Cuento - Petol y el Señor Roble

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Petol y el Señor Roble. Resolución de conflictos
Petol y el
Señor Roble
A diario, Petol se levantaba muy temprano, desayunaba y salía a comprobar que la gruta se mantenía en orden.
El ogro era el encargado de arreglar cualquier desperfecto que encontrara.
Un día, le sorprendió escuchar las voces de Mai y Eske. No era habitual que
el resto de los habitantes de la gruta se encontrara fuera de sus casas a esa
hora. Se acercó a saludarlos y los vio alrededor del Señor Roble.
Buenos días, amiguitos. ¿Qué hacéis tan temprano?
Estamos sembrando estas semillas.
Esperamos que de ellas broten unas bonitas flores que hagan compañía a
nuestro amigo el Señor Roble.
Petol pudo sentir la alegría del Señor Roble. El gran árbol estaba sonriendo,
le hacía muy feliz la idea de Eske y Mai. Un día que Petol se encontraba en
su casa, Vampi llamó a su puerta. El pequeño vampiro estaba entusiasmado. Comenzó a hablar muy rápido y sin parar.
¡Petol, Petol! ¡Necesitamos tu ayuda!
Estamos haciendo una caseta y no sabemos hacerla solos.
Ambos se dirigieron al lugar donde querían construir la caseta. Allí, los
esperaban Mamu y Kolo. Petol se dio cuenta de que era el mismo roble
donde Mai y Eske habían plantado las flores.
Es un bonito lugar para construir una caseta, pero ¿habéis pedido permiso al Señor Roble?
Sí. Nos lo permite. Es más, le ilusiona que lo hagamos.
Así pues, se pusieron manos a la obra.
Colocaron las primeras tablas sobre las grandes y robustas ramas, una
escalera hecha con cuerdas y otras tablas para subir y bajar.
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Petol y el Señor Roble. Resolución de conflictos
Pasado un tiempo, nuestro amigo el ogro pudo comprobar que las semillas
plantadas por Eske y Mai habían comenzado a germinar y que, alrededor
del roble, estaban brotando unas preciosas flores. Ese día, se acercó al gran
árbol y le dijo:
Buenos días Señor Roble, veo que tiene usted una inmejorable compañía.
Así es. Me hace muy feliz poder disfrutar de la presencia de mis nuevas
amigas.
Conversaron durante un largo rato, y a Petol no le sorprendió que las flores
fueran tan bellas. El Señor Roble era un árbol muy sabio y bondadoso.
Tenía la sabiduría que le habían otorgado los años y una bondad que provocaba que todo lo que se plantara a su alrededor brotara con fuerza.
Mientras tanto, Vampi, Kolo, Mamu y Petol continuaban con la
construcción de su caseta. Sin embargo, Petol se dio cuenta de que sus
amigos bajaban, subían y saltaban del árbol sin tener en cuenta las flores
y, al hacerlo, las aplastaban. Por eso, les insistía:
Tened cuidado, estamos estropeando las flores. No olvidéis que tenemos
que respetar la naturaleza y el trabajo hecho por Mai y Eske.
Durante todo este tiempo, Eske y Mai habían ido todos los días muy temprano a cuidar de las flores. La brujita y el esqueleto estaban realmente
ofendidos. No les parecía correcto que aplastaran las flores que con tanto
mimo habían hecho crecer. Estaban enfadados y, por eso, decidieron cortar
la cuerda de la escalera.
Así, ¡no podrían subir!
Transcurrieron días y semanas. Unos aplastaban las flores y los otros cortaban la escalera. El ogro había intentado hacerles ver que esa no era la
solución, que debían llegar a un acuerdo. Como no lo hacían, Petol decidió
dejar de colaborar en la construcción de la caseta.
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Petol y el Señor Roble. Resolución de conflictos
Debido a las peleas, el Señor Roble comenzó a sentirse muy triste.
Finalmente, un día, cansado de las riñas entre los habitantes de la gruta,
tomó una decisión. Con mucho pesar, arrancó sus raíces del lugar en el
que había nacido y caminó durante un largo rato hasta encontrar otro sitio
donde vivir, un lugar en el que pudiera estar tranquilo y dejar de oír las
continuas peleas.
Ese mismo día, Petol había decidido ir a hablar con el Señor Roble:
le preocupaba cómo se sentía ante aquella situación.
¡Había sido tan feliz compartiendo sus ramas y la compañía de las flores!
Cuando llegó, no encontró a su amigo el árbol. El Señor Roble se había
ido, pero antes de hacerlo había dejado una carta escrita para Petol donde
le explicaba las razones de su marcha.
Sin esperar un instante, convocó a los habitantes de la gruta y, con la serenidad que le caracterizaba, comenzó a decir:
El Señor Roble se ha ido: era infeliz a causa de las riñas.
Esperó durante mucho tiempo, pero dado que no hemos sido capaces de
llegar a un acuerdo, se ha marchado.
Al escuchar estas palabras, todos se entristecieron.
¿Qué podemos hacer?
Nos sentaremos y buscaremos una solución a esta situación.
Debatieron durante mucho tiempo, y al final llegaron a un acuerdo.
Petol fue a buscar al Señor Roble y, tras conversar con él, regresaron juntos.
Los habitantes de la gruta habían decidido compartir el espacio.
En una pequeña zona, colocaron un caminito de acceso a la escalera.
En ese lugar no plantarían ninguna flor, puesto que era el paso de acceso
a la caseta.
Con ello, conseguían poder disfrutar de la caseta y de las flores.
El Señor Roble ¡jamás se había sentido tan feliz!
Desde ese día, se reúnen junto a él cada vez que se les plantea alguna
situación a solucionar.
El sabio árbol se siente orgulloso cada vez que lo hacen, porque sabe que
el diálogo es la única manera de poder vivir en paz.
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