BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTONOMA DE PUEBLA FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS LICENCIATURA EN HISTORIA “LA METÁFORA DEL CUERPO” TESIS PARA OBTENER EL TITULO DE LICENCIADO EN HISTORIA PRESENTA VICTOR CONDE MORALES ASESOR: MARCO ANTONIO VELÁZQUEZ ALBO PUEBLA, PUE. 2005 ÍNDICE Dedicatoria Presentación Índice Introducción __________________________________________________________ 6 Capitulo I : El susurro de la piel ____________________________________ 33 Capitulo II : Éxtasis _______________________________________________ 44 Capitulo III : Carne trémula _________________________________________ 63 Capitulo IV : La invención de la piel ______________________________________ 86 Capitulo V : Universo desnudo _____________________________________ 106 Capitulo VI : El hueco de tu cuerpo ___________________________________ 114 Capitulo VII: Mar amargo __________________________________________ 119 Capitulo VIII : El vaho del deseo ______________________________________ 140 Capitulo IX : Habitarte ... __________________________________________ 157 Capitulo X : Carne insomne ________________________________________ 175 Capitulo XI : El silencio de mi celo _______________________________________184 Capitulo XII Nostalgia del espasmo ______________________________________197 Epígrafe Final _____________________________________________________ 224 Anexos : __________________________________________________________ 225 Bibliografía Hemerografía Internet Introducción Signos ominosos de la modernidad. La fugacidad; la globalización depredadora; el falso Dios de la tecnología, vacía, inhumana; la democracia occidental en cuyo nombre se permiten el racismo, el odio religioso, cultural, la intolerancia, la violencia, el dolor, la muerte, guiados por algunos “intelectuales” que proclaman el “choque de civilizaciones” o el “fin de la historia” con el triunfo final y glorioso del capitalismo; la chocante, masiva y cínica actitud partidista de los medios de comunicación; nuestra exaltada capacidad de “adaptación”, de socialización, entendida como comodidad viciosa y estúpida que lleva al silencio servil, rastrero, que hace desaparecer la individualidad, la identidad, al ser humano, para confundirlo con la masa; el predominio de universidades de excelencia por encima de su vocación social; el menoscabo de las instituciones; el anquilosamiento en zonas de confort, beneficios económicos y canonjías sociales del mundo intelectual, su falta de autocrítica, de coherencia, de sentido social; el “desarrollo” económico convertido en miseria para los más. Todo esto con su carga de crisis, de secuelas que devienen de este abuso del concepto de modernidad : la incertidumbre cotidiana, la herida de la angustia y el dolor, el horror del sin sentido o el fracaso existencial, la violenta irrupción del amor, la certeza de nuestra finitud, el desasosiego, nuestra indefensión, desnudez ante un mundo áspero y hostil, ante los otros; estas son algunas consecuencias de una realidad acre, viciada de indiferencia, apatía, de cinismo; donde los valores humanos han sido relegados a favor de la fugacidad insensible de este tiempo, de este espacio. La modernidad, escudándose en las ideas de racionalidad y progreso, ha menoscabado cualquier clase de autoridad moral, hay ausencia moral, una ausencia que tiene que ver con la carencia de manifestaciones del espíritu humano, capaces de ser parte integral, no solo de cuestiones teóricas o metodológicas, sino de ser reguladoras de valoraciones y de la praxis social. La concepción del mundo desde la modernidad, debe ser indudablemente cuestionada, no solo como ejercicio retórico ( en la peor acepción de la palabra, de perorata vacua, no en la griega de argumentación y prueba ), sino en el sentido de una búsqueda y reorientación social, de vida, ya que son nuestras mismas circunstancias sociales, vitales, nuestro mundo vivido, quienes le cuestionan y recriminan. Su visión del mundo, incuestionable por tanto tiempo y tan común a todos nosotros, y su forma de interpretarlo, han perdido vigencia, particularmente en su aspecto humano; su única validez, hoy, le es otorgada por grupúsculos instalados en el tradicionalismo y el poder, validez que ciertamente no es poca, pero si cuestionable. Las sociedades modernas, arraigadas en ella, le favorecen, la interpretación cultural de su concepto le liga al progreso, al avance, la justicia y equidad, al bienestar social, “ aquello que es específicamente moderno en estas sociedades, es decir, aquello que las diferencia cualitativamente de formas de vida mas antiguas, es calificado sin excepción de positivo” ( J. Rusen, 2000, p. 428 ). Es bien significativo, muy en especial para la ciencia histórica que, “la categoría de progreso ocupa el lugar de concepto fundamental histórico de la conciencia histórica moderna.” ( J. Rusen, 2000, p.428 ) Esta interpretación ha cubierto con su manto protector a las sociedades modernas, legitimando su génesis, ser, y devenir histórico, muchas veces grávidos de barbarie ( piénsese, por ejemplo, en el colonialismo, imperialismo, o en sus formas, hasta hace poco, más sutiles como la globalización ), les ha aprobado como modelos sociales de progreso, no solo correctos, sino deseables, imitables ( así sea por la fuerza ), a los cuales se debe respetar, incluso agradecer y unirse a ellos, pues las más de la veces tienen la pretensión de ser, no solo la única opción, sino la mas viable y “humana”. Esto afecta a todo el espectro de la vida social a través de variados mecanismos : del control y abuso de la naturaleza, violentando su orden, y por tanto el nuestro también, rompiendo nuestra comunión con ella; de la generación de riqueza en pequeños grupos, que dice el discurso, se hará extensiva al grueso de la población; de una productividad destructora de los derechos laborales, en el mejor de los casos, si no aún de los mínimos derechos humanos, en particular de grupos marginados, los inmigrantes entre ellos; de una democracia que legitima cualquier abuso; de una participación política sintetizada en linchamiento y farsa mediáticos o encuesta electorera; de una comunicación global caída en una cultura de la fugacidad y lo banal, cuando no en arma mediática de destrucción masiva; de la cultura, hoy convertida en snobismo social, franca esclava guardiana de intereses y privilegios; la inhumana tecnología, que ha desplazado al espíritu humano; el cada vez más estrecho control estatal, enmascarado como unidad, seguridad o “ley patriótica”; el libre mercado, que es hoy quien gobierna al mundo en vez de los seres humanos. Es la experiencia vital, nuestro mundo vivido, el que cuestiona la modernidad, su teoría y práctica; aquel que ostentaba como su mayor proyecto : una vida más humana, ha fracasado; lo buscó vía la razón, desplazando la superchería; con el desarrollo económico que traería la equidad; o la sublimación de la ciencia y la tecnología. Falló, solo generó más injusticia, y lo peor, deshumanización.