Nuestro corazón, tizón de la evangelización

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Cartilla N°° 298
Noviembre de 2010
Nuestro corazón,
tizón de la evangelización
“He venido a traer fuego a la tierra, y ¿qué he de querer sino que se encienda?” (Lc 12,49s)
“¿No ardía nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino
y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24,32)
P. Ricardo E. Facci
Recuerdo en mi infancia, en los crudos y fríos inviernos, a todos en mi familia nos gustaba
estar en el comedor, porque allí estaba el hogar* que emitía un lindo calorcito. Se trataba de que no
se apague, de ese modo, se mantenía un agradable clima. Cuando nos retirábamos por la noche a
descansar, se le colocaba un buen tronco, que a la mañana servía, junto a varias brazas, para volver
a encender nueva leña. Ese tronco era el tizón, es decir un palo a medio quemar que arde.
Recuerdo, también, una reunión con matrimonios con cierto compromiso en el Movimiento,
en la que nos planteábamos la función de cada uno en la Obra, y alguien dijo acertadamente:
debemos ser tizón. Personas y matrimonios capaces de transmitir el fuego a otros.
El tizón no puede ser cualquier tronco. Un tronco verde no tiene capacidad de arder y poco a
poco irá apagándose, por lo tanto, perderá la capacidad de transportar el fuego a otros. En el caso de
que el tronco esté seco, también perderá la capacidad de ser trasmisor del fuego, porque generará
una llama rápida, pero se terminará inmediatamente, y así, también la posibilidad de trasmitir fuego,
porque necesita tiempo, paciencia, hasta que el objetivo se encienda.
“He venido a traer fuego a la tierra y, ¿qué he de querer sino que se encienda?”, dijo Jesús.
Cada uno debe ser un tizón, de ese modo, el fuego que trajo Jesús va a encender todos los
corazones. El fuego es, en definitiva, el amor. Amor que se traduce, entre otras realidades, en
entusiasmo por el seguimiento de Cristo, en compromiso con el hermano, especialmente para
alcanzarle la salvación, en ser un auténtico misionero de Dios. Nuestras vidas deben ser antorchas,
con el corazón lleno de fuego y de amor, que va encendiendo tantos pastos o leños secos, corazones
en búsqueda, que esperan ser encendidos para quemarse en el amor de Dios.
Esto implica exigencias. La primera se identifica con el hecho de que un leño verde no se
enciende. Lo verde se identifica con lo inmaduro. Es la fruta que aún no logró la maduración
necesaria para ser comida o el proyecto que no está completamente pensado o la persona que no
alcanzó la madurez y el juicio de la edad adulta. Apliquemos la inmadurez a la vivencia de la fe. La
persona inmadura en la fe será incapaz de encenderse y encender. ¿En qué consiste ser inmaduros
en la fe? La primera faceta debemos descubrirla en el pensamiento. Como expresa San Pablo, “ser
llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina” (Ef 4,14). ¡Esto es muy actual!
Cuántos vientos de doctrina falsos hemos conocido en estos últimos años, cuántas corrientes
ideológicas, cuántas maneras de pensar, que han desnudado la escasa formación de muchos
cristianos. El pensamiento de éstos ha estado agitado permanentemente, de un extremo al otro del
mundo, desde propuestas materialistas, individualistas, hedonistas, ateas y libertinas. Muchos
miembros de la Iglesia han sido presa de la astucia que conduce engañosamente al error. Por esto,
tener una fe clara que ilumine la vida de modo global y formativo es imprescindible.
La segunda faceta del inmaduro es cuando el relativismo se ha apoderado de la mente y la
voluntad. Al dejarse llevar por cualquier viento de doctrina, al mismo tiempo, se adopta una moral
acomodaticia, cayendo preso de la dictadura del relativismo que no conoce nada como definitivo y
que deja como única medida sólo el propio yo y la propia voluntad conducida, en definitiva, por el
“todo vale”. Esta persona queda definida por la mediocridad y la tibieza.
La tercera faceta del inmaduro, es el enrolamiento en el des-compromiso. Se cierra en sí
mismo y no descubre la dimensión del Tú de Dios, ni del tú humano. Se instala en la comodidad que
impone el ego, conformándose con una vida intrascendente, en la que la pobreza espiritual logra el
objetivo de hacer que la mirada quede puesta sólo en sí mismo, en el intento de no tomar conciencia
de una vida sin sentido, sin norte, hueca y vacía.
La segunda exigencia, va de la mano con el hecho de que tampoco puede ser tizón un leño
seco. Éste tendrá un fuego fugaz, que atraerá en un momento, pero por falta de perseverancia y de
fuerza suficiente será incapaz de encender otros fuegos. Es aquel que vive sin la gracia de Dios,
puede entusiasmarse en un momento, pero como la plantita que creció entre piedras (Cfr. Mt 13,5),
se apagará inmediatamente, quedará consumido tras las ilusiones que presenta el mundo.
Lo que hace perder la gracia de Dios es el pecado, aquello que no le conviene al ser humano,
quien distanciado de Él realiza opciones distantes de su Voluntad.
El punto justo está en aquel tronco con capacidad de quemarse y de mantener el fuego el
tiempo suficiente como para trasportarlo a otro leño. Es la persona seca por sí misma, pero
impregnada de la gracia de Dios. Alguien capaz de entusiasmarse en el seguimiento de Cristo, y con
gran capacidad de entusiasmar a otros. Un fuego capaz de encender otros fuegos.
Una fe madura, adulta, no es una fe que sigue los vientos de la moda, de la última novedad;
sino es una fe profundamente enraizada en la amistad con Cristo y esta amistad es la que nos abre a
lo bueno y es la que nos da el criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre la mentira y
la verdad. Esta fe adulta debemos madurarla en el servicio de Cristo.
“Debemos cuidar la llama de la Obra”, les decía en Aarón Castellanos, en aquella 1ª
Asamblea Latinoamericana realizada en el año 2002, para esto, es fundamental que en cada hogar se
viva un cristianismo todo fuego. De este modo, estaremos contribuyendo a que Hogares Nuevos sea
como un río de lava ardiendo, incandescente, que sale del fondo mismo de la fe, y va inundando
todos los hogares de la tierra. Nuestro compromiso será pleno en la medida en que desde cada hogar
surjan matrimonios e hijos como verdaderos apóstoles ardientes, siempre alegres a pesar de sus
fatigas y dificultades.
Quiera Dios, que quienes se encuentren con nosotros en el camino de la vida, puedan
obtener la misma experiencia de los discípulos de Emaús al caminar junto a Jesús: “¿No ardía
nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24,32). Los
demás al encontrarnos deben experimentar nuestra llama viva y al acercarse encenderse. Quienes se
contactan con nosotros, quieren palpar en nuestras vidas, palabras y actitudes, un carisma
vivenciado y hecho carne. Hecho fuego. Interpretando la voluntad de Cristo: ¡cuánto deseo que ya
esté ardiendo!
Oración
Señor Jesús,
queremos vivir siempre en el fuego de tu amor,
no deseamos claudicar jamás ante las tentaciones,
que nos motivan a anclarnos en la frialdad y la tibieza.
Deseamos encendernos en tu amor,
para que nos incendie nuestras personas, matrimonio y familia y,
desde nosotros,
muchos otros puedan experimentar que algo nuevo
los está quemando.
Ayúdanos a ser verdadero tizón,
ni verdes inmaduros, ni secos sin tu savia,
para que verdaderamente podamos servirte
en la trasmisión del fuego del amor que evangeliza,
a quienes te buscan denodadamente. Amén.
Trabajo Alianza
1.- ¿Qué aspectos de nuestra familia responden al fuego del amor de Dios? ¿Cuáles aún pertenecen a
un ámbito de frialdad y tibieza?
2.- ¿Somos capaces de incendiar otras familias con el entusiasmo de seguir a Cristo?
3.- ¿Cuidamos la llama de la Obra para que se mantenga, hasta incendiar en el amor, a todas las
familias hasta el confín de la tierra?
Trabajo Bastón
1.- ¿Cómo nos definimos, a la luz de esta cartilla? ¿Cómo comunidad fuego o comunidad hielo?
2.- Los miembros de la comunidad: ¿trabajamos nuestras vidas para que sirvan como tizón en la
tarea de evangelización de las familias?
3.- ¿Qué debemos mejorar para que el “tronco” de nuestras vidas sirva para tizón?
* También llamado: estufa a leña o chimenea
Noticia para orar: en el primer fin de semana de febrero de 2011
iniciamos la Arquidiócesis de Miami (EEUU, 14° país con presencia
de Hogares Nuevos).
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