CORPUS CHRISTI CICLO A 2014

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CORPUS CHRISTI CICLO A 2014
CORPUS CHRISTI CICLO A 2014
Hoy es un día de profundo agradecimiento a Jesús, porque en la noche antes de su muerte, de su
Pascua, decidió quedarse siempre a nuestro alcance, siempre presente entre nosotros. Más aún:
quiso ser "verdadera comida" y "verdadera bebida" para esta poca cosa que somos cada uno de
nosotros.
Hoy lo celebramos especialmente. Pero tampoco es cosa de hacerlo una vez al año porque se
haga la procesión. Cristo nos espera con la mesa puesta cada domingo (incluso, para quienes sea
posible, cada día). Más aún: no nos espera cada domingo igual. Cada domingo nos espera con
mayor ilusión a la del domingo anterior para que crezcamos en nuestro amor.
Nuestra vida, nuestra existencia cristiana, no puede ser un camino plano, sin progreso, un simple
cumplimiento semanal que es en lo que se ha quedado para no pocos cristianos, y sin ninguna
repercusión en la vida. A pesar de nuestros pecados, de nuestras debilidades y dificultades, Jesús
se quedó aquí entre nosotros como alimento de vida, y lo hizo para que nuestra vida creciera y
para que ayudáramos a crecer a los demás Es decir, para que su amor en nosotros, comprensivo,
misericordioso, eficaz, abierto y acogedor creciera domingo tras domingo, semana tras semana,
y ese amor lo lleváramos a los demás. Por eso nuestra vida cristiana no puede ser un
encefalograma plano, una rutina, un cumplimiento. Que no.
Antes de morir, Jesús -que previó su final- hace algo insólito que va a dar sentido a todo el futuro
del cristianismo: se ofrece a sí mismo, no sólo como víctima, sino incluso como comida y bebida:
"Este es mi cuerpo, ésta es mi sangre". Traicionaríamos el gigantesco testamento eucarístico de
Jesús si no tenemos presente que El sigue vivo entre nosotros, aunque se le olvida y se le relega
con frecuencia, a pesar de que, "su" comida y "su" bebida nos dan la vida.
"HACED ESTO EN MEMORIA MIA". En veinte siglos de "memoria" del Jesús del Evangelio, ¿qué ha
quedado entre nosotros de su imagen? La pregunta "¿Jesús, quién eres?", O "Jesús, ¿dónde
estás?" sigue estando latente en muchos corazones limitados y olvidadizos. Día tras día los
cristianos celebramos la "memoria" de Jesús sacramentado en la Eucaristía, pero para muchos se
ha convertido en una autentica rutina. ¿Cómo hacer frente a esta rutina?
Siguen los asesinatos fraternos, continúa la ambición de poseer del hombre, las traiciones, la
utilización del prójimo para el propio provecho, la intolerancia, los fundamentalismos, los
grupitos selectos y todo eso entre los que se dicen cristianos.
Es verdad: no es ahora su "presencia física" la que aparece, la cual hubiéramos admirado. Su
recuerdo, su memoria se ha hecho "sacramento", "símbolo" y "celebración comunitaria", ¿pero
tiene consecuencia en la vida de muchos cristianos? Porque Cristo no sigue presente solo en la
Eucaristía, sino también en los pobres, en los perseguidos, en los excluidos, en cualquier
necesitado de pan y amor.
-"Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis la sangre, no tendréis vida en vosotros...
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día... Mi
carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida... El que come mi carne y bebe mi
sangre habita en mi y yo en él... El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del
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El Evangelio de hoy nos da todas las pistas necesarias para que el misterio del Cuerpo y Sangre de
Jesús no continúe quedando reducido a un mero recuerdo y rito.
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mismo modo el que me come vivirá por mí... El que come de este pan vivirá para siempre..." ¿Por
qué quedan reducidas todas estas sentencias de Jesús a meros enunciados para muchos
cristianos? No amigos, el cristianismo no puede continuar engañándose.
Se hace preciso, necesario, urgente, recordar su más profundo significado, para que su vida, su
muerte, su entrega como bebida y comida no queden en lo que han quedado para muchos: en
un mero cumplimiento.
Se hace inexcusable, pues, un análisis crítico de nuestras Eucaristías. Un análisis crítico no quiere
decir "destruirlas", sino "perfeccionarlas", darles sentido, darles vida, alejarlas de la rutina, la
mentira y los pobres cumplimientos obligados, porque la Eucaristía no es una obligación sino
una necesidad para quien se considere cristiano, haber si lo aclaramos de una vez.
Comer y beber "la Vida que es Cristo" es comer y beber el amor a la vida y todo lo que ésta
conlleva: libertad, justicia, participación, hermandad. Una Eucaristía que quede reducida a un
mero acto litúrgico es una traición a la última cena de Jesús, de la cual nació, nada más y nada
menos, toda una Iglesia. Y no nació de aquella primera Eucaristía una Iglesia "de papel, de
requisitos, de mandamases y súbditos aborregados y sumisos", sino una iglesia de hermanos, de
apóstoles, de testigos, de mártires. Porque esta última es la autentica Iglesia que fundo el
Maestro el Jueves Santo.
Por eso he dicho en no pocas ocasiones y repito, que hasta que no volvamos a la Iglesia naciente
del cenáculo no será creíble, porque sencillamente no es la que fundo Cristo, así de simple.
Comer y beber la carne y la sangre de Jesús es alimentarse y alimentar a una
sociedad raquítica y necesitada de Jesús y de todo lo que representó Jesús.
Comer y beber la carne y la sangre de Jesús es decidirse de una vez a que a
través del ejemplo de la jerarquía que falta hace, desaparezcan de la Iglesia
los insultantes clasismos, las vanaglorias, los puritanismos de no pocas
instituciones pías y clero que se consideran dueños y señores, tribunales y
jueces para excluir y marginar a no poca gente, cuando la Iglesia lo que tiene
que ser es madre misericordiosa que acoge.
Es triste, doloroso y lamentable que durante veinte siglos la Iglesia de Cristo
haya venido realizando diariamente tantos miles de Eucaristías, y todavía se den en la propia
Iglesia tantas contradicciones, tantas diferencias y tanta falta de amor. ¿Pero que clase de
Eucaristía celebra la persona que no desprende amor sincero para con sus semejantes, sean o
no de su raza, lengua o país?
Amigos, comer del mismo cuerpo, beber de la misma sangre, implica un tremendo y serio
compromiso comunitario entre los cristianos y para con los que no lo son. ¿A qué ha quedado
reducido este compromiso? ¿”LO TUYO ES TUYO Y LO MIO ES MIO”? No amigos, lo tuyo y lo mío
es de nosotros, de todos. En el cristianismo la palabra clave es nosotros, porque si no, la
Eucaristía queda reducida a un acto personal muy pío, pero falso.
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Jesús avisó de que "podíamos comer y beber nuestra propia condenación participando en la
Eucaristía". ¿No sucede esto cuando se participa en la Eucaristía pero no se comparte el
sufrimiento del pobre, del que le falta el trabajo, el salario, la vivienda, la opinión, la cultura?
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Por eso hoy es día también, de verdadera revisión comunitaria del mandato de la caridad, que
dimana de la Eucaristía.
Cuando la comunión se entiende sólo como «mi comunión», asunto privado entre Jesús y mi
alma, el cuerpo de Cristo que es la Iglesia se desintegra: cada uno come su propio pan, y éste ya
no es el «pan que partimos».
La comunión sólo es auténtica cuando no se privatiza y se apropia uno de ella. Sino cuando
comulgar con Cristo significa también comulgar con los hermanos, más aún, con todos los
hombres: recibimos un cuerpo que se entrega por nosotros y por todos los hombres. El que
comulga se compromete con Cristo, se compromete con los que son y con los que no son de
Cristo, se compromete con el sacrificio de Cristo, con la salvación del mundo.
Un teólogo francés decía: «No se puede creer impunemente», es decir, no se puede creer sin que
tenga consecuencias en nuestra vida. Y podríamos decir también hoy: no se puede celebrar la
Eucaristía impunemente, no se puede comulgar en el Cuerpo y la Sangre de Jesús sin que tenga
consecuencias en nuestra vida.
No podemos comulgar de espaldas al mundo y a los hermanos. No podemos pertenecer a la
Iglesia, como se pertenece a un club para utilidad propia. La eucaristía funda a la iglesia como
comunidad de servicio al mundo, como prolongación del cuerpo de Cristo, que se ofrece en la
cruz por la vida del mundo.
De ahí que la comunión, al tiempo que nos incorpora y mantiene en la Iglesia, nos vuelca y
compromete en el servicio a los hombres, en solidaridad con todos y especialmente de los
pobres, necesitados y excluidos no solo de pan sino de amor.
Por eso no comulgamos de verdad, si reducimos nuestra solidaridad a la espiritual y la
negamos a los demás ámbitos de la vida. No tomamos en serio la comunión, si no tomamos en
serio la vida, la justicia, la fraternidad y la verdad.
Está muy bien la procesión en la que sacaremos a Cristo en la Custodia a la calle, pero el Señor
nos pide que seamos nosotros custodias vivas para llevar su amor a los demás. Y además
tenemos 365 días para serlo, porque el peligro es solo quedarse en la procesión de hoy en la que
llevamos a Cristo por la calle.
No, Cristo prefiere que seamos nosotros esos otros cristos que durante el resto del año llevemos,
nos entreguemos a los demás, para que nadie se quede sin ese alimento de amor y de salvación
que es la Eucaristía.
¡Ah qué compromete!. Pues claro, el que no este dispuesto al compromiso que comporta la
Eucaristía-como dice el Papa Francisco-vale mas que no vaya a la Iglesia. Así de claro. "Seguir y
comulgar a Jesucristo no es neutro, exige involucrarse, comprometerse, entregarse. Se
entiende ¿verdad? Pues manos a la obra que falta hace.
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Que cada uno reflexione, que se decida a abrir los ojos y ver la realidad de lo que significa la
Eucaristía; que se aventure a salir del cascarón del falso cristianismo, y descubrirá... lo que es
evidente.
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