¿QUÉ PASA CUANDO LA FAMILIA SE ROMPE? — ¿Qué te pasa? en todo el camino casi ni has abierto la boca —dice Andrés. — Nada —responde Jaime. — Ay sí, como si no te conociera, ya dime, ¿qué te pasa? — Mmmm… ¡que preguntón eres! — Pues sí, pero quiero saber ¿por qué estás tan apachurrado? Andas como en la luna, hoy te volvieron a regañar en la escuela, y con esta, ya van cuatro en una semana. — Es que…. — Ándale cuéntame, ya casi llegamos a tu casa. — Ni quiero llegar a mi casa. — Pues vamos a la mía un rato, ya ves que no hay nadie, y sirve que me cuentas. — Bueno, pero sólo un rato Ya en casa de Andrés — Ora sí, cuéntame qué te pasa, —dice Andrés con curiosidad. — Mmmm…. Por dónde empezaré. — Pues por el principio. — Es que en mi casa las cosas están re mal. —dice Jaime con pesadumbre. — ¡Cómo crees! — El otro día, ya era bien noche, y que me despiertan unos gritos: eran mis papás, estaban en la ocina peleando, y mi papá gritaba y golpeaba la mesa, decía que ya estaba harto, que se arrepentía de haberse casado, que cualquier día de estos se iba. — No te la creas, eso dicen los papás cuando están enojados, pero no pasa nada. — Es que la verdad ya estoy cansado de estar siempre entre pleitos. — ¿Se pelean mucho tus papás? — Casi todos los días, a veces porque mi papá se levanta de malas y no quiere ni que le hablen, otras porque mi mamá dice que no le alcanza el tiempo para hacer el quehacer, la comida y cuidar a mi hermana; o a veces, porque Rosy llora en la noche, y mi papá se levanta bien enojado y le grita a mi mamá “calla a esa escuincla, no me deja dormir y mañana tengo que levantarme a trabajar a las 7”. En fin, siempre hay una razón para pelear. — ¡Órale! ¿y tu qué piensas? — Pues no sé, a veces creo que lo mejor sería que se separaran, porque así se acabarían los gritos. — Pero también pienso que si mi papá se va, igual no lo volvemos a ver. Además cómo vamos a vivir, digo, igual nos sigue dando para comer, ¿y si no? mi mamá tendría que trabajar, y a lo mejor yo también, y luego quién cuida a Rosy. No sé, la verdad es que no sé qué pensar, tengo hecha bolas la cabeza. — Oye y ¿tu papá le pega a tu mamá? — No. — A bueno, porque mi tía Leticia también se pelea todo el tiempo con su marido, pero ellos sí se agarran a golpes, el otro día que empiezan a pelear, que la tía le avienta un vaso que tenía en la mano y entonces mi tío Ramiro que la jala de los cabellos y la sacó arrastrando hasta la calle, tuvo que salir todo el mundo a separarlos. — ¿En serio? — Sí. Yo creo que tus papás se pueden arreglar, igual y necesitan ir al psicólogo. — Uy, ni en sueños, yo no me atrevo a decirle a mi papá que vaya el psicólogo, me cuelga, él cree que al psicólogo sólo van los locos. — Mmmm… pues explícale que no es cierto. — Mejor lo dejo así como está. Ya me voy, porque me van a regañar. — Bueno, qué te vaya bien. — Jaime camina hacia su casa y piensa en la situación de su familia. Se pregunta ¿Por qué se pelearan tanto sus papás? ¿Qué pasó entre ellos?, ¿por qué antes se llevaban muy bien?, y ahora, no podían estar juntos ni cinco minutos. Y quisiera encontrar la respuesta, y saber cuál es la solución, pero lo cierto es que no tiene idea de cómo puede ayudarlos. Días después… — ¿Siguen los problemas en tu casa? — Sí, y cada vez están peor. — ¿Por qué? — Ayer de plano, mi papá estuvo a punto de golpear a mi mamá. — No inventes, y ¿tú estabas ahí? — Sí, y Rosy también, me asusté mucho, empezaron a pelear como siempre; se dijeron de cosas, yo agarré a mi hermana y nos pusimos junto al refrigerador, y de pronto que se levanta mi papá y que aprieta a mi mamá del brazo, yo creí que le iba a pegar. — ¿Y qué paso? — Pues que la suelta, y nada más nos miró y dijo “no podemos seguir así, algo tenemos que hacer”. — ¿Y luego? — Se salió, y mi mamá empezó a llorar, y nos abrazó bien fuerte. — ¿Y tú qué hiciste? — Pues nomás lloré y lloré y la abracé. ¿Yo qué puedo hacer?,ni se me ocurre qué decir. — Pues dile lo que sientes. — Para qué, siempre que ellos pelean mi papá me manda al cuarto, o me dice que me salga a jugar, porque el pleito “no es cosa mía”. Yo qué les puedo decir. Días después… — No inventes, te van a reprobar, cómo se te ocurre estar haciendo dibujitos en el examen, ya ves como es la maestra, de por sí la trae contigo. — Es que me distraje un poquito. — ¡Un poquito! Si estabas dando vueltas por Saturno. — Es que no me puedo concentrar, todo el tiempo estoy pensando y pensando en mis papás. — Otra vez se pelearon. — No, pero… — Pero qué… — Es que —mientras Andrés dice esto, sus ojos se llenan de lágrimas— mi mamá me dijo ayer que a lo mejor nos íbamos a vivir con mi abuelita. — ¿De veras? — Que a lo mejor nos quedábamos en la casa y el que se iba era mi papá, pero todavía no sabía. — ¿Se van a divorciar? — Sí. — ¿Y a dónde se va a ir tu papá? — No sé, mi tío Sergio dice que nosotros nos tenemos que quedar en la casa, y que mi papá nos tiene que seguir manteniendo, y que si se pone pesado no hay de qué preocuparnos, porque el va a hacer que la ley lo haga cumplir con su deber. — Y tu papá, ¿qué dice? — Ni sé, el viernes cuando regresé de la escuela mi mamá me dijo que ya se había ido. — ¿Pero a poco ni se despidió de ustedes? — Dicen que mañana va ir a vernos a la casa. — ¿Y qué le vas a decir? — No sé, ya no le puedo decir que no quiero que se vaya, porque ya se fue. A lo mejor le digo que no se cambie a una casa muy lejos, porque quiero seguirlo viendo. Que si no puede seguirnos manteniendo, no se preocupe, yo puedo trabajar. Le voy a decir que lo único que me importa es que siga siendo mi papá. RESPONDE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS: 1. ¿Crees, como el papá de Jaime, que sólo los locos van al psicólogo? Si o no y por qué? 2. ¿Que sugerirías para evitar que una pareja llegue a golpearse? 3. ¿Piensas que los hijos pueden dialogar con sus padres acerca del divorcio o de la separación, o que sólo la pareja debe involucrarse en tal decisión? 4. ¿Qué valores consideras necesarios deben integrarse a la vida familiar para evitar dicha situación. Y por qué?