LA VEREDA QUE QUISO APRENDER A LEER

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LA VEREDA QUE QUISO APRENDER A LEER
Domingo, 10 de Diciembre de 2006
Página 1-17
Nación
Una encuesta reveló que el 85 por ciento de los habitantes no llegó a segundo de
primaria. Ahora hay fiebre por las planas y las restas.
Antes de que fuera 'famosa', María, de 70 años, hacía con rayitas las cuentas de la leche
y los huevos que fiaba.
Dibujaba unas gordas si el que le debía era un hombre y flaquitas si era una mujer.
Y antes también, los esposos Marco Antonio Rincón y Emma Julia Contreras se daban
unas palizas de las que todavía hablan. Borracho, él le pegaba cachetadas y ella le daba en la
cabeza con las tablas de la cama.
Los tres han vivido toda la vida en una vereda que se llama Peñas de Cajón, en
Sutatausa (Cundinamarca). También allá vive 'El gallero', un minero de bigotes a lo Pancho
Villa que, como los otros tres, antes de la 'fama' no sabía leer ni escribir. Ni multiplicar ni
dividir. "Vivíamos en la ignorancia", dice.
"Quizás por eso -agrega uno de los esposos- es que uno creía que los problemas se
arreglaban a golpes".
Pero eso era antes, en el año 2002, cuando el 85 por ciento de los habitantes de esa
vereda, como a una hora del casco urbano, eran analfabetas, según encuestas. Además, los
niveles de violencia intrafamiliar eran preocupantes, según la Policía.
Todos tomaron la decisión de reanudar los estudios que abandonaron hace 20, 30, 40
años o como en el caso de la abuela María, hace más de medio siglo.
Peñas de Cajón es una vereda sin agricultores. Los habitantes dicen que hace años
alguien erróneamente llenó la región de pinos y la tierra se secó.
El paisaje parece copiado de un paraje canadiense y la tierra allí no da sino carbón. Por
eso, en esa vereda, los hombres son mineros y las mujeres venden gaseosa, cerveza o son
amas de casa.
El pasado 3 de diciembre, los esposos y el hombre del bigote, y otros 17, se graduaron
de la primaria y fueron promovidos al bachillerato. Y otros 20 lo habían hecho meses atrás.
Los adultos estudiantes llegan a un centenar en una vereda que no tiene más de 500
habitantes.
Ellos dicen que se volvieron famosos porque el día de la graduación los felicitó hasta el
alcalde en persona y hubo periodistas que los entrevistaron.
A María, que no oye muy bien, le hicieron un video casero. Ella dice orgullosa que salió
en televisión.
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Y 'El gallero' recuerda que una vez le pusieron una división por una cifra tan difícil, que
él, y otros cuatro mineros, trataron de resolverla durante unas tres horas. "A esa división le
pusimos 'la brava' porque casi que nos queda grande", cuenta. Al final, la entregaron probada
y todo.
Un policía, el profesor
El mérito de que la vereda esté dejando de ser iletrada es del agente Édgar Wilches, un
policía de esos que no son ni oficiales ni suboficiales, aunque en Peñas de Cajón le dicen
teniente.
El uniformado fue el que se inventó el colegio, que está oficialmente aprobado, que no
recibe ayuda económica de ninguna parte y que no tiene infraestructura.
"Hice todas las gestiones ante la Secretaría de Educación de Cundinamarca. Convencí a
Patricia Forero, una profesora de Ubaté, para que me ayudara con las clases sin cobrar.
También se me unió una pelada del pueblo que es la que me consigue las donaciones", dice
orgulloso.
El 'teniente' habla de Yuri Quiroga, una jovencita que a punta de sonrisas ha conseguido
regaladas una decena de cartillas Nacho lee y centenas de cuadernos y colores. Para esta
ocasión, Yuri consiguió hasta regalos de graduación.
Las clases en la vereda las imparten Yuri, el agente Wilches y la profesora. Los tres,
junto a otro minero que enseña religión, caminan todos los sábados hasta Peñas y dictan clase
de una a 5:30 de la tarde en el salón comunal.
Cada uno de ellos coge un rinconcito. "Yo les enseño historia, Yuri turismo y la profe
lenguaje y matemáticas", cuenta el agente Wilches, que más parece un profesor vestido de
verde.
A Wilches le toca caminar porque le robaron el carro, un Renault 4, en el que antes iba
a la vereda. "Ahora me toca echar infantería", dice riéndose el hombre, que rara vez anda
armado.
En ese pueblo la tranquilidad es absoluta. "Aquí no hay guerrilla ni 'paras' y casi
tampoco ladrones. Los enemigos son más bien el analfabetismo y la falta de educación. Por
eso dejo el arma y voy a la vereda con la clase bien preparada", concluye.
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