LA FORMACIÓN INTEGRAL, UNA NUEVA ACTITUD DOCENTE Dr

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LA FORMACIÓN INTEGRAL, UNA NUEVA ACTITUD DOCENTE
Dr. Herminio Núñez Villavicencio
Universidad Autónoma del Estado de México
Resumen
El objetivo de estas líneas es dar a conocer la recepción que el Programa de Tutoría tuvo
en nuestra Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México, las
reacciones que suscitó y, sobre todo, algunas consideraciones que se han venido haciendo en
las primeras sesiones de los Claustros de Tutores sobre la urgencia en nuestros días de
lograr una docencia integral coronada por la tutoría. Para nuestros tutores este propósito
constituiría un auténtico y exitoso cumplimiento del papel que la sociedad espera de las
universidades.
Preámbulo
En esta primera oportunidad de comunicación con otras instituciones del país, quisiera
limitarme a exponer algunas consideraciones sobre la breve experiencia de poco más de un
año en la nueva actividad que aquí nos reúne. Tomando en cuenta los ejes temáticos que se
han propuesto en la convocatoria para ese Primer Encuentro Nacional de Tutoría, he
pensado que esta exposición bien puede responder a los temas uno y dos; en su brevedad
toca aspectos de uno y otro asunto, de manera que toca a los organizadores asignarle su
eventual lugar en el programa.
El propósito de estos párrafos es poner a consideración de la audiencia la recepción que
este programa tuvo en nuestra Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del
Estado de México, las reacciones que suscitó y, sobre todo, algunas consideraciones que se
han venido haciendo en las primeras sesiones de los Claustros de Tutores.
En el mes de febrero de 2002, la Coordinación General de Tutorías en nuestra institución
presentó los lineamientos generales del programa, buscando iniciar sus actividades una vez
que se hubiese alcanzado la organización adecuada. Esa primera reunión no logró los
objetivos que se perseguían y sólo hasta los últimos días de octubre del mismo año se
retomó la iniciativa. En los primeros días de noviembre inició el programa en una reunión en
la que se retomaron algunos avances y planteamientos previos, dándoles definición y
carácter de acuerdos, entre estos destacan dos: que cada tutor pueda tener bajo su
responsabilidad a cinco alumnos como máximo, y que la asignación de tutor tome en cuenta,
en primera instancia y por razones que parecieron obvias, la elección del alumno. Estos y
otros puntos se discutirían después ampliamente en las sesiones de Claustros de Tutores.
En diciembre de ese mismo año se da a conocer al alumnado el programa y la relación de
maestros que se proponen para iniciar la tutoría. En enero del siguiente año se entrega el
respectivo nombramiento a los tutores con la relación de alumnos que les corresponden.
Con la celeridad que permiten las circunstancias de un universitario en los últimos años, se
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convocó a los tutores de cada licenciatura y se constituyeron los Claustros de Tutores en los
que desde entonces descansa el desarrollo del programa, organizándolo tomando en cuenta
las características y necesidades urgentes en cada licenciatura. Nuestra Facultad cuenta con
cinco programas de carrera, de las que cuatro ya están trabajando de manera organizada la
tutoría, la última de estas cuenta con pocos tutores y no tiene Claustro. En el posgrado no
ha iniciado el ProInsTA (Programa Institucional de Tutoría Académica).
Recepción del programa
Ha sido relevante la variedad de reacciones que suscitó esta nueva actividad, algunos le
dieron poca importancia, otros la rechazaron abiertamente, pero los más se abstuvieron de
manifestar su postura, tal vez porque poco conocían de ella. Algunos estuvieron de acuerdo
en que esta nueva función trata de dar mayor relieve y de formalizar una actividad que el
buen docente ya cumplía, porque su relación con los alumnos no se limitaba al desarrollo del
programa de una asignatura, sino que usualmente se ampliaba a otros aspectos de la
preparación del estudiante para afrontar la vida en las circunstancias actuales. La riqueza de
los comentarios vertidos sobre la actividad tutorial ha sido amplia, pido me permitan
reproducir en alguna medida y tal vez ampliar algunos de ellos, sobre todo los optimistas.
No pocos tutores vieron en el programa una buena oportunidad para abrir de nuevo el
camino a las humanidades, ya que cansados y con la sensación de desdén en el enajenante
ritmo de euforia del eficientismo, agobiados por la presión recibida a través de la publicidad,
de otros medios y hasta de las políticas universitarias que abanderan la causa del utilitarismo
inmediatista de las escuelas profesionalizantes, estos docentes no alcanzaban a ver cómo se
podía calificar de universidades a instituciones que se limitaban a cumplir y hacer cumplir la
eficiencia en esa visión de la misma tan cercenada. Pero de inmediato señalaban que la crisis
política, económica y acentuadamente moral de la sociedad actual está poniendo al desnudo
las secuelas de dejar todo en manos del mercado: la creciente desigualdad, la pobreza, la
marginación y la violencia. Los maestros que así vieron la llegada del programa
distinguieron en ella una posibilidad de reflexión, principalmente en los claustros, sobre los
grandes problemas que nos aquejan, los que no pueden ser resueltos sin tomar en cuenta
valores humanísticos como el del pluralismo pero sin descuidar el universalismo; el de la
excelencia, pero aquella sólida, no la de imagen fabricada para aparentar la eficacia de las
medidas administrativas, no la simulación que es frecuente en el verticalismo obtuso que
decide las políticas sin tomar en cuenta la lenta pero consistente labor que se ha venido
perfilando en los diferentes grupos de trabajo, en los que, si se les toma en cuenta y se
considera su situación concreta, bien saben cuáles son las medidas pertinentes que se deben
tomar y quiénes de entre ellos son los indicados para las funciones que se requieren. La
experiencia y la amplia evaluación son fácilmente menospreciadas en el pragmatismo actual,
ostentoso pero hueco.
A estos maestros les llamó la atención principalmente el que en el programa de tutoría se
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hable de formación “integral”del estudiante y también de “una nueva cultura docente”, no
ahorraron expresiones de beneplácito ante esta nueva directriz, porque columbraron en ella
posibilidades para afrontar lo que calladamente pero como una úlcera les preocupa: la
formación académica marcadamente sectorial que hoy prevalece y favorece los problemas
que nos atribulan. La misma experiencia en la Facultad ha concitado a reflexionar esta
realidad. No podemos ciertamente negar que la especialización ha contribuido en la
solución de problemas específicos y trascendentes, por lo tanto, sería un sin sentido el querer
imponer un alto al curso de estos conocimientos en sus diferentes modalidades y campos;
menos todavía se puede pensar en algo así como en buscar la fusión de las ciencias, se trata
simplemente de la toma de conciencia de que al mismo tiempo que la especialización avanza
se ha propiciado la formación, no sólo de estudiosos, sino también de estudiantes con
conocimientos muy restringidos, tanto respecto del entorno social, como también en relación
a nuestro pasado y, además, sin inquietud por la construcción del futuro que pueda
garantizar la continuidad de la humanidad sobre el planeta. Poco empeño se pone hoy en la
construcción, por ejemplo, de la convivencia que es una de las condiciones, al parecer,
inevitables para la pervivencia humana. Las distintas formas de convivencia, como la
democrática y los valores de la pluralidad y la tolerancia, que en el contexto actual aparecen
como imprescindibles, en los hechos continúan siendo ignoradas y hasta contrariadas
ampliamente; no obstante, en la educación no pueden faltar en la formación de seres
humanos íntegros, en la preparación de individuos que sean capaces de discernir, de
argumentar, de dirimir sus diferencias mediante el diálogo y el debate racional, y que al
mismo tiempo puedan desplegar su imaginación y creatividad en la construcción de una
nueva realidad. En pocas palabras, el ProInsTA ha venido a revitalizar entre nosotros el
empeño por las humanidades.
Al parecer, al hablar de “nueva cultura docente”se está redimensionando la docencia y se
le está sacando de esa práctica exigua que consistía en informar mecánicamente los
contenidos de los programas curriculares. Parece que nos estamos dando cuenta de que es
ingenuo pretender que relegando los estudios del hombre vamos a poder comprender por
qué las cosas están sucediendo así en nuestro mundo. La creciente falta de cohesión social,
la pérdida de la solidaridad suficiente, el aumento de la intolerancia interracial y la ausencia
de soluciones a los distintos problemas que nos aquejan son sólo algunas de las
consecuencias del olvido en que se suele tener a estas disciplinas, que son la columna
vertebral que da sentido a todo conocimiento, que va más allá de la visión sectorial y busca
dar respuesta a las complejas situaciones que a diario enfrentamos. La educación
universitaria sería deleznable y prescindible si sólo consistiera en equipar a la juventud con
herramientas que les permitan incorporarse con éxito al mercado laboral. Bien sabemos que
la formación integral en nuestros días no figura como cotizada, no es un bien de intercambio
(commodity), pero también sabemos que sin juventud con capacidad reflexiva y con
conciencia crítica, estamos condenados a un futuro oscuro. La cultura mercantil no es la
medida de todas las relaciones humanas. Ni el desarrollo científico, que es sin la menor duda
fundamental, sin una visión humana fácilmente se pierde en una objetividad tecnocrática y
pragmática que nos puede llevar por los caminos que menos deseamos.
Lo cierto es que es el mismo entorno externo, es la sociedad carente de alternativas
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materiales y morales la que nos da pie para afirmar que no se puede prescindir de una
educación integral. No pocos estudiantes en nuestras aulas transparentan desconcierto y
sufrimiento, tienen dificultad en discernir lo que realmente deben hacer, viven problemas de
identidad, de sentido de la vida, de visión del mundo. Estas constataciones son las que
mueven a hacer lo necesario para que la educación superior recupere su dimensión ética.
Toda educación implica una moral, lo sabemos, pero no siempre el maestro tiene presentes
las implicaciones de este tipo en su trabajo. No podemos olvidar que en el tejido de toda
relación pedagógica, por especializada que ésta sea, siempre hay incluidos elementos
morales. Sin importar la materia que se imparte, el maestro siempre es un modelo ético para
el alumno. Cada persona valora la vida de determinada manera, y esto no pasa inadvertido al
estudiante; en consecuencia, no se hace lo suficiente con sólo adoctrinar al alumno para
hacer de él una persona educada y capaz en la vida, es necesario el ejemplo. Aunque llega a
suceder que la intensidad de la vida hace olvidar las palabras y hasta al mismo ejemplo,
sobre todo cuando hay que tomar decisiones cruciales como cuestiones de amistad, de
diversiones, dinero, sexualidad, drogas. En circunstancias difíciles el alumno suele buscar
refugio sólo en su soledad.
Por estos y otros motivos la educación debe enfrentar la complejidad de nuestros
tiempos, debe conducir a los alumnos a reconocerse como seres morales, a conocerse a sí
mismos y a reconocer a los demás, debe llevarlos a aceptar que la vida exige límites y los
debe alentar en la capacidad para tomar decisiones reflexivas y autónomas mediante la
autodisciplina y la formación del propio carácter.
La educación integral ofrece la opción ante el pensamiento uniforme y chato del
consumismo, que pretende sustituir conocimientos y valores humanos por bienes materiales,
la educación integral abre horizontes alternativos ante la competencia feroz que anula la
solidaridad entre los individuos.
En la educación superior se percibe a primera vista la tendencia a fragmentar el
conocimiento en grandes bloques desarticulados, inclinación impulsada por los fines
prácticos e inmediatos. Una de sus consecuencias es que la visión de la realidad se simplifica
y se reduce, pues cada bloque la ve de una manera, y el conjunto de éstos llega a conformar
una nueva torre de babel; cada grupo de estudiosos considera escrutar la realidad sin darse
cuenta de que deja de lado aspectos y matices de ésta que sólo se perciben en la
interconexión de campos y disciplinas. La educación integral, en cambio, brinda distintas
vías de desarrollo a las capacidades de cada individuo, enriquece sus perspectivas que le
permiten formar juicios y opiniones propias y sostenerlos racionalmente; ofrece la
posibilidad de reconsiderar y modificar dichas opiniones como resultado de la reflexión y el
debate. Sólo a través de una educación integral los seres humanos adquieren plena
conciencia de sí y de sus semejantes, de su pertenencia a una cultura y una tradición basadas
en una lengua, en una historia y en valores y creencias comparidos.
Nuestro mundo violentado por el materialismo más salvaje explica la desesperada carrera
que observamos en todas partes hacia la fe, huida de aspectos ciertamente benéficos cuando
torna a los hombres concientes de sus limitaciones terrenales, pero también de resultados
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preocupantes cuando los impulsa hacia posturas fundamentalistas. En el contexto actual del
mundo nos vemos urgidos a descifrar sus incógnitas y al mismo tiempo a mirarnos hacia
dentro, porque nadie que no se conozca a sí mismo puede conocer a los demás. Debemos
partir del auto conocimiento para interpretar y participar en los acontecimientos de nuestros
días. No será sino con los recursos que proporciona la educación integral como los hombres
podremos transitar del caos y la incertidumbre al clima de la comprensión y el conocimiento
de que seamos capaces. La formación integral, en nuestras circunstancias, entonces, no es
una simple novedad curricular, urge ponerla en práctica en los programas curriculares de las
instituciones, urge contar con profesores cultos, con promotores de una formación
sólidamente interdisciplinaria que capacite para la lectura de la compleja realidad actual,
necesitamos docentes que propicien la intuición, la sensibilidad, la imaginación... Si en
general la calidad se alcanza cuando lo que se quiere hacer se logra bien hecho, en nuestro
caso en que el conocimiento es el objeto central, éste será de calidad cuando se transmita, se
asimile y se renueve de la mejor manera posible. En la docencia habrá más calidad cuando la
relación pedagógica entre maestro y alumno se produzca y desarrolle de la manera
conveniente y en las condiciones adecuadas. Una docencia de calidad supone acciones de
calidad tanto del maestro como también del estudiante y de la institución.
La educación integral es una necesidad planetaria
En la Declaración mundial sobre la Educación Superior en el Siglo XXI: Visión y
Acción, que hizo la UNESCO en 1998, se señala que ningún país carente de instituciones de
educación superior e investigación adecuadas, que formen una masa crítica de personas
cualificadas y cultas, podrá garantizar su auténtico desarrollo endógeno y sostenible. En
efecto, vemos que las sociedades tienden cada vez más a cimentarse en el conocimiento.
Esta es la causa de que la educación superior y la investigación sean hoy en día consideradas
como parte fundamental del desarrollo de los individuos, de las comunidades y de las
naciones, sobre todo cuando las sociedades viven una profunda crisis de valores, pugnan por
trascender las consideraciones meramente económicas y se esfuerzan por alcanzar
dimensiones de moralidad y espiritualidad más arraigadas.
En la conferencia mundial citada sobre la educación se insistió en que los sistemas de
educación superior deben aumentar su capacidad para vivir en medio de la incertidumbre,
deben transformarse y promover el cambio para atender las necesidades sociales y fomentar
la solidaridad y la igualdad. También se señaló la necesidad de preservar y ejercer el rigor y
la originalidad científicos con espíritu imparcial, por ser éste el requisito previo decisivo para
alcanzar y mantener un nivel indispensable de calidad. En su documento se pide colocar a los
estudiantes en el primer plano y en la perspectiva de una educación a lo largo de su vida, a
fin de que les sea posible integrarse en la sociedad mundial del conocimiento del siglo XXI.
En el apartado “Misiones y funciones de la educación superior” del mismo documento, se
subraya la necesidad de contribuir a proteger y consolidar los valores de la sociedad,
velando por inculcar en los jóvenes los valores en que reposa la ciudadanía democrática, y
proporcionando perspectivas críticas y objetivas a fin de propiciar el debate sobre las
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opciones estratégicas y el fortalecimiento de enfoques humanistas.
En su apartado “Función ética, autonomía, responsabilidad y prospectiva”, se indica que
los estudiantes universitarios deberán someter sus actividades a las exigencias de la ética y
del rigor científico e intelectual, deberán poder opinar sobre los problemas éticos, culturales
y sociales, con total autonomía y plena responsabilidad, por estar provistos de una especie
de autoridad intelectual que la sociedad necesita para ayudarla a reflexionar, comprender y
actuar. Los invita a reforzar sus funciones críticas y progresistas mediante un análisis
constante de las nuevas tendencias sociales, económicas, culturales y políticas,
desempeñando de esa manera funciones de centro de previsión, alerta y prevención.
...deberán utilizar su capacidad intelectual y prestigio moral para defender y difundir
activamente valores universalmente aceptados, y en particular la paz, la justicia, la libertad,
la igualdad, tal como han quedado consagradas en la constitución de la UNESCO.
En nuestro país el Programa Nacional de Educación 2001-2006 indica, a manera de
diagnóstico de educación superior, y refiriéndose al aspecto de su calidad, que en la mayor
parte de los programas educativos domina un enfoque demasiado especializado y una
pedagogía centrada fundamentalmente en la enseñanza, lo que propicia la pasividad de los
estudiantes. Esta rigidez de los planes de estudio –apunta el documento- fomenta la
especialización temprana, por lo que las licenciaturas tienden a ser exhaustivas, presentan
duraciones muy diversas, carecen de salidas intermedias y no se ocupan suficientemente de
la formación de valores, de personas emprendedoras y del desarrollo de habilidades
intelectuales superiores.
El nuevo modelo educativo que se propone para el país pretende que la formación
estudiantil se centre en el desarrollo de habilidades, conocimientos y aptitudes que tengan
como base el aprendizaje y el auto aprendizaje permanentes; contempla que la formación y
actualización de profesores debe dar impulso a un sistema educativo coordinado y flexible,
que facilite la movilidad y el intercambio de estudiantes y de los mismos docentes entre
diferentes programas educativos.
Este reto tiene su fundamento en la problemática cada vez más compleja y frecuente de
las IES en el país a nivel licenciatura: la deserción, rezago y bajos índices de eficiencia
terminal de sus alumnos. Una estrategia para revertir esta situación es la propuesta de la
flexibilización educativa que se centra en la atención personalizada de los alumnos. Esta
propuesta requiere del establecimiento de un programa tutorial en el que los estudiantes
cuenten, a lo largo de toda su formación, con el consejo y el apoyo de profesores
preparados que guíen y conduzcan sus esfuerzos individuales y grupales de autoaprendizaje;
que los conduzcan a la investigación y a la práctica profesional, a la actualización constante
y que sean ejemplo de compromiso con los valores académicos, humanistas y sociales.
El Plan Rector de Desarrollo Institucional 2001-2005 de la Universidad Autónoma del
Estado de México, por su parte también contempla como aspectos medulares del
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mejoramiento de la educación los nuevos enfoques y modalidades educativas, los programas
flexibles, la educación para la vida, la vinculación con los sectores social y productivo y la
innovación pedagógico-didáctica.
Este Plan Rector menciona como misión de la institución ofrecer educación media y
superior, formando integralmente profesionistas e investigadores competentes, capaces de
generar y aplicar conocimientos científicos y tecnológicos, así como acrecentar y difundir la
cultura, con una concepción humanista. Y en el desarrollo de sus funciones declara
apoyarse y nutrirse de los siguientes valores y principios fundamentales: la búsqueda de la
verdad, la libertad académica, la tolerancia, el respeto y la pluralidad; la autonomía
universitaria, la calidad, la innovación y la transparencia.
El mismo documento explicita que la universidad se fortalece cuando se concibe como
una comunidad académica cuya misión es el desarrollo integral del ser humano. Señala que
no se puede restringir su acción exclusivamente a la formación intelectual, profesional,
humanística o física. Su ideal debe integrar la totalidad de los elementos propios de la
actividad humana. Las grandes manifestaciones del hombre y el espíritu creativo que lo
enaltece, están precisamente vinculados con la función y las tareas que tiene asignadas la
universidad por su misma naturaleza.
A modo de conclusión
Las condiciones en que vivimos imponen obligaciones a todos. En lo que atañe a las
instituciones de educación superior hay claridad sobre lo que se debe hacer, existen algunas
propuestas que nos tienen aquí reunidos, sólo falta llevarlas a la práctica y enriquecerlas
tomando en cuenta las peculiaridades de cada situación. Esto parece sencillo, pero es tal vez
lo más difícil, podríamos aparentar que lo hacemos, pero ello no solucionaría nuestros
problemas.
Toluca, febrero de 2004-02-04
Herminio Núñez Villavicencio
Bibliografía
Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el Siglo XXI: Visión y Acción,
UNESCO, 1998.
Programa Nacional de Educación 2001-2006, México.
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Plan Rector de Desarrollo Institucional 2001-2005 de la Universidad Autónoma del
Estado de México.
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