DANZA CONTEMPLATIVA

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DANZA CONTEMPLATIVA
LA BAILARINA
Cierta vez una bailarina con sus músicos había arribado a la
corte del Príncipe de Birkasha. Y, admitida en la corte, bailó
ante el príncipe a son del laúd, de la flauta, de las tablas y
tambores, y de la cítara. Bailó la danza de las estrellas y la
danza del espacio, y por último la danza de las flores al viento. Luego se detuvo
ante el Príncipe e inclinándose, le hizo una reverencia.
El Príncipe, emocionado, le pidió se acercara y le dijo: “Bella mujer, hija de la
gracia y del encanto, ¿de dónde viene tu arte? ¿cómo dominas tú la tierra y el
aire en tus pasos y el agua y el fuego con tu ritmo y tu cadencia?”
La odalisca se inclinó de nuevo ante el Príncipe y le contestó: “Su alteza, no
estoy segura cómo responder su pregunta, pero sí sé que el alma del filósofo
vive en su cabeza, el alma del poeta en su corazón, que el alma del cantor
vibra en su garganta. Pero que en cambio, el alma de la bailarina vive en todo
su cuerpo”
(Khalil Gibran)
Al ritmo de los Salmos…
“Alaben su Nombre con la danza”
(Sal 149,3)
“Has trocado mi lamento en una danza,
me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría;
mi corazón por eso te cantará sin tregua;
Señor, Dios mío, te alabaré por siempre”
(Sal 30,12-13)
“Devuélveme el son del gozo y la alegría,
dancen los huesos machacados…”
(Sal 51,10)
“Mas los justos se alegran y danzan
ante la faz de Dios,
y exultan de alegría”
(Sal 68,4)
"El Señor escribirá en el registro de los pueblos: 'este ha nacido allí'
y cantarán mientras danzan: 'todas mis fuentes están en ti'"
(Sal 86)
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente y con todas tus fuerzas”
(Mc 12,30)
BAILE DE LA OBEDIENCIA
"Tañimos la flauta y no danzasteis"
Es el 14 de julio.
Todo el mundo va a danzar.
Por doquier, hace meses y años, el mundo danza.
Más se baila cuanto más se muere.
Olas de guerras, olas de baile.
Ciertamente hay mucho ruido.
Las personas serias se han acostado.
Los religiosos rezan los maitines de san Enrique, rey.
Y yo pienso
en el otro rey,
en el rey David, que danzaba ante el arca.
Porque si hay personas santas a quienes no gusta bailar,
hay otros muchos santos que necesitan hacerlo,
pues se sienten tan dichosos de vivir:
santa Teresa con sus castañuelas,
san Juan de la Cruz con un Niño Jesús en brazos,
y san Francisco ante el papa.
Si estuviéramos contentos de Ti, Señor,
no podríamos resistir
a esta necesidad de danzar que desborda el mundo,
y llegaríamos a adivinar
qué danza es la que os gusta hacernos danzar,
siguiendo los pasos de vuestra Providencia.
Porque pienso que debéis estar cansado
de gentes que hablan siempre de serviros
con aire de capitanes,
de conoceros don ínfulas de profesor,
de alcanzaros por reglas de deporte.
De amaros como se ama un viejo matrimonio.
Y un día en que deseabais otra cosa
inventasteis a san Francisco
e hicisteis de él vuestro juglar.
Y a nosotros corresponde dejarnos inventar
para ser gentes alegres que dancen su vida con Vos.
Para ser buen bailarín, con Vos o en otra parte, no es preciso
saber a dónde lleva el baile.
Hay que seguir,
ser alegre,
ser ligero,
y, sobre todo, no mostrarse rígido.
No pedir explicaciones
de los pasos que os guste dar.
Hay que ser como una prolongación
ágil y viva de Vos mismo,
y recibir por Vos la transmisión del ritmo de la orquesta.
No hay por qué querer avanzar a toda costa,
sino aceptar el dar la vuelta, ir de lado,
saber detenerse y deslizarse en vez de caminar.
Y esto no sería más que una serie de pasos estúpidos
si la música no formara una armonía.
Pero olvidamos la música de vuestro espíritu
y hacemos de nuestra vida un ejercicio de gimnasia;
olvidamos que en vuestros brazos se danza,
que vuestra Santa Voluntad es de una inconcebible fantasía,
y que no hay monotonía ni aburrimiento
más que para las viejas almas
que hacen de inmóvil fondo
en el alegre baile de vuestro amor.
Señor, venid a invitarnos.
Estamos dispuestos a danzar con Vos en este turno.
Las cuentas, la cena que preparar, la velada con sueño.
Estamos dispuestos a bailar
la danza del trabajo,
la del calor y más tarde la del frío.
Y aunque ciertos aires
suenan en tono menor,
no os diremos que sean tristes;
si otros nos atosigan un poco,
no os diremos que sean agotadores.
Y si las gentes nos empujan,
lo tomaremos a risa,
pues sabemos que tal ocurre en todo baile.
Señor, mostradnos el puesto que, en este romance eterno
iniciado entre Vos y nosotros,
debe tener el baile singular de nuestra obediencia.
Reveladnos la gran orquesta de vuestros designios,
donde lo que permitís Vos mismo
toca notas extrañas
en la serenidad de lo que Vos queréis.
Enseñadnos a vestirnos cada día
con nuestra condición humana
como un vestido de baile, que nos hará amar de Vos
todo detalle como indispensable joya.
Hacednos vivir nuestra vida,
no como juego de ajedrez en el que todo es calculado,
no como un "partido", en el que todo es difícil
no como un teorema que nos rompa la cabeza,
sino como una fiesta sin fin donde se renueva vuestro encuentro,
como un baile,
como una danza,
entre los brazos de vuestra gracia,
con la música universal del amor.
Señor, venid a invitarnos.
(Madelaine Delbrêl)
SOBRE LA MÚSICA Y LA DANZA
El corazón del hombre ha sido constituido de tal manera por el Todopoderoso
que, como el pedernal, tiene un fuego escondido que es despertado por la
música y la armonía dejando al hombre postrado en éxtasis. Estas armonías
son ecos de aquel mundo superior de belleza al que llamamos el mundo del
espíritu; le recuerdan al hombre su relación con aquel mundo, y producen en él
una emoción tan profunda y extraña que él mismo se ve incapacitado para
explicarla. El efecto de la música y la danza es tanto más profundo cuanto más
simples y propensas a la emoción son las naturalezas sobre las que actúan.
Avivan la llama de cualquier clase de amor que se encuentre adormecido en el
corazón, ya sea terrenal y sensual o divino y espiritual
.
[...] De momento nos contentaremos con decir que la música y la danza no
ponen en el corazón nada que no estuviera previamente en él, sino que
simplemente avivan la llama de las emociones dormidas.
(Al Ghazzali)
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