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Las
Epístolas
de
Juan
por el
Dr. Brian J. Bailey
Título original: “The Epistles of John”
Las epístolas de Juan
Copyright © 2001 Brian J. Bailey
Todos los derechos reservados
Primera edición en español impresa en julio 2004.
Publicado por Zion Christian Publishers.
Traducción: Ariel E. Ericson
Edición: Raimundo J. Ericson, Carla Borges.
A menos que se indique lo contrario las citas son tomadas
de la Santa Biblia versión Reina-Valera © 1960, propiedad
de Sociedades Bíblicas Unidas.
Publicado por Zion Christian Publishers
Impreso Guatemala, Centroamérica
Para mayor información, por favor comuníquese a:
INSTITUTO BÍBLICO JESUCRISTO
Apartado postal 910-A
Guatemala, Centroamérica.
Teléfono: (502) 5219-0444/45
Fax: (502) 2472-8817
Email: [email protected], [email protected]
www.ibj-guatemala.org
ISBN 1-890381-97-7
Índice
Prólogo
Primera epístola de Juan
7
Capítulo 1
10
Capítulo 2
25
Capítulo 3
50
Capítulo 4
66
Capítulo 5
81
Segunda epístola de Juan
93
Tercera epístola de Juan
103
Epílogo
113
Agradecimientos
Queremos extender nuestro agradecimiento a las siguientes
personas por su trabajo en la edición en español:
Ariel Ericson, por su excelente trabajo en la traducción de
este libro.
Raimundo Ericson y Carla Borges por su labor en la edición
de este libro y sus magníficos toques finales a la corrección
de las pruebas.
Al equipo de El Salvador por el diseño de la portada.
Al equipo editorial de Zion Christian Publishers, Carla
Borges, Jason Glowski, Daniel Humphreys, David Kropf, por
su colaboración en el formato final de este libro y la impresión.
Deseamos extender nuestra gratitud a todos ustedes ya
que sin todas sus horas de arduo trabajo la publicación
de este libro no hubiera sido posible. Estamos
verdaderamente agradecidos por su diligencia,
creatividad y excelente labor en la compilación de este
libro para la gloria del Señor.
Prólogo
Está aceptado universalmente que el apóstol Juan escribió las
tres epístolas que llevan su nombre. El lugar, tiempo y
circunstancias de ellas se desconocen. Los contemporáneos
de Juan sencillamente afirman que escribió las tres epístolas
de Juan, el Evangelio de Juan, y el libro de Apocalipsis. Estos
escritos sugieren que el autor era muy anciano, ya que su
tenor es el de un abuelo que escribe a sus hijos espirituales en
muchas generaciones.
Por lo tanto, podemos afirmar con cierta medida de certeza
que las epístolas de Juan fueron escritas hacia el final de su
vida, cuando tenía a su cargo las siete iglesias de la provincia
romana de Asia (Ap. 2–3).
Las epístolas de Juan abordan dos grandes temas. El primer
tema que Juan desarrolla es el amor. Juan, el “apóstol del
amor”, describe al amor como la esencia de la naturaleza de
Dios: Dios es amor. El segundo tema es la comunión con el
Padre y Su Hijo, el Señor Jesucristo.
Las epístolas de Juan fueron escritas en un estilo claro y
conciso. Las tres usan un vocabulario griego de solamente
303 palabras. Se trata de un vocabulario muy pequeño
comparado con las 5.437 palabras utilizadas en el Nuevo
Testamento.
Las epístolas de Juan presentan el estilo de un libro de lectura
fácil en griego, para un nivel de escuela primaria.
La primera epístola de Juan está escrita en una forma muy
comprensible. Presenta la teología de alguien (Juan) que
recibió una amplia revelación tanto de los tiempos finales como
del principio de todas las cosas. En los versículos 5 y 6 de su
segunda epístola encontramos los fundamentos de la doctrina
de Juan, reafirmando el “nuevo mandamiento” dado por Jesús,
de amarse los unos a los otros (ver Jn. 13:34, 15:12). Este es
el corazón del mensaje de Juan.
Una manera de abordar el estudio de las epístolas de Juan es
comenzar con la segunda, que sintetiza sus enseñanzas, luego
la tercera, y finalizar con la primera. Sin embargo, hemos
decidido estudiar estas epístolas en el orden tradicional en
que aparecen en la Biblia.
La
Primera
Epístola
de
Juan
8
Las Epístolas de Juan
Bosquejo
1. La comunión con el Padre y el Hijo (1:1-4)
2. Anden en la luz (1:5-10)
3. Nuestro abogado delante del Padre (2:1, 2)
4. Ámense unos a otros (2:3-11)
5. Niveles de madurez espiritual (2:12-14)
6. No amen al mundo (2:15-17)
7. Advertencia contra los anticristos (2:18, 19)
8. La unción que permanece (2:20-27)
9. La semejanza a Cristo (2:28–3:3)
10. Dios: Su naturaleza sin pecado (3:4-10)
11. El amor a los hermanos (3:11-24)
12. Prueben los espíritus (4:1-6)
13. El perfecto amor (4:7–5:3)
14. Vencedores (5:4-6)
15. Los tres testigos (5:7-13)
16. La confianza en el poder de la oración (5:14-16)
17. La libertad del pecado y de la idolatría (5:17-21)
Las Epístolas de Juan
9
Introducción
Esta epístola, que podría llamarse una epístola general, fue
escrita a las iglesias que Juan había tenido a su cargo. En ella,
Juan habla en términos muy directos, dejando bien en claro
cuáles son las responsabilidades de la vida cristiana. Utiliza
treinta veces el verbo “conocer”, para dar a los creyentes la
absoluta seguridad de que conocen el camino que conduce a
la vida eterna.
No puede dejar de asombrarnos la extraordinaria intimidad
que Juan disfrutaba con el Señor, tal como se describe en los
primeros tres versículos. Juan habla con autoridad, pero
también con la ternura de un verdadero padre en Cristo. Sin
lugar a dudas, la primera epístola de Juan fue escrita para
contrarrestar las herejías y falsas doctrinas que se habían
introducido en la iglesia primitiva, principalmente el
gnosticismo, el cual negaba que Jesús había venido en carne.
10
Las Epístolas de Juan
Capítulo 1
La comunión con el Padre y el Hijo (1:1-4)
1:1 – Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo
que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos
contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo
de vida.
Para comenzar, Juan presenta a Jesús como aquel que hace
todas las cosas, al afirmar que Jesús existe desde el principio
de los tiempos. Aunque todos tenemos diferentes revelaciones
del carácter y la naturaleza incomparables de Cristo, lo que
más me impresiona es Su infinita energía y sentido de
propósito. Él es fundamentalmente el Hombre con una misión.
La existencia eterna de Cristo se revela en Su naturaleza,
como expresó claramente el apóstol Pablo en Colosenses
1:15-17, donde dice acerca de Jesús: “El es la imagen del
Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él
fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las
que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean
dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado
por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y
todas las cosas en él subsisten”.
Lo señalado está confirmado también por los conocidos
versículos de Juan 1:1-3 que hablan de Jesús como el Verbo
de Dios: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con
Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios.
Las Epístolas de Juan
11
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que
ha sido hecho, fue hecho”.
En Apocalipsis 1:8 se llama a Jesús “el Alfa y la Omega,
principio y fin”. En Hebreos 1:1-3, Pablo exalta a Jesús como
la imagen misma de Dios: “Dios, habiendo hablado muchas
veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por
los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el
Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien
asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su
gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta
todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado
la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo,
se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”.
El rey Salomón describe a Jesús como la Sabiduría, quien
estaba delante de Dios (Pr. 8:30). El Señor Jesús es el
Operador, el Creador y el Hacedor.
Debemos ver a Dios como el Eterno que ha existido desde
siempre. Moisés dijo en Salmos 90:2: “Antes que naciesen
los montes, y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y
hasta el siglo, tú eres Dios”. A veces nos resulta difícil
comprender que Dios siempre ha existido y siempre existirá.
En nuestras mentes todo tiene un principio, pero Cristo ha
existido siempre.
12
Las Epístolas de Juan
El encuentro de Juan con Cristo
Juan describe cuatro maneras en las que se encontró con el
Señor Jesucristo:
1.
2.
3.
4.
Lo que hemos oído
Lo que hemos visto con nuestros ojos
Lo que hemos contemplado
Lo que palparon nuestras manos
En primer lugar, Juan dice: “Lo que hemos oído”. Juan oyó
las palabras y enseñanzas de Jesús, el Verbo de Dios, y las
recibió como provenientes directamente del trono de Dios.
Jesús es el predicador de los predicadores. Cuando los líderes
religiosos enviaron funcionarios para prender a Jesús, la única
excusa que estos pudieron dar fue que no lo habían traído
porque jamás habían oído a hombre alguno hablar como Él
(Jn. 7:46).
La gente diferenciaba las enseñanzas de Jesús de las de los
escribas, porque Jesús enseñaba con autoridad (Mt. 7:29).
Por más de tres años, Juan y los otros apóstoles tuvieron el
privilegio de oír hablar y enseñar al Verbo Encarnado de
Dios—a Jesús en persona. En Hechos 4:20 Pedro señaló:
“Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y
oído”.
Debemos esperar oír a Dios diariamente. Necesitamos
entender que nuestra relación con Dios es la relación de un
Padre con sus hijos e hijas. En una familia normal, los hijos
interactúan con su padre todos los días. Todo buen padre
Las Epístolas de Juan
13
desea hablar con sus hijos cada día. Lo mismo sucede con el
Padre Celestial. Él quiere hablar con nosotros todos los días,
sin excepción.
La mayoría de los padres tienen hijos porque estos llenan un
vacío en sus vidas. Dios nos creó porque en Su corazón había
un vacío y una necesidad de compañerismo. Dios nos creó
porque deseaba hacerlo (Ap. 4:11). Dios es amor, y el amor
necesita ser correspondido. Dios nos ama, pero también siente
la necesidad de que a su vez nosotros lo amemos. Una de las
maneras de expresar amor es por medio de la comunicación
verbal.
Qué hermoso es oír cada día la Palabra que sale de la boca
de Dios (Mt. 4:4). Debemos buscar desarrollar una relación
íntima con el Señor y oír su voz todos los días. Isaías 50:4
dice: “Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber
hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana,
despertará mi oído para que oiga como los sabios”.
¡Necesitamos tener nuestros oídos espirituales abiertos para
oír lo que Dios quiere decirnos cada mañana, sin excepción,
al pasar tiempo en Su presencia!
En segundo lugar, Juan dice: “Lo que hemos visto con nuestros
ojos”. Juan tuvo el privilegio de ver a Jesús con sus propios
ojos. Fue un testigo ocular del ministerio y la persona de Jesús.
Juan vio con sus propios ojos al “Verbo hecho carne”. El
apóstol Pedro dijo: “Porque no os hemos dado a conocer el
poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas
artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios
ojos su majestad” (2 P. 1:16).
14
Las Epístolas de Juan
En una oportunidad, en un viaje que la familia real de Inglaterra
realizaba por Sudáfrica, el príncipe Carlos miró a su alrededor
y observó que su hijo, el príncipe Harry, le estaba tomando
una fotografía. El príncipe Carlos experimentó una enorme
alegría al darse cuenta que su hijo quería tomarle una fotografía
para contemplarlo luego.
Un padre disfruta que su hijo o su hija lo observen, y lo mismo
sucede con el Padre Celestial. De la misma manera que un
novio disfruta cuando su prometida lo contempla, así también
el Señor Jesús, nuestro novio celestial, se goza cuando Su
pueblo, Su prometida, lo contempla con amor y admiración.
Jesús dijo en Juan 14:21: “El que tiene mis mandamientos, y
los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será
amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. El
Señor desea derramar en abundancia Su amor sobre nosotros
y manifestarse abiertamente para nuestro beneficio. El Señor
se manifestó a Moisés de una manera extraordinaria, como
se señala en Números 12:8: “Cara a cara hablaré con él, y
claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová.
¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo
Moisés?”
Ser ciego no es nada fácil. Tenía un amigo muy cercano, pastor
en el estado de Washington, que era ciego. Además de pastor,
era un hombre de negocios. Me confesó que lo que más lo
entristecía en la vida era que no podía ver a sus hijos con sus
ojos físicos. No sabía qué aspecto tenían. Cuando murió, me
pidieron que oficiara en la ceremonia de su funeral. Dios me
dio una visión sobre este querido pastor cuando falleció. Al
Las Epístolas de Juan
15
morir, su espíritu salió de su cuerpo y, antes de ir al cielo, el
Señor le permitió ver a sus hijos. Al final, pudo ver a sus hijos,
y esto le trajo gran gozo antes de ir a su morada eterna.
El Señor me bendijo grandemente al darme visiones de sí
mismo y de Su vida y ministerio terrenales. No hay experiencia
como la de ver a Jesús. El clamor de mi corazón es ver a
Jesús, como los griegos le pidieron a Felipe: “Señor,
quisiéramos ver a Jesús”. (Jn. 12:21).
He tenido varias visiones del cielo, y en cada una, mi único
deseo es ver a Jesús. Amado hermano, si está dispuesto a
poner todo su amor en el Señor Jesús, Él también se
manifestará a usted abiertamente.
Tercero, Juan dice: “Lo que hemos contemplado”. Juan no
está repitiendo lo que acaba de decir acerca de ver al Señor
Jesús con sus ojos. Se refiere aquí a algo más que contemplar
la apariencia física de Jesús con sus propios ojos físicos. Ver
a las personas como realmente son es conocer su carácter y
su naturaleza. Cristo quiere que lo experimentemos de esta
manera, para que lo veamos como realmente es y lo
conozcamos íntimamente.
Cuarto, Juan dice: “Y palparon nuestras manos”. Juan tocó
físicamente a Jesús mientras estaba sobre la tierra. Juan tuvo
una relación tan íntima con el Señor Jesús que aun se recostó
sobre él en la Última Cena (Jn. 13:23). Tomás tocó a Jesús y
palpó Sus heridas después de Su resurrección (Jn. 20:27, 28).
En Lucas 24:39 Jesús se apareció a los discípulos y dijo:
“Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y
16
Las Epístolas de Juan
ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis
que yo tengo”.
Hay algo que se imparte con el toque físico. El Señor me
enseñó esta importante lección hace muchos años, mientras
ministraba en Nueva Zelanda. Yo era el pastor de una iglesia
de varios miles de personas. Eran tantos, que resultaba difícil
conocer personalmente a todos los miembros de la iglesia. El
Señor me indicó que me parara en la entrada del templo al
finalizar cada servicio y que estrechara las manos de todos a
medida que se retiraban. El Señor me dijo que las ovejas
necesitan sentir el toque de su pastor porque hay una
impartición del amor del pastor con el toque físico.
En varias ocasiones el Señor se me apareció, y me dijo:
“Tócame”. En una oportunidad, me dijo: Tócame, porque soy
todo bondad”. Cuando lo toqué hubo una impartición de Su
bondad sobre mi vida. Cuando la mujer con el flujo de sangre
tocó el borde del manto de Jesús fue sanada instantáneamente
(Mr. 5:25-34). Mateo 14:35, 36 relata que todos los que
tocaron el borde del manto de Jesús fueron sanados. Mi querido
hermano, extiéndase y toque a Cristo por fe, y recibirá sanidad,
vida, liberación y toda bendición de lo alto.
Juan concluye el versículo 1 refiriéndose a Jesús como el
“Verbo de vida”. En Juan 1:14 leemos: “Y aquel Verbo fue
hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria
como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
Jesús es el Verbo de Dios hecho carne; el Verbo de vida.
Dios quiere que Su Verbo se haga carne en nosotros; en otras
palabras, que Su Palabra se arraigue en nuestros corazones y
Las Epístolas de Juan
17
ejerza Su influencia sobre cada aspecto de nuestra vida. Dijo
David, en Salmos 51:6: “He aquí, tú amas la verdad en lo
íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”.
Dios quiere que Su verdad pase a formar parte de nuestro ser.
Jimmy Carter, un ex presidente de los Estados Unidos de
Norteamérica, escribió varios libros basados en los casetes
de sus lecciones de la Escuela Dominical. En uno de sus libros,
dijo: “Debemos ser pequeños cristos”. Y es totalmente cierto.
Dios quiere que nos parezcamos al Señor Jesucristo. Debemos
ser un reflejo de Cristo en todo lo que hacemos y decimos.
Amado hermano, busquemos ser como el Verbo de vida en
cada área de nuestras vidas.
1:2 – (Porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y
testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba
con el Padre, y se nos manifestó);
Juan continúa en el versículo 2, señalando que “la vida fue
manifestada”. Juan afirma que la vida eterna (Jesús) estaba
con el Padre. Juan 1:18 explica que Jesús “está en el seno del
Padre”. Jesús había ha estado con el Padre y ha sido parte de
la Deidad desde el principio mismo.
Jesús es la vida, como Él mismo lo dice en Juan 14:6: “Yo soy
el camino, y la verdad, y la vida”. Jesús es el Pan de vida (Jn.
6:35) y la resurrección y la vida (Jn. 11:25). Jesús es el único
que puede darnos vida eterna. En Juan 17:1-3 leemos: “Estas
cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre,
la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu
Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda
18
Las Epístolas de Juan
carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta
es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero,
y a Jesucristo, a quien has enviado”. ¿Qué es la vida eterna?
Es que conozcamos a Dios el Padre y al Señor Jesucristo.
1:3 – Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para
que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y
nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con
su Hijo Jesucristo.
Nuestra comunión es con el Padre y el Hijo. Dios desea tener
compañerismo y comunión íntima con Su pueblo. ¡Dios quiere
estar con usted y le necesita! Algunas personas sienten que no
son queridas por sus padres o familiares, pero Dios nos quiere a
todos. ¡Dios nos creó para que tengamos comunión con Él!
Nunca debemos olvidar que el deseo de Dios el Padre es morar
con nosotros, Sus hijos e hijas. Dios expresó este deseo a
Moisés en Éxodo 25:8: “Y harán un santuario para mí, y habitaré
en medio de ellos”. Dios ordenó a Moisés que construyera el
tabernáculo porque deseaba habitar entre Su pueblo.
Cuando dejé Inglaterra para ir como misionero a Francia, mis
padres querían que les escribiera contándoles cada detalle de
mi experiencia allí. Escribía a mis padres a menudo, pero no
importaba cuánto les escribiera, para ellos nunca era suficiente.
De modo que vinieron a Francia a verme, porque querían saber
cómo estaba. Querían participar de mi vida. Lo mismo pasa
con Dios el Padre. Él desea formar parte de cada pequeño
detalle de nuestras vidas. Quiere que le contemos todo lo que
sentimos y que derramemos nuestro corazón delante de Él.
Las Epístolas de Juan
19
Es bueno leer libros de quienes han tenido experiencias de visiones
celestiales, porque nos permiten una cierta percepción de la
naturaleza de Dios y Sus propósitos para nuestras vidas. Me
gusta leer este tipo de libros; han sido de gran bendición para mí.
Permítame recomendarle algunos como El progreso del
peregrino de Juan Bunyan, y Visions of Heaven and Hell y
Return from Tomorrow (ambos en inglés) de George J. Ritchie.
Como cualquier padre, el Padre celestial desea tener a Sus
hijos alrededor de Él. Una vez tuve una visión de Dios el
Padre en un jardín celestial, en la que tomaba a niños pequeños
en Sus brazos para bendecirlos. El Padre celestial quiere tener
esta relación con cada uno de nosotros. Tenemos un ejemplo
de esto en Salmos 103:13: “Como el padre se compadece
de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen”.
1:4 – Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo
sea cumplido.
El propósito de Juan al escribir esta epístola es que nuestro
gozo sea cumplido. Es a través de la comunión con el Padre
y el Hijo que entramos en el gozo del Señor (Mt. 25:21).
Anden en la luz (1:5-10)
1:5 – Este es el mensaje que hemos oído de él, y os
anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.
Juan define el mensaje de Jesús afirmando que Dios es luz y
que en Él no hay tinieblas. Hay un hermoso pasaje que
describe a Jesús como la luz verdadera: “En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas
20
Las Epístolas de Juan
resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo
un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este
vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin
de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que
diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra
a todo hombre, venía a este mundo” (Juan 1:4-9).
Jesús dijo en Juan 8:12: “Yo soy la luz del mundo; el que me
sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
También dijo en Juan 9:5: “Entre tanto que estoy en el mundo,
luz soy del mundo”. Jesús es la luz del mundo, pero ahora que
Él ascendió al cielo, nosotros, como Sus representantes,
somos la luz del mundo. Juan el Bautista fue una “antorcha
que ardía y alumbraba” (Jn. 5:35).
Jesús dijo en Mateo 5:14-16: “Vosotros sois la luz del mundo;
una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino
sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que
vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre
que está en los cielos”. La luz de Cristo debe brillar en nuestras
vidas más y más cada día, de modo que todos los que se
encuentren a nuestro alrededor vean Su luz en nosotros y
glorifiquen al Padre que está en los cielos.
El Señor Jesús declaró en Lucas 8:17: “Porque nada hay
oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no
haya de ser conocido, y de salir a luz”. Pablo enfatizó esta
verdad en 1 Corintios 4:5: “Así que, no juzguéis nada antes
de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también
Las Epístolas de Juan
21
lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los
corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios”.
A Su tiempo, el Señor revelará las cosas ocultas de las tinieblas.
Por eso es tan importante permitir al Señor que limpie nuestros
corazones de toda obra de las tinieblas.
En Mateo 6:22, 23 Jesús habló de la importancia de estar
llenos de luz: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu
ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu
ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si
la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas
tinieblas?” Busquemos estar llenos de la gloriosa luz de
Jesucristo, la cual disipará toda oscuridad en nosotros.
1:6 – Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos
en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad.
Por lo tanto, nuestro camino o conducta determina nuestra
comunión. “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de
acuerdo?” (Amós 3:3). No podemos andar con Dios, que es
luz, si andamos según el príncipe de este mundo (que es
Satanás, el príncipe de las tinieblas) y hacemos las obras de
la carne (Gá. 5:19).
1:7 – Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos
comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su
Hijo nos limpia de todo pecado.
Si andamos en la luz, no solo tendremos comunión con el
Dios de luz, sino también tendremos comunión con otros
cristianos.
22
Las Epístolas de Juan
He notado que los ministros que dejan de andar en la verdad
se transforman en compañeros de los que andan en impiedad.
Los que andan en la luz ya no pueden tener comunión con
ellos. Existe un velo de separación entre los que andan en la
luz y los que andan en el pecado. Aun así, mientras andamos
en la luz, “la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado”.
Así como necesitamos limpiarnos constantemente de las
impurezas de la vida cotidiana en lo natural, también
necesitamos limpiarnos constantemente de las impurezas de
este mundo en lo espiritual.
La comunión se basa en dos aspectos:
1. Andar en la luz.
2. Experiencias comunes (pruebas y triunfos comunes)
Para tener comunión con Cristo y otros creyentes debemos
andar en la luz. Asimismo, pasar por las mismas experiencias
de otras personas aumenta el nivel de comunión y amistad
que podemos tener con ellas. Cuanto más experimentemos
lo que Cristo soportó en la tierra, más rica y más profunda
será nuestra comunión con Él.
1:8 – Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos
a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
Debemos tener siempre presente lo que dice el rey David en
Salmos 51:5: “En pecado me concibió mi madre”. Por lo tanto,
por ser hijos de Adán, nacemos con la naturaleza caída.
Cuando Juan Bunyan tuvo el privilegio de vivir las maravillosas
experiencias del cielo, las cuales relata en su libro El progreso
Las Epístolas de Juan
23
del peregrino, se le dijo que aun los hombres más santos
sobre la tierra batallan con el pecado hasta el momento en
que son liberados de estos cuerpos terrenales. Por lo tanto,
tenga cuidado con la doctrina de la perfección sin pecado.
1:9 – Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad.
Primeramente debemos confesar nuestro pecado. Sin
embargo, este paso que parece tan sencillo es una piedra de
tropiezo para muchas personas. Jeremías 3:13 dice:
“Reconoce, pues, tu maldad”. El rey David hizo esto cuando
dijo en Salmos 51:3: “Porque yo reconozco mis rebeliones, y
mi pecado está siempre delante de mí”. En Oseas 14:2 leemos:
“Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová,
y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien”.
Levítico 26:40-42 dice: “Y confesarán su iniquidad, y la
iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que
prevaricaron contra mí; y también porque anduvieron conmigo
en oposición, yo también habré andado en contra de ellos, y
los habré hecho entrar en la tierra de sus enemigos; y entonces
se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado.
Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y asimismo
de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham
me acordaré, y haré memoria de la tierra”.
Dios promete recordar Su pacto con nosotros si confesamos
nuestros pecados y aceptamos las consecuencias y el castigo
sobre ellos.
24
Las Epístolas de Juan
“Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados”. Esta es la
seguridad maravillosa que tenemos en Cristo. La confesión
trae perdón. Al confesar nuestros pecados, Dios no solo nos
perdonará, sino que lavará y purificará nuestros corazones
de todo lo que no le agrada. Dios nos limpiará “de toda
maldad”. Si se lo permitimos, Dios quitará la raíz de nuestra
iniquidad (Os. 14:2).
Leemos en Oseas 14:8: “Efraín dirá: ¿Qué más tendré ya con
los ídolos? Yo lo oiré, y miraré; yo seré a él como la haya
verde; de mí será hallado tu fruto”. La tribu de Efraín será
purificada de su pecado de idolatría (en ellos, la raíz de su
pecado) para que ya no quieran tener nada más que ver con
los ídolos. Dios quiere hacer lo mismo en nuestras vidas. Quiere
quitar toda raíz de amargura e iniquidad para que ya no
hagamos cosas que le desagradan. Después de todo, fuimos
creados para satisfacción de Él (Ap. 4:11).
1:10 – Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él
mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Ninguno de nosotros puede decir que no ha pecado, porque
todos nacimos en pecado. Si no fuéramos pecadores, Dios
no habría enviado a Cristo a morir en la cruz por nuestros
pecados.
Las Epístolas de Juan
25
Capítulo 2
Nuestro abogado delante del Padre (2:1, 2)
Ahora el amado apóstol nos dice por qué escribe sobre el
tema del pecado.
2:1 – Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no
pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos
para con el Padre, a Jesucristo el justo.
Deberíamos echar mano continuamente de la gracia de Dios,
de modo que tengamos la fortaleza para resistir al pecado y
caminar en rectitud. Sin embargo, si caemos, Juan nos asegura
que tenemos un abogado o alguien que defenderá nuestra
causa delante del Padre. Nuestro abogado se llama Jesucristo.
Pablo dijo en Hebreos 7:25: “Viviendo siempre para interceder
por ellos”.
2:2 – Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo
el mundo.
Cristo es la ofrenda que paga o cubre nuestros pecados y los
de todos aquellos que lo reciben como su Salvador personal.
Ámense unos a otros (2:3-11)
2:3 – Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si
guardamos sus mandamientos.
26
Las Epístolas de Juan
Esta es básicamente la respuesta que Jesús dio al joven rico
cuando este le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para
heredar la vida eterna?” La respuesta de Jesús fue: “Los
mandamientos sabes” (Mr. 10:17-22). El “nuevo pacto” no
anula los Diez Mandamientos. El nuevo pacto cumple el
verdadero propósito de los Diez Mandamientos, el cual es que
estén escritos en las tablas de carne de nuestros corazones en
lugar de estarlo en tablas de piedra.
2:4 – El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus
mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está
en él.
Si decimos que conocemos a Dios, pero no guardamos Sus
mandamientos, somos mentirosos y nos engañamos a nosotros
mismos, creyendo que en verdad le conocemos.
Cuando dejamos de guardar los mandamientos de Dios, Su
presencia nos abandona como le sucedió a Sansón. Sansón
se engañó a sí mismo al creer que podía desobedecer los
mandamientos de Dios y aun así conservar la unción y la
presencia del Señor. No se dio cuenta que la unción y el Espíritu
de poder de Dios lo abandonaron cuando confesó a Dalila
que su cabello era el secreto de su fuerza (Jue. 16:20).
2:5 – Pero el que guarda su palabra, en éste
verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado;
por esto sabemos que estamos en él.
Aquí Juan nos muestra algunos de los frutos de la obediencia.
Como escribe Pablo en 1 Timoteo 1:5, “el propósito de este
Las Epístolas de Juan
27
mandamiento es el amor”. Esto está confirmado en Gálatas
5:14: “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El amor es el vínculo
perfecto (Col. 3:14). De esta manera, cuando guardamos los
mandamientos de Dios, el amor se desarrolla en nuestros
corazones. “Por esto sabemos que estamos en él”.
2:6 – El que dice que permanece en él, debe andar como
él anduvo.
Al estudiar la Biblia comprendemos que lo que se aplica a
Jesús también se aplica a nosotros Sus discípulos. Cristo es
la luz del mundo y nosotros también somos la luz del mundo.
Jesús es llamado el Cristo (que significa “el ungido”) y a
nosotros se nos llama cristianos (los ungidos). Por lo tanto,
debemos andar como anduvo Cristo: en amor, pureza y
santidad.
2:7 – Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino
el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el
principio; este mandamiento antiguo es la palabra que
habéis oído desde el principio.
Recordemos que los creyentes del Nuevo Testamento solo
tenían los 39 libros del Antiguo Testamento, ya que el Nuevo
Testamento aún no se había compilado en su forma actual.
Jesús hizo muy clara la unión del Antiguo Testamento con el
Nuevo, cuando dijo: “No penséis que he venido para abrogar
la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para
cumplir” (Mateo 5:17).
28
Las Epístolas de Juan
2:8 – Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo,
que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas
van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.
Las tinieblas que se mencionan confirman que la ley era solo
una sombra de los bienes venideros (He. 10:1) y no la imagen
misma de las cosas que ahora vemos a la luz verdadera de
Jesús.
2:9 – El que dice que está en la luz, y aborrece a su
hermano, está todavía en tinieblas.
Nuestra relación con los demás determina nuestra relación
con Dios. ¿Cómo podemos decir que amamos a Dios a quien
no hemos visto, si no amamos a quienes sí hemos visto? Resulta
una contradicción decir que andamos en la luz si en nuestros
corazones hay odio hacia otros, porque el odio no puede
permanecer en la luz de Jesucristo.
2:10 – El que ama a su hermano, permanece en la luz, y
en él no hay tropiezo.
Como era costumbre entre los escritores judíos, Juan establece
un contraste entre lo negativo y lo positivo para ilustrar una
verdad particular. En el versículo 9 habla acerca del odio y en
el versículo 10 sobre el amor. Si amamos a nuestros hermanos
y hermanas en Cristo, no haremos o diremos nada que, por
culpa de nuestra conducta, pudiera desviarlos de la fe.
2:11 – Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas,
y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las
tinieblas le han cegado los ojos.
Las Epístolas de Juan
29
El ver a cristianos, y especialmente a pastores, que se odian y
atacan unos a otros, es una de las cosas más tristes que me ha
tocado vivir. Aquellos que odian a otros terminan envueltos
en la ceguera espiritual y pierden la iluminación del Espíritu
Santo. Comienzan a vagar y pierden todo sentido de dirección
espiritual.
Niveles de madurez espiritual (2:12-14)
Juan trata ahora con los tres niveles de madurez espiritual:
1. Niños (“hijitos”)
2. Jóvenes
3. Padres
Estos tres niveles de madurez espiritual se corresponden con
otros conjuntos de tres que encontramos en la Palabra de Dios:
1. Las tres secciones del Tabernáculo de Moisés: el
Atrio, el Lugar Santo, y el Lugar Santísimo.
2. Los tres niveles de rendimiento (Mt. 13:8): treinta,
sesenta y ciento por uno.
3. Los tres niveles de productividad (Jn. 15:1-8): fruto,
más fruto, y mucho fruto.
4. Los tres niveles del cielo, mencionados por el apóstol
Pablo en 2 Corintios 12:2: “Conozco a un hombre en
Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si
fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado
hasta el tercer cielo”.
30
Las Epístolas de Juan
2:12 – Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros
pecados os han sido perdonados por su nombre.
¡Qué bendición es tener la seguridad del perdón de Dios!
Esta es la primera de las tres etapas de la vida cristiana.
Además de experimentar la bendición del perdón de sus pecados,
estos cristianos experimentan los otros principios fundamentales
de la doctrina de Cristo que se encuentran en Hebreos 6:1:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
Fundamento del arrepentimiento de obras muertas
Fe en Dios
Doctrina de bautismos (en agua y del Espíritu Santo)
Imposición de manos y los dones espirituales
Resurrección de los muertos
Juicio eterno
Juan continúa ahora con los otros dos niveles de madurez
cristiana: jóvenes y padres.
2:13, 14 – Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis
al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes,
porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros,
hijitos, porque habéis conocido al Padre. Os he escrito a
vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde
el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois
fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y
habéis vencido al maligno.
Las características de estos tres grupos de cristianos son las
siguientes:
Las Epístolas de Juan
31
1. Niños
a. Saben que sus pecados han sido perdonados.
b. Saben que Dios es su Padre celestial, porque el
Espíritu Santo da testimonio a su espíritu de que son
hijos de Dios (Ro. 8:16) y han recibido el espíritu de
adopción, por el cual clamamos: “¡Abba, Padre!”.
2. Jóvenes
a. Son fuertes.
b. La Palabra de Dios permanece en ellos.
c. Han vencido al maligno.
3. Padres
a. Conocen al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en
forma muy íntima.
b. Conocen el corazón del Padre, la grandeza de Su
bondad y la belleza de Su carácter (Zac. 9:17).
Cuando aceptamos al Señor Jesucristo en nuestros corazones,
nacemos de nuevo por el Espíritu de Dios. Nuestros pecados
son lavados por la sangre de Cristo y Dios nos adopta en Su
familia (Ver Ro. 8:15, 16). Somos “niños en Cristo” (1 Co.
3:1; 1 P. 2:2). En esta etapa de nuestra vida cristiana somos
inmaduros espiritualmente, y necesitamos crecer en el
conocimiento de Cristo y de Su naturaleza.
En Efesios 4:13, 14 Pablo define claramente la meta del
cristianismo, que es que todos crezcamos en el conocimiento
de Cristo y maduremos hasta llegar a la estatura de la plenitud
32
Las Epístolas de Juan
de Cristo: “De este modo, todos llegaremos a la unidad de la
fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad
perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. Así ya
no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de
aquí para allá por todo viento de enseñanza y por la astucia y
los artificios de quienes emplean artimañas engañosas” (NVI).
Si no crecemos y maduramos espiritualmente, permanecemos
como niños espirituales que son fácilmente zarandeados y
arrastrados por cualquier viento de doctrina.
En nuestra vida natural existe un proceso de maduración,
mientras pasamos de infantes a hombres y mujeres jóvenes,
y de allí hasta ser adultos. De la misma manera, como
cristianos, debemos madurar de niños en Cristo hasta la
estatura de padres y madres espirituales. En otras palabras,
nuestra meta es alcanzar la etapa de padres espirituales
que nos permita producir hijos espirituales e instruirlos en
los caminos de Dios.
Cuando somos niños espirituales, bebemos “leche espiritual”:
las verdades elementales de la Palabra de Dios (He. 5:13; 1
P. 2:2). Para crecer y llegar a ser fuertes, en algún momento
tenemos que ser destetados y empezar a comer “alimento
sólido”: las verdades más profundas de la Palabra de Dios
(He. 5:12,14).
La clave del crecimiento espiritual es alimentarnos cada día
con la Palabra de Dios. Medite usted día y noche en la Palabra
del Señor, y crecerá espiritualmente. Salmos 1:2 dice: “Sino
que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de
día y de noche”. La Palabra de Dios lo hará fuerte, como
Las Epístolas de Juan
33
dice el apóstol Juan: “Porque sois fuertes, y la palabra de
Dios permanece en vosotros” (1 Juan 2:14).
El otro aspecto de los jóvenes espirituales, que menciona Juan,
es que habían vencido al maligno. Queremos ser vencedores
y más que vencedores en Cristo (Ro. 8:37). ¿Cómo vencemos
al diablo? Recuerde: la Biblia es el mejor intérprete de sí misma.
La respuesta se encuentra en Apocalipsis 12:11: “Y ellos le
han vencido [al maligno] por medio de la sangre del Cordero
y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus
vidas hasta la muerte”. En Apocalipsis 12:11 se mencionan
tres claves para vencer al maligno. Vencemos a Satanás:
1. Por la sangre del Cordero
2. Por la palabra de nuestro testimonio
3. Por menospreciar nuestras vidas hasta la muerte
Primeramente, debemos andar constantemente bajo la
cobertura de la sangre de Jesús. Existe un poder extraordinario
en la sangre de Cristo. Satanás no puede vencer a la sangre
de Cristo. Esta es la razón por la que debemos apropiarnos
constantemente de Su sangre.
Cada vez que Satanás lo ataque, recuérdele que ha sido derrotado
por la sangre de Jesús en la cruz del Calvario. Un pastor que
conozco le dijo una vez a un demonio que estaba dentro de una
persona: “¿Conoces la sangre de Jesús?” Y el demonio respondió:
“Sí, odiamos la sangre porque en la sangre hay poder”.
Segundo, vencemos a Satanás por nuestro testimonio y
confesión. Debemos alabar constantemente al Señor con
34
Las Epístolas de Juan
nuestra boca. Los hijos de Israel se quejaron en el desierto y
realizaron una confesión negativa. Como resultado, murieron
en el desierto, y solo Josué y Caleb heredaron la tierra
prometida, porque declararon que Dios era poderoso para
darles la tierra de Canaán (Nm. 13:30; 14:8, 9).
Tercero, vencemos a Satanás al no amar nuestras vidas. El
Señor Jesús dijo en Juan 12:25: “El que ama su vida, la
perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida
eterna la guardará”. Se dice de Pablo y Bernabé, en Hechos
15:26, que arriesgaron sus vidas por la causa del evangelio.
Esta actitud tiene un precioso ejemplo en la reina Ester, cuando
expuso su vida por salvar a su pueblo, y dijo: “Y si perezco,
que perezca” (Ester 4:16).
Mientras continuamos alimentándonos de la Palabra de Dios
y venciendo al diablo, iremos madurando hasta ser padres y
madres en Cristo. De manera que la meta de la vida cristiana
es doble: madurez y reproducción espirituales. El Señor quiere
que maduremos y lleguemos a ser padres y madres espirituales
que traigan a muchos al reino de Dios y los instruyamos en
Sus caminos.
Dios prometió a Abraham que sería “padre de muchedumbre
de gentes” (Gn. 17:4). En Génesis 17:6 le dijo: “Te multiplicaré
en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti”.
Le dijo también que multiplicaría su descendencia “como las
estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar”
(Gn. 22:17).
Las Epístolas de Juan
35
Abraham tiene abundancia de hijos, tanto naturales como
espirituales. Él es el padre del pueblo judío a través de Isaac,
y el padre de muchas de las naciones árabes a través de Ismael.
Pablo nos dice que Abraham es el “padre de todos los
creyentes” (Ro. 4:11). Del mismo modo que Abraham,
nosotros debemos desear ser fructíferos y traer a muchos a
formar parte del reino de Dios.
En 1 Corintios 4:15 Pablo dijo: “Porque aunque tengáis diez
mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo
Jesús yo os engendré por medio del evangelio”. Actualmente
hay en el mundo muchos pastores, maestros y ministros
cristianos, pero hay pocos verdaderos padres y madres
espirituales que conocen al Padre Celestial íntimamente y son
verdaderos reflejos de la imagen de Cristo.
Más que en cualquier otro momento de la historia, existe en
nuestros días una tremenda necesidad de padres y madres
espirituales. En el avivamiento de los últimos tiempos, que se
aproxima rápidamente, millones de personas entrarán al reino
de Dios. Estos necesitarán padres y madres que los instruyan
en los caminos del Señor.
Moisés, quien fue un padre espiritual para los israelitas, dijo a
Dios en Números 11:12: “¿Concebí yo a todo este pueblo?
¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno,
como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual
juraste a sus padres?”.
36
Las Epístolas de Juan
El Señor está buscando hoy hombres y mujeres que sean
“ayos” y “nodrizas” (Is. 49:23) para los que están naciendo
en el reino de Dios. ¿Quién responderá a este llamado de ser
un padre o madre espiritual en Cristo?
No amen al mundo (2:15-17)
2:15 – No améis al mundo, ni las cosas que están en el
mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no
está en él.
Jesús dijo: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o
aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y
menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”
(Mt. 6:24). No podemos amar al mundo y amar a Dios al
mismo tiempo. Si amamos a Dios pero permitimos que el
amor a este mundo se infiltre en nuestros corazones, este poco
a poco apagará el amor a Dios hasta que finalmente dejaremos
de amarlo.
De la trágica historia de Demas, que fue uno de los compañeros
de viaje de Pablo (Flm. 1:24; Col. 4:14), debemos aprender
que no podemos amar a Dios y a este mundo. Demas vio el
avivamiento y la gloria de Dios, y ministró con Pablo, pero el
amor por este mundo lo consumió y lo apartó del Señor. Dice
Pablo, en 2 Timoteo 4:10: “Porque Demas me ha desamparado,
amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica”.
2:16 – Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de
la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida,
no proviene del Padre, sino del mundo.
Las Epístolas de Juan
37
Aquí se mencionan las tres raíces de pecado de la humanidad:
1. Los deseos de la carne
2. Los deseos de los ojos
3. La vanagloria de la vida.
1. Los deseos de la carne se refiere a los deseos y apetitos
carnales que no están controlados por el Espíritu Santo.
Ejemplos de los deseos de la carne son la glotonería, las
borracheras y los deseos sexuales desordenados.
2. Los deseos de los ojos se refiere al uso incorrecto de las
cosas que vemos. Las palabras de Salomón en Eclesiastés
2:10 lo ilustran de esta manera: “No negué a mis ojos ninguna
cosa que desearan”.
3. La vanagloria de la vida se refiere al deseo de alcanzar
una posición, riquezas, poder, honores, títulos y alabanza de
este mundo.
Hay en la Biblia muchas advertencias contra la codicia y los
deseos pecaminosos:
Marcos 4:19 – “Pero los afanes de este siglo, y el engaño
de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan
la palabra, y se hace infructuosa”.
Romanos 1:24 – “Por lo cual también Dios los entregó
a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de
modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos”.
Romanos 6:12 – “No reine, pues, el pecado en vuestro
38
Las Epístolas de Juan
cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus
concupiscencias”.
Romanos 13:14 – “Sino vestíos del Señor Jesucristo, y
no proveáis para los deseos de la carne”.
Gálatas 5:24 – “Pero los que son de Cristo han
crucificado la carne con sus pasiones y deseos”.
Efesios 2:3 – “Entre los cuales también todos nosotros
vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne,
haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y
éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”.
1 Timoteo 6:9 – “Porque los que quieren enriquecerse
caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y
dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y
perdición”.
2 Timoteo 2:22 – “Huye también de las pasiones
juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que
de corazón limpio invocan al Señor”.
Tito 2:12 – “Enseñándonos que, renunciando a la
impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo
sobria, justa y piadosamente”.
Tito 3:3 – “Porque nosotros también éramos en otro
tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de
concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y
envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros”.
Las Epístolas de Juan
39
Santiago 4:1 – “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos
entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales
combaten en vuestros miembros?”
1 Pedro 2:11 – “Amados, yo os ruego como a
extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos
carnales que batallan contra el alma”.
1 Pedro 4:2 – “Para no vivir el tiempo que resta en la
carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino
conforme a la voluntad de Dios”.
2 Pedro 2:18 – “Pues hablando palabras infladas y vanas,
seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los
que verdaderamente habían huido de los que viven en error”.
Judas 1:18 – “...los que os decían: En el postrer tiempo
habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos”.
2:17 – Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre.
Pedro nos recuerda: “Pero los cielos y la tierra que existen
ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para
el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres
impíos” (2 P. 3:7). Atendamos a la exhortación del apóstol
Pablo en Colosenses 3:2: “Poned la mira en las cosas de
arriba, no en las de la tierra”.
En Colosenses 3:4, Pablo prosigue: “Cuando Cristo, vuestra
vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis
manifestados con él en gloria”. Si queremos ser manifestados
40
Las Epístolas de Juan
con Cristo en Su gloria, debemos poner nuestro amor en las
cosas de arriba en lugar de ponerlo en las cosas de este mundo.
Pongamos también en práctica la exhortación de Pablo en
Colosenses 3:5, 8: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros:
fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos
y avaricia, que es idolatría ... Pero ahora dejad también
vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia,
palabras deshonestas de vuestra boca”.
Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre. Juan agrega que los que hacen la voluntad de Dios
perduran para siempre. Un ejemplo de esta clase de persona
se halla en Salmos 1:2, 3: “En la ley de Jehová está su delicia,
y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol
plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su
tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”.
Advertencia contra los anticristos (2:18, 19)
2:18 – Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros
oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido
muchos anticristos; por esto conocemos que es el último
tiempo.
Debemos dejar bien en claro que hay un solo anticristo, así
como hay un solo Cristo. Juan habla de este anticristo en
Apocalipsis 13:1, 18. Este es la bestia que sube del mar, cuyo
número es número de hombre: 666. Es el “hombre de pecado”
del que Pablo habla en 2 Tesalonicenses 2:3.
Las Epístolas de Juan
41
Sin embargo, así como a los seguidores y discípulos de Cristo
se los llama cristianos, así también se llama “anticristos” a los
que manifiestan las inclinaciones perversas del anticristo—
quien se opone a la verdad, la bondad, y al Señor mismo.
Jesús dijo en Mateo 24:24: “Porque se levantarán falsos
Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios,
de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los
escogidos”. En la actualidad, el espíritu del anticristo se está
acrecentando en el mundo, para preparar el camino para la
venida del anticristo en los últimos tiempos.
2:19 – Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros;
porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido
con nosotros; pero salieron para que se manifestase que
no todos son de nosotros.
Hay muchos anticristos en la Iglesia del Señor. Son como
lobos vestidos de ovejas (Mt. 7:15). Finalmente, se mostrarán
como son y abandonarán la Iglesia, pero mientras tanto,
intentan causar al cuerpo de Cristo el mayor daño posible.
Pablo dijo en 1 Corintios 11:19, que uno de los principales
propósitos de las herejías y doctrinas falsas es revelar quién
es verdadero y quién no: “Porque es preciso que entre
vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre
vosotros los que son aprobados”.
Uno de los aspectos más difíciles de ser pastor de una iglesia
o líder de una confraternidad es ver a personas que abandonan
la iglesia u organización. A veces puede ser muy doloroso
perder personas que uno ha amado y cuidado, pero es
42
Las Epístolas de Juan
necesario. Si estas personas no se van, sus corazones no se
hacen manifiestos delante de todos, mostrando que en realidad
no están con nosotros ni comparten la visión que Dios nos
dio. Cristo tuvo a Judas, y de la misma manera usted tendrá
personas que lo traicionarán y lo abandonarán, pero recuerde
que esto es parte del plan de Dios.
Hace algunos años, en Zion Fellowship, nuestra confraternidad
de iglesias (ubicada en Waverly, New York), pasamos por un
período de división, cuando varios pastores se fueron de
nuestra organización. Fue un momento muy doloroso. Me
afligía el corazón ver a pastores que habían sido mis discípulos
en la escuela bíblica treinta años antes, tomar decisiones
erradas y endurecer sus corazones.
Sin embargo, el Señor nos habló diciéndonos que esta
separación formaba parte de Su plan. El Señor dio a uno de
nuestros pastores una visión de un gran abismo entre los que
se iban y los que permanecían en la confraternidad de iglesias.
Aunque habían estado entre nosotros por muchos años, nos
abandonaron porque nunca fueron “de nosotros”. No tenían
el mismo espíritu ni la misma visión que nosotros.
En mis cincuenta años de ministerio he visto con frecuencia
que después que una iglesia sufre una división y se va mucha
gente, los que quedan experimentan la unidad. Por lo tanto,
querido hermano, si usted está experimentando esto en su
iglesia o ministerio, mantenga sus ojos puestos en Jesús y
regocíjese en Él, porque es parte de Su plan para llevar a Su
Iglesia a la unidad y la gloria.
Las Epístolas de Juan
43
La unción que permanece (2:20-27)
2:20 – Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis
todas las cosas. La unción del Espíritu Santo nos revela
amorosamente la verdad. La unción del Espíritu Santo nos da
entendimiento y la perspectiva de Dios en cada situación.
Necesitamos la unción del Espíritu Santo sobre nuestras vidas.
Juan 3:34 nos dice que Jesús recibió el Espíritu Santo sin
medida. Jesús dijo, en Lucas 4:18: “El Espíritu del Señor está
sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a
los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de
corazón, a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos;
a poner en libertad a los oprimidos”.
El Espíritu Santo fue quien ungió y llenó de poder a Jesús
para predicar y sanar enfermos. Leemos en Hechos 10:38:
“Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de
Nazaret, y ... éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos
los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. La
unción rompe yugos y cadenas (Is. 10:27).
Necesitamos recibir una unción nueva y fresca cada día, como
leemos en Salmos 92:10. La unción sobre nuestras vidas
aumenta a medida que pasamos tiempo con el Señor en
oración, y caminamos en santidad.
2:21 – No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino
porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de
la verdad.
44
Las Epístolas de Juan
Esta preciosa unción nos capacita para discernir entre la verdad
y la mentira. Cuando perdemos la unción, como le sucedió a
Saúl (1 S. 16:14), perdemos nuestro discernimiento espiritual.
Saúl ya no podía oír a Dios, de modo que recurrió a una
adivina en busca de consejo. Por eso es tan importante que
cuidemos la unción y caminemos en santidad, para no perderla.
2:22 – ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que
Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al
Padre y al Hijo.
Ahora Juan acusa abiertamente a los mentirosos que niegan
que Jesús es el Cristo. La insidiosa mentira del gnosticismo,
que negaba que Cristo era Dios en carne, se deslizó dentro
de la Iglesia del Nuevo Testamento. Gnosticismo significa
“conocimiento”. Como escribió Pablo en 2 Timoteo 3:7, hay
personas que “siempre están aprendiendo, y nunca pueden
llegar al conocimiento de la verdad”.
Juan define a los anticristos como aquellos que niegan al Padre
y al Hijo, que es exactamente lo que hará el anticristo, según
Daniel 11:37: “Del Dios de sus padres no hará caso, ni del
amor de las mujeres; ni respetará a dios alguno, porque sobre
todo se engrandecerá”. En 2 Tesalonicenses 2:4, Pablo dice
del anticristo: “El cual se opone y se levanta contra todo lo
que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en
el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios”.
2:23 – Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al
Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.
Las Epístolas de Juan
45
Es imposible negar al Hijo y esperar ser recibido por el Padre.
Ningún padre terrenal recibiría jamás a alguien que rechazara
a su hijo.
2:24 – Lo que habéis oído desde el principio, permanezca
en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio
permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis
en el Hijo y en el Padre.
Juan nos exhorta a permanecer y continuar en la Palabra de
Dios. Este fue el clamor del Espíritu Santo, por medio del
profeta Jeremías, a quienes se habían extraviado del camino
de la verdad. Jeremías 6:16 dice: “Así dijo Jehová: Paraos en
los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas,
cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso
para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos”.
Si las preciosas verdades del evangelio (los principios
elementales de Cristo que ya se han enumerado en 1 Jn. 2:13,
14) permanecen en nosotros y obedecemos las enseñanzas
de Cristo, seremos como el hombre que construyó su casa
sobre la roca. Pero si el cimiento es destruido, ¿qué puede
hacer el justo? (Sal. 11:3).
Si edificamos sobre estas verdades, permaneceremos en el
Hijo y el Padre. Jesús dijo: “Si vosotros permaneciereis en mi
palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan 8:31).
Si no permanecemos en la Palabra de Dios, no somos
discípulos de Cristo.
46
Las Epístolas de Juan
2:25 – Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.
Para mi gran tristeza, he visto muchas personas que, al
abandonar el camino de la verdad, perdieron la seguridad de
su salvación. Si abandonamos al Señor, podemos perder
nuestra salvación. Apocalipsis 22:19 dice que Dios quitará
nuestros nombres del libro de la vida del Cordero si quitamos
alguna palabra a Su Palabra (ver también Éxodo 32:33).
La doctrina de la seguridad eterna es una absoluta mentira
que proviene directo del infierno. Esta doctrina enseña que
una vez que somos salvos, siempre lo seremos y no hay nada
que nosotros hagamos, aun el quebrantar los mandamientos
de Dios, que haga que nuestra salvación se pierda. La verdad
es que solo estamos seguros de la vida eterna mientras
permanezcamos en los caminos del Señor (Jn. 8:31).
2:26 – Os he escrito esto sobre los que os engañan.
Juan no anduvo con rodeos en cuanto al objetivo y deseo de
estos hombres perversos.
Los que abandonan el camino de la verdad y siguen la mentira,
intentan arrastrar a los justos a sus guaridas de iniquidad.
Buscan saquear las congregaciones de los justos. Juan los
llamó, acertadamente, engañadores.
2:27 – Pero la unción que vosotros recibisteis de él
permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie
os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las
cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha
enseñado, permaneced en él.
Las Epístolas de Juan
47
Nuevamente, Juan regresa al ministerio del Espíritu Santo, el
bendito Consolador. Es el Paraklëtos (la palabra griega para
“Consolador”), el que camina a nuestro lado y está dentro de
nosotros. La unción del Espíritu Santo es nuestro maestro
personal.
La frase no tenéis necesidad de que nadie os enseñe, no
debe interpretarse como una sugerencia de que no necesitamos
sentarnos a los pies de los maestros piadosos que Dios ha
colocado en la Iglesia. En realidad, lo que Juan dice es que,
debido a la unción, no necesitamos prestar atención a las
palabras de los engañadores, porque la unción nos mostrará
la verdad. Felipe preguntó al eunuco etíope si entendía el
pasaje de Isaías que estaba leyendo, a lo que este respondió:
“¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?” (Hch. 8:31).
En Romanos 10:14, Pablo dice: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel
en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no
han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?”
Pablo dijo a los creyentes hebreos: “Porque debiendo ser ya
maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que
se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de
las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis
necesidad de leche, y no de alimento sólido” (He. 5:12). Por
lo tanto, no desechemos las enseñanzas de maestros y
pastores piadosos.
48
Las Epístolas de Juan
La semejanza a Cristo (2:28–3:3)
2:28 – Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que
cuando se manifieste, tengamos confianza, para que
en su venida no nos alejemos de él avergonzados.
El apóstol Juan nos manda que permanezcamos en Cristo.
Este es el mensaje que Jesús predicó en Juan 15. En Juan
15:1 Jesús dijo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el
labrador,” y en Juan 15:4 continuó: “Permaneced en mí, y yo
en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí
mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si
no permanecéis en mí”.
El Señor quiere que “permanezcamos en Él,” porque no
podemos llevar fruto si no estamos unidos a Él; así como
tampoco una rama puede llevar fruto si no está unida a la vid.
Sin Cristo, no podemos hacer nada.
¿Qué quiere decir “permanecer en Cristo”? Jesús nos da la
respuesta: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen
en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. ... Si
guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así
como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y
permanezco en su amor” (Juan 15:7, 10). Permanecer en
Cristo significa que guardamos Sus mandamientos y que Su
Palabra permanece en nuestros corazones.
En este versículo, Juan agrega una promesa al mandato de
permanecer en Cristo: “Para que cuando se manifieste,
tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos
Las Epístolas de Juan
49
de él avergonzados”. Si permanecemos en Cristo, no nos
avergonzaremos en Su segunda venida.
2:29 – Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el
que hace justicia es nacido de él.
Porque Cristo es justo, los que verdaderamente han nacido
de Él también caminarán en rectitud. El salmista dice de Cristo
en Salmos 45:7: “Has amado la justicia y aborrecido la
maldad”. En Salmos 11:7 leemos: “Porque Jehová es justo, y
ama la justicia; el hombre recto mirará su rostro”. El Señor se
goza en ver la justicia en Su pueblo; esto deleita Su corazón.
Por lo tanto, como dice Juan, es obvio que los que caminan
en rectitud han nacido de Dios.
50
Las Epístolas de Juan
Capítulo 3
Este capítulo comienza con un tono de asombro en relación
con el amor de Dios. Es como si el amado apóstol dejara
escapar una expresión de arrobamiento al ver el amor de
Dios por nosotros.
3:1 – Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que
seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos
conoce, porque no le conoció a él.
El significado de la expresión que se traduce “ha dado” es el
gesto de un soberano que desea mostrar su gratitud o aprecio
a un súbdito que le ha brindado un servicio valioso. Sin
embargo, Dios nos “ha dado” un honor mucho mayor que el
título de duque, conde o caballero. Él nos ha dado el privilegio
de ser literalmente los hijos de Dios.
En Juan 1:12 leemos en cuanto a Cristo: “Mas a todos los
que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad
de ser hechos hijos de Dios”. En realidad, existe un único
ejemplo en la tierra de un rey que otorga semejante honor a
un súbdito. Esto ocurría cuando el Emperador Romano
proclamaba a su heredero (y, por consiguiente, su hijo legítimo)
para sucederlo. En la Biblia, puede parecerse al caso de Faraón
al hacer a José el segundo gobernante de la tierra de Egipto
después de él.
Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a
él. En varios pasajes en los Evangelios, Jesús da a entender
que identificarnos con Él implica que seremos rechazados por
Las Epístolas de Juan
51
este mundo. Jesús dijo en Juan 15:18: “Si el mundo os
aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a
vosotros”.
El Maestro también declaró en cuanto a sus discípulos, en
Juan 17:14: “Yo les he dado tu palabra; y el mundo los
aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo”. El mundo ama a los suyos y nosotros no somos
de este mundo; por lo tanto, el mundo no nos reconocerá.
3:2 – Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha
manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que
cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque
le veremos tal como él es.
El ser hijos de Dios no es solo una condición futura, sino una
gloriosa realidad presente. Pablo dice en Efesios 2:6 que Dios
“nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”.
Al decir aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, las
palabras de Juan son un eco de las de Pablo en Efesios 2:7,
donde este último dice: “Para mostrar en los siglos venideros
las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con
nosotros en Cristo Jesús”.
Mirando con los ojos de la fe, Juan exclama: cuando él se
manifieste, seremos semejantes a él. En el sentido más
completo, esto señala Su segunda venida, ya que será
admirado por todos Sus santos en este glorioso evento (2 Ts.
1:10). Como declara el rey David en Salmos 17:15: “En
cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando
despierte a tu semejanza”. ¿Por qué seremos como Cristo?
52
Las Epístolas de Juan
Porque le veremos tal como él es. En consecuencia, la
medida en que nuestros ojos contemplen al Rey en Su
hermosura (Is. 33:17), será la medida en que seremos
como Él.
Pablo dice en 2 Corintios 3:18: “Por tanto, nosotros todos,
mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del
Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma
imagen, como por el Espíritu del Señor”.
El principio de que los creyentes serán transformados a la
imagen de Jesús encuentra apoyo en el Cantar de los Cantares.
Allí vemos a la sulamita, quien en su progresiva revelación de
Cristo, se vuelve más y más parecida a su amado. Ciertos
aspectos del carácter de Él se revelan en una serie de
monólogos descriptivos. Después que la sulamita recibe esta
revelación, la belleza de ella se describe en términos similares.
Compare Cantares 5:10-16 (que describe a Cristo) con 7:19 (que habla de Su esposa).
A medida que el Espíritu Santo nos revela a Jesús, hay una
impartición de ese aspecto particular de Su gloria y bondad
sobre nuestra vida. Por lo tanto, la medida en que tengamos
una progresiva revelación de Jesús, será la medida en que
seremos transformados a su imagen y semejanza.
3:3 – Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se
purifica a sí mismo, así como él es puro.
¿Cómo nos purificamos? El rey David nos da las claves para
la purificación en Salmos 51:
Las Epístolas de Juan
1.
2.
3.
4.
5.
53
Debemos reconocer nuestra transgresión (v. 3)
Debemos reconocer que nacimos en pecado (v. 5)
Debemos reconocer que necesitamos ser lavados (v. 7)
Debemos reconocer que necesitamos ser purificados (v. 7)
Debemos pedirle a Dios que ponga en nosotros un
corazón limpio (v. 10)
La pureza y la revelación progresiva y permanente de Cristo
al creyente fluyen juntas desde que Jesús declaró:
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a
Dios” (Mt. 5:8). Debemos orar: “Lávame Señor, purifícame,
y crea en mí, querido Jesús, un corazón limpio, de modo que
puedas morar en mí y establecer tu trono en mi corazón”.
Jeremías 17:9 declara: “Engañoso es el corazón más que todas
las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Por lo tanto, lo
necesitamos a Él para que quite el corazón de piedra y nos dé
un corazón de carne como nos promete en Ezequiel 36:26.
Sin embargo, también debemos señalar que para que esta
obra se lleve a cabo debemos pedírselo (Ez. 36:37). En otras
palabras, debemos buscar diligentemente al Señor para que
realice en nuestras vidas esta obra de gracia.
Dios: Su naturaleza sin pecado (3:4-10)
Esta porción de la epístola a menudo se interpreta
erróneamente. En consecuencia, ha llevado a muchos queridos
creyentes a la condenación y la esclavitud, de modo que
necesitamos analizar cuidadosamente lo que el amado apóstol
dice en este pasaje.
54
Las Epístolas de Juan
3:4 – Todo aquel que comete pecado, infringe también la
ley; pues el pecado es infracción de la ley.
Juan nos da una sencilla definición de pecado: quebrantar o
transgredir la ley. El pecado quebranta la ley, que es santa
(Ro. 7:12). Nunca debemos olvidar que Jesús no vino a
destruir la ley, sino a cumplirla y escribirla en las tablas de
carne de nuestros corazones.
3:5 – Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados,
y no hay pecado en él.
En Juan 1:29, Juan el Bautista presentó a Jesús en estos
términos: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo”. Aquí Juan agrega y no hay pecado en él. Jesús
es el perfecto Cordero de Dios.
Pablo dijo en 2 Corintios 5:21: “Al que no conoció pecado,
por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él”. La clave para obtener victoria
sobre el pecado es permanecer en Cristo, porque en Él no
hay pecado (He. 4:15).
3:6 – Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel
que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.
Permanecer en Cristo significa guardar Sus mandamientos (Jn.
15:10), y, mientras permanezcamos en Cristo, no pecaremos.
A la inversa, todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha
conocido. Esto se refiere a los que pecan continuamente, no
a los que son vencidos por una falta o caen involuntariamente.
Las Epístolas de Juan
55
Este es el punto de vista de muchos comentaristas británicos
que han escrito en cuanto a la santidad y a este pasaje en
particular. (Ver I. Howard Marshall, Las Cartas de Juan,
trad. (Bogotá: Editorial Desafío, 1991), p. 180 #1.
Esto no está dicho para justificar el pecado, sino para que
miremos compasivamente las vidas de los cristianos con una
actitud de comprensión y realismo. Porque como hemos
dicho, aun los más santos de los santos que están sobre la
tierra deben luchar valientemente contra pecados que batallan
contra sus almas.
En Romanos 7:15-23, el apóstol Pablo desarrolla este
conflicto continuo entre el bien y el mal dentro de nosotros:
“No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero,
sino lo que aborrezco. Ahora bien, si hago lo que no quiero,
estoy de acuerdo en que la ley es buena; pero, en ese caso,
ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita
en mí. Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa,
nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy
capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino
el mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo
quien lo hace sino el pecado que habita en mí. Así que descubro
esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el
mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de
Dios; pero me doy cuenta de que en los miembros de mi
cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha
contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo” (NVI).
Proverbios 24:16 dice: “Porque siete veces cae el justo, y
vuelve a levantarse”. Amado hermano, si usted peca y
56
Las Epístolas de Juan
desagrada a Dios, no se desanime ni se dé por vencido.
Arrepiéntase, solucione el problema con Dos, y continúe en
la senda de justicia que brilla más y más cada día.
3:7 – Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo,
como él es justo.
En el tiempo de Juan había personas que declaraban que no
importaba lo que una persona hiciera en la carne. Estos
abogaban a favor de pecar y de cualquier cosa que hiciera
que una persona se sintiera bien, sin importar las
consecuencias. No nos dejemos engañar del mismo modo.
Andemos en el Espíritu, para que la justicia de la ley se cumpla
en nosotros (Ro. 8:4).
3:8 – El que practica el pecado es del diablo; porque el
diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo
de Dios, para deshacer las obras del diablo.
Según la Biblia existen, básicamente, dos padres: el Padre
Celestial y Satanás. Al Padre Celestial se lo llama el Padre de
las luces, “en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”
(Stg. 1:17). Al diablo se lo llama “padre de mentira” (Jn. 8:44).
¿A cuál padre pertenecemos? Nuestra forma de vivir declara
de quién somos hijos. Si caminamos tras los deseos de la
carne, nuestro padre es el diablo—aun cuando confesemos
creer en Cristo. Si caminamos a la luz de la Palabra de Dios,
como Él está en luz, nuestro padre es Dios.
De modo que el Hijo de Dios apareció para destruir las obras
del diablo. No todo ha sido puesto aún debajo de sus pies,
Las Epístolas de Juan
57
como se promete en Salmos 8:5, 6 y se repite en Hebreos
2:7, 8. Sin embargo, Jesús reina en gloria a la diestra de la
Majestad en las alturas, habiendo despojando a Satanás por
haberle quitado su poder al morir en la cruz (Col. 2:15). Jesús
permanecerá con el Padre en el cielo hasta que descienda en
las nubes para destruir y aplastar a Sus enemigos.
3:9 – Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el
pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no
puede pecar, porque es nacido de Dios.
Este versículo también ha turbado la tierna conciencia de los
santos a través de los siglos. En realidad, es a medida que
entendemos la doctrina de nuestras dos naturalezas, que este
versículo produce sus muy bendecidos frutos de una vida santa
para el creyente.
Todos nacimos con la naturaleza adámica (de Adán); la
naturaleza de pecado. Cuando recibimos a Cristo en nuestros
corazones, recibimos en nosotros una nueva naturaleza: la
naturaleza de Dios que no peca, porque Dios no puede pecar.
Sin embargo, nuestra vieja naturaleza adámica, que heredamos
cuando nacimos en este mundo, no puede hacer otra cosa
que pecar.
Pablo señala en 1 Corintios 15:45-49: “Así también está
escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el
postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es
primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre
es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor,
es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y
58
Las Epístolas de Juan
cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos
traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del
celestial”.
Debemos comparar la Biblia con la misma Biblia. Con
respecto a esto, el rey Salomón señaló: “Porque siete veces
cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el
mal” (Pr. 24:16). Por lo tanto, queda claro que los justos
pueden caer, aunque por la gracia de Dios se levantan
nuevamente, mientras que los impíos perecen. Por eso, la
Biblia no enseña que somos infalibles o incapaces de pecar,
sino simplemente que la nueva naturaleza de Cristo dentro de
nosotros no puede pecar. Cualquiera de nosotros puede pecar
en cualquier momento si cedemos a la tentación. Por esto
Jesús nos dijo que oremos pidiendo: “No nos metas en
tentación, mas líbranos del mal” (Mt. 6:13).
3:10 – En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos
del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama
a su hermano, no es de Dios.
Juan dice que la nueva naturaleza de Cristo dentro de nosotros
producirá Su fruto.
La meta de la vida cristiana es ver debilitarse la vieja naturaleza,
mientras la nueva se hace tan fuerte que llega a controlar
nuestros pensamientos, palabras y acciones. Por lo tanto, esa
naturaleza se manifiesta a través de nosotros al realizar los
actos justos de Dios y amar a otros.
Las Epístolas de Juan
59
El amor a los hermanos (3:11-24)
3:11 – Porque este es el mensaje que habéis oído desde el
principio: Que nos amemos unos a otros.
Juan retoma el tema del amor. Este es el motivo por el cual se
conoce a Juan como “el apóstol del amor”. Es el mensaje de
su amado Maestro, quien dijo, en Juan 13:34: “Un
mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como
yo os he amado, que también os améis unos a otros”.
3:12 – No como Caín, que era del maligno y mató a su
hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras
eran malas, y las de su hermano justas.
Juan reafirma su mensaje en el sentido negativo. Caín se usa
en la Biblia como advertencia para aquellos que albergan en
sus corazones odio hacia otros. También se habla de Caín en
Hebreos 11:4 y Judas 1:11.
Quienes pierden su posición, como la reina Vasti, o su herencia,
como Esaú, son propensos a odiar a quienes los reemplazan
o toman lo que ellos perdieron. Apocalipsis 3:11 nos advierte:
“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que
ninguno tome tu corona”.
3:13 – Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os
aborrece.
A continuación, Juan vincula el odio de Caín contra su hermano
con el odio que el mundo tiene contra los cristianos. Todo lo
que nosotros defendemos (la justicia, la santidad y el amor)
60
Las Epístolas de Juan
está en franco contraste con el mundo, el cual está enemistado
con Cristo (Stg. 4:4). No nos sorprendamos si el mundo nos
odia, porque si esto sucede, significa que estamos haciendo
lo que está bien a los ojos de Dios.
3:14 – Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a
vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su
hermano, permanece en muerte.
Esta es la bendita seguridad del creyente. Porque amamos a
nuestros hermanos cristianos, sabemos que tenemos vida
eterna, pero quienes odian a otros irán al infierno para siempre.
3:15 – Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida;
y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente
en él.
La raíz del homicidio es el odio. En Gálatas 5:19-21 Pablo
nos recuerda: “Y manifiestas son las obras de la carne, que
son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría,
hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas,
disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras,
orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os
amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que
practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Por lo
tanto, si tenemos odio en nuestros corazones, no habrá
herencia para nosotros en el cielo. Seamos sabios y
pidámosle a nuestro amado Señor Jesús que nos limpie de
toda forma de obras de la carne.
Las Epístolas de Juan
61
3:16 – En esto hemos conocido el amor, en que él puso su
vida por nosotros; también nosotros debemos poner
nuestras vidas por los hermanos.
Aquí tenemos la más grande demostración de amor. El Señor
Jesús afirmó muy claramente en Juan 15:13: “Nadie tiene
mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”.
El apóstol Pablo agrega en Romanos 5:8: “Mas Dios muestra
su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros”. De modo que el amado de Dios
entregó Su vida por nosotros mientras aún estábamos en
medio de la inmundicia de nuestros malos caminos. El Señor
estableció un ejemplo a seguir. Nosotros debemos poner
nuestras vidas por nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
Esto constituye un proceder normal en las fuerzas armadas.
Mientras hacía mi instrucción básica, un instructor nos llevó a
un cuarto muy pequeño. Se nos dijo que si el enemigo arrojaba
una granada dentro del lugar, aquel que estaba más cerca de
la granada debía arrojarse sobre ella. Al cubrirla con su
estómago en el momento de la explosión, las esquirlas serían
recibidas por los blandos tejidos del abdomen y salvaría a los
que se encontraban a su alrededor.
Del mismo modo, necesitamos tener el amor de Dios hacia
otros en nuestros corazones a fin de poner naturalmente
nuestras vidas por ellos si llegara a ser necesario. En realidad,
es ese rendir cada día nuestra voluntad, nuestros deseos y
nuestras vidas por otros, lo que nos prepara para que un día
entreguemos literalmente nuestra vida y muramos por otro, si
el Señor nos lo pidiera.
62
Las Epístolas de Juan
3:17 – Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su
hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón,
¿cómo mora el amor de Dios en él?.
Ahora Juan desarrolla el aspecto práctico del amor. Nunca
debemos olvidar que aunque el reino de los cielos está dentro
de nosotros, se manifiesta en nuestras vidas en las expresiones
palpables de proveer comida y techo a quienes lo necesitan.
Si vemos a alguien que tiene necesidad, y tenemos los medios
para ayudarlo pero decidimos no hacerlo, no tenemos el amor
de Dios en nuestros corazones, porque el amor de Dios nos
impulsa a ayudar a los que están en necesidad.
3:18 – Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua,
sino de hecho y en verdad.
Santiago 2:14-17 dice: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará
si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?
Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen
necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros
les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas
que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así
también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”.
Asegurémonos, amados, de estar buscando personalmente
cada ocasión para ayudar a quienes se encuentran en
necesidad. Si estamos en el liderazgo, debemos asegurarnos
que nuestras iglesias tengan programas mediante los cuales
se ayude a los pobres y necesitados de manera
verdaderamente práctica, por medio de alimentos, ropa y, si
fuera necesario, albergue.
Las Epístolas de Juan
63
3:19 – Y en esto conocemos que somos de la verdad, y
aseguraremos nuestros corazones delante de él.
Juan apunta ahora al testimonio interno de nuestros corazones
hacia el Señor. Debemos mantener la seguridad de nuestra
salvación mientras caminamos en la luz. Lamentablemente,
muchas personas pierden esta seguridad porque permiten que
el pecado reine en sus vidas.
3:20 – Pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que
nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.
Esto se refiere a quienes batallan con pecados en sus vidas,
sobre los que todavía no han obtenido la victoria. Es ese
pecado que los acosa y que no quieren cometer, pero que en
ocasiones los vence, haciendo que se sientan frustrados. Pero
Dios, que conoce todas las cosas, es más grande que nuestro
corazón que nos condena. El Señor nos perdona y alienta
hasta que obtenemos la victoria final sobre este despreciable
deseo pecaminoso.
3:21 – Amados, si nuestro corazón no nos reprende,
confianza tenemos en Dios.
Con un corazón liberado de culpa y de pecado, podemos
tener comunión y compañerismo íntimos con nuestro amado
Señor Jesús.
3:22 – Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos
de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos
las cosas que son agradables delante de él.
64
Las Epístolas de Juan
Tenemos aquí una de las más preciosas certezas en cuanto a la
oración. Sería de beneficio en este momento analizar lo que
podríamos llamar la teología de Juan con respecto a la oración.
Juan establece aquí, claramente, el fundamento para la oración;
nuestra relación con el Señor. Primeramente, debemos guardar
Sus mandamientos; no solo los Diez Mandamientos, sino todos
los mandamientos de Dios que están en Su preciosa Palabra.
Segundo, debemos hacer lo que a Él le agrada.
Dijo David en Salmos 50:23: “El que sacrifica alabanza me
honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación
de Dios”. Hebreos 13:15 dice: “Así que, ofrezcamos siempre
a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto
de labios que confiesan su nombre”.
La comunión con Jesús es la clave para oraciones contestadas.
Él dijo en Juan 15:14: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo
que yo os mando”. Uno haría cualquier cosa por un amigo, y
lo mismo sucede con nuestro precioso Jesús. Somos Sus
amigos si hacemos lo que le agrada. Jesús afirmó: “Y todo lo
que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el
Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre,
yo lo haré” (Juan 14:13, 14).
3:23 – Y este es su mandamiento: Que creamos en el
nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros
como nos lo ha mandado.
Ahora vienen los mandamientos paralelos de creer en el
nombre de Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, y amar a los
Las Epístolas de Juan
65
demás como a nosotros mismos. La fe y el amor van de la
mano.
3:24 – Y el que guarda sus mandamientos, permanece en
Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en
nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
La maravillosa relación que la obediencia hace posible que
tengamos con Cristo consiste en que nosotros moramos en
Él y Él mora en nosotros. Al permanecer en Jesús, el Espíritu
Santo da testimonio a nuestro espíritu de que verdaderamente
somos hijos de Dios. ¡Qué bendición del cielo!
66
Las Epístolas de Juan
Capítulo 4
Prueben los espíritus (4:1-6)
4:1 – Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los
espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas
han salido por el mundo.
Juan pasa ahora a un tema de enorme importancia: el
discernimiento de espíritus. Debemos saber que hay dos
formas de espíritus en el mundo invisible que nos rodea.
Primeramente están los ángeles de Dios, a los que Pablo
describe como espíritus ministradores enviados para servicio
a favor de los que serán herederos de la salvación (He. 1:14).
En Mateo 18:10 Jesús habla de los ángeles que guardan a los
niños: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños;
porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el
rostro de mi Padre que está en los cielos”. Ángeles ministraron
a Jesús después que fue tentado: “El diablo entonces le dejó;
y he aquí vinieron ángeles y le servían” (Mateo 4:11). El apóstol
Pablo testificó de una ministración angelical: “Porque esta
noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a
quien sirvo” (Hechos 27:23). El apóstol Pedro experimentó
la ministración de ángeles en varias ocasiones.
A una edad muy temprana, un ángel me habló y me mostró el
propósito de Dios para mi vida. En otras ocasiones, he
percibido vivamente la presencia de ellos conmigo en medio
de alguna dificultad en particular. El ministerio de los ángeles
es variado. Algunos son los responsables de comunicarnos la
Las Epístolas de Juan
67
verdad, como el caso de Gabriel, en Daniel 9:22: “Y me hizo
entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido
para darte sabiduría y entendimiento”. Hay ángeles que
gobiernan naciones, ciudades y pueblos, y ángeles
responsables del cuidado de los niños. Cada creyente tiene
su propio ángel personal que cuidad de Él.
El segundo orden de ángeles son los ángeles caídos que han
entregado su lealtad a Satanás. El apóstol Pablo habla de
estos ángeles en Efesios 6:11, 12: “Vestíos de toda la armadura
de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas
del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne,
sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes”.
En 1 Timoteo 4:1 Pablo nos advierte: “Pero el Espíritu dice
claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán
de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de
demonios”. Por lo tanto, hay espíritus cuya misión es introducir
falsas doctrinas y mentiras, haciendo que las almas inestables
se alejen del camino de la rectitud. Lo hacen por medio de
falsos profetas y falsos maestros. Es por eso que el amado
apóstol Juan nos hace esta advertencia de probar los espíritus.
¿Cómo se prueban los espíritus? Tenemos un ejemplo bíblico
de prueba de espíritus en Josué 5:13: “Estando Josué cerca
de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de
él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué,
yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros
enemigos?”.
68
Las Epístolas de Juan
Josué confrontó a este varón quien, como leemos en Josué
5:14, no era otro que el Señor mismo: “El respondió: No;
mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora.
Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le
adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo?” Josué no
confió en sus sentidos naturales, sino que preguntó
directamente al hombre quién era. El varón declaró que era el
“Príncipe del ejército de Jehová”.
De manera similar, en el ministerio de Jesús, el Señor mismo
exigió saber el nombre de los espíritus cuando se enfrentó
con un hombre poseído de demonios. Leemos acerca de este
caso en Marcos 5:9: “Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y
respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos”.
Según el relato de Hechos 16:16-18, el apóstol Pablo echó
fuera un espíritu de adivinación de una muchacha: “Aconteció
que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una
muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran
ganancia a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a
nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos
del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación.
Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo,
éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de
Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora”.
En este caso, fue claro para Pablo que el espíritu no era de
Dios, por lo que no era necesario identificarlo.
4:2 – En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu
que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios.
Las Epístolas de Juan
69
Aquí Juan ofrece pautas para reconocer los espíritus. Esto
está confirmado en la enseñanza de Pablo, quien declaró en 1
Corintios 12:3: “Por tanto, os hago saber que nadie que hable
por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede
llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo”.
Esto se convirtió en una realidad para mí en tiempos en que la
ex Yugoslavia se encontraba bajo el régimen del mariscal Tito.
Visité Belgrado, la capital, que estaba sometida a un estricto
gobierno comunista. No se permitían reuniones de más de
cuatro personas sin un permiso del gobierno; y este permiso
no se otorgaba a iglesias que no tuvieran edificios propios.
El pastor principal de la iglesia que fui a visitar acababa de
salir de la prisión, y supe que los miembros de la congregación
pensaban que fue encarcelado porque el pastor asistente lo
había denunciado a las autoridades. Me preguntaron qué
debían hacer. Les respondí que esperaran y observaran cómo
el Espíritu de Dios se movía en los cultos de la iglesia.
Celebrábamos nuestras reuniones en un sótano, y en una de esas
reuniones muchas personas pidieron oración después del culto.
Como eran demasiadas para que orara yo solo, pedí al pastor
principal y al pastor asistente que me ayudaran. Cuando terminé
de orar, fui hasta donde el pastor asistente todavía estaba orando
por algunas personas. Oraba en alemán, lo que no me sorprendió,
ya que en ese tiempo muchos en la congregación y en el país
hablaban alemán además del serbio, su lengua nativa.
La oración del pastor asistente era una oración preciosa que
exaltaba al Señor Jesús y Su sangre. Cuando terminó de orar
70
Las Epístolas de Juan
por las personas, le hablé en alemán, pero para mi asombro,
no me entendía. Entonces alguien que estaba junto a mí me
dijo: “Él no habla alemán. El alemán que usted oyó era el
Espíritu Santo hablando por medio de él en otras lenguas”.
Instantáneamente supe por el Espíritu de Dios que el pastor
asistente no era culpable de traicionar al pastor ante las
autoridades. Cuando le contaron lo que yo había dicho,
rompió a llorar. El verdadero culpable salió finalmente a la
luz. De esta manera, tuve un ejemplo muy práctico de cómo
el Espíritu Santo glorifica a Jesús en la oración.
4:3 – Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha
venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del
anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que
ahora ya está en el mundo.
Ahora Juan señala el mismo punto pero en sentido negativo.
Podemos provocar manifestaciones espirituales haciendo al
espíritu la sencilla pregunta mencionada en este versículo. Si
el espíritu niega que Jesús vino en carne, podemos estar
seguros que no es de Dios.
El anticristo que ha de venir, llamado “el hombre de pecado”,
negará con vehemencia a Cristo y Su obra expiatoria en el
Calvario. Más aun, hablará grandes cosas contra Dios, como
vemos en Daniel 7:25: “Y hablará palabras contra el Altísimo,
y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar
los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta
tiempo, y tiempos, y medio tiempo”. El espíritu del anticristo
(aunque no el anticristo mismo) está operando claramente en
el mundo hoy.
Las Epístolas de Juan
71
4:4 – Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido;
porque mayor es el que está en vosotros, que el que está
en el mundo.
Con triunfal seguridad, Juan declara que hemos vencido al
maligno, como los jóvenes mencionados en 2:13. La razón
por la que podemos vencer a Satanás es que Cristo en
nosotros es más grande que el diablo y sus hordas de
demonios. Cristo triunfó en la cruz, despojando a los
principados y potestades; los humilló públicamente y declaró
Su victoria sobre ellos (Col. 2:15).
Esta es una experiencia que todos los creyentes deben
transitar. Debemos permitir que el Cristo que está dentro de
nosotros nos gobierne y reine en nuestras vidas, dándonos la
victoria vez tras vez.
4:5 – Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el
mundo los oye.
Los que no caminan rectamente aman a los falsos profetas,
como señaló Jeremías: “Los profetas profetizaron mentira, y los
sacerdotes dirigían por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso.
¿Qué, pues, haréis cuando llegue el fin?” (Jeremías 5:31).
Es verdad el dicho: “Uno ama lo que es de uno”. Por eso, los
cristianos aman a los cristianos, y los que aman al mundo
aman a los suyos. Los malos reciben a los suyos y escuchan
las palabras de los injustos.
La terrible norma que satura el mundo en la actualidad está
ilustrada por un artículo del Reader’s Digest de febrero de
72
Las Epístolas de Juan
1998, que en la página 75 presenta al Profesor Simon, del
Hamilton College. Este hombre señala que entre el diez y el
veinte por ciento de sus alumnos se resisten a hacer juicios
morales; en algunos casos, aun sobre el Holocausto. El
comentario de un estudiante fue: “Por supuesto que no estoy
de acuerdo con los nazis, pero ¿quién puede asegurar que
estaban moralmente equivocados?” Otro maestro, el Profesor
Sommers, de Clark University, dice que muchos estudiantes
llegan a la universidad “entregados al relativismo moral, que
se basa en la inexistencia de fundamentos para pensar en temas
como el engaño, el robo, u otras cuestiones morales”.
4:6 – Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos
oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos
el espíritu de verdad y el espíritu de error.
Al nacer de nuevo y ser bautizados en el Espíritu Santo,
sabemos que somos hijos de Dios. Aquellos que tienen una fe
igualmente preciosa estarán en armonía con nosotros, mientras
que quienes no conocen a Dios se nos opondrán. También
por esto podemos discernir entre el espíritu de verdad y el
espíritu de error.
El perfecto amor (4:7–5:3)
4:7 – Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de
Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.
Juan vuelve a su tema favorito: el eterno amor de Dios por Su
pueblo. El amor es la naturaleza misma de Dios. La totalidad
de la salvación tiene su raíz y fundamento en Su amor, y es así
Las Epístolas de Juan
73
porque Cristo nos lo dice en Juan 3:16: “Porque de tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
4:8 – El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios
es amor.
Los que han nacido de nuevo tienen este amor en sus
corazones y, por lo tanto, conocen a Dios, quien es amor. Lo
contrario también en cierto. Por lo tanto, el amor es la prueba
simple y efectiva del cristianismo, como señaló nuestro Señor
en Juan 13:35: “En esto conocerán todos que sois mis
discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.
4:9 – En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros,
en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que
vivamos por él.
El amor de Dios se manifestó al enviar a Su Hijo al mundo a
morir por nuestros pecados. Jesús compró la vida eterna para
nosotros a través de Su muerte en la cruz, de modo que
tengamos vida en abundancia. Es el continuo caminar con
Cristo lo que constituye la verdadera vida cristiana. Pablo
dijo en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado,
y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en
la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí”.
4:10 – En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros,
y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
74
Las Epístolas de Juan
La verdadera manifestación del amor viene de Dios, quien es
amor. Él es el origen, la fuente y la esencia misma del amor.
Nuestro amor proviene del amor de Él, que permanece en
nuestros corazones. Solo podemos amarlo en la medida en
que Su amor está en nuestros corazones.
El amor de Dios se ha manifestado y declarado abiertamente
a todos, en que envió a su Hijo a morir por nosotros. La
batalla más grande que puede enfrentar un padre es
abandonar a su hijo o verlo sufrir. Aun así, Dios envió
deliberadamente a Su hijo a la cruz y permitió que fuera
desfigurado Su parecer por toda la eternidad, a causa de
nuestros pecados. Jesús entregó voluntariamente Su vida
por nuestros pecados. No puede haber demostración de
amor más grande que esta.
4:11 – Amados, si Dios nos ha amado así, debemos
también nosotros amarnos unos a otros.
Dios nos ha mostrado el ejemplo dando todo por nosotros.
Por lo tanto, si hemos nacido de Dios, también debemos
darnos a nosotros mismos a los demás. Una hermosa historia
de la vida del sadu Sundar Singh nos ayuda a ilustrar esta
verdad. Cuando él y otro cristiano viajaban por la región
montañosa del norte de la India, llegaron a una grieta profunda
de donde oyeron gritos de auxilio.
Ambos hombres estaban muy cansados y debilitados por la
falta de comida. El compañero de Sundar Singh dijo estar
demasiado débil para ayudar al hombre en la grieta, porque
necesitaba todas sus energías para sobrevivir, y continuó su
Las Epístolas de Juan
75
viaje. Sundar Singh sacó él solo al pobre hombre de la grieta y
lo cargó sobre sí cuesta arriba por el paso montañoso. No
mucho más adelante, alcanzaron a su compañero de viaje, quien
yacía muerto a la vera del camino. El que había buscado salvar
su vida la había perdido, y el que la dio por otro, la salvó.
En Mateo 16:25 Jesús dijo: “Porque todo el que quiera salvar
su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de
mí, la hallará”. Dios nos conceda que aprendamos esta lección.
4:12 – Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos
a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha
perfeccionado en nosotros.
La clave para tener la presencia de Dios morando en nosotros
es cumplir los dos mandamientos de Mateo 22:37-39: “Jesús
le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande
mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo”.
La prueba de que obedecemos el primer mandamiento es
que manifestamos a los demás el amor de Dios. El amor y la
perfección van juntos, ya que se nos dice en Colosenses 3:14
que el amor es el vínculo perfecto.
4:13-15 – En esto conocemos que permanecemos en él, y
él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.
Una prueba más de que conocemos que estamos en Dios y
que Él está en nosotros, es que hemos recibido Su Espíritu
Santo en nuestras vidas.
76
Las Epístolas de Juan
4:14, 15 - Y nosotros hemos visto y testificamos que el
Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. Todo
aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios
permanece en él, y él en Dios.
Ahora, Juan agrega su testimonio personal con respecto a la
condición de Jesús como Hijo. En Romanos 10:9 Pablo
declara: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo”. Por lo tanto, nuestra salvación de basa en creer
con nuestro corazón y confesar con nuestra boca que Jesús
es el Señor.
4:16 – Y nosotros hemos conocido y creído el amor que
Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que
permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.
Juan enfatiza nuevamente que el amor es por excelencia la
fuerza motivadora de todo lo que Dios ha hecho en y por Su
creación. En su carta a los Efesios, el apóstol Pablo también
desarrolla este tema. Debemos analizar muy cuidadosamente
lo que dice acerca del morar de Dios en nuestros corazones a
través de Su amor.
En Efesios 3:17-19 leemos: “Para que habite Cristo por la
fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y
cimentados en amor, seáis plenamente capaces de
comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la
longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de
Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis
llenos de toda la plenitud de Dios”.
Las Epístolas de Juan
77
La gloriosa experiencia de tener a Cristo gobernando y
reinando en nuestros corazones es lo que nos capacita para
conocer el amor de Dios. El deseo del Señor es que todo lo
que hagamos y digamos esté motivado por el amor. La medida
en que conozcamos el amor de Dios será la medida en que
seremos llenados de Su plenitud.
4:17 – En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros,
para que tengamos confianza en el día del juicio; pues
como él es, así somos nosotros en este mundo.
Las normas del Nuevo Testamento son mucho más altas que
las normas que se esperaba que alcanzaran los santos del
Antiguo Testamento. En el Sermón del monte, con frecuencia
el Señor mismo dejó claro este punto.
Mateo 5:21, 22 ilustra lo expresado: “Oísteis que fue dicho
a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será
culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se
enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera
que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio;
y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno
de fuego”.
Ahora, Juan da lo que quizá sea la norma más alta por la
cual debería vivir una persona, y es el caminar de la misma
manera que nuestro bendito Señor caminó sobre esta tierra.
El Señor en persona dijo en Mateo 5:48: “Sed, pues,
vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto”. Luego, el apóstol Pedro repite la misma
exhortación: “Sino, así como aquel que os llamó es santo,
78
Las Epístolas de Juan
sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir,
porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”
(1 Pedro 1:15, 16).
4:18 – En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor
echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De
donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.
Muchos cristianos se encuentran esclavos del temor, el cual
se manifiesta esencialmente en las siguientes áreas:
1. Temor al hombre, que es una trampa. Proverbios 29:25
dice: “El temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en
Jehová será exaltado”. Muchas personas están gobernadas
por el temor, y no pueden hacer lo correcto porque tienen
miedo de lo que otros les harán o dirán.
David proclamó triunfante: “En el día que temo, yo en ti confío.
En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado; no temeré;
¿qué puede hacerme el hombre?” (Salmos 56:3, 4). En Salmos
118:6 dijo: “Jehová está conmigo; no temeré lo que me pueda
hacer el hombre”. Al confiar en el Señor obtenemos la victoria
sobre el temor.
2. Temor al mal, en el sentido de que algo malo pueda
ocurrirnos. Existen, en especial, dos temores entre las personas:
(1) El temor a la guerra – El rey David hizo esta
declaración triunfal en Salmos 27:3: “Aunque un ejército
acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí
se levante guerra, yo estaré confiado”. La confianza de David
provenía de tener un único propósito: “Una cosa he demandado
Las Epístolas de Juan
79
a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos
los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y
para inquirir en su templo” (Salmos 27:4).
David sabía que en tiempo de prueba Dios lo escondería y
levantaría su cabeza sobre sus enemigos. David no tenía temor;
por el contrario, cantaba alabanzas y ofrecía sacrificios de
gozo al Señor. Sigamos el ejemplo de David y no temamos
en tiempo de guerra.
(2) El temor a la muerte – El Señor vino a liberarnos del
temor a la muerte, un temor que afligió a muchos santos del
Antiguo Testamento, como leemos en Hebreos 2:15: “Y librar
a todos los que por el temor de la muerte estaban durante
toda la vida sujetos a servidumbre”.
El rey David venció el temor a la muerte, y escribió en Salmos
23:4: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré
mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado
me infundirán aliento”.
Así como David triunfó sobre el temor a la muerte, nosotros
también podemos triunfar por la gracia de Dios, al tiempo que
Su amor se perfecciona en nosotros. Cuando hay perfecto amor
entre dos personas, ninguno teme al otro. Lo mismo ocurre entre
nosotros y Dios. El perfecto amor disipa todo temor.
Recuerdo el testimonio de cierto doctor. Entregó su vida a
Cristo porque estaba asombrado por la actitud de cristianos
que recibían con gran gozo y expectativa la noticia de sus
muertes inminentes. Los no creyentes reciben la misma noticia
80
Las Epístolas de Juan
con tristeza, con desesperanza, y llenan sus bocas de insultos.
De manera que, sintámonos seguros en el amor de Jesús y no
nos dejemos dominar por el temor.
4:19 – Nosotros le amamos a él, porque él nos amó
primero.
¿No es verdad que resulta natural responder con amor cuando
nos aman? Con Dios esto es aún más real, debido a la pureza
de Su amor.
4:20, 21 – Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su
hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano
a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha
visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El
que ama a Dios, ame también a su hermano.
Ahora, Juan analiza nuevamente nuestro amor por Dios, para
asegurarse que sea auténtico, tal como lo ha hecho virtualmente
a lo largo de toda la epístola.
Es absolutamente necesario repetirlo para comprender, con
toda claridad, que es un total engaño pensar que es posible
amar a Dios mientras tengamos algo contra otro. Este capítulo
termina recordando que los dos grandes mandamientos están
visiblemente vinculados entre sí.
Las Epístolas de Juan
81
Capítulo 5
Este capítulo comienza con otra declaración de fe que nos
permite saber que somos hijos de Dios. Seguramente no
exageraríamos si dijéramos que esta epístola se escribió
principalmente a niños en Cristo. Su propósito era proveerles
seguridad de salvación y protegerlos de las mentiras insidiosas
del tiempo de Juan.
5:1 – Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido
de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama
también al que ha sido engendrado por él.
Como dijo Juan en ocasiones anteriores, el creer que Jesús es el
Hijo de Dios es inherente a nuestra salvación. Por lo tanto, si
amamos al Padre celestial, amaremos también a Su Hijo unigénito.
5:2 – En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios,
cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos.
Juan repite su tema, que el amor es la clave para conocer si
somos, o no, hijos de Dios. Si somos hijos de Dios, amaremos
al pueblo de Dios.
5:3 – Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus
mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.
Juan define en términos muy precisos la naturaleza del amor.
Amar a Dios es obedecerlo. El amor de un hijo por sus padres
se demuestra en su obediencia a ellos. Nuestro amor por
Dios se manifiesta en la medida en que le obedecemos.
82
Las Epístolas de Juan
Vencedores (5:4-6)
5:4 – Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo;
y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.
Aunque ya hemos señalado que esta epístola es principalmente
para niños en Cristo, en ella también hay alimento espiritual
para jóvenes y padres. El texto aquí se dirige a los vencedores,
a quienes Juan llama jóvenes en 2:12-14.
En Apocalipsis 12:11, Juan nos muestra las tres claves para
vencer a Satanás: “Y ellos le han vencido por medio de la
sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y
menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. En los últimos
tiempos, el pueblo de Dios vencerá por la sangre del Cordero,
por la palabra de su testimonio y por menospreciar sus vidas
hasta la muerte.
5:5 – ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree
que Jesús es el Hijo de Dios?
Es decir, que nuestra fortaleza viene por medio de declarar
nuestra fe. Para enfatizar esto, Juan formula una pregunta
retórica. Nuestra fe en Cristo es nuestro bien más preciado.
Debemos asegurarnos que brille intensamente en nuestro
interior como resultado del testificar fervientemente de Cristo
y recibir de Él verdades frescas cada día.
5:6 – Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre;
no mediante agua solamente, sino mediante agua y
sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el
Espíritu es la verdad.
83
Las Epístolas de Juan
Jesús vino mediante agua y sangre. Al decir “mediante agua”,
Juan se refiere al nacimiento natural de Cristo; y “mediante
sangre”, se refiere a que efectivamente Jesús vino en la carne
y murió en la carne.
El Espíritu Santo es el Espíritu de verdad, como declaró el
Señor Jesucristo: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad,
él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia
cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber
las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará
de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13, 14).
Los tres testigos (5:7-13)
5:7 – Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el
Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno.
La doctrina de la Trinidad distingue al cristianismo de todas
las demás religiones, en que define claramente a la Deidad
como tres en uno.
El Padre
Cuando consideramos a la Deidad, debemos entender que
aunque son iguales, el Padre es el principal. Él es el origen de
todas las cosas. La expresión “por cuanto agradó al Padre”
(Col. 1:19) resume las enseñanzas de los Evangelios y las
epístolas. El Padre no solo es supremo, sino que hace todas
las cosas de acuerdo a Su voluntad.
84
Las Epístolas de Juan
El Verbo (o el Hijo)
Juan presenta a Jesús, el Hijo de Dios, como “el Verbo hecho
carne”. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo
era con Dios, y el Verbo era Dios”. En Juan 1:14 leemos: “Y
aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos
su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia
y de verdad”. Jesús es el Verbo de Dios y manifestó la Palabra
por medio de Su vida. De la misma manera, Dios quiere que
tengamos Su Palabra en nuestros corazones para que seamos
epístolas vivientes conocidas y leídas por todos los hombres
(2 Co. 3:2).
El Espíritu Santo
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, y como
sucedería en cualquier familia, el miembro menor es protegido
por los otros. Él es el Consolador. Jesús dijo en Juan 16:13,
14: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a
toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino
que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que
habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y
os lo hará saber”. En Marcos 3:28, 29 Jesús muestra la
importancia del Espíritu Santo: “Todos los pecados serán
perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias
cualesquiera que sean; pero cualquiera que blasfeme contra
el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de
juicio eterno”. (La persona, vida, y ministerio del Espíritu Santo
se tratan con más detalle en nuestro libro titulado El Espíritu
Santo.)
Las Epístolas de Juan
85
5:8 – Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el
Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan.
Ahora Juan escribe sobre tres testigos que testifican de la
verdad. El Espíritu Santo está en primer lugar porque es quien
confirma a los otros dos miembros de la Deidad.
En la búsqueda de la interpretación no podemos apartarnos
de la interpretación del versículo 6, ya que al hacerlo
estaríamos transgrediendo las leyes de la hermenéutica. Los
significados de los tipos no se cambian en el mismo contexto.
Por lo tanto, el agua habla del nacimiento natural de Jesús y la
sangre habla de Su vida como el Hijo del Hombre.
5:9 – Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es
el testimonio de Dios; porque este es el testimonio con
que Dios ha testificado acerca de su Hijo.
Este versículo confirma la interpretación del anterior. Juan
ciertamente habla del testimonio que el Espíritu Santo da del
Señor Jesús. Dios mismo testificó de Su amado Hijo al
hablarnos a través de Él (He. 1:2).
5:10 – El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio
en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso,
porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado
acerca de su Hijo.
Cuando creemos en Jesús, el Espíritu Santo da testimonio a
nuestro espíritu que verdaderamente somos hijos de Dios.
Sin embargo, el terrible juicio para los incrédulos es que, por
no aceptar el testimonio irrefutable de Dios, están declarando
86
Las Epístolas de Juan
con sus hechos que Él es mentiroso. Quizá podamos imaginar su
terrible vergüenza en la silla del juicio, cuando sean confrontados
por su pecado. Verán al bendito Hijo de Dios, al que negaron,
sentado en toda Su gloria, a la diestra de Dios.
La razón para la reiteración constante del hecho de que Jesús
es el Hijo, es que falsas doctrinas que se habían introducido
en la iglesia primitiva afirmaban que Jesús no era el Hijo de
Dios. Es una incoherencia profesar creer en Dios y negar el
testimonio que el Padre da del Hijo, como hacían los
opositores de Juan. Esto es lo que sucede con muchas falsas
religiones en la actualidad. Profesan creer en Dios, pero niegan
al Hijo. Por lo tanto, no pueden recibir vida eterna.
5:11 – Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida
eterna; y esta vida está en su Hijo.
Podríamos pensar que esta repetición es innecesaria. Sin
embargo, he viajado mucho por otras tierras y he oído a líderes
cristianos decir que quienes adoran ídolos y sostienen otras
creencias van al cielo.
Esto sugiere que estas personas no estaban lo suficientemente
arraigadas y cimentadas en la fe. Jesús mismo afirmó
claramente que él es el Camino, la Verdad, y la Vida, y que
nadie llega al Padre sino por Él (ver Juan 14:6).
5:12 – El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al
Hijo de Dios no tiene la vida.
Toda vida está en el Hijo, y sin Jesús nadie puede ser salvo.
Ninguna otra religión tiene el mensaje de salvación.
Las Epístolas de Juan
87
5:13 – Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en
el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis
vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de
Dios.
Aquí Juan declara la razón fundamental para escribir la epístola.
Este es el mensaje que debemos transmitir al mundo. Solo
hay un camino para recibir vida eterna, y es por medio de
Cristo. En Hechos 4:12 leemos lo siguiente con respecto a
Jesús: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro
nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos
ser salvos”.
La confianza en el poder de la oración
(5:14-16)
5:14 – Y esta es la confianza que tenemos en él, que si
pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
El énfasis de la relación está puesto en la oración, ya que la
confianza y la seguridad vienen juntas cuando oramos.
1. Debemos saber con certeza que Él nos oye.
2. Debemos saber que estamos pidiendo de acuerdo a Su
voluntad.
Esto, en verdad, solo es posible si conocemos al Señor
íntimamente.
5:15 – Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que
pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le
hayamos hecho.
88
Las Epístolas de Juan
Como declaró el Señor: “Porque todo aquel que pide, recibe”
(Lc. 11:10). Esto se refiere a los que son Sus verdaderos
discípulos, quienes caminan a la luz de Su Palabra. El rey David
pudo decir con absoluta confianza en Salmos 38:15: “Porque en
ti, oh Jehová, he esperado; tú responderás, Jehová Dios mío”.
Sin embargo el rey David también dijo en Salmos 66:18: “Si en
mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me
habría escuchado”. La confianza en la oración proviene de
caminar en rectitud y de tener una relación íntima con el Señor.
5:16 – Si alguno viere a su hermano cometer pecado que
no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es
para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay
pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida.
El pecado lleva a la muerte. Cuando nos enteramos que un
hermano creyente ha pecado debemos orar por él, para que
Dios en Su infinita misericordia le dé vida. Sin embargo, lo
que tiene perplejos a los teólogos es que se nos prohíba orar
por quienes han cometido pecado de muerte. Quizá el versículo
siguiente nos aclare parcialmente este punto.
La libertad del pecado y de la idolatría
(5:17-21)
5:17 – Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de
muerte.
Somos los frágiles descendientes de Adán, y a menudo
somos propensos a errar en cuanto a las normas de Dios
para nuestras vidas.
Las Epístolas de Juan
89
La definición de pecado en el griego original es “errar al
blanco”. A menudo pecamos porque somos débiles, pero en
realidad no queremos pecar. Esta es la clase de pecado que
es “no de muerte”. El pecado que es de muerte es el deliberado
y habitual.
Clasificar los pecados de esta manera no es sabio, pero, sin
duda, los que se mencionan en Gálatas 5:19-21 prohíben
claramente que una persona entre al reino de los cielos a menos
que, por supuesto, se arrepienta de ellos y deje de practicarlos.
Citamos los escritos de Pablo: “Y manifiestas son las obras
de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia,
lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios,
borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de
las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los
que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gá.
5:19-21). Pablo no deja lugar a dudas en cuanto a quienes
cometen tales iniquidades.
5:18 – Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no
practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por
Dios le guarda, y el maligno no le toca.
Ciertamente, el propio pueblo de Dios no debiera participar
en estos pecados, sino andar de tal manera que no formen
parte de sus vidas. Por lo tanto, el pecado no tiene dominio
sobre ellos y tampoco el maligno tiene parte en sus vidas,
como el Señor mismo dijo: “Porque viene el príncipe de este
mundo, y él nada tiene en mí” (Jn. 14:30).
90
Las Epístolas de Juan
5:19 – Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero
está bajo el maligno.
Este versículo nos ayuda a distinguir claramente entre quiénes
son de Dios y quiénes están en el mundo. El mundo ama lo
suyo. La gente mundana aprueba las acciones de los malvados
mientras ellos mismos no sean perjudicados. El mundo no
juzgará a los suyos.
Como cristianos, no debemos esperar justicia de este mundo
y su sistema judicial. De hecho, esta edad culminará con el
anticristo haciendo guerra abiertamente contra los cristianos.
5:20 – Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos
ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero;
y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es
el verdadero Dios, y la vida eterna.
Somos realmente bendecidos por el hecho de que Jesús haya
venido a hacernos conocer el camino a la vida eterna, aunque
este conocimiento también nos ayuda a comprender el
presente sistema mundial y su final. Los eventos actuales no
deben preocuparnos; no debemos desanimarnos cuando los
malvados escapan al juicio, porque conocemos su fin.
5:21 – Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.
Esta epístola termina adecuadamente con una advertencia para
guardarse de los ídolos. Muchos cristianos en el mundo
occidental no creen que esto se aplique a ellos, porque no
adoran ídolos como sucede en las culturas orientales.
Las Epístolas de Juan
91
Sin embargo, los ídolos pueden tomar diversas formas. La
definición de ídolo es cualquier cosa que adoremos o amemos
más que a Dios, u ocupe un lugar de mayor privilegio. Los
ídolos no son simplemente imágenes o estatuas de madera,
piedra o metales preciosos. Cualquier cosa puede convertirse
en un ídolo en nuestra vida si le permitimos ocupar un lugar
superior a Dios, y esto incluye a personas, nuestra familia,
nuestro ministerio, nuestro trabajo, pasatiempos y dinero.
En cuanto a los ídolos del corazón, leemos en Ezequiel 14:35: “Hijo de hombre, estos hombres han puesto sus ídolos en
su corazón, y han establecido el tropiezo de su maldad delante
de su rostro. ¿Acaso he de ser yo en modo alguno consultado
por ellos? Háblales, por tanto, y diles: Así ha dicho Jehová el
Señor: Cualquier hombre de la casa de Israel que hubiere
puesto sus ídolos en su corazón, y establecido el tropiezo de
su maldad delante de su rostro, y viniere al profeta, yo Jehová
responderé al que viniere conforme a la multitud de sus ídolos,
para tomar a la casa de Israel por el corazón, ya que se han
apartado de mí todos ellos por sus ídolos”.
Nunca permitamos que cosa alguna sea más importante que
el Señor en nuestras vidas. Pidámosle continuamente que
purifique nuestros corazones de todo lo que sea más importante
que Él.
92
Las Epístolas de Juan
Las Epístolas de Juan
La
Segunda
Epístola
de
Juan
93
94
Las Epístolas de Juan
Bosquejo
1. Saludo (1-3)
2. El andar en la verdad y en amor (4-6)
3. Falsos maestros y falsas doctrinas (7-11)
4. Bendición (12, 13)
Las Epístolas de Juan
95
Introducción
En esta epístola, Juan se presenta simplemente como el
anciano. La sencilla razón es que, evidentemente, el receptor
de la carta sabía que Juan era el autor.
El título “anciano” en la era de la Iglesia primitiva estaba
reservado no solo para las personas de edad avanzada, sino
también para los líderes de congregaciones, y en este caso
particular, para alguien muy destacado. El apóstol Pedro utiliza
este título cuando escribe acerca de sí mismo: “Yo anciano
también” (1 Pedro 5:1).
Saludo (1:1-3)
1:1 – El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes
yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los
que han conocido la verdad.
No se menciona el nombre de la señora a la que Juan escribió.
Algunos eruditos han sugerido que escribió a una iglesia, lo
cual parece ser una espiritualización innecesaria, en vista de
que Juan envía saludos de la hermana de la señora y de sus
hijos. Además, la lógica apoyaría esta idea, ya que la tercera
epístola de Juan está claramente dirigida a una persona.
Esta señora puede haber sido una viuda en cuya casa se reunía
la iglesia. En el Nuevo Testamento hay muchos ejemplos de
mujeres piadosas usadas por Dios. Son ejemplos María y
96
Las Epístolas de Juan
Marta, quienes poseían una casa en la que Jesús fue huésped;
Priscila (Ro. 16:3) y Lidia (Hechos 16:14). En muchos países,
mujeres abrieron sus casas a congregaciones que fueron
beneficiadas con su hospitalidad.
El título la señora elegida significa simplemente alguien a
quien Dios ha elegido por Su gracia, o más sencillamente, una
persona que es salva. Obviamente, esta señora era muy amada
y apreciada por el apóstol y sus hermanos cristianos. Esto
nos recuerda a otro santo, Filemón, en cuya casa se reunía la
iglesia en Colosas. Este también era muy amado por el apóstol
Pablo y otros creyentes. La Biblia describe a estos
maravillosos cristianos como ejemplos a seguir en cuanto a
hospitalidad y vida cristiana generosa.
1:2 – A causa de la verdad que permanece en nosotros, y
estará para siempre con nosotros. Debemos tener presente
que la verdad no es abstracta; reside en la persona de Cristo.
Jesús dijo en Juan 14:6: “Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. El Señor Jesucristo
es la verdadera encarnación de la verdad, y estamos completos
en Él (Col. 2:10). Ahora, Juan usa el saludo tradicional de la
Iglesia primitiva.
1:3 – Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios
Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y
en amor.
Al expresar verbalmente nuestro deseo de que la gracia de
Dios sea con alguien, estamos diciendo a la persona que
saludamos, que deseamos que la fortaleza de Dios sea su
Las Epístolas de Juan
97
porción para poder llevar a cabo la tarea de Dios para ella en
ese día. En su misericordia, Dios mostrará a las personas Su
bondad a pesar de que, por supuesto, no la merecen. Es
similar a la acción de sacar a alguien de un pozo en el que ha
caído por su propio error, a pesar de reiteradas advertencias.
“Paz” es otro saludo muy familiar que se ha conservado en
Israel aun hasta nuestros días, en el tradicional saludo judío
“Shalom”. Significa más que simplemente desear a alguien
que tenga un día pacífico. Incluye la idea de prosperidad en el
área del cuerpo, el alma y el espíritu, como así también
bendición económica.
Juan agrega que su deseo para que esta piadosa señora reciba
una bendición proviene del Padre y del Hijo, acunado en amor
y verdad. Cuán importante es que vivamos vidas llenas de
amor y verdad, para que de nuestro ser interior fluya la
bendición del Dios Trino. En otras palabras, que podamos
disfrutar las bendiciones del pacto con Abraham, a quien dijo
Dios en Génesis 12:2: “Y serás bendición”.
El andar en la verdad y en amor (4-6)
1:4 – Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de
tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento
que recibimos del Padre.
Uno de los mayores gozos, tanto de un padre humano como
de un padre espiritual, es saber que sus hijos andan en la
verdad. Esto llena de inmensa alegría el corazón de un padre.
98
Las Epístolas de Juan
1:5 – Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un
nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el
principio, que nos amemos unos a otros.
Juan regresa al tema del amor. El mandamiento de amarnos
unos a otros es, en un sentido, un mandamiento nuevo, porque
Jesús dijo en Juan 13:34: “Un mandamiento nuevo os doy:
Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que
también os améis unos a otros”. Pero en otro sentido, no es
nuevo, porque lo que Dios ha deseado siempre, desde el
principio mismo de los tiempos, es que lo amemos a Él y nos
amemos unos a otros.
El primer mandamiento, de amar a Dios con todo nuestro
corazón, fue dado por Dios en el Antiguo Testamento, en
Deuteronomio 30:6: “Y circuncidará Jehová tu Dios tu
corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a
Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin
de que vivas”. Y el mandamiento de amar a nuestro prójimo
como a nosotros mismos se encuentra en Levítico 19:18:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Por esta razón, Juan
dice que el amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos
no es un mandamiento nuevo.
1:6 – Y este es el amor, que andemos según sus
mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en
amor, como vosotros habéis oído desde el principio.
Por lo tanto, el verdadero amor es guardar los mandamientos
de Dios. Sin embargo, quisiéramos ahora analizar brevemente
la naturaleza del amor como lo define la Biblia. En 1 Corintios
Las Epístolas de Juan
99
13:4-8 leemos que el amor es dulce y amable para con todos.
El fruto del Espíritu expresa la naturaleza del amor. El amor
es gozoso y produce un espíritu de regocijo. Asimismo es
paciente y sereno, es sufrido y todo lo soporta.
Es tierno como una enfermera solícita que atiende a un niño
enfermo. Está lleno de la bondad de Dios, es incapaz de pensar
o hacer mal a nadie. Se mantiene firme en la fe, todo lo cree y
todo lo espera. Es humilde, no busca lo suyo y adopta una
santa actitud de aceptación de todas las cosas como permitidas
por un Padre celestial amoroso. El amor es mesurado en todas
las cosas, no hace nada indebido y no causa tropiezo. Frente
a lo expresado, podemos entender claramente por qué Pablo
llama al amor el vínculo perfecto.
Falsos maestros y falsas doctrinas (7-11)
1:7 – Porque muchos engañadores han salido por el
mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en
carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo.
Juan deja ahora su tema favorito para hacernos una oportuna
advertencia.
Si la verdad nos hace libres, como dijo Jesús en Juan 8:32,
entonces lo opuesto de esta declaración también debe ser
verdad: las mentiras y falsas doctrinas nos ciegan y provocan
que nos apartemos del camino recto. Pablo, al hablar de
quienes adoraban a los ángeles y perdieron de vista a Cristo,
la Cabeza de la Iglesia, advierte en Colosenses 2:18: “Nadie
os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los
100
Las Epístolas de Juan
ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente
hinchado por su propia mente carnal”. De modo que la mentira
puede, efectivamente, disminuir o aun hacernos perder nuestra
herencia celestial y, en casos extremos, hasta llevarnos al mismo
infierno.
1:8 – Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el
fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón
completo.
Debemos darnos cuenta que seguir a los maestros y
predicadores equivocados puede causarnos perjuicio eterno.
Pida a Dios discernimiento para asistir a una iglesia que enseñe
la verdad y todo el consejo de Dios.
Juan nos exhorta a prestar atención, para que recibamos un
galardón completo. Booz dijo a Rut: “Jehová recompense tu
obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios
de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte” (Rut 2:12).
No queremos recibir solo una porción de nuestra recompensa
y herencia celestiales; queremos nuestro “galardón completo”.
Queremos todo lo que Dios nos ha prometido.
Los hijos de Israel no recibieron su galardón completo. Todos,
menos dos hombres de la primera generación, Josué y Caleb,
murieron en el desierto y jamás entraron en la tierra prometida.
Y después que entraron a la tierra, las tribus de Israel no
llegaron a poseer toda la herencia que Dios quería para ellos.
Leemos en Josué 13:1: “Siendo Josué ya viejo, entrado en
años, Jehová le dijo: Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y
Las Epístolas de Juan
101
queda aún mucha tierra por poseer”. No queremos perder ni
una porción de nuestra herencia. Poseamos toda nuestra
herencia y nuestro galardón completo.
1:9 – Cualquiera que se extravía, y no persevera en la
doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la
doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Las
falsas doctrinas pueden privarnos de la comunión con Cristo
y el Padre. ¿Ve usted la importancia de la doctrina correcta, y
el rol que tiene en nuestras vidas ahora y para toda la
eternidad? La verdad nos permite disfrutar de comunión con
el Padre y el Hijo.
1:10 – Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina,
no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!
Los pastores no deben permitir que los propagadores de falsas
doctrinas prediquen en sus iglesias. Es como permitir que
alguien siembre malezas en el jardín de nuestro corazón. Lleva
mucho tiempo arrancar y destruir las malezas. Pastores, cuiden
sus púlpitos con diligencia, y sobre todo, no den la bienvenida
a los que propagan la impiedad y doctrinas de demonios.
1:11 – Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en
sus malas obras.
Pablo dice en 1 Timoteo 5:22: “No impongas con ligereza las
manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate
puro”. Esto se aplica tanto a la pureza de la doctrina como a
la moralidad.
102
Las Epístolas de Juan
Bendición (1:12, 13)
1:12 – Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he
querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir
a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo
sea cumplido.
Debo decir que entiendo perfectamente lo que el apóstol dice
aquí al final de su carta. Escribir no es lo mismo que hablar
con alguien cara a cara. Al hablar personalmente con alguien
podemos percibir el espíritu del otro y explicar con claridad
nuestro punto de vista. Aun en estos tiempos de teléfonos,
máquinas de fax y correo electrónico, nada sustituye el hablar
personalmente con alguien.
1:13 – Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan.
Amén.
Qué maravilloso es tener una atmósfera familiar en nuestras
iglesias de manera que podamos enviarnos mutuamente
saludos de familiares, y otros hermanos y hermanas en Cristo.
Esto crea un pedacito de cielo aquí en la tierra.
Las Epístolas de Juan
La
Tercera
Epístola
de
Juan
103
104
Las Epístolas de Juan
Bosquejo
1. Elogios a Gayo (1-4)
2. La virtud de la hospitalidad (5-8)
3. La condena de Diótrefes (9-11)
4. Demetrio, el hombre de buen testimonio (12)
5. Conclusión (13-15)
Las Epístolas de Juan
105
Introducción
Esta carta está dirigida a Gayo, y es una de las pocas epístolas
dirigidas directamente a una persona por nombre. Aunque el
nombre Gayo se menciona otras cuatro veces en la Biblia,
debemos recordar que era tan común como lo son en la
actualidad nombres como Pedro y Juan. De modo que no
podemos relacionar al Gayo de la Tercera carta de Juan con
otras personas en la Biblia que tienen el mismo nombre.
Para fines de estudio, citaremos las referencias bíblicas a los
otros Gayo:
Hechos 19:29 – “Y la ciudad se llenó de confusión, y a
una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco,
macedonios, compañeros de Pablo”.
Hechos 20:4 – “Y le acompañaron hasta Asia, Sópater
de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe,
y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo”.
Romanos 16:23 – “Os saluda Gayo, hospedador mío y
de toda la iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y
el hermano Cuarto”.
1 Corintios 1:14 – “Doy gracias a Dios de que a ninguno
de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo”.
106
Las Epístolas de Juan
A través de estas referencias podemos observar que Pablo
con toda certeza era el padre en Cristo del Gayo al que hace
referencia, mientras que el Gayo de Tercera Juan era el hijo
espiritual del apóstol Juan. Por lo tanto, no puede tratarse de
la misma persona.
Elogios a Gayo (1:1-4)
1: 1 – El anciano a Gayo, el amado, a quien amo en la
verdad.
Gayo era una persona muy querida para el apóstol Juan. Qué
hermoso elogio de parte de Juan, aquel que fue tan
perfeccionado en el amor. Por lo tanto, Gayo sirve como
ejemplo de amor para nosotros.
1: 2 – Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas
las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.
La verdadera prosperidad cristiana puede entenderse como
el completo bienestar del cuerpo, el alma y el espíritu del
creyente. Es un estado en el cual todas nuestras necesidades
son suplidas y gozamos de las bendiciones del Señor. Sin
embargo, algunas personas han interpretado que esto quiere
decir “tomar la piedad como fuente de ganancia” (1 Ti. 6:5),
aunque Pablo nos advierte que nos alejemos de tales personas.
1: 3 – Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos
y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad.
Como escribió Salomón en Proverbios 15:30, las buenas
noticias “renuevan las fuerzas”. Podemos comprender
Las Epístolas de Juan
107
claramente por qué el corazón del apóstol se había alegrado
por el testimonio de quienes visitaron a Gayo.
Cuando consideramos este elogio debemos tener presente
que esta es la clase de testimonio que se requiere de todos
los líderes de la iglesia, como leemos en 1 Timoteo 3:7:
“También es necesario que tenga buen testimonio de los
de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del
diablo”.
1:4 – No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis
hijos andan en la verdad.
Aquí vemos nuevamente en Juan el corazón de un padre.
¿Cuál es el mayor deleite de un padre? Seguramente, el saber
que sus hijos andan en el camino del Señor.
La virtud de la hospitalidad (1:5-8)
1: 5-8 – Amado, fielmente te conduces cuando prestas
algún servicio a los hermanos, especialmente a los
desconocidos, los cuales han dado ante la iglesia testimonio
de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno
de su servicio a Dios, para que continúen su viaje. Porque
ellos salieron por amor del nombre de El, sin aceptar nada
de los gentiles. Nosotros, pues, debemos acoger a tales
personas, para que cooperemos con la verdad.
En este pasaje, el apóstol alaba a Gayo por su hospitalidad,
al ocuparse no solo de los creyentes de su iglesia sino también
de otros cristianos.
108
Las Epístolas de Juan
A través de los comentarios del apóstol descubrimos el estilo
de vida de los ministros itinerantes en la Iglesia primitiva. Estos
dependían de la bondad de los creyentes para cubrir sus
necesidades. Aparentemente, se negaban a aceptar ayuda de
los incrédulos. Por esta razón, Juan exhorta a apoyar a estos
predicadores itinerantes.
Debemos orar para que Dios nos dé un corazón compasivo y
una mano generosa para participar en este bendito ministerio
de la hospitalidad. Ciertamente era muy real en la Iglesia del
Nuevo Testamento, ya que leemos de otro Gayo que vivió en
Corinto, quien demostró gran bondad al hospedar al apóstol
Pablo y sus compañeros (Ro. 16:23).
En aquellos tiempos, el servicio de los mesones era tan
notablemente malo, que Platón comparó a los mesoneros con
piratas que acechaban a sus huéspedes. Por eso, aun entre
los incrédulos, existía la tendencia a practicar la virtud de la
hospitalidad con los forasteros, recibirlos en sus casas y luego
ayudarlos para que continúen su camino.
No debemos tener en poco que el Nuevo Testamento abunde
en exhortaciones a los cristianos a manifestar bondad y
hospitalidad. Citaremos aquí algunas de ellas:
Romanos 12:13 – “Compartiendo para las necesidades
de los santos; practicando la hospitalidad”.
1 Timoteo 3:2 – “Pero es necesario que el obispo sea
irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente,
decoroso, hospedador, apto para enseñar”.
Las Epístolas de Juan
109
1 Timoteo 5:10 – “Que tenga testimonio de buenas obras;
si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado
los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha
practicado toda buena obra”.
Tito 1:8 – “Sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio,
justo, santo, dueño de sí mismo”.
Hebreos 13:2 – “No os olvidéis de la hospitalidad,
porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”.
1 Pedro 4:9 – “Hospedaos los unos a los otros sin
murmuraciones”.
La condena de Diótrefes (1: 9-11)
1: 9-11 – Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le
gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta
causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando
con palabras malignas contra nosotros; y no contento con
estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren
recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia. Amado, no
imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios;
pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios.
En estos pocos versículos se nos presenta a Diótrefes, quien
es lo opuesto de Gayo. Este hombre es una advertencia para
todas las generaciones, de un líder de iglesia o un pastor cuyo
carácter contradice su llamado.
Un verdadero pastor debe mostrar las virtudes de Cristo, el
Buen Pastor. Diótrefes manifestó las características de
110
Las Epístolas de Juan
aquellos pastores de Israel que el Señor condenó en Ezequiel
34:2-6, porque devoraban a las ovejas.Dios dejó claro que
les pediría cuenta de su conducta y haría que cesaran en su
llamamiento pastoral.
Amados, recordemos la advertencia del apóstol Santiago:
“Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros,
sabiendo que recibiremos mayor condenación” (Stg.
3:1).Permitamos que quienes hayan recibido algún encargo de
supervisión en la Iglesia hagan la voluntad del Señor. La ley de la
bondad debe fluir de nuestros labios, y nuestro corazón debe ser
estar lleno de amor y preocupación por el rebaño.
La naturaleza de Diótrefes es característica de muchos
pastores que han dejado la senda de justicia y han caído en
alguna forma de pecado, ya sea de inmoralidad sexual, envidia,
celos, odio u orgullo. Estos ejercen tiranía sobre la heredad
de Dios (1 P. 5:3). Asumen poderes casi dictatoriales, de
modo que son ley para sí mismos, haciendo que todo el que
no esté de acuerdo con ellos sea echado de la congregación
o comunidad. Estos se transforman literalmente en tiranos y
controlan a todos los que están debajo de ellos. Por lo general,
a estos el Señor después los hiere con alguna forma de falsa
doctrina, de modo que su labor se hace nula y vacía, sin
producir fruto de perfección.
Que prestemos atención a esta advertencia y no seamos como
Diótrefes, sino, por el contrario, que abundemos en frutos del
Espíritu como Gayo. Busquemos ser muy amados por Dios,
como lo fue Daniel (ver Dn. 10:11).
Las Epístolas de Juan
111
El apóstol dejó claro que pondría en orden la situación cuando
tuviera oportunidad de visitar la congregación. Pareciera como
si en ese momento Gayo no tuviera la autoridad o fortaleza
de carácter para solucionar el problema por sí mismo, aunque,
según la tradición, llegó a ser más tarde Obispo de Pérgamo.
Quienes tienen autoridad apostólica deben asegurarse que el
rebaño bajo su cuidado esté protegido de los lobos vestidos
de ovejas.
Demetrio, el hombre de buen testimonio
(1:12)
1:12 – Todos dan testimonio de Demetrio, y aun la verdad
misma; y también nosotros damos testimonio, y vosotros
sabéis que nuestro testimonio es verdadero.
Demetrio era verdaderamente un vaso elegido de Dios, de quien
todo aquel que lo conocía hablaba bien. Es un elogio poco
frecuente y habla de un hombre amable y dulce para con todos.
No solo esto, sino que por causa de su testimonio otros
reconocieron la verdad de Dios. El mismo apóstol también
confirma esto. Ciertamente, Demetrio tenía también un buen
testimonio de parte de quienes velaban por su alma (He. 13:17).
Conclusión (1:13-15)
1:13-15 – Yo tenía muchas cosas que escribirte, pero no
quiero escribírtelas con tinta y pluma, porque espero verte
en breve, y hablaremos cara a cara. La paz sea contigo.
Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada
uno en particular.
112
Las Epístolas de Juan
Para finalizar, no debemos pasar por alto esta importantísima
verdad: Aun en estos días de teléfonos, máquinas de fax y
correo electrónico, no podemos comunicar desde la distancia
nuestros pensamientos más profundos sobre cualquier tema
de la iglesia. Todavía existe la necesidad de esperar hasta el
momento de poder sentarse y hablar las cosas cara a cara.
De hecho, mientras escribo este libro, me encuentro en esta
situación. Debo viajar una gran distancia en avión, a un país
lejano, para intentar resolver un problema entre dos ministros.
En esta oportunidad, el apóstol Juan también debía emprender
un viaje que le demandaba un esfuerzo importante.
La epístola termina brindándonos un panorama de la
atmósfera que rodeaba a los amigos íntimos de este gran
Apóstol del Cordero: una atmósfera de amistad y amor. Era
en verdad muy similar a la relación que existió entre nuestro
Señor y Sus discípulos. Jesús dijo: “Ya no os llamaré siervos,
porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he
llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre,
os las he dado a conocer” (Jn. 15:15).
Oh, qué dulce y bendita comunión tenemos con el Señor y
otros hermanos cuando caminamos en amistad y amor con
Él. Es como el cielo en la tierra y de mucho agrado para
nuestro Señor Jesús al morar en medio de nosotros.
Las Epístolas de Juan
113
Epílogo
Al meditar en estas tres breves epístolas de Juan podemos
vislumbrar lo que era la vida dentro de la iglesia primitiva. No
todo era armonía. Había falsas doctrinas que necesitaban ser
denunciadas, que podrían haber destruido la fe pura de los
creyentes. De modo que el apóstol Juan debía revelar el error
de esas doctrinas y reafirmar el verdadero evangelio de
Jesucristo.
Ciertos ancianos (o pastores) se habían apartado de la senda
del amor y debían ser disciplinados para que todos temieran.
Además, era evidente que algunos temas solo podían ser
tratados por el apóstol Juan, ya que otros no tenían el poder
o la autoridad necesarios para abordarlos.
Estas cartas nos permiten conocer la existencia de ciertos
problemas que no solo son de aquel tiempo, sino que de una
u otra manera existieron a lo largo de toda historia de la Iglesia,
y aún existen en la actualidad. Indudablemente, se
incrementarán en estos últimos tiempos, a medida que el
pecado aumenta y espesas tinieblas cubren la tierra.
Sin embargo, cuando los problemas entran en nuestras
congregaciones, debemos cobrar ánimo y recordar lo que
nos dice 1 Corintios 10:13: “No os ha sobrevenido ninguna
tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que
114
Las Epístolas de Juan
dará también juntamente con la tentación la salida, para que
podáis soportar”.
Ciertamente no hay nada nuevo bajo el sol. En la Iglesia
primitiva hubo problemas, y con toda seguridad también los
habrá en la Iglesia de los últimos tiempos. Enfrentémoslos
con valentía, corrigiendo lo que se necesita corregir y
reafirmando lo que está bien. Si somos llamados a ser ministros,
enseñemos la verdad en amor, siendo buenos pastores a las
órdenes del Buen Pastor, y protegiendo el rebaño. ¡Que el
Señor nos dé gracia para ser fieles hasta el fin, como lo fue
Juan!
Las Epístolas de Juan
115
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Dr. Brian J. Bailey
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Las Epístolas de Juan
Apocalipsis
116
Las Epístolas de Juan
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