Introducción. Entrar a Pompeya muy temprano, antes de que comiencen a...

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Introducción.
Entrar a Pompeya muy temprano, antes de que comiencen a llegar los primeros turistas, o esperarse para ser
de los últimos de la jornada en abandonarla, provoca una sensación un tanto sobrecogedora. Parece que en
cualquier momento puede terminar la hibernación de la ciudad y que sus habitantes van a salir a la calle; los
carruajes, a pasar por sus calles estrechas; las tiendas y templos, a abrir sus puertas.
Transitar por las mismas aceras por las que caminaron hasta el año 79 de nuestra era, año en que fue sepultada
por la erupción del Vesubio, los ciudadanos que habitaban esta ciudad, colonia romana desde el año 80 antes
de Cristo, es un privilegio que sólo ha sido posible desde hace unas pocas décadas.
Sin embargo, la acción de hierbas silvestres que crecen por doquier, la contaminación atmosférica, la invasión
de turistas, casi dos millones de visitantes al año, muchos de los cuales no dudan en llevarse como recuerdo
parte de un antiguo fresco, dejando en su lugar una pintada, han hecho sonar las alarmas de los
conservacionistas.
Después de resucitar, Pompeya puede volver a morir por segunda vez. El escaso presupuesto dedicado a su
mantenimiento y vigilancia hace peligrar un lugar como Pompeya, reconocido finalmente este mes por la
UNESCO como patrimonio histórico−artístico de la Humanidad.
TRAS EL TERREMOTO, EL VOLCÁN
Pompeya, cuyos orígenes se remontan al siglo VIII a.c., no se había repuesto aún de las terribles secuelas del
terremoto del año 62 de nuestra era, cuando sobrevino la erupción del Vesubio y quedó enteramente sepultada
y abandonada por generaciones. La amplia superficie que ocupaba se convirtió en un inmenso páramo
desolado.
La memoria se perdió hasta que a fines del siglo XVI, a causa de una obra cercana, se hallaron las primeras
huellas inconfundibles de las ruinas de la ciudad, todos creyeron que la erupción del volcán cercano había
pulverizado íntegramente la ciudad: a sus 20.000 habitantes, sus casas, tiendas, templos, termas, teatro,
gimnasio, foro...
Plinio el Viejo y las tripulaciones de la flota romana del Miceno que él dirigía perecieron también, víctimas de
las emanaciones tóxicas del volcán, cuando intentaban prestar socorro con sus naves, basadas en Mesina, a la
ciudad amurallada. Todo transcurrió en unas pocas horas y pocos fueron los supervivientes.
Las primeras exploraciones arqueológicas realizadas de forma sistemática en la zona fueron ordenadas por el
entonces rey de Nápoles, Carlos de Borbón, en el siglo XVIII.
La presencia de docenas de cuerpos humanos y de animales domésticos petrificados por la acción de las
cenizas volcánicas, dan aún más realismo a esta ciudad fantasmagórica, con sus calles perfectamente
delimitadas; sus calzadas de adoquines en algunas de las cuales hasta se pueden ver las rodadas de los
carruajes; sus solares numerados y alineados sus numerosas edificaciones en pie.
La impresionante reconstrucción de esta ciudad que se ha hecho en los últimos dos siglos y medio permite
imaginar fácilmente −a pesar de las escasas señalizaciones− cómo el foro vertebraba las actividades públicas
centrales. Situado en pleno centro de la ciudad, el foro se hallaba en una plaza rectangular de 142 por 30
metros, con una tribuna para los oradores, estatuas de la familia imperial y ciudadanos ilustres, y a cuyo
alrededor se levantaban los edificios públicos, religiosos y civiles más significativos.
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Después de visitar el Templo de Vespasiano, por ejemplo, un ciudadano podía pasar por el Macellum, un gran
mercado construido en el primer siglo del imperio romano, o tal vez visitar las Termas Estabianas. Esas
termas públicas, las más antiguas de la ciudad, contaban con un gimnasio, una parte para mujeres y otra para
hombres, tres calderas cilíndricas que hacían pasar agua caliente debajo del pavimento y salas para distintos
tipos de baños.
Sobre la misma Vía de la Abundancia donde se hallan las Termas Estabianas, se han podido reconstruir las
numerosas tiendas y negocios de artesanos que se hallaban allí, y en muchas paredes se conservan incluso
pintadas originales de aquella época, con versos en algunos casos e insultos en otros. Lamentablemente, a
veces se confunden los antiquísimos graffiti con los que dejan los visitantes actuales.
Gracias a los documentos que se han conseguido rescatar en casas como la del banquero Cecilio Giocondo, se
ha podido reconstruir lo que era la vida mercantil de la ciudad.
Lujosas viviendas como la casa de los Vettii, en cuyo atrio se hallan dos grandes cajas de caudales (arcae) y
en sus paredes famosos frescos como el de Hércules y las serpientes; o la casa del Fauno, la de la Fuente
Grande o la de Milagro... dan idea de la opulencia de sus propietarios.
LOS PELIGROS
Todo aquello que el hombre pudo recuperar del esplendor de Pompeya durante estos dos últimos siglos corre
el riesgo de volverse a perder, si no se enfrentan decididamente los males que acechan Pompeya.
Un sitio como éste, el testimonio más completo del universo romano, está no solamente expuesto al sol, la
lluvia, el viento, las agresivas plagas herbáceas; también a los movimientos sísmicos: 12 hectáreas quedaron
seriamente afectadas por el terremoto de 1980 y todavía continúan cerradas al público.
La riqueza de los frescos hallados bajo los metros de ceniza volcánica dan idea de la opulencia de los
pompeyanos
Pero el hombre produce más estragos que la naturaleza sobre Pompeya, una ciudad que ocupaba 67 hectáreas,
44 de las cuales ya están exploradas −sólo 15 son visitables− y el resto espera que haya financiamiento para
hacerlo. En el periodo que va desde 1956 hasta 1997, Pompeya pasó de tener el 36% de su superficie visitable
a tener únicamente el 12%. Y todo por los problemas de mantenimiento.
No es anormal ver a grupos de turistas japoneses, que, prevenidos por los guías, descienden de sus autobuses
con las mascarillas anticontaminación ya puestas.
Hasta hace 50 años, Pompeya era visitada fundamentalmente por arqueólogos, historiadores, arquitectos y
estudiosos de la cultura romana, provenientes de todo el mundo.
Más tarde, tras sus descubrimientos, llegaría el turismo de masas, esos autobuses que depositan a las puertas
de la ciudad a diario, de promedio, unos 6.000 visitantes.
Sin duda, las 1.000 pesetas que pagan de entrada son bienvenidas por las arcas del Estado, aunque,
paradójicamente − hasta que Pompeya cuente con el estatuto de ente autónomo− éste sólo le devuelve una
tercera parte de lo que recauda, por lo que siempre está en déficit.
El príncipe Felipe ha sido uno de los últimos visitantes ilustres de la ciudad. Paseó por las 15 hectáreas
abiertas al público
La ciudad cuenta solamente con 140 guardianes, divididos en tres turnos, un número irrisorio para cubrir
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semejante superficie, para asesorar al visitante o para evitar los robos y acciones vandálicas. No falta quien
con un rotulador le pone bigotes a una figura en un fresco, o un condón a una estatua, incrusta su chicle en una
pintura antiquísima o el niño que salta sobre un mosaico para comprobar su resistencia.
En la Superintendencia de Pompeya, que dirige el arqueólogo romano Pietro Giovanni Guzzo, se reciben
todas las semanas paquetes provenientes de cualquier parte del mundo, con pequeños restos de frescos,
mosaicos u objetos de los más variados. Los remitentes son precisamente turistas arrepentidos que devuelven
−a veces después de años− piezas de gran valor que hurtaron durante su visita a la ciudad.
Ya solamente con sus pisadas, con las pisadas de los 6.000 visitantes diarios, los turistas contribuyen
involuntariamente a la erosión de los mosaicos de muchos atrios de viviendas, templos o termas, o a la de la
piedra tierna de las aceras y calzadas.
La falta de medios de los responsables de Pompeya impide que haya recorridos claros para el visitante, que le
permitan tener una idea más cabal de cómo estaba concebida la ciudad y cómo era la vida en ella. Algo que
también pudo comprobar el Príncipe Felipe, que aprovechó su participación en el II Fórum Civil
Mediterráneo, celebrado hace 15 días en
Nápoles para visitar las ruinas. Un año y medio se tardó en realizar el camino − de sólo 100 metros de
extensión− que conduce al Anfiteatro con la Villa de los Misterios y hay otros en proyecto que ayudarían
mucho al turista, pero que esperan la llegada de fondos.
Dentro de Pompeya tampoco es posible comprar una guía o un plano, hay que hacerlo fuera de ella, a los
vendedores ambulantes que se ofrecen incluso como guías para hacer el recorrido junto al visitante,
negociando el precio según la nacionalidad y nivel económico que transmite el turista a través de su atuendo.
A pesar de la impotencia que siente a diario la Superintendencia de la ciudad, su responsable, Giovanni
Guzzo, confía en que logre un drástico cambio en la situación, tras el estatus otorgado por la UNESCO y ante
el Proyecto Pompeya 2000 anunciado por el Gobierno, como parte de los festejos de fin de siglo.
Historia de Pompeya
La ciudad de Pompeya se encuentra a34 km. al sudeste de Nápoles en la desembocadura del río Sarno (Italia),
era una antigua ciudad de Campania, relativamente prospera, pero no una fuerza importante en la política o en
la cultura romana, Fue una fundación de los Oscos, siglo VIII a siglo VII d.C. que pronto quedo sometida a las
influencias griegas y etruscas. Participo en el levantamiento que dio origen a la guerra social y fue asediada
por Sula, en el año 80 se convirtió en la colonia Cornelia Veneria Pompeianorum. Merced a su excelente
situación, servia de puerto a Nola, Nuceria y Acerra.
Arte Pompeyano
Centro arqueológico romano más famoso. Ofrece una visión incomparable de todos los aspectos de la vida y
la civilización artística de una ciudad romana, habitada por una población de clase media. Los edificios
públicos de Pompeya estaban situados alrededor de los dos grandes centros de la vida de la ciudad: El foro
civil y el foro triangular. Dentro del área del primero se hallaban los templos de Júpiter y de Apolo (s. III); en
el siglo II, en el sector meridional de este, se construyo la Basílica. En la época republicana e imperial, se
levantaron los edificios públicos del lado oriental y meridional del foro: El Macellum, (Mercado), el atrio de
los lares públicos, el templo de Vespaciano, El edificio de la Eumaquia, el Comitium, La Curia, y el
Capitolium, (cede de los poderes públicos), en el foro triangular se levantaban el pórtico triangular, la palestra,
el teatro grande y el teatro pequeño (Odión). Fuera del área de los dos foros se hallaban el anfiteatro y las
termas; estas ofrecen elementos arquitectónicos y decorativos únicos en los edificios termales de Italia y del
imperio.
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La casa es el edificio que ocupa toda la atención del arquitecto pompeyano; En Pompeya se puede seguir su
evolución desde los siglos IV a III a la época imperial romana, Este proceso evolutivo va íntimamente unido
al de la decoración parietal, pintura y mosaico (casas del fauno, de las vestales, del Citarista de Menandro,
etc.). La pintura pompeyana comprende de varios estilos:
1.− De incrustación (Imitación del revestimiento marmóreo).
2.−Arquitectonico (composiciones arquitectónicas, de dos o más planos de profundidad, mediante el juego del
ilusionismo perspectivo).
3.−Ornamental (El esquema arquitectónico de la pared asume un papel esencialmente ornamental)
4.−Ilucionista (Todo el paño de pared se concibe como una simple composición de decorativa, de mero valor
iluminístico).
El aspecto general de la casa romana nos lo ha dado a conocer las ruinas de Pompeya, lo que estas nos
muestran son casas, regularmente de escasa altura y sin expresión en fachada, compuestas de sencillas
habitaciones que se agrupan en torno a varios patios interiores. La vida sé hacia precisamente en estos patios.
La coronación de los edificios, se complementaba con obra Musivaria, como el mosaico de la batalla de
Alejandro, de fina técnica, en opus Verniculatum (casa de Fauno). En las excavaciones de la ciudad se
encontraron un buen numero de esculturas en bronce y mármol de diversas épocas y gran cantidad de piezas
de artes menores.
Sus monumentos sirven de auténticos puntos o hitos de referencia, nosotros solo podemos limitarnos a una
rápida y simple mención: El foro y la Basílica, las casas y edificaciones, los templos, los mosaicos, las
pinturas y las artes menores.
El foro de Pompeya mide 157 m de longitud por 33 de anchura. Se entra a el por dos arcos, y en medio de los
cuales se alzaba el templo a Júpiter, desde aquí se extiende el gran rectángulo con columnatas. L basílica era
menor en sus dimensiones: 67 m de longitud, por 27,65 de ancho, de tres naves, con entradas laterales como
en general todas las basílicas.
En las calles de trafico comercial había tiendas en su lugar, las cuales eran alquiladas y ninguna comunicación
tenían con el interior de la casa. En algunas edificaciones se encuentran algunas tiendas en su exterior, que
suelen ser habitaciones poco profundas, abiertas a la calle y con el mostrador en mármol. Asimismo se han
encontrado panaderías con los molinos de harina correspondientes y el horno en un lugar adecuado.
Por lo que se refiere a los atrios, se han hallado de toda clase, de estilo toscano como tetrastilo o corintio.
Tipología.
Comparada con nuestras actuales moradas las calles romanas ofrecen un aspecto sobrio y parecen casi
fortalezas. No recibían la luz por la calle como ahora. Similares a las de oriente, las casas romanas se
proyectaban hacia un patio interior muy espacioso: el atrio. Una amplia abertura cuadrada practicada en el
techo de esta sala permitía entrada abundante de luz y agua de lluvia, que caía a una cisterna en medio del
atrio. En las casas más ricas, esta aparecía adornada como una fuente. Los habitantes también disponían de
agua potable, conducida desde las vertientes sitas al Norte del Vesubio, una especie de cámara pequeña
separaba el atrio de la calle. En Pompeya , los locales adyacentes a esta antecámara se alquilaban con
frecuencia para vivienda o comercio. A ambos lados del atrio se encontraban las habitaciones y otras salas
más pequeñas; no tenían ventanas sino grandes puertas abiertas todo el día.
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En las ruinas de Pompeya se puede apreciar que la ciudad contaba con muchos talleres y fabricas, en especial
de tafiletería, tejidos y tintorería. La ciudad poseía también tres termas y muchos establecimientos termales
menores, cosa admirable para una población de 20 mil habitantes, las organizaciones juveniles tenían un
edificio publico para ejercitarse en los deportes o manejo de las armas. Además de estos edificios públicos
tenia también teatros anfiteatros y templos. El foro y calles vecinas integraban el corazón de la ciudad centro
de su vida política religiosa y comunal.
Morfología.
Su posición sobre la costa en la desembocadura del río Sarno la convertía también en un centro natural de las
comunicaciones y el comercio regional ( si bien las erupciones del año 79 d.C. y de siglos subsiguientes han
alterado el curso del río, desplazando el litoral mas de una milla hacia el oeste). Las murallas de la ciudad
seguían los accidentes del terreno, extendiéndose a lo largo de un acantilado en el sur y en el oeste, y
atravesando una depresión en el noreste. Las carreteras partían en forma radial desde cada una de las 7 puertas
del oeste hacia el puerto y la desembocadura del río, del noroeste hacia Herculano y Nápoles, del norte hacia
las tierras de cultivo sobre las laderas del Vesubio, del noroeste hacia Capua, del este hacia Nola, del sudeste
hacia Nuceria, y del sur hacia Estabias. El plano de la ciudad revela signos de un desarrollo prolongado y
gradual. La parte antigua, en el ángulo suroeste, se centraba alrededor del foro y de los principales edificios
municipales− la cámara del consejo, los despachos de los magistrados, los templos de Apolo y Júpiter, las
instalaciones del mercado y la Basílica −. Los barrios restantes son desarrollos sucesivos planificados, y la
construcción de bloques simétricos en el barrio oeste representa probablemente la ultima obra edilicia de la
etapa. En el interior de la puerta de Estabias se hallaban el teatro y el odeón, con auditorios dispuestos en
forma de abanico; el teatro, al aire libre, ofrecía pantomimas y representaciones dramáticas; el odeón,
originalmente techado, era utilizado para concierto y declamación. En el ángulo este estaba el anfiteatro
elíptico donde se llevaban acabo combates de gladiadores y cacerías de bestias salvajes; próximo a él estaba la
palestra, un extenso terreno de entrenamiento y área de ejercicio al aire libre para los jóvenes de la ciudad.
Otros edificios públicos eran los baños turcos, mientras que un tercero fue comenzado después de los
temblores del año 62 d.C. Gran parte de la superficie restante comprendía viviendas, tiendas y pequeños
establecimientos industriales, yuxtaponiéndose a menudo los establecimientos más grandes con los más
modestos de un modo que sería apenas imaginable en la actualidad.
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