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NÚM: 61 • MAYO 2014 • 3
Ramón Baeza Sanjuán | Director Gerente. Fundación 1 Mayo
Elecciones al Parlamento Europeo:
paisaje [poco] antes de la batalla
C
omo ya ocurrió en 2009 –y anteriormente
en 2005– desde las instituciones europeas,
los gobiernos o diversos “think tanks” se nos
advierte de que las próximas elecciones al Parlamento Europeo tienen una importancia excepcional, sin precedentes. nada nuevo, por lo tanto.
En esta ocasión se argumenta que tras la entrada
en vigor del Tratado de lisboa encaramos la conformación de la eurocámara con más atribuciones de la historia o que los futuros 751 eurodiputados tendrán poderes reforzados en el proceso
de adopción de decisiones, incluidas las presupuestarias. Todo ello es cierto. no lo es, sin embargo, que elegirán al futuro presidente de la Comisión Europea aunque tendrán más influencia
para su nombramiento que en legislaturas anteriores. También se insiste en que la mayor parte
de las decisiones políticas que afectan a los ciudadanos ya se adoptan a escala europea lo que,
sin ser falso, exige no pocos matices, como veremos más adelante.
Este aparente vigor del proyecto europeo contrasta con una desafección ciudadana tangible,
cuantificable y que –ésta sí- alcanza niveles inéditos. según la agencia estadística de la Comisión Europea (Eurostat), la desconfianza hacia
la Unión ha pasado del 32% en 2007 al 60% en
2012, afectando a todos los Estados miembros
de la Unión sin excepción. Puede parecer un sar-
casmo pero este alejamiento se ha acelerado durante 2013, Año Europeo de los Ciudadanos, sin
que se haya promovido una reflexión seria al respecto.
El índice de participación en las elecciones de
2009 fue del 43%. Teniendo en cuenta que la citada desafección se ha acentuado en estos últimos
cinco años en los países y segmentos sociales tra-
l
a desconfianza hacia la Unión ha
pasado del 32% en 2007 al 60%
en 2012, afectando a todos los
Estados miembros de la Unión sin
excepción.
dicionalmente más europeístas (en España la
desconfianza ha pasado del 24% al 72%), la abstención en estos próximos comicios puede ser
escandalosa.
la enajenación ciudadana previsiblemente tendrá otras consecuencias no menos inquietantes.
los sondeos realizados hasta el momento prevén
una transformación profunda de la composición
tradicional de la eurocámara, descendiendo significativamente las fuerzas que históricamente
han conformado las mayorías políticas –liberales,
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democratacristianos y socialdemócratas- y experimentando un crecimiento sustancial los representantes de formaciones xenófobas, nacionalistas, populistas y de extrema derecha,
profundamente antieuropeístas. nos encontramos ante la exacerbación de las pulsiones ya
manifestadas en 2009 –fragmentación y polarización de la representación parlamentaria-, como
analizó entonces la Fundación Primero de Mayo.
Grecia, icono de la forma en la que se ha gestionado la crisis, sería el ejemplo paradigmático
de las tendencias expuestas. El PAsOK y nueva
Democracia, que entre ambos en la anterior legislatura coparon el 84% de los escaños, en la
actualidad no alcanzarían el 50%. En su lugar
emerge como eventual vencedora la coalición de
izquierdas sYRiZA –a la que tendenciosamente
algunos quieren hacer pasar por antieuropeístaseguida de los neonazis de Amanecer Dorado. El
auge de las formaciones populistas o de extrema
derecha no es patrimonio exclusivo de Grecia,
esperándose un apoyo importante a al partido
de los Verdaderos Finlandeses, al partido de Geert Wilder (Países Bajos), al austriaco FPO o al
Partido nacional Demócrata Alemán. Especialmente llamativas son las previsibles victorias del
Frente nacional de Marine le Pen en Francia y
del Partido nacional Británico en el Reino Unido
que los sondeos, en ambos casos, vaticinan que
cosecharán más del 30% de los votos emitidos.
Este es el momento para preguntarse por los
motivos que incitan a los ciudadanos a dar la espalda al proyecto europeo justo cuando el Parlamento ha alcanzado su máximo competencial
histórico, las decisiones más relevantes que determinan las condiciones de vida y de trabajo ya
no se adoptan por los Estados o cuando las próximas elecciones precederán también a la constitución de una nueva Comisión Europea, es decir, cuando se renovarán totalmente las dos
instituciones más genuinamente vinculadas al
proceso de integración.
Algunas respuestas sólo pueden ser calificadas
de alarmantes. El cabeza de lista de una de las
formaciones políticas españolas a las que se vaticina un mayor crecimiento achacó la desafección a la ignorancia congénita de los ciudadanos.
Mientras éstos se preocupan por el fútbol –argumentó- desprecian la trascendencia de los
asuntos europeos. De ahí a reivindicar el voto
censitario no hay más que un paso. Menos pin-
torescas pero igualmente erradas –a mi juiciolas podemos encontrar en aquellos que sostienen
que nos enfrentamos básicamente con problemas
“técnicos” como escasa pedagogía, barreras burocráticas que dificultan el ejercicio del derecho
del voto, cuestiones informativas o inadecuados
canales de coordinación entre parlamentos nacionales y el parlamento europeo. Todos estos
argumentos esconden –conscientemente o nouna realidad política mucho más grave que queda
subrayada por una sólo aparente paradoja: los
l
os ciudadanos continúan
identificándose con el objetivo de
una Europa unida, [...] lo que no
impide la existencia de un
generalizado rechazo al modelo imperante
por el que transita la construcción europea.
ciudadanos continúan identificándose con el objetivo de una Europa unida, incluso apoyan mayoritariamente a la moneda única, lo que no impide la existencia de un generalizado rechazo al
modelo imperante por el que transita la construcción europea.
no debe perderse de vista que el vigente descrédito no es patrimonio exclusivo del proyecto
europeo, también lo comparte la actividad política de los Estados miembros. Ambos casos se
vinculan al deterioro de la democracia ocasionado
por la forma en la que se ha gestionado la crisis.
“Tomaré las decisiones que España necesita aunque sean difíciles. Voy a seguir ese camino cueste
lo que cueste y me cueste lo que me cueste” afirmaba José luis Rodríguez Zapatero en julio de
2010. “La austeridad no es una opción sino una
obligación” sentenciaba soraya sáenz de santamaría en marzo de 2012. En Francia, François
Hollande llegó al Palacio del Eliseo con la promesa de frenar las políticas de austeridad y no
sólo no lo hizo sino que ha nombrado recientemente a un nuevo Primer Ministro –Manuel
Valls- que ha presentado una propuesta de recortes presupuestarios con importantes repercusiones sociales. De ambas casos –entre una infinidad de otros a elegir- se destila uno de los
mensajes más antidemocráticos posibles: no
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existe posibilidad de opción entre diferentes alternativas, hay que hacer “lo que hay que hacer”
siendo la participación ciudadana irrelevante en
el proceso de toma de decisiones. De esta forma
la soberanía se traslada desde la comunidad política hacia unos imprecisos mercados, a unas
más tangibles agencias de calificación o prestamistas globales que son los únicos capaces de
dictar las políticas posibles a la Unión y a los gobiernos nacionales.
no obstante la enajenación del ciudadano de
la actividad política europea es mucho más importante que el correspondiente a las políticas
nacionales.
El Parlamento Europeo ha incrementado sus
competencias y poderes en el proceso de adopción de decisiones comunitario tras la entrada
en vigor del Tratado de lisboa. Es más, su último
presidente -Martin schulz- ha sido mucho más
activo que sus predecesores durante su mandato.
Otro dato positivo lo encontramos en que, por
primera vez, se presentan candidatos a presidir
la Comisión Europea claramente identificables
con una opción ideológica y una relevante trayectoria (Alexis Tsipras –izquierda Europea-,
Guy Verhofstadt –Alianza de Demócratas y liberales-, Martin schulz –Partido socialista Europeo-, Claude Jüncker –Partido Popular Europeo- o José Bové -Verdes) que clarifica las
opciones. no olvidemos que el conservador Durao Barroso llegó a la presidencia de la Comisión
con el apoyo de Rodríguez Zapatero que consideró más importante optar por un candidato
“ibérico” antes que por otro socialista lo que, además de los resultados cosechados, en su día contribuyó a generar confusión y malestar entre el
electorado progresista europeo.
A pesar de estas innovaciones, el 50% de los
europeos (siempre según datos de Eurostat) percibe que su voto no influye en el devenir político
de la Unión. Acudir a las urnas, por lo tanto, es
considerado un ejercicio inútil. A mi juicio ahí
encontramos la causa última que explica el desinterés ciudadano por las elecciones y el desapego
hacia la actividad europea. Y en este estadio me
parece importante subrayar que hay que huir de
una utilización simplista de tópicos como el “déficit democrático” europeo porque la UE no es
un Estado y, por ello, su entramado institucional
no obedece al principio liberal de separación de
poderes.
Al ciudadano europeo se le podrá saturar con
afirmaciones tales como que nunca el Parlamento
Europeo ha tenido tanto poder en el proceso de
adopción de decisiones comunitario como en la
actualidad, lo que es cierto. Pero también es verdad que las más importantes políticas adoptadas
en el ámbito europeo -que afectan directamente
a las políticas nacionales- están deliberadamente
fuera del método comunitario. la gobernanza
económica europea es básicamente intergubernamental, es decir, los criterios se adoptan en
ámbitos de legitimidad democrática indirecta –
Ecofín, Eurogrupo…- cuando no más que discutible como el BCE o la Troika. En este proceso el
papel del Parlamento Europeo es marginal y la
capacidad de decisión o control de los ciudadanos
H
ay que huir de una utilización
simplista de tópicos como el
“déficit democrático” europeo
porque la UE no es un Estado y,
por ello, su entramado institucional no
obedece al principio liberal de separación
de poderes.
prácticamente nulas. El “Tratado de Estabilidad,
Coordinación y Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria” –el texto más acabado que
impone el control de los presupuestos nacionales- no es ni siquiera un tratado europeo, es un
tratado internacional. las líneas directrices económicas se han situado en gran medida en manos
de órganos ajenos al control democrático y a la
participación de los ciudadanos basados en normas opacas y complejas (Pacto de Estabilidad y
Crecimiento, Pacto por el Euro Plus, six Pack,
Fiscal Compact, Two Pack….) difíciles de desentrañar incluso para los conocedores de los asuntos europeos. no es de extrañar que la mitad de
éstos perciban que su voto no tiene influencia alguna en el devenir político de la Unión.
Y entre las demostraciones de firmeza política a
las que hemos asistido en los últimos años apenas
encontramos otras que las de la canciller alemana
Angela Merkel, imponiendo sin rubor agendas y
decisiones a la Unión y a sus Estados miembros.
Una vez más recurriendo a Eurostat, esta actitud
ha contribuido a que en la mayor parte de los países se perciba como un peligro la creciente in-
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fluencia política de Alemania así como a profundizar en la fractura de uno de los consensos básicos
sobre los que se ha construido el proyecto europeo:
la confianza y la solidaridad entre países y ciudadanos del centro y la periferia de la Unión, sustituida ahora por una suerte de diktat de los países
acreedores sobre los deudores.
El ciudadano medio europeo no sabe lo que es
la legitimidad en origen o la legitimidad en ejercicio de los sistemas políticos pero es indiscutible
que su identificación con el proceso de integración europea se ha sostenido sobre la seguridad
de que éste le proporcionaría una razonable prosperidad económica y bienestar social. sin embargo, las políticas de austeridad con las que se
ha pretendido responder a la crisis sólo han aportado sacrificios y desigualdad con resultados ridículos en términos de crecimiento y empleo.
Todo ello añadido a un sensible desmantelamiento de los sistemas de protección social y un
deterioro profundo de las condiciones de trabajo.
las consecuencias son evidentes, entre ellas el
incremento de la pobreza, la exclusión y la desigualdad en toda Europa. las alternativas a la
crisis están bosquejando una sociedad más injusta y descohesionada, con una mayoría de perdedores cada vez más desafecta al sistema democrático.
En este marco tan poco halagüeño es importante no errar en las alternativas. ser europeísta
en la actualidad obliga a ser implacablemente
crítico con la deriva vigente del proceso europeo
pero la solución no está en el repliegue sobre los
Estados nacionales sino en la transformación del
actual modelo. Pero potencialmente tan peligroso
como el nacionalismo eurófobo y xenófobo puede
ser la complacencia con unos resultados en los
que el vencedor tenga algo más del 10% del voto
de los ciudadanos europeos. El descrédito de la
democracia y de la Unión arriesgaría con ser irrecuperable.
El movimiento sindical europeo –representado
por la CEs- ha dado un paso al frente, involucrándose activamente en las elecciones del mes
de mayo y animando a los trabajadores a la participación. nunca antes había tenido una actitud
tan nítida y resuelta. la CEs critica con dureza
las políticas de austeridad y la devaluación interna vigentes pero, lo que es más importante,
presenta a las fuerzas políticas en liza una alternativa desarrollada y concreta. Esta alternativa
–no es un secreto y es uno de sus valores añadidos- se inspira en una propuesta elaborada por
la Confederación Alemana de sindicatos (DGB).
la propuesta incluye un plan de inversiones en
el que se detalla sus fuentes de financiación, los
sectores en los que se aplicaría y la estimación
de crear 11 millones de nuevos empleos de calidad
a tiempo completo. la CEs también reclama modificaciones institucionales para que la prioridad
se sitúe en la recuperación económica y la creación de empleo al tiempo que emplaza a las fuer-
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a CEs también reclama
modificaciones institucionales
para que [...] las libertades
económicas no tengan prioridad
sobre los derechos sociales fundamentales
y que la gobernanza económica europea
tenga un control democrático.
zas políticas a restablecer la cohesión y la justicia
social, garantizando que las libertades económicas no tengan prioridad sobre los derechos sociales fundamentales y que la gobernanza económica europea tenga un control democrático.
la iniciativa de la CEs tiene la virtud de ofrecer
alternativas concretas, factibles y evaluables a
una realidad con la que es implacablemente crítica. Alternativas que tendrían una repercusión
tangible en las condiciones de vida y de trabajo
de los ciudadanos europeos y que han sido trasladadas a las formaciones políticas, legítimas protagonistas del proceso electoral. Es su responsabilidad tomarlas en consideración.
Concluyendo, la crítica es el mejor servicio que
se puede realizar en la actualidad al proyecto europeo. Pero las alternativas no son ni una integración neoliberal que traiciona los consensos
imperantes hasta hace pocos años, el nacionalismo xenófobo o el populismo ultraderechista
que han estado tras las mayores tragedias de la
historia europea o una autocomplacencia que ignore el alejamiento creciente de la ciudadanía.
Es imprescindible la participación de los trabajadores en el proyecto europeo, incluyendo en
las elecciones del próximo mes de mayo, pero
para que esto ocurra tendrán que ofrecerse propuestas justas a problemas reales.3
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