1 La niñez de la calle como manifestación de la “cuestión social”.

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La niñez de la calle como manifestación de la “cuestión social”.
Roberth Salamanca Avila 1
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Modalidad de trabajo:
Eje temático:
Palabras claves:
Presentación de experiencias profesionales y metodologías
de intervención
El Trabajo Social y las manifestaciones de la cuestión social
niñez de la calle, cuestión social, intervención profesional,
trabajo Social
Introducción
La ponencia presenta una reflexión sobre los hechos que hacen posible la presencia de la
problemática de la niñez de la calle en la ciudad de Bogotá, estableciendo la relación
analítica con la denominada “cuestión social”, donde se inscriben los diferentes problemas
sociales, y con el quehacer profesional desarrollado desde Trabajo Social.
Se parte de un tema particular, la niñez de la calle, el cual es relacionado con el contexto
político, económico y cultural en el que se inscribe, referido aquí a la denominada
“cuestión social”, y con el Trabajo Social como perspectiva profesional desde la cual se
realiza la práctica profesional.
Por lo tanto, la problemática de la niñez de la calle es vista aquí como parte de la
“cuestión social” general que abarca los denominados problemas sociales, ya que verla
como un suceso aislado de la realidad, o del contexto en el que se desarrolla, sería caer
en la atomización social. En este sentido, el fenómeno de la niñez de la calle se relaciona
con las diferentes circunstancias que permiten que esto suceda, remitiéndonos a su
contexto, sus particularidades y su necesaria articulación con otras problemáticas
estructurales, generadas por las relaciones de inequidad, desigualdad e injusticia social.
Al retomar el tema de la niñez de la calle no sólo se estudia el hecho particular, el
“síntoma” de la estructura organizativa de la sociedad, el cual se capta en primera
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Estudiante de maestría en Servicio Social de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Profesor de Trabajo Social,
Universidad Externado de Colombia. Residencia en Bogotá. Ponencia presentada en el XIX Seminario
Latinoamericano de Escuelas de Trabajo Social. El Trabajo Social en la coyuntura latinoamericana: desafíos para
su formación, articulación y acción profesional. Universidad Católica Santiago de Guayaquil. Guayaquil, Ecuador.
4-8 de octubre 2009.
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instancia desde los mismos actores con un trabajo de técnicas cualitativas que permite
apreciar los hechos subjetivos; si no que también se indaga sobre lo general, sobre el
contexto en el cual este hecho particular se desarrolla y en donde podremos encontrar las
bases para su definitiva transformación.
Se pretende alcanzar un tipo de conocimiento sobre la realidad social, que permita captar
el punto de vista de quienes la producen y la viven, en este caso la de la niñez de la calle.
Sin embargo, el trabajo no se limita sólo a esto, sino que tiene el interés de interpretar y
develar espejismos sobre los hechos relacionados con esta problemática. Por lo tanto, la
se plantea como el resultado de relacionar lo objetivo, aproximándose a ello desde lo
teórico y el análisis estructural, con lo subjetivo, visto como la realidad particular de los
niños y niñas que afrontan la problemática escogida.
Desarrollo
La vida de la niñez en la calle se encuentra configurada por varios matices, imaginarios y
emociones. Entre otras, la violencia y el consumo de sustancias psicoactivas hacen parte
de la cotidianidad en este contexto, repercutiendo en la dinámica de la calle y en sus
personajes. Si por una parte, el niño y la niña se encuentran entre la libertad que brinda
este espacio y la emoción de experimentar nuevas cosas; por otra parte, la soledad, el
temor y el deterioro en que se encuentran son sensaciones que experimentan y expresan
constantemente.
“Hablar de la vida en la calle es muy complejo, pues simboliza la libertad, la consecución
de bienes y servicios, pero también la tristeza, el desamparo y la indiferencia que implica
deambular en ella. La calle satisface las necesidades materiales que los niños no tienen
en su hogar, y en muchos casos, las necesidades emocionales y afectivas, que
encuentran en los parches y galladas dentro de una propuesta aventurera que deleita y
cautiva” (Red de Solidaridad, D.N.1998: 63).
“De un momento a otro, esa misma noche yo subí, porque íbamos a pedir comida
arriba, en el campincito, que se llama ese restaurante; nosotros íbamos a pedir
comida como a las 5 de la madrugada y él estaba durmiendo allá, pero yo no sabía
cuando fui, cuando tales. Y él me dijo ¡ay!... que qué curiosidad, que tales... por
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ahí me presento a unos manes que estaban durmiendo por ahí; ya pues sí... y así
nos seguimos siendo amigos... cuando de un momento a otro nos cuadramos. Ya
yo tenia 14 años” (JOHANA; 16 años).
Si bien, en las historias de los diversos niños y niñas de la calle se encuentran grandes
similitudes también se presentan varios hechos diferentes, como en la forma de
incorporarse y de asimilar este espacio. Aunque en varios casos el proceso de salida de
la casa a la calle es prolongado, presentándose el hecho de que el niño o la niña alternan
periodos de tiempo entre estos dos espacios o mantienen una regular comunicación con
su familia; en otros, la ruptura con el hogar es más abrupta y definitiva, asumiéndose la
calle como su único referente, en cuanto entorno para la vida.
“Pues es que hay como muchas diferencias, porque digamos nosotras no salimos
a la calle de una, es que nosotras como... por los problemas en la casa, tantos
dilemas, tantos que ya habían pasado, pues ya fue como a irnos, como sin pensar,
a ir a conocer, como pa’ salir un poco de estos problemas sí. Y nosotras que
íbamos a pensar que de pronto nos íbamos a amañar, que nos iba a gustar, sí.
Pues si... seguir caminando, eso fue el dilema, que a nosotras nos gustó, tuvimos
muchos amigos y ya no queríamos estudiar, ya como que nos parecía chévere
estar así, caminando” (JOHANA; 16 años).
Un aspecto que no se puede desconocer es el hecho de que vivir en la calle es estar en
riesgo constante, puesto que este es un espacio altamente agresivo donde el temor y la
ley del más fuerte imperan. El peligro siempre está presente, no sólo para el transeúnte
sino también para quien lo habita. Por lo tanto, la niñez de la calle es víctima de esta
característica de la calle, encontrándose en una visible desventaja con el otro, con el
adulto, quien en algunas ocasiones lo protege, pero quien también frecuentemente lo
agrede, lo amenaza y lo asusta.
“Un día, aquí cerca, a un señor le dieron 3 balazos atrás, cuando uno: - muere... y
no se murió, se arrodilló y él hizo respiración y se paró... alcanzó a ir al hospital... Y
un día, por pegarle un balazo a un señor casi no lo pegan es a nosotros... eso fue
de la sexta de para acá... donde están todos los ladrones... fue que nosotros
veníamos caminando... y al ratico fue cuando escuchamos, y yo: – qué hago... y
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nos metimos en una tienda... y ahí se los dieron al señor... Una vez, unos que se
pegan cuchillo y mueren... de malas si uno muere” (JEISON; 10 años).
En fin, la calle es percibida por el niño desde su curiosidad, desde el deseo de conocer y
experimentar nuevas sensaciones, desde su búsqueda de libertad y su huida constante
del maltrato, la miseria y la injusticia en que tuvo que vivir. Y en ese afán por escapar se
ha encontrado atrapado en un mundo que le atrae y le satisface necesidades sociales,
pero que a su vez lo envuelve en el desamparo, la adicción y el deterioro personal; que es
deterioro de la humanidad.
“En nuestro país la calle se convierte para muchos niños, niñas y jóvenes, en aquel
espacio donde encuentran lo que en sus hogares o en sus casas les negaron o
simplemente no les pudieron brindar. En la calle encuentran un mundo de incertidumbre,
de aventura, de aparente libertad, pero también se ven enfrentados al peligro, a la
desesperanza y al riesgo de jugarse la vida en la cotidianidad. En todo caso es para ellos
su calle, la que asumen con todo lo bueno y lo malo que ella implica” (Red de Solidaridad,
D.N.1998: 44-45).
El habitar la calle implica para el niño y la niña la necesidad de “rebuscarse” la forma de
sobrevivir, para lo cual deben aprehender a desenvolverse en este espacio y deben estar
dispuestos a asumir sus riesgos. La niñez de la calle consigue el dinero y la comida
especialmente robando, pidiendo o por medio de algún “trabajo informal”.
“La manera como los niños y niñas sobreviven en la calle, implica la práctica y ejercicio de
una amplia gama de actividades que se alternan por su carácter lícito o ilícito. Estas
actividades van desde ventas ambulantes (frunas, dulces, galletas, flores, frutas), cuidar
carros, limpiar vidrios, cantar en los buses, embolar o lustrar calzado, recuperar material
reciclable, votar basura, cargar bultos; pasando por el ejercicio de la mendicidad y la
prostitución, hasta el robo y el atraco a los transeúntes” (Red de Solidaridad, D.N.1998:
47).
El recurrir a las instituciones de protección y atención a la niñez de la calle también se ha
constituido en un recurso para satisfacer sus necesidades; la percepción utilitarista con
que varios niños y niñas asumen la institución es reconocida en la medida que acuden a
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ésta sólo para obtener por momento posibilidades de aseo, alimentación y recreación,
entre otros servicios ofrecidos. La caridad también es un aspecto que la niñez aprende a
manejar en provecho de su condición de vida, volviéndose otro factor funcional a su
permanencia en la calle.
“Y me fui caminando, me fui hasta la 19, en la 19 como yo toco llantas, porque ya
como era más o menos tarde, en la 19 si hay carros... yo cogí un palo chiquitico,
pero eso no pegaba casi y me subí... buscando el palo, iba yo por la orilla cuando
disque hay una muchacha y dos manes, y ellos son dueños de camioneta, de esas
que traen llantas gruesas, y cuando yo subo se quedan mirándome, se quedan
mirando... y cuando baje le pedí la moneda y ella se esculcó y sólo tenía un billete
de 2000 y se me acercó... y me dijo usted qué mete, entonces le digo marihuana,
y sí... me empezó a decir que no hiciera eso y le dio una tristeza que hasta lloró, la
muchacha lloró y a lo último me regaló los $2000” (JORGE; 13 años).
Generalmente, la cultura de la calle y sus propias necesidades impulsa a los niños y niñas
en estas circunstancias a realizar en algún momento actividades ilícitas. En algunos
casos, el niño o la niña de la calle se inician en las actividades delictivas por la influencia o
la presión del grupo, siendo incitados a “probar” que puede hacer parte de este contexto.
En zonas de alto consumo de sustancias psicoactivas, la niñez es muchas veces utilizada
para transportar y vender la droga, pagándoseles una pequeña cantidad de dinero por el
producto vendido. Sin embargo, la actividad ilícita que más se les reconoce es el robo y el
atraco, causa por la cual varios hacen su paso por los “reformatorios” para menores.
“Salimos los 5 a hacerlo, porque nosotros cuando despachábamos en la solar no
retacábamos casi, a lo bien... sino era salga y hágalo rápido, y vuelva salga y robe,
y sí... comenzamos fue a coger eso de robar muy en serio. Y es que un día antes
nos habíamos ido por el lado del... como cuando uno iba pa’l Salitre, mejor dicho,
por la 30 abajo; a mi amiga se lo iban a estallar, un taxista, pero nada, ese día todo
bien, y nos hicimos la replata ese día. Al otro día nos fuimos por ese mismo lado y
resalados que íbamos, pero íbamos elegante; fue de aficionados porque
llevábamos ya plata y todo a lo bien, ya llevábamos harta plata, y le quitamos unos
anillos a una negrita, y unas cadenas; cuando nos vimos y esa parca detrás, una
mano de chúcaros detrás” (JOHANA; 16 años).
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El uso de las sustancias psicoactivas marca de forma significativa la dinámica de la calle y
de sus personajes. Anteriormente, la niñez que llegaba a la calle tendía a iniciar en ella el
consumo de psicoactivos; sin embargo, actualmente es frecuente que en el momento de
empezar a habitar la calle el niño o la niña ya hayan consumido y presenten adicción a
alguna sustancia, principalmente entre inhalantes, alcohol y marihuana. Este hecho previo
a la vida en la calle responde a la expansión del mercado de la droga y a su creciente
disponibilidad, inundando los espacios barriales y hasta los escolares.
En cuanto a los inhalantes, como la gasolina y el pegante, “se trata de gases, líquidos
volátiles o aerosoles de diferente composición química cuya absorción a través de la vía
pulmonar
producen
modificaciones
en
la
consciencia
y
funciones
mentales...
Prácticamente todos los inhalantes son anestésicos, y es posible que el potencial adictivo
se relacione con esta propiedad. Una característica de muchos anestésicos, a la que no
se le ha dado la importancia que merece, es la producción de una etapa de excitación que
tiene lugar cuando se aplica en dosis bajas o como una fase previa a los efectos
depresivos de dosis más altas” (Red de Solidaridad, D.N.1998: 27).
“La primera vez eché pegante fue que Juan Carlos... me dijo: - vamos a echar
pegante, él estaba echando... y me dieron a mí, y desde ahí me quedó gustando...
al principio, antes de la traba, uno tiene visiones... yo veía cosas raras... animales,
cosas, y a mí me daba miedo eso, pero sin embargo seguí metiendo pegante, ya
cuando llevaba más o menos 2, 3 meses... ahí, metiendo pegante, ya cuando me
trababa ya no veía nada, pero uno al principio ve visiones y todo” (JORGE; 13
años).
Para la niñez de la calle, los amigos o las amigas son quienes se señalan con más
frecuencia como los que les han inducido a consumir psicoactivos, pero también se
presentan casos donde son los familiares o algún adulto. Aunque en un primer momento
este consumo se relaciona más con aspectos como la curiosidad, para los niños y niñas
que llevan mayor tiempo en la calle el consumo de substancias psicoactivas les
proporciona efectos que garantizan el poder vivir en ella.
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“Las razones actuales para consumir son básicamente: olvidar la realidad de la calle y de
la familia, tener fuerzas para robar, mitigar el hambre y el frío, ejercer la prostitución, se
sienten rechazados y agredidos, o porque ven a los otros ‘chupando’... En algunos casos
no se observan motivos muy definidos para el consumo, simplemente asocian
determinados eventos con el deseo de consumir” (Red de Solidaridad, D.N.1998: 51).
Existen dos aspectos relevantes que han incidido en la dinámica de consumo de los niños
y los habitantes de la calle durante los últimos años. El primero es el proceso de extinción
de la “gallada” o grupo de niños y jóvenes de la calle que permanecían juntos la mayor
parte del tiempo; éste se constituía en un referente socializador que sustituía la familia y
en el cual las relaciones eran reguladas, así como el propio consumo. El grupo y el mismo
niño se han sentido perseguidos, tanto por las entidades represivas como por las
instituciones de protección, por lo cual, algunos niños y niñas que no quieren ser
institucionalizados prefieren llegar directamente y permanecer más tiempo en la “olla”, o
sitio de expendio de psicoactivos, en el que los índices de consumo son mayores.
El segundo aspecto en cuanto al consumo de psicoactivos, es el ingreso y la expansión
del basuco en el contexto de la calle, esencialmente en la década de los años 90; a esta
sustancia diferentes estudios y los propios pobladores de la calle le atribuye el mayor
deterioro de las personas y de las relaciones que producen quienes la consumen.
“Lo que me llevó a meter eso fue... la sensación de probar eso, de saber que era,
que se sentía o qué sentía uno, por curiosidad, por saber que se... haber que se
sentía con eso, y lo probé y me siguió gustando, yo la plata que conseguía era pa'l
pegante, pero eso no lo desesperaba a uno tanto como este basuco, esto cuando
uno esta morado, cuando ya no tiene nada, esto es lo único que lo pone a robar a
uno, a hacer lo que sea pa' conseguirse plata pa' esto” (JORGE; 13 años).
Por lo general, estos aspectos vinculados al consumo de sustancias psicoactivas, no sólo
han incidido en el mayor deterioro de la niñez que se mantiene en la calle, sino que
también han acelerado el proceso que transcurría entre el paso de la vida en familia a la
vida en calle.
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Conclusiones
Asumiendo que los alcances de la intervención depende de las condiciones en que esta
se realice, de la receptividad que tenga la población de trabajo y del grado de autonomía y
de la postura con que se asuma la práctica profesional; se debe reconocer que durante
los últimos años son varias las experiencias, las propuestas y las perspectivas de trabajo
planteadas para con la niñez de la calle.
Partiendo de lo anterior, a continuación se plantean algunos criterios y posibilidades de
acción, que puede conllevar a alternativas de trabajo desde las cuales se tienda a una
intervención más transformadora; considerando que Trabajo Social desde su actividad
profesional y disciplinar puede contribuir de manera sustancial en dar respuesta a las
necesidades de la niñez de la calle y de los sectores empobrecidos en general.
En un primer momento, es necesario empezar por reflexionar sobre cómo se ha visto y
abordado históricamente el problema de la niñez de la calle, tendiendo a reconceptualizar
la mirada “patologisante” del mismo. Por consiguiente, se deben reconocer a los
habitantes de la calle como sujetos históricos, con una cultura y un discurso propio,
construido a partir de su realidad concreta y su visión de mundo.
Así también, se debe analizar y cuestionar la percepción que tenemos de la realidad
segmentada, desde la cual el problema es particularizado y retomado aisladamente. En
este sentido, se debe procurar una visión más integral de la sociedad y no limitar el
problema de la niñez de la calle solo al niño o la niña y a su familia, como si ellos fueran
los únicos responsables de las condiciones en las que han tenido que vivir; por tanto, al
abordar la problemática particular se deben considerar los factores subjetivos y objetivos
que la generan, relacionándola a nivel estructural con el contexto en el que se produce.
Desde esta concepción, no podemos limitar el problema de la niñez de la calle a este
mismo en particular, sino comenzar a verlo como parte de una realidad social común, en
donde se establecen relaciones sociales excluyentes e injustas que generan no solo éste
sino los diferentes problemas sociales.
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La intervención que se ha realizado con los habitantes de la calle ha sido en gran medida
represiva, asistencialista e institucional, prácticas que han venido aumentando conforme
ha crecido la problemática; la cual ha sido considerada como una disfuncionalidad social,
donde los sujetos en estas condiciones son considerados como un grupo socialmente
desadaptado. El problema se ha centrado en la persona y no en el contexto social que lo
hace posible.
Por su parte, los pobladores de la calle conocen las instituciones y los servicios que les
ofrecen, los cuales aprovechan en la medida que sienten la necesidad de ello o que lo
requieren; sin embargo, esto lo pueden hacer por períodos de tiempo limitados, por lograr
alguna satisfacción específica o por tener una actividad que realizar en un momento dado.
Así, la institución se ha vuelto funcional a la vida en la calle, a la vez que los habitantes de
la calle posibilitan la institución.
Por tanto, se debe cuestionar la práctica e intervención que se han quedado en ofrecer
servicios asistenciales, en la represión y en la concepción funcionalista de la sociedad.
Trascender a la visión de la realidad en su totalidad tendería a integrar procesos que
repercutirían en alternativas de vida para la niñez de la calle y la niñez en general.
"Los habitantes de la calle son también un fenómeno político que no se resuelve mediante
intervenciones asistencialistas e institucionalizantes, como tampoco mediante propuestas
exclusivamente pedagógicas. Los habitantes de la calle tienen que ser también
interlocutores de la tarea de construir democracia y justicia" (Ruiz, 1988: 20).
Desde una nueva lectura de la problemática, el trabajar lo educativo debe ser un eje
fundamental que posibilite un dialogo cultural donde se reconozca al habitante de la calle
como constructor de sentido. Al respecto, no se trata de "resocializar" o "reeducar" la
persona, sino de mediar entre sus factores problemáticos actuales y los anteriores a su
vida en la calle, entre lo que socialmente se espera de ella y la forma como ha asumido la
vida; procurando que logre unas condiciones de dignidad humana que le potencien sus
capacidades y rescaten al sujeto que ha retado lo establecido, permitiendo el surgimiento
del hombre crítico.
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La contribución que Trabajo Social puede realizar, en la solución de la problemática de la
niñez de la calle, se integra a los aportes de las diferentes profesiones y de las personas e
instituciones interesadas y dedicadas a dar respuesta a esta población. Por tanto, es
importante reconocer el trabajo interdisciplinario, así como la necesidad de integrar a los
diferentes actores: niñez, familia, estado y sociedad.
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