Mitos y verdades de John Wayne,“El Duque”

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LATERCERA Sábado 25 de julio de 2015
John
Wayne:
Sociedad
Cultura
S. Eyman
Simon &
Schuster.
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amazon.com
Mitos y verdades de John Wayne,“El Duque”
R John Wayne: The life and legend,
R El vaquero entre los vaqueros fue
dibuja a un tipo vulnerable que
anhelaba ser la figura que había
construido de sí mismo en el cine.
un individuo complejo y
contradictorio que se convirtió en
símbolo de EE.UU. en el mundo.
R Admirador de John Ford, el actor
era criticado por su supuesto poco
registro. Se reivindicó con Río
Bravo de Howard Hawks.
Pablo Marín
Para mediados de los 70 las
ofertas ya no le llovían a John
Wayne. Así las cosas, con un
pulmón menos por el cáncer
y cerca de la setentena, se subió gustoso al carro cuando le
propusieron encarnar a J.B.
Books, pistolero del Viejo Oeste afectado por una enfermedad terminal en El tirador.
Lo que los productores ignoraban era que el vaquero
por antonomasia estaba
afectado por una dolencia
al corazón que lo habría hecho inasegurable para cualquier compañía . De ahí que
“El Duque”, según recuerda
una fuente citada por el biógrafo Scott Eyman, pusiera
discretamente US$ 250 mil
de su propio salario para
ayudar a pagar el seguro requerido por su contrato.
Para peor, antes de iniciarse el rodaje, una biopsia acusó la presencia de un tumor
creciendo en su estómago: si
bien éste fue tratado exitosamente, el hombre no estaba ni por lejos en condiciones óptimas para un rodaje
que además se desarrollaría
en una zona montañosa.
Pero, según continúa el reporte de Eyman en John
Wayne: The life and legend, se
salió con la suya. Y hasta logró
imponer no pocas de sus mañas durante el rodaje ante el
director Don Siegel, cuya fama
por Harry, el sucio no lo libró
de padecer más de una humillación de parte de un ícono
americano que, aun si muy
enfermo, no podía ser despedido de la filmación.
Irónicamente, la mala salud
no permitió a Wayne terminar
la escena en que le dan muerte: quien se ve caer baleado es
un doble. Pero lo que quedó en
la retina fue la despedida digna y decorosa de una figura
popular como pocas en la historia del cine, que en 25 de 26
años consecutivos –1949 a
1974- estuvo entre las 10 estrellas más taquilleras de la industria. Y cuyo sólo nombre se
asocia, aún hoy, a la geografía
interminable del Oeste norteamericano; a su ambición, su
violencia y su épica.
El Wayne icónico es uno de
los varios que habitan esta
biografía oceánica y fascinan-
RR En Más corazón que odio (1956), Wayne encarnó a un solitario y obsesivo vaquero, una de sus grandes interpretaciones . FOTO: OUTNOW.ORG.
RR La diligencia (1939), de John Ford.
te, que complementa la que el
mismo autor publicó en 1999
acerca del cineasta John Ford,
maestro, mentor y padre sustituto para Wayne, nacido
como Marion Morrison en
1907 y muerto en 1979.
El caso Wayne
Hay muchas leyendas en torno a Wayne, algunas generadas por él mismo (por ejemplo, que se convirtió accidentalmente en actor).
También hay historias de veracidad discutible, como que
después de dirigirlo en siete
películas John Ford lo vio en
el set de un western de
Howard Hawks y comentó:
“No sabía que este hijo de
puta podía actuar”.
Eyman, sin duda, se hace
cargo de las mitologías
wayneanas. Pero también le
pone pelos a la sopa y reivindica las dotes escénicas del
“Duque”. Durante años, anota, “el debate en torno a
Wayne se centró en la ridícula pregunta de si sabía actuar.
Sin embargo, la repuesta a la
pregunta, si cabe hacerla, estaría en algo que dijo otro actor, James Baldwin: como
pasa con Clark Gable, Bette
Davis o Humphrey Bogart,
“uno no va a verlos actuar.
RR Río Bravo (1959), de Howard Hawks.
Uno va a verlos ser”. De cualquier modo, remata Eyman, el
hombre bailó con la música
que le pidieran, siendo un romántico solitario con Ford
(Más corazón que odio) y un
desgraciado brioso con Hawks
(Río Bravo).
Por cierto, concede Eyman,
su “teoría unificada” de EEUU,
de su destino conquistador y
orgulloso, fue parte de su persona pública. Y a mucha honra. Se gastó hasta la camisa
produciendo, dirigiendo y estelarizando El Alamo (1960),
donde soldados tejanos son
asediadosy aniquilados por el
Ejército de México, e hizo algo
analogable en 1968 con Los
boinas verdes, apoyando a las
fuerzas de EEUU en Vietnam.
Pero, plantea el biógrafo, sus
pares conservadores que chapotean en el patrioterismo
wayneano, no deberían ignorar que su derechismo no era
pavloviano (respaldó a Jimmy
Carter, por ejemplo, cuando
los republicanos se oponían a
devolver el Canal de Panamá).
Tampoco el destino trágico de
varios de sus personajes autosuficientes e individualistas.
El autor admira el ser fílmico de Wayne pero también al
Wayne jugador de ajedrez y
coleccionista de arte. También
su ética laboral y su espíritu de
superación. Dice que “fue un
chico torpe e inseguro, asediado por terrores nocturnos,
y se convirtió en la representación manifiesta de la masculinidad estadounidense”. Y no
disfraza sus debilidades y torpezas, tampoco sus miedos
arrasadores, vinculados en
parte a no ser del todo quien la
gente creía que era. Más aún,
cita al propia Wayne en 1957:
“Soy Duke Morrison y nunca
fui ni seré una personalidad
del cine como John Wayne.
Lo conozco bien. Soy de quienes lo estudian más de cerca.
Me gano la vida con él”.b
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