ORACIÓN SILENCIOSA Un encuentro de formadores, normalmente, está lleno de ideas, intercambios y discusiones. La oración silenciosa nos ayuda a seguir en contacto con el Espíritu sin perdernos en las palabras. Usamos dos instrumentos pedagógicos, tomados de dos textos de la tradición cristiana: La nube del no conocimiento (sig. XIV) y El camino de un peregrino (sig. XIX). Una “pequeña palabra” (Dios, amor, paz, etc.) para repetir en silencio y en la cual concentrar nuestra atención. No estamos intentando de aferrar a Dios con las operaciones de nuestra mente (pensamiento, percepción y deseo), sino que simplemente dejamos que estos movimientos fluyan, en lugar de usarlos para construir nuestra personal imagen de Dios. Haciendo esto, dejamos que Dios sea Dios, o como solía decir Meister Eckhart, “pidamos a Dios que nos libere de Dios”. La “pequeña palabra” no es importante como fuente de sentido, de sentimiento o de deseo. Es simplemente un sonido liberador, un “escudo y una espada” que nos permite trascender la trampa de nuestras mentes. Respirar atentamente, mientras se repite la palabra, manteniendo nuestra espalda derecha y nuestros ojos cerrados. Orar en silencio es como adormecernos: abandonamos todo con una actitud de confianza, sin controlar nada, sabiendo que “todo está bien, todo deberá estar bien y que todo tipo de cosas estará bien”. Orar en silencio es “liberarse como una pluma en el respiro de Dios”.