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Título original: Afrodita ha llenado mi corazón
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
© 2012:
Paula Algueró,
Roberto Campillo,
Ana Doménech,
Paula Escobedo,
Mª José Ferriols
Andrea Francisco,
María Fuset,
Josefina García,
Jorge Hernández
Flores Higueras,
Col.lectiu Lambda,
Alejandro Macharowski,
Ana María Martínez,
Marta,
Lidón Moliner,
Luis Navarro,
Miquel Ortells,
Sonia Parra,
Lledó Pastor,
Celia Sánchez,
Nubia Sánchez,
Mariana Urueña,
Estela Vidal,
Lara Zancadas
Prólogo: Col.lectiu Lambda, de Valencia
Coordinación: Equipo Encontrando Vidas
Proyecto gráfico: Toni Belloch
Primera edición: Mayo 2012
ISBN: 978-84-936567-7-5
Depósito legal:
Edita: Edicions Novador
Col·lecció INVESTIC
Impreso en Valencia
Impresión: Carvi Impresión Digital S.L.
Afrodita ha llenado mi corazón
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
Paula Algueró,
Roberto Campillo,
Ana Doménech,
Paula Escobedo,
Mª José Ferriols,
Andrea Francisco,
María Fuset,
Josefina García,
Jorge Hernández
Flores Higueras,
Col.lectiu Lambda,
Alejandro Macharowski,
Ana María Martínez,
Marta,
Lidón Moliner,
Luis Navarro,
Miquel Ortells,
Sonia Parra,
Lledó Pastor,
Celia Sánchez,
Nubia Sánchez,
Mariana Urueña,
Estela Vidal,
Lara Zancadas
ÍNDICE
Presentación
Prólogo
Col.lectiu Lambda, de Valencia
Relatos de vida: El proceso
Ana María Martínez, Sonia Parra, Lledó Pastor, Estela Vida y Lara Zancadas
Argentina. Mi corazón de viaje. La historia de Mariana
Relato elaborado por Mariana Urueña, Andrea Francisco y Miquel Ortells
Introducción de Luis Navarro Sánchez.
Ilustraciones de María Fuset Llin
Colombia. Esta es la historia de mi vida. La historia de Nubia
Relato elaborado por Nubia Sánchez, Flores Higueras y Lidón Moliner
Introducción de Jorge Hernández
Ilustración de Roberto Campillo Romero
Honduras. La aventura de soñar. La historia de Ixthlt
Relato elaborado por Marta (Ixthlt), Ana Doménech y Paula Escobedo
Introducción de Celia Sánchez
Ilustración de Alejandro Macharowski
Perú. Y se curraron la felicidad para siempre. La historia de Aitana
Relato elaborado por Josefina García y Andrea Francisco
Introducción de Luis Navarro Sánchez.
Ilustración de Paula Algueró
Continuará…
PRESENTACIÓN
El fin de este libro es dar voz, a través de los relatos de sus vidas,
a mujeres migrantes lesbianas y bisexuales. Mujeres que en algún momento de su vida se han enfrentado a una triple exclusión por parte de
las estructuras sociales debido a las discriminaciones por su género, su
orientación sexual y/o su condición de migrantes.
Se trata de dar visibilidad a un colectivo que tradicionalmente ha
sido silenciado. De analizar junto a ellas tanto las barreras de exclusión
como las estrategias y redes sociales que ayudan a la transformación de
su/nuestra realidad. En esta línea, el libro tiene una doble funcionalidad:
por un lado, dar valor y reconocimiento a las vidas de las mujeres que
protagonizan estas historias y, por otro, utilizar los relatos con fines educativos para trabajar la diversidad sexual, migración y género en espacios
de enseñanza-aprendizaje tanto formales como no formales.
Buscamos ofrecer herramientas que nos permitan reconocer la
diversidad para poder construir una sociedad democrática, donde sus
ciudadanos respeten a los demás, aprendan unos de otros y compartan
conocimientos. En un mundo globalizado pero cada vez más fragmentado, aprender a convivir con los otros es un arte, y acercarnos a sus vidas
es, seguramente, una buena forma de comenzar a estimular nuestra capacidad empática.
Nuestras protagonistas, como todos y todas en algún momento de
nuestras vidas, se han encontrado con puertas cerradas. Las mujeres de
estas historias comparten aquí con los lectores y las lectoras las puertas
que han encontrado cerradas, así como las llaves que les han permitido
abrirlas. Esperamos que cada vez seamos más quienes no nos rindamos
antes de encontrarlas. Cuantos más ojos, menos rincones quedarán sin
revisar y al final las llaves no tendrán dónde esconderse, y aparecerán.
Entonces las puertas dejarán de resistirse y abrirán paso a nuevos caminos.
Equipo Encontrando Vidas
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PRÓLOGO
Las historias de vida que presenta este trabajo, las “búsquedas de
la tierra prometida” de la libertad, de un lugar en el mundo mejor, en definitiva, de la felicidad… entroncan con las reivindicaciones y ejes transversales que, desde hace 25 años, el Colectivo Lambda viene trabajando
y reclamando por los derechos de las mujeres lesbianas y bisexuales. Por
una parte, la visibilización del colectivo y, por otra, la lucha contra la
lesbofobia y bifobia.
Desde el movimiento LGTB sabemos que nuestro país tiene, en
materia de igualdad, de identidad de género y orientación sexual, una
relativa situación privilegiada. A nivel legislativo, gozamos de derechos
básicos como el matrimonio igualitario o la ley de identidad de género.
Esta situación, que permite ir reduciendo distancias entre ciudadanos de
primera y de segunda, es un paso que España ha logrado dar con mucha
reivindicación y lucha por parte de un movimiento que no descansa en la
defensa y conquista de estos derechos básicos de plena ciudadanía.
Visibilizar para poder existir
Trabajamos por una plena y libre visibilidad de nuestra orientación
e identidad; porque solo siendo visibles podemos exigir a las instituciones un compromiso público y un apoyo firme a la realidad de las mujeres
lesbianas y bisexuales, adoptando las medidas necesarias que nos dejen
desarrollarnos plenamente en el entorno familiar, laboral, sanitario, educativo y social, de una manera real y efectiva.
Para ello celebramos el Día de la Visibilidad lésbica (26 de abril) y
bisexual (23 de setiembre), el Orgullo Lésbico y Bisexual entorno al mes
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Afrodita ha llenado mi corazón
de junio, así como también participamos y damos presencia, testimonio
y voz en la Semana de la Igualdad de la Universidad de Valencia. Celebramos la fiesta de la Valentina (14 de febrero) –visibilización del amor
lésbico- y asistimos a convivencias para trabajar y reforzar nuestro empoderamiento y autoestima como mujeres, y como mujeres lesbianas y
bisexuales, desde un concepto de salud integral.
Lesbofobia y bifobia, una lacra social
“No nos une el amor, sino el espanto” decía Jorge Luis Borges.
Como mujeres sufrimos la discriminación de género, imperante en un
orden patriarcal de la sociedad de la que también formamos parte por el
simple hecho de ser mujeres.
La lesbofobia y bifobia que vivimos las mujeres lesbianas y bisexuales, dentro y fuera de nuestras relaciones afectivas-sexuales, en toda su
diversidad, tipos y realidad de intolerancia, son una lacra patriarcal que
nuestra sociedad no puede permitir ni un día más. La sociedad heteropatriarcal en la que vivimos trata con todos los medios de negar nuestra
existencia, nuestra sexualidad e invisibilizarnos, impidiendo que nos desarrollemos libremente. Esto también es lesbofobia y bifobia. Exigimos,
por ello, normas, medidas, recursos y herramientas de políticas públicas
para su erradicación. Participamos activamente en la manifestación del
25 de noviembre contra la violencia de género y el día contra la intolerancia (16 de noviembre).
La intolerancia es el marco mental, la raíz de donde brotan actitudes sociales, políticas, económicas o culturales, y conductas que perjudican a grupos o personas, dificultando las relaciones humanas. Es todo
comportamiento, forma de expresión o actitud que viola y no respeta los
derechos del prójimo, o invita a violarlos o negarlos.
Las mujeres lesbianas y bisexuales inmigrantes sumamos esta
triple discriminación: por nuestro género (mujeres), por nuestra orientación (lesbianas/bisexuales) y por nuestro origen (migrantes). El fenómeno del resurgimiento del racismo, la xenofobia o la intolerancia en
Europa muestra las importantes contradicciones políticas, económicas y
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Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
sociales que están sucediendo en el viejo continente. La crisis económica internacional, la presión y los movimientos demográficos, el temor e
inseguridad por el futuro ante el desempleo y la pobreza son entre otros,
algunos elementos que las Instituciones Europeas han señalado sin duda
alguna como factores que propician el renacer de esta lacra social en todos los países del viejo continente.
En nuestra piel, en nuestros cuerpos, sumamos capas de estas violencias, discriminaciones y marginaciones que, como matrioskas (muñecas rusas que se encajan unas sobre otras), acumulamos.
La importancia de la educación
En las aulas raramente se abordan de manera explícita los temas
relativos a la diversidad sexual y pocxs docentes toman conciencia del
frecuente acoso que sufre el alumnado LGTB. Desde el Colectivo Lambda promovemos una educación sexual diversa, porque solo seremos capaces de eliminar la lesbofobia, transfobia, homofobia y bifobia con valores como igualdad, tolerancia y respeto hacia la diversidad familiar, la
orientación sexual y la identidad de género.
Ocupamos la escuela y ocupamos la educación. Para que nuestros
hijos e hijas crezcan con modelos positivos de diversidad familiar. Para
que nuestras familias sean incorporadas de manera natural a la dinámica
educativa. Impartimos talleres y charlas en los centros educativos. Elaboramos y recopilamos material para que el profesorado se sensibilice con
la realidad LGTB y disponga de recursos adecuados para tratarlo en sus
clases.
En esta línea, este libro relatos de vidas de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales nos parece un valioso material que puede/debe servir
para trabajar esta temática tanto en educación formal como en espacios
de educación no formal e informal.
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Afrodita ha llenado mi corazón
Conclusiones
La configuración de un ambiente cultural y psico-social en amplios sectores de la población que abarca desde el fanatismo intransigente
de las ideas, pasando por las manifestaciones de homofobia, lesbofobia,
bifobia y transfobias o nacionalismos exacerbados, posibilitan el desarrollo de brotes de intolerancia que alimentan un amplio conjunto de
actitudes y manifestaciones que desprecian, niegan o invitan a violar la
aplicación de los Derechos Humanos, dificultando de manera definitiva
la posibilidad de una plena, real y sana convivencia democrática.
La diversidad cultural designa la existencia de formas diferentes de
concebir la sociedad que puede existir en cualquier grupo social, y también en el colectivo LGBT inmigrante. Esto se hace manifiesto en formas
de hábito, pautas, costumbres y tradiciones diversas. La diversidad cultural y la diversidad sexual forman parte y enriquecen en valor y valores
a toda sociedad moderna.
La visibilidad es nuestra mejor herramienta para combatir las fobias del entorno, ya que los avances conseguidos jamás han sido fruto de
las penumbras. Disfrutamos de nuestra sexualidad, del derecho a elegir
cómo y con quien vivir. Somos mujeres lesbianas y bisexuales, orgullosas
de ser como somos y orgullosas de aportar riqueza en la diversidad a ésta,
nuestra sociedad.
Estas historias recogen las voces que narran una triple exclusión
para que resuenen en la sociedad. Estupendo material para sensibilizar a
la población, y muy especialmente al profesorado.
Col.lectiu Lambda de Valencia
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RELATOS DE VIDA: EL PROCESO
Ana María Martínez, Sonia Parra, Lledó Pastor, Estela
Vida y Lara Zancadas
Para la confección de este manuscrito hemos empleado como eje
de investigación los relatos de vida, una metodología cualitativa que permite construir el relato a partir del diálogo compartido: junto con las
personas y no sobre las personas. En estas historias se relatan las experiencias individuales junto con el contexto social y, con ello, se intenta
comprender dónde se encuentra la exclusión y cuáles son las herramientas y los cambios necesarios para enfrentarse a la misma. Por todo esto,
la principal autora y protagonista de cada uno de los relatos es la mujer
que está compartiendo sus experiencias en torno a los dos ejes fundamentales del trabajo: el proceso de migración, y el proceso de identidad
y orientación sexual.
El libro que tiene entre sus manos es producto de un proceso de
trabajo colectivo. La filosofía del proyecto es abierta, flexible y horizontal.
Por eso, el grupo de trabajo se ha ido modificando y ampliando conforme
ha avanzado la experiencia. Comenzamos siendo un grupo de seis investigadores/as de la Universitat Jaume I y a este primer núcleo se fueron
incorporando miembros de colectivos LGTBI, las participantes de las
historias de vida, estudiantes, otros docentes, ilustradores/as y personas
interesadas en el mismo.
Como se inició siendo un proyecto de la Universitat, empezamos
trabajando a través del Aula Virtual (plataforma moodle). Sin embargo,
esta opción no nos permitía compartir la información y las decisiones con
otras personas ajenas a la institución. Por este motivo decidimos trasladar el grupo, junto con toda la información compartida, a la plataforma
de redes sociales N-1, espacio en el que creamos el grupo “Encontrando Vidas”, el cual permitió que todas las personas implicadas pudieran
participar de forma activa y comunicarse de forma horizontal, sin que
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Afrodita ha llenado mi corazón
ninguna persona en concreto gestionase y distribuyese “en exclusiva” la
información.
Por otra parte, desde el principio se consideró fundamental invitar a participar en la iniciativa al movimiento LGTB. En este sentido, se
ha trabajado codo con codo con el colectivo Lambda de lesbianas, gays,
transexuales y bisexuales del País Valenciano, concretamente con el grupo de Educación y con el grupo de Derechos Humanos. A partir de aquí
iniciamos los contactos con otros colectivos y asociaciones similares de
otras regiones.
Para la elaboración de los relatos de vida trabajamos en grupos
mixtos compuestos por las protagonistas y las co-constructoras del relato (dos/tres personas). Previamente a la realización de las entrevistas,
se estudiaron textos clásicos de la metodología biográfico-narrativa y se
reflexionó y se estableció en grupo cuáles eran los núcleos de interés y los
ejes fundamentales sobre los que queríamos indagar en dichos relatos.
Tras ese trabajo previo, cada grupo se dispuso a elaborar su relato de vida. Para ello, se realizaron varias sesiones presenciales entre las
protagonistas y las co-constructoras. En la primera de ellas se le pedía a
la protagonista que reflexionara sobre cuatro momentos cruciales en la
vida. A partir de ese encuentro inicial, tras realizar la trascripción del
mismo, se redactaba un primer borrador del relato.
Después de compartir dicho borrador con la protagonista, todo
el grupo pensaba en los aspectos que quedaba por detallar y en los vacíos que podía haber en el relato para poder abordarlos en una segunda
sesión. Una vez transcrito dicho encuentro e incorporado al relato, el
segundo borrador se debatía y perfilaba junto a la protagonista.
Finalmente, dependiendo de cada caso, se dedicaban una o dos
sesiones más para acabar de dar forma y cerrar el texto. Si al inicio lo
fundamental era el contenido, las últimas sesiones estaban claramente
orientadas a acabar de definir el estilo y el ritmo del texto. Al final, eran
las propias protagonistas quienes tenían la última palabra a la hora de
decidir como querían que su historia fuese contada. Y lo más importante:
que se sintieran completamente identificadas con el relato.
Cuando las historias estuvieron terminadas, un grupo de ilustradores e ilustradoras se encargaron de poner imagen a cada uno de los re24
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
latos. El proceso fue similar al de la redacción del texto. Los ilustradores
leyeron los escritos e hicieron propuestas a las protagonistas y, junto a
ellas, acabaron de elaborar sus ilustraciones.
Mientras, el grupo de Derechos Humanos del colectivo Lambda
realizó un trabajo de investigación sobre la situación de las personas
LGTB en cada uno de los países de origen de las protagonistas. Con los
datos extraídos de este trabajo se han realizado unas introducciones a los
relatos que consideramos ayudarán a los lectores y lectoras a comprender
mejor los contextos sociales de las protagonistas.
El resultado de todo este proceso participativo son estas cuatro
historias que les presentamos, los relatos de vida de cuatro mujeres que
tan generosamente nos han abierto las puertas a sus experiencias, sus
aprendizajes y sus vidas.
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ARGENTINA. MI CORAZÓN DE VIAJE
La historia de Mariana
ARGENTINA
Introducción de Luis Navarro Sánchez.
Argentina es a día de hoy el país de América del Sur con la legislación más avanzada en cuanto a respeto e igualdad de la población
Lesbiana, Gay, Transexual y Bisexual (en adelante “LGTB”) tras la aprobación de la Ley 26618 de Matrimonio Igualitario en julio de 2010, la cual
permite que las parejas homosexuales puedan casarse y adoptar.
No obstante ello, a nivel legislativo, todavía son necesarias una serie de regulaciones ya que:
• no existe una Ley de Identidad de Género que reconozca y garantice el derecho a la identidad de las personas transexuales sin condicionamientos, ni las operaciones compulsivas ni los diagnósticos médicos
o psiquiátricos. También falta una Ley de Atención Integral de la Salud
para personas Transexuales, que les garantice el pleno acceso a la salud
y el acompañamiento profesional adecuado en el proceso de cambio corporal sin ningún tipo de discriminación, y en el marco del Plan Médico
Obligatorio.
• se ha de reformar la Ley de penalización de actos discriminatorios (Ley 23591) para que contemple como pretextos discriminatorios a
la Orientación Sexual e Identidad y/o Expresión de Género, e incorpore
la legitimación de las ONG’s y luchas activistas para accionar en procesos
judiciales contra la discriminación.
• además, ha de derogarse la Ley 23950 que habilita la detención
arbitraria y sin intervención judicial de cualquier ciudadano/ciudadana
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Afrodita ha llenado mi corazón
bajo el pretexto de “averiguación de antecedentes” y que es utilizado para
hostigar especialmente a personas transexuales trabajadoras del sexo.
A pesar de los derechos logrados en términos legislativos, las personas LGTB tienen graves dificultades para acceder a la justicia y gozar
de las garantías constitucionales en igualdad de oportunidades. Los políticos progresivamente tienen en cuenta los derechos del colectivo LGTB,
pero aún queda trabajo por hacer: han de poner en marcha políticas públicas para que realmente se pueda disfrutar de los derechos recogidos
en las leyes.
Para la sociedad, el único acceso o el único conocimiento del colectivo LGTB se basa en las imágenes, en lo que han oído o leído o visto
sobre gays y lesbianas. La mayor fuente de información la obtienen de
los medios de comunicación e información, los cuales tienen un papel
muy importante para ayudar a la lucha contra la homofobia, transfobia
y lesbofobia, las cuales aún son frecuentes en núcleos de población pequeños.
Todo este desconocimiento, se refleja en distintos ámbitos de la sociedad argentina, en los que el colectivo LGTB sufre las consecuencias:
1. ámbito laboral. Todavía distan de ser los espacios de convivencia que deberían ser: no se visibiliza la orientación sexual, identidad o
expresión de género por miedo a las consecuencias. Hay que eliminar la
discriminación en este ámbito. Además serían convenientes programas
de incentivos fiscales para la contratación de personas trans (travestis,
transexuales y transgéneros) por parte de las empresas.
2. ámbito sanitario. No hay planes de prevención del VIH/SIDA e
ITS en poblaciones LGTB. Incluso falta legislación que garantice un trato
no discriminatorio a la población LGTB en la donación de sangre, evitando la utilización de formularios que basados en la orientación sexual
impidan este acto. La situación de las personas intersexuales también es
complicada, ya que no hay protocolos de actuación que –en plena observancia del interés superior de niñas y niños- prohíban las intervenciones
quirúrgicas a niñas, niños y adolescentes intersexuales por la sola decisión del médico, tutores o padres, y sin consentimiento de los mismos.
3. ámbito educativo. Tampoco existe una Ley de Educación Sexual
Integral ni talleres sobre “Diversidad Sexual y Derechos” en las escuelas
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Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
medias del país, que promuevan la vinculación de los y las estudiantes
con personas LGTB visibles. Además se necesitan programas de prevención y erradicación de bullying homo/lesbo/trans/bifóbico en las escuelas. Los jóvenes están acostumbrados en su día a día a insultos, agresiones y miedo.
A pesar de existir organizaciones que agrupan a miembros del colectivo LGTB, la celebración anual del Orgullo y otros factores para visibilizar a gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, aún existen denuncias
de agresiones e incluso de actuaciones desmedidas e injustificadas de los
cuerpos y fuerzas de seguridad del estado hacia, fundamentalmente los
y las transexuales (además, ha aumentado considerablemente el número
de asesinatos hacia ese colectivo).
Por todo ello, sería muy conveniente, impulsar campañas tendientes a visibilizar la diversidad de modelos de familias y el pleno respeto a
la diversidad, además del reconocimiento de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales perseguidos/as y reprimidos/as a lo largo de la historia,
en especial durante los gobiernos militares antidemocráticos.
Para ayudar a llevar a cabo todas estas acciones, debería crearse
una Secretaría Nacional para la Ciudadanía LGTB que pueda articular
y orientar las diversas acciones que el Estado argentino destine, actualmente y en adelante, a la protección, promoción y garantía de los derechos del colectivo LGTB.
Finalmente, cabe destacar que la información referente a la población LGTB sigue teniendo una visión androcéntrica, siendo los hombres
la medida de todo, cuando realmente las lesbianas y mujeres bisexuales
representan cuanto menos la mitad de la población LGTB y por tanto no
se deberían considerar como una minoría dentro de la misma.
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MI CORAZÓN DE VIAJE
Relato elaborado por Mariana Urueña, Andrea Francisco y Miquel
Ortells
Ilustraciones de María Fuset Llin
Vengo de Buenos Aires, de la capital. Allí pasé los primeros 30 años
de mi vida, hasta que en 2001 crucé la inmensidad del océano Atlántico
para quedarme a vivir en el Mediterráneo. En este relato hablaré de ese
viaje geográfico pero también del proceso interior, comenzado mucho
antes, que me ha permitido ser lo que soy.
Si él hubiera tenido pastillas verdes o azules para darme, me las
habría dado
Quiero arrancar este recorrido en mi adolescencia, una época
marcada por el juego de máscaras e imágenes para parecer la chica heterosexual que todos esperaban. Sin referentes, sin ninguna lesbiana a
miles de kilómetros que me permitiera siquiera soñar que había otras
posibilidades de sentir, otras posibilidades de amar.
Estás en plena construcción de tu identidad a través del otro o de la
otra, de la necesidad de aceptación, pero descubres que lo que te pasa está
fuera de la norma. ¡Claro! la aceptación de tus propios sentimientos no es
tan fácil de conseguir. Por eso, recuerdo vivir una adolescencia muy, muy
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Afrodita ha llenado mi corazón
solitaria. Me la pasaba escribiendo en un papel mis sentimientos porque
no tenía a nadie con quien compartirlos. Y, cuando tuve la oportunidad
de contarlos, el mensaje que recibía era represor y sancionador.
En ese momento yo estaba yendo a terapia. Como probablemente sabéis, por una cuestión cultural en Argentina ir al psicólogo es algo
bastante frecuente y prácticamente todos hemos pasado por el diván en
alguna ocasión. La mala suerte fue que di con un “profesional” que si
hubiera tenido pastillas verdes o azules para darme, me las habría dado.
Él quería curarme y reprimió mucho las sensaciones de deseo que yo comenzaba a sentir hacia otras chicas. Para este “profesional”, eso no podía
ser. Él afirmaba que lo que yo tenía era temor a tener una relación sexual
con un chico y debía superar mis miedos e intentarlo. Siento que esta
terapia retrasó mucho un proceso de aceptación de mi orientación sexual
que de otra forma habría sido más natural.
Años después me enteré de que él era catedrático de la Universidad
Católica Argentina, con lo cual entendí muchas más cosas. Pero todavía
hoy me duele recordar como esta persona condicionó unos años de mi
vida y, de seguir sus consejos “profesionales”, hubiera puesto en serio peligro mi desarrollo sexual y afectivo. En definitiva, mi felicidad. Creo que
las personas tenemos que tener una ética a la hora de actuar con el otro
y una responsabilidad cuando ejercemos una profesión. ¿Qué pasaría si
un médico con prejuicios raciales fuera recomendando a sus pacientes
una operación de cambio de piel? Me pregunto si le dejaríamos seguir
ejerciendo libremente su profesión.
Todo esto fue mi punto de partida. Verme en un espejo donde se me
nublaba permanentemente la imagen, donde me costó mucho poderme
encontrar reflejada. No sólo por mi propio proceso interno sino también
porque los factores jugaron en mi contra, haciéndomelo más difícil.
Soy lo que soy
Pero siempre hay alguien. Siempre hay una persona con la que puedes hablar. Para mí, esa persona fue mi profesora de educación física.
Yo intuía que le gustaban las mujeres y, sobre los 16 años, comencé a
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conversar con ella. Recuerdo que un día me dijo: “Mariana, lo tuyo es
cuestión de tiempo, nada más. Llegarás al punto en que lo tendrás claro
y lo vivirás tranquilamente”. Yo jugaba con estas ambigüedades de “me
pasa esto pero luego salgo con Jorge” y, con excepción del terapeuta homófobo, ella era la única persona con la que podía conversar acerca de
mis sentimientos. Para mí, ha sido alguien muy, muy importante. Cada
vez que viajo a Argentina quedo con ella y nunca dejo de felicitarla el día
de su cumpleaños. No es para menos. Fue la isla donde reposar el mar de
soledad que me acompañó durante toda mi adolescencia.
La otra islita, un poco más lejana pero no por eso menos esperanzadora, fue la cantante Sandra Mihanovich. Al finales de los 80, este
icono de la televisión e hija de la periodista más importante y famosa de
Argentina, salió del armario con su pareja, otra cantante llamada Celeste
Carvallo. Para muchas de nosotras esto fue muy valioso, tenías la posibilidad de verte en alguien, alguien que además era valiente y se sentía
feliz con su amor. Recuerdo que tenía una canción preciosa, “Soy lo que
soy”, una adaptación de la letra de Frank Sinatra “I am what I am”. Con
su voz sincera cantaba
“No tengo que dar excusas por eso.
A nadie hago mal y el sol sale igual
para mí y para ellos.
Tenemos una sola vida sin retorno,
por qué no vivir como de verdad somos.
No quiero fingir, no voy a mentir.
Yo soy lo que soy.”
Una expresión literal, alta y clara, de lo que muchas queríamos
gritar para romper este espeso y negro silencio que nos ahogaba. Una
canción hecha himno que ponía voz al amor censurado e invisible. Y es
que yo jamás tuve ni siquiera un libro, una película o algo que hablara de
personas como yo, de mujeres a las que les pasaran las cosas que me estaban pasando a mí. Esa falta de referentes en el alrededor, en lo cotidiano,
en lo más próximo; en el arte, en la cultura, en la literatura, en el cine, en
la televisión o en otros medios de comunicación, hizo que muchas de las
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Afrodita ha llenado mi corazón
personas de mi generación viviéramos procesos muy solitarios.
Estos fueron los finos pilares iniciales desde los que yo arranqué
para comenzar a construirme, no sin bastante dificultad.
De las cuatro paredes al ambiente lésbico
Yo me movía mucho dentro del mundo del deporte, así que no
es de extrañar que conociera a mi primera pareja jugando al pádel, que
entonces era muy popular en Argentina. Ella, Stella, era una mujer 20
años mayor, una persona que había vivido la dictadura y la persecución
política. La represión, no sólo política sino también familiar, la habían
marcado y formaba parte intrínseca de su guión de vida. La diferencia
generacional y, sobre todo, su historia personal, hicieron que los dos años
juntas fueran muy bonitos aunque estuvieran limitados a una relación
entre cuatro paredes. Todo estaba condicionado a no hablar con nadie,
que nadie supiera, que nadie se enterara, que nadie se diera cuenta en
ningún lugar.
El tema de la invisibilidad, de permanecer en el armario, fue complicado para mí. Era una contradicción absoluta y total. Mentir en casa
y mentir fuera. Vivir siempre de esa manera fue asfixiante, pero ella no
estaba dispuesta a vivir de otra forma. Es duro querer a alguien que te entiende pero que no te puede acompañar, que no puede dar los pasos que
tú necesitas para continuar. Las lesbianas de su generación se conocían
en el supermercado, nunca había visto un bar de ambiente. Y teníamos
esa distancia, esa forma diferente de encarar la vida, de procesar nuestra
sexualidad. Ella tenía asumido que quería permanecer en esas cuatro paredes y yo, que tenía 20 años, quería soñar otro futuro.
Y llegó, dos años después, en forma de huracán. Me reencontré, a
mis 23, con Andrea, una antigua compañera de tenis seis años mayor que
yo. Y, claro, yo ya no era la mocosa adolescente ni ella esa chica tan mayor
que admiraba con devoción. Y pudimos mirarnos con otros ojos, con los
del deseo. Y ese fue el momento de decidir: “Ya”. De hablarle al mundo,
como lo hace Serrat,
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Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
“del milagro de existir,
la fortuna de encontrar, la ilusión de vislumbrar, el orgullo de gustar,
la emoción de desnudar, la delicia de encajar,
el alivio de estallar
y derramarse y el amor, el amor…”
Que, para mí, tenía nombre de mujer.
Comenzamos una historia llena de planes compartidos que duró
seis años. Nos compramos la primera casa, luego nos mudamos a otra,
adquirimos nuestro coche e incluso compartimos una experiencia laboral. Vivimos un gran proyecto. Fue uno de los períodos más importantes
y felices de mi vida. El apoyo de Andrea me permitió comenzar a abrirme. Pero la liberación al salir del armario vino acompañada de un alto
coste emocional.
La respuesta y la reacción de mi familia fueron duras. Su respuesta
inicial fue un: “Te vamos a seguir queriendo igual pero no traigas a nadie
a casa”. La traducción de eso fue el alejamiento de mi familia y mi sentimiento de no tenerla. Me fui de casa y mi familia pasó a ser la elegida:
Andrea y mis amigos íntimos. Mi madre es muy creyente, muy católica y
conservadora; de alguna forma esta era y es una cuestión social todavía
muy instalada en Argentina y aun en Buenos Aires. Mi padre es una persona con un círculo social y profesional amplio y, claro, no era fácil. Así
que llegamos al punto de tratar de respetarnos pero estuvimos muchos
años distanciados, muchos. Mi madre hacía un esfuerzo por intentar
acercarse; a mi padre le costaba más. Al final era un quiero y no puedo.
Entendí que también yo había tenido mi proceso y ellos necesitaban el
tiempo para el suyo, pero eso no quitaba que me doliera su respuesta.
En medio de todos esos años conocí el ambiente lésbico de la ciudad. Lo descubrí, como muchas otras cosas, de la mano de Andrea. Y fue
un flash encontrar a gente que sentía como yo, después de esa gran andadura por el desierto que había sido mi adolescencia y mi primera juventud. Habían pocos sitios y menos de mujeres –igual eran 2 o 3 garitos-,
pero la dinámica era muy divertida. Recuerdo ir a un sitio que se llamaba
37
Afrodita ha llenado mi corazón
Sitges. No era sólo un pub de fin de semana sino que siempre hacían algo,
era un espacio de encuentro. Los domingos tocaba el cantobar (karaoke),
las chicas quedábamos para jugar al fútbol primero y luego íbamos allí a
darlo todo cantando.
Teníamos un círculo, pero aun así seguía siendo un círculo cerrado.
Creo que es una cosa que suele pasarnos a las lesbianas. Compartíamos
casi todos los espacios, los amigos, la casa, el trabajo y yo, además, en ese
momento sentía que no tenía otra familia. Todo eso fue dejando sin aire
nuestra relación. Estar tan, tan, tan cerradas y juntas. Y, claro, acabamos
“ahogadas”. Era mucho lo construido y, después de todo lo vivido, vino el
final con una separación de bienes donde acabamos discutiendo por una
filmadora. Fue duro ver como la pareja acabó siendo uno, admitir que
ella ya no envejecería al otro lado de mi cama.
Ese viaje me cambió la vida
A los 8 meses de separarme de Andrea, y luego de pasar un proceso de profundo dolor y de terapia, me calcé la mochilla y volé a recorrer la
vieja Europa durante dos meses. Hacía tiempo, todavía juntas, nos habíamos planteado hacer ese viaje. Así que pensé en porqué no hacerlo igual,
yo sola. Era el año 2000 y estaba apunto de llegar a mis treinta. La vida
conocida hasta ahora ya no existía, el proyecto de familia e hijos imaginado se había desdibujado y salir a otro lugar fue como abrir una venda
después de meses de caminar a ciegas.
Ver Europa en general y España en particular hizo plantearme
muchas cosas. Levantar y abrir la cabeza y el corazón, preguntarme sobre mis necesidades y las inercias que llevaba tiempo sin cuestionar. Yo
tenía un trabajo increíble en Buenos Aires, trabajaba como directiva en
el sector financiero y ganaba más dinero del que podía gastar. Pero venir
aquí, y sola, fue muy fuerte. Ese viaje me cambió la vida.
Me acuerdo que entré al continente europeo por Madrid. El plan
era albergue y mochila, con lo que fui conociendo a otras muchas personas que viajaban solas: una japonesa, una alemana, una china... Pero
el segundo o tercer día me abrí del grupete, les dije: “chicas, hoy tengo
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Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
una excursión aparte”. Tomé el metro dirección Chueca y, mientras iba
subiendo las escaleras mecánicas que me llevarían al centro del barrio
LGTB por excelencia, sentía que estaba entrando a otro mundo, a otro
planeta. ¡Y flipé! Me moría, no podía creer que la gente viviera con esta
libertad, caminando de la mano, entrando en esos garitos. La sensación
fue indescriptible.
El viaje continuaba por Francia, no sin antes hacer una parada en
Barcelona. Quedándome sólo 24 horas en la ciudad condal quise conocer
Sitges, después de todo me recordaba a las noches de cantobar de mi tierra. Fui a pasar el día allí y lo hice con un brasileño que conocí en el albergue y que se había enganchado a mí. Al llegar en el tren y adentrarme
en el pueblo sentía como si estuviese en una película ambientada en San
Francisco, nunca me había imaginado que esto se pudiera vivir así. Tanta
fue la emoción y las ganas de conocer más, que tras regresar a Barcelona
y dejar al brasileño, volví sola a Sitges por la noche.
Y en aquella aventura de trenes para arriba y trenes para abajo, en
esas poco menos que seis horas nocturnas, conocí a una persona que luego se ha convertido en la persona más especial de mí vida. Así es la existencia, llena de rincones donde las casualidades/causalidades ocurren y
te ponen el mundo del revés.
Yo iba con el plano de los lugares de ambiente, todavía alucinada
de que existiera un sitio en el planeta tierra en el que te repartieran este
tipo de “mapa del tesoro”. Andaba preguntando por los sitios de chicas
y, de pronto, me recomiendan un karaoke. No me lo podía creer, estaba
en Sitges y me iba a un cantobar, parecía que Buenos Aires no me abandonaba.
Pero el lugar era bien diferente del que estaba al otro lado del charco. Una casa con un cartel en la puerta que ponía “Karaoke” escrito a
mano. La cosa más curiosa que había visto en mi vida. Pero, claro, la
curiosidad es todo un motor de movimiento y entré. Había una mujer
mayor en la barra que estaba cogida a un micro y, como si se le fuera la
vida en ello, cantaba emocionada. Todo muy surrealista, digno de una
peli de Almodóvar. Pero no era la única disfrutando del espectáculo,
me acompañaban dos jóvenes sentadas al lado de la barra que también
se preguntaban qué estaban haciendo allí. Y esa complicidad que una
39
Afrodita ha llenado mi corazón
encuentra en las situaciones más bizarras nos animó a pasar la noche
juntas, de copas y de bailes, ya alejadas de la cantora amateur. Y, como
a Sabina, “nos dieron las diez y las once, las doces y la una y las dos y las
tres”, pero sin que al final la luna nos encontrara desnudas. Nos dijimos
un adiós que más bien fue un “hasta pronto” y el correo electrónico permitió el reencuentro un año después.
Así fue como este viaje se convirtió en el inicio del proceso migratorio y en la continuación del proceso identitario.
El proceso migratorio
La salida: El último que apague la luz
Volví a Buenos Aires con la sensación de cuestionarme muchas
cosas. La vida que llevaba y la que quería llevar. Una rutina laboral absorbente estaba separándome de mis deseos y el viaje me hizo despertar
de la inercia autómata para saltar de nuevo a la vida.
Nada importante me ataba a mi ciudad y sentía que quería vivir de
otra manera. Entonces comencé a soñar la idea de estar una temporada
en el extranjero.
Pero desde que imaginé esta posibilidad hasta que pudo materializarse en un visado de estudiante, el camino fue largo y costoso. Conseguir los papeles en el momento de éxodo masivo del 2001 fue complicado.
Argentina estaba asediada por una crisis económica increíble, el cambio
de gobierno pintaba mal y terminó peor, y miles de personas querían
salir del país. Ciudades enteras veían despedir a toda una generación, un
número significativo de personas de entre 20 y 30 años traspasaron las
fronteras buscando una salida. La sensación era de que “el último que
apague la luz”.
Yo era una persona privilegiada, tenía un buen trabajo y mis circunstancias eran otras. Esto me generaba una contradicción muy dura.
Por una parte, un sentimiento de culpa, de abandonar el barco, la gente
40
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
y las causas con las que estaba comprometida. Por otra, la necesidad de
respirar, de encontrar el aire que me faltaba como lesbiana en un entorno
tan cerrado. Quería vivir mi identidad de otra manera. Además, quería
un estilo de vida diferente al que tenía, una calidad de vida que una gran
capital no me ofrecía. En Buenos Aires para ir a trabajar había llegado a
esperar 9 metros para poder subir a uno y estaba harta de eso.
Cuando me planteé migrar, tenía claro que quería venir con un
proyecto que diera sentido a mi estancia. Y pensé que ampliar mi formación podía ser una buena opción. Yo había hecho la carrera de Ciencias
Políticas, pero la terminé “como pude” porque estudiaba en la época en la
que me fui de casa. Vivía con Andrea, ella era docente y eso en Argentina significa cobrar una miseria; así que nos manteníamos prácticamente
con mi sueldo. Trabajaba de unas 10 a 12 horas diarias y compaginarlo
con el final de la carrera me costó mucho. Tenía la sensación de haber
tenido que crecer muy rápido: asumir responsabilidades, vivir con la pareja, trabajar, estudiar,… Y ahora se abría la posibilidad de volver a las
aulas de otra forma.
Pero las cosas no eran tan fáciles y conseguir el visado de estudiante fue toda una aventura. Había que hacer colas, colas y más colas
de horas y horas. Dormir en la calle para tener numerito a la mañana
siguiente, poner una caja de chocolates en el sobre con tus documentos
para agilizar los trámites… Al mismo tiempo que solicitaba los documentos para estudiar en Valencia tenía que tramitar mi visado y, entre
papeles y largas esperas, me pasé más de medio año.
La llegada: Eres nadie
Llegué a Valencia un 4 de octubre de 2001, con la mochila preparada para comenzar mi Máster en Recursos Humanos en la Universidad
de Valencia. Como soy muy organizada, había pedido una excedencia en
el trabajo por un año, había alquilado mi piso de Buenos Aires y lo había
dejado todo listo para mi regreso. Lo peor que me podía pasar era que,
al cabo de un año, volviera a mi vida con un título de “Máster” bajo el
brazo.
41
Afrodita ha llenado mi corazón
Al mes de llegar me reencontré con Mª José, la persona que conocí
esa nit màgica de Sitges y que había sido uno de los contactos que facilitaron mi salto al otro lado del charco. Ella era vasca y en ese momento vivía en Vitoria. Así que comenzamos una relación a distancia con mucha
ilusión y la ayuda del Bilman Bus. A los nueve meses del deseo nació la
necesidad de acortar distancias y pensamos que, entre Vitoria y Buenos
Aires, Valencia parecía un buen sitio para arrancar nuestra vida en común. Pero durante todo ese año muchas cosas cambiaron. Y fue el amor
de Mª José lo que me permitió afrontar la nueva situación.
Y es que dos meses después de aterrizar en Valencia, de eso hace
ahora ya diez años, sucedió lo inimaginable. Y ni toda mi previsión ni
toda mi organización sirvieron para prepararme para el 2 de diciembre
de 2001. La fecha la tenemos los argentinos marcada a fuego en la memoria colectiva, recordándonos que las cosas pueden desaparecer de la noche a la mañana. Era un 2 de diciembre y nadie lo esperaba. Fui al cajero
automático y resulta que no pude sacar dinero. Era un 2 de diciembre y
cayó el corralito. Lo perdí todo: todos mis ahorros. Unos 5 millones de
pesetas que, poco o mucho, me habían costado toda mi vida reunirlos.
Estaba estudiando un máster que acababa de comenzar, compartiendo un piso en una ciudad a miles de kilómetros de casa y mi seguridad económica se había evaporado. Por suerte, uno de los requisitos del
visado había sido abrir una cuenta en España con cinco mil euros. Con
eso, un poco de ayuda paterna y el gran apoyo en todos los sentidos de
Mª José, pude pasar el año.
Haciendo repaso, en mi primer aniversario como migrante me encontraba comenzando la convivencia con mi pareja en Valencia, con un
máster terminado, con una visa de estudiante a punto de caducar y sin
un euro en mi cuenta corriente.
Lo urgente era resolver el tema de los papeles, con lo que estiré
el visado por un año más apuntándome a un segundo máster. Es decir,
pagué el papelito que me permitía estar en España con una matrícula de
estudios de postgrado aunque sin permiso para trabajar y me pregunté
quién se estaba aprovechando de la situación ¿la migrante o el sistema? A
este segundo máster casi no acudía, a fin de cuentas había sido un medio
para permanecer en el país más que un interés académico real.
42
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
Mi verdadera prioridad era conseguir un trabajo. Yo tenía una
abuela española, con lo que si conseguía la tarjeta de residente en un año
podía pedir la nacionalidad. Mi objetivo era, pues, tener un trabajo que
me permitiera presentar los papeles en la delegación de gobierno para comenzar a tramitar la tarjeta y el NIE. Es decir, papelitos y más papelitos
que regularizaran mi situación como ciudadana.
Venía de Argentina con un currículum muy bueno: había ocupado
cargos de dirección en una gran empresa bancaria reconocida en cualquier parte del mundo, hablaba idiomas y tenía títulos académicos. Pero
resulta que eres nadie y, además, no tienes permiso para trabajar.
Aunque contaba con un as debajo de la manga para ganarle la partida a la impotencia. Tenía el gran apoyo de la persona que me quería
y que yo quería. Y como en la canción de Sabina que hicimos nuestra,
desafiamos juntas el oleaje como peces de ciudad…
“Desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va ligero de equipaje
sobre un cascarón de nuez…
mi corazón de viaje.”
Y con eso se siente una fuerza tremenda que te permite seguir para
adelante y comenzar de nuevo. Y a mí me permitió enfrentarme a un
nuevo inicio, como muchos otros estaban teniendo que hacerlo tanto
aquí como en mi tierra. Así que me planteé que con 30 años, salud y dos
manos; lo iba a conseguir sí o sí.
Sentís la impronta
Llevaba seis meses empapelando Valencia con mi currículum, ¡si
no presenté 300 no presenté ninguno! No había forma de que alguien se
interesara en contratar a una argentina con visa de estudiante. Con toda
esta experiencia comprendí lo difícil que era, en aquel momento y en
aquel contexto, dar trabajo a una extranjera. Había que rellenar seiscien43
Afrodita ha llenado mi corazón
tos papeles, realizar trámites y pagar tasas para contratar a una persona
como yo. La cantidad de burocracia que teníamos que pasar ellos y yo
para poder trabajar era horrible. Además, en aquellos años estaba todo
muy saturado, el flujo de la migración de la gente era enorme y había una
tensión social entre ellos/nosotros que era muy difícil.
En eso estoy cuando una amiga del Máster me comenta que, tal
vez, un chico podía ayudarme con el trámite de los papeles de trabajo.
Así que fui a verle hasta Paiporta, un pueblo cercano a la capital. Pero,
como siempre pasaba, al final el pibe se echó para atrás. Ese día estaba
diluviando, estábamos pasando gota fría, y yo volvía en el tren de regreso
a Valencia. Estaba fatal, muy frustrada y empapada de arriba a abajo.
Entonces recordé que me habían dado el contacto de la directora
del callcenter de Bancaja. Yo ya les había escrito solicitando trabajo y me
habían respondido una de esas cartas amables e impersonales sugiriéndome que me dirigiera al Servef. Y, con la determinación de momentos
tan críticos como ese, me dirigí a las oficinas centrales de Bancaja.
No era la primera vez que había intentado hablar con la responsable del callcenter, el problema era que los de seguridad nunca me dejaban
pasar de la puerta. Pero la casualidad quiso que ese día, que no paraba de
llover, los porteros de la oficina bancaria estuvieran atareados ayudando
al ir y venir de paraguas y personas mojadas. Y me pude colar por las
escaleras sin que nadie me lo impidiera.
Subí hasta donde estaban las oficinas del callcenter y abrí la puerta
para encontrarme con una sala llena de chicos y chicas pegados al teléfono. Estaba empapada de arriba a abajo, un desastre. Si me hubiese parado
a pensar en el qué dirán, no habría pasado de la entrada; pero fue uno de
esos momentos en que sentís la impronta y simplemente actúas. Y pasé
todas las seguridades del banco, todas.
Yo iba preguntando por Laura Granados y las personas, que estaban hablando por teléfono, me hacían señales indicándome el camino
hasta que llegué a un despachito donde estaba ella también al teléfono.
Cuando colgó puse un pie en su oficina, le di la mano y comencé a hablar
durante más de 10 minutos seguidos, sin parar. Le expliqué mi situación
y le pedí que me diera una oportunidad de trabajo, de cualquier cosa.
Ella me advertía: “mira que aquí trabajamos las 24 horas, los 7 días de
44
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
la semana, los 365 días del año”. Mientras, recuerdo que yo no paraba
de decir: “qué necesitas, cuándo puedo empezar, puedo comenzar hoy
mismo”; como una autómata, una y otra vez. Cuando terminamos la conversación, me prometió que me llamaría en 48 horas y así fue. Comencé
a los treinta días, después de otro peregrinaje de ventanillas y mil pasos
de burocracia para tramitar el alta del permiso de trabajo. Empecé como
agente telefónico e hice de todo: tardes, noches, servientrada, bolsa, soporte de la página web, atender en inglés,… Lo que hiciera falta. Y la
gente se portó increíble conmigo.
Le tengo que agradecer mucho a este primer trabajo y al grupo
de gente que me dio la oportunidad. Me permitió obtener ese papel que
cambia toda tu vida aquí, ese papel que cambia tu condición de migrante
a ciudadana con plenos derechos.
Cambios en el proceso identitario
Del amor a la amistad: siento que puedo compartir su vida y su
felicidad y ella la mía
Mª José ha sido la persona más especial de mi vida. Desde los primeros momentos del viaje migratorio, ella se convirtió en el principal
apoyo y motivo de seguir aquí. Estuvimos cuatro años juntas. Con más
que con ninguna otra pareja antes, es con ella con quien ilusioné/soñé
la posibilidad de ampliar la familia y lo planteamos desde un lugar de
deseo y proyecto compartido. Coincidió también con un contexto que,
por fin, permitía esta posibilidad a dos mujeres. Fueron los años previos
a la aprobación de la Ley del Matrimonio entre personas del mismo sexo
en España y desde los colectivos se comenzaban a celebrar Jornadas de
Familias Homoparentales. Nosotras comenzamos a informarnos sobre
el tema y a participar en este tipo de encuentros, pero nuestra crisis de
pareja y la posterior separación truncaron esta posibilidad. La ruptura
fue muy dolorosa y necesitamos otros cuatro años para poder volver a
45
Afrodita ha llenado mi corazón
estar cada una en la vida de la otra. Afortunadamente, con mucha voluntad, y con un trabajo por parte de las dos, actualmente Mª José continúa
estando en mi vida.
Tomarnos un tiempo de distancia para cambiar prismas y hacer
el proceso de duelo ha sido fundamental para que esto se pudiera dar.
Para poder acercarnos desde un lugar diferente y ubicar en un lugar diferente a la otra. Me siento afortunada de saber que las personas que han
sido parte importante de mi familia, hoy lo continúan siendo aunque sea
desde otro lugar. De hecho, los pilares más importantes que tengo en esta
vida son mis ex-parejas.
Esto es algo muy bonito y creo que lo heredé de mis padres. Ellos
se separaron cuando yo tenía seis años, pero han mantenido siempre una
relación muy estrecha y muy sana. Pese a construir nuevas familias, no
han dejado de seguir muy vinculados a la familia más extensa. Se necesitaron años, no se hizo de un día para otro, pero hoy somos capaces de
celebrar las navidades o un cumpleaños todos juntos: mi madre, su marido, mi padre, su mujer, mi hermana, mis hermanos de los nuevos matrimonios de mis padres y mis abuelos. A veces las relaciones de pareja han
podido no funcionar pero si tú has querido y te han querido bien, por
qué no seguir compartiendo desde un lugar diferente si las dos personas
tienen voluntad e ilusión de seguir haciéndolo.
Mª José y yo hemos tenido la suerte, las ganas y la capacidad de
currarnos una relación diferente, de amistad. De volver a elegirnos y a
tenernos como familia afectiva. Cuando se da esto es fantástico, siento
que puedo compartir su vida y su felicidad, y ella puede compartir la mía.
Cuando ese camino se puede hacer, logras un crecimiento personal muy
especial.
El activismo: Me va la vida en ello
Mi entrada en el colectivo Lambda de lesbianas, gays, transexuales
y bisexuales se produjo al año de estar aquí. Para mí fue muy importante,
siempre lo digo y lo resalto. Aparte de María José, que era mi familia, yo
no tenía amigas ni amigos cuando llegué. Y Lambda me permitió, ade46
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
más de crecer como activista, encontrar esa piña, ese grupo de amigas y
compañeras que ha sido hasta hoy el núcleo de gente con la que convivo.
En el colectivo he descubierto un espacio de socialización entre
iguales pero diversas, he encontrado referentes, personas a las que quiero
y admiro, y he sentido la necesidad de comprometerme personalmente
por las causas políticas y las reivindicaciones del movimiento LGTB.
Mi vida, en estos últimos años, tiene un sentido diferente desde
que vivo el activismo de esta forma y creo que soy una privilegiada por
eso. Hay personas que pasan por la vida sin hallar algo que les motive y
en mi caso lo he podido encontrar a través de una causa que, además,
es la mía y de mucha gente que quiero. Es muy especial para mí. Tengo
la sensación, como diría Silvio Rodríguez, de que hoy como proyecto y
posibilidad de aporte personal, me va la vida en ello.
En este sentido, el activismo va más allá del espacio del colectivo.
Trabajo como jefa de servicio en un callcenter donde somos 600 personas
en plantilla. El hecho de ser visible, de no ocultar mi orientación sexual,
esa actitud de apertura y “normalidad”, unido al buen clima de trabajo
que tenemos, también ha influido en la actitud del resto de compañeros y
compañeras. Todo el mundo lo acepta tranquilamente y el lugar de trabajo se ha transformado en un espacio de inclusión de la diversidad.
La familia: La distancia que nos ha unido
El proceso identitario ha venido acompañado de la aceptación, primero por mi parte y, posteriormente, por parte de las personas a las que
quiero. En el caso de mi familia, ha sido la distancia de estos años y de
estos kilómetros lo que más nos ha unido. Nos ha permitido encontrarnos desde lugares diferentes.
Ahora hemos traspasado la frontera del respeto para llegar al reconocimiento del lugar de la otra y el otro. Nos encontramos mucho más
cerca y no sé si hubiésemos sido capaces de hacerlo y de lograrlo si me hubiese quedado en Buenos Aires. Es verdad que, por momentos, tenemos
una relación muy distante y que todavía hay cosas que siguen sin entenderse o compartirse. Pero se respeta y acompaña desde otros lugares.
47
Afrodita ha llenado mi corazón
Creo que las distancias permiten la posibilidad de relativizar, de
tomar perspectiva. Te dan la posibilidad de cambiar las gafas. Sacarte
las de cerca y ponerte las de lejos. Esto es un cambio de perspectiva y de
mirada que deja que te centres en lo que prima, que es el cariño. Al final,
han aceptado, conocido e integrado a mis parejas y yo, por esa parte,
estoy muy contenta.
Punto y seguido
Dentro de otros diez años podríamos continuar añadiendo párrafos a este relato. Tal vez otros acontecimientos pasarían a ser más relevantes y algunas de las historias actuales serían simples anécdotas sin
trascendencia. Quizás otras personas ocuparán papeles protagonistas en
esta historia y algunos nombres dejarían de nombrarse.
El proceso migratorio y el proceso identitario no tienen nunca un
punto final. Pero puedo afirmar que, a lo largo de la década que llevo
aquí, he podido asentar las bases para vivir completamente integrada a
orillas del Mediterráneo.
Estoy muy contenta, muy feliz en esta ciudad. Puede que no gane el
dinero que ganaba en Buenos Aires, pero aquí estoy a cinco minutos en
bicicleta del trabajo y no tengo que llevar traje a la oficina; y eso, para mí,
es calidad de vida. Mi orientación sexual la vivo con total libertad y siento que existe una gran aceptación social en comparación con la que se
vive en Argentina. El colectivo Lambda me permite, día a día, aportar mi
granito de arena a una causa que considero fundamental para la felicidad
de las personas: la de la libertad de elección a la hora de amar. Además,
tengo el mar a dos pasos y la mochila de viaje siempre lista y preparada.
¿Qué más puedo desear?
Se me ocurren algunas cosas, pero esa historia tendrá que esperar.
48
COLOMBIA. ESTA ES LA HISTORIA DE MI VIDA
La historia de Nubia
COLOMBIA
Introducción de Jorge Hernández
La situación de las personas lesbianas, gays, trans y bisexuales (en
adelante, “personas LGTB”) en Colombia es bastante ambigua ya que en
algunos aspectos tienen avances pioneros en el panorama sudamericano
y en cambio, contemplando otras aristas, la coyuntura es muy grave.
La implantación de varias políticas públicas, que se materializan
entre otras medidas, en la creación de varios Centros Comunitarios
LGTB en las ciudades de Bogotá, y Medellín, es pionera. Además, en Colombia se permite que las personas homosexuales ingresen a las fuerzas
armadas abiertamente (EEUU implantó esta medida hace menos de un
año); otro aspecto positivo de su ambiente social y cultural es que la edad
de consentimiento en las relaciones sexuales es la misma para parejas
heterosexuales y para parejas homosexuales, catorce años. Sin embargo,
como iremos desgranando a continuación, la realidad no es tan halagüeña.
A nivel legal, gracias a varios fallos de la Corte Constitucional los
derechos del colectivo LGTB en Colombia están más avanzados que en el
promedio de los países con características similares geográficas y socioculturales. Mostramos un breve esquema cronológico de sus avances legislativos en los últimos años:
• En 1980 se despenalizó la realización de actos homosexuales.
• En 1991 se incluyeron en la nueva constitución varias provisiones
como el Derecho a la Igualdad, el principio constitucional del Pluralis-
53
Afrodita ha llenado mi corazón
mo y el Derecho al Libre Desarrollo de la Personalidad.
• En el año 2000 se estableció una norma que agrava la pena cuando se verifique que el delito fue motivado por la orientación sexual o la
identidad de género de la víctima.
• En 2001 se reconoció por primera vez el Derecho de Visita Íntima
de una pareja del mismo sexo en una cárcel. En 2003 este derecho se hizo
extensible a todas las parejas LGTB.
• En 2007 se aprobó la Unión Marital de Hecho entre homosexuales y algunos Derechos Patrimoniales, así como se permitió la afiliación
conjunta en la Seguridad Social.
• En 2008 las parejas de hecho de homosexuales pueden acceder a
la pensión del sobreviviente.
• En 2009 se produjeron grandes cambios, dejando a las uniones
civiles del mismo sexo muy aproximadas al matrimonio heterosexual.
Excepto la adopción, solo a nivel individual para éstas.
En 2010 se debatió pródigamente sobre el matrimonio en igualdad
de condiciones y terminología para las parejas del mismo sexo tras un recurso de inconstitucionalidad de la actual definición. El debate concluyó
movilizando muchos esfuerzos y las mentes de parlamentarios, periodistas, ciudadanos y finalmente no hubo valor suficiente para cambiar pero
si que sentó un precedente que cuando vuelva a aflorar el tema, servirá
como sustrato para la consecución. Destacar la ausencia del derecho a la
adopción entre parejas del mismo sexo, imprescindible para la igualdad.
En lo referente al tema del presente libro, las mujeres lesbianas,
se afirma que no son consideradas ni en las políticas públicas, ni en las
reivindicaciones que hacen los movimientos por el reconocimiento de los
derechos de las mujeres. La orientación sexual y la identidad de género
son factores que añaden una categoría de exclusión y discriminación a
las mujeres lesbianas, bisexuales y transexuales. El goce de los derechos
ciudadanos, ya de por sí con restringido acceso e inequitativo reconocimiento a las mujeres, se ve más limitado cuando se trata de mujeres
lesbianas y bisexuales o de mujeres que no construyen su imagen e identidad de género según los estereotipos culturales de lo femenino, o mujeres transexuales.
Las mujeres lesbianas y las bisexuales, conviviendo con mujeres,
54
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
sufren persecución; muchas son obligadas a desplazarse de sus lugares de
origen, y existen reportes de violaciones sexuales, mutilaciones y muertes. Además en su entorno laboral deben enfrentar acoso sexual y acoso
laboral. Se ven obligadas, bajo el temor de perder el empleo, a llevar una
doble vida y a mantener una imagen externa de heterosexualidad. Cuando son despedidas, no tienen un recurso legal al cual acudir para que les
sea indemnizado el daño, la única respuesta que da la ley colombiana
ante el despido injusto es el reintegro. La discriminación por orientación
sexual o identidad de género no está contemplada como delito en el ordenamiento legal del país.
Los crímenes cometidos contra mujeres lesbianas, bisexuales y
trans, van desde ataques verbales hasta físicos y no se registran como
crímenes de odio. La razón más recurrida al momento de tratar de explicar los móviles de estos hechos es que se trata crímenes pasionales o
de venganzas entre personas de la misma categoría, nunca se plantea la
posibilidad de que pueda responder a acciones de grupos de “limpieza
social” que realizan, entre otros, el grupo Águila Negra.
La atención en salud a las mujeres lesbianas, bisexuales y trans desconoce las características de sus prácticas sexuales, existen altos niveles
de ignorancia y prejuicio por parte de los prestadores de servicios de salud y esto genera mala atención y, no pocas veces, exclusión y aumenta las
situaciones de riesgo a enfermedades como el cáncer ya que las mujeres
prefieren abstenerse de acudir a realizarse sus controles médicos.
La violencia intrafamiliar en parejas del mismo sexo casi nunca es
atendida y cuando se realiza, es registrada como un asunto del ámbito
del derecho penal y se aplica el criterio de que en caso de agresión física
debe manejarse como lesiones personales. Los organismos del Estado no
aplican ninguna de las medidas que la ley prevé para los casos de violencia intrafamiliar cuando quienes están implicadas son mujeres lesbianas,
bisexuales y trans.
Existe una práctica indiscriminada de represión contra las mujeres
lesbianas que crean vínculos afectivos, y que las consecuencias emocionales para estas mujeres en contextos carcelarios, ya de por sí represivos,
son nefastas. Se han documentado casos donde han sido incluso aisladas
en calabozos por hacer evidente su orientación sexual y tener una vida
55
Afrodita ha llenado mi corazón
afectiva en pareja.
El abuso policial dirigido a las mujeres lesbianas se presenta inicialmente como acoso sexual por parte de los hombres: éstos se burlan
y banalizan sus relaciones afectivas, y las convierten a ellas en objetos
sexuales. Este acoso es justificado por la sociedad machista, e incluso
puede llegar a ser alentado con manifestaciones violentas de la comunidad. En este contexto, las mujeres lesbianas se sienten amenazadas, no
pueden expresarse libremente y tienden a hacerse invisibles: temen ser
objeto de actos de violencia sexual aún más graves que el acoso. Esa invisibilización lleva entonces a las mujeres a abstenerse de denunciar por
el temor a ser revictimizadas. Así, su vulnerabilidad se perpetúa en un
estado extremo
Para finalizar la introducción a este relato no se puede evitar mencionar algunas conclusiones generales sobre Colombia: como que la bisexualidad es bastante desconocida, que al hablar de vulneración de los
Derechos Humanos se llega a hablar de homicidios hacia personas LGTB
y sus defensores, y que urge que el Estado colombiano observe y registre
los casos de discriminaciones y violencias contra el colectivo LGTB y
que realice intervenciones claras en estos casos e implemente acciones de
prevención, sumándose a las que ya está llevando a cabo.
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COLOMBIA. ESTA ES LA HISTORIA DE MI VIDA
La historia de Nubia
Relato elaborado por Nubia Sánchez, Flores Higueras y Lidón Moliner
Ilustración de Roberto Campillo Romero
Soy yo y mis valores
Cuando nacemos no podemos saber lo que nos tiene reservada la
vida. No hemos podido elegir a nuestra familia, ni el lugar donde vamos
a crecer y a impregnarnos de valores que, de alguna manera, diseñarán
y determinarán nuestra conducta. No podemos elegir nuestro sexo ni
nuestra orientación sexual. Lo que sí podemos es aprender a vivir con la
conciencia de aquello que necesitamos y aquello por lo queremos existir.
Esta es mi lucha desde que empecé a tomar conciencia de mi “yo”, de mi
situación “especial”. Me llamo Nubia. Nací el día de San Antonio, el 13
de junio de 1968, en la ciudad de Buga, Colombia. Los que me conocen
dicen que soy temperamental, que cambio de genio, pero yo me siento
siempre la misma, igual. Soy una persona a la que le gusta que la valoren,
me gusta valorar y ayudar, pero si alguna vez tengo que decir alguna
mentira por el bien de alguien, lo hago. Me gusta darlo todo y que me den
a mí también pero con sinceridad, no con falsedad. Tengo muy claro que
primero es la familia, y después los que sí son verdaderamente amigo
57
Afrodita ha llenado mi corazón
Amalgama de sentimientos: Mi infancia
En Colombia la mentalidad está muy imbuida por lo tradicional y
lo religioso. Es como si estuviese establecido lo que uno puede sentir y lo
que no, todo el mundo lo acepta y encauza su sensibilidad a que se cumpla esta máxima. Crecí en este contexto. Cuando era pequeña recuerdo
vivir una amalgama de sentimientos de alegría y tristeza. Mi padre se
fue de la casa, nos abandonó. Mi madre tenía una enfermedad mental,
y cuando él venía a casa la golpeaba. A mí me tocaba vivirlo día tras día
y, tal vez, todo eso se quedó dentro de mí. Mis hermanos, los mayores,
luchaban por sacarnos a delante. Vivimos situaciones en las que una pasa
mucha necesidad y falta de cariño. Mi infancia no fue nada agradable.
Me gustaba ir a la escuela para huir de todo lo que pasaba en casa. Era
como una válvula de escape. En esa época los maestros eran muy estrictos, no me ayudaron nada, aunque tengo que decir que nunca desvelé mi
orientación sexual, me cerré mucho en mí misma. Siempre tuve miedo
de que se pudieran enterar. Ni siquiera con mis amigas comenté nunca
nada. Reprimía mis sentimientos porque no sabía cómo reaccionarían
las demás personas. En el camino, ni en la escuela ni en la secundaria, no
encontré a mujeres de mi misma situación. O si las había también estaban silenciadas, estaban muy calladas, como yo. A pesar de ello, cuando
me veía a mí de mayor, pensaba tener un trabajo, ser alguien y tener casa
propia. Pero no me veía ni con hijos ni con familia, aunque sí con una
pareja que fuera mujer. Mi sueño era vivir la vida, disfrutarla.
Me ahogaba
Cuando comencé a tener las primeras percepciones sobre mi sexualidad, a sentir lo que sentía, a ver que era diferente, me ahogaba. Era una
lucha interna que me obligaba a ir contracorriente, y así empecé a negar
mi identidad. Era como un ejercicio de seguridad que, sin embargo, me
hacía sentir que me faltaba el aire y, con él, la vida. Veía el rechazo de la
gente y el de mi familia y esto me hundía aún más. Tengo muchos hermanos pero me crié con cuatro hombres y cuatro mujeres. Las mujeres
58
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
se dieron cuenta, ellas me decían “¿qué pasa algo?”. Me apoyaban, pero
yo nunca les dije lo que sentía. Era callada, no podía comunicar mis sentimientos. Ellas nunca se metieron en mi vida; sin embargo los varones
tenían una actitud más negativa. Ellos tampoco sabían nada en cuanto a
mi orientación sexual, pero se dejaban llevar por las personas con las que
transitaba. En Colombia también tiene gran peso el refrán español de
“dime con quién andas y te diré quién eres”. Ellos ejercían el rol paterno,
te decían con quién tenías que ir y con quién no, lo que podías sentir y lo
que no estaba autorizado. En un momento dado y en un ejercicio de rebeldía ante lo que yo sentía como injusto proceder, uno de ellos me llegó
a pegar. Me llegó a decir que le daba vergüenza decir que era hermano
mío. No lo volví a tratar hasta que, pasado un tiempo, un día borracho
me pidió perdón. A día de hoy mi relación con todos ellos ha cambiado,
me han aceptado como soy a pesar de no haber hablado explícitamente
de mi orientación sexual nunca. Esto ha mejorado mucho mi relación
con ellos y conmigo misma. De hecho, es con este hermano con el que
vine para España. Aun así me gusta estar apartada y vivir mi vida con
arreglo a mis valores y a mis necesidades. Sin embargo es un gran alivio
saber que están cerca y que puedo contar con ellos, con mi familia.
Mis confidentes: Cara y cruz de la moneda
Conforme iba creciendo, iba siendo más consciente de mi situación
y a la vez, sintiendo más y más la necesidad de compartir con alguien este
desasosiego, que me ahogaba. Un día decidí hacer uso del ejercicio de
confesión, aún era muy joven. Cuando le hablé al cura de mi condición
sexual, no supo entenderlo, sólo me dijo que eso era un pecado. Siempre
me metían eso en la cabeza, y yo me preguntaba, si es pecado ¿por qué
nací así?, ¿por qué tengo que sentir lo que siento? Ese día salí de la Iglesia
más desorientada de lo que entré, y desde entonces, siempre digo que soy
creyente, creo en Dios, pero no en un cura, ni en un pastor.
Quedé bastante desorientada y no sabía qué hacer. Pensé mucho,
pensé incluso en quitarme la vida. Produce gran angustia no tener a
quien decirle lo que sientes, no tener a nadie que te oriente… Pero todo
59
Afrodita ha llenado mi corazón
esto cambió y a los diecisiete años pude contarlo. Todas las semanas iba
a acompañar a mi madre al psiquiatra. Ella era enferma mental y yo la
acompañaba cada día a la consulta, incluso entraba con ella. Una tarde el
psiquiatra le dijo a mi madre: “Doña Ana, ¿usted me puede esperar ahí
fuera un momento?”. Yo también me iba a salir, pero me dijo: “Tú no, tú
quédate”. Pensé que quería hablar sobre mi madre, pero entonces se acercó y me dijo: “¿qué es lo que te pasa?”. Yo no le decía nada, pero al final
rompí a llorar, lo saqué todo y le conté. El psiquiatra me preguntó si estaba segura de lo que sentía. Yo le dije que sí. Cuando tenía seis años ya lo
sabía. Ese sentimiento lo llevaba dentro desde siempre. Me dio un buen
consejo: “Si te sientes segura, lo que tienes que hacer es irte de tu casa.
Vivimos en un país que es demasiado cerrado y si la gente es cerrada, tu
familia también es cerrada. No tienes por qué vivir la vida de los demás.
Vive tu vida, vive lo que sientes”. Tenía pensado irme a vivir a Cali, pero
el psiquiatra fue el que me dio el empujón. Él me siguió tratando. Siempre
hablaba conmigo, me preguntaba cómo estaba, me preguntaba cosas de
mi casa, cosas mías, como me sentía. Yo le decía que me sentía bien porque al menos tenía a alguien con quien hablar. Fue la única persona con
la que me abrí y le conté todo lo que sentía. Después de mis visitas nunca
más lo volví a ver.
Los amores que marcaron mi vida
La primera experiencia afectivo-sexual que tuve fue con una prima,
en plena adolescencia. Ella iba a cumplir quince años y yo era dos años
mayor. A pesar de que fue una relación en silencio, cuando sus padres se
enteraron le dijeron que la iban a llevar a un médico porque la homosexualidad era una enfermedad. Eso pasó y punto. Después vino la segunda
mujer. La veía pasar todos los días por delante de mi casa en una moto. A
las siete de la tarde estaba yo como un clavo en ese lugar, hasta que llegó
el día que la conocí. Fue el uno de noviembre. Me acuerdo tanto. Ese día
una amiga y yo fuimos al cementerio a hacer la novena a los difuntos. El
cementerio era muy grande, comenzamos a andar, y tuve la impresión de
que me estaban mirando. Al rato la vi, estaba con su novia pero, no sé
60
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
cómo, me enredé con ella. No le quise decir donde vivía. Siempre la quise
apartar de mi casa por mi madre y mis hermanos. No por miedo a que
me pudiesen regañar o volverme a pegar, sino que era por respeto. Pero
dio la casualidad que la vieron un día porque ella me vino a buscar al
bar. Mira tú por donde, mis hermanos estaban allí. Entonces, ellos, como
si fueran “marujitas”, empezaron a hablar de su condición sexual, de su
conducta indecorosa en público, etc,… Tengo que decir que era conocida
en el pueblo y que estaba “etiquetada”. Un día estábamos en la primera
comunión de mis sobrinos y llegó ella y se me acercó. Mi hermano entró
en cólera y, cuando entramos en la casa, me pegó en la cara. Al otro día
me dijeron que me tenía que ir de la casa. Habían decidido que me tenía
que ir de la casa y yo marché, no podía más.
Cuando fui a Cali empezó mi amor tortuoso. Fue con mi amiga
de la infancia. Estuvimos juntas casi una década. Fueron casi diez años
de infierno. Ahora, echando la vista atrás, aún no puedo entender qué
me pasó. Con ella todo fueron mentiras, engaños,… y maltrato físico
–por supuesto de ella hacia mí. Yo nunca le he levantado la mano a una
mujer. Mi madre me veía golpeada, y me decía: ¿qué le pasó? Siempre me
inventaba excusas. Aguanté mucho. Un día vino a mi trabajo (estando
ya en España) y tras discutir sin acuerdo me golpeó. Llamé a la policía,
pero no vinieron. Como toda persona violenta su conducta posterior era
de arrepentimiento manipulador: se arrodillaba, lloraba, me pedía perdón, asegurando que no volvería a pasar. Yo volvía y caía, una y otra vez,
volvía y caía. Entramos en una simbiosis que nos tragaba. Estábamos
reproduciendo la conducta machista y viciada de muchas parejas heterosexuales tradicionales. Y siguiendo la tradición de estas relaciones, una
de las dos partes siempre sale bastante mal parada. En esta relación fui
yo. Lo perdí todo, los esquemas y hasta la dignidad por mí misma. Caí
muy bajo. Dejé a un lado muchas cosas, como familia, amistades,… ¡por
alguien que no valía la pena!
Pero en medio de esta relación conocí a un gran amor que me abrió
los ojos. Trabajábamos juntas, pero no tomé conciencia de mis sentimientos hasta el último día de trabajo. Fue en el autobús volviendo del trabajo.
Ocurrió, como se suele decir, un amor a primera vista; vamos… ¡un flechazo! Sabía que no iba a volver a verla, así es que me armé de valor y le
61
Afrodita ha llenado mi corazón
dije: “Tengo que contarte algo”. Me daba igual que me pegara un bofetón,
y me dije a Santa Marta o al charco. Una de dos. Le dije lo que sentía. Ella
se quedó mirándome y me dijo: “¿en serio?”. Era nuestro último día de
trabajo pero se nos pidió que, voluntariamente, fuéramos a colaborar al
día siguiente. Y le dije: “Lo único que sé es que si tú mañana vas a trabajar
yo entenderé que quieres algo conmigo”. Al otro día se presentó tarde al
trabajo, pero se presentó. La cita era a las 8 de la mañana y ella llegó a las
10,30. Allá empezó la relación, con ella duré dos años. Fue una relación
muy bonita. Por qué se acabó, no sé, quizá porque ella era muy joven y tal
vez quería experimentar otras cosas. Ella siguió su vida y yo seguí la mía.
Me dolió. A día de hoy tenemos muy buena relación.
El viaje a España: Una se siente muy sola
Viajé a España porque en Colombia me quedé sin trabajo. Con este
viaje también entendía que tenía una oportunidad para darle un cambio
a mí vida. Desprenderme de los lastres que me agobiaban y respirar otros
aires. Ahora hace trece años que estoy aquí. Me vine el 24 de junio de
1998 con mi amor tortuoso. Finalmente no puede desprenderme de esta
losa.
Este proyecto empezó cuando mi hermano el menor me dijo que se
venía a España y que si quería venir con él. En un principio me dio miedo
y pensé que era mejor que se viniera él primero. Mi hermano me enseñó
lo poco y nada que conocí de Pamplona –porque él se tenía que ir a trabajar a pesar de no tener papeles. Fue muy duro. No salía de casa, no conocía a nadie. Me sentí muy sola. Otra vez me ahogaba. Un día estuve tan
desesperada que le dije que me iba a la policía para que me deportaran y
me llevaran a Colombia. Siempre me preguntaba ¿por qué me vine aquí?
Pero lo tenía muy claro, venía a conseguir lo que necesitaba y me iba.
Quería ganar dinero para montar un negocio en Colombia. Aquí tengo
amigas que me dicen que me quede, pero ya son 13 años y tengo ganas de
marchar. Me siento integrada en España, tengo amigos de aquí, y buenos
amigos. Tengo a mis jefes de Pamplona, mucha gente que me conoce, tengo buena relación con gente española. Siempre he dicho que, a mí, aquí
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Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
me ha ido bien en todos los aspectos, menos en cuestión sentimental. He
tenido trabajo y buenas amistades. En Castellón he visto mucho racismo
en el trabajo, más que en Navarra. Hasta el mismo racismo de los valencianos con la propia gente de aquí de España, por ser de otras partes del
país. Me ha tocado verlo y no lo puedo comprender. En otros ámbitos no
he visto racismo. No encontré racismo conmigo, sino que yo veía todo
eso, y lo veía mal hecho. Escuchaba racismo alrededor de la inmigración,
se da un sentimiento de rechazo hacia la población inmigrante, sin embargo observo más tolerancia a hacia la condición sexual de cada persona. Es verdad que en este sentido España es muy diferente a Colombia. A
pesar de todo ello, no tengo perspectivas de quedarme, siempre he tenido
las miras de volver. En estos momentos, ahora mismo ya quisiera volver.
Me falta algo. La tierra me llama, quiero volver otra vez. Si pudiera ahora
mismo me iría. Les dije a mis hermanos que aquí, en estos momentos, la
situación está muy dura para encontrar un trabajo y que quería trabajar
para lograr el pasaje. No lo consigo, pero sigo intentándolo.
Lección de vida
Uno, de joven es muy tonto. Piensa que se va a comer el mundo.
Una siempre se aleja de casa. Yo lo hice por ir detrás de alguien que no
valía la pena. Una lección que me ha dado la vida es que no supe valorar
lo que tenía: a mi familia. Y ahora, después de perder lo que una pierde…
¡ya no hay nada que hacer! Es vivir con ello. Lo fuerte de todo es que una
lo ve venir; pero una sigue ciega, sin saber valorar lo que Dios me había
dado. He perdido los tres pilares más importantes de mi vida, ya no está
ninguna de ellas: ni mis dos hermanas ni mi madre. A quienes verdaderamente quise ya murieron.
Y ahora qué…
Ahora me siento más fuerte, más independiente. Reivindico mi
condición de mujer y mi orientación sexual. He aprendido que he de res63
Afrodita ha llenado mi corazón
petarme y quererme a mí misma. He comprendido que éste es un buen
antídoto para “resistir” en un mundo hecho y conducido por unos pocos
que no miran ni respetan a la individualidad ni la diferencia. Una tiene
que aprender que tiene el derecho a dirigir su propia vida, pues esto es lo
que nos da la dignidad moral de nuestra existencia. Es por ello, y entre
otras cosas, que no me he planteado tener hijos. Me gustan mucho los
niños, pero no los míos. No me veo como madre. Tengo veintipico sobrinos, y cuatro ahijados: ¡ya tengo suficiente!
Entre otras cosas, lucho por conseguir los últimos deseos de mi
hermana, quien me decía “lucha por ti misma; te mereces a alguien que
te quiera, que te valore como eres y que te respete”.
Esta es la historia de mi vida, la que he querido compartir con vosotros y que quiero dedicármela a mí misma.
64
HONDURAS. LA AVENTURA DE SOÑAR
La historia de Ixthlt
HONDURAS
Introducción de Celia Sánchez
Pese a que los actos homosexuales sean legales desde el año 1899,
y que la edad de consentimiento de las relaciones sexuales sea la misma
para parejas heterosexuales, y homosexuales, la República Democrática
de Honduras sigue tristemente siendo uno de los países de América Latina que mantiene un más alto nivel de homofobia, transfobia y lesbofobia.
La Constitución de este Estado, aprobada en 1982, establece expresamente en su artículo 60, que: “Todos los hombres nacen libres e
iguales en derechos. En Honduras, no hay clases privilegiadas. Todos los
hondureños son iguales ante la Ley. Se declara punible toda discriminación por motivo de sexo, raza, clase y cualquier otra lesiva a la dignidad
humana.”
Además de prohibir, a nivel nacional, todo tipo de discriminación
–lo que habría de incluir la discriminación por motivos de orientación
sexual y de género-, Honduras, miembro de la Organización de las Naciones Unidas, y de la Organización de Estados Americanos, firmó la
Carta Internacional de Derechos Humanos.
Y es actualmente uno de los ochenta y cinco países firmantes de
la Declaración Conjunta presentada el pasado mes de marzo de 2011,
por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, por la
que se hace un llamamiento conjunto a los Estados para que cesen los
69
Afrodita ha llenado mi corazón
actos de violencia, la imposición de sanciones penales y la violación de
los Derechos Humanos de las personas Lesbianas, Gays, Transexuales y
Bisexuales (LGTB).
No obstante, no se promueve internamente normativa alguna para
la protección de estas minorías.
A nivel político, el “golpe de Estado” que afectó Honduras en el
año 2009 y la ocupación de facto por los militares, instauró una tremenda censura a la visibilidad de las personas LGTB, impidiendo por ende la
protección de sus Derechos Fundamentales.
El actual Gobierno, liderado por Porfirio Lobo Sosa, lejos de intentar paliar la desprotección sufrida, promueve, junto a las poderosas
organizaciones religiosas de Honduras, los actos de discriminación, de
tal manera que muchos de dichos actos discriminatorios son llevados a
cabo cotidianamente por los propios agentes del cuerpo de policía.
Ante las numerosas denuncias planteadas por varias Organizaciones de protección de los Derechos Humanos, el pasado año 2010 fue
creado el Ministerio de Justicia y de Derechos Humanos, destinado, en
parte, a complementar la acción del Comisionado Nacional de Derechos
Humanos de Honduras.
Pese a dichas medidas, las persecuciones, agresiones y asesinatos
de personas LGTB, siguen siendo muy elevados, y la discriminación social generalizada fuerza a muchas y muchos a huir de Honduras.
Podemos recordar el asesinato en Tepucigalpa, en septiembre de
2010, de un hombre homosexual, de 38 años de edad, que iba a testificar
en el juicio seguido contra un agente de policía, presunto culpable de
haber apuñalado salvajemente a una mujer transexual, mero ejemplo de
lo que sucede a diario en éste país.
A raíz de la violencia y situación de persecución sufridas por las
personas LGTB en Honduras, el proceso de visibilización se hace muy
difícil, y muchas de estas personas se ven resignadas a callar su orientación/identidad sexual ante el temor de represalias, tanto en el ámbito
familiar, como en los ámbitos educativo y laboral.
El activismo está severamente reprimido, y las asociaciones de
protección de los Derechos de las personas LGTB, entre las que se encuentran el Colectivo Violeta, –creado en 1995- y Las Cattrachas –gru70
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
po lésbico-feminista dedicado a la incidencia política en defensa de los
derechos de las mujeres y la diversidad sexual desde el año 2000-, están
llevando a cabo una lucha permanente de visibilización.
Finalmente, cabe destacar que la sociedad sigue un modelo patriarcal y androcéntrico, siendo las mujeres lesbianas doblemente discriminadas, tanto por su sexo como por su orientación sexual, lo que
dificulta su lucha diaria para visibilizarse y para alcanzar una protección
de sus derechos contra la discriminación latente en el país.
71
HONDURAS. LA AVENTURA DE SOÑAR.
Relato elaborado por Marta (Ixthlt), Ana Doménech y
Paula Escobedo.
Ilustración de Alejandro Macharowski
Mi nombre es Ixthlt soy de Honduras, y tengo 35 años. Me considero una persona con mucho coraje y valentía, una persona luchadora que quiere llegar hasta el final de todo. Soy una mujer que pelea por
aquello que quiere y ambiciosa en lo que considero que me merezco. Me
defino como muy transparente, sincera, positiva y una gran amiga de sus
amigos. Tengo que decir que me siento muy orgullosa de mí, de cómo soy
y de lo que me he esforzado en esta vida para conseguir mis metas.
Mis raíces…
Nací en un pueblo muy pequeño en el seno de una familia humilde, de padre campesino y madre ama de casa. Yo siempre digo que
son muy buena gente, pero bueno, ¿qué voy a decir? es mi familia. Por
mi madre siento una gran admiración y cariño. Somos una familia muy
unida, en la que existe una bonita relación entre los hermanos y en la que
siempre nos hemos ayudado los unos a los otros. Con ellos es con quienes
crecí. Estuve en mi pueblo hasta los 15 años, cuando me fui a Tegucigalpa
y empecé la educación obligatoria. Mis amigos se quedaron en el pueblo,
73
Afrodita ha llenado mi corazón
donde crecimos todos, y nunca se fueron. A veces pienso que si me hubiera quedado mi vida sería muy diferente de lo que es ahora. Por supuesto,
en aquel momento, contaba con el apoyo de mis padres. La verdad es que
tuve muchísima suerte de tener unos padres que han trabajado tanto en
la vida y siempre han querido dar lo mejor a sus hijos. Creo que eso no lo
tiene cualquiera y se lo agradezco eternamente. Ellos me abrieron las alas
y en ese momento comenzó a cambiar mi vida.
Esta fue la primera experiencia en la que tuve que “tomar el toro
por los cuernos”, cuando me fui por primera vez fuera de mi casa, de mi
gente, de mi pueblo. Recuerdo perfectamente el día que me iba y tuve que
despedirme de mis padres. Mi madre y yo no podíamos dejar de llorar.
Eso fue para mí fue muy fuerte y doloroso. Jamás había experimentado
algo así. Pero ahora, desde la distancia, lo veo más bien como el inicio
de un largo proceso, un largo camino. Al principio fue muy duro, la verdad, como todos los principios. Para mí era un cambio muy radical ir de
un pueblo tan pequeño y tranquilo, donde todos nos conocíamos, a una
ciudad con delincuencia, inseguridad,… Pero con el tiempo me fui acostumbrando y se convirtió en una experiencia muy positiva para mí.
Luchar por tus sueños y poder alcanzarlos
Mi admiración y amor por la música me impulsaron a salir de mi
pueblo para poder formarme en aquello que me gustaba. Mi padre fue
músico y desde bien pequeñita me transmitió ese amor por la música.
Además, era bastante corriente en mi pueblo ir a los pueblos vecinos a
estudiar algo más, una vez terminabas la escuela. Pero yo quería ir más
allá, no me conformaba con el pueblo de al lado. Tegucigalpa era una
ciudad más moderna y además la única de toda Honduras donde podía
estudiar Educación Musical. En aquel momento era bastante difícil acceder a dichos estudios, pero me lo propuse y lo conseguí. No sé si es suerte o qué es, pero siempre he hecho lo que he querido. Cuando terminé
Educación Musical me planteé estudiar en una universidad privada. Pero
claro, era carísima y mis amigos me decían que allí solo podían estudiar
los hijos de la gente con mucho dinero. Pero un día sacaron unas becas,
74
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
tan sólo había 12 plazas y era muy difícil conseguir una. Las pruebas no
eran nada sencillas, se trataba de cantar la 9ª sinfonía de Beethoven, en
4 audiciones diferentes. Sin embargo, me lo propuse y lo conseguí: superé las cuatro pruebas, logré la beca y me puse a estudiar Comunicación
Audiovisual.
Durante esta etapa estuve feliz, fui muy feliz. Siempre recordaré el
tiempo que pasaba mirando el cielo, me encantaba. Subía al último piso
de mi casa, me tumbaba en el suelo y me quedaba horas y horas mirando
hacia arriba, viendo pasar los aviones. También tengo muy buen recuerdo de mis amigos, teníamos una excelente relación, compartíamos los
mismos gustos y lo pasábamos genial. Recuerdo con gran cariño cuando
nos acostábamos todos en la hierba para ver las estrellas. Era una costumbre muy bonita que teníamos. Esa época fue muy especial para mí,
me marcó mucho. Pero como muchas veces suele ocurrir en la vida, con
el tiempo, poco a poco y sin darme cuenta, me fui distanciando de mi
tierra, de mi gente, de lo que había sido hasta entonces mi vida. Apenas
volvía al pueblo a ver a los míos, estaba tan a gusto en “Tegu” que prácticamente no me daba ni cuenta del paso del tiempo… estaba muy feliz
con mi nueva vida. Pero aun así, tengo que reconocer que nunca olvido
de donde vengo, mis raíces, mi familia, mis amigos,… Eso nunca.
Trabajar en la música y sentirme realizada. Estaba aportando algo a la sociedad
Cuando estaba en Tegucigalpa combinaba mis estudios con el trabajo. Mientras acababa mi carrera trabajaba en una organización con
niños. Para aquel entonces tenía una vida muy estresante, en la que mí
día a día era un no parar, una locura… Aunque yo la concibo como una
etapa muy bonita. Era una vida muy ocupada pero lo mejor de todo es
que estaba haciendo lo que yo quería. Además de estudiar tenía la posibilidad de trabajar con niños para evitar que acabaran en la calle. Aquel
trabajo me llenaba mucho. Actuábamos en barrios marginales, donde la
gente no tenía nada de nada y mi función era enseñarles y transmitirles
el amor por la música, eso que tanto amo. El ambiente de trabajo era fan75
tástico, la gente que trabajábamos allí no éramos solo compañeros, sino
también amigos, lo compartíamos todo: reflexiones, actividades,… era
como una gran familia. Yo creía mucho en mi trabajo y en la gente con la
que compartía mi tiempo, no lo veía como una obligación, lo hacía con
muchas ganas y disfrutaba con lo que hacía día a día. En alguna ocasión,
tras unos años de haber trabajado con unos niños volví a verlos de nuevo
por la calle y ya no eran niños, eran jóvenes, personas adultas que habían
tomado las riendas de su vida y que estaban labrándose un buen futuro.
Eso para mí fue lo más grande, me llenaba muchísimo ver cómo con mi
trabajo estaba ayudando a muchos niños y niñas. Era fantástico.
En esta misma organización en la que yo trabajaba solíamos hacer
intercambios con distintos países: con España, con Francia, con Holanda,… sobretodo con países de Europa. De hecho, cada año llegaban voluntarios a trabajar con nosotros, a conocer lo que hacíamos, a aprender
y ayudarnos en nuestra labor. Muchas veces, lo que acababa pasando es
que tras una experiencia tan intensa como la que vivíamos en la organización, había gente que no quería regresar a su país, que decidía quedarse
un tiempo más en Honduras para profundizar en nuestro trabajo. En
uno de esos grupos de voluntarios que venían a trabajar con nosotros
estaba la que sería mi futura pareja.
Durante el tiempo que estuvo en Honduras nos fuimos conociendo, poco a poco, día a día, y al final acabé locamente enamorada de ella.
Hasta conocerla siempre me había enamorado, o mejor dicho, me había
ilusionado con chicos. Puede que en alguna ocasión sintiera algo por alguna mujer, pero no me planteaba que pudiera ser algo más profundo,
quizás porque nunca había estado realmente enamorada. De hecho, me
sorprendí a mí misma, porque en el momento en que surgió el amor de
verdad lo viví como algo totalmente natural, sin prestar atención al hecho de que fuera con una mujer. Así es como empezó nuestra historia. La
relación tuvo una corta vida en Honduras y es que claro, ella tenía que
regresar de nuevo a España. En aquel momento, después de lo que habíamos vivido y sentido juntas no podíamos separarnos, era imposible. Así
que tomé la decisión de dejar todo lo que tenía, toda mi vida y venir con
ella. Había conocido el verdadero amor y eché a volar.
Volar por amor
Recuerdo el día antes de coger el avión: estaba sentada en la terraza de casa de una amiga conversando y pensando en el viaje que iba
a emprender hacia España. He de reconocer que para mí aquello era una
locura de la vida y –todos me lo decían- quizás poco meditada. Horas
antes de subir al avión me plantee perder el vuelo, era una sensación muy
desconcertante. Tenía muchas dudas y miedo, porque en el fondo sabía
que era una decisión equivocada. Pero tras esta incertidumbre, tome la
firme decisión de venir, de volar por amor. Así es como llegué a España,
de hecho, al fin y al cabo era lo que quería y necesitaba en aquel momento.
Esta relación me marcó de por vida, lo disfrute mucho mientras
duró. Y fue muy bonito. Era un amor sincero y correspondido, un amor
verdadero que me brindó la posibilidad de conocerme mejor, de saber lo
que soy capaz de dar cuando estoy enamorada. Creo que fue lo máximo
que una persona puede querer a otra, yo pensaba: “es imposible querer
más, si hay más, yo me muero de tanto amor”. Ahora lo pienso y espero
algún día poder volver a sentir algo igual, fue precioso. Fue una de las
mejores experiencias de mi vida y durante 5 años estuve como flotando
en una nube.
De hecho, después de lo que sentí con ella, me está costando volver
a sentir algo así con otras personas. Con ella todo fue muy bonito, pero a
la vez sufrí tanto,… que ahora es como si las otras personas que se acercan a mí se encontraran con una pequeña barrera infranqueable. Parece
que algo se quedó ahí para siempre. Fue una relación que cambió mi vida
en dos aspectos, uno porque conocí el verdadero amor, un amor muy
bonito, y otro porque al terminar la relación conocí el dolor. Un dolor del
que he aprendido y con el que he crecido. Ahora ya no se me puede hacer
daño fácilmente. Aun así, sé que llegará un momento en el que, aunque
no me lo espere, volveré a sentir. El corazón nunca muere y mientras esté
vivo hay amor.
Recuerdo que la relación no fue fácil y hubo muchas cosas que
provocaron la ruptura. En ese momento nosotras nos queríamos mucho.
77
Afrodita ha llenado mi corazón
Pero hubo otras personas que influyeron en la relación. Yo siempre he
creído que en una pareja sólo importan las dos personas, nada más, el
resto debía dejarlo al margen. Pero por desgracia no es así, es triste pero
no. Vivimos en un mundo donde nos dejamos influir por demasiadas cosas, cosas que nos benefician pero también cosas que nos perjudican. Así
fue como terminó nuestra relación y yo tuve que empezar mi vida sola.
Logré averiguar todo aquello que soy capaz de dar por otra persona, pero
también lo que significa la soledad. Me he dado cuenta de que no necesito
a otra persona que me ayude constantemente, que yo puedo con el pesar
que nos produce a la soledad. Es una paradoja, pero fue el amor quien me
llevó a vivir con la soledad.
En ese momento comencé a notar la falta de los míos, de mis amigos, de mi familia…. de mi gente. Hasta entonces no lo había notado, no
echaba de menos a mi gente cuando estaba enamorada; pero cuando eso
acabó, todo cambió. Empecé a valorar mi vida y me pregunté una y mil
veces cómo podía seguir adelante, y al final lo conseguí. Conocí a gente
nueva, buenas personas, que me aportaron mucho, que me llenaron de
nuevo y que me dieron sensaciones y experiencias que creía que no iba
a revivir de nuevo. Parece que cuando se nos rompe el corazón éste se
queda dormido, pero es mentira. Vuelves a amar.
A pesar de la ruptura, entre nosotras sigue habiendo amistad. Era
un sentimiento distinto, pero seguimos siendo un apoyo la una para la
otra. A veces pensamos que alguien es para toda la vida y nos equivocamos; pero si hemos querido de verdad, con el tiempo se recuerda aquello
como algo muy bonito, te das cuenta de cómo cambia la gente, de cómo
evolucionamos con el tiempo. Eso es precioso, es el cambio, un cambio
que como persona te hace crecer.
En España nuestra relación podía verse con más apertura, era una
sociedad más abierta, con una mentalidad más moderna que la que había
en Honduras. No quiero decir que en Honduras hubiera echado atrás la
relación, ¡en absoluto! En ese momento me daba igual lo que pensara la
gente, lo que dijeran. Si nos hubiéramos quedado allí habría seguido al
100%. Pero, sí es cierto que la homosexualidad no se ve con la naturalidad con la que se vive ahora en España.
78
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
Libertad y soledad: eché alas, volé; pero eché tantas alas que
ahora ya no sé como volver
España me ha dado mucho, sobretodo en libertad. En el momento
en el que vine necesitaba abrirme porque me estaba reprimiendo. Honduras me gustaba muchísimo pero allí no tenía oportunidad de mostrarme siempre como yo soy en realidad. En mi país la iglesia manda
mucho, puede que en algunas cosas demasiado. Está bien creer, tener fe
y creencias, pero allí la gente se siente reprimida, hay gente que ni baila.
Aun así, cuando estás en ese contexto, un contexto que te reprime, no te
das cuenta, no lo aprecias, no lo sientes,… piensas que es lo que hay, lo
normal. No te puedes imaginar el mundo que hay fuera, lo que hay más
allá, simplemente vives como en una burbuja, adaptada a lo que consideras “normal” en ese entorno. No eres consciente de lo que estás viviendo
y tampoco piensas en huir rápidamente y escapar de ello. Simplemente
lo aceptas.
En mi país, tan solo por ser chica me veía obligada a ocultar muchas
cosas, cosas que no podía contar. A veces pienso que llegará el día que
tenga 40 años y mi familia me pregunte “Ixthlt, ¿cuándo se va a casar?”
Pero la verdad es que pienso que es mejor callar según qué cosas para no
hacer daño a la gente. Si le contara a mi madre cómo soy en realidad le
haría mucho daño y no me lo perdonaría nunca. No puedo soportar pensar que ella llore por mí, prefiero vivir ocultándoles esta parte, aunque
piense que ella o mis hermanos lo podrían llegar a entender, pero prefiero
no hacerles sufrir. Lo único que le oculto a mi familia es mi orientación
sexual. Por lo demás soy una persona muy transparente y sencilla, pero
considero que tampoco tengo porqué hablar de mi vida privada con todo
el mundo, nadie tiene por qué hacerlo.
Respecto a España, pienso que al venir, al ver y sentir en mis carnes algo diferente me he dado cuenta de la libertad que hay en este país.
Yo he sido siempre de hacer lo que me apetecía. Siempre lo he hecho, sin
que me importara el qué dirán. Pero aun así me faltaba algo, me faltaba
venir a un país distinto… Se trataba de crecer, de crecer como persona
más que nada, en libertad. En España no existe represión, yo no he no-
79
Afrodita ha llenado mi corazón
tado discriminación sexual alguna. Creo que la gente es respetuosa, no
pasa nada porque estés con un hombre o con una mujer. En cambio, en
Honduras no existe esa libertad. Puedes estar con quien quieras en tu
casa, pero en la calle es distinto, no está bien visto.
Por esta y otras razones tengo un gran dilema sobre si volver a
Honduras o no. Para mí sería como retroceder en el tiempo, como volver
atrás en ese aspecto que aquí ha sido tan fácil y que me ha hecho tan feliz.
No obstante, puede que en estos años que yo he estado fuera las cosas
hayan cambiado mucho en mi país. Quizás la gente está manifestándose,
organizándose para exigir derechos. Pero si te digo la verdad, si vuelvo
a Honduras, no tengo ganas de luchar, solo tengo ganas de vivir y de ser
feliz. Sé que mi postura es egoísta, pero es así, de hecho es una de las razones por las que de momento sigo aquí. En España puedo vivir mi vida
tranquilamente y disfrutarla cada día, nadie me va a juzgar.
Pero después de todo esto siento que mi etapa en España está terminando. Cuando llegué, al igual que muchas otras personas inmigrantes, el inicio no fue fácil. Todos venimos de fuera, de diferentes países y
tenemos algo en común, seamos de donde seamos: todos estamos viviendo una realidad distinta a la nuestra, una realidad dolorosa. Cada día
nos enfrentamos a situaciones difíciles y complicadas, pero hay que saber
superarlas y vivir la vida, sin dejar nunca de estar orgulloso de quién
eres y de dónde vienes. Cada día es un reto y nos vamos acostumbrando
a ello… es una vida totalmente distinta. Venimos aquí con la intención
de prosperar, de encontrar una vida mejor… y prosperamos, pero nos
perdemos algo tan bonito como la vida con los nuestros. Es un cambio
de vida totalmente radical y no es fácil, no es nada fácil.
Una aventurera con sueños por alcanzar
Mis sueños no me los quita nadie, siempre he luchado y así seguiré.
Por eso siempre digo que todavía tengo algunos sueños por cumplir. El
que siento que está más cerca es viajar a Inglaterra, vivir allí una temporada y aprender el idioma. Por circunstancias de la vida todavía no he
podido cumplirlo, pero sigue siendo una de las cosas que me queda por
80
Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
hacer.
Cuando pienso en mi futuro, no sé lo que me deparará la vida, si
regresaré a mi país, si me iré a Inglaterra,… Pero lo que sí sé es que mi
ciclo en España está acabando, este país ya me ha brindado lo que me
tenía que brindar y empieza a no tener demasiado sentido estar aquí. De
hecho, aunque la libertad haya sido un aspecto importante en mi vida y
uno de los motivos por los que me vine a España, ya no lo es, ya no lo vivo
así. Ahora creo que cada uno se construye su propia libertad y quizás
mi felicidad esté en Honduras, donde puedo sentirme realizada a nivel
profesional. En España estoy bien con el trabajo que tengo, no me puedo
quejar, pero siento que estoy desperdiciando mi talento musical y ahora
tengo la necesidad de seguir creciendo a nivel profesional.
Si me preguntas si soy feliz: sí lo soy. Pero no me siento completa,
siento como que me falta algo. No me arrepiento de haber venido a España por lo que vine, por el amor. Quizás ahora, si volviera el tiempo atrás
y supiera cómo ha sido la vida aquí, puede que me quedara en Honduras.
Pero en aquel momento no sabía lo que me esperaba, y por eso, en las
mismas circunstancias de años atrás, volvería a cruzar el charco. Soy una
aventurera, y me lancé a vivir un sueño. Me da igual si me muero el día
de mañana y me quedo sin un duro. Para mí lo importante es que habré
hecho lo que he querido y que siempre he luchado sin descanso. Si me
muero habré muerto luchando por aquello en lo que yo siempre creí
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PERÚ. Y SE CURRARON LA FELICIDAD PARA SIEMPRE.
La historia de Aitana
PERÚ
Introducción de Luis Navarro Sánchez
La situación del colectivo LGTB en Perú es complicada.
Si bien la homosexualidad es legal en el país desde el año 1921 y no
hay ninguna ley que penalice a las personas por su orientación sexual o
su identidad de género, los miembros del colectivo LGTB todavía no pueden disfrutar de los mismos derechos que el resto de la población, y además sufren constantemente situaciones de discriminación y violencia. La
imagen que tiene la población de ellos es estereotipada y negativa.
En los últimos años se han llevado a cabo diferentes iniciativas
para equiparar y reforzar los derechos de las personas LGTB con el resto
de ciudadanos y ciudadanas peruanas, aunque ninguna de ellas ha sido
finalmente aprobada:
1. Proyecto de ley contra los crímenes de odio (No. 3854/2009CR). Esta ley serviría para penalizar y sancionar con mayor severidad los
crímenes de odio motivados, entre otras causas, por homofobia, lesbofobia y transfobia. A pesar de que tuvo dictamen favorable de la Comisión de Justicia y DDHH del Parlamento, se postergó su debate debido a
cuestiones religiosas (miembros de diferentes iglesias consideraron que
esta ley atentaba contra la libertad religiosa de las personas, sobre todo de
pastores y sacerdotes, quienes al dirigirse con frecuencia a sus feligreses
suelen marcar posturas sobre la homosexualidad y la identidad trans).
2. Proyecto de ley de patrimonio compartido (inicialmente No.
3814/2009-CR). Proponía la creación, por medio de un contrato, de un
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Afrodita ha llenado mi corazón
patrimonio autónomo. Aunque el nombre que se incluía era el de patrimonio compartido dado que la Constitución del país impide emplear el
término autónomo. El patrimonio autónomo es el régimen habitual en
matrimonios heterosexuales o uniones de hecho heterosexuales, por lo
que con esta ley se equipararía al resto de parejas. El proyecto se derivó a
la Comisión de Justicia y DDHH del Congreso y tras su paso por él hubo
opiniones favorables y críticas para mejorar el proyecto, por lo que se
retiró y presentó de nuevo incluyéndolas (No.4176/2010-CR). El proyecto
quedó parado a pesar de que no hubo oposición contra él.
3. Proyecto de ley de Uniones civiles entre Personas del Mismo
Sexo (No. 4181/2010-CR). En Perú existe diferencia legal entre matrimonio y unión de hecho. Si bien se ha debatido sobre el matrimonio,
los proyectos presentados hasta la fecha son sólo sobre uniones civiles
(la Constitución del país reserva el término unión de hecho a uniones
heterosexuales). Se pretendía que las personas homosexuales vieran reconocida su unión afectiva con derechos y deberes al igual que las heterosexuales, pero el proyecto fue archivado por la Comisión de Justicia y
DDHH del Congreso, paralizando cualquier avance por lo que respecta
al matrimonio o a la adopción.
En los ámbitos cotidianos de su vida, las personas LGTB se enfrentan a situaciones de discriminación:
• En la educación, donde faltan planes de estudio que incluyan en
sus temarios el conocimiento de la orientación sexual y la identidad de
género, así como medidas para enseñar su respeto y tolerancia por parte
del profesorado y del alumnado.
• En la sanidad, ya que sólo se tiene en cuenta al colectivo LGTB en
los programas sobre VIH, dejando de lado otras demandas como son la
salud mental (depresión, ansiedad y adicción al alcohol y drogas ilegales),
tratamientos hormonales para personas trans o protocolos ginecológicos
para mujeres lesbianas.
• En la justicia, ya que hay casos de abusos de autoridad (agresiones, acoso, extorsión, chantaje y violencia sexual), que son archivados sin
investigación, investigaciones por casos de agresiones o incluso asesinatos contra miembros del colectivo LGTB que se paralizan, detenciones
arbitrarias en espacios de socialización de personas LGTB con traslados
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Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
forzosos... es decir, ausencia de mecanismos de sanción eficientes para
quienes transgreden las normas y generan actos de violencia y discriminación.
En particular, el colectivo trans es el que peor se encuentra ya que
tiene problemas para poder alquilar vivienda, encontrar trabajo, son las
víctimas mayoritarias de agresiones, se han desarrollado redes de trata
de personas con las más jóvenes,… Y sus dos reivindicaciones principales
siguen estancadas:
• El derecho a la identidad y al nombre mediante el cambio de
nombre y sexo en el DNI (en el estado peruano, el nombre se asocia únicamente al sexo, no a la identidad de género, y la posición conservadora
de muchos funcionarios no favorece);
• La falta de documentación que apremia a esta población.
Los procesos de cambio de nombre presentados en el Poder Judicial
son muy lentos y dificultosos, por las barreras puestas por los funcionarios públicos y porque dentro de la administración de justicia, no existe
un proceso específico que contemple el cambio de identidad (nombre y
sexo), por lo que el trámite se deriva en un proceso de conocimiento, el
cual es el más largo en la vía civil y permite la presencia de oposiciones,
que son presentadas por el Ministerio Público, el Registro Nacional de
Identificación y Estado Civil (Reniec) y una municipalidad. Sí que hay
casos en los que se ha conseguido el cambio de nombre pero para ello se
tuvo que invocar el tema de la patologización de la identidad trans, es decir, apelar a su condición de “enfermedad mental” para conseguirlo, y no
a que es necesario para el libre desarrollo de la personalidad, la dignidad
personal y el respeto a la identidad.
Son los medios de comunicación, los funcionarios públicos (en especial los miembros de la Policía Nacional del Perú –PNP-) y las distintas
iglesias, los responsables de la mayoría de agresiones contra el colectivo.
En el país faltan políticas de respeto, protección y promoción de
los derechos humanos de las personas LGTB. El Estado peruano, además, no tiene un mecanismo a día de hoy que permita recoger y publicar
información sobre todas estas situaciones: la información pública es imprecisa y superficial y no permite conocer la situación real, precaria y con
riesgos. Ha de tenerse en cuenta que en muchos casos, las personas que
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Afrodita ha llenado mi corazón
las sufren no las denuncian.
A pesar de todo ello hay ciertos avances, gracias al trabajo de las
organizaciones LGTB, que organizan multitud de actos, cada vez con
mayor difusión y participación.
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PERÚ. … Y SE CURRARON LA FELICIDAD PARA SIEMPRE
Relato elaborado por Josefina García y Andrea Francisco
Ilustración de Paula Algueró
Sin habérmelo planteado nunca, la vida -mi vida- me ha sorprendido transitando por caminos por los que busco la libertad. Debe haber
sido porque crecí entre la libertad y el control. Puedo deciros que estoy
bien y que ahora me siento bien. Os voy a contar un poco de cómo ha
transcurrido mi vida hasta el día de hoy.
Soy del Callao
Nací en el Callao, un puerto que está unido a Lima, la capital del
Perú. Nací a finales del 68. Dos meses antes, el general Juan Velasco Alvarado había dado un golpe de Estado en el Perú e instaurado lo que se
denominó el “Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas”. Un gobierno militar que, a diferencia de otras dictaduras militares de América
Latina, tenía un carácter claramente de izquierda y nacionalista. Implantó una serie de reformas sociales y económicas. Recuerdo que todo proceso político, económico, social, iba unido a las palabras revolucionario
y/o reforma. Revolución de tierras, reforma económica, reforma educativa. Así, cuando me tocó asistir a la escuela, el currículo era parte de lo
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Afrodita ha llenado mi corazón
que se llamaba la Reforma Educativa de Velasco.
De mi período de aprendizaje guardo el lejano recuerdo de que esta
reforma ocasionó más de un problema y preocupación para todas y todos
los que me ayudaban con los deberes: ya no me enseñaban el abecedario,
sino las sílabas; no me enseñaban a sumar sino a formar conjuntos; y los
libros de texto tenían figuras de estética andina. En casa estaban realmente impactados por esto, e imagino temían que no llegaría muy lejos
en los estudios; por eso siempre estaba obligada por las tardes, en casa, a
cumplir con un currículo paralelo similar al de mis tías, tíos y hermanas:
cuadernos de caligrafía, aprender las tablas de multiplicar, cuadernos
enteros de sumas, restas y divisiones. Pero, ni de esas preocupaciones,
ni otras de las impulsadas por el Gobierno de Velasco se hablaban en
voz alta. Recuerdo que cuando las personas mayores querían criticar al
Gobierno, bajaban mucho la voz. Los militares eran de izquierda, pero
militares al fin y al cabo. Mi país no había tenido una gran tradición
democrática y siempre había habido militares que gobernaban, así que
hablar bajo posiblemente era lo normal.
Crecí en una casa antigua construida por mi abuela paterna. Estaba cerca de un mar muy peligroso y, como no podía ser de otra forma,
se le llamaba “la Mar Brava”. Jamás podías bañarte, ni acercarte siquiera
a la orilla de la playa. Sólo alguna vez íbamos a recoger piedras de diferentes tonos que mi hermana Andrea coleccionaba durante esos meses
claros que durante el verano hacen Lima menos gris.
Papá tenía varias cosas que lo definían: amaba a mamá profundamente, con perseverancia y buen humor, era católico, honrado, bueno,
cariñoso, sin ningún tipo de ambición, además de melómano. Y como
tenía su taller en casa, crecí escuchando siempre música, desde clásica,
hasta folklore latinoamericano, pasando por valses y polkas criollas, dependiendo de la hora. Incluso el rosario: los misterios gozosos, gloriosos
y dolorosos. Tal vez de ahí soy ahora una amante de la música, especialmente la brasilera, y una mujer creyente –aunque actualmente no profeso
ninguna religión. A diferencia del carácter romántico de papá, mamá era
práctica, se dedicaba obsesivamente a las labores de la casa, inteligente,
trabajadora, hiperactiva y prolija. De ella saqué esa practicidad que viene
en mi auxilio, porque aún muchas veces me sorprendo romántica como
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Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
papá. Mis dos hermanas siempre tenían ganas de cuidarme y celebrar
todas las cosas que hacía. Costumbre que, hasta hoy, mantienen.
Papa y mamá nos permitían hacer lo que quisiéramos: dormir hasta tarde, incluso no ir a la escuela, y por supuesto jugar todo el día con
muchas amigas y amigos, lo normal en una época en la que todavía no
había Internet. Y podíamos leer todo y hasta entrada la noche porque no
teníamos televisor. En casa había mucha libertad. Papá y mamá decían:
“ya te hemos dicho lo que es bueno y lo que es malo, ahora tu decide”.
A una calle de nuestra casa, estaba la de mi abuela materna. Una
casa con dos ventanales, con dos pasadizos que parecían interminables,
una sala y una cocina con una gran mesa donde casi siempre comíamos
a la salida de la escuela, pues mamá cocinaba muchas veces junto con
mi abuela. En esa casa vivían mis tías y tíos, todos jóvenes de no más
de 25 años, atentos y cuidándonos siempre. Pero también, en esa casa se
acababa la libertad, se imponía el control de mi abuelo, serio, mandón,
machista y que, como no podía ser de otra forma, creía que siempre tenía
la razón. Le tenía un poco de miedo, porque, si mientras miraba a través
de uno de los grandes ventanales, o caminaba por los pasillos, o cruzaba
la sala, o estaba sentada ante la inmensa mesa, tenía la mala suerte de
encontrarme con mi abuelo y estaba desprevenida, de súbito preguntaba:
“ocho por ocho”, “nueve por cinco”, y si no respondía a su evaluación
matemática con la suficiente soltura, dudaba que supieras las tablas de
multiplicar y te sentaba a estudiar. Pero eso no era todo: nos hacía comer
la comida aunque no nos gustara, siempre preocupado porque éramos
muy delgadas. Siento que mi abuelo siempre nos quiso mucho, pero él fue
criado de una forma abismalmente diferente. Hoy da gusto hablar con él
porque es muy crítico respecto a cómo actuó de más joven con sus hijos
y sus nietos; pero, sobre todo, de cómo fue educado. De mis tías y tíos recuerdo muchas risas, bailes, enseñanzas de todo tipo, juegos en familia.
En casa, los roles de género no estaban muy marcados. Papá tenía
una gran sensibilidad y era proveedor, pero también cuidador. Todo un
pionero de lo que ahora llamamos las nuevas masculinidades –aunque
sufriendo en su piel las penalizaciones sociales por desafiar el papel de
“macho” tan presente en nuestra sociedad. Pero si él no marcaba nunca
roles de género, mi abuelo sí y mi abuela también. Así que de un lado
91
Afrodita ha llenado mi corazón
crecí escuchando a mi padre decir que nosotras lo podíamos hacer todo,
que podíamos vivir libres sin depender de nadie –especialmente de ningún hombre- y mi madre dando ejemplo de independencia. Pero de otro
lado, también crecí escuchando a mi abuelo decir que nosotras éramos
mujeres y que alguien nos tenía que cuidar. Siempre la contradicción.
Entre abuelos, tías y tíos, papá, mamá y hermanas, yo, la niña pequeña, era la mimada de la familia. Crecí muy pegada a todos ellos en
un ambiente que oscilaba entre la libertad y el control. Esa mezcla me
ha acompañado toda la vida y se ha traducido en un autocontrol que ha
equilibrado los dos extremos.
Dos influencias, también contradictorias, marcaron mi forma de
ver las cosas en la infancia. Por una parte, mi padre era una persona religiosa, así que crecí rezando a Dios. Y de la otra, uno de mis tíos maternos,
el menor, un marxista-trotskista. Guardo recuerdos de muchas conversaciones acerca de la sociedad, la pirámide social y la lucha de clases. Él
me enseñó a mirar desde la complejidad y a fijarme en las desigualdades
estructurales.
Cuando entré en la adolescencia, todo esto se materializó en una
necesidad de querer cambiar el mundo. Tenía la sensación que había muchas cosas por hacer en mi país. Eran los años ochenta habíamos estrenado democracia. Pero la ansiada primavera democrática llegó junto con
el inicio del conflicto armado interno, y momentos angustiosos, unidos
con políticas económicas que produjeron graves crisis. El Conflicto Armado interno comenzó en los años 80 en la zona andina, y la violencia
de Sendero Luminoso, se respondió desde el estado con más violencia. Es
doloroso pensar en todas las expuestas a la violencia de los dos lados.
En esos años, lo que casi definió mi vida fue el nefasto gobierno de
Alan García. Ese gobierno nos golpeó a toda una generación. De un día
para otro, ibas a comprar un cartón de leche y en lugar de un sol había
pasado a costar doce soles. La inflación fue tanta que hasta tuvieron que
cambiar la moneda porque ya se hablaba de millones. Arruinó a familias
enteras y la nuestra lo perdió todo, la casa y el negocio. Al terminar el
colegio, con diecisiete años, continuaba con las ganas de estudiar algo
relacionado con lo social y así poder hacer algo por la sociedad. Aunque
papá y mamá hacían muchos esfuerzos, tuve que dejar en suspenso lo de
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Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
ir a la universidad. Hice un curso de un año que era caro, pero como era
de un año, estaba la posibilidad de empezar a trabajar al terminarlo.
Culminado el curso empecé a estudiar inglés y a trabajar en la peluquería de mi primo. Mi primo era (y es hasta hoy) un gay muy discreto,
pero todos sabíamos que era gay. Mi padre lo quería mucho, tanto que
decía que él era el hijo que hubiera querido tener. ¡Mira si era abierto de
mente mi padre!
Sentía muchas ganas de enamorarme pero nadie me gustaba lo
suficiente. Además me sentía siempre muy insegura de mi físico. Y me
esforzaba mucho en que me gustara un chico. Conocí a un chico brillante
y salí con él como tres años.
Sin embargo, lo afectivo no era algo que me preocupara. Había caído el muro y los comunismos reales se habían desinflado y no había lucha
política. Pertenezco a una generación que fue formada para la revolución,
la justicia y de pronto no puedes hacer nada porque ya todo ha acabado
sin siquiera comenzar.
Fue en esa época que decidí meterme a monja, lo hice en ese momento de la vida en el cual no tienes conciencia de qué va a ser de ti en
el futuro, piensas que eres dueña del mundo en ese momento y tienes la
capacidad de cambiarlo todo. Y pude disfrutar por un tiempo de colaborar con las personas necesitadas en un comedor popular, en algunas
comunidades andinas. Descubrí la pobreza y riqueza inagotable de las
personas y cultura andina. Pensé que eso era lo mío, que había encontrado mi vocación.
Sin embargo, ocurrió un día, un domingo cualquiera, después de
hacer oración. Estaba leyendo el periódico y encontré un anuncio en el
que buscaban a personas menores de veinticuatro años con formación en
turismo para trabajar en una aerolínea. El simple anuncio, me produjo
una auténtica angustia vital, una sensación de que se me estaba yendo la
vida. Se me nublaron las letras, no podía respirar y me resultaba imposible quedarme sentada. Confié en que pasaría, pero la angustia creció en
los días siguientes hasta que se hizo insoportable. Comprendí entonces,
con ayuda de mi director espiritual de aquella época y de una psicóloga,
que había hecho un equivocado proceso de discernimiento y que lo que
yo quería hacer lo podía hacer independientemente de la vida religiosa.
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Afrodita ha llenado mi corazón
Semanas más tarde, después de tres años con las monjas, volví a
casa. Entré a la habitación que compartía con mi hermana antes de irme,
y sentada sobre una banqueta lloré con tristeza y desconcierto. Días más
tarde, caminando como sonámbula, me inscribí en cursos y todo me parecía ruidoso. De esos años en la congregación religiosa me quedo con las
amistades hechas, pero sobre todo con la reflexión y el autoconocimiento. Ahora lo veo como una oportunidad que me ayudó en un momento.
Soy una persona romántica y eso me hizo ir, pero también soy práctica y
lo mejor era comprobar si tenía vocación. No hubiera soportado quedarme con la duda toda mi vida. Esa es una característica muy mía: siempre
pruebo. Si es para mí, perfecto; si no, a otra cosa.
Mi familia me acogió, como siempre, con los brazos abiertos y toda
la predisposición a ayudar. Y, aunque en mi cabeza resonaban las preguntas sobre qué hacer ahora con mi vida, sentí una paz y tranquilidad
inmensa por estar nuevamente en casa. Recuerdo que estuve muy enamorada de un chico que era seminarista y él también salió, pero algo en
mí me decía que no era para mí. Y decidí que no quería tener ninguna
relación con él. Esa sensación de sentir que él no era para mí, que había
algo como poco sincero en mi afecto por él, lo había sentido siempre.
Tener un novio en esa época no era tanto algo que yo quería sino que
parecía que debía ser así.
No había pasado ni un año de haberme salido de las monjas, cuando comencé a trabajar y a ganar dinero. Y entonces murió mi padre. Tuvo
un infarto cerebral y murió de forma repentina. Nosotras sentimos que
en pocos años lo habíamos perdido todo. Mis hermanas y yo hicimos
piña con mi madre y salimos adelante. Las cuatro juntas, inseparables.
Como si nadie más nos pudiera consolar, porque nadie más pudiera sentir nuestro dolor.
Cuando miro donde estábamos cuando murió mi padre a como
estuvimos ocho años después, veo un gran cambio. Y eso fue gracias a
la unión de las cuatro, a la fuerza de mi hermana mayor, a la lucidez de
mi hermana la segunda y a la practicidad de mi madre. Recuerdo que,
cuando murió, ella nos dijo: “su padre ha sido un hombre de fe y como
un hombre de fe hay que despedirlo”. Es decir, si mi padre creía que nos
íbamos a encontrar después de la muerte, no podíamos desmayarnos,
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Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
gritar o hacer show. Sólo debíamos seguir viviendo.
Al año siguiente, en 1994, mis hermanas me animaron a estudiar
y comencé la carrera de Antropología. Realicé dos cursos pero, por los
horarios, no me fue posible continuar estudiando ya que tenía que trabajar. La perseverancia es un valor que he heredado de mis padres y con
un poco de motivación, normalmente, termino lo que empiezo. En el año
1999, tres años después, decidí volver a la universidad y compaginarlo
con el trabajo que tenía, lo hice porque en Perú la gente está muy formada
y vi que era la forma de garantizar mi futuro a largo plazo. También tenía
un novio que me quería mucho y siempre estaba motivándome.
El despertar del amor: De pronto, todo tiene su lugar
Era el año 1999 y en mi mundo se estaba produciendo una revolución que lo cambiaría todo. Gozaba de un trabajo estable, había retomado los estudios, salía a bailar, a jugar bowling, viajaba fuera del Perú por
vacaciones, hacía hasta deporte y tenía un novio encantador. Ya había
tenido antes un par de novios de la universidad, chicos buenos, amables,
inteligentes, e indudablemente me querían más que yo a ellos. Fue en esa
época cuando, con 29 años y por primera vez, asumí que soy lesbiana. El
momento en el que me dí cuenta de que miraba para un sitio cuando todo
decía que debería mirar para otro.
Venía de una familia que tenía un grado de control y un grado de
apertura. El sexo nunca había sido un tema que se hablara, ni siquiera
con mis hermanas. Pero tampoco era visto como pecado. Así que estaba
como oscuro, ahí, apartadito en un rincón, casi como invisible. Pero si la
sexualidad estaba arrinconada, el gran tema era el amor romántico que
se materializaba en el sueño de casarte con tu príncipe azul. Y yo ya había
conocido al menos un par.
No recuerdo qué pasó, creo que mi último novio empezó a hablar
de casarnos y empecé a tener un gran temor de quedarme embarazada.
Me di cuenta que nunca había hecho clic con ningún novio. Ellos eran
geniales, pero faltaba alguna cosa que no se podía expresar con palabras.
Creo que, justo antes de asumir que era lesbiana, viví un momento de
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Afrodita ha llenado mi corazón
quiebra y de depresión. Iba a una fiesta y todo el mundo disfrutaba en
una escala del 1 al 10, 10 ó 9, mientras que yo disfrutaba 5. Una temporada hasta tomé Prozac. Me preguntaba si esto era la vida y sentía que, de
ser así, no merecía la pena.
Pero era el año 1999 y en el mundo se estaba produciendo una
revolución que lo cambiará todo. Era la revolución digital. Con la expansión de Internet en lo cotidiano, mi vida privada e íntima también iba
a transformarse. La red de redes me permitió comenzar a transitar ese
camino que estaba ahí hacía mucho pero que sólo entonces era capaz de
verlo con claridad.
Y un día como cualquier otro, estando en la oficina donde trabajaba, me decidí a abrir una cuenta de correo electrónico y escribir un
anuncio. Creo que lo hice por supervivencia pura y dura. Porque sentía
que no encajaba, que a mi vida le faltaba algo. Me lancé al ciberespacio
buscando, como decían en el mayo del 68, la vida que “está más allá”.
A ese mensaje que navegaba en códigos binarios y que contenía
mucho amor, esperanza e incertidumbre, me contestó una chica desde
Venezuela. Quedé impactada. Sentí emoción como nunca antes había
sentido. Una cosa ahí, en el estómago, profunda, que se despertó. Y, de
pronto, todo tenía su lugar ¡Todo! El por qué los chicos eran tan buenos
tíos, el por qué no podía encajar en el mundo y el por qué me había sentido alguna vez tan deprimida, tan profundamente sola, incluso estando
con un novio…
Y comprendí que esto era lo que yo siempre había querido. Y lo viví
sin ningún tipo de conflicto espiritual, con total naturalidad y con un
profundo alivio. No sin algo de asombro, porque yo jamás había mirado
chicas –excepto a las chicas que parecían que les gustaba las chicas (eso
me sucede hasta ahora: solo me gustan las mujeres a las que abierta y
sinceramente les gustan de mujeres).
En este punto, mis hermanas, como siempre, me apoyaron de una
manera fortísima. Y fue este apoyo incondicional el que permitió que
lo viviese de una forma honesta conmigo misma. Una de ellas me dijo
“hermanita, te quiero tanto y estoy tan feliz de que estés en un proceso
de encuentro contigo misma”. La otra dijo: “Te diré lo que hubiera dicho
papá: vive tu vida y sé feliz”. Cuando las escuché, sentí que todo estaba
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Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
bien. Mamá, práctica como siempre, dijo: “si hay amor y respeto todo
está bien”.
Esta primera historia de amor terminó después de meses de mensajes y llamadas telefónicas que atravesaban fronteras. Pero comencé a
conocer y salir con otras chicas. Durante un tiempo me sentí como una
adolescente que va de un lado a otro disfrutando y abriéndose al mundo
en plena primavera. Supongo que, en cierta manera, quise experimentar
lo que diez años antes no había podido. Pero, además, no sólo las cosas
estaban en su lugar, sino que todo se relativizaba. No necesitaba trabajar
tanto y no me preocupaba tanto por trabajar y estudiar.
Recuerdo muchas de esas experiencias con gran cariño y gran intensidad. Entre todas, claro está, la primera vez que hice el amor con otra
mujer. La había conocido por Internet y nos habíamos visto un par de
veces pero esa noche nos fuimos a bailar y acabamos en su casa. Allí nos
comenzamos a besar y fue para mí el beso más rico que me habían dado
en mi vida, ese gran beso que una se imaginaba cuando veía las películas.
Después, todo fluyó como si siempre me hubiese acostado con mujeres,
tan natural, tan desinhibida y tan entregada al goce y al placer. Descubrí
que me gustaba mucho el sexo lésbico, ese sexo de la intimidad absoluta del otro cuerpo que era casi conocido. Todo comenzaba a encajar:
el tema sexual, el afectivo, el emocional, el intelectual. Viví ser lesbiana
como algo completo y diferente a todo lo anterior que me había sucedido.
Como un antes y un después.
Pero, si bien hasta este momento había sentido que no encajaba por
dentro, ahora ya sí todo estaba en su lugar. Sin embargo, el problema era
el contexto social y la casi escasa apertura. No sentí que saliera del closet
(del armario), sentí que conocía espacios donde podía vivir sin contradicción. Pero en Perú el tema lésbico se vivía siempre en un ambiente casi
claustrofóbico, oculto. Cualquier muestra de afecto había que realizarla
entre las cuatro paredes de tu habitación si no querías que la gente lo
utilizara en tu contra.
Dos percances me anunciaron que debía plantearme qué significaba ser lesbiana en Perú y qué actitud debía tener. Una vez, estaba en mi
coche con una chica con la que salía –simplemente nos estábamos besan97
Afrodita ha llenado mi corazón
do- cuando se acercó un policía. Nos preguntó en tono arrogante quién
era el hombre allí: si era ella o era yo; y nos amenazó con ir a la comisaría
por tener relaciones sexuales en público. Sabíamos que no estábamos haciendo nada malo, que lo del escándalo público era sólo un chantaje, pero
me sentí muerta de miedo, completamente expuesta y vulnerable. Si nos
llevaba a la comisaría nos descubriría a la sociedad. Así que tuvimos que
arreglarlo dándole dinero, mucho más que el soborno habitual. Y nos
fuimos de allí con una humillación absoluta, ¡absoluta!
Semanas más tarde, sucedió el segundo percance: había roto con
una chica y me sentía destrozada, tanto que a la hora del almuerzo, estando con unos amigos íntimos de la oficina, me puse a llorar durante más
de hora y media. Yo lloraba y lloraba, pero no podía explicarles lo que me
pasaba porque ellos no tenían ni idea de mi orientación sexual y yo no
tenía el valor para decírselo.
Descubrí que salir del armario es algo que tienes que hacer, aunque
lo tengas que hacer una y otra vez, aunque tengas el temor de cómo van a
reaccionar las personas que tienes delante: tus hermanas, tus amigas, tus
compañeros de la oficina, tus vecinos,…Y eso cuesta, cuesta mucho. Aún
así, después de esos momentos, comprendí que tenía que sincerar mis
relaciones y comenzar a confiar en las personas importantes para mí.
En Lima, el círculo LGBT era limitado, las interacciones se daban
en espacios cerrados o en un ambiente lésbico casi guetizado. Después
de un tiempo de fiestas lésbicas, vorágine emocional e intensidad casi
adolescente, comencé la relación con el primer gran amor de mi vida:
Miriam. Hacía tiempo que nos conocíamos, las dos habíamos pasado por
encuentros y desencuentros con otras personas hasta que, libres de compromisos, pudimos empezar a construir juntas. Fueron cuatro años maravillosos de profunda complicidad, de planes y proyectos vitales compartidos al lado de un pequeño círculo de amigos íntimos con los que
podíamos contar. La vida pasaba a su lado suave y cómplice, sin grandes
sobresaltos.
Cuando inicié la relación con Miriam había terminado la carrera,
pero continué trabajando hasta el 2004, cuando decidí renunciar a mi
trabajo anterior y trabajar en mi profesión. Nadie entendía como podía
dejar un buen trabajo para hacer la prueba como antropóloga. Fue una
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Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
decisión casi de pareja, y nos empezó a ir muy bien a nivel económico.
Pero un día Miriam me dijo que quería cambiar de vida, dedicarse a otra
cosa y dejar su trabajo estable como economista. Sentí que quería y debía
apoyarla como ella lo había hecho conmigo e intentamos reajustar presupuestos para poder comenzar otra etapa. Sin embargo, hay veces que
los caminos nos acercan y otras que nos separan. Y hay momentos que
los puentes no son posibles. Que los afectos se han transformado. Que las
miradas no tienen el mismo significado. Que la pareja es más compañera
que amante. Y escuché de su voz las palabras que pueden perforarte el
corazón: “creo que ya no te quiero”, me dijo con dolor y profunda honestidad.
De pronto, me sentí con las manos vacías, no sólo porque había
perdido un gran amor y una gran compañera, sino porque a esa pérdida
se sumaba la conciencia de que en mi país no quedaban muchos lazos
que me ataran. Mis dos hermanas habían migrado a Estados Unidos hacía unos años, mi madre estaba de viaje visitándolas, y mi perra de doce
años, había muerto. Caminé sin rumbo, luché contra mis sentimientos
por ella. Y lloré, lloré y lloré. Me levantaba por las mañanas estando absolutamente sola en un piso y solo me quedaba llorar. Primero con impotencia, luego con rabia y finalmente solo con dolor; porque nada puede
ser igual después que has conocido lo que es el amor. Pero lo peor es que
sentí que, nuevamente, no encajaba.
La decisión voluntaria de migrar: Aquí estoy con los dos pies.
Hasta que la tristeza fue menguando. Como tras el cierre de una
puerta se abre una ventana, un tiempo después de terminar mi relación
con Miriam conocí a Marina. De nuevo fue Internet quien me permitió
este contacto. Es curioso que mi primer y mi último amor hubieran sido
posibles gracias a encuentros “enredados en la red”. Creo que el ciberespacio ha sido fundamental para que las lesbianas pudiéramos conectarnos. Tal vez porque en el mundo físico a veces carecíamos de espacios, tal
vez porque parecía que no existiéramos.
Siempre había pensado que me quedaría en Perú para siempre,
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Afrodita ha llenado mi corazón
pero comencé a replantearme las opciones de salir y de conocer otros
lugares… Lugares donde, tal vez, se viviera con más apertura la homosexualidad… Lugares donde, tal vez, pudiera estar más cerca de Marina.
Concretamente, fue en el foro de una página de Internet dedicada
a la gran pareja lésbica, Maca y Esther, de la serie de televisión “Hospital Central” (que emitía Tele5). A un primer intercambio de correos le
siguieron otros hasta que, poco a poco, fuimos estrechando los lazos.
En este sentido, constituyó un inicio más sereno, más relajado, más tranquilo. Y fue esta historia la que me llevó al otro lado del charco, la que
impulsó mi proceso migratorio.
En un momento donde se juntaron las razones profesionales y personales, decidí que debía continuar estudiando y hacerlo fuera de Perú.
Y aquí comenzó mi historia migratoria que, como he dicho, también estuvo unida a cuestiones afectivas. Para comprenderlo hemos de regresar
al pasado.
Con esto en mente miré opciones de estudios de postgrado en España, y en 2008 me dieron una beca para realizar los cursos de doctorado
feminista en Sevilla, Andalucía. Tenía entonces 38 años. Vine para cuatro meses pero hasta el día de hoy todavía no he regresado. La de Sevilla
fue una experiencia fascinante. No sólo porque comencé a escuchar qué
era la Teoría Queer y todo lo que suponía para las personas con sexualidades disidentes, sino porque éramos un grupo íntimo de once chicas y,
de pronto, yo podía ser lesbiana, abiertamente lesbiana. Me dije: “Éste es
el punto”.
De Andalucía fui a Castellón a realizar un Máster de Estudios para
la Paz y, finalmente, dos años después, llegué a la Barcelona de mi querida Marina. Desde el principio de este periplo de ciudades he sentido
que aquí, tal vez por mi contexto migratorio, he podido vivir lo afectivo
con tranquilidad y con apertura. Puedo decir abiertamente que tengo
una relación con una mujer y no hay represalias ni en el ámbito de las
amistades ni en el laboral. Cuando entiendo mi migración lo vivo así,
he venido a un país donde está casi normalizado, donde te puedes casar,
donde puedo ser pareja de hecho y vivir mi relación de pareja sin que ello
tenga tanto peso.
En este sentido, he aprendido a vivir mi vida afectiva sin que sea
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Relatos de vida de mujeres migrantes lesbianas y bisexuales
lo prioritario –como creo que se vive en Perú. En mi país, al estar en un
gueto, lo vives de una forma dicotómica entre la represión y la intensidad. En un contexto nadie sabe tu orientación sexual, y en otro contexto,
todo el mundo lo sabe. En España he logrado sentirlo de otra forma, con
normalidad y con apertura. Y eso es algo de lo que me he dado cuenta
estando aquí.
Yo no quiero ir mostrando que soy lesbiana –creo que nadie va
mostrando que es heterosexual-, ni explicar mi vida sexual a todo el
mundo –como tampoco la muestran los heterosexuales. Pero no quiero
tener que decir mi novio cuando es mi novia. Eso es agotador, porque
vives el tema casi de mentira.
El proceso migratorio también tiene sus conflictos y sus duelos. En
mi caso, estoy todavía aprendiendo los códigos culturales y construyendo mi red de apoyo. Esa amiga a la que llamas cuando te encuentras triste, cuando te sientes sola. Esa complicidad que muchas veces encuentras
con otra persona migrante.
Pero estoy en ello, porque cuando me planteo la migración lo hago
poniendo los dos pies aquí; porque vine y me quedé voluntariamente.
Intento verlo todo bajo el prisma optimista, aprovechar cada momento
para caminar con las personas que se encuentran cerca de mí. Tal vez lleguemos solo hasta el siguiente cruce, o tal vez andemos un gran trecho,
pero disfrutemos de esa compañía ahora. Si vuelvo a mi infancia y a mi
niñez el dramatismo y la intensidad están completamente integrados en
mi cultura. Tal vez por eso, aquí me gusta vivir lo emocional con más
tranquilidad.
Me gusta Barcelona. Me gusta y me siento acogida. Tal vez porque
nunca me fijo en lo negativo. Por ejemplo: cuando alguien no es políticamente correcto y te ofende por el simple hecho de ser de otro lugar (si
fuera muy sensible a este tema no podría vivir aquí). Prefiero mirar lo
que tenemos en común que lo que nos separa y afrontar este apasionante
reto de estar en una sociedad que aún no conozco pero en la que me encuentro como en casa.
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Afrodita ha llenado mi corazón
Futuro: Un final con beso
Me gustaría seguir aquí, en Barcelona. Aunque en realidad no es
dónde estoy sino cómo estoy. He aprendido que lo geográfico no importa,
todas las preocupaciones profundas que tengo aquí las tendría en Perú.
Al final, cuando migras vienes contigo misma en el equipaje.
Migré por amor y eso es algo que hubiese hecho fuera o no lesbiana. Aunque la migración y la edad me han hecho vivir mis relaciones afectivas de una forma diferente. Desde que a los 29 años comencé a
amar a otras mujeres, he experimentado algunos cambios sobre la idea
del amor. He entendido que el amor no es sólo intensidad. Comienza por
ahí, pero termina en cariño y comprensión. Es una carrera de fondo que
requiere esfuerzo más que emoción pura y dura. No existe “la mujer de tu
vida”: existe la pareja y ésta siempre es un ser independiente a ti.
No sé cual será el final de esta historia, pero esperaría que tuviera
un final feliz, un final con beso. No existe ese “y fueron felices para siempre”, pero sí “…y se curraron la felicidad para siempre”. Y eso es lo que yo
estoy haciendo cada día.
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Continuará…
Este proyecto no se acaba aquí. Esperamos que siga creciendo y expandiéndose a través de la red. Encontraréis más información en nuestra
web: www.encontrandovidas.org
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