Atributos del lenguaje

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¿Entretenimiento o comunicación?
Cuando la facultad de pensar comenzó a germinar en el ser humano, los pensamientos fueron
tomando forma y evolucionando en su mente. Llegó un momento en el que el hombre sintió la
imperiosa necesidad de comunicarse con sus congéneres, contarles, contrastar con ellos todo lo que
interior y exteriormente veía y sentía. Ese impulso de exteriorizar ideas, sensaciones o sentimientos,
desembocó, poco a poco, en el nacimiento de lo que hoy conocemos como lenguaje, la gestualidad
y el sonido, en un principio de forma simple y gutural, constituyeron sus primeras manifestaciones.
Su desarrollo, el enriquecimiento paulatino de los mismos, conformaron la base sólida que permitió
una comunicación fluida entre individuos, grupos sociales y familiares, clanes, pueblos, que más
tarde conformarían los diferentes países, dando, así, lugar a lo que actualmente conocemos como
jergas, dialectos e idiomas.
El hombre, como ente gregario, necesita para su desarrollo convivir y desenvolverse en grupos
de seres semejantes a él, participando de los mismos intereses, proyectos, aprendizaje y evolución.
Para vivir en sociedad debe optimar su capacidad de comunicación, un necesario acto social que
requiere saber expresar mediante símbolos, los objetos, ideas, pensamientos, que percibe y maneja,
tratando de comprender, a la vez, los que manejan los demás. El intercambio de comunicación, la
necesidad de crear, de aunar vínculos y conceptos para entenderse, propició y dio lugar, no solo al
lenguaje, sino también, a la formación y crecimiento de la sociedad. El humano, ha sido y es, el
único ser vivo que, aquí en la Tierra, está dotado de capacidad suficiente para crear, abstraer y
expresar el pensamiento, llegando a representar simbólica o realmente, de una forma consciente,
todo lo que existe a través de conceptos, definiciones, signos gestuales, el lenguaje y la escritura.
Las diversas facetas de esta facultad, han supuesto y suponen, un eficiente vehículo de
comunicación y desarrollo.
La capacidad del hombre para acceder al lenguaje es innata. Cuando nacemos ya disfrutamos,
de manera inconsciente, de todo un código de señales que acabamos trasladando a la consciencia, a
veces intuitivamente y otras, al mostrarse visibles a nuestros sentidos.
Asumirlas y
complementarlas, exige un aprendizaje que se desarrolla a través de las propias experiencias, las
relaciones familiares, sociales y culturales en las que el individuo se desenvuelve. El lenguaje, a
pesar de estar regido por normas sociales, adquiere en cada persona una manera diferente de
manifestarse, de acuerdo con las características psico-físicas y espirituales individuales, de tal
forma, que, a través de lo que el individuo nos transmite con sus palabras, gestos y actitudes, puede
llevarnos a perfilar cómo es.
Para que exista comunicación, son imprescindibles dos elementos: un emisor, dotado de
características propias, que pertenece a una determinada sociedad y cultura, posee ciertos
conocimientos, goza de experiencia y se encuentra afectado por un estado de ánimo puntual, que
desea transmitir sus informaciones a otro individuo o individuos, inmersos en circunstancias
similares o diferentes, a los que denominamos receptores, con el objetivo de llegar a una mutua
comprensión. La comunicación habrá cumplido su objetivo cuando las palabras o conceptos
transmitidos son correctamente entendidos por los receptores. El lenguaje, un ente vivo y dinámico,
se encuentra en continuo movimiento, evoluciona enriqueciéndose, al adoptar nuevas palabras y
expresiones que surgen con los cambios de costumbres y formas de vida, acomodándose a ellos. A
veces involuciona, se empobrece perdiendo o eliminando palabras y expresiones. En otras
ocasiones, generalmente debido a motivos políticos y movimientos sociales o culturales, la lengua
cae en desuso acabando por desaparecer. En la actualidad, a través de las nuevas tecnologías,
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asistimos a un proceso de simplificación de palabras que acaba convirtiéndolas en meras
caricaturas, ofreciendo la sensación de que ideas y pensamientos cada vez son menores y de peor
calidad.
DIFERENTES FORMAS DE LENGUAJE:
Los medios básicos de comunicación empleados por el ser humano son, el lenguaje oral y la
escritura. La comunicación oral o verbal está formada por sonidos emitidos a través de la voz que
surgen de forma natural, esencialmente coloquial suele estar impregnada de sentimientos y
gestualidad. A veces brota como fruto del pensamiento y razonamiento, otras, es espontánea e
incluso irracional. Sirve, no solo para comunicarse con los demás seres, sino también con uno
mismo. Por su parte, la comunicación escrita está formada por signos gráficos a los que llamamos
letras, figuras que representan los distintos sonidos emitidos por la voz. Se comenzó a usar tras una
larga evolución del ser humano, mucho después que la transmisión oral. La escritura es menos
espontánea y natural, ya que lo que se escribe, ha sido generalmente pensado y meditado, carece de
gestualidad, está sometido a normas y protocolos, encontrándose dirigido por una metodología que
va desde la ortografía a los signos de puntuación, lo que le convierte en más rígido que lo oral. En
contrapartida, es más perdurable, da testimonio del pasado, deja constancia de la actualidad e
incluso puede referirse al futuro. Muchos testimonios de la historia, cultura y sabiduría de los
antiguos pueblos, han llegado hasta nosotros a través de la tradición oral, pero debemos a la
escritura, en sus distintas modalidades, la expansión y conocimiento general de los mismos.
A través del lenguaje expresivo exteriorizamos ideas, pensamientos, sentimientos y vivencias.
Nos referimos al receptivo, cuando hablamos de la capacidad de captar y comprender lo que se nos
transmite.
Existen diferentes formas de ejercer la comunicación, condicionadas por las características
personales de los comunicantes, la educación familiar y religiosa recibidas, además del contexto
social y cultural en el que se desenvuelven. Es la razón por la que nos encontramos con un tipo de
lenguaje que denominamos vulgar, usado por las masas del pueblo llano y otro definido como
culto, que responde a un nivel económico, social y cultural más elevados. Debemos tener en cuenta,
también, el que podíamos llamar técnico o profesional, dotado de características especiales, que
usa normas y palabras específicas, relacionadas con las diferentes profesiones. Saber hablar y
expresarse armoniosa y correctamente, siempre ha sido un indicio diferenciador de estatus,
educación, formación y poder.
El dibujo y la pintura al igual que la escritura, son formas gráficas de transmisión. Fueron
usados desde la prehistoria como documentos difusores de la realidad, cultura y sentir de los
pueblos. El hombre plasmó de manera estética, a través de trazos realistas o simbólicos, todos los
conocimientos, costumbres, como la caza, temas relacionados con la vida de la comunidad, anhelos,
miedos y misterios físicos y religiosos, incluso su propio mundo interior. Dibujaban en las paredes y
los techos de las cuevas en las que habitaban o tenían sus centros místicos, era su forma de
expresarse a la hora de pedir, conjurar o informar. A través de trazos cada vez más evolucionados,
surgieron las primeras letras y escrituras organizadas que han llegado hasta nosotros, Cuneiforme y
Geroglífica. Por otra parte, la danza, acompañada de gesticulación y movimientos corporales,
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supuso y sigue constituyendo, un medio efectivo de comunicación a la hora de contar historias y
expresar emociones.
Recuerdan las películas mudas? Durante un periodo de tiempo de la historia del cine,
distrajeron e hicieron disfrutar al público con obras en las que la mímica lo abarcaba todo. Carecían
de sonido y sin embargo, se comprendía perfectamente lo que deseaban transmitir, no era necesaria
la voz para comprenderlas. El ser humano posee gran habilidad, en parte innata y en parte
aprendida, para interpretar las señales que otros nos envían a través de posturas, miradas y gestos.
Pueden considerarse actitudes, a veces inconscientes o involuntarias y otras, emitidas con plena
consciencia e intencionalidad, que nos indican lo que la persona con la que nos comunicamos
piensa, siente y es. La gestualidad está siempre presente en nuestras relaciones, a través de ella
completamos y reforzamos lo que decimos, una mueca, una ademán, reflejan el pensamiento mejor
que las palabras, dándose, en ocasiones, la paradoja de que lo gesticulado está en total contradicción
con lo que verbalmente se expresa, actitud que induce a la desconfianza y deja patente la mentira e
hipocresía en la que se incurre.
Las señales emitidas a través de la gestualidad son múltiples: miradas, posturas y movimientos
de las diferentes partes del cuerpo e incluso, la indumentaria. Todo tiene su significado, habla por
nosotros, delata emociones, refuerza o contradice lo que oralmente expresamos. Si nos fijamos en la
sonrisa, observamos que puede surgir desde franca y amable, hasta falsa, sardónica o llena de odio
y desprecio, sin olvidar la media sonrisa, picarona, desconfiada o cuajada de indiferencia. En cuanto
a la mirada, ofrece tantas facetas como la sonrisa, la directa y frontal que mira los ojos del
interlocutor, nada tiene que ocultar o trata de persuadir, la esquiva y ladeada, muestra desagrado,
inseguridad o que trata de ocultar algo, la que oscila de un lado hacia el otro, denota aburrimiento o
negación. En cuanto a la indumentaria y arreglo personal, marcan el estatus y grupo al que
perteneces, con el que te identificas o con el que te gustaría que te relacionasen.
Timbre de voz, pausas al hablar, sonrojo, palidez, sudoración, alzamiento de barbilla en plan de
soberbia o poder, movimientos de pies, manos u hombros, todos son gestos que hacemos,
inconscientes la mayor parte de las veces, pero altamente significativos y que complementan lo que
verbalmente expresamos. El valor que adquieran estará sujeto al contexto en el que se lleven a cabo,
ya que su significado depende de normas culturales o necesidades particulares específicas,
tengamos en cuenta, por ejemplo, el lenguaje empleado por y con los sordos y sordomudos. Aún a
riesgo de perder espontaneidad, el control de la comunicación no verbal, es trascendente a hora de
desenvolverse en sociedad, casi tanto, como el dominio correcto del lenguaje.
El lenguaje metafórico es esencialmente usado por escritores y poetas. Consiste en transformar
palabras y conceptos que son sustituidos por otros, de manera que, con formas idealizadas
generalmente más estéticas y bellas, se obtiene el mismo significado.
Los símbolos constituyen una parte importante en el proceso de comunicación. Son
expresiones profundas del hombre que representan ideas, reflejan pensamientos y conceptos,
resumen con eficacia aquello que vemos física o mentalmente y ofrecen, de manera esquemática,
una información rápida de las cualidades, importancia y significado de lo que se desea transmitir.
Pueden ser realistas y fáciles de reconocer, cuando presentan similitudes con el modelo, o
totalmente subjetivos y ofrecer, simplemente, el significado o valor que se les quiera atribuir. Su
eficacia reside en la inmediatez que ofrecen, cuando vemos un símbolo, rápidamente y mediante un
ejercicio de memoria lo relacionamos con lo representado. Símbolos son, las señales de tráfico, los
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colores, la numerología, los logotipos representativos de empresas y distintos productos. Los hay
que definen a sociedades secretas o conocidas, las matemáticas y demás materias científica están
llenas de ellos. La cruz es un símbolo, el de los cristianos, al igual que la media luna es de los
mahometanos. En ocasiones definen sentimientos, un corazón nos lleva a pensar en el amor.
También pueden ser indicadores de valores: las banderas, los himnos, nos hablan de la patria,
emblemas deportivos o sociedades, la paloma es el símbolo de la paz. En ocasiones nos invitan a
comportamientos o acciones correctas, como el dedo vertical sobre los labios que solicita silencio o
las señales de tráfico que conllevan precaución y respeto hacia los demás. Siempre presentes en
nuestras vidas, son identificadores, iconos que estos momentos de inmersión en las nuevas
tecnologías, lo acaparan todo.
Poncio Pilato preguntó a Jesús, ¿Que es la verdad?, Jesús no respondió, su mutismo fue más
poderoso que las palabras, la respuesta, demoledora, quedó flotando en el aire, ¿que justicia podía
esperarse de aquel que desconocía la verdad?. El silencio tiene su propio lenguaje que no presupone
incomunicación, muy al contrario, está dotado de una gran carga de informaciones y sentimientos,
pudiendo llegar a trasmitir mensajes tan importantes y profundos como el hablado.
En silencio reflexionamos, se mueven nuestros sentimientos, nos comunicamos con la
Divinidad, con nuestros semejantes, con nuestro interior. Manejar y entender los silencios propios y
ajenos, refuerza nuestra postura ante los otros, ayuda a la comprensión. En su expresión, el lenguaje
debe ser claro y breve. ¿Hay algo más conciso y rotundo que el silencio?. Al callar asentimos,
negamos, a veces lo hacemos como resultado de nuestra propia cobardía o por una incapacidad de
respuesta ocasionada por carencias cognitivas, o quizás, porque lo que deseamos manifestar es tan
transcendente, que nos sobrepasa y las palabras no son capaces de expresarlo. El amor, por ejemplo,
produce silencios profundos ante la imposibilidad de exteriorizar la grandeza de lo que se siente.
La relación de sentimientos, experiencias y actitudes que quedan patentes a través del silencio,
son numerosas, surgen de situaciones diferentes, cada una de ellas posee una carga emocional
propia y todas están destinadas a impactar y conmover al destinatario. La gestualidad, que en
numerosas ocasiones le acompaña, refuerza su significado. Puede estar acompañado de sonrisas
amables o críticas, miradas de desprecio, odio, paz, fruncimiento de ceño, etc. Así, podemos hablar
de silencios de aprobación, indiferencia, tranquilidad, vergüenza propia o ajena, tristeza y
desamparo, temor. El silencio puede transmitir y crear angustia, rezumar crueldad, expresar amor,
paciencia, comprensión, compasión ante el sufrimiento ajeno. Los hay cálidos, fríos, glaciales,
serenos, llenos de paz.
Afectado por el contexto o las circunstancias en que se manifiesta, el silencio, en principio un
acto libre, pierde su libertad y se convierte en impuesto, cuando se encuentra sujeto a presiones de
fuerzas externas movidas por la coacción, la violencia o el miedo.
Comunicaciones Psíquicas son aquellas en las que no intervienen medios ni sentidos físicos.
La Parapsicología es la ciencia encargada de tratar y estudiar las percepciones extrasensoriales, la
más conocida entre ellas es la Telepatía o capacidad para transmitir pensamientos e informaciones
entre dos o más personas separadas por la distancia. Llamamos Clarividencia a la facultad de poder
ver y acceder, a conocimientos ignorados y velados a los demás. Mediante la Precognición se
pueden observar y predecir una serie de hechos antes de que estos ocurran. En el polo opuesto
estaría la Retrocognición por medio de la cual, podemos tener acceso a los acontecimientos del
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pasado. A través del mundo onírico y gracias a los Sueños, recibimos toda suerte de mensajes,
muchos de ellos nos llegan como símbolos difíciles de interpretar, generalmente destinados a
ofrecernos ayuda nos dan pautas de comportamiento y conocimiento, sobre nosotros mismos y los
demás. La intuición es una comunicación instantánea, un conocimiento, percepción o sensación que
se anticipa a los hechos sin la intervención del raciocinio.
No debemos olvidar los Medios de Comunicación omnipresentes en la actualidad, tratando
siempre de influir en nuestro quehacer diario. Copan todos los aspectos de la vida, intentando de mil
formas, orientarla y dirigirla. Periódicos, libros, revistas, publicidad, televisión, ordenadores y un
sinfín de aparatos electrónicos que nos invaden, se encargan de informarnos, formarnos y
deformarnos, dirigiendo las mentes del público hacia objetivos determinados y fines concretos. A
veces son positivos y provechosos, otras esconden intereses encubiertos, carecen de veracidad,
suponen una auténtica manipulación.
El lenguaje político persigue una única finalidad, persuadir al individuo para conseguir el
voto. Su léxico está compuesto por palabras huecas que nada dicen, discursos vacíos, sin sentido,
llenos de promesas que nunca se cumplirán. El interés del político no es el de las masas que les
aplauden y luego votan, tampoco el de la sociedad por la que dicen van a luchar con ahínco, no les
interesan las necesidades de unos y otros, sino conseguir colmar sus propias ambiciones de poder
social, político y económico y las del partido al que pertenece. La masa es su gran baza y a ella se
dirigen sin escrúpulos, sin importarles que entiendan o no su discurso. Pronuncian palabras
grandilocuentes que causen admiración, aunque el público no las entienda, ¿que más da?, lo
importante es potenciar la imagen, las formas, impactar, los contenidos es lo de menos. En su
discurso hablarán de progreso, honradez, compromiso, responsabilidad, esfuerzo y sobre todo, de
los defectos y mal hacer de los partidos contrarios. Disertan sobre temas en los que no creen, ni
piensan, pero suenan bien. Mienten sin rubor, dicen hoy una cosa y mañana la contraria, sin
inmutarse. Practican el lenguaje de la falsa promesa, deben estar convencidos de que su público no
escucha ni retiene, o peor aun, que son tontos o abúlicos y no moverán un dedo para cuestionarlos o
denunciarlos, a fin de cuentas, saben que el hombre masa solo escucha lo que le interesa, prefiere
oír cosas superficiales o que no entienda, para no tener que reflexionar sobre ellas.
Es la posibilidad de llegar al poder lo que verdaderamente incentiva al político. Necesitan
sentir que son algo, porque generalmente son mediocres, tienen conciencia de ello, por eso buscan
la mediocridad, en ella se instalan, de ella se rodean y allá tratan de ubicar a los demás,
despreciando y eliminando todo lo que sobresalga y pueda eclipsarlos. En estos momentos y en
general, la clase política carece de credibilidad, ya que ésta solo se consigue cuando existe
coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
El lenguaje banal se impone cada vez con más fuerza. Nuestra sociedad actual, impregnada
de superficialidad, no piensa ni profundiza, se conforma con las ideas simples y generales
extendidas por la masa. Se caracteriza por ser hueco, ramplón, carente de ingenio, sentido y
originalidad. En él, predominan las frases hechas, las palabras insustanciales, sin interés. Supone
una forma de hablar totalmente ineficaz, porque, los vocablos que no aportan ningún valor a las
ideas, carecen de sentido, son irracionales, vacíos, no sirven para nada, no proceden de la reflexión
ni se puede reflexionar sobre ellos, tampoco ofrecen información alguna, ni interés, son indicio de
un total desinterés hacia todo lo que les rodea.
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PAUTAS PARA UN CORRECTO LENGUAJE:
Dialogar no solo consiste en hablar, el que dialoga lo hace con alguien que también siente, piensa
y tiene algo que decir. Escuchar es una acción activa y fundamental que facilita la comunicación,
no existe mejor método para aprender a hablar que saber escuchar. Nuestras primeras palabras
surgieron tras observar los movimientos de las bocas de nuestros padres y escuchar los sonidos que
de ellas salían. Básicas, casi guturales en un principio, fueron enriqueciéndose, poco a poco, con el
vocabulario de lo que a nuestro alrededor oíamos. Escuchar es fundamental para el lenguaje,
hacerlo correctamente, poniendo interés, esfuerzo y atención en lo que te dicen, tratando de
descifrar, exactamente, lo que el interlocutor intenta transmitir, es un medio difícil, pero eficaz e
instructivo que ayuda a entender, abre la mente, enriquece el vocabulario y prepara para ser
comprendido. Saber hablar, explicar con credibilidad y rigor lo que queremos decir es un arte, para
hacerlo bien se requiere básicamente, someterse a un proceso de educación, sujetarse a unas
determinadas normas de entrenamiento, práctica continua, pronunciación clara, moderación de tono
y voz, cuidado en la sintaxis y abundancia de vocabulario.
Tan importante es el significado de lo que decimos como la la forma de expresarlo, que
ayudará a reforzar y situar en el contexto adecuado todo lo expuesto. El discurso, claro, conciso y
ordenado, debe exponer las ideas de forma lógica y coherente, deberá tener en cuenta la persona o
audiencia a quien va dirigido, el lugar en el que se desarrolla, el momento, la situación, las
diferencias de educación y cultura y el debido respeto a creencias y costumbres. Los ejemplos
aportados en él, deberán resultar entendibles y relacionados con lo que se habla, los prejuicios
eliminados, ateniéndose siempre a la verdad y obviando las posibles futuras críticas y el qué dirán.
Se debe transmitir sensación de aplomo y seguridad, de creer en lo que se dice, única forma de que
los que escuchan puedan confiar en el que habla. El argumento expuesto deberá poseer solidez,
resaltando, con ayuda del tono de voz, las pausas y el gesto, todo aquello que se desea destacar.
Un monólogo nunca puede considerarse conversación, más bien podría definirse como un
acto egoísta que impide hablar a los demás. En todo diálogo es importante saber callar en el
momento adecuado, dar paso a los interlocutores y escuchar sus opiniones. Imponer el yo, es una de
las muchas situaciones que deben evitarse a la hora de dialogar, como lo son, por ejemplo: usar la
agresividad para intimidar, interrumpir arbitraria e imprudentemente al que habla, expresarse con
ambigüedad, usar expresiones hechas o palabras tontas, grandilocuentes o términos extranjeros.
Desviar la mirada de la persona que habla, además de denotar mala educación, es un indicativo de
desinterés, impaciencia, temor o prisas.
Así mismo, existen una serie de circunstancias que pueden ayudar a entorpecer o poner trabas
a la comunicación:
– Defectos: la envidia, pereza, odio, hipocresía, soberbia u orgullo.
– Influencias familiares o religiosas: diferencias de nivel cultural o adquisitivo, desigualdades
lingüísticas o geográficas.
– Físicas, derivadas del aspecto, sexo o salud.
– Experiencias particulares, miedos, prejuicios, exceso de imaginación, subjetividad.
– Falta de información o informaciones erróneas y no contrastadas, memoria manipulada o
carencia de ella.
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Ego exacerbado, estupidez, ignorancia, frustraciones, complejos.
Conductas inoportunas, falta de empatía.
Demasiada rapidez o lentitud al hablar, estados de angustia.
Reiteración sobre palabras, temas o ideas.
La espontaneidad es un concepto valorado positivamente en la sociedad, ser espontáneo se
considera sinónimo de sinceridad y naturalidad, sin embargo, las personas que lo practican no
acostumbran a pensar lo que dicen, hablan a través de los instintos y sentimientos, sin recapacitar,
pudiendo llegar a resultar inoportunas e irrespetuosas. Tengamos en cuenta que los afectos y
emociones suelen ser subjetivos, irreflexivos y llevan con ellos una gran carga de ego.
Hablar, conversar, comunicarse verbalmente o por escrito, es bueno, fundamental para el
desarrollo de la persona y el género humano. ¿Estamos perdiendo esa capacidad? Es triste ver
grupos de muchachos agarrados cada uno a su móvil, van juntos pero no se comunican, solo lo
hacen con algo tan impersonal como son los aparatos electrónicos en los que se pierde, tanto la
riqueza del contacto, como las señales físicas y psicológicas que se emiten con la mirada y los
gestos. Las nuevas técnicas al no exigir presencia física, propician la mentira, el anonimato,
facilitan la impunidad, hacen perder interés por las formas, dando rienda suelta a todo tipo de vicios
ocultos, distorsionando y empobreciendo, por una parte el lenguaje y por otra, la relación,
comunicación y comprensión humana.
Alicia Cabredo
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