Oscar Wilde, o el cisne que no debía cantar su nombre

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Oscar Wilde, o el cisne que
no debía cantar su nombre
Por Alexánder
Literofilia
Obando
para
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Oscar Wilde nació en Dublín, Irlanda en octubre de 1854
(apenas cuatro días antes de que naciera Rimabud en
Charleville, Francia). Sus padres, dos acaudalados
intelectuales irlandeses, instigaron siempre en su progenie el
amor por el arte (en especial el arte poético) y los valores
de la cultura e independencia irlandesa. Lady Jane Wilde,
quien insistía en llamarse “Lady Speranza”, fue tal vez la
influencia más iconoclasta y heterodoxa que tuvo el niño Oscar
durante su infancia. De ella heredó, quizás, su gusto por lo
estrambótico y lo decadente.
Wilde estudió primero en Trinity College, en Dublín, y luego
en Oxford. En ambas instituciones se destacó como un
extraordinario clasicista. Y claro, además del francés y el
alemán que adquirió por medio de sus nodrizas en casa, los
estudios clásicos lo hicieron también un notable conocedor del
latín y el griego antiguo.
Al graduarse de Oxford en 1878, Oscar regresó a Dublín donde
esperaba continuar relaciones románticas con Florence
Balcombe, una novia de su adolescencia, pero la chica ya
estaba comprometida con otro irlandés que años después se
haría famoso con su novela Drácula. Así, Florence se casó con
Bram Stoker y Wilde volvió a Londres triste y soltero.
Al establecerse definitivamente en la capital inglesa empezó a
cultivar fama como poeta, articulista y “wit”, es decir, un
individuo muy ingenioso en el uso del humor intelectual. Su
primera obra de algún relieve fue Poemas, publicada en Londres
en 1881. En estos años, también estuvo de gira por Francia y
los Estados Unidos donde dictó conferencias sobre el
esteticismo, corriente artística de la que se había hecho
portavoz desde sus años de Oxford. Es también en esta época
que conoció a Constance Lloyd, una joven de la alta sociedad
inglesa y con quien se casó en 1884. Para esos días ya Wilde
era una de las personalidades más notorias y mejor conocidas
de la vida cultural británica.
Entre los años 1890 y 1895 Oscar Wilde publicó la literatura
por la que sería más famoso en la posteridad. En el mismo 1890
saca por medio de una revista estadounidense la primera
versión de El retrato de Dorian Grey, (en realidad la segunda
versión, pues la primera versión de Wilde fue sensiblemente
expurgada por los editores de dicha revista en Filadelfia). La
novela fue duramente criticada por los reseñistas ingleses al
considerarla básicamente inmoral. Y no hay que pensar en
“inmoral” en sentido contemporáneo sino en sentido victoriano:
la novela señalaba que alguna mujer u otra era la amante
(“mistress”) de alguien y que Basilio Hallward tenía un
interés en el bello Dorian que iba más allá de lo meramente
amical o lo estético. Pues bien, con estas apenas alusiones al
amantazgo y a la homosexualidad, ya la novela era imposible de
aceptar en la buena tertulia literaria inglesa. Wilde tomó los
cambios hechos en Filadelfia y expandió el texto agregándole
siete capítulos más para edulcorarlo y reafirmar los valores
moralistas ingleses, pues si de algo carecía El retrato de
Dorian Grey era de sentimientos de culpa. En esta primera
versión Dorian no destruyó el retrato por “asco a la
inmoralidad” o por remordimiento sino como una manera de
ocultar más efectivamente sus “pecados”. Así pues, un desviado
moral que no siente arrepentimiento por sus malas acciones no
tiene cabida en la moralidad victoriana. Esto es importante
porque el contenido de esta novela (si bien censurada tres
veces,
nuevos
contra
“gross
por la revista de Filadelfia, por Wilde y por los
editores de 1891) fue utilizada durante el proceso
el autor para desacreditarlo y declararlo culpable de
indecency” (algo así como “inmoralidad extrema”).
Ese período de 1890-1895 termina con dos eventos totalmente
antitéticos: primero se da la publicación de La importancia de
llamarse Ernesto, obra que la crítica wildeana hoy señala como
su obra maestra. Y por otra parte también es el año en que
Wilde sería acusado públicamente de “sodomita”, acabando con
su carrera literaria y posteriormente también con su vida.
Oscar Wilde y Lord
Alfred Douglas.
Wilde parece haber tenido su primer encuentro homosexual hacia
fines de la década de 1880 con Robert (Robbie) Ross, a quien
Oscar apodaba “Puck” en alusión al personaje shakespeareano, y
quizás por su apariencia élfica. Los dos hombres se hicieron
amantes hasta que Wilde conociera, en 1891, a Lord Alfred
Douglas, un joven noble de 18 años, de temperamento caprichoso
y un egoísmo que más adelante se revelaría como tóxico para
Wilde y Robbie Ross. La relación de Oscar y Lord Alfred
(llamado “Bosie” por su famila) pronto degeneró en escándalo y
el marqués de Queensbury, padre de Bosie, se animó a calumniar
públicamente a Wilde llamándolo “somdomita” (sic). Los
procesos y contraprocesos que se dieron en esos días
terminaron por inculpar a Wilde de la “gross indecency” ya
aludida y por sentenciarlo a dos años de prisión con trabajos
forzados, algo que también eventualmente minó de manera severa
su salud.
En los mismos años en que se criaba Wilde ya se multiplicaba y
se afianzaba en Inglaterra la sórdida legislación que apoyaría
legalmente a lo peor de la homofobia victoriana (por cierto no
mal etiquetada ya que en cierta medida obedecía a los valores
que se respiraban en el palacio de Buckingham). La ley inglesa
había eliminado la pena de muerte para la homosexualidad en
1861. Pero eso creaba un vacío peligroso que los juristas
británicos de ese tiempo no deseaban tolerar. A cambio de la
pena de muerte se instauró entonces una ley contra la
“sodomía” (entendida esta como sexo anal entre hombres) pero
dicha ley terminaba constituyéndose más bien en un escollo
para las autoridades ya que el delito era muy difícil de
documentar y probar. Por eso se promulgó en 1885 el Criminal
Act Amendment con la nueva figura delictiva de “gross
indecency”. El término era tan impreciso que generó de
inmediato el efecto deseado. La ley podía atacar la
homosexualidad con esta nueva figura precisamente porque no
aclaraba nada, por lo que la más mínima sospecha de conducta
homosexual (ya no necesariamente el acto sexual en sí) daba
pie para enjuiciar y condenar efectivamente. Este fue el
ambiente legal al que se tuvo que enfrentar Wilde. Ya la
publicación de El retrato de Dorian Grey era bastante
arriesgada como para seguir tentando la suerte. Pero Oscar
Wilde era temerario. La relación prácticamente pública de
Wilde y Douglas provocó la reacción social y el escándalo que
ya conocemos y que acabó con la vida pública del autor y todos
sus más allegados. Robbie Ross y varios miles más de
homosexuales tuvieron que huir de Inglaterra en esos días por
temor a ser llevados ante la ley. Solo se salvó Lord Alfred
Douglas, quizás por ser noble y porque la misma corona no
presionó para involucrarlo en el juicio contra Wilde.
Tras dos años de vida en prisión y trabajos forzados, Wilde
emigró primero a Italia y luego a Francia. En Italia trató de
vivir con Douglas una relación estable. Pero este último lo
abandonó, al parecer por razones económicas. No estaba
dispuesto a mantener a Wilde como éste sí había mantenido al
caprichoso lord durante su relación en Londres. Wilde entonces
murió en la pobreza y desamparo en un hotelucho de París en
1901.
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