Untitled - Asamblea Nacional de Nicaragua

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El apellido Darío resulta de ser un patronímico derivado de un viejo
antecesor de esta familia, llamado Darío Mayorga, y cuyo nombre se
aplicó según costumbre de la época, a sus descendientes.
Hacia 1867 este era el hogar del Coronel Félix Ramírez Madregil y
Bernarda Sarmiento de Ramírez. Con ellos había venido a habitar Rosa
Sarmiento, hija de Ignacio Sarmiento, que a la vez era hermano de doña
Bernarda, y había sido asesinado en Chinandega tres días después del
nacimiento de su hija. Rosa Sarmiento, huérfana también de madre, por
su fallecimiento a pocos días de haber dado a luz, vivió y creció con sus
tíos; contrayendo matrimonio con su pariente Manuel García, a quién ya
apellidaban comúnmente Darío.
Por desavenencias matrimoniales entre Manuel y Rosa, ésta fue
llevada por una tía al Valle de Olominapa, para atenderla personalmente
en el parto ya próximo; pero el alumbramiento se realizó durante el
tránsito, en la antigua Villa de Chocoyos o Metapa, hoy Ciudad Darío,
Departamento de Matagalpa, el 18 de enero de 1867. A los nueve meses y
dos días, después del matrimonio de sus padres, nace Rubén.
A los cuarenta días de nacido fue a traerlo el Coronel Ramírez
Madregil, para permanecer con él y su esposa Doña Bernarda; habiendo
sido bautizado en la Catedral leonesa el tres de marzo de 1867.
Tras el rompimiento de Doña Rosa y Don Manuel y de su ida a San
Marcos de Colón, Honduras, en donde estableció su nuevo hogar con el
Señor Juan Benito Soriano, fue traído de nuevo el pequeño Rubén, por el
Coronel Ramírez Madregil, al seno de su hogar. Contaba Rubén con 3 ó 4
años de edad. En esta casa transcurrió toda la infancia del Poeta. El
Coronel Félix Ramírez y Doña Bernarda de Ramírez, le tuvieron siempre
como verdadero hijo, y él encontró en ellos siempre cariño paternal.
El hogar de los esposos Rodríguez Sarmiento, era centro de
frecuentes y animadas tertulias de políticos, sacerdotes, escritores, etc.,
cuya fama se extendió hasta otras ciudades de la República, como lo
atestigua el cronista masayés, don Francisco Ortega Arancibia. Rubén las
evoca en su autobiografía, revelando como animaban su tierna
imaginación, mientras se dormía en los regazos de Doña Bernarda,
escuchando las conversaciones. Así dice: “Por las noches había tertulia,
en la puerta de la calle… llegaban hombres de política y se hablaba de
revoluciones. La señora me acariciaba en su regazo. La conversación y la
noche cerraban mis párpados”.
Era el Coronel Ramírez, descrito por el propio Darío, hombre alto,
buen jinete, algo moreno, de barbas muy negras a quien llamaban “El
Bocón”, seguramente por su gran boca…, militar, bravo y patriota, de los
Unionistas de Centroamérica, con el famoso Caudillo General Máximo
Jérez.
Doña Bernarda Sarmiento de Ramírez, gozo desde muy joven de
gran fama como mujer inteligente y amena conversadora, así como
hermosa y atractiva. Quienes la conocieron la recuerdan de mediana
estatura, morena, cara redonda, y falta del ojo derecho por haberlo
perdido en un accidente cuando era niña. Nariz recta, pequeña y algo
abombadita; boca mediana; cuerpo lleno sin poder llamarse gorda. Pelo
negro hondulado, peinado con partido en medio, levantado hacia adelante
y recogido hacia atrás en dos largas trenzas, a las que anudaba con las
clásicas cintas negras.
Parte de esa casa era alquilada por Doña Bernarda a un grupo de
estudiantes, entre los que se contaban futuros poetas, filólogos,
historiadores y políticos.
Según Don Alfonso Valle, este local se conocía durante la niñez de
Rubén Darío como “El Cenáculo”.
A sus contantes reuniones asistía el pequeño Rubén, asombrando a
los mayores por su inquietud en los temas literarios.
El Cenáculo fue el ambiente propicio para el desarrollo de la
vocación poética del gran genio de la literatura universal.
Entre sus contertulias figuraba el ya entonces poeta y luego
maestro de primaria de Rubén Darío Don Felipe Ibarra. Reconocido
especialista por sus famosas “becquerianas”. En cierta ocasión, dijo con
sentido profético a varios compañeros suyos: “Este cabezón nos va ganar
a todos”.
”En la ciudad de León, a los tres días del mes de marzo de mil
ochocientos sesenta y siete: yo el Pro. Dr. Y Lic. José María Occón,
Teniente Cura del Sagrario, bauticé solemnemente, puse óleo y crisma a
Félix Rubén, hijo legítimo de Don Manuel García y Rosa Sarmiento, nació
el dieciocho de enero último, fue su padrino Don Félix Ramírez a quien
advertí su obligación y parentesco espiritual y para constancia firmo”.
José María Occón.
Los estudios primarios los terminó Rubén en el colegio que en su
época tenían los Padres Jesuitas en el antiguo Convento Franciscano de La
Recolección, y es enviado por su tía Rita Darío de Alvarado.
Dice don Antonio Oliver Belmás “con ellos conoció los clásicos
castellanos y espigó bastante en el latín y algo en griego…”
También Erika Lorenz, reconoce esta influencia de los Padres
Jesuitas, en la enseñanza musical que dieron a Rubén y que determina su
forma literaria e incluso muchos temas de sus versos.
Según la cronología Dariana establecida por su mejor biógrafo, Don
Edelberto Torres, el primer soneto escrito por Rubén es “La Fe”, en Enero
de 1879. Era conservado por el Doctor Juan de Dios Vanegas.
Le siguen “Naturaleza”, oda dedicada al poeta Ramón Mayorga en
Enero de 1880. También la oda “Al mar”, dedicada a Don Francisco Castro
en Marzo del año 1880. “A Víctor Hugo” y “Clase”, igualmente en 1880; y
“Una lágrima”, primeros versos publicados en El Termómetro de Rivas,
dirigido por José Dolores Gámez. Todos estos versos los escribe entre los
12 y 13 años de edad.
En Diciembre de 1881, Rubén se traslada a Managua, en donde
estuvo cerca de nueve meses. Su viaje lo promueven destacados políticos,
que han asistido a la velada fúnebre de Máximo Jérez, en Noviembre de
ese año en León, y en la que han constatado los extraordinarios dotes del
Poeta Niño, con sus poemas leídos en ella. El propósito de sus
benefactores, entre los que se destaca su coterráneo el Doctor Modesto
Barrios, es enviarle al extranjero; pero sus deseos no prosperan, al
presentarse Rubén ante los gobernantes conservadores con ideas
radicales.
Sin embargo se ha inaugurado en Managua la Biblioteca Nacional
bajo la dirección del Doctor Barrios y en ella tiene la oportunidad de
estudiar los clásicos de la literatura española, como de estudiar francés
con el mismo Doctor Barrios.
Durante sus meses de permanencia en Managua en 1882, Rubén
conoció a la jovencita Rosario Murillo, en una fiesta de amigos, en la que
ella cantó, despertándose de inmediato un sentimiento amoroso entre
ambos. Don Edelberto Torres la describe así: “Es alta, esbelta, morena, de
rostro ovalado, ojos verdes y cabellera castaña, y hay que mencionar
también el encanto de su voz, su aptitud como ejecutante del piano y sus
simpáticos gestos”.
Rubén pretendió casarse entonces con ella, pero sus amigos lo
disuadieron por su edad y su falta de recursos económicos, regresándose
a León. Más tarde, Rubén la evoca en su cuento “Palomas blancas y garzas
morenas” de su Libro “Azul…”.
Desgraciadamente, cuando tiempo después lo casaron con ella, la
felicidad no los pudo acompañar.
Buscando mejor suerte que en su Patria, Rubén se marchó a la
República de El Salvador, con la ayuda económica de algunos de sus
amigos, siendo éste su primer viaje al exterior. En Agosto de 1882,
desembarcó en el Puerto de La Libertad de ese país, en el que permaneció
un año.
Gozó abundantemente de la protección del entonces Presidente de
la República, Doctor Rafael Zaldívar, y de las cuidadosas atención de la
Familia Cáceres Buitrago.
En El Salvador conoció al Poeta y Maestro Francisco Gavidia, quien
despertó en Rubén la atención por el Alejandrino Francés, induciéndole a
los fundamentos de su renovación de la Literatura Española. También en
esta Nación elevó su espíritu a los ideales de la Unión Centroamericana y
de Continentalidad Latinoamericana. De esta época son “Oda a Bolívar” y
su “Himno a Bolívar”, que obtuvieron gran celebridad. El último fue
cantado con música del Maestro Juan Aberle, cuya partitura estuvo
perdida durante muchos años, habiéndola encontrado el investigador Don
José Jirón Terán.
En Septiembre de 1883, Rubén regresó a Nicaragua, instalándose
de nuevo en su hora de Doña Bernarda, su casa. Su permanencia entonces
en Nicaragua, se prolonga hasta el día 5 de Junio de 1886, en que sale de
Corinto rumbo a la República de Chile.
El período de casi tres años de permanencia en Nicaragua es
aprovechado por Rubén para continuar sus lecturas en la Biblioteca
Nacional de Managua, viajar por gran parte del país y relacionarse con los
más destacados intelectuales y políticos. Su obra poética ofrece ya gran
madurez y profundidad, pero no logra estabilidad económica, a pesar de
que no le falta ayuda de personas adineradas.
El centro de su vida en esta época fue León, al lado de su tía abuela
Doña Bernarda. En esta ciudad lee su poema “El Arte”, en la colocación de
la primera piedra del Teatro Municipal (1884). También en esa época se
anuncia la impresión de su libro “Epístolas y poemas”, que apareció hasta
1888.
Rubén Darío a los 23 años.
El 6 de Marzo de 1889, Rubén regresa de Chile a Nicaragua. En
León es recibido triunfalmente y saludado por los poetas más
representativos, entre quienes sobresale Santiago Argüello. Su fama
internacional es conocida y gozada por todos sus conciudadanos.
Especialmente su madre adoptiva, la buena y generosa tía abuela Doña
Bernarda, no alcanza en ella de alegría; pero la reciente muerte de su
padre, Don Manuel García (o Darío) y ciertos problemas de familia que
dicha muerte ocasiona, empañan un poco los días de regocijo.
Darío parte de nuevo, a los dos meses, a El Salvador, iniciando una
azarosa peregrinación por este país, Guatemala y Costa Rica, en los que
saborea triunfos y afronta dificultades. Se convierte en periodista,
dirigiendo en El Salvador el periódico “La Unión”, y en Guatemala “El
correo de la tarde. También publica en Guatemala la segunda edición de
“Azul…”, en Octubre de 1890, aumentado con poemas y nuevas
creaciones.
En esta época contrae matrimonio con Rafaelita Contreras.
En su segunda permanencia en El Salvador, Rubén se encuentra
con la familia de Don Álvaro Contreras a la que había conocido de niño en
León, cuando este político y orador hondureño vivió como exiliado.
Rubén es ahora el poeta triunfador del nuevo periódico “La Unión”.
Por su parte, las hijas del General Contreras son ya señoritas.
Rubén se fija especialmente en Rafaela. Ella, según Don Edelberto Torres,
“es una joven de baja estatura, de cabello castaño oscuro, negros ojos y
morena tez. Graciosa, con mucho don de simpatía y hasta con su dosis de
literatura por herencia paterna”. Ambos se admiran y se sienten
fuertemente atraídos. Rafaela ha leído “Azul…”, y cultiva secretamente el
arte narrativo dentro del nuevo estilo que inicia Rubén.
Pronto el poeta descubre que muchos cuentos publicados en su
periódico con el seudónimo de Stella son de Rafaela y su admiración por
ella c rece desbordantemente.
Se casan civilmente en San Salvador, el 21 de Junio de 1890. Luego
eclesiásticamente en Guatemala, el 11 de Febrero de 1891, a cuyo país
Rubén había tenido que marcharse. En Agosto del mismo año, la nueva
Familia Darío Contreras tiene que dirigirse a Costa Rica, de donde es
originaria la madre de Rafaela. Aquí nace su primogénito Rubén Darío
Contreras el 12 de Noviembre de 1891.
Rafaela Contreras.
Lirio real y lírico,
que naces con la albura de las
hostias sublimes,
de las cándidas perlas
Y del lino sin mácula
de las sobre pellices:
¿has visto acaso el vuelo
del alma de mi Stella,
la hermana de ligeia, por quien
mi canto a veces es tan triste?
El 25 de Mayo de 1892, estando en Guatemala, Rubén es nombrado
Secretario de la Delegación de Nicaragua a las celebraciones del IV
Centenario del Descubrimiento de América, en España. Parte a su patria,
llegando a León el 29 de Junio de dicho año, de aquí sale a cumplir la
misión que encabeza Don Fulgencio Mayorga, arribando a Madrid en
Agosto.
Regresa a Nicaragua el 5 de Enero de 1893, instalándose siempre
en León, y en casa de su tía Bernarda.
Durante sus meses de permanencia en España se relaciona con don
Juan Valera, Núñez de Arce, Campoamor, Zorrilla, Salvador Rueda y otros
poetas españoles e hispanoamericanos. También frecuenta el alto mundo
de la Corte, tratando a la Reyna, al célebre político Cánovas del Castillo y
al escritor y gran tribuno Don Emilio Castelar. De éste escuchó en cierta
ocasión, una clara advertencia del peligro norteamericano para la
América Latina, empezando a despertarse en el joven Poeta su
preocupación por nuestros pueblos.
Además de otros poemas, Rubén escribe para las fiestas su
invocación “A Colón”, que es todo un clamor por la suerte de
Hispanoamérica.
En este viaje, convierte al cisne en el símbolo de su creación
estética.
En 1893, ya fallecida su esposa Rafaelita Contreras, se dirige a
Managua a gestionar el pago de sus servicios diplomáticos en España, se
encuentra por triste casualidad con su antigua novia, Rosario Murillo, a
quien había dejado de amar, pero quien despertó de momento un
sentimiento erótico. Sobre ella existía en Managua una historia amorosa,
que según Don Edelberto Torres, le impedía casarse. El hermano de
Rosario Murillo, Andrés Murillo, urdió su matrimonio con Rubén,
aprovechándose de su debilidad, el que realizó el 8 de Marzo bajo su
propia presión. Rubén lo soportó, pero no lo aceptó nunca.
Sin embargo un rayo de esperanza rasga la tiniebla que le cubre. El
Gobierno de Colombia le nombra Cónsul en Argentina, y hacia allá parte
en Abril de 1893, iniciando una prolongada ausencia de su patria. Rosario
Murillo pretende acompañarle, pero él la regresa de Panamá.
Entre los meses de Julio y Agosto de 1899, Rubén Darío paseaba
con el Poeta Don Ramón del Valle Inclán, por los Jardines reales de
Madrid, cuando reparó en una joven de 24 años que jugaba con unos
niños. Era Francisca Sánchez del Pozo, del pequeño pueblo de Navalsauz
y cuyo padre estaba recién nombrado jardinero. “La belleza, el candor, la
sencillez de Francisca”, según Don Edelberto Torres, provocan en Darío
un flujo sentimental que le lleva a unirse a ella en inmenso amor.
Atado a Rosario Murillo por vínculo matrimonial, no puede
regularizar su unión marital con Francisca, pero esto no impide para que
se constituya con ella el hogar que siempre anheló. Tuvieron varios hijos,
de los que sólo sobrevivió Rubén Darío Sánchez. Sus sentimientos para
esta humilde mujer, que supo comprenderle están expresados en el
poema “A Francisca”, posiblemente uno de los más bellos de la lírica
española.
Rubén Darío y Francisca Sánchez
A Francisca
Ajena al dolo y al sentir artero
llena de la ilusión que da la fe,
lazarilla de Dios en mi sendero
Francisca Sánchez, acompáñame…
En mi pensar de duelo y de martirio
casi inconsciente me pusistes miel,
multiplicastes pétalos de lirio
y refrescastes la hoja de laurel
Ser cuidadosa del dolor supistes
y elevarte al amor sin comprender:
enciendes luz en las horas tristes,
pones pasión donde no puede haber.
Seguramente Dios te ha conducido
para regar el árbol de mi fe;
hacia la fuente de noche y de olvido,
Francisca Sánchez acompáñame…
De 1893 a 1907, Rubén viaja por Estados Unidos, Francia,
Argentina, España, Alemania, Austria, Hungría, Inglaterra, Bélgica y Brasil.
Sus centros de permanencia más importantes son: Argentina, Francia y
España. Es su época de pleno desarrollo y de consagración como maestro
y líder del movimiento Modernista.
En el inicio de estos viajes, (Mayo 1893) se encuentra con José
Martí en New York, quien impulsa la primera generación modernista y
lucha por la independencia de Cuba. Tiene así, la oportunidad de
experimentar personalmente la causa libertaria de Latinoamérica. Luego,
en Francia, asume la revolución estética de Simbolistas y Parnasianos; en
Argentina congrega a los poetas jóvenes, y en España logra despertar la
conciencia dormida de toda la comunidad de cultura hispánica.
De esta época son sus libros: “Los Raros”, Buenos Aires, Octubre de
1896. “Prosas Profanas”, Buenos Aires, Noviembre de 1896. “La
Caravana pasa”, París, Julio 1902; y sobre todo “Cantos de vida y
esperanza, los cisnes y otros poemas”, Madrid, Agosto de 1905, en el que
se convierte en la voz de todos los latinoamericanos en defensa de
nuestra identidad cultural contra la penetración imperialista. Además, “El
Canto errante”, Madrid, 1907.
El 23 de Noviembre de 1907, Rubén Darío llega al Puerto de
Corinto en su famoso retorno a la tierra natal. Nicaragua entera lo recibe
triunfante. León, Managua y Masaya le tributan manifestaciones
apoteósicas, y a lo largo de la línea férrea todos los pueblos por donde
pasa, corren a saludarle.
Banquetes y homenajes de toda clase le son ofrecidos.
Especialmente en León, la intelectualidad nicaragüense le expresa su
administración. Aquí pronuncia un discurso, en el que evoca el ambiente
de niño en el que se formó, y proclama su posición de líder de toda una
revolución literaria.
En su casa solariega para días felices con su tía abuela Bernarda, a
quien ya no volverá ver. Trata de divorciarse de Rosario, pero no lo logra.
Deja para Nicaragua su oda al “Momotombo” y su emotivo poema
“Retorno”, en el que concreta todos sus ensueños de niño, sobre la crin
anciana de su amado León.
Rubén Darío en su casa en 1907.
Regresa a España nombrado Ministro Plenipotenciario de
Nicaragua, en Abril de 1908.
Rubén Darío con traje Diplomático.
Madrid, España, 1908.
De
1908
a
Noviembre
de
1915,
Rubén
Darío
visita
alternativamente España, México, Cuba, Francia, Argentina, Brasil,
Estados Unidos y Guatemala. Sus principales centros de permanencia
son: España, Francia y Argentina.
En esta época, publica las revistas “Mundial” y “Elegancias”.
Particularmente, la primera, que edita junto con el uruguayo Alfredo
Guido, el cronista Javier Bueno y el fotógrafo Bayer. Adquiere gran
celebridad.
También de esta época son sus libros: “Poema de otro y otros
poemas”. Madrid, Enero 1910: “Letras”. París, Mayo 1911: su
“Autobiografía”, complementada con “Historia de mis libros”, para la
“Revista Caras y Caretas”, entre septiembre y octubre de 1912. “Todo el
vuelo”, Madrid, Diciembre 1912. “Canto a la Argentina y otros poemas”,
Madrid, Enero 1914.
En todas partes es aplaudido y homenajeado como el gran
renovador de la Literatura Española y el maestro y guía de todo un
movimiento literario de significación universal.
Canto a la Argentina y otros poemas
Rubén Darío
En Noviembre de 1915, Rubén sale de Guatemala con destino a
Nicaragua, después de casi siete meses de permanencia en ese país, y ya
gravemente enfermo. Llega a Corinto, en ese mismo mes, pasando a
Managua con la familia Murillo, que trata de controlarlo; pero él logra
deshacerse de ellos y se instala en León. Aquí es solícitamente atendido
por todos sus amigos, y en especial por Doña Fidelina de Castro, la esposa
de su antiguo amigo y compañero Don Francisco Castro. Es colocado en
una casa situada frente a la de esta señora para facilitar sus cuidados. Sus
familiares directos no existen ya. Varios médicos le atienden, bajo la
dirección del Doctor Luis Henry Debayle. Es operado del estómago y del
hígado.
Luego conforme a su fe cristiana recibe los sacramentos de parte
del Obispo, Monseñor Pereira y Castellón.
Muere a las diez y cuarto de la noche del 6 de febrero de 1916, en
medio de la consternación general de todo su pueblo y del dolor de todo
el mundo.
Sus honras fúnebres se extendieron hasta el día 13 de febrero,
fecha en que fue sepultado en la Catedral de León.
Gracias especiales al Museo Archivo “Rubén Darío”, León, por
facilitar la información y material fotográfico.
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