de formar. Los medios crean imágenes, ideas, opiniones,
categorías, tienen una influencia enorme en la sociedad, configuran a la
propia sociedad. Y lo hacen desde un punto de vista.
En este marco es donde cobra sentido un análisis sobre los medios de
comunicación en relación a los gays y las lesbianas. Lo primero que nos
llama la atención al ver la televisión, escuchar la radio o leer la prensa es
que el punto de vista es siempre heterosexual. Esto es importante porque
es lo más difícil de percibir, es un punto de vista tan arraigado y tan
generalizado que sencillamente no se ve. Pongo un ejemplo: el asesinato
de Matthew Shepard. Por si no lo recuerdan, se trata de un gay
estadounidense que murió a manos de tres jóvenes el año pasado en
Estados Unidos. En toda la prensa mundial el caso se presento de la
siguiente manera: “un joven es asesinado por ser homosexual”.
Aparentemente es un titular neutro, o bastante respetable o nada ofensivo.
Pero si se analiza desde una perspectiva no heterosexual, vemos que hay
un alarmante error de perspectiva: la culpa está en cierto modo del lado
del asesinado, hay algo en él que tiene que ver con ser asesinado, es
homosexual, y eso parece la causa del asesinato. Lo voy a plantear más
claramente: un periodismo no heterosexista podría haberlo formulado así:
“tres jóvenes heterosexuales homófobos asesinan a un joven”. Este titular
desvelaría mejor la verdad: que la culpa del asesinato la tienen tres
personas homófobas, y un régimen de socialización y de educación –el
estadounidense- que incita al odio y al crimen de las personas con
sexualidades diferentes a la heterosexual.
Volviendo al hilo inicial, creo que es importante desvelar que los medios de
comunicación tienen un punto de vista heterosexual, y que eso tiene
efectos en la imagen que se hace la sociedad de gays y lesbianas. Hay otra
cosa que quizá parece obvia pero que conviene decir: partimos de un
marco social donde existe homofobia, donde la integridad de gays y
lesbianas se ve amenazada a menudo, donde se vive con miedo. A partir
de esto, podemos ver la responsabilidad que tienen los medios de
comunicación en la consolidación de la homofobia o en lo contrario, y
también podemos ver qué tipo de representación ofrecen de los gays y
lesbianas, porque van a ser esas representaciones las que van a influir en
nuestras vidas. Insisto en la palabra “representación” por algo: la mayoría
de la sociedad no ha tratado nunca con un gay o una lesbiana, quiero decir
sabiendo que lo son, de manera que el único acceso o el único
conocimiento que tienen se basa en las imágenes, en lo que han oído o
leído o visto sobre gays y lesbianas. En esto el régimen del armario es
fundamental: en una sociedad que amenaza las orientaciones no
heterosexuales con el odio y la agresión, la mayoría de los gays y lesbianas
se esconden, no muestran con naturalidad sus deseos ni sus afectos, como
hacen continuamente los heterosexuales. El lugar vacío dejado por los gays
y lesbianas que están en el armario –la inmensa mayoría- es ocupado por
una REPRESENTACIÓN, por noticias, fotos, textos que hablan sobre
nosotros, pero sin que nosotros tomemos la palabra.
También es significativo dónde se colocan ese tipo de noticias sobre
lesbianas. Aparte del hecho de que rara vez alcanzan la portada
periódico, actos reivindicativos de carácter claramente político se
sistemáticamente en el apartado de “sociedad” si tienen
protagonistas a gays o lesbianas.
gays y
de un
ubican
como
El tipo de personas a las que se invita en los programas de televisión sobre
gays y lesbianas dice mucho del pasado y del presente de la homofobia. No
voy a extenderme sobre la tradición médico-psiquiátrica y sus prácticas
terroristas contra gays y lesbianas, creo que casi todos conocen su función
histórica en la consideración de la homosexualidad como enfermedad, y el
daño que eso ha hecho. Lo mismo ocurre con la iglesia católica, que se ha
encargado de llevar a la hoguera a miles de gays y lesbianas en su historia
y que actualmente sigue promoviendo el odio hacia nosotros. Pues bien,
precisamente en las tertulias de las televisiones siempre nos encontramos
a un cura, a un psicólogo y a un médico cuando se trata de hablar sobre
gays y lesbianas. Para el pobre gay que suelen invitar aquello debe de ser
como ir al Tribunal de la Inquisición. Lo importante de este planteamiento
es que la televisión, un medio poderosísimo de creación de opinión, está
así legitimando la pertinencia de esos enfoques: el gay como pecador,
como enfermo mental, como ser anormal y desviado. Lo peor no son las
barbaridades que dicen, sino el hecho de invitarles. Esto, que con otros
colectivos se consideraría casi un delito de apología del racismo, se
consiente y promueve tranquilamente en los medios españoles. Lo mismo
ocurre con los chistes de mariquitas, que amenizan frecuentemente los
programas de radio y televisión burlándose e insultando a los maricas con
total impunidad. Me gustaría ver lo que duraría en antena uno de esos
tertulianos si hiciera chistes antisemitas o racistas con la misma alegría.
Sus propios compañeros le llamarían la atención, ¿por qué no ocurre esto
con los chistes homófobos?
En el fondo estoy hablando de relaciones de poder. De quién tiene el poder
de crear una imagen de los gays y las lesbianas (y sólo una), el poder de
hablar sobre nosotros, y el poder de darnos o quitarnos la palabra. La
cuestión no es que “nos dejen hablar”, no tiene sentido simplemente pedir
la palabra, la cuestión es que en esos medios no podemos nombrarnos a
nosotros mismos, sino que ese poder mediático distribuye cómo y cuándo
hay que aparecer.
En esto hay un ejemplo muy notable últimamente: si han observado los
programas del corazón que proliferan en las televisiones desde hace
meses, si han tenido aguante para eso, se habrán fijado en algo muy
curioso: aparecen aquí milagrosamente presentadores con mucha pluma
participando y promoviendo cotilleos y rumores de la prensa del corazón.
Son una especie de “gay florero” que anima el programa con su despliegue
de colores: para eso sí existimos, si los directores del programa deciden
que ”aquí usted va a soltar pluma como un descosido”, no hay problema, el
chico de turno va y hace su papel. Una vez más, mi crítica no es aquí
contra la pluma, sino contra la administración que el poder hace de ella.
Esto nos lleva a otro de los tópicos o malentendidos de los medios de
comunicación: si una persona muestra en esos medios que es gay o
lesbiana, se le juzga como “exhibicionista” y se apela a la discreción y a la
intimidad. Si un varón heterosexual habla de su mujer en ese mismo
medio, se considera lo más natural del mundo. No digamos ya si lo hace en
la llamada prensa rosa, donde el alarde de heterosexualidad es
espectacular.
Lo que subyace en esos tratamientos informativos o de opinión es bastante
sencillo: ser gay o lesbiana es algo malo, algo ofensivo, algo que hay que
evitar que aparezca a la luz. La prueba de que esto es así la encontramos
en un nuevo fenómeno social, la salida del armario heterosexual. Este
fenómeno se da cuando se dice en un medio que alguien que es
homosexual, y se produce una reacción de pánico que lleva a esa persona
a publicar a los cuatro vientos que es heterosexual. El caso más excesivo
fue el de Alejandro Sanz, quien, a partir de una columna donde se decía
que era gay, plantó una querella por ofensas contra la periodista. Pero lo
pero de todo no fue eso, sino la sentencia, que daba la razón a Alejandro y
confirmaba así la idea de que la homosexualidad es en sí mismo algo malo,
puesto que es ofensivo que se presuma de alguien esa conducta. La salida
del armario heterosexual de Alejandro Sanz le ha llevado incluso a
presentar un videoclip en el que se acuesta con seis mujeres, por si
quedaba alguna duda.
"En los medios hay un silencio muy llamativo, una omisión
continua, una ausencia de las lesbianas como sujetos sociales,
como creadoras, artistas, trabajadoras, productoras de discursos y
formas de vida, con problemáticas propias, con reivindicaciones.
Nada de su mundo o sus mundos trasciende en ningún medio, salvo
en algunos mensajes de la publicidad. Y en estos casos se trata de
una construcción heterosexual o machista de la lesbiana, como una
mujer de plástico para ejecutivos".
El caso más curioso de tratamiento informativo es el que se da con las
lesbianas, sencillamente porque no existe tal tratamiento. Y como los
medios configuran la realidad, la realidad para mucha gente es que las
lesbianas no existen. En los medios hay un silencio muy llamativo, una
omisión continua, una ausencia de las lesbianas como sujetos sociales,
como creadoras, artistas, trabajadoras, productoras de discursos y formas
de vida, con problemáticas propias, con reivindicaciones. Nada de su
mundo o sus mundos trasciende en ningún medio, salvo en algunos
mensajes de la publicidad. Y en estos casos se trata de una construcción
heterosexual o machista de la lesbiana, como una mujer de plástico para
ejecutivos. La mirada que hay en la publicidad con lesbianas no es una
óptica lesbiana (y eso que hay infinitas ópticas lesbianas). Estos días se ve
en un anuncio de Gafas Dior en los escaparates de las ópticas la siguiente
imagen: dos mujeres muy sofisticadas y “femeninas” mostrando los
muslos, con la piel embadurnada de aceite, agarrándose la una a la otra y
mirando a la cámara con morritos de invitación sexual... para tíos heteros.
Volvemos a lo mismo, los autores de la publicidad, al igual que los
responsables de medios de comunicación, plantean una mirada
heterosexual, y configuran un tipo de gay o de lesbiana, en definitiva,
construyen socialmente eso que se llaman “la homosexualidad”.
Esta construcción social de una imagen estereotipada tiene también efectos
sobre los propios gays y lesbianas. Ricardo Llamas ha analizado esto en un
excelente libro que se llama “Miss Media”. En él plantea que el problema no
es sólo la responsabilidad de los profesionales de los medios en promover
la homofobia, sino el peligro de que para muchos gays o lesbianas esa
imagen estereotipada es la única referencia de sí mismos. De acuerdo con
eso, muchos gays pueden pensar: “como soy gay acabaré siendo un
psicópata o me suicidaré, porque en todas las pelis acabamos así”, o “como
soy gay me tengo que pasar el día en discotecas y viajando, porque en
todos los medios dicen que ese es nuestro modo de vida”. Desde los
medios se ha construido una comunidad homogénea, un estereotipo que
constriñe la diversidad que puede haber en las prácticas o la vida de gays o
lesbianas.
"El problema para mí no es tener una mayor o menor presencia en
los medios, sino decidir por nosotros mismos cómo y cuándo
participar en ellos o producirlos".
El problema para mí no es tener una mayor o menor presencia en los
medios, sino decidir por nosotros mismos cómo y cuándo participar en ellos
o producirlos. No hemos avanzado nada si es el poder mediático el que
decide todo, con fines más o menos morbosos. Por ejemplo, una actitud
militante y subversiva como salir del armario ha sido utilizada por
"Interviú" (magazine internacional) como carnaza para morbo: “el cura
fulanito sale del armario, veamos el calvario que ha sido su vida”. De
pronto Interviú habla de un gay y se hace portavoz, pero una vez más sólo
con una actitud de manipulación y de compasión: “pasen y vean el
misterioso mundo de los gays, su tragedia, su dolor”. Esta es una de las
paradojas más fuertes de los gays y lesbianas respecto a los medios de
comunicación: si no salimos, es un silencio excluyente que tapa nuestras
reivindicaciones; si salimos es o como una especie de ratas objeto de un
estudio científico, o para ver qué dice un cura de nosotros, o como un
adorno exótico para programas del corazón. Entonces la cuestión no es
salir o no salir, sino ver quién tiene el poder de decidirlo, y el poder de
decidir las formas de aparición. No se trata de participar sea como sea, a
veces se nos pide que no llamemos la atención, o que la llamemos mucho,
o que montemos un espectáculo discutiendo a gritos en un programaencerrona con un neonazi y un cura.
La solución a este estado de cosas pasa por varios ejes: por un lado, seguir
observando los medios y denunciar sus conductas homófobas, desde los
colectivos, e individualmente. Cuando hablo de colectivos me interesa decir
aquí que combatir la homofobia no es sólo un problema de maricas o
lesbianas militantes. En 15 años de activismo social con okupas, insumisos,
radios libres o con otros movimientos sociales, he observado bastante
reticencia o desinterés sobre este tema. Siempre había otras causas más
importantes, siempre se dejaba eso de la homofobia para lo último, cuando
no desaparecía de la agenda. Yo entiendo la lucha contra la homofobia
como una lucha política, articulada a otros movimientos de liberación
contra la opresión, la injusticia o el fascismo, y por eso mismo todas las
personas que tienen un compromiso revolucionario deberían asumir esta
lucha como propia.
"Otro eje pasa que los gays y las lesbianas tomemos la palabra y
creemos medios de comunicación alternativos, desde nuestros
puntos de vista. En los últimos años han ido apareciendo
numerosas revistas hechas por gays y lesbianas con un discurso
propio".
Quizá lo más interesante de la prensa gay y lésbica es cómo reproduce la
propia lucha de clases que se da en toda la sociedad. Los gays y las
lesbianas estamos atravesados también por nuestra posición de clase, por
ello cierta prensa gay se identifica con el modelo capitalista de consumo,
mientras que otras publicaciones hacen una crítica radical a este sistema.
Para terminar este rápido análisis de los medios de comunicación, quiero
insistir en la responsabilidad de los propios profesionales de los medios,
debemos recordarles que son creadores de opinión y que deben evitar ese
tipo de manipulaciones donde se promueve directa o indirectamente la
homofobia.
Como marica también me parece importante no caer en esas
identificaciones que nos ofrecen los medios de comunicación, sino ser
capaces de producir nuestras propias formas de identidad y de vida,
variadas, subversivas, que disuelvan esos estereotipos que nos intentan
ceñir en categorías de conducta o de moda. Esa sí es una responsabilidad
de los gays y de las lesbianas, y en este sentido reivindico precisamente
romper con la normalidad, utilizar el lugar de exclusión que nos han
atribuido como una herramienta para cuestionar el orden social. Si este
orden social tan aburrido, represor, manipulador, y mentiroso me ha
calificado como anormal, prefiero luchar desde este lugar excluido que
implorar una integración en sus medios a cualquier precio.
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