La relación moral-política en el discurso Sociológico y la superación

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La relación moral-política en el discurso Sociológico y
la superación de la Sociedad Civil
Juanita Espeleta Noreña
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Hipótesis
En la actualidad el fundamento de la moral está en la existencia de normas
imperativas que rigen la vida del hombre, ya sea en su propio mundo, es decir,
en su conciencia, en su vida privada con su familia o en su convivencia con el
resto de los hombres en sociedad, éstas normas, que en su conjunto forman la
moral, no están escritas en ninguna parte ni son únicas, ya que al hombre le
han sido impuestas, desde que ha empezado a vivir y ha estado inmerso en los
mecanismos de socialización, que determinan la ley moral y la forma de comportarse de los individuos de acuerdo a lo que dicha sociedad ha construido, siendo
ésta diferente según la época y el entorno, según sus inquietudes, sus deseos y
sus necesidades, así mismo es también menester ver la moral como un producto
de la situación económica en que se formó, puesto que la moral es un elemento
de la conciencia social, la cual es determinada por la existencia material, por
sus respectivas relaciones económicas y esa conciencia social, por lo tanto la
conducta moral es todo comportamiento humano que ha sido construido socialmente y que ha sido transmitido por la autoridad (familia, escuela, sociedad
en general) que se ha formando históricamente con el objetivo de regular las
acciones de los individuos, que tenga referencia a la conciencia, que se enfrenta de alguna manera a un deber ser y que pueda ser juzgada como universal o
no, la conducta moral es una respuesta a una situación determinada, es un acto
construido con referencia a otros, ya que el hombre elige por su propia voluntad
subjetiva como proceder al estar frente a las circunstancias.
La moral desde Marx es una moral social, es la actitud que asume cada hombre frente al interés de la sociedad, es decir, la existencia política del hombre,
al ser una actividad práctica en la vida social, donde el individuo adquiere un
compromiso con y para la sociedad; se genera una lucha por los propios intereses que constituyen el motor de la acción política, siendo el deber en cuanto se
dirige a lo público y no al interés vinculado a lo privado, donde los miembros del
Estado actuamos con base a intereses privados que buscamos de una u otra forma hacerlos públicos y viceversa, con lo cual el Estado Social de Derecho construye y forma verdaderos ciudadanos, en el que se supera ese egoísmo, porque
son ya intereses particulares realizados y realizables en y con la sociedad, que
en un principio eran formadores de relaciones sociales, siendo el Estado la esfera en la cual el hombre es objetivamente libre, y sabe que es libre, teniendo
en cuenta que el espíritu ético inmediato es la familia que después se disgrega
para conformar la sociedad civil que expresa la individualidad, y posteriormente
objetivarse en el Estado que es la reunión de estas necesidades, es por esto que
la realización de la esencia humana parte de una individualidad que garantiza la
colectividad.
Por lo tanto la relación dialéctica moral-política y la reconciliación entre los
intereses privados y públicos permiten que el Estado Social de Derecho sea real
como se plasma en la Constitución de 1991.
Es necesario demostrar la relación entre la moral y la política, para lograr explicar el Estado Social de Derecho, así como proponer una forma para ser ciudadanos dentro del mismo.
La moral es un hecho histórico, porque es el modo de comportarse el hombre, que es por naturaleza histórico, es decir, que se caracteriza por estar haciéndose, o auto- produciéndose constantemente en el plano espiritual y en la
actividad productiva.
La moral surge desde que el hombre comienza a vivir, cuando el hombre deja
su naturaleza puramente natural, y adquiere una de carácter social, cuando forma parte de una colectividad.
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Expresa Hegel que el Hombre no es un ser aislado, sino uno concreto que ha
nacido y ha crecido en su familia, donde la relación es fundamentalmente de
amor; pero ésta no es capaz de satisfacer todas las necesidades de sus miembros y, por consiguiente, el individuo tiene que salir de la familia y enfrentarse
a otras familias, disgregándose de tal forma en la sociedad civil. Ésta sociedad
civil es un ámbito ya más completo que la familia y permite satisfacer otro tipo
de necesidades, donde las personas ya no se relacionan entre ellas con amor,
sino en la competencia despiadada, egoísta y ambiciosa, donde cada uno busca
su propia subsistencia a cualquier precio, el fin egoísta funda su existencia al
mismo tiempo que la particularidad que es el libertinaje y la falta de medida en
los deseos, ofreciendo miseria y corrupción, el circulo de deseo del hombre no es
cerrado como el del animal, lo que conlleva a su ampliación, donde éste último
desempeña un papel meramente contemplativo con la naturaleza, y un sistema
de necesidades meramente instintivo, que carece de la construcción de las relaciones sociales y de la existencia de la moral, la política y la ética; ese principio
de la particularidad se desarrolla hacia la totalidad generando personas privadas
que tienen como finalidad su propio interés. Por lo tanto son tres momentos que
reflejan la existencia egoísta y particular de la Sociedad Civil: 1. El sistema de
necesidades, que es la mediación de las necesidades y la satisfacción del individuo por su trabajo y por el trabajo y satisfacción de necesidades de todos los
demás, 2. La administración de justicia: que permite la protección de la pro-
piedad privada y 3. El poder de la Policía y la Corporación: para el cuidado
de los intereses particulares.
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Así mismo, es necesario saber que en ésta Sociedad Civil es donde se generan
las relaciones intersubjetivas y hay una constante tensión entre lo público y lo
privado, pero pese a esto y debido a su dinámica, se exige el paso a un ámbito
superior, donde el Hombre no prime sobre la sociedad ni la sociedad sobre el
Hombre, que es el del Estado, el cual ya no se rige ni por el amor ni por la pura
competencia y egoísmo, sino por la voluntad general, es decir, que la voluntad
general que se expresa en el Estado no es la suma de las voluntades particulares, sino la unidad de la voluntad individual con la voluntad colectiva, que quieren todos los individuos en tanto son miembros de una sociedad completa que
se manifiesta en el Estado.
Encontrando que la moral para Hegel es el deber que obliga, una limitación
frente a la subjetividad indeterminada y frente a la voluntad natural que determina a su arbitrio su indeterminado bien, la cual se exterioriza en el que hacer,
en esa actividad practica, la Política, cuya dinámica es una mediación entre lo
universal y lo particular, entre las voluntades particulares y el interés general o
el bien común, es decir, entre la sociedad civil y el Estado, ese paso de lo particular a lo universal es, a través de la lucha por los propios intereses, según Hegel,
el motor de la acción política, es el deber en cuanto se dirige a lo universal y no
al interés vinculado a la posición social particular de cada cual, donde los miembros del estado no actúan con base en el privilegio, ni en general sustentándose
en un principio particular, como sucede en la sociedad civil, sino inspirándose en
el deber, y el deber para los individuos es el de llevar una vida universal, en ello
reside también su verdadera libertad, que consiste en obedecer a las leyes, por
que de esa manera los individuos cumplen conscientemente su tarea en y para
la colectividad, donde hay una unidad entre la persona (individual) y la sociedad
(colectiva), siendo ésta la realización, la objetivación del Derecho que rige una
sociedad, que al transformarse en ley, no solo recibe la forma de su universalidad, sino su verdadera determinación.
Moral desde Marx
Así mismo, Marx plantea que la moral es ese conjunto de normas, por lo general producto de la costumbre, que no son innatas y, operan sobre lo que existe
en el hombre de irracional, es decir, sobre sus pasiones y deseos, tratando de
orientar las acciones y la conducta de los individuos racionalmente y de acuerdo
a un deber ser construido socialmente, es el producto de la situación económica
de cada sociedad pero considerando que la sociedad se ha desenvuelto en la
contraposición de clases, la moral ha sido siempre una moral de clase, que jus-
tifica el dominio y los intereses de la clase dominante. Por lo tanto, el progreso
moral no se da al margen de los cambios de carácter social y en consecuencia
el progreso moral no puede separarse del paso de una sociedad a otra, es un
conjunto de normas que la sociedad exige para regular la conducta individual y
social de los hombres, que se transmiten de generación en generación y evolucionan a lo largo del tiempo, por lo que Marx plantea y expone la necesidad
de que se supere este primer momento de la voluntad subjetiva, se supere ese
egoísmo e intereses particulares, es decir se supere esa sociedad civil en el Estado, donde se superan los privilegios, siendo éste y la ley la manifestación objetiva del Espíritu, o sea la realización de la Libertad, que implica la realización
del Derecho y que no existan intereses privados que fragmentan la ley, es decir,
que no se pierda la individualidad de las personas, no se elimina, por el contrario se conserva y se supera para que dicha ley corresponda a la sistematización
de los intereses generales, donde es menester la existencia de esos intereses
privados en tanto garantizan lo individual, pero éstos no deben contraponerse al
interés público, siendo el ser genérico la superación de toda particularidad y la
reconciliación entre lo privado y lo público.
Por ende, la moral y la política se relacionan de una manera dialéctica, que
es la unidad de la forma y el contenido, es decir, del saber y de lo real.
Por lo anterior, se concluye que la relación dialéctica moral-política y la reconciliación entre los intereses privados y públicos permiten que el Estado Social de
Derecho sea real, como se plasma en la Constitución de 1991.
Donde dicha relación dialéctica entre la moral y la política se objetiva para
superar una Sociedad Civil y conformar una Sociedad Política, que corresponde
a una sociedad universal, donde esa política es una actividad practica de un conjunto de individuos que se agrupan mas o menos orgánicamente para mantener,
reformar o transformar el poder vigente con miras a conseguir determinados
fines (Vázquez, 2007).
Y al mismo tiempo éstas se realizan en la ÉTICA, donde existe una reconcilia-
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El Estado se apoya en un modo específico de producción, y entra en conflicto
cuando cambia dicho modo, las fuerzas de producción incluyen el nivel cultural
y las aptitudes de la fuerza laboral, así como también el nivel de desarrollo de
la ciencia y de la tecnología, las relaciones de producción comprenden, las relaciones de propiedad, la división social del trabajo, así como también la manera
como son distribuidos e intercambiados los productos, el modo de producción
delinea el resto de su existencia, determina la propiedad de los medios de producción, así como también la religión, la filosofía y la política..
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ción entre los intereses privados y públicos, siendo el Estado un fin en sí mismo
y no un medio. Siendo la ética la idea de la libertad, que tiene en la autoconciencia su saber, su querer y por medio de su actuar, su realidad, así mismo,
las determinaciones éticas se obtienen como relaciones necesarias, que toman
su materia, es decir su contenido, de las relaciones existentes y muestra su
conexión con las representaciones, los principios y pensamientos universales
dados, fines, instintos, sensaciones, etc., ya que no puede ser otra cosa que el
desarrollo de las relaciones que resultan necesarias por la idea de Libertad y
son por lo tanto efectivamente reales en toda su extensión en el Estado, al ser
éste la culminación de toda eticidad, que no suprime ni la Familia ni la Sociedad
civil, en cambio los reúne, apareciendo como la síntesis de los mismos y encarnando la razón y la Libertad, donde Marx expresa que es el Estado el mediador
que permite o frustra esa Libertad y que en lo particular no se puede asegurar
la Emancipación Humana total y real.
De tal forma que al analizar la realidad colombiana, es menester que se genere un Estado que garantice la libertad que se manifiesta espontanea y subjetivamente en la vida económica y privada, la cual permite llegar a tener una
verdadera libertad, donde la democracia no corresponda a un régimen político
determinado sino que tienda a la constitución del mundo político, que sea la
reconciliación de la Sociedad Civil con el Estado, es decir, el género de la Constitución (Vázquez, 2007).
Y por el contrario que el Estado no se convierta en un Estado Político que corresponda a una sociedad particular ni una alienación de los Seres Humanos, ni
una doctrina o ideología excluyente que legitime una élite política, porque no
puede haber verdadera libertad en condiciones de desigualdad e injusticia social,
es decir, cuando se niega la libertad y la verdadera democracia, entendiendo por
libertad la voluntad de ser libre, la voluntad que quiere esa libertad, recordando
que los individuos tienen deberes con el Estado en la medida que tienen derechos.
Vemos que en Colombia hay una crisis de la moral como lo titula la obra de
Gerardo Molina, en la medida que hay una ausencia de la regulación normativa que han interiorizado los individuos consigo mismos y con la comunidad en
general, donde el cumplimiento de las mismas es de carácter libre y responsable por los sujetos, pero en nuestro contexto vemos que hay una ausencia y
perdida de la misma, desde las practicas individuales hasta las colectivas como
la Política, que como anteriormente mencioné es esa práctica de un conjunto
de individuos que se agrupan para mantener, reformar o transformar el poder
vigente con miras a conseguir determinados fines y propósitos. Donde vemos
que en la mayoría de los casos en nuestro país, ésta actividad es generalmente
asumida por los partidos políticos o movimientos sociales, en el que desde hace
algún tiempo enfáticamente los partidos políticos vienen perdiendo legitimidad
y credibilidad por la contradicción en sus discursos y hechos, la infidelidad a los
principios que defienden y colocar como prioridad la satisfacción de los intereses
privados, por encima del bien común, así mismo por la doble moral de sus dirigentes, la corrupción y el clientelismo que ha invadido la forma de hacer política.
Lo que se refleja en el surgimiento de nuevas manifestaciones y movimientos sociales como alternativa de reconocimiento como personas y defensa de
los derechos humanos que han sido vulnerados por esa constitución de la élite
minoritaria política que representa solo unos pocos intereses privados, egoístas,
excluyentes y con ansia de un monopolio del poder de manera ilegitima. También en el índice de abstención electoral que permite comprobar la escisión entre
la moral y la política Colombiana.
Por ejemplo la tasa más alta de abstención electoral de la historia se registró
en 1994, cuando ganó el liberal Ernesto Samper al conservador Andrés Pastrana,
la abstención llegó al 66%.
La abstención en Colombia, donde el voto no es obligatorio en contraste con
la mayoría de países de Suramérica, se mantuvo en los niveles históricos y en la
elección presidencial de Juan Manuel Santos fue de 51%.
Donde de los 29.983.279 ciudadanos convocados a las urnas ejercieron este derecho ciudadano 14.699.845 personas, según la Registraduría Nacional del Estado Civil, ente responsable de organizar y ofrecer los resultados de las elecciones.
Lo que evidencia que pese a su disminución, sigue siendo una tasa alta de
abstención electoral y fobia a ejercer el deber ciudadano de elegir, aunque también es menester aclarar que seguramente en el sistema político de nuestro
país catalogado como Clientelista, muchos de los votantes han sido víctimas y
participantes de dichas prácticas inmorales e instrumentalistas que al igual que
la corrupción se han patentado socialmente como medios para capturar y mantener cautivos al electorado, básicamente aquel que se encuentra en una posición de status inferior y en una relación de carencia y necesidad que influyen en
la voluntad y conciencia de las personas para acceder a las mismas en aras de
satisfacer sus necesidades.
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En 2006, cuando el presidente Álvaro Uribe fue reelegido, el 55% de los ciudadanos aptos para votar no lo hicieron, y cuatro años atrás, en 2002 y cuando subió
al poder por primera vez, se registró una participación del sólo el 46%.
El afán y motivación de la élite política del país por mantener la legitimidad
de su poder reflejan propiamente una forma de hacer política sin moral, descrita
por Adolfo Sánchez Vásquez en su obra Ética y Política como aquella que coloca por fuera lo moral y ve solo un realismo político y recurre a una coerción a
través del irrespeto de los Derechos Humanos, para mantenerse en el poder por
otros medios como la Fuerza.
Pero pese a esta realidad clientelista, violenta y corrupta, la invitación es a
reivindicar esa relación dialéctica entre la moral y la política y el papel del poder
en dicha relación, en la medida que es menester que el poder sea construido
desde abajo, desde la Sociedad Civil y por medios conciliadores, pacíficos, que
propendan la inclusión y la participación en las decisiones, que no se reduzca
al plano de la participación de la conciencia individual sino propiamente en la
actividad practica.
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Es necesario reivindicar la política, especialmente aquella que este encaminada a una transformación de la realidad y sociedad actual, con dirección a obtener una mayor justicia, dignidad humana, libertad y abolir la inequidad social
(Vázquez, 2007).
Donde la política vea el poder no como un fin en si mismo sino como el medio
para la realización de los valores, principios y fines que defiende, es decir que
no solo la política sea estratégica sino que realmente sea una actividad practica
que defienda fines públicos y el bien común.
Por lo tanto, la política tiene dos aspectos:
1.El Ideológico: Que corresponde a los fines que la misma persigue
2.El Práctico: Que son las acciones colectivas coherentes a las estrategias que
se consideran más adecuadas y los medios a los que se recurre. (Vázquez,
2007).
Resultando así la necesidad de ver a la moral y a la política como interdependientes, como una relación dialéctica, donde las mismas se encuentren para la
realización de fines y valores, se genere una adecuada relación entre los medios
y los fines que se quieren alcanzar y que la conducta de los sujetos políticos al
tratar de cumplirlas excluyan practicas como la corrupción, el clientelismo, la
deslealtad, el engaño y la doble moral, las cuales constituyen un inmoralismo
que afecta siempre negativamente la vida política y se refleja en la disminución
de la participación consciente o en la pasividad de la sociedad o en la abstención
electoral.
Así mismo, la relación dialéctica entre la moral y la política se evidencia en la
sociedad actual, en la medida en que se presentan unos mínimos de convivencia
que son impuestos por parte de la sociedad al individuo para regular sus acciones y conducta, que genera la formación de las diferentes relaciones sociales
incluyendo las de antagonismo que dan paso a la construcción de la historia que
lleva inmerso el movimiento dialéctico, es decir que todo el tiempo se está formando, haciéndose así misma en un constante devenir. Por lo que nuevamente
reitero la invitación es a comprometernos como intelectuales, artistas, científicos sociales, filósofos, maestros, etc. con la práctica, con la realidad, es decir,
que comprometerse significa “Provocar efectos que contribuyan a mantener, reformar o transformar la realidad y asumir la responsabilidad de los efectos que
se buscan” (Vázquez, 2007).
Resaltando que aunque somos críticos de muchas situaciones y de la realidad
actual, es necesario, como expresa Marx, pasar de la crítica a la crítica en acto,
es decir, nuevamente en la práctica, en la realidad, porque recordemos que “la
historia la hacemos los Hombres y por lo tanto depende de nosotros, de nuestra
conciencia, nuestra organización y acción cambiar, transformar o mantener la
realidad” (Marx).
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Bibliografía
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