Correspondencia Este estudio genético se realizó a partir de la extracción de ADN de leucocitos de sangre peri­ férica, amplificándose los exones reacción en ca­ dena de la polimerasa según los protocolos es­ tándares. Se estudiaron los 20 exones de la se­ cuencia codificante del gen ERCC6, además del exón 1 no codificante, junto con las secuencias de splicing. En el gen ERCC8 se estudió la secuen­ cia codificante (exones 1 al 12), además de las correspondientes secuencias de splicing. Se reali­ zó la secuenciación directa mediante un secuen­ ciador ABI Prism 3100 (Applied Biosystems) y se analizó con el programa GeneMapper v. 4.0. Así, se obtuvo una mutación en homocigosis c.600dupT (p.Ile201TyrfsX8) para el gen ERCC8. Esta mutación detectada en el paciente provoca un cambio en la pauta de lectura y la aparición de un codón de stop prematuro en la posición aminoacídica 209, lo que da lugar a una proteí­ na truncada. Esta mutación no se ha relacionado hasta el momento con síndrome de Cockayne. El síndrome de Cockayne es una enfermedad genética incluida en el grupo de las leucodistro­ fias, caracterizadas por afectación de la sustan­ cia blanca cerebral y, algunas de ellas, como es el caso, también de la sustancia blanca perifé­ rica [4]. La alteración de la sustancia blanca cerebral se demuestra en los estudios de neuroimagen por una atrofia cerebral con dilatación de los ventrículos cerebrales, adelgazamiento del cuer­ po calloso y de la cápsula interna y zonas de desmielinización [5]. Es característica la presen­ cia de calcificaciones cerebrales bilaterales en los ganglios basales (más frecuentes en el puta­ men), que en nuestro caso no se encontraron, aunque en la mayoría de los casos puede detec­ tarse a partir del año de edad [5]. La afectación de la sustancia blanca periférica se pone de ma­ nifiesto con la realización de un electroneuro­ grama, que muestra una alteración desmielini­ zante. Ambos hallazgos y su adecuada interpre­ tación fueron claves en la orientación diagnós­ tica de nuestro paciente, que inicialmente fue considerado como un cuadro estático de paráli­ sis cerebral infantil. La clínica que presenta el paciente se corres­ ponde con un síndrome de Cockayne de tipo I o forma clásica que suele manifestarse a partir de los 2 años de edad, con una esperanza de vida media de 20-30 años [6]. El síndrome de Cockayne se ha asociado a mu­ taciones en dos genes: ERCC6 (CSB; MIM 609413), www.neurologia.com Rev Neurol 2012; 55 (4) localizado en la región cromosómica 10q11, y ERCC8 (CSA; también llamado CKN1; MIM 609412), lo­ calizado en 5q11. Existen casos excepcionales de fenotipos mixtos XP/CS que se han relacio­ nado con mutaciones en los genes XPD, XPB y XPG [7,8]. El 75% de los casos de síndrome de Cockay­ ne se produce por mutaciones en el gen ERCC6 y el 25% restante en ERCC8. Hasta el momento se han descrito en la bibliografía 61 mutaciones diferentes en ERCC6 y 27 mutaciones en ERCC8, que se distribuyen a lo largo de la secuencia ge­ nómica [9]. Estas mutaciones originan un defecto en la reparación del ADN acoplada a la transcripción (TC-NER). Esta vía es responsable de reparar le­ siones en el ADN producidas por la radiación ultravioleta, entre otras, lo cual explica la foto­ sensibilidad de los pacientes afectos del síndro­ me de Cockayne [10]. Sin embargo, otras ca­ racterísticas clínicas de esta enfermedad como el enanismo o las alteraciones neurológicas no pueden explicarse, por lo que estos genes de­ ben participar también a otros niveles [11]. Así, se ha demostrado que las proteínas CS, ade­ más, están implicadas en la reparación del ADN a través de la ruta BER (base excision repair), en la transcripción y en la mitocondria [9]. Hoy día, todavía no está clara la relación entre genotipo y fenotipo en el síndrome de Cockayne, ya que se desconocen numerosos me­ canismos moleculares implicados en el desarro­ llo y la progresión de esta enfermedad para po­ der explicar su amplia variabilidad clínica. El interés de nuestro caso radica en la detec­ ción de una mutación genética no conocida hasta el momento del gen ERCC8. Hay que des­ tacar que el diagnóstico se alcanzó tras el se­ guimiento evolutivo de un paciente, que en principio se había interpretado como un cuadro estático de parálisis cerebral infantil. La inter­ pretación adecuada de la evolución, reanam­ nesis y de los exámenes complementarios (des­ mielinización central y periférica) permitió lle­ gar al diagnóstico etiológico. Bibliografía 1. Nance MA, Berry SA. Cockayne syndrome: review of 140 cases. Am J Med Genet 1992; 42: 68-84. 2. Olaciregui O, Yoldi ME, Gurtubay IG, García-Bragado F, Carrera B, Gila L, et al. 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E-15705 Santiago de Compostela (A Coruña). E-mail: [email protected] Aceptado tras revisión externa: 07.03.12. Cómo citar este artículo: Castro-Bouzas D, Prieto-González A, Allut AG, Serramito-García R, Gelabert-González M. Linfoma primario del sistema nervioso central de localización cerebelosa. Rev Neurol 2012; 55: 251-3. © 2012 Revista de Neurología El linfoma primario del sistema nervioso central (SNC) es un linfoma no Hodgkin que se origina en el cerebro, los ojos, las leptomeninges o la médula espinal, sin evidencia de linfoma sisté­ mico en el momento del diagnóstico [1]. En ge­ neral, afectan a la población de edad avanzada y, cuando lo hacen en jóvenes, están asociados a pacientes con algún tipo de inmunodeficien­ 251 Correspondencia cia [2,3]. Su localización habitual es supraten­ torial y su ubicación en la fosa posterior es poco frecuente [4]. Presentamos el caso de una pa­ ciente sin antecedentes clínicos relevantes que fue intervenida de una tumoración de la amíg­ dala cerebelosa y cuyo diagnóstico final fue de linfoma primario del SNC. Mujer de 32 años, sin antecedentes clínicos de interés, que acudió a urgencias de su hospital comarcal por un episodio de visión doble desen­ cadenado al agachar la cabeza, en el que notó que le costaba desplazar el ojo derecho hacia la línea media; el cuadro duró unos minutos y se resolvió, aunque se repetía cada vez que se aga­ chaba o miraba a la derecha. También percibió que había perdido audición y tenía la cara acor­ chada en la hemifrente y mejilla derechas. En la exploración clínica, la paciente se en­ contraba consciente, orientada y colaboradora, presentaba una hipoestesia táctil en la rama of­ tálmica del V par derecho y no tenía déficits mo­ tores. Las pruebas cerebelosas fueron normales. Se llevó a cabo una tomografía computari­ zada (TC) craneal sin contraste que fue normal. Acudió a nuestro servicio tras haber realizado una resonancia magnética (RM) craneal, con una imagen de 16 × 13 mm en la salida del agujero de Luschka derecho, que se comportaba como hiposeñal en secuencias T1, ligeramente hiper­ señal en secuencias T2 y se realzaba de forma homogénea con gadolinio (Figura). Se intervino quirúrgicamente, llevando a cabo una craniectomía suboccipital y, mediante un abordaje telovelomedular derecho desde Ma­ gendie a Luschka, se practicó la exéresis de una tumoración localizada sobre la amígdala cere­ belosa derecha. En el postoperatorio, presentó una fístula de líquido cefalorraquídeo que obli­ gó a realizar una resutura de la duramadre. El estudio histopatológico mostró una lesión difusa de células de tamaño grande e interme­ dio con escaso citoplasma y hábito linfoide, que presentban un marcado pleomorfismo y fi­ guras de mitosis. Las células tumorales fueron negativas para citoqueratina MNF-116, citoque­ ratina AE1-AE3, PGFA, S100 y melan-A, y positi­ vas para LCA. Se observó positividad también para CD20, BCL2, CD10 y MUM1, y fueron nega­ tivas para CD3 y BCL6. El índice de proliferación se mostró alto. El diagnóstico final fue de linfo­ ma de células B. Posteriormente, se realizó una citología del líquido cefalorraquídeo, un estudio de la médu­ 252 a d b e c f Figura. Resonancia magnética: secuencias T1 sin contraste (a, d), secuencias T1 con gadolinio (b, e, f) y secuencia T2 (c). Se observa una tumoración situada en la amígdala cerebelosa derecha que capta contraste de forma intensa y homo­ génea. la ósea y una TC toracoabdominal, que fueron normales. Las serologías de hepatitis y VIH fue­ ron negativas. La paciente fue trasladada al ser­ vicio de hematología para el tratamiento onco­ lógico. Los linfomas primarios del SNC representan al­ rededor del 4% de todos los tumores cerebrales primarios y el 1-2% de los linfomas malignos no hodgkinianos; sin embargo, hasta un 10% de los casos de linfoma de cualquier localización pueden cursar con algún tipo de afectación neu­ rológica [2]. Topográficamente, pueden situar­ se en los hemisferios cerebrales, las meninges, el globo ocular (depósitos uveales o vítreos) y, de forma excepcional, en la médula espinal [1, 5,6]. Aunque no se encuentran diferencias im­ portantes en la incidencia por sexos, en la ma­ yoría de las series existe un ligero predominio de varones, debido posiblemente a una mayor incidencia de sida en este sexo [1]. El pico de in­ cidencia se sitúa en la sexta década de la vida, y hay otro pico en la tercera y cuarta décadas, que corresponde a los pacientes con algún tipo de inmunodeficiencia, sobre todo adquirida. En la RM se manifiestan como lesiones hipo­ intensas en secuencias T1 e isointensas en T2, respecto a la sustancia gris, debido a la gran ce­ lularidad que presentan, aunque no es raro que adopten otros tipos de señal. Con gadolinio, se realzan de forma importante, pues el contraste delimita los márgenes del tumor y separa el nú­ cleo sólido del tumor del tejido edematoso ad­ yacente, que no se realza. La mayoría tiene una localización supratentorial y son muy poco ha­ bituales los que se encuentran en el cerebelo [1,7]. Muchos son linfomas difusos de células B y, desde el punto de vista inmunofenotípico, expresan antígenos pan B (CD20 y CD79). La cirugía está únicamente encaminada al diagnóstico del tumor, por lo que siempre que sea posible debe realizarse una biopsia. La re­ sección de la masa no aumenta la superviven­ cia pero retrasa el inicio del tratamiento onco­ lógico [2,8]. La resección quirúrgica sólo está indicada en casos de masas tumorales grandes con importante efecto masa e hipertensión in­ tracraneal, o, como en nuestro caso, en los de localización infratentorial o si las imágenes neu­ rorradiológicas nos hacen pensar en un tumor de otra naturaleza histológica. El tratamiento oncológico se basa en la com­ binación de esteroides, quimioterapia y radio­ terapia [2]. Los corticoesteroides son citolíticos para el linfoma cerebral y pueden causar una respuesta parcial o total en pacientes no inmu­ www.neurologia.com Rev Neurol 2012; 55 (4) Correspondencia nodeprimidos. La respuesta es de poca duración y no tiene efecto curativo ni predice una mejor evolución. La combinación de quimioterapia y radioterapia se considera actualmente el mejor sistema de tratamiento. En los pacientes no inmunodeprimidos, el metotrexato y la citarabina son los fármacos más activos, y los regímenes de tratamiento que incluyen estos fármacos y radioterapia con­ siguen una tasa de respuesta del 80% y una su­ pervivencia media de 3 años. La radioterapia es un tratamiento eficaz en este tipo de tumores, sin embargo su elevada toxicidad sobre el cere­ bro hace que cada día sea menos utilizada [2]. Como alternativas se postula el empleo de otras combinaciones de quimioterápicos y, en un es­ tudio reciente que incluye 21 pacientes con lin­ foma primario del SNC tratados con altas dosis de tiotepa, busulfano, ciclofosfamida y tras­ plante autólogo de progenitores hematopoyé­ ticos sin emplear radioterapia holocraneal, se observó que el 52% de los pacientes seguía vivo y libre de enfermedad a los 60 meses, y ningu­ no de ellos desarrolló neurotoxicidad [9]. El pro­ nóstico de los linfomas primarios del SNC es peor que el de los linfomas sistémicos, y como factores predictivos independientes se conside­ ran la edad, la situación clínica, el nivel de LDH en suero, la proteinorraquia y la afectación de estructuras profundas [10]. Bibliografía 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. García-Pravos A, Gelabert-González M, García-Allut A. Linfomas primarios del sistema nervioso central. Revisión de la casuística. Rev Neurol 1988; 27: 577-81. Ferreri AJM. How I treat primary CNS lymphoma. Blood 2011; 118: 510-22. Barrena-Caballo MR, Blanch-Labrador MA, Giménez-Mas JA, Alberdi-Viñas J, Pascual-Piazuelo C, ZubiriAra L. Linfoma primario tipo T del sistema nervioso central en pacientes inmunocompetentes. Rev Neurol 2003; 36: 125-30. Jaiswal AK, Mahapatra AK, Shama MC. Primary central nervous lymphoma presenting as bilateral cerebellopontine angle lesions: a rare case report. J Clin Neurosci 2004; 11: 328-31. Gelabert-González M. Tumores medulares primarios. 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Primary CNS lymphoma in children and adolescents: a descriptive analysis from the international primary CNS lymphoma collaborative group (IPCG). Clin Cancer Res 2011; 17: 346-2. Hemiplejía prolongada como único síntoma de un estado epiléptico no convulsivo focal simple Roberto Fernández-Torrón a,b, Patricia Esteve-Belloch b, José A. Palma b, Mario Riverol b, Jorge Iriarte c a Servicio de Neurología. Hospital Donostia. Área de Neurociencias. Instituto de Investigación Biodonostia. San Sebastián, Guipúzcoa. b Departamento de Neurología. c Servicio de Neurofisiología Clínica. Clínica Universidad de Navarra. Pamplona, Navarra, España. Correspondencia: Dr. Roberto Fernández Torrón. Servicio de Neurología. Hospital Donostia. Área de Neurociencias. Instituto de Investigación Biodonostia. P.º Doctor Begiristain, s/n. E-28014 San Sebastián. E-mail: [email protected] Aceptado tras revisión externa: 29.02.12. Cómo citar este artículo: Fernández-Torrón R, EsteveBelloch P, Palma JA, Riverol M, Iriarte J. Hemiplejía prolongada como único síntoma de un estado epiléptico no convulsivo focal simple. Rev Neurol 2012; 55: 253-4. © 2012 Revista de Neurología La clasificación de las epilepsias de la Liga Inter­ nacional contra la Epilepsia (ILAE) distingue en­ tre crisis focales simples o complejas según la presencia de pérdida de conciencia [1]. Tanto unas como otras suelen manifestarse frecuen­ temente con fenómenos positivos (síntomas auditivos, gustativos, olfatorios, visuales y alte­ raciones psíquicas o conductuales) y, de mane­ ra más infrecuente, con fenómenos deficitarios o negativos (déficit motor, sensitivo o afasia) [2]. Las manifestaciones clínicas dependen de la localización del origen del foco epiléptico y de las regiones a las que se propague. De ma­ nera atípica, pueden existir estados epilépticos de crisis focales, sobre todo en pacientes con lesiones focales cerebrales [3] que, de forma inhabitual, pueden cursar exclusivamente con síntomas deficitarios. Varón diestro de 64 años que consultó en el Ser­ vicio de Urgencias por hemiplejía en extremida­ des izquierdas de instauración súbita y de 48 ho­ ras de evolución. El paciente había sufrido un cuadro de características similares unos dos me­ ses antes que había cedido de forma espontánea a las 24 horas sin tratamiento específico. Previa­ mente a la instauración del cuadro actual, el pa­ ciente se mantenía autónomo para las activida­ des básicas de la vida diaria aunque tenía incon­ tinencia de esfínteres. Como antecedente perso­ nal, debe destacarse que siete años antes había sufrido una meningitis por Listeria monocytogenes con una hidrocefalia obstructiva secundaria que precisó la colocación de una derivación ven­ triculoperitoneal en el asta frontal derecha y que se recambió al asta frontal izquierda un año des­ pués por mal funcionamiento. En el momento de la consulta en urgencias, el paciente presentaba una presión arterial de 160/85 mmHg. No se auscultaron soplos car­ díacos ni carotídeos y la auscultación pulmonar era normal. En la exploración neurológica, des­ tacaba paresia facial central izquierda y plejía del hemicuerpo izquierdo. El paciente era capaz de ejecutar órdenes sencillas y complejas. Los reflejos osteotendinosos eran simétricos y pre­ sentaba un reflejo cutaneoplantar flexor izquier­ do e indiferente derecho. En el estudio analítico sanguíneo urgente destacaba únicamente una elevación de la pro­ teína C reactiva (9,6 mg/dL; normal < 1) mien­ tras que el resto de determinaciones (hemogra­ ma, ionograma, enzimas hepáticas, glucosa, amo­ níaco, urea y creatinina) eran normales. Para descartar una etiología vascular o el desplazamiento o mal funcionamiento valvular, se practicó una tomografía axial computarizada cerebral, en la que no se observaron signos di­ rectos o indirectos de patología cerebrovascular aguda y una localización correcta de la válvula de derivación, por lo que se ingresó al paciente para profundizar el estudio. El segundo día de ingreso, presentó un pico febril de 38 °C que se asoció con alucinaciones visuales, desorientación y cefalea holocraneal. Ante la sospecha de una posible infección me­ níngea o de la válvula ventriculoperitoneal, se le practicó una punción lumbar cuyo análisis de líquido cefalorraquídeo no mostró alteracio­ nes. Unas horas después, un estudio de sedi­ mento urinario mostró intensa bacteriuria con nitritos positivos, por lo que se inició tratamien­ to empírico con fosfomicina oral con mejoría 253