¿Qué hago aquí

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¿Qué hago aquí?
Por Juan W. Nonel
Vemos a un hombre de pie ante un cuerpo de mujer ensangrentado. En sus manos hay
un hacha, también cubierta de sangre. El sujeto mira el cadáver y parece confundido. De
pronto, se gira y se dirige a alguien que no podemos identificar, fuera de la escena.
—¿Qué hago aquí? ¿Quién es esta mujer muerta?
No recibe respuesta y se impacienta. Repite la pregunta, esta vez con mayor
volumen y cierta agresividad.
—¿Qué hago aquí? ¿Quién es ella? ¡Me quieres responder de una vez!
Oímos una voz profunda que contesta desde algún lugar ignoto.
—No puedo responderte, no tienes derecho a saberlo.
—Pero ¿qué dices? ¿Por qué, si puede saberse? ¿Quién eres tú?
—Yo te he puesto ahí y créeme, es mejor que no sepas más.
—¿Que me has puesto aquí? ¿Se puede saber de qué hablas? ¡Necesito respuestas!
—No puedo dártelas, simplemente sabes todo lo que debes saber.
—Pero creo que he matado a esta mujer y no sé el porqué, ni quién soy, ni que hago
aquí.
—Así debe ser, es parte de tu historia. Te he creado amnésico.
—Estás loco. ¿Cómo que me has creado? ¿Qué te crees? ¿Dios?
—Algo así. Tú eres mi creación y he decidido que no tengas memoria ni recuerdos. Es
parte del conflicto.
—¿Y si te dijera que creo que desvarías y que me estás tratando de engañar?
—Daría lo mismo, pero ¿por qué crees eso?
—Porque sí tengo recuerdos, aunque tú digas lo contrario.
—¿Ah, sí?
—Sí, claros y nítidos como te estoy oyendo a ti.
—Vaya, vaya, interesante. Debes saber que, si quiero, dejas de escucharme ahora
mismo.
—Pues ahora escúchame tú a mí. Me acuerdo que soy de Valencia, que nací en casa y
que mis padres murieron cuando era niño.
—Caramba, es impresionante, aunque creo que te lo estás inventando. ¿Y qué más
recuerdas?
—Me internaron en un orfanato y estuve allí muchísimos años. Los responsables me
maltrataban y salí de él enfermo, muy enfermo.
—¿Enfermo de qué?
—De la mente, de la cabeza; sé que estoy enfermo y que por eso a veces me olvido de
las cosas. Pero cuando hago un esfuerzo, ya ves, lo recuerdo todo.
—Ya veo. ¿Alguna otra memoria?
—No sé, ahora me duele la cabeza. Tú sabes qué hago aquí, ¿verdad?
—Ya te he dicho que sí, que yo te he colocado ahí.
—¿Y esta mujer, quién es?
—No puedo decírtelo, pero, si te consuela, puedo decirte que tú no la has matado.
—¿No? Bueno, es un alivio. Y entonces, el hacha, la sangre…
—Es parte de la trama, pero tú no has sido.
—¿Y quién ha sido?
—No puedo decírtelo. Es mejor así, de veras.
—¿Y qué hago ahora?
—Nada, esperar.
—¿Esperar? ¿A qué?
—Bueno, dentro de unos minutos te detendrán y te acusarán de ese asesinato.
—Pero si yo no he sido.
—Ya, aunque eso sólo lo sé yo. Te juzgarán y te condenarán.
—¡Eso es una injusticia! ¡Yo no he hecho nada!
—Así es la justicia. Todas las pruebas que has dejado están en tu contra.
—Pero tú puedes salvarme, ¿no? Tú sabes que yo no he sido y puedes demostrarlo.
—No voy a hacerlo. Se estropearía la trama.
—¿De qué trama hablas? Dios mío, tú puedes salvarme y vas a dejar que me condenen.
Es un horror. Si al menos me dijeras qué hago aquí y cómo puedo defenderme.
—Bueno, ya me estoy cansando de esta conversación. Ahora cállate y espera a que
vengan los policías.
—No pienso esperar. Ahora mismo me largo de aquí.
—No puedes. Siéntate y ponte cómodo. Ahora vuelvo y sigo con tu historia.
—Preferiría que no volvieras, la verdad. Eres un cabrón desalmado. Ojala te pudras en
el infierno y tu historia sea un fracaso.
—Hasta luego entonces.
—¿Sabes? He recordado otra cosa.
—Venga, no trates de ganar tiempo. Déjalo ya.
—Me acuerdo de cómo he llegado hasta aquí. Veo claramente que yo estaba
tranquilamente paseando y he sido testigo de este horrible crimen.
—Lo que me faltaba. Un personaje con alucinaciones.
—No son alucinaciones. Ahora lo recuerdo con claridad. Alguien estaba asesinando a
esta mujer con el hacha y yo le he detenido. Luego ha salido huyendo.
—Vaya, veo que tienes buena inventiva.
—No, no me lo estoy inventando. Las piezas empiezan a encajar. Sí, ahora reconozco
algo más. Espera, sí, una voz, el asesino, ha gritado algo antes de huir.
—¿Y qué ha dicho?
—Se ha reído y ha dicho que yo iba a pagar por este asesinato.
—Curioso, ciertamente. Tienes una memoria increíble para ser amnésico.
—Un momento. ¡Tu voz! Esa voz; me suena. ¿Puedes decirme algo más?
Silencio.
—¡Vamos, habla! ¿Qué te pasa ahora? Venga, dime algo.
Silencio.
—Eres tú, ¿verdad? El asesino. Sé que eres tú. Ahora escucho claramente la voz del
homicida y es idéntica a la tuya. ¡Eres tú el asesino, maldito cabrón!
—Bueno, pero no puedes probarlo, así que de poco te sirve saberlo.
—¡Eres un traidor inmundo!¡Un bastardo hijo de la gran puta!
—Bueno, basta ya. Un poco de respeto, al fin y al cabo soy tu creador.
—¿Respeto? Un asesino indigno pidiendo respeto. Tiene gracia.
—Vale, ya me cansé. Además pringarás tú por el asunto, ya sabes. Te dejo, se me ha
hecho tarde. Menudo amnésico de pacotilla, hombre.
—Adiós, padre malhadado. Espero que te revuelques para siempre en tu propia culpa.
Entran unos policías y detienen al sujeto, que no opone resistencia.
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