Lucía y el sexo Julio Medem

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Lucía y el sexo Julio Medem
-----------------------------------------------------------La ensoñación hecha realidad
Domínguez Plasencia Naira
Nácher Ordóñez Hugo
Núñez García Luz
Quesada de la Torre Mª Paz
Velasco Ramírez Virginia
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Lucía y el sexo Julio Medem
-------------------------------------La ensoñación hecha realidad
▪ Ficha técnica
Guión y dirección: JULIO MEDEM
Producción: FERNANDO BOVAIRA y
ENRIQUE LÓPEZ LAVIGNE para SOGECINE
Ficha artística: Paz Vega (Lucía), Tristán Ulloa (Lorenzo), Najwa Nimri (Elena),
Daniel Freyre (Carlos), Elena Anaya (Belén), Javier Cámara, Silvia Llanos (Luna).
Dirección de fotografía: KIKO DE LA RICA
Segundo operador: JOSU INCHAUSTEGUI
Montaje: IVÁN ALEDO
Música: ALBERTO IGLESIAS
Dirección artística: MONTSE SANZ
Sonido: AGUSTÍN PEINADO
Maquillaje: GREGORIO ROS
Duración: 128 minutos
Año: 2001
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Medem, su vida plasmada en sus películas
Podemos considerar a Julio Medem uno de los directores más personales del
cine español. Esa recreación de un universo tan particular, pero con una trasgresión tan
universal es lo que le permite afirmarse junto a Pedro Almodóvar o Fernando León de
Aranoa, como representantes de la consolidación de un cine de autor contemporáneo. Su
filmografía es ejemplo de un auténtico autobiografismo cinematográfico.
A lo largo de su vida son muchos los avatares y acontecimientos que han
influido en su forma de hacer cine: su vida en sus películas y sus películas como
imprescindibles en su vida. Desde muy pequeño se sentía atraído por el mundo de la
imagen, la cámara de súper 8 con la que su padre hacía los vídeos familiares supuso
para él su primera herramienta de trabajo con la que dar rienda suelta a su imaginación.
El súper 8 no sólo fue para Medem un juego de infancia, sino que sus primeros
cortometrajes los realizó con esta técnica y todavía hoy en sus películas se pueden
apreciar ciertos matices herederos de la estética del súper 8.
El enamoramiento no correspondido que Medem sintió por una vecina durante
su adolescencia marcó una profunda huella en su personalidad. La idea del amor
platónico, la decepción amorosa y el lado negativo de las cosas que encontramos en
algunas ocasiones en sus películas tienen sus raíces, en cierta medida en este episodio
juvenil.
Julio Medem es licenciado en Medicina por la Universidad del País Vasco, el
propósito inicial que lo llevó a realizar estos estudios fue la posibilidad que esta carrera
le ofrecía para acceder a la especialidad en psiquiatría, aunque nunca llegó a conseguirlo
quedándose tan solo en médico. El interés que Medem muestra por la psiquiatría era el
producto de una obsesión por conocer profundamente la mente humana, esa obsesión se
refleja claramente en los personajes de sus películas caracterizados por un gran universo
interior y un alto nivel de complejidad psicológica.
Los primeros contactos directos de Julio Medem con el mundo cinematográfico
vinieron de la realización de cortometrajes y sus escritos sobre crítica de cine en el
periódico La voz de Euskadi. Los cortometrajes 1 supusieron para Medem un campo de
maniobras con los que pudo adquirir la experiencia necesaria para introducirse en el
mundo del largometraje y convertirse en el gran director que conocemos en la
actualidad.
La principal característica que le podemos atribuir al cine de Medem es la
identificación que hay entre sus obsesiones e inquietudes y lo que cuentan sus películas.
Hasta tal punto llega su compromiso con su particular visión de hacer cine que rechazó
la oferta de Steven Spielberg para dirigir en Hollywood La mascara del zorro,
protagonizada por Antonio Banderas. La causa por la que Medem rechazó esta película
fue porque se alejaba de su idea de cine de autor y lo introducía en un mundo de
aventuras en pleno cine comercial del que no quería contagiarse.
Si llevamos a cabo un recorrido a largo de los cinco largometrajes de ficción en
los que Medem ha puesto cuerpo y alma, podemos apreciar que siempre se suelen
repetir una serie de tópicos a los que muchos autores han denominado los “elementos
del universo Medem”.
El amor es el principal tema que subyace de las películas de este personalísimo
director vasco, es un amor apasionado que mueve a los personajes a la acción dando
1
Son cuatro los cortometrajes en 35mm que Julio Medem dirigió antes de introducirse en el mundo del
largometraje: Patas el la cabeza, Las seis en punta, Martín y Clecla. Ya en el segundo de estos cortos
contó con el apoyo del consolidado productor Elías Querejeta. Su reconocimiento como director
comienza con la otorgación al mejor director novel en 1992 con Vacas. Más tarde seguiría cosechando
éxitos en Cannes y en los propios Goyas.
todo lo que pueden de sí mismos por él. Ese amor no se comprende sin estar unido al
sexo, entendido éste último en su sentido más ardiente e instintivo. En Lucía y el sexo
en concreto, aunque el sexo no pierde este sentido inicial siempre que se pone de
manifiesto a través de la relación entre Lucía y Lorenzo roza el juego de niños y la
inocencia mostrando su lado más naif (streeptease, juegos con una polaroid, ocultar los
ojos y potenciar el tacto, etc). Igualmente es indisociable al sexo en esta película, el alto
grado de erotismo que recrean algunas de las imágenes. Aunque no hay tapujos a la hora
de mostrar desnudos, en ciertos momentos la insinuación es el mejor camino para la
consecución de un erotismo cinematográfico, una mirada o un roce de manos.
Las películas de Medem están inmersas en un mundo de elementos mágicos y
simbólicos propiciando un ambiente místico y espiritual que se escapan de las leyes de
la lógica. Esta atmósfera favorece la creación de un juego que mezcla la realidad que
viven los personajes con los sueños e inquietudes de éstos tienen, llegando un punto en
que el plano de la fantasía no se diferencia del plano de la realidad ficcional.
Muy
unido al cruce entre la realidad y ficción aparecen los temas de la
casualidad y el azar, estos dos actos son los principales motores de acción en todas las
películas de Medem. Esa casualidad o en su caso el azar no hay que tomarlos como algo
ajeno a las consecuencias, sino que siempre repercuten en un efecto que determina el
progresivo destino de los personajes.
Como contrapunto al gran tema de Medem, el amor, siempre suele merodear sus
películas la muerte ya sea en el sentido más trágico (en Los amantes del círculo polar
con el triste final de Ana) o simplemente nombrándola de pasada (en el arranque de la
Ardilla roja el protagonista, interpretado por Nacho Novo, se va suicidar pero el
accidente de moto de Emma Suárez, lo hace cambiar de idea). Ya sea de protagonista o
como un simple extra la muerte en Medem siempre tiene su papel.
El último gran tópico de Medem es la fuerza que los elementos de la naturaleza
aportan a las historias y la asociación de un espacio simbólico a cada una de ellas. Esto
lo podemos ejemplificar en la importancia que tiene el bosque en Vacas, el círculo polar
Ártico en Los amantes del círculo polar o la isla mediterránea en Lucía y el sexo. Muy
relacionado con el tema del espacio encontramos la importancia que Medem le atribuye
al color, es conocida
su equiparación a cada película con una línea cromática
determinada: verde-Vacas, marrón-Tierra, rojo –La ardilla roja, azul-Los amantes del
círculo polar y amarillo-Lucía y el sexo. En estas dos últimas películas debido a su cada
vez mayor tendencia a hacer una sobreexposición lumínica hace que el blanco sea lo
predominante aunque tienda a un color base.
Si hasta ahora, no hemos perdido nunca de vista el hecho de que el cine de Julio
Medem es ante todo personal, no lo es menos a la hora de la concebir sus películas y
más concretamente en Lucía y el sexo.
Cuando Meden termina totalmente Los amantes del círculo polar siente una
gran tristeza por el trágico final que ha forjado para Ana y se ve en la necesidad de darle
una segunda oportunidad a este personaje. A partir de esta idea se va creando el
personaje de Lucía. Medem considerará a Lucía como una reencarnación de Ana a la
que quiere dar un final feliz pero dejando a un lado el pasado, por ello se aparta toda
relación con los amantes y la ubica en una isla mediterránea donde no tenga relación
con su vida anterior y que eso le permita olvidar 2 .
Dejando a un lado la faceta espiritual que embriaga el cine de Medem, también
hay que resaltar su sentido práctico y su orientación a las nuevas tecnologías. Con Lucía
y el sexo Medem introduce toda una innovación en el rodaje de cinematográfico que no
había llegado todavía a nuestras fronteras, el uso de la cámara digital. Esta práctica es
algo que se hacía por primera vez, ya no solo en España, sino también en Europa. Para
que el rodaje en digital se hiciera realidad Medem tuvo que utilizar la misma cámara
que George Lucas manejó en La amenaza fantasma, y ello le permitió grabar en
condiciones de luz extremas que de la manera habitual no hubiese sido posible.
“Voy a morir de tanto amor”
En Lucía y el sexo la temática gira en torno a dos temas fundamentales en la
filmografía de Medem: El amor y la muerte. Es importante el interés del director por la
mente humana, cómo contrapone los sentimientos más racionales a los instintos, no
solamente enfrentándolos sino también como complemento los unos de los otros.
2
El hecho de ubicar a Lucía en una isla del mediterráneo viene de que ese fue el lugar donde se refugió
Medem tras el rodaje de Los amantes del círculo polar, fue esa isla donde le vino la inspiración para crear
a Lucía. Él mismo grabó un plano con su cámara digital en mano de su sombra desde el barco reflejada en
el mar, dice que en ella vio también la de Lucía y de hecho el plano se recoge tal cual en la película. Otra
anécdota es que Medem alquiló la misma motocicleta que Lucía la principio del film.
El amor en la película llega a través del sexo, la relación de Lucía con Lorenzo
comienza con una declaración de amor de lo más inverosímil y termina en la cama.
Medem hace un distinción entre el sexo con amor y el que está viciado por el engaño, la
lujuria, el vicio, etc. y lo vemos por medio de la iluminación o las texturas. Entre Lucía
y Lorenzo se muestra como algo suave, luminoso, las imágenes se queman, sin embargo
cuando trata al personaje de Belén, y su relación con su padrastro, lo hace de noche, en
la oscuridad, con una ambientación casi pornográfica. La fotografía, a cargo de Kiko de
la Rica, contribuye a recrear estos ambientes y significados por medio de la iluminación
adecuada y precisa.
El amor no tiene importancia sólo porque llega a través del sexo, sino porque
está presente dentro de él: “Voy a morir de tanto amor”, “Despacito, con amor, que
estamos empezando”, son palabras de Lucía hacia Lorenzo cuando están en la cama, es
un sexo sin artificios, con una gran carga erótica en sí mismo, Lorenzo y Lucía no se
preparan para el sexo, sale de ellos de forma natural, juegan con él, como en la escena
del streeptease, de modo que al amor llegamos por el sexo, pero el sexo está
continuamente marcado por el amor en ésta relación. En contraposición a Lorenzo y
Lucía,
el personaje de Belén sí
se prepara para acostarse con Lorenzo, es más
calculado, se pone la ropa interior de Elena y se mira en el espejo, mide las posturas, se
observa. No hay amor, sólo sexo. También encontramos a la madre de Belén, Manuela,
actriz porno, con cuyas películas su hija se masturba imitando sus posturas. Hay un
cierto voyeurismo en el sexo: Belén quiere un agujerito para ver a Lorenzo, y Lucía
observa a Carlos y a Elena en la casa de la isla.
La trama empieza con sexo entre dos extraños: Elena y Lorenzo, en una isla,
donde se dan dos pistas cada uno, ella es valenciana y él madrileño, ella hace paellas y
es el cumpleaños de Lorenzo. De éste fugaz encuentro surge Luna, la cual constituirá el
principio de las casualidades. Cuando Elena se da cuenta de que está embarazada se va a
Madrid a tener al niño y a encontrar al padre. A partir de aquí la vida de los personajes
entran en una espiral descendente, Pepe, el editor de Lorenzo, le dice, durante un
cumpleaños, que su hermana que es enfermera ha ayudado en el parto a una valenciana
que le contó que el padre era madrileño y le habló de una isla A partir de aquí, Lorenzo
se pone en contacto con la niña, a través de la niñera, Belén, con la que mantiene una
relación que raya lo ficticio en la mayor parte del tiempo. Las coincidencias se suceden
a lo largo de la película, Carlos, el hombre en el que Lucía se fija en la isla no es otro
que Antonio, el amante de la madre de Belén. Las casualidades, el azar, siempre han
sido muy importantes en la filmografía de Medem, en Los amantes del círculo polar la
casualidad es la protagonista de la historia: podría definir mi vida como un cúmulo de
casualidades, sin embargo en Lucía y el sexo, la casualidad es solo la tuerca que hace
girar la historia, incluso se podría decir que no hay casualidades sino que todo lo que
ocurre tiene una causa anterior, sin embargo, para los personajes de la historia, que no
conocen las causas o el mismo espectador que las conoce después, se presenta todo
como coincidencias.
Hay continuas metáforas de la muerte, desde el principio Medem nos las va
anticipando mediante implantaciones: en la tele del bar del principio vemos un perro
negro que está siendo adiestrado, más tarde veremos cómo el marido de Elena tiene un
perro parecido y cómo ella le dice, a modo despectivo, al salir de la casa, que él cada
vez se parece más a su perro. Los animales también forman parte del universo Medem:
vacas, ovejas o ardillas, en éste caso un perro furioso, en cierto modo identificado con el
personaje de Belén, simboliza los instintos, la irracionalidad.
Es curiosa la isla: en la isla nadie ni nada muere, la gente va allí para olvidar, es
una tapadera que los mantiene a todos en la superficie, sin embargo es imposible, los
personajes huyen de sí mismos y no hacen más que tropezarse una y otra vez con la
realidad: la hija de Elena está muerta, el padre es Lorenzo y de Lorenzo se piensa que
está muerto, hasta que llega a la isla, y está vivo.
El cuento que Lorenzo escribe para Elena: un cuento lleno de ventajas, sigue la
misma estructura de la película, da la casualidad de que el cuento cuando llega al final
se cae por un agujerito y vuelve a empezar en la mitad de la historia. El agujero es una
metáfora, hay quienes entienden que es el sexo, o la muerte, el caso es que la vida de los
personajes que ha entrado en un momento de la película en una espiral descendente se
escurre por él para aparecer en la mitad de la historia, cuando todo estaba bien, cuando
sus vidas no se habían ido todavía por el desagüe, el final de la historia es abierto, hay
relativismo, cada personaje elige el final que desea, nos encontramos ante el mito del
eterno retorno, volvemos una y otra vez al mismo punto para redimir nuestras faltas,
hasta que consigamos hacerlos bien, ésa es la verdadera ventaja del cuento, que da
segundas oportunidades.
“Lucía es, de todos los personajes de mis películas,
a la que más quiero”
Julio Medem 3
Julio Medem, en el proceso de creación de Lucía y el sexo, partió de dos guiones
independientes que luego fusionó en uno. El primero lo tituló Lucía, un rayo de sol, la
protagonista absoluta del mismo sería Lucía, quería que la película fuese una historia de
unos personajes que se encuentran en una isla y de los que no sabemos nada del pasado,
sólo sabemos que los une el pasado de una tragedia incierta. Pero casi por curiosidad, y
a modo de escritura automática, para sí mismo, empezó a esbozar el pasado de Lucía y
de ahí nació Lorenzo, seis meses más tarde: El sexo, antes del sol.
Poco a poco, y tras seis versiones del guión, a Medem el personaje de Lorenzo le
fue creciendo en sus propias manos, cuestionándose el protagonismo de uno u otro en
todo el filme. Finalmente, Lorenzo es el que juega y condiciona el destino de los demás,
el que los pone en contacto, además muchos de los diferentes triángulos de amor
apuntan a Lorenzo como vértice. En un principio, Lorenzo sería músico pero Medem
vació sus propios miedos como escritor en él y acabó desembocando en un personaje
confuso e inestable sumergido en una crisis creativa de autor. Lucía como lectora es
observadora de sus triunfos y derrotas, de su amor y su desgana, la historia de amor
entre los dos flaquea o crece a veces influido por la relación de Lorenzo con su novela.
La literatura que los unió en un bar, cuando a Lucía su primera novela se le agarró por
dentro y no le soltaba, es ahora el motivo de separación, celos e inapetencia sexual. Una
novela que no nos engañemos siempre tiene algo que ver con la vida, las crisis de
Lorenzo no viene tan sólo del ordenador, sino de lo que sembró en el pasado y se le
entrecruza ahora en su presente.
“La historia de mi vida no existe. Eso no existe. Nunca hay centro. Ni caminos, ni línea. Hay
vastos pasajes donde se insinúa que alguien hubo, no es cierto, no hubo nadie”
Margarite Duras
La película es la historia de una huída tanto física como psicológica, una escapada
hacia atrás, hacia el pasado. A primera vista, Lucía parece que huye para olvidar, pero
convive en todo momento con el pasado de Lorenzo, siempre queriendo conocer la
verdad. Elena, en el presente de la isla, parece encontrarse en el limbo temporal del
3
Guión cinematográfico original. Lucia y el sexo. Julio Medem. Ed. Ocho y medio. Punto de lectura.
8ª versión. Madrid, 2001.
olvido, pero al final de la película se enfrenta a un nuevo futuro en armonía con los
recuerdos de la memoria, y de Luna. Como la propia estructura de la película, cuando la
historia y el cuento llegan al final (el principio y presente de la isla) vuelve atrás, y
reaparece en la mitad del cuento, la segunda ventaja es que desde aquí puedes cambiar
el final. Reiterando en esta idea: existe una coincidencia, entre el cuento que redacta
Lorenzo y la propia historia que vemos en la película, y entre la película y su estructura.
La muerte de Luna no se concibe tan dura para el espectador por ese final relativo, pues
poco tiempo después de que Lorenzo le cuente una de sus fábulas y le proponga a Luna
que si se cae por uno de los agujeros de la isla elija la vida que quiera, incluso ser un
pez, es cuando muere accidentalmente, y entonces, la asociación de ideas apoyadas por
una serie de imágenes poéticas bajo el mar 4 , te dibuja un final trágico en algo más
dulce.
En la estructura, el esquema de presente-pasado adquiere forma por medio de los
continuos flashbacks, dando lugar a una ordenación entrecortada y trepidante donde la
reconstrucción lineal de la historia necesita de la participación activa del espectador, y
dificultada por un factor añadido: la confusión entre la realidad y la ficción de los
personajes. Una historia de secretos, de los que hay entre ellos y conoce sólo el
espectador como voyeur, los que se van desvelando a lo largo de la película como el
secreto entre la luna y el sol, entre padre e hija. O los que nunca se sabrán, con ese final
abierto de la vida de Carlos (ya Antonio), que huye por el agujero que te lleva al fondo
de la isla de la que no se sabe si regresará.
A partir del primer punto de giro, cuando ya se han desarrollado libre e
independientemente las historias de Lorenzo, Lucía y Elena
(Medem, dice en el
prólogo de su guión, que en la historia de amor de los dos no concebía elipsis), la
película se acelera, los personajes comienzan a encontrarse y se suceden tres historias
que se hilvanan constantemente: Lorenzo y Lucía, Lorenzo-Luna-Belén y la propia
visualización de la novela que Lorenzo escribe en su ordenador. Es entonces, cuando el
juego de inmiscuir ficción en la realidad, o viceversa, se agudiza, llegando a confundir a
los propios personajes, como se demuestra cuando Lucía una noche tras leer lo último
que ha escrito Lorenzo le pregunta: ¿Tienes una hija? Ella a diferencia de Lorenzo
4
Las imágenes bajo el agua de Lucía y el sexo y su atmósfera musical recreada por Alberto Iglesias nos
recuerda a otros ejemplos del pasado del cine, en este caso, no referimos a L’Atalente de Jean Vigo.
Alejadas ambas películas del tiempo, ya que L’Atalante es de los años 30, consiguen ambos directores
sumergirnos en un universo poético, de sugerentes imágenes en perfecta armonía con la música y
recreando un auténtico realismo mágico.
comienza a conocer la realidad a manos de la ficción, mientras que él, su ficción, su
novela, nace de su propia realidad. Por medio de la ficción, anticipa en cierto modo la
realidad, en la novela Belén y su madre acaban juntas en la muerte suicidándose
mientras se recoge en un plano magistral de Lorenzo entre las dos manchas de sangre.
Carlos huyó a la isla, la policía lo busca, no se sabe exactamente por qué, él sólo dice
que Belén finalmente prefirió el amor de una madre al de un hombre, que era lo mejor.
Algunos reflejos en los cristales, en la pantalla del ordenador cuando de la figura de
Carlos se pasa a la de Lorenzo, los encadenados, etc. le sirven a Medem como
elementos de confusión en ambos niveles de la realidad. En un plano específico, tal
tendencia se hace evidente, Belén se masturba en la ducha y de repente por corte, se
pasa a Lucía, mantiene el mismo contexto, los mismos azulejos, ¿adelanta Lorenzo de
su imaginación con Belén, su realidad con Lucía? 5
En una ocasión, Luna le pregunta a Lorenzo si sabe cómo se llama su padre, éste le
dice que los nombres no son importantes. Esta misma negación y puntualización en el
tema de los nombres que cada uno tiene nos lleva a sospechar lo contrario, en las
películas de Medem los nombres que tienen sus personajes no son aleatorios. Uno de los
ejemplos más ilustrativos son Otto y Ana, los protagonistas de Los amantes del círculo
polar, y sus nombres capicúa unidos por el destino y la casualidad. En Lucía y el sexo,
todos tienen como un segundo nombre en algún momento de la película: CarlosAntonio, Elena-Alsi, Lucía-Un rayo de sol, Lorenzo-farero-sol y Luna-Luna. Tal vez,
sea el reflejo de la superficialidad en las que desembocan sus vidas, de sus segundas
historias ocultas, de esos dos mundos paralelos que todos tenemos en nuestra mente,
fruto de la imaginación o los sueños, y que a veces se hacen realidad, y es entonces
cuando todo se torna interesante. Para Medem, el tema de la mente humana es una de
sus obsesiones, la confluencia de racionalidad e irracionalidad, del control y el instinto,
y ello condiciona su quehacer artístico. Encuentra la simbología de forma insospechada
en cualquier espacio (la isla), personaje, o simplemente, en sus nombres. Lucía le dice
en una ocasión a Lorenzo que en su novela todos sus personajes se acaban comportando
de forma horrorosa, pero no porque sean malos sino por las circunstancias, dificilísimas
5
Relacionado con la parte ficcional de la película está la importancia y la presencia del cuento en Lucía y
el sexo. Se suceden varios: el del agujero que cuenta Lorenzo, el de la isla tapadera de Carlos o la muerte
de los padres de Lucía, todos cuentan sus vidas de manera personal, a veces los cuentos están tan
presentes en nuestras vidas que fabulamos sin darnos cuentas. Un cuento que condiciona no sólo los
diálogos y la propia estructura de la película y a su estética. Una estética de elementos oníricos, la luna, el
sol, llenos de simbología y significado. Y como los cuentos, el final de la película, el último plano sucede
a modo de moraleja, con el sentido de relativismo en el desenlace de nuestras vidas como el cuento de
Lorenzo.
que le ponen a prueba de una manera salvaje. Lucía habla de la novela de Lorenzo, pero
es como si lo hiciese de ellos mismos, esta dualidad en los nombres parece ser el
símbolo de la personalidad de éstos ante estas nuevas circunstancias. Antonio buscado
por la policía, Alsi olvidando lo inolvidable en la isla o el farero como vigilante de un
pasado oculto, Lucía sin embargo mantiene ese halo de inocencia que trae la luz y Luna
a su manera infantil también, son las almas dulces de la historia a las que la vida castiga.
En fin, los nombres y el cuestionamiento de la identidad de las personas.
El tema del amor es constante en todas sus películas, pero su integridad la pone en
tela de juicio, en este caso, son los eternos triángulos amorosos los que provocan esta
inestabilidad.
Entre Lorenzo-Lucía-Elena, también entre Lorenzo-Elena-Belén, llegando más allá,
el que se da entre Belén, su madre y Carlos. Otros como el de Lorenzo, Lucía y el jefe
del bar donde trabaja, no llega a completarse, es una amenaza que supone la
contraposición a los continuos devaneos amorosos de Lorenzo pero que Lucía como
representante del amor más puro y limpio no llega a consolidar. Nunca se acostaría con
su jefe, Lorenzo da sentido a su existir.
Jefe Lucía
Lucía
Lorenzo
Luna
Elena
Madre Belén
Belén
Carlos
Lorenzo
Lucía y Elena se presentan como el contrapunto. Lucía demuestra en sus actos una
filosofía de enfrentarse de cara a la vida, quiere conocer el pasado de Lorenzo, así lo
que en principio puede parecer para Lucía un viaje de huida de Madrid a la isla, de
deseos de olvidar una tragedia, acaba desvelándose en un periplo por descubrir y sentir
la verdadera historia vital de Lorenzo. Ella fue la que se presentó a Lorenzo
descaradamente en el bar y la que lo hace con todos los hombres (esto es lo que le dice a
Elena cuando sale en busca de Carlos), que ella siempre ha perseguido a los hombres.
A veces, el irse físicamente de un lugar que le corroe trágicamente no resuelve los
problemas existenciales, hay que darse cuenta de que los problemas están dentro de
cada uno. Y esta lección parece aprenderla Elena al final de la película, existe una
evolución perfecta del personaje. Al principio su actitud ante la vida en feliz, pero una
felicidad fruto de su posibilidad de obviar los problemas, de vivir el presente en
armonía, de ahí su figura mágica, serena como el mar y acogedora (regente de una casa
de huéspedes en la isla), y ante todo, y como símbolo de todo ello, su imposibilidad de
llorar si quiera. Pero al final, en una de las escenas más emotivas del filme, Elena se
reencuentra con Lorenzo, por fin consigue llorar y ahora es cuando reconoce su fallo: se
puede ser feliz con la conciencia del pasado, es imposible desprenderse de la memoria,
de los recuerdos de su hija Luna.
Al principio la actitud de los personajes en la isla es como la isla misma, todo se
plantea como una relación de superficialidad entre todos, se encuentran en la superficie
de los problemas, sin ningún contacto con el pasado, pero el agujero de la isla como un
centro gravitatorio del destino, el sexo y las circunstancias que mueve a los personajes
les llevará al centro de sus vidas, el principio del fin, un fin que cada uno puede
construir. Un final engañoso, pues por ejemplo cuestiona el amor puro de Lucía al final
de la película, cuando ella parte a perseguir a Carlos, tras decirle irónicamente Elena
que le deja el camino libre. Y entonces se vuelve a reencontrar con Lorenzo y comienza
la historia en su eterno retorno, pero nos preguntamos si esta vuelta a la mitad de la
historia que coincide en el momento en el que los dos estaban en pleno auge de relación
amorosa y Elena con su hija Luna paseando por Madrid, se nos presenta ya imposible,
acaban de reconocer su pasado y es ahora cuando es necesario un futuro feliz pero a
partir del convencimiento de lo que han vivido.
“Cuando queremos entender la vida, nos adentramos en el pasado, cuando en
cambio queremos vivir, nos volvemos hacia el porvenir” Kierkegaard dixit. Medem
parece darnos otra lección de vida, su final es más realista, feliz pero duro. Un final feliz
que viene más acorde entonces con la idea del relativismo, con que cada uno
reconstruya el final, el que le apetezca, no tanto por el final metafórico y algo
aparentemente algo forzado, de la película.
Por otro lado, Lorenzo frente a la naturalidad y sencillez de Lucía, es una persona
complicada, escritor en plena crisis creativa de autor. Del sexo al amor, consigue
finalmente querer a Lucía, y es sorprendente como a pesar de todos los errores que
comete a lo largo de la película, los perdonamos en cada momento, tal vez sea por su
misma personalidad atrayente, sus historias de escritor o sus cuentos de padre, que no
sólo embelesan a Lucía como lectora o a Luna como hija, también al espectador como
tal.
Belén, aparentemente, parece no contar con un pasado y una evolución redonda
como personaje, pero funciona eficientemente como símbolo. Aparece casi a la mitad de
la película y es la introductora de la parte más oscura e instintiva de Lucía y el sexo, del
sexo animal y del amor sádico si se puede hablar de tal. Nos presenta a los dos polos de
su vida: a su madre (actriz porno) y a Carlos (pareja de su madre y del que se enamora),
y finalmente, tendrá que elegir entre ambos, entre el amor de una madre o el amor de
una pasión por un hombre.
Es una película coral, donde existe un total protagonismo de los personajes no
sólo en la historia y la acción dramática como tal, sino en la presencia misma en la
pantalla, es decir, no existen otros personajes que hagan avanzar la historia en algún
momento esporádico del filme, hay un narcisismo por parte de Medem en cuanto a sus
protagonistas. En abundantes entrevistas Medem afirma que el reparto de Lucía y el
sexo, y su relación con ellos como personajes y como personas, es unas de sus
experiencias de trabajo más gratificante.
El naturalismo aparente
Julio Medem recrea un mundo poético y de ensoñación, creador de atmósferas
inverosímiles, donde el realismo de personajes actuales y de espacios cotidianos y
reconocibles es aparente. Una vía para descubrir esta artificialidad encubierta es por
medio de los diálogos, inusuales en el lenguaje diario de los personajes que retrata. Es
característica su manera de acabar las frases, con condicionales y de manera seca y
tajante (“si cabe”, “si me dejas”, “si me das tiempo”, etc.). Un estilo literario
reconocible en su cine; tiene mucho de escritor, pero parece imposible la completa
realización de Medem como tal sin sus imágenes.
El espectador se entierra en la película, la cree real, se deja llevar por la historia
hasta parecerle lo real. Esta familiaridad con el universo Medem, tal vez provenga de su
capacidad para jugar con el inconsciente de las personas. Estas frases, conversaciones y
situaciones son lo que algún día nos gustaría escuchar; las hemos pensado, la tenemos
en nosotros de alguna manera pero se quedan ahí, y es entonces cuando en películas
como Lucía y el sexo la catarsis del espectador está asegurada, ahondando en lo más
íntimo de nosotros mismos, en nuestras pesadillas, en 0nuestros sueños.
No es extraño que Medem admire a Bergman, Buñuel, Kurosawa, Zulueta y
Erice. Todos son ejemplos en algún momento de la
obsesión por descubrir los
entresijos de la mente humana. En Medem tal constante ya se observa claramente en el
personaje de Ängel (Carmelo Gómez) en Tierra y su desdoble de personalidad. El
funcionamiento racional-irracional del hombre, realidad-ficción, lo que decimos y lo
que callamos, lo que vemos y lo que imaginamos… La sucesión a veces cotidiana de
dos mundos paralelos en nuestra cabeza, sin necesidad de cerrar los ojos para ser
testigos de ello.
Un montaje de ensoñación
Hacer de 80 horas de rodaje una película de 120 minutos fue el difícil cometido
que Julio Medem encargó a Iván Aledo, en el que ya había depositado su confianza
como montador en sus anteriores películas Los amantes del círculo polar y Tierra. Y
como en éstas, el resultado es excelente.
Estas colaboraciones precedentes han servido para que Iván se compenetre al
máximo con el cineasta vasco, y conserve, al ser trasladado a las imágenes, la magia que
este quiso imprimirle al guión cuando lo escribió. El montaje resultó ser un duro
proceso donde las vacilaciones del director hicieron que existieran 19 versiones del
filme entre las cuales se eligió ésta que quizás ha pecado de exceso de duración pero
que es sin duda una obra maestra.
La cinta presenta muchas de las características del cine moderno. La técnica
digital le permitió experimentar en gran cantidad de planos ya que no estaba el
impedimento de desperdiciar celuloide, y así, Julio Medem, lleva a cabo una de las
realizaciones más arriesgadas incluyendo en el filme planos con cámara en mano,
planos subjetivos, imágenes captadas desde un punto de vista inusual como son los
numerosos cenitales que lo pueblan y que dan prueba de que el cineasta vasco busca la
gratificación visual en el espectador además de llenarle con el intenso argumento.
Los primeros planos de los protagonistas abundan en la película como forma de
ahondar en los personajes y mostrar sus sentimientos porque ante todo esta cinta no
deja de ser un filme de emociones.
La desorganización narrativa predomina durante todo el filme. El uso de
fundidos a negro nos traslada de un tiempo a otro pero el espectador puede sentirse
perdido en la mayor parte del filme. La compleja estructura de la película con continuos
saltos en el tiempo y cambios para mostrar la vida de los protagonistas, nos hace
fijarnos en los pasos de una historia a otra, de un tiempo a otro, o de la realidad a la
ficción. En estos momentos el realizador y montador han diseñado unos puntos de
encuentro que son mostrados bajo la misma forma del plano, pero cambiando a los
protagonistas. Así el grito de placer de Lucía y el de dolor de Elena son mostrados
mediante el mismo encuadre, o la escena de la ducha de Belén y Lucía.
En muchos momentos se observa un montaje dinámico en la película en el que
se observa una sucesión trepidante de planos de corta duración, sobre todo en las
escenas de sexo.
Julio Medem ha querido imprimir un toque de sorpresa o suspense en su
película, y la manera de mostrarlo en el montaje, es mediante el sonido, adelantándolo a
la imagen. La escena final de reencuentro de Lucía y Lorenzo en la que aparece primero
Javier Cámara es muestra de la intención del director.
Desde el fondo del mar
Otro de los grandes colaboradores con los que contó el realizador vasco para
imprimir aún más carácter a su película es Alberto Iglesias, con el que también
mantiene una relación de admiración debido a la colaboración repetida en sus anteriores
trabajos. Julio ha sabido rodearse de lo más selecto del panorama cinematográfico
español, como lo muestra la variedad de premios que tanto el músico como el montador
han recibido 6 .
Medem contactó con Alberto Iglesias una vez comenzada la película y este tuvo
que componer a prisa, pero en palabras del músico el guión y los personajes que el
cineasta vasco escribe le inspiran enormemente. Alberto aporta lo que le falta a Medem,
ambos creadores se complementan.
6
Alberto Iglesias ha ganado ya seis premios Goyas por: La ardilla roja (93) Tierra (96) Los amantes del
círculo polar (98) Todo sobre mi madre (99) Lucía y el sexo (01) Hable con ella (02). Y nominado por:
Vacas (92). Por otro lado, Iván Aledo, obtuvo dos Goyas por Los amantes del círculo polar (98) y Las
aventuras de Mortadelo y Filemón (03).
El modo de creación de la banda sonora original que realiza el compositor es
muy peculiar, una vez que la película está prácticamente acabada, procede a visionarla
y de sus sensaciones ante las imágenes recrea el tema musical. Se posiciona como un
simple espectador, tal vez de ahí proceda nuestra identificación y embeleso con las
sinfonías cinematográficas que concibe, pero analiza el filme como músico y casi
paralelamente nos aporta una banda paralela a lo que vemos, que parece no cesar y se
convierte en protagonista en algunos momentos.
La banda sonora compuesta se basa esencialmente en valses que dan ese ritmo
sinuoso y vacilante que tiene todo el filme y que tan bien transporta a los oídos el
sentimiento que te produce las olas del mar donde flota la isla hueca. El uso de
sintetizadores para sonorizar los momentos de tensión es también muy acertado. El
efecto que transmite es estas ocasiones es como el que sentimos en esos trances en los
que puede encontrarse el ser humano, donde parece aislarse de la realidad, pendiente
sólo de lo que nos preocupa o nos emociona, como sumergidos en una burbuja de
tensión. Lo encontramos, cuando Elena va en el coche en busca de Lucía y ve por
casualidad a Lorenzo y a su editor, en esos instantes de incertidumbre para ella (hace
años que no se encuentra con el padre de su hija) le irrumpe este silencio sonoro que
desemboca en el leitmotiv de la película cuando por fin se abrazan en el puente.
Este vals que se repite durante casi toda la película y que aparece con más
intensidad en los momentos clave entre los protagonistas es como un rasgo más de
estos, que nos aporta los sentimientos y emociones que experimentan. La música llega
allá donde no puede llegar la cámara.
Toda la composición musical de la película es por tanto una obra maestra aún
separada de las imágenes, al igual que las imágenes ya lo eran sin música pero la
combinación de ambas es lo que hace que Lucía y el sexo sea un filme tan especial, tan
peculiar, arrastrado por la marea Medem a la pantalla blanca.
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