CARTA PASTORAL DE MONSEÑOR JUAN JOSÉ LARRAÑETA, O.P. [Con motivo de sus Bodas de plata episcopales, Mons. Larrañeta publicó el 13 de junio una Carta Pastoral de la que extractamos algunos párrafos] El oficio de Pastor Lo primero que se me ocurre afirmar es que no fuimos convenientemente preparados para desempeñar esta altísima misión. Para alcanzar la identificación con Cristo-Sacerdote nos prepararon durante varios años en lo que llamamos la etapa de formación sacerdotal. Sin embargo, para asumir la responsabilidad episcopal de una diócesis o jurisdicción eclesiástica no hubo semejante preparación; por eso, el primer sentimiento que a uno le invade, cuando recibe la noticia, es de abatimiento e indignidad. Es verdad que, junto a ello, sentimos sensaciones diversas: asistencia del Espíritu Santo, toda una Iglesia que ora por el nuevo Pastor, la garantía de que la obra no es de uno sino de Dios, la confianza en los sacerdotes, religiosas, misioneros seglares, agentes diversos y fieles que ayudarán eficazmente para que el oficio de Pastor sea llevado como Cristo quiere. Porque la empresa no deja de ser difícil y compleja. Como se sabe, todo arranca del Padre, que envía a su Hijo al mundo para redimir al Hombre. Y para ello, Cristo envía por el mundo a los doce Apóstoles para que gobernaran y santificaran los pueblos, congregándolos en un solo rebaño, teniendo en el Espíritu Santo, la garantía de frutos eficaces. El Obispo es uno de los sucesores de los Apóstoles; y la Iglesia lo pone, no para ocupar un puesto de honor, sino de servicio. Por sus manos pasa la gracia de Dios; por su corazón, todo el afecto y entrega. Señalo el perfil del Obispo-Pastor: El Obispo es maestro de la fe.(Dcr. Christus Dominus, 2) Desde esta perspectiva, el obispo enseña aquello que la Iglesia transmite, conserva la enseñanza recibida y trata de llegar al corazón de sus fieles con el anuncio del Evangelio. De esa forma, la grey camina en la unidad con su pastor, haciendo trasparente el rostro de la Iglesia. "Predicamos a Cristo, Palabra eterna, verdadero Dios y verdadero hombre. Dios toma rostro humano. El ha hecho brillar su rostro sobre nosotros para que llegásemos a ser hijos de Dios" (Novo Millennio Ineunte, cap.IV). El Obispo-Pastor: enseña, gobierna, santifica (L.G.25, 26, 27). Es una misión delicada porque el Obispo, como Pastor, debe predicar el evangelio, tratando de mantener viva la llama del Espíritu y procurando vigilar a fin de que el error no se introduzca en la grey. El Obispo, revestido de la plenitud del sacramento del orden es el administrador de la gracia del supremo sacerdocio; en la Eucaristía encuentra la fuerza de la santidad que une y congrega especialmente en el amor. El Obispo gobierna a su Iglesia, cuida de sus ovejas y protege a su familia. El Obispo es principio y fundamento de unidad (L.G.23) Es tarea del Obispo conservar la unidad de la Iglesia a dos niveles: a nivel de Iglesia particular y a nivel de Iglesia Universal. Si el obispo es principio y fundamento de unidad debe trabajar por el mantenimiento de la unidad y por el incremento de la misma. Cristo, en su despedida, nos decía: "Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti" (Jn.17,21). Es una de las grandes tareas del Pastor: la unidad. Muchas veces, el Obispo callará para que la unidad no se resquebraje; otras veces fomentará el diálogo, tratará de esclarecer las dificultades; todo sea por el bien de la unidad. El Obispo y su deber misionero de la Iglesia (Ad gentes, 6). El Obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado es Obispo misionero; por consiguiente, su Obispo Coadjutor participa de las mismas prerrogativas. El Obispo misionero trata de implantar la Iglesia allí donde no está; de ahí que ¡cuántas veces el amor del Pastor navega hacia lugares donde no puede estar físicamente!. No sólo implanta sino que tiene especial cuidado en mantener viva la Iglesia establecida. Además, el Obispo misionero se convierte en heraldo del Evangelio porque vaya donde vaya proclama la grandeza de la misión. Aniversario episcopal: 25 años de obispo El día 20 de junio es el 25 aniversario de mi ordenación episcopal acaecida en Puerto Maldonado en el año 1976. Aquélla fue una jornada memorable, llena de sol, cariño y compromiso sincero. Recuerdo que allí, en el piso de la catedral, mientras permanecía postrado, y el cantor entonaba las letanías de los santos, yo me decía a mí mismo: "no sé dónde me he metido, pero sé que tú te has metido en mí porque tu espíritu va a acompañarme". Han pasado los años, poco a poco, lentamente, como pasa el viento de la selva, sin apenas sentirlo, rozando con delicadeza las fibras del alma. He tratado de vivir con intensidad estos 25 años de ejercicio pastoral, llevando las riendas del Vicariato, metiéndome de lleno en sus problemas, gozando de cosechas que no tuve la dicha de sembrar. He ganado y he perdido; gané aprecio, comprensión amistad de muchos de mis hermanos y hermanas; perdí facultades: tranquilidad, derecho al sueño diario; perdí un corazón que creí estaba sano y se convirtió en un corazón de taller porque siempre tiene que estar en mantenimiento. Hoy, delante de Dios, digo que todo mereció la pena, porque el Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado ha seguido adelante en su misión eclesial, y lo ha hecho con gran dignidad, gracias al buen hacer pastoral de los distintos agentes pastorales esparcidos por esta amplia geografía del Vicariato. Hacia la consolidación de la Iglesia autóctona Hay algo claro que he ido viendo en este cuarto de siglo: el camino hacia la consolidación de una Iglesia autóctona en donde los sacerdotes diocesanos puedan llevar con altura este Vicariato Apostólico, mientras los frailes dominicos serán los grandes aliados de esta Misión con su trabajo tenaz y eficiente en el mundo de Comunidades Nativas y en la amplia pastoral de las Comunidades Cristianas Campesinas y urbanas. En este sentido, todos formamos un eslabón más en esta cadena misionera que se inició con la venida de los primeros misioneros y misioneras, y que sigue activamente eficaz gracias a Dios en nuestros días. Hoy, desde la atalaya de mis 25 años al frente de nuestro Vicariato, contemplo realidades hermosas que hacen sentirnos con vitalidad misionera. Se han multiplicado las presencias: presencia sacerdotal (Santa María, Vilcabamba, Incahuasi, Santa Teresa, Ollara, Mazuko, Puerto Esperanza); presencia misionera con la creación de nuevos Puestos de Misión: (Diamante, Puerto Luz, San José, Serjali, Mavila, Lucma, Ccallara, Pucjiura); presencia religiosa, gracias al aporte de nuevas congregaciones: (Carmelitas Misioneras, Misioneras Hijas de la Purísima Virgen María, Dominicas del Rosario de Brasil, Familia Salesiana, Hermanos Maristas). El gran regalo En este feliz aniversario resuena con fuerza la gracia del Jubileo del año 2000, recientemente terminado. Así mismo, tengo presente el otro Jubileo vivido: el de nuestro Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado con motivo del primer centenario. Ambos jubileos los uno en el Señor para que él derrame gracias abundantes en favor de nuestra Iglesia Local. Es natural que al evocar mis bodas de plata episcopales, acuda a mi mente mi jubileo personal, porque estoy convencido de que Dios derrama su gracia, gracia que quisiera transferir, de modo cariñoso, a nuestro Vicariato Apostólico. Vive en mi memoria las palabras que el Papa Juan XXIII dijo a Monseñor Javier Ariz, con motivo de sus bodas de plata sacerdotales: "La celebración de un Aniversario Sacerdotal es como un jubileo, donde el Señor concede gracias especiales"; las gracias que pudiera recibir por mi Aniversario vayan destinadas a todos Uds., hermanos y hermanas que me han acompañado en la marcha de nuestra Iglesia Local durante estos 25 años. Deseo expresar, en estas líneas, mi devoción filial hacia el Santo Padre. El, sucesor de Pedro y Vicario de Cristo, ha querido hacerme dos obsequios: el primero ha sido la entrega del P. Paco como Obispo Coadjutor del Vicariato. Gran ayuda, y garantía de una buena continuidad. El segundo regalo ha sido una carta cariñosa y cercana del Papa con motivo de mis 25 años de vida episcopal. Mis Sugerencias Los 25 años de Obispo transcurridos al servicio del Vicariato Apostólico otorga una especie de capacidad global para ver qué fue, dónde estamos y qué futuro nos espera. Hablo, naturalmente, desde la óptica episcopal, es decir, desde la responsabilidad que el Señor y su Iglesia me han dado. Por eso, deseo expresar algunas sugerencias que pueden ayudar al nuevo Obispo. * "Paco": frena un poquito el activismo que te pueda tocar. La mayor ocupación y el mejor desempeño episcopal debe estar destinado a las almas, sin distinción: seminaristas, sacerdotes diocesanos, religiosas, misioneros seglares, agentes pastorales, fieles. * Destina tu tiempo precioso al encuentro con Dios. Con él debes transar la solución de los grandes problemas que aquejan al Vicariato en sus diversas etapas; y para eso se necesita sosiego en el espíritu. * Busca el apoyo de un secretario o secretaria. alguien que te ayude en la parte administrativa del Vicariato. Sólo, se sufre mucho. Que la burocracia no minen esas energías preciosas que tienes en favor de tus hermanos. * Fomenta el diálogo con todos. Tú puedes practicarlo porque el Señor ta ha dado condiciones maravillosas y el don de la capacidad de escucha. Conversa con los sacerdotes diocesanos. Ellos constituyen la esperanza de nuestra Iglesia Local y es preciso atenderlos con cariño, tal como es tu estilo. * Cuida tu salud; los consejos que Pablo daba a su discípulo, Timoteo, debe ser referencia buena para ti. Respeta el horario de tu sueño, Acude, solícito, a las comidas conventuales, teniendo en cuenta que el refectorio es lugar de alimento, pero también lugar de encuentro fraterno. ¡Cuánto se disfruta en el ambiente comunitario! Es la mejor terapia que conozco para mantener un equilibrio humano, necesario en la conducción de la grey que el Señor nos ha confiado. * En el ejercicio episcopal tendrás problemas y fuertes. Jamás te dejes derrotar por un problema; tú eres superior a cualquier problema que pudiera surgir, no por tus habilidades, sino porque cuentas con un asesor providencial: el Espíritu del Señor. Con él puedes vencer. Estas sugerencias, que describo, sean mi aporte sincero para el nuevo Obispo Coadjutor, P. Paco. De esa forma expreso con sinceridad el deseo para todo un programa de conducción eclesial. Mis sugerencias las fui experimentando día a día, y se me clavaron profundamente en el alma; por eso tienen sinceridad total. Gracias a todos Uds.: sacerdotes, religiosos y religiosas, misioneros seglares, Agentes pastorales, seminaristas y fieles porque he sentido la ayuda que me han prestado en la marcha de nuestra Iglesia del Vicariato. Gracias a todas las Comunidades y personas que nos han encomendado al Señor en sus oraciones. Gracias a tantos bienhechores conocidos y anónimos; sin ellos hubiera sido muy difícil afrontar una administración tan complicada. Gracias, de todo corazón. Sigamos trabajando, "¡Duc in altum! Esta palabra resuena también hoy para nosotros y nos invita a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro: "Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre" (Heb.13,8) (Novo Millennio Ineunte Nº 1). Acogemos con sencillez las palabras de ánimo que nos da el Papa en su última Carta Apostólica. Si el jubileo es tiempo de gracia, quisiera reiterar el ofrecimiento a todos Uds. de las gracias que mi Jubileo Episcopal pueda otorgarnos el buen Dios. Y que esta gracia, pasando por mi corazón, llegue hasta el alma del P. Paco. Ayudemos de corazón al nuevo Obispo Coadjutor para que él nos ayude con su bondad y cariño. Fraternalmente. +Juan José Larrañeta O.P. Obispo Vicario Apostólico PUERTO MALDONADO